Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 32 ♛

Lorian

Corban dio un paso al frente y yo di uno hacia atrás, alejándome de él. No quería tenerlo cerca, no quería verlo y ahora estaba aquí frente a mí, con esa sonrisa ladina adornando sus labios y esa intensa mirada que podía quemar la habitación dejando solo cenizas.

—¿De nuevo huyes de mí? —me abracé, cómo si con eso pusiera una barrera entre nosotros y así no se pudiera acercar. Cuando en realidad nuestros corazones latían al mismo ritmo, tal vez nuestro lazo se rompió en el momento que él se fue y me dejó, pero aun así podía sentir el latir errático de su corazón.

—Tengo mis razones para hacerlo —murmuré desviando la mirada. Sus ojos eran dos grandes llamaradas de pasión y perversidad y yo quería arder en ese infierno, quería quemarme hasta el alma y descender a lo más profundo de la oscuridad a su lado.

—Sí, entiendo —regresó a su lugar apoyándose contra la pared, cruzándose de brazos —. Te rompí el corazón.

—Más que eso, rompiste todas mis esperanzas de un futuro a tu lado, rompiste mis sueños y los pisoteaste cómo si fueran basura —mis ojos se llenaron de lágrimas y mi garganta se cerró cómo si tuviera una gran piedra en medio.

—Todo lo que hice fue por ti —no sonó a reclamo ni mucho menos. Solté una risa burlona y evité mirarlo por una fracción de segundos.

—¡Yo no te pedí que hicieras nada! ¡No quería que te fueras y le dieras la espalda a tu familia! —le reclamé —. Yo no quería que nos dejaras —esta vez sí empecé a llorar, mis lágrimas mojaban mis mejillas con dolor.

—Tenía que irme con ella para que te dejara en paz, para que no murieras. Si me fui no lo hice por gusto, me vi obligado a hacerlo. Freya...

—¡Freya, Freya! ¡Todo es Freya! —perdí el control —. Esa maldita perra nos ha arruinado la vida y tú le das más motivos para hacerlo —exclamé enojada —. Tú le vas a ayudar para que nos destruya, si le das a Enid todo se va a ir a la mierda. ¿Te das cuenta de cómo están las cosas? —con grandes zancadas me acerqué a la ventana y corrí las cortinas para que se diera cuenta por él mismo que todo se había ido al carajo —. Esto lo hizo tu querida Freya —señalé el desastre que estaba ocurriendo allá afuera.

—No me importa —habló impasible —. No me importa lo que pase con el mundo, solo me importas tú.

—Pues debería importarte lo que pase con el mundo porque yo estoy aquí —señalé el suelo, lo golpeé con el pie —. Si todo esto se jode yo me jodo también. ¿No te has dado cuenta? —empecé a llorar de nuevo —. Freya no va a descansar hasta que este mundo sea suyo, solo le falta Enid. ¿También le vas a hacer esto a tu hermana? Es tu alma gemela.

—Tú eres mi alma gemela —sacudí la cabeza en negación —. Sí, lo eres.

—Si fuera tu alma gemela nunca me hubieras dejado —sentencié —. Nunca hubieras hecho todo lo que hiciste y eso no te lo voy a perdonar nunca —agaché la mirada, evitando verle a la cara. Todo me dolía y no podía respirar —. No quiero verte, no quiero que me busques más.

—Rojita...—apreté los ojos y un par de lágrimas rodaron por mis mejillas.

—Vete, Corban, por favor vete y no me busques más —se acercó en un parpadeó. Puso dos dedos bajo mi barbilla obligándome a mirarlo a los ojos —. No me hagas esto —le pedí. Mi barbilla temblaba y apretaba los labios forzándome para no llorar frente a él.

—No me pidas que deje de buscarte.

—Tú ya no perteneces a este mundo, Corban —cogí su mano y le di la vuelta. El símbolo satánico brillaba cómo si dentro de él tuviera fuego en lugar de sangre —. Ya no eres mío, monstruito, ya no me perteneces —aferró su mano con la mía, apretando fuerte.

—Siempre seré tuyo, rojita —negué con la cabeza —. En este mundo y en cualquiera donde me encuentre, mi corazón te pertenece al igual que mi cuerpo —me solté de su agarre y di un paso atrás.

—Ya no eres mío, Corban y por lo mismo te pido que te vayas y no me busques más.

