Capítulo 4 ♛
Enid
El día era perfecto, no había nubes cargadas con agua que avisara una tormenta o nevada, el sol estaba en su punto más alto en el cielo, perfecto para salir a caminar o dar un paseo. Mi madre y yo decidimos salir e ir a la capital y pasear en un pequeño mercado sobre ruedas donde vendían de todo un poco, desde ropa y comida. Compramos fruta y carne para toda la semana, también compré algunas cosas que iba a llevar en mi viaje a Bibury. Estaba emocionada y extasiada porque por primera vez en mis diecinueve años de vida iba a salir de Islandia, al menos iba a conocer el lugar donde mi madre conoció a papá, la casa donde sus restos descansaban, la universidad a la que asistió, la casa donde creció y perdió a su madre.
Anduvimos por ahí antes de regresar a casa, quería disfrutar de estos últimos momentos a su lado antes de partir. Estaba consciente de que se iba a enojar conmigo pero eso pasaba a segundo plano cuando en mí yacía la esperanza de sacar a mi padre del lugar donde su alma estaba encerrada. Me imaginaba que no debía ser un lugar tranquilo, conociendo a Freya podíamos esperar lo que sea de esa maldita.
—Te he notado un poco rara estos días —comentó mamá a mi lado. Íbamos de regreso a casa con las bolsas del mandado y todo lo que compramos en la capital.
—¿Rara? —asintió —. No, para nada. ¿Rara en qué forma? —quería escucharme tranquila y para nada nerviosa pero si alguien nos conocía como nadie en este mundo esa era mi madre.
—No sé —encogió un hombro —. Estás algo distante y seria —me miraba fijamente, mientras nos adentramos por el extenso y sombrío bosque que protegía la mansión de Oddur y Bór.
—No pasa nada, solo...He estado soñando con ese chico de nuevo —sacudí la cabeza —. Son más constantes y fuertes, los siento como si fueran parte de mí, como si lo estuviera viviendo, es tan...real —miraba el camino frente a mí.
Hablar de él me provocaba una especie de cosquilleo que iba de mi estómago a todo mi cuerpo, se sentía como adrenalina corriendo por mi sangre, venas y carne. El sentimiento se hacía cada vez más grande y sentía que un día este iba a explotar dentro de mí provocando mi muerte, aunque no creo que alguien haya muerto cuando conoció a su compañero, yo lo sentía así. Tal vez me estaba volviendo loca.
En definitiva he perdido la razón.
»—Estás más loca que una cabra.
—¿Todavía no sabes su nombre? —negué, frustrada.
—No y no sabes lo mal que me sabe no descubrir su nombre —no dijo nada después. Entramos a la casa y llevamos las cosas a la cocina, lavamos nuestras manos, me senté en una de las sillas para sacar la fruta y verdura.
—No tienes porque sentirte mal, hija —habló —. El día que lo encuentres sabrás de inmediato que es él y no vas a tener más dudas.
—¿Y si él no siente lo mismo que yo? ¿Si se niega al lazo como lo hace Corban? —cuestioné dudosa, con miedo.
—Tú y yo sabemos porque Corban se niega al lazo, es un chico libre al que no le gustan las ataduras, cree que tener a una persona que sea su compañera lo va a unir a alguien con quien no va a tener compatibilidad. Pero la naturaleza es sabia, Enid, ella nunca se equivoca —asentí —. Hécate te va a dar a un chico que te ame y respete, alguien en quien puedas confiarle hasta tu vida.
—Eso pasó con papá, ¿verdad? —Recordar a mi padre siempre dejaba en ella una bruma de tristeza y desolación —. No quise hablar de eso —hice el amago de ponerme en pie.
—No es eso, solo que...—dejó de sacar la fruta y subió los codos a la mesa —. Todos los recuerdos que tengo de tu padre son preciados y me he propuesto no olvidar nada de él, su sonrisa, el tono de su voz apacible y sereno, su cabello o el calor de su cuerpo. Han pasado diecinueve años y siento que fue ayer cuando lo perdí.
Su voz se quebró al decir esto último y ahí estaba de nuevo esa neblina espesa de oscuridad que rara vez la rodeaba. Mamá era una de las personas más buenas que había conocido pero estaba consciente de que no era del todo buena, que dentro de sí yacía una lobreguez tan fuerte y grande que quería salir pero ella la controlaba para que ni Corban ni yo viéramos esa etapa suya.
