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Capítulo 14

El agua caliente caía sobre ella, cubriendo de vapor todo el lugar. Limpió delicadamente cada parte de su cuerpo hasta que llegó a su hombro.
Acarició ligeramente los rasguños y sintió como si la hubieran quemado, aquellas marcas no desaparecieron, todo lo contrario, a su parecer, lucían más visibles que la noche anterior. Se abrazó a sí misma intentando no recordar lo que había vivido, pero fue imposible, aquella voz seguía sonando en su cabeza como una penitencia interminable.

—Lylum —volteó rápidamente al escuchar su nombre. Benjamín llamaba la puerta—. El Capitán me avisa que partirán en veinte minutos.

—E-está bien —cerró la llave, se quedó unos segundos mirando hacia la nada, pero los recuerdos la hicieron salir finalmente.
En su cama encontró tendido un atuendo completo, una especie de uniforme de combate táctico, similar al de Xirack. Solo que este parecía un uniforme militar, pero de color negro y toques de púrpura, el día finalmente había llegado, Jonh, Marco y Lylum finalmente se reunirían con Altham, si bien estaba ansiosa por encontrar respuestas, también estaba de cierta forma triste, por si las cosas tomaban un rumbo distinto, incluso ante la idea de tener que separase de la tripulación la inquietaba bastante y no la dejaba pensar con claridad, eso, sumado a su desagradable encuentro nocturno con aquella cosa.

Mientras se arreglaba, Benjamín reposaba en la sala, armaba una pistola pieza por pieza, Chickari lo veía desde la cocina, en todo el tiempo que llevaban con Takeshi no habían cruzado palabra alguna, así que se acercó.

—Has mejorado —le dijo y el muchacho acabó de ensamblar el cañón y apuntó.

—Marco me ha enseñado bien, después me enseñará combate de grado militar —comentó un tanto entusiasmado. A pesar de todo, Benjamín parecía ser el único que de alguna manera ''disfrutaba'' todo lo que sucedía. Todo lo contrario de ella, volteó y mostraba un rostro de desagrado, como si algo la molestara, y no fue difícil para él notarlo—. ¿Te pasa algo?

—Escuché una conversación entre Marco y Minck, sobre tu ''experiencia'' hace dos noches —durante unos segundos se quedó callado, luego abrió los ojos al entender a lo que se refería, ella sonrió amargamente—. Así que es verdad.

—¿Qué es lo que sabes?

—Lo suficiente... —cruzó los brazos y miró hacia otro lado. Benjamín se levantó confundido y se le acercó.

—¿Estás molesta? —dudó con más incredulidad que otra cosa, ella no respondió, solamente apretó los labios—. Dios, en serio estás molesta, ¿por qué?

—No lo sé.

—¿Son celos? —sonrió con picardía y ella se ruborizó.

—¿Celos? ¡Por favor! Nos acabamos de conocer, como podría estar celosa, sabes algo, olvídalo —se alejó a paso veloz dejándolo sin nada que decir.
Se sentó nuevamente y suspiró, en ese momento Jonh y Marco atravesaron la puerta.

—¿Problemas, niño?

—En lo absoluto, señor.

—Bien —se acercó a la habitación de Lylum y tocó la puerta—. Lylum, ¿estás lista?

La puerta se abrió, Jonh se congeló al verla, el uniforme táctico la hacía ver tan atractiva como sensual, con un escote de infarto, el traje a demás acentuaba sus caderas y la hacía ver mucho más delgada, a la par que de alguna manera lograba disminuir la luminosidad de su cuerpo.

—¿Me veo bien? —preguntó mirándolo de reojo.

—Te ves... —suspiró—... increíble.

—Gracias —sus mejillas se volvieron rosadas unos instantes. Marco carraspeó y Jonh volteó a verlo, le hizo una señal con los ojos y él asintió.

—E-escucha Lylum, a pesar de que el traje ayuda a que no llames la atención demasiado, aun así tenemos que cubrirte mucho más —le mostró una túnica oscura, ella la aceptó y se la puso.