—No dejaré de hacerlo. No puedo dejar de pensar en ti y....

—Enfócate en otras cosas entonces, ya no pienses en mí. Ya no me busques —le pedí, abrazándome con fuerza.

—No te prometo nada —musitó —. No me vas a ver, pero siempre voy a cuidar de ti —dijo más cómo un juramento que no estaba obligado a cumplir, sin embargo, lo conocía demasiado para saber que lo haría.

—No necesito que me cuides. Me he cuidado yo sola todo este tiempo y no te necesito —acortó la distancia que nos separaba rodeando mi cuerpo con sus brazos. Me apresó con fuerza impidiendo que me pudiera escapar de su agarre.

—Tal vez no me necesitas, pero yo sí te necesito a ti y mucho —me removí intentando apartarme de su lado —. Sin ti me siento perdido y no soy nadie.

—No eras nadie antes de conocerme —fue un golpe bajo, pero no me importó. Además de que no demostró que le doliera lo que le dije —. Y tampoco me necesitas, Corban. Así que vete tranquilo porque no te vas a morir sin mí —cogió mi muñeca llevando mi mano a la altura de su pecho, justo donde su corazón latía.

—No te puedes imaginar lo que es allá abajo sin ti, si tan solo vinieras conmigo...—fruncí el ceño.

—¿Estás loco? —lo empujé. Me agarró de la cintura con ambas manos. Su pecho apretándose a mis senos —. Nunca iría allá abajo, ni loca —apoyé las manos en sus hombros —. No me pidas que haga esto porque no lo haré, jamás —lo empujé con todas mis fuerzas, sin embargo, no lo moví ni un ápice ya que todavía no tenía mi magia y tampoco me podía transformar en loba.

—Solo piénsalo —su mirada era una súplica que no podía ignorar.

—No, nunca me vas a convencer de darle la espalda a nuestra familia —su mirada sondeaba en la mía —. No me mires así.

—¿Así cómo? —dos de sus dedos cogieron mi barbilla.

—Así cómo me estás mirando en este momento —musité —. No lo hagas.

—¿Por qué no? ¿Acaso temes que tu templanza se vaya al demonio por tenerme cerca?

—Imbécil —espeté —. Solo vete y ya, déjame sola —no pretendía apartarse y yo estaba a punto de ceder ante su insistencia. De nuevo cogió mi barbilla con dos dedos, forzándome a mirarlo a la cara.

—No es eso, solo que no te quiero golpear —apreté el puño y sonreí de la misma manera que lo hacía él.

—¿Tú me vas a golpear? —alzó una ceja —. ¿En serio?

—¿No me crees? —lo reté —. ¿Quieres ver cómo te golpeo?

—No eres capaz de matar a una mosca —mi respiración se disparó en el momento que acercó sus labios a mi boca rozándolos a propósito, suspirando sobre mis labios.

—No me provoques, Edevane, no quieres ver lo peor de mí —apoyé mis manos en su pecho e intenté empujarlo, sin embargo, su agarre se intensificó acercándome mucho más a su cuerpo.

—Me gusta ver lo peor de ti, Cyrus, pero me encanta más tu lado bueno —sin esperarlo devoró mis labios con ímpetu. Mis brazos se aferraron a su cuello mientras sus manos sostenían con ferocidad mi cintura. Solté un gemido bajito en el momento que su lengua se introdujo en mi boca sin pedir permiso, tampoco lo necesitaba ya que desde el momento que nací le pertenecía en alma y cuando me entregué a él le pertenecía en cuerpo también.

—Eres un descarado sin corazón, ¿lo sabías? —murmuré sobre sus labios.

—Ese te pertenece a ti, brujita —de nuevo acepté su beso y me dejé llevar por todo lo que estaba sintiendo y quería hacer en ese momento. Me llevó hacia la cama y le permití tocarme por todos lados, me besó el alma y el cuerpo, me dijo palabras bonitas y terminé cediendo ante su descarada manera de hacerme sentir bien. Me olvidé de todo lo malo que estaba pasando allá afuera y solo me concentré en amarlo y hacerle saber que me tenía por completo y siempre sería suya.

Me desnudó lentamente, se tomó el tiempo para quitarme la ropa y besar cada centímetro de mi cuerpo. Me tocó despacio y con cariño, me permitió sentir el paraíso, aunque nos encontrábamos en el mismo infierno y accedí a ser feliz por un momento.

