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Capítulo 39 ♛

Capítulo final. 

Bryony

Después de tanto dolor y tragedias fuimos felices, por fin tuvimos un poco de paz y plenitud. Enid y Corban regresaron con bien a casa, no querían decir donde estuvieron todos esos días que se fueron, cuando, por un momento creímos que estaban muertos. No quería aceptarlo y dar por muertos a mis hijos, no lo podía aceptar, nadie quería aceptarlo y menos mal que no lo hicimos, que no nos dimos por vencidos, porque ellos regresaron y después de eso todo mejoró, ya nada podía opacar la felicidad que ahora mismo nos embriagaba.

Al principio nos tenían miedo, los mortales no nos querían cerca, fuimos los causantes de todas sus desgracias y su sufrimiento, para ellos éramos lo peor de podía existir en este mundo cuando eran ellos quienes estaban acabando con él. No nos querían cerca y era entendible, nos tenían miedo, sufrían al pensar que alguno de los vampiros los mataran por su preciada sangre, pero eso no sería así, ahora había reglas, pocos humanos y muchos monstruos queriendo comer, así que todos tenían que obedecer sí o sí.

Les ayudamos a reconstruir y limpiar, prometimos que esto no iba a volver a pasar y pretendíamos que las cosas siguieran así, nosotros tampoco queríamos una guerra contra nadie, estábamos cansados de pelear y perder familia y amigos, solo pedíamos paz y tranquilidad en nuestras vidas, convivir con los mortales cómo lo hicimos todos estos años en los que desconocían de nuestra existencia, ellos ignoraban que estábamos ahí, a su lado, amigos, compañeros de trabajo, el profesor de algún colegio, la amiga de alguien, el novio o esposo, solo pedíamos que no se nos señalara por lo que éramos y no pedimos ser.

Pasaría mucho tiempo para que las cosas fueran cómo antes, muchos años en los que se nos vería mal y se nos culpara por lo ocurrido en aquel tiempo. Las generaciones futuras irían olvidando poco a poco lo sucedido, mientras tanto no nos quedaba más que continuar con nuestras vidas e ignorar los murmullos a nuestro paso o las miradas despectivas, lo hicimos por muchos años hasta que por fin de nos dejó de señalar y culpar por algo que no queríamos que pasara, porque nadie de nosotros lo quería así.

Aquella mañana todo era felicidad en la mansión Edevane, todos estaban reunidos en la sala y en la parte de arriba, había nacido una hermosa niña con pocos cabellos rubios y un par de abismales luceros avellana. Yo tampoco podía creer que después de tantos años la vida nos iba a dar la oportunidad de ser padres de nuevo y que esta vez Caden estuviera presente en el nacimiento de su hija, su pequeña demonio cómo él le llamaba. Tuvieron una conexión instantánea, al igual que con Caine, lo que era raro, pero lo dejé pasar sin darle tanta importancia. Se me hizo raro no verlo aquella mañana molestando, pero tampoco debía sorprenderme, ahora cómo el rey del infierno tenía mucho más trabajo y aunque sus tíos le ayudaban no era lo mismo, no se podía ir por mucho tiempo ya que algo podía pasar y todo se iría al caño.

—Es hermosa —musitó Caden, mientras cargaba a la pequeña y acariciaba sus mejillas con la punta de sus dedos —. Es tan pequeña e indefensa —su voz era apacible y suave, se encontraba encantado con nuestra hija.

—Creo que será cómo tú —levantó la mirada y me sonrió encantado.

—¿Crees que será cómo yo? —asentí con la cabeza.

—No lo dudo —regresó la mirada la pequeña que no dejaba de mirarlo, ella también estaba encantada observando a su padre.

—¿Qué nombre va a tener? Ni siquiera tuvimos tiempo para pensar en eso.

—¿Tienes alguna sugerencia? —acomodé las sábanas que protegían mis piernas. Era invierno y por ende hacía frío allá afuera, la nieve cubría por completo el suelo, las flores que nacieron en primavera y las copas de los árboles.

—¿Tú tienes alguna sugerencia? —indagué. Caden negó con la cabeza, en ese momento la puerta de la habitación se abrió y Enid asomó la cabeza.

—¿Puedo pasar? —preguntó.

—Adelante hija —le respondió Caden. Cerró la puerta detrás de ella y se postró frente a la cama con las manos frente a ella.

—Antes de que Caine llegue tengo algo que decirles, de todos modos, se van a enterar, pero quiero ser yo quien se los diga —Caden y yo compartimos una mirada cómplice.