—Listo, casi son las seis, debemos irnos —anunció Marco Ramírez, tomó una chaqueta color negro y en ella guardó un par de armas.
Jonh se colocó su gabardina oscura y tras haber guardado sus armas se dispusieron a salir.

—Bien, Dutch, si pasa algo, lo que sea, no dudes en avisar —comentó mirándolo por encima del hombro.

—Lo haré, Capitán, tengan cuidado. —Respondió el hombretón, Jonh asintió.

Caminaron por los jardines hasta llegar a la entrada del recinto, cuando Takeshi apareció tras de ellos como un fantasma.

—¿Se van sin despedirse? —algo había en su rostro que lo hacía lucir bastante más demacrado, como si no hubiera dormido o siquiera descansado en un buen tiempo. Tal vez las noches continuas de fiesta no eran tan buenas después de todo.

—Tranquilo, Tak, volveremos.

—Eso espero... aun así, me gustaría despedirme de Lylum —sonrió, Jonh volteó a verla y ella aceptó un tanto forzada. Se acercó y Takeshi la abrazó fuerte—. Necesito volver a verte... ¿Entendido?
Ella se separó y no dijo nada, caminó de nuevo hacia ellos.

—Es hora.

—Una cosa más, Jonh —se acercó a él y lo abrazó, pero acto seguido sujetó firmemente su cuello y disimuló una sonrisa—. Quiero que te reportes una vez que llegues, ¿quedó claro?

—Venga, Tak, ya soy mayorcito —comentó intentando aligerar la tensión, caminó un poco y Takeshi no soltaba su antebrazo.
Finalmente dio un ligero tirón y él lo soltó, se unió a sus compañeros y salieron de ahí.

Takeshi se quedó con una expresión fría durante unos minutos hasta que Lao apareció a su lado.

—Síguelos, y dile a nuestro amigo Rollan que tenemos a su objetivo —Lao asintió y salió del recinto por igual, Takeshi levantó un comunicador—. No quiero que nadie salga de este lugar —acto seguido las puertas se cerraron.

Tras haber salido del recinto, finalmente entraron en las calles de la ciudad, de cierta forma tanto Jonh como Marco se sintieron gusto de regresar a su verdadero hogar, aunque este fuera un nido de ratas y rebosante de decadencia.
Lylum nuevamente volvía a ser maravillada por todo lo que veía. Habían llegado a la Tierra y a San Francisco, pero lo único que había logrado conocer prácticamente de ambos fue el recinto. Hasta ese momento, su primera vez en la ciudad.

—¿Qué te parece, niña? —Marco volteó a verla mientras bebía licor Guntaliano de una cantimplora metálica.

—Es indescriptible —soltó emocionada cual infante. Ni por asomo era de los mejores barrios en la ciudad, pero eso no lo excluía de ser exótico e interesante.
Las llamativas luces de los locales y edificios eran algo alucinante, los vendedores y transeúntes eran tan distintos uno del otro que no podía creer que tantos seres coexistieran entre sí.
Humanos terrestres y de otros cuadrantes, Androides, Alienígenas, Ciborgs, Sintéticos, incluso las llamadas Almas, todo eso y más transitando por las calles. Como una pintura surrealista que emergía al mundo real.

—No te separes —le dijo una vez que unas prostitutas intentaron convencerlos de entrar junto a ellas en un burdel.
Lylum siguió mirando en todas direcciones, y se encontró con una Kaxanty, quien le sonrió y extendió sus enormes alas multicolores logrando impactarla toda vía más.

—No la veas —Marco llegó junto a ella y la llevó del hombro.

—¿Por qué no? Es muy hermosa.

—Es su danza de apareamiento —regresó la mirada algo extrañada y él rio—. Creo que le gustaste.
Siguieron recorriendo las calles de la ciudad, hasta que finalmente la encontraron, la iglesia de San Felipe, una reliquia ya, la cual incluso aún conservaba su arquitectura original, al menos en lo que se podía ver.
Era curioso que aquella estructura nunca fuera derribada o funcionara para otra cosa, tras la llegada de los Guardianes mucha gente dio por hecho que simplemente no existía nada similar a un Dios además de ellos, por lo cual las iglesias y las religiones como tal empezaron a perder fuerza a nivel global, a tal punto que las iglesias se convirtieron en centros para adictos, o refugios para aquellos con acérrima fe.