—No quiero que te vayas —le dije. Me abrazaba fuertemente —. No me quiero quedar sola —lo abracé con fuerza. Estábamos acostados en mi cama, completamente desnudos.

—No estás sola —musitó —. Me tienes a mí y tienes a toda nuestra familia para apoyarte. Además, estás mejor aquí arriba.

—¿Qué piensas hacer? —le pregunté. Bajó la mirada y entorné los ojos.

—¿Por qué me preguntas eso? —se acomodó para quedar a mi altura.

—Porque sé que no te irías con Freya nada más porque sí. Tú piensas hacer algo, ¿no es así? —se mojó los labios.

—No te puedo decir, solo te pido que confíes en mí y que todo lo que hago es para nuestro bien, ¿sí? —apartó un mechón de mi cabello con dos dedos. Se acercó y me besó despacio, tan lentamente que casi se sentía cómo una caricia en mis labios —. Te amo, Lorian y por ti mataría a todos, por ti haría lo que sea con tal de que estés bien y que nadie te haga daño. Nunca dudes de mi amor, nunca dudes de mí —asentí mordiéndome el labio inferior.

—Y yo te amo a ti, Corban —sonrió dulcemente.

Caden

—¿Cómo vamos a encontrar a Enid? —preguntó Boone a mi lado.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que salimos de la casa, el sol no se alcanzaba a ver por lo espeso de las nubes y la oscuridad que proyectaban impidiendo que la luz se filtrara al suelo. Todo se veía igual, árboles muriendo lentamente mientras la oscuridad se comía lo poco que aún quedaba con vida. Raíces negras crecían desde el suelo y ascendían matando todo a su paso.

—¿Qué es Enid? —le pregunté. El fuego en nuestras manos nos permitía observar lo que había frente a nosotros, si no fuera por eso estábamos casi a ciegas. Digo casi ya que yo era un vampiro y Boone un lobo que podía ver a través de la oscuridad, sin embargo, esta oscuridad era diferente a todas, era más pesada y difícil de atravesar con la luz.

—Es una cazadora —musitó a mi lado.

—¿Y qué hacen los cazadores? —volví a preguntar.

—Dejan un rastro —respondió.

—En este caso sería un rastro de cuerpos —dije sin piedad —. Si es que todavía hay alguien a quien enterrarle los colmillos —respondí.

—¿Y a dónde vamos? —rodé los ojos.

—Que fastidioso eres. No sé cómo mi hija te soporta —me miró de reojo. Giramos hacia la derecha encontrándonos con una hilera de autos con las puertas abiertas. Revisamos buscando provisiones y nos encontramos con todos vacíos y en algunos había restos de sangre y lo que creemos era carne y ropa rasgada.

—Pobres personas —Boone se persignó y dio un paso atrás —. No me imagino lo que tuvieron que pasar —exhalé despacio.

—Esto es una mierda —continuamos caminando hasta que llegamos a la casa que antes era de la madre de Bryony. En estos momentos agradecía que ni ella ni Bastian estuvieran aquí para ver todo el caos que reinaba en este lugar.

—Esta es la casa de Bryony —me miró de reojo —. ¿Cree que pueda estar aquí?

—No perdemos nada con buscar —me encaminé hacia la propiedad. Esta seguía impecable, no la habían allanado cómo las demás que tenían los vidrios rotos, sin puertas y en mal estado. Si las cosas habían llegado tan lejos en pocos días no me quería ni imaginar lo que iba a pasar en unas semanas o meses.

—¿Cree que podamos pasar a mi casa? Ahí hay comida y otras cosas —dijo a mi lado.

—Está bien niño, pasaremos a tu casa por comida —dije fastidiado. Entramos por la puerta principal de la casa. Me detuve al dar el primer paso en la puerta que llevaba directamente a las escaleras, a mano izquierda se encontraba el comedor y a mano derecha la sala donde ocurrieron tantas cosas que pensé ya había olvidado, pero evidentemente no fue así, entrar de nuevo a esa casa me trajo tantos recuerdos.

Boone entró y cerré la puerta fijándome que no hubiera nadie en la calle que nos pudiera estar siguiendo. En la casa no había muebles, no quedó nada de aquella vez así que cada pieza se encontraba sola.

—Mi madre nos contó lo que pasó aquí —dijo Boone.