—¿Lo extrañas? —giró la cabeza en mi dirección, asintió lentamente.
—Cada día de mi vida, siempre lo voy a amar —suspiró.
—¿Quisieras volver a verlo?
—Es lo que más deseo en esta vida, poder hablar con él, decirle cuanto lo amo, que es el amor de mi vida y que no importa cuantos años pasen lo amo como el primer día.
Aquellas palabras eran un incentivo para hacer lo que había estado planeando desde hace meses, el amor que mamá le tenía a mi padre era más fuerte que todo el miedo que algún día llegué a sentir, más fuerte que todo el poder de Freya y que él mismo creador. Haría esto por ella, por mi madre y por papá, porque sabía todo lo que él sufrió, también se merecía un poco de paz.
Cambié de tema para que mamá ya no se sintiera mal, así que le propuse preparar un pastel para la cena distrayéndola de cualquier pensamiento que la llevara de regreso al pasado o al momento donde perdió a mi abuela o papá. Corban no tardó en llegar, estaba con Rós, casi todos los días los pasaba con ella y no entendía porque, sí sabía perfectamente que ella no era su compañera, era una chica con la que se divertía y fingía ser alguien quien no era.
Por la noche me di un baño y salí a la terraza para leer un poco. Oddur y Bór fueron con el jefe de la manada de los lobos porque ya sabían que fue Corban quien mató a uno de los más jóvenes, tenían que arreglar esto antes de que las cosas se salieran de control y alguien más terminara muerto bajo los filosos colmillos de mi hermano.
—¿En qué tanto piensas? —a lo lejos escuché la apacible voz de Corban. No me giré porque le escuché caminar hacia mí.
—En nuestros padres, en Bibury —suspiré. Mi hermano se sentó a mi lado. Lo miré unos segundos y me miraba fijamente.
—Te vas a ir, ¿verdad? —asentí —. Este día iba a llegar pero no pensé que fuera tan pronto.
Giró la cabeza en dirección al bosque, sus dedos repiqueteaban en el reposabrazos de la silla, apoyó la cabeza en el respaldo. Sus labios se mantenían sellados.
—Dime algo, tu silencio me aterra —su pecho subió, soltó un suspiro y bajó de nuevo.
—¿Qué quieres que te diga? Has tomado una decisión y la tengo que respetar aunque no me guste la idea de que regreses a ese lugar —Sostenía un libro y lo dejé encima de la mesita a mi lado izquierdo.
—Corban, mi alma me pide a gritos ir a ese lugar y no solo es por él —me refería a mi compañero —, también es por mi padre, por Camille, Luci y Caine.
—Ellos se fueron hace años, Enid, no van a regresar —sacudí la cabeza —. Es cierto, hace años que no los vemos, se olvidaron de nosotros —de nuevo negué —. ¡Entiéndelo!
—¡No es cierto! —le grité de regreso —. Si se fueron es por algo.
—Sí, porque no les importamos —se escuchaba molesto —. Nunca nos quisieron y tú todavía no lo entiendes, no lo quieres ver.
—Yo sé que no es así —llevé mis manos al collar que me regaló Luci el día que nacimos —. Se fueron a buscar algo, no sé qué pero no nos dejaron porque sí —Corban soltó una risa burlona que me hizo enojar un poco más.
—A veces eres tan ilusa, Enid —giró la cabeza por completo hacia mí —. Te voy a dar ventaja, Enid, lo más que pueda pero no prometo más, sabes que mamá no es tonta y se va a dar cuenta de que regresaste a Bibury, irá por ti no lo dudes —me señaló con un dedo.
—Lo sé y no pido más —se puso de pie, hice lo mismo que él. Quedamos cara a cara —. Solo te pido que vayas con ella, que la acompañes en este viaje porque será muy difícil para ella regresar al lugar donde lo perdió todo —asintió.
Cogió mis manos entre las suyas.
—Te voy a extrañar tanto. Nunca nos hemos separado y siento que si te vas no te voy a volver a ver —negué.