—Quédense aquí, iré a revisar primero —Jonh desenfundó su Neruvian y entró en la iglesia.
Las enormes puertas sonaron estridentemente por todo el lugar, pero no había nadie ni nada fuera de lo común, las hileras llenas de enormes bancas de madera estaban completamente vacías, un gran candelabro iluminaba las paredes llenas de cuadros y velas, todo estaba intacto, incluso la tarima del Padre, junto con la figura de Jesucristo pegada a la pared.

—¿Hola? —el eco retumbó por todo el salón pero no hubo respuesta. Solo escuchó el sonido de la lluvia caer—. Carajo, ¿que a esta ciudad le gusta tanto la lluvia?

En ese momento escuchó pasos, apuntó su arma y de un pequeño cuarto aparecieron dos figuras, ambas vestidas con túnicas de colores oscuros, las cuales contenían una capucha para ocultar entre las sombras casi por completo sus ojos, casi parecían monjes. Confundido apuntó contra ellos, quienes instantáneamente sacaron de entre sus ropajes una suerte de armas punzocortantes, una que parecía ser una lanza y otra un machete o una espada.

—Mierda —exclamó para sí mismo sin saber qué hacer, ambas figuras caminaron en direcciones opuestas hacia él.

—¡Tranquilos! —Escuchó finalmente una voz familiar. Altham salió de aquel cuarto y se aproximó a uno de los encapuchados.
Jonh escuchó como ambos hablaron en un lenguaje indescriptible, pero Altham no dejaba de asentir y de mostrar una sonrisa confiada. Finalmente se separó de aquella persona y fue a toda prisa con él—. ¡Jonh Riley! —extendió sus brazos tal vez intentando darle un abrazo.

—Altham... —no bajó el arma ni un segundo.

—Tranquilo, Jonh, estas personas no te harán daño, puedes bajar tu arma —lo hizo luego de ver como ambos se colocaban en las esquinas del salón y guardaban sus armas—. Realmente lo lograste, cielos, tenía razón. ¿tienes el objeto?

—Alto, alto, alto, no crucé medio puto universo para llegar aquí y no recibir respuestas.

—Lo prometido es deuda, Jonh, pero antes necesito saber que cumpliste, necesito verlo... —meditó unos segundos y luego suspiró.

—¡Chicos, pueden entrar!

Las puertas se abrieron nuevamente, Altham caminó lentamente hacia aquella figura cubierta mostrando una sonrisa. Marco miró a su amigo y él asintió.

—¿Será acaso...? —finalmente se quitó la capucha, los ojos de Altham no pudieron ocultar la mayor impresión de su vida. Las figuras de igual forma descubrieron sus rostros, el de la derecha era un hombre maduro de cabello y ligera barba negra, y el segundo un tipo un tanto más joven y de pelo largo y castaño, ambos con una serie de extraños símbolos marcados en su frente y parte de sus rostros.
Aquellos dos se hincaron y Altham también, Lylum los miró confundida.

—Las estrellas no mentían... finalmente has despertado —temblaba como si el más gélido frío se apoderara de su cuerpo, se levantó con ambas manos entrelazadas—. La profecía era verdad...

—¿Qué? —soltó ella y él se estremeció nuevamente.

—¡Muy bien, alguien podría explicar de una vez ¿qué mierda pasa aquí?! —preguntó Marco a todo pulmón, la duda lo carcomía con cada segundo de incertidumbre.

—Las estrellas presagiaron el despertar del remante de la Luz, la entidad más pura de todo el cosmos —se acercó un poco a ella y la tomó con suavidad del rostro—. Tú, pequeña, eres lo único que puede prevenir que la oscuridad se apodere de todo el universo.

—¿De qué estás hablando? Ni siquiera sé quién soy —estaba frustrada, y nadie la culpaba por estarlo. A final de cuentas, parecía que los ajenos sabían más de su vida que ella.

—¿Que quién eres? —exhaló extasiado—. Eres lo único que importa, tú pequeña, eres el Último Guardián.

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