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Capítulo 12

Lo primero que saltó ante sus ojos fue la hermosa arquitectura del lugar. Parecía que de un segundo a otro se habían transportado al pasado, pues los adoquinados alrededores, las estructuras de madera, metal y papel de arroz, al igual que sus jardines y colores, les hicieron sentirse en un Japón feudal, alejado por completo del caos urbano de la nueva San Francisco.

El recinto de los Yakuza era arquitectónicamente impresionante, siendo similar a un monasterio lleno de templos. Avanzaron entre los jardines, admirando los cerezos de hojas rosadas y rojas, escuchando el agua cristalina que corría bajo sus pies gracias a los arroyos y muchas fuentes regadas a través del recinto. Siguieron un buen rato, siendo vigilados por decenas de guardias armados hasta que llegaron a una edificación desde la cual emergían ráfagas de luz neón, al igual que el inconfundible sonido de la música electrónica. Jonh subió primero, pero los guardias que custodiaban la entrada lo detuvieron con hostilidad, pareció que la tripulación arremetería contra ellos, pero su Capitán alzó su mano los detuvo.

—Tranquilos, solo venimos a ver a Takeshi —ninguno respondió a las palabras de Jonh. El de la derecha, un nipón alto y de cabello amarrado habló por su comunicador. Recibió una respuesta inmediata y deslizó la puerta dejándolos ver el lugar por dentro.
Un club, como pocos en la ciudad, una fachada que ocultaba un mundo de pecado. Un salón lleno de luces de neón, mesas llenas de individuos tan intimidantes como peligrosos, drogas, alcohol, armas, apuestas, y muchas bailarinas y damas de compañía por doquier.
Una mujer apareció, vistiendo una suerte de kimono, pues este dejaba al descubierto sus piernas casi hasta llegar a sus partes íntimas, igual que mostraba un pronunciado escote.

—Takeshi-san les espera —los invitó a pasar con una sonrisa traviesa. El humo de cigarrillo y el estruendoso sonido de la música electrónica fue lo primero que encontraron al adentrarse en el lugar, para Benjamín, cada nuevo lugar que visitaba solo le hacía recordar que ni por asomo había visto nada de lo que su mundo le tenía preparado.
Depositó rápidamente su vista en las bailarinas, aquellas mujeres que deslizaban sus cuerpos semi-desnudos a través de luminosos tubos de colores brillantes lo invitaban a pasar un rato bastante ameno.

—Si quieres dormir con alguna, solo dilo —comentó Dutch mirando sonriente al joven mecánico y a las bailarinas—. Yo pago —rio después de eso.
Siguieron a la chica a través de todo el club hasta llegar a una zona restringida, encima de una pequeña tarima había una persona sentada en un gran sofá color púrpura, rodeado de mujeres. Jonh se aproximó un poco a dicha persona e inmediatamente un japonés delgado y con cabello hasta los hombros se paró frente a él mostrando una cara nada amigable.

—Lao —pronunció la silueta desde el sofá y el japonés de mirada fría se retiró para dejarlo pasar. Jonh y él mantuvieron un contacto visual realmente tenso hasta que llegó frente a la persona—. Jonh Riley...
Siguió tras darle una gran fumada a su habano.

—Takeshi Yoshimoto —respondió inclinándose un poco.

—Ha pasado mucho tiempo.

—Así es, Tak.

—Escuché que Rollan te está buscando, ¿tengo razón? —volvió a fumar.

—Sí.

—Entonces, si es verdad, ¿por qué motivo te presentas ante mí teniendo un problema tan grande sobre tus hombros? —Benjamín sabía que algo malo pasaría, pues las expresiones de todos no eran nada tranquilizadoras.

—Porque recuerdo que una vez ayudé a un pobre chico a zafarse de sus problemas con la Yakuza, y desde ese día aquel chico me prometió que pagaría su deuda fuera como fuera —enunció con cierto temor. Ni Takeshi, ni ninguno en la Yakuza eran conocidos por ser muy tolerantes.

Se levantó del sofá. Era un hombre de estatura promedio, algo avejentado, cabello largo y amarrado con una coleta, vestido con un traje púrpura oscuro y con un rostro frío y calculador que exhibía algunas cicatrices. Ambos terminaron cara a cara generando una tensión insoportable por todo el lugar. Hasta que Takeshi la rompió a carcajadas, Jonh sonrió aliviado, aquel sujeto tomó a Jonh de los hombros y felizmente dijo:

—¡Viejo amigo! Que gusto volver a verte —ambos compartieron un sorpresivo abrazo.