—Eso no va a pasar, Corban, voy a estar contigo toda la vida —esbozó una sonrisa. Rodeó mi cuerpo con sus brazos, apoyé la cabeza en su pecho, el latir de su corazón era lento, calmado como sus pensamientos. Ahora no eran un mar tormentoso, eran más como un día tranquilo sin lluvia y con el sol en alto.
—Yo también voy a estar contigo toda la vida, Enid.
Dejó un beso en mi frente.
Lorian
Un vacío se formaba en mi pecho, me impedía respirar bien y sentía que en cualquier momento iba a desfallecer. Las imágenes que antes eran borrosas ahora se veían con más claridad y me mostraban a un ser hermoso, con una sonrisa maligna que encanta a todos los que se posan en su camino. El demonio tiene el rostro de un ángel, uno que fue creado para destruir e infundir miedo.
No dejaba de pensar en él y no porque yo así lo quisiera pero mi cabeza no dejaba de evocarlo y traerlo a mí en el momento incorrecto, cuando yo solo quería un poco de paz. Mamá decía que todo eso iba a terminar en el momento que lo conociera y esperaba que fuera así porque sentía que me volvía loca con el paso de las horas.
—¿Lorian? —mamá estaba a mi lado. Ese día salimos temprano y fui directamente a casa, no quise ir con Isla a caminar, solo quería estar en mi casa.
—Mande —miré a mamá —. ¿Dijiste algo?
—Estábamos hablando y te quedaste callada, así de repente —me miraba con preocupación —. ¿Estás bien?
—Estoy bien —me limpié las manos en el trapo —. Pero...
—¿Pero? —arqueó una ceja —. ¿Qué pasa? —dejó todo a un lado para prestarme atención.
—Lo mismo de siempre —respondí —. Estas visiones, las imágenes y este vacío en mi pecho —llevé mi mano a la altura de mi pecho. Cada que hablaba de él sentía lo mismo.
—Hija —estiró la mano para coger la mía. Respondí a su tacto, le sonreí —. No sabes como lamento lo que está pasando.
—Lo siento cada vez más cerca —suspiré —. No es bueno.
—Cuando tu padre lo sepa... —la interrumpí.
—Lo mejor es que se entere después, cuando él ya esté aquí —me dio la razón.
—Se va a volver loco —reímos.
Lo tendrá que aceptar.
En ese momento Cosmo entró, un hermoso gato negro que rondaba la casa desde hace años. Sus ojos eran grandes y redondos, sus pupilas azules y tal parecía que en ellos habitaba el universo, por eso le puse Cosmo. No se quedaba en la casa solo venía a dormir y en la mañana se iba a quien sabe donde.
—Cosmo —estiré los brazos y subió a mis piernas —. ¿Dónde has estado travieso? —Se acurrucó en mis brazos, empezó a ronronear.
—Ese gato cree que esta casa es un hotel —mamá se puso de pie y guardó las servilletas en uno de los cajones de la cocina —. Entra y sale, se va y regresa solo para dormir.
—Te pareces a Boone —le di un toquecito en su nariz con mi dedo. Arrugó esta y bostezó.
—No digas eso de tu hermano —regresó a mi lado.
—Pero es cierto, todo el día se la pasa en la calle y solo viene a dormir —Cosmo se acomodó en mis piernas.
—Sabes que espera a Enid desde hace mucho —dijo esto un poco más bajo.
Yo tampoco me creía que la compañera de mi hermano fuera la hija de su mejor amiga a quien había dejado de ver hace años pero todavía se mandaban mensajes, o hablaban poco. Era raro saber que Enid era la compañera de mi hermano y que dentro de poco se iban a encontrar. Me sentía más emocionada por su encuentro que por el mío con aquel vampiro sádico.
—Cuenta los días para verla y estar a su lado —escuchamos la puerta de la casa y supe de inmediato que se trataba de Boone, tenía esa peculiar manera de caminar.
—Hola —saludó.
Se aproximó a mamá para dejar un beso en su mejilla, me hizo un asentimiento, miró a Cosmo en mis piernas y entornó los ojos.
—¿Ya regresó? No tarda en irse de nuevo —musitó. Fue hacia el fregadero para servir agua en un vaso.
—No digas eso —me quejé —. Cosmo es un gato libre al que no le gusta sentirse preso en esta casa.