—¿De qué se trata? ¿Es algo malo? —me llevé la mano al pecho. Últimamente todo lo veía cómo una amenaza, y no era para menos, pasamos por cosas horribles y sentía que en cualquier momento nuestra felicidad se iba a terminar.

—No, no es nada malo, o eso creo. Depende de cómo se lo tomen —murmuró.

—Enid, me estás preocupando —habló Caden, intranquilo.

—Se trata de Caine y mi hermana —sonrió al decir esto último. Fruncí el ceño porque no estaba comprendiendo nada —. Debí hacérselos saber antes, pero no sabía cómo empezar.

—Solo dilo y ya —dijo Caden.

—Pa, te pido que no te alteres y no vayas a matar a nadie —Caden sonrió nervioso.

—¿Por qué querría matar a alguien?

—Porque Caine y la pequeña que tienes entre tus brazos son compañeros de vida —los luceros de mis esposo se abrieron grandes, con horror —. Él me lo dijo hace tiempo y me hizo jurar que no les iba a decir nada, si no me cortaba la lengua.

—Qué sutil —murmuré.

—¿Caine y mi pequeña? —me miró de reojo, pero al ver que no había una expresión de horror en mi rostro se sorprendió mucho más —. ¿Tú lo sabías? —me preguntó.

—Lo sospechaba, pero no estaba segura. La actitud de Caine en este embaraza se me hizo rara —encogí un hombro —. Ellos tienen una conexión rara.

—¿Cómo puede ser eso posible? —Estaba más que molesto —. Es mi bebé y ese depravado se la pretende llevar lejos de mí —se quedó pensando unos segundos, como si estuviera recordando algo —. Por eso Boone me preguntó si me molestaba que alguien cómo Caine fuera compañero de alguno de mis hijos, ¿verdad? —miró directamente a Enid, quien no sabía si correr o responder con la verdad.

—Él lo sabía, pero tampoco podía decir nada —puse una mano en el brazo de Caden. Estaba temblando de rabia.

—Es nuestra hija y nadie nos la va a quitar —le dije serena —. Caine no se la va a llevar —quería que entendiera que así es la naturaleza y hay que respetar lo que ella dice —. Todavía es una bebé.

—Pero va a crecer y la sola idea de que Caine sea su compañero me hace enojar —apretó la mandíbula —. No es un buen hombre para ella, además ¡son familia! —creo que eso es lo que más le indignaba —. ¿Eso está permitido?

—En la doble moral de los hombres no, pero entre los demonios sí —respondió Enid. Caden soltó una exhalación, observó de nuevo a la pequeña que parecía entender lo que sucedía a su alrededor ya que cogió el dedo índice de su padre y lo apretó con fuerza.

—Tú siempre vas a ser mi bebé y te voy a cuidar de todos, en especial de Caine, no voy a permitir que te lastime, no es un buen hombre —dejó un tierno beso en su frente. Mi corazón sufrió un colapso al ver tan hermosa escena, siempre supe que el día que Caden fuera padre sería el mejor de todos y ahora que lo estaba viendo lo comprobaba; Caden era el mejor padre de todos.

—¿Ya pensaron que nombre ponerle? —preguntó Enid y ambos la miramos diciendo que no.

—Aún no, ¿tienes alguna sugerencia?

—Corban y yo hemos hablado de eso, discutimos un poco en el proceso —empezó a explicar con tranquilidad —. Se enojó y me gritó, me dijo que no sé buscar nombres y que quien sabe qué será de mí cuando llegue a tener mis hijos —frunció los labios —. Al final decidimos que nos gusta Maeve —nos miró a ambos —. Solo es una sugerencia —llevó las manos frente a ella uniendo las puntas de los dedos índices —. Pero si les gusta entonces no lo es —subía y bajaba las cejas.

—A mí me gusta Maeve —habló Caden.

—Y a mí —Enid sonrió de oreja a oreja.

—Si algún día llegan a tener un hijo le pueden poner Ramson —sin decir más giró sobre los talones y se alejó saliendo de la habitación, cerrando la puerta.

—Tenemos una hija increíble, ¿no crees? —Caden cogió mi mano.

—Tuvo a la mejor madre de todas —le sonreí y me acurruqué en sus brazos. Caden se había portado muy bien estos días y todo el tiempo que duró el embarazo, me cuidó y consintió cómo debió ser desde que supe que estaba esperando a Enid y Corban, pero las cosas sucedieron de otra manera, no pudo estar presente en ningún momento de mi embarazo, pero ahora las cosas eran diferentes y estaba segura que no me iba a dejar sola, porque ahora lo necesitaba mucho más que antes.

—Me gusta el nombre de Maeve, ¿a ti te gusta? —indagué.

—También me gusta —con el dedo pulgar y el índice cogió la pequeña nariz de Maeve —. Ahora eres Maeve Edevane —dijo con orgullo.

—Maeve Edevane —repetí.

La puerta se abrió de manera estrepitosa y detrás apareció nada más y nada menos que el susodicho rey del infierno, Caden le echó una mirada despectiva, más cómo si quisiera ahorcarlo hasta que dejara de respirar. Le sonreí a Caine en cuanto dejó el abrigo sobre el sofá al lado de la puerta.

—En cuánto supe que había nacido vine de inmediato, me hubiera gustado llegar antes —se acercó a la cama y se sentó a mi lado —. ¿Cómo estás?

—Estoy bien, gracias por preguntar —le miré raro —. ¿Tú estás bien?

—Me estoy congelando, pero estoy bien —cada cinco segundos observaba a Mae.

—¿Quieres cargarla? —le pregunté. Caden se apartó poniéndose de pie de inmediato para que no la cargarla.

—Antes de que le pongas un dedo encima a mi hija, déjame decirte que ya sabemos tus sucias intenciones —Caine escuchaba atentamente a Caden, asintiendo con la cabeza —. Es mi hija, Caine y podrá ser tu compañera de vida, tu alma gemela, pero siempre va a ser mi hija y la voy a cuidar de ti y quien sea que se atreva a lastimarla.

—Nunca lo haría, Caden, jamás le pondría un dedo encima a tu hija. ¿Sabes cuánto tiempo estuve esperando su nacimiento? Siglos, fueron días de un horrible sufrimiento al saber que ella iba a llegar, pero no saber cuándo. Lo peor de todo es estar encerrado en ese horrible lugar y pensar en ella me hacía mal —se llevó una mano al pecho.

—No sé si creerte, pero voy a confiar en ti y espero que no la lastimes porque te vas a arrepentir hasta de haber nacido —entornó los ojos en dirección a Caine, quien se mantenía sereno en su lugar. No le preocupaba lo que Caden dijera, es más, creo que solo le decía que sí para no discutir.

—Solo te pido que la cuides siempre —puse una mano sobre su hombro —. Que la ames y protejas siempre, hasta con tu vida —puso su mano sobre la mía y me regaló una bonita sonrisa —. Respétala y trátala cómo tu reina.

—No dudes que así será —por fin Caden se acercó y dejó a Maeve sobre sus brazos, Caine la recibió gustoso y observó con detenimiento.

—Es tan pequeña —murmuró —. Indefensa y frágil. ¿Qué nombre decidieron ponerle?

—Maeve —respondí. Caine arrugó la nariz —. ¿No te gusta?

—Tampoco es que sea feo, pero...—se quedó callado unos segundos —. Le va perfecto. Hola pequeña, Maeve, soy Caine Morningstar y seré el demonio que te va a cuidar toda la vida —dejó un suave beso en su frente y se apartó. Se puso de pie y llevó a Maeve a la puerta de la terraza, desde donde se alcanzaba a ver el jardín trasero cubierto por una espesa capa de nieve.

Tal vez no me gustaba que precisamente fuera Caine el compañero de mi hija, tal vez pudo ser alguien más, pero la naturaleza sabía lo que hacía y porqué, así que solo me quedaba aceptarlo y continuar. Se nos dio una oportunidad para empezar de nuevo e intentar hacer las cosas bien, ya no nos teníamos que esconder y podíamos ser nosotros ante los demás, nos podían temer, pero eso no significaba que les haríamos daño, necesitábamos de ellos tanto cómo ellos necesitaban de nosotros así que teníamos que convivir juntos, aunque no quisiéramos.

Caden

La idea de que Caine fuera el compañero de mi pequeña hija me disgustaba en demasía. No pasó lo mismo con Boone o Lorian, ellos eran buenos chicos, no eran unos monstruos asesinos cómo Caine, quien además ahora reinaba el infierno desde que Corban le cedió su lugar. No quería quebrarme la cabeza pensando en lo que iba a pasar más adelante, pero tampoco podía dejar de pensar en ello, mi mente estaba saturada con hechos que todavía no sucedían, sin embargo, me tenía al borde del colapso y ahora mismo solo quería disfrutar de todo lo bueno que estaba ocurriendo en nuestras vidas.