—Me hubiera gustado que no fuera en esta situación.

—No te preocupes, tú y tu gente son bienvenidos aquí, Rollan no puede acercarse, no estamos en los mejores términos. ¡Pero venga ya! Cuéntame, ¿qué has hecho de tu vida?

—Un desastre —admitió con una cínica sonrisa, Takeshi le imitó.

—Ese es el Jonh que conozco. Tráenos algunos tragos —le dijo a una chica y esta inmediatamente salió en busca de las bebidas—. Lao, avísale a Genji que tenemos invitados, quiero que su estadía aquí sea de lo mejor.

Ahora la sonrisa se notaba en toda la tripulación, Takeshi acabó por saludar y recibir a todos con mucha hospitalidad y cuidado. Hasta que llegó con Lylum. Se sorprendió bastante al verla y se acercó un poco más.

—A ti no te conozco —sonrió intrigado al ver a la chica vestida de seda y cubierta con una ligera capucha—. Takeshi Yoshimoto, a tus servicios —hizo una reverencia ante ella.

—Lylum... —respondió sin saber exactamente qué hacer.

—Hermoso nombre, dime algo, Lylum, ¿qué hiciste para acabar con un bribón como este? —Palmeó un par de veces la espalda de Jonh.

—Jonh Riley fue quien me despertó y...

—¡Bueno, bueno, no entremos en detalles! —se apresuró a interrumpir Marco Ramírez—. La verdad, Takeshi, es que estamos algo exhaustos.

—Cierto, lo mejor sería que descansen, ya luego hablaremos —miró detenidamente a Lylum, y Jonh pareció sentirse extrañamente amenazado—. No es que sea irrespetuoso, pero se ven terribles —los miró a todos de pies a cabeza, sus ropas estaban dañadas y sucias, y su aspecto no era muy diferente—. Lao los llevará a sus habitaciones, cuando hayan descansado no duden en venir a conversar conmigo.

Aquel sujeto de rostro frío salió del club, la tripulación comenzó a seguirlo sin más a través del recinto hasta que arribaron a unos pequeños cubículos cercanos a un jardín trasero.

—Sus habitaciones —dijo sin nada de cortesía, caminó apresuradamente y chocó contra Marco.

—¿A caso no hay espacio? —arremetió mirándolo fijamente. Lao se giró con rapidez y lo encaró.

—Mucho cuidado con lo que dices, este no es tu territorio, baka... —escuchó eso y logró hacerlo enfurecer.

—¿Qué tratas de decir?

—En las calles se habla sobre ustedes, hay precio por sus cabezas, y hablan sobre algo valioso en su posesión, así que yo no me confiaría mucho, pues en cualquier momento alguien podría apuñalarlos por la espalda, baka —Marco estuvo a punto de ir directo a los golpes, cuando Dutch lo detuvo.

—Tranquilo, amigo, no vale la pena —Lao lo miró unos instantes y luego se fue.

—Cabrón —expulsó enfadado. Entraron, el lugar era efectivamente muy tradicional, pisos de madera y muros de papel de arroz. Hasta que revisaron las habitaciones, elegantes, pero bien equipadas con aditamentos tecnológicos de última generación.

—Lindo —comentó Xirack entrando en una.

—Bueno, es mejor que muchos lugares en los que he estado —reconoció Marco mirando a su amigo.

—Entonces descansen, yo intentaré comunicarme con nuestro empleador —caminó por el pasillo que a penas y era iluminado por las lámparas del jardín, atravesó un par de habitaciones más y se topó con Lylum, se estaba desvistiendo, notó la presencia de Jonh y se giró, él volteó apenado al suelo y siguió caminando.

—¿A dónde vas? —se asomó sujetando su holgado vestido.

—Iré a resolver algunas cosas, tú quédate y descansa —acabó por llegar a una sala grande y con algunos muebles y colchonetas en el suelo, se acercó a una repisa y vio como tenía algunas bebidas y cigarrillos—. Al fin.

Tomó uno y lo encendió. Tras un par de fumadas salió de los cubículos y se quedó en medio del jardín mientras encendía el comunicador. Ya funcionaba, así que no perdió tiempo y contactó a la única persona que tenía registrada en dicho artefacto.

¿Jonh Riley?

—Sí, Altham, soy yo.

¿Lograron llegar a la ciudad?

—Sí.

¿Y el objeto?

—Aquí sigue.

Excelente, excelente, escucha, Jonh, las cosas están algo tensas en las calles, todos hablan de ti, tú y tu gente corren un gran riesgo. Así que sería más preferible esperar un poco antes de volver a vernos.