—No está preso —comentó Boone —. Tiene una cama, comida y un techo, anda por ahí como si fuera el rey de la casa pero se va como si estuviera cuidando algo o a alguien —miré a Cosmo y tenía las cejas juntas, como si estuviera molesto con Boone por todo lo que decía, como si entendiera todas y cada una de sus palabras —. Un día lo voy a seguir para ver a donde va.
Cosmo se levantó, brincó de mis pies al suelo y se echó a correr hacia las escaleras.
—¿Ves lo que haces? Ya se fue —me crucé de brazos, molesta con Boone.
—Que va —le restó importancia —. Al rato baja por comida. ¿De qué hablaban?
—De Enid —respondí sin pensarlo —. ¿Has soñado con ella? —negó.
—No, pero estoy seguro que pronto va a regresar, lo siento aquí —subió la mano a su pecho, en medio de este.
—¿Lo sientes? —preguntó mamá, confundida.
—Sí, es...raro, una sensación que me quema por dentro, como un vacío que no se llena con nada —así me sentía yo, lo entendía más que a nadie en este mundo. Sabía lo que estaba pasando en este momento porque al igual que él, sentía que el mundo solo giraba alrededor de esa persona con la que iba a compartir el resto de mi vida y no sabía sin sentirme extasiada o preocupada —. No hablemos más de eso —Pidió Boone, así que no dijimos nada más para no hacerlo sentir mal, más mal de lo que ya se sentía. Quería que esto se terminara ya, que toda esta incertidumbre culminará de una vez por todas.
Papá llegó a comer y después regresó a su trabajo. Isla me llamó para saber como estaba, sabía perfectamente como me encontraba y todo lo que estaba pasando en mi vida. Ella más que nadie me entendía porque sabía todo de mí y yo todo de ella. Hablamos un poco y colgamos para seguir hundiéndome en este agujero que me estaba succionando todo por dentro.
—Sé como te sientes en este momento —habló Boone detrás de mí.
Cerré el portátil. No me podía engañar cuando estaba consciente de que por más empeño que le pusiera a mis estudios mi cabeza estaba en otro lugar, muy lejos de aquí. Todos le pertenecían a él y hasta que no lo conociera no iba a estar tranquila.
—¿De qué hablas? —me giré hacia él. Tomó asiento en los pies de mi cama.
—No soy tonto y te conozco lo suficiente como para saber que te aterra la idea de que tu compañero sea un monstruo, además de que no dejas de repetirlo cada que puedes —no hice o dije nada porque era más que cierto —. El día que eso pase te vas a dar cuenta de muchas cosas que ahora te aterran.
—¿Cómo sabré que es él?
—Solo lo vas a saber y ya —se encogió de hombros, despreocupado.
—Gracias por la explicación —rio un poco antes de ponerse de pie y salir de mi habitación.
Cosmo entró por la ventana, se quedó sentado en el alféizar y se lamió la pata y los colchoncitos para después brincar y subir a mis piernas.
—¿Crees que me estoy volviendo loca? Yo lo creo —abrí mi mano y pasé mi palma por todo su lomo, lo que provocó que se pegara a mí ronroneando —. Ya no sé que pensar, Cosmo —sus ojos se abrieron grandes, sus iris estaban dilatados haciendo que se viera más tierno y dulce —. A veces creo que me entiendes pero luego recuerdo que eres un gato nada más.
—Miau —se sentó en mis piernas —. Miau, miau —parecía que me estaba diciendo que era una cobarde que todavía no conocía a su compañero y ya estaba aterrada.
—Como sea, Cosmo, que pase lo que tenga que pasar.
Enid
Miraba por última vez las montañas a lo lejos, el bosque, el río que pasaba frente a la casa y todo alrededor de esta. Sostenía una taza de café entre mis manos debajo del umbral de la puerta que daba a la terraza. Abajo estaban mamá, Oddur, Bór y Corban, platicaban con mi hermano de no sé que cosas, creo que lo estaban regañando por lo que pasó con los licántropos, pero conociendo a mi mellizo sabía que nada lo podía detener, era un ser salvaje y sádico que se alimenta del miedo, alguien a quien la oscuridad sedujo y ya no quería salir de ella.
La noche anterior preparé mi mochila con todo lo que llevaría a Bibury, ropa y un par de zapatos, dinero que había estado juntando todos estos años, libros de mi padre y el collar que Luci me regaló. No necesitaba más y tampoco podía llevar todo lo que quería ya que lo que menos quería era ser el centro de atención de los curiosos. Iba a tomar el ferry aunque me costara más tiempo llegar ya que no tenía pasaporte o visa, no tenía nada de eso ya que nunca lo necesitamos porque nunca salimos de Islandia. Tenía que viajar a Seyðisfjörður, tomar el ferry que me llevaría a Scrabster, Thurso, Reino Unido y después viajar a Bibury, en coche eran más de doce horas pero con mi habilidad vampírica llegaría en pocas horas a casa.
—Enid —estaba tan inmersa en mis pensamientos que no escuché cuando Bór subió las escaleras y entró en mi habitación.
—¿Qué pasa? —se quedó del otro lado de la puerta.
—¿Qué pasa contigo? Estás muy distraída estos días —él también lo sabía.
—Creo que sabes la respuesta —respondí, serena.
—Te vas —giró la cabeza en dirección —. Eso es lo único que necesito saber. Cuando eras pequeña siempre decías que veías a un niño y ese niño es tu compañero, supe que él no era de aquí, que pertenece a Bibury, el lugar donde todo empezó y donde todo debe terminar. Siempre he sabido que algún día te ibas a tener que ir pero no pensé que ese día fuera hoy —había un dejo de melancolía en su voz.
—Bór...—me detuvo levantando la mano a la altura de mi rostro. Me callé de inmediato.
—Solo escucha —bajó la mano —. Te quiero mucho, Enid, como quiere un padre a una hija, le prometí a tu padre que lo haría así como él cuidó de mí hace años. Le juré que te iba a proteger y enseñar todo lo que sé para que el día que tuvieras que partir estuvieras preparada para lo que te espera en ese lugar. Cada noche te leía uno de los libros de Caden, sé que él hubiera hecho lo mismo, te aconsejé y cuidé lo más que pude pero ha llegado el momento de dejarte ir, y aunque me duele solo puedo desearte lo mejor. Este es un viaje que debes tomar sola, hija —ahora se giró hacia mí —. Cuídate por favor, cualquier cosa que necesites me llamas —de uno de los bolsillos de su pantalón sacó un móvil. Nunca había tenido uno, solo los había visto en la televisión y películas o series, pero tener uno en mis manos era raro, no sabía como usarlo.
—¿Para mí? —asintió. Cogí el aparato y lo miré por todos lados. Era delgado y cada que lo tocaba la pantalla se encendía.
—Sé que nunca has usado uno, no lo necesitabas pero ahora sí. Guardé el número de la casa y el de mi celular por si necesitas algo.
—No sé como usarlo —admití con algo de pena. Me rasqué la nuca, nerviosa.
—Lo vas a descifrar rápido —me hizo un guiño —. Cuídate mucho, por favor. No dudes en usar tus poderes si te ves en peligro y lo más importante, haz eso que siempre has querido hacer —le sonreí.
—Cuida a mamá —me abrazó con cariño.
Sé que la amas demasiado para que algo malo le pase.
—Tú también me importas, Enid, eres como una hija —dejó un beso en la coronilla de mi cabeza.
—Y yo te quiero como a un padre.
—Pronto lo vas a sacar de ese lugar y los cuatro serán felices. Estoy seguro de ello.
Envolvió mi espalda con sus brazos, me apretó fuerte pero sin hacerme daño. Sus emociones eran fuertes, como un tornado fuerte y poderoso que arrasaba con todo lo que tenía a su paso. Nos quería por igual a Corban y a mí, éramos como los hijos que nunca tuvo pero los que deseaba con toda el alma. Cuando papá regresara a nuestro lado nada iba a cambiar entre nosotros, Bór sería el padre que nos crió y educó pero Caden era el padre que nos engendró al que necesitábamos para que esta fuera una familia completa.
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¿Quién más está emocionada por el encuentro entre Enid y Boone?
La verdad ansío mucho que se conozcan porque los dos han estado esperando este momento por años. Ya quiero que lean cuando eso pase.
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