Me encontraba en la sala, reunido con los demás quienes hablaban de todos los temas posibles, Bryony dormía con Mae, ambas necesitaban descansar ya que fue un día largo para ellas, así que aquí estaba, con la mirada clavada en la alfombra de la sala. Todos se encontraban aquí, Camille con Morgan, quienes ahora tenían pensado adoptar un niño, dadas las circunstancias de su relación era lo más viable para ellas. Lucifer con Cyst, tenían una bonita relación que supera todas las expectativas, decidieron viajar por el mundo para que ella conociera todos los rincones escondidos, decía que pasar tantos años allá abajo fueron una pesadilla y ahora solo quería ser libre. Eamon e Isla, (sí, ese Eamon que murió y revivió al igual que Bór), eran una pareja bonita y joven, el demonio legendario merecía ser feliz después de todo lo que tuvo que pasar. Bór y Oddur, felices por el nacimiento de Mae, ambos criaron a Enid y Corban, así que les recordaba un poco cuando ellos nacieron, pero ahora mi esposa ya no estaría sola, yo la acompañaría en todo momento. Mi adorada Enid con Boone, quien le ayudaba a decidir que carrera estudiar, cuando la universidad estuviera de pie de nuevo. Mi niña estaba feliz por poder continuar con su vida y estudiar, ser una chica de su edad porque lo merecía. Thea y Curtis, seguían igual de enamorados cómo cuando dejé de verlos, eran una hermosa pareja que amaba a sus hijos y los protegían de quien sea. Mi monstruo Corban y Lorian, ya lo había perdonado por irse y dejarla, al final entendió que lo que hizo fue por su bien, para que no muriera, se sacrificó y tal vez las cosas no salieron cómo él quería, pero todo se arregló. Lilith y Caine, a quien no podía dejar de mirar mal, era inevitable no pensar en él y querer ahorcarlo con mis manos. Lo odiaba con toda mi alma y eso no iba a cambiar de un día para el otro.

—Deja de mirar así a Caine, parece que lo quieres matar —escuché a Lucifer. Usaba un tono de voz divertido y burlón.

—Lo quiero matar —entre mis dedos sostenía un vaso con whisky —. Si estuvieras en mi lugar estarías igual o peor —le miré.

—Pero no estoy en tu lugar, gracias a Dios —bufé.

—Ya te dije que no le voy a hacer nada —iba a coger la botella con el whisky, pero lo detuve antes de que lo hiciera.

—Ni se te ocurra —levanté un dedo —. Si quieres ser digno de mi hija te vas a portar bien, serás un ángel y vas a mantener tu pene dentro de tus pantalones.

—¡Papá! —Enid chilló —. No digas esas cosas.

—¡Pues es cierto! Sabemos cómo es —me referí a Caine —. Y yo solo quiero lo mejor para mi hija —Caine tomó asiento al lado de su madre, quien no dudó en abrazarlo y dejar un beso en su sien.

—Yo me voy a encargar de que se porte bien —Caine rodó los ojos.

—Mamá.

—Te vas a portar bien —insistió.

—Yo también me voy a asegurar que se porte bien —añadió Lucifer, a quien le agradecí con una sonrisa sincera.

—¿Es que todos se han puesto en mi contra? —se separó de Lilith, exaltado.

—Nos estamos asegurando que no vayas a lastimar a la princesita de esta casa —comentó Camille.

—Que la cuides —añadió Morgan.

—Protejas —habló Eamon.

—Respetes —ese fue Boone.

—Valores —la que dijo eso fue Enid.

—Y ames mucho —terminó Corban.

—¡Y que nunca le hagas daño! —dijeron todos al mismo tiempo.

—Son medidas de precaución —Caine miró a Cyst, ahora se podía decir que era su madrastra.

—Para que te portes bien —culminó Bór —. Porque te vas a portar bien, ¿verdad? —él y Oddur lo miraron de manera intensa, Caine no hizo más que asentir con la cabeza y tragar saliva.

—Me voy a portar bien —musitó, haciéndose pequeño en su lugar.

Confirmaba lo que siempre pensé de esta familia: todos estaban mal de la cabeza, unos más que otros, pero nos amábamos y siempre podíamos contar con el otro, porque éramos una gran y disfuncional familia, pero no hubiésemos podido vivir sin el otro. Nos ayudábamos y protegíamos cómo si lleváramos la misma sangre, aunque no fuera así. Después de pasar tanto tiempo solo y vagando por el mundo, ahora tenía un hogar y familia, contaba con los mejores amigos y me aceptaban cómo soy, al igual que yo los aceptaba cómo eran, nunca los cambiaría por nada del mundo. Ellos me hacían feliz y decían que yo los hacía felices también, así que era un intercambio justo.

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