—Estoy comenzando a impacientarme, Altham. Muchas cosas han pasado y necesito respuestas ya.

Lo sé, pero no puedo decirte mucho aquí. Confía en mí, todo te quedará claro muy pronto. Nos vemos en la iglesia de San Felipe en dos días, ven con alguien de confianza y el objeto suspiró sin más.

—Está bien.

Nos vemos en dos días —cortó la comunicación.

Jonh Riley se quedó meditando unos momentos en la soledad de aquel jardín, prefirió ocupar su mente en otras cuestiones que no fueran dudas, así que se encaminó nuevamente al club.
Pasó por decenas de cubículos en los cuales lo único que se escuchaba eran los gritos y gemidos de placer de las trabajadoras de Takeshi. Jonh estaba seguro de que como él, no había muchos hombres, desde abajo empezó, y logró llegar a la cima, en parte sentía algo ''envidia'' por su éxito, pero no sin antes recordar que a él la vida no lo había favorecido, al menos hasta que se topó con las personas menos indicadas en el momento menos preciso. Así que sonrió, al fin y al cabo todos eran criminales, así que no importaba la ostentosidad de sus vidas, al final, todos acabarían en el mismo lugar...

Llegó al club, nuevamente se dirigió a la zona restringida negando las propuestas de las mujeres y algunas peticiones de apuestas, Takeshi se levantó al verlo.

—¿Qué tal las habitaciones?

—Bastante acogedoras, gracias.

—No hay de que, mi viejo amigo. Si necesitan algo, cualquier cosa, no duden en llamar. Pero bueno, ven, hay que conversar en un lugar más callado —pasó su mano por su hombro y juntos subieron por unas escaleras hasta llegar a un segundo piso.
En el cual había una oficina con baja iluminación, Takeshi caminó hasta su escritorio, tomó una botella de licor y sirvió en dos pequeños vasos. Le entregó uno a Jonh y luego de brindar se acercó a su enorme ventana para contemplar la ciudad.

—¿Recuerdas cuando todo era más simple Jonh? —preguntó tras emitir un suspiro lleno de nostalgia.

—¿Alguna vez las cosas fueron simples? —se acercó a él y de igual forma contempló la metrópolis.

—Sí... Cuando ellos estaban. ¿Los recuerdas? Los Guardianes, cielos, que tiempos...

—Tak, los Guardianes desaparecieron hace años, para cuando lo hicieron, tú y yo ni siquiera habíamos nacido, ¿cómo es qué puedes recordarlos?

—Uno no puede olvidar las cosas más maravillosas. Y ellos, mi amigo... —suspiró nuevamente—. Ellos realmente eran maravillosos, daría lo que fuera por volverlos a ver...

—¿A todos? —dijo y bebió de su vaso.

—No, al Oscuro nadie quiere volverlo a ver —bebió—. Dime algo, Jonh, ¿qué haces? Me refiero, se nota que has estado ocupado.

—Un trabajo, Tak, pero Rollan lo ha estado complicado bastante.

—Llevas trabajando para él años, creo que debería de tener algo de compasión, ¿no crees?

—Intentó matarme, Tak —sonrió resignado y bebió.

—Cielos, ¿entonces, qué harás?

—Lo mataré...

Benjamín Wrax se levantó de su colchoneta, realmente no podía dormir, tal vez por la música a todo volumen a lado de ellos, o por el festival de placer que sonaba a unos cuantos pasos de sus habitaciones.
Salió de su recamara y recorrió los pasillos del lugar, escuchó unas voces en la cercanía y se aproximó a ellas, en la sala se encontraban Marco y Dutch conversando en compañía de una botella de licor.

—¿No puedes dormir, niño? —inquirió Marco sirviéndose un vaso.

—No, hay demasiado ruido. —Mencionó con clara frustración, llevaba mucho tiempo sin dormir, igual que todos.

—Entonces ven, hace falta algo de compañía —Dutch tomó la botella, sirvió otro vaso y se lo entregó.

—¿Bebes, no es así? —dudó Marco antes de que le diera la bebida.

—Pues... no, no mucho —tomó el vaso.

—Entonces ahora es cuando, salud —ambos chocaron sus vasos. Dutch consumió todo el líquido de un trago, mientras que a Benjamín le costó bastante poder tragarlo, y eso mostrando decenas de gestos de desagrado al catarlo.

—Realmente eres un niño —exclamó Marco entre risas, Dutch se acercó a él y le susurró un par de cosas, nuevamente se rio dedicándole una mirada maliciosa—. ¡No me digas! Entonces hay que hacer algo al respecto.