—Fue una desgracia —dije quitándome la mochila de los hombros, dejándola a un lado de las escaleras —. Belial y Freya son tan iguales, no me sorprende que ambos quieran lo mismo y no les importe joder a todos —mascullé —. Tú ve arriba y yo abajo. No sé si también lo huele —miré a Boone y este asintió con la cabeza.

—Sí señor —cada uno tomó su camino, mientras él subía las escaleras yo bajaba al sótano para asegurarme que mi hija estuvo aquí. Dejó su rastro en este lugar así que no estaba tan lejos, lo que sí era seguro es que no quería que la encontráramos.

—¿Dónde estás mi pequeño monstruo? —bajé las escaleras del sótano y revisé cada centímetro de aquel lugar. No había mucho, solo algunas cajas con pertenencias de Bryony y su madre. Subí de nuevo y busqué en la sala y cocina, pero tampoco había nada. Me detuve al pie de las escaleras cuando Boone se asomó y me pidió que subiera así que no dudé en hacerlo.

—¿Qué pasa? —le pregunté cuando subí y caminé a su lado.

—Estuvo aquí —informó. Lo seguí hacia la que era la habitación de Bryony cuando vivió en esta casa. Empujó la puerta y efectivamente Enid estuvo aquí. Había una cama improvisada sobre el suelo, una almohada y cobertores —. Puedo olerla.

—Vamos a buscarla entonces —sugerí —. Pero antes hay que pasar a tu casa —Boone asintió y bajamos las escaleras para coger mi mochila y salir por la parte de atrás de la casa —. Todavía recuerdo cuando trepaba las paredes para entrar a escondidas a la habitación de Bryony —murmuré.

—¿Trepaba las paredes? —preguntó.

—¿Tú no lo hacías? —negó de inmediato —. ¿No? —fruncí el ceño.

—No tuve la necesidad de hacerlo —dijo a mi lado —. Las cosas con su hija se dieron más natural —caminábamos despacio para no llamar la atención de los monstruos que acechaban en la oscuridad. Aunque no los podíamos ver estaban ahí, esperando para atacar.

—Quiero que me digas algo —lo miré de soslayo. Se puso nervioso cómo si temiera a la pregunta que todavía no le hacía.

—¿Qué quiere saber?

—¿Tú y mi hija...? —ni siquiera pude terminar la pregunta.

—¡No! Claro que no. No ha pasado nada entre Enid y yo.

—Y más te vale que no pase nada —dije serio. Boone me miró sorprendido —. Es mi niña, quiero que la respetes y cuides cómo la princesa que es —asintió —. ¿Entendido?

—Sí señor —escuchamos un ruido a lo lejos. Cómo si alguien hubiera pisado una rama o algo así —. ¿Escuchó eso? —nos detuvimos escondiéndonos entre unos árboles que tenía muchas ramas, aunque estas ya no poseían hojas nos servía de escondite.

—Shhh —levanté la mano y llevé el dedo índice a mis labios —. No hagas ruido —murmuré. De nuevo escuchamos el mismo ruido, solo que esta vez lo sentimos más cerca.

—¿Y si es Enid? —murmuró. Negué con la cabeza y señalé hacia la calle donde dos grandes monstruos con las patas de adelante más grandes que las traseras aparecieron justo frente a nosotros.

—No te muevas —le dije en un susurro. Solo asintió y se quedó quieto sin mover ni un músculo. Los monstruos olisqueaban y abrían sus fosas nasales buscándonos. Sabían que estábamos ahí, sin embargo, no sabían dónde, se guiaban por su olfato —. Nos están buscando —le dije a Boone. El pobre chico se estremeció en su lugar, sus manos se asieron a las correas de su mochila y tragó grueso.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó temeroso.

—Huir no es una opción —respondí. Sus ojos de color avellana se abrieron grandes, con sorpresa y miedo. Negó rápidamente y quiso dar un pie hacia atrás, sin embargo, se detuvo cuando aquellas bestias miraron en nuestra dirección y sus ojos rojos se enfocaron en nosotros —. No tenemos otra opción, niño.

—Ay Dios —no sé de dónde buscó valor y asintió —. Hagámoslo —dijo determinado —. Antes de que me arrepienta —salimos de nuestro escondite y juntos atacamos a esas cosas que no tenían una forma definida, eran