Ambos se levantaron e hicieron que Ben los siguiera, sin dejar de beber.

—¿A dónde vamos? —preguntó un tanto desorientado.

—Mi amigo Dutch me dijo que te veías muy interesado en las chicas de aquí —la sonrisa de Marco incrementó al ver la sorpresa en el rostro del joven mecánico—. Supongo que nunca has estado con una mujer, ¿tengo razón?

—Bueno... No en realidad —la pena ya no lo mortificaba tanto gracias al alcohol.

—Excelente, entonces estás de suerte—llegaron a los cubículos donde se escuchaba todo el escándalo, al parecer era el lugar donde iban todos a divertirse. Entraron en el lugar: un salón lleno de luz rosa, adornos florales por doquier y bastantes cubículos donde solo las sombras eran el espectáculo.

—Buenas noches, caballeros —un sujeto calvo, obeso y de voz calmada se levantó de un pequeño mostrador y se inclinó ante ellos—. Me llamo Kazuki, yo soy el encargado de La Flor de Loto, el lugar donde todo es posible.

—Hola, Kazuki, escucha, mi amigo Ben no ha podido tener suerte con las mujeres, así que queríamos darle una noche para recordar. —Se notaba que estaba borracho.

—Bueno, mi amigo, entonces usted es afortunado, Takeshi-san ha dicho que todo lo que sus inquilinos quieran va por su cuenta, así que hoy tiene la libertad de elegir —Kazuki sacó de la manga de su atuendo un pequeño proyector holográfico que mostró una selección interminable de mujeres—. Tenemos de todos los cuadrantes, solo elija.

Benjamín estaba estático, realmente todo lo que pasaba era increíble. Marco se acercó al encargado y le susurró un par de cosas, el hombre sonrió.

—Cierto, ¿qué le parece la elección de la casa? —le mostró unas imágenes a Marco.

—Me parece perfecto.

—Muy bien, joven Benjamín, sígame por favor —Dutch lo empujó ligeramente y sin más comenzó a acompañar al calvo.
Las cosas que escuchó y presenció a través del pasillo lo hicieron temblar como nunca, y a cada paso simplemente no podía dejar de cuestionarse si lo que sucedía era real o no. Kazuki deslizó la puerta de una gran habitación, en la cual había un enorme colchón redondo y rosado en medio, unas lámparas rojas en el techo y unas cortinas de seda en las ventanas.

—Disfrute su noche, joven Benjamín —Kazuki liberó una risilla y cerró la puerta.
Benjamín se quedó unos instantes admirando la habitación, era bastante acogedora, y en el ambiente se detectaba un aroma extraño pero placentero, similar al olor de la flor más dulce de todas.
Volteó hacia su derecha y contempló una delgada y curvilínea silueta entre la seda, su corazón se agitó como un tambor.
Una chica emergió, humana sin duda, de piel y ojos claros, facciones finas, cabello negro amarrado con una coleta, vistiendo únicamente un atuendo de seda blanca que dejaba entre ver sus atributos y su feminidad a contra luz.

—¿Pero qué...? —pronunció incrédulo. El aroma pareció incrementar, y este nublaba sus sentidos hasta el punto en que lo hizo sentir tan relajado como nunca antes.

—Shhh —colocó su índice en sus labios—. No digas nada —lo tumbó en el colchón y se retiró el atuendo de seda.

—Solo disfruta —otro ser apareció desde su izquierda, una mujer Talïth,de figura delgada, piel blanca con franjas azules, pechos sorpresivamenteatractivos y ojos traslucidos como su sonrisa. Ambas se recostaron encima de élacariciando desde su rostro hasta su pecho, mientras lentamente lo despojabande su ropa. El calor incrementaba cada vez más y Ben no hacia otra cosa quedejarse llevar.
Un tercer rostro apareció desde atrás de él, una mujer de piel morena, ojosamarillo brillante y una cola y orejas de aspecto felino, sujetó el rostro deBenjamín con suavidad y colocó sus labios contra los de él en un besoimplacable y erótico.
Se congeló, sin saber qué hacer, hasta que ellas comenzaron, la mujer de ojosbrillantes se despegó de él y se recostó en el colchón junto a las otras,mientras humedecía sus dedos, en ese momento Benjamín sintió algoindescriptible entre sus piernas, pero antes de mirar la Talïth se encargó detomar sus manos y colocarlas en sus pechos, y así, siguió, hasta que la nochese convirtió en la única testigo de lo que allí aconteció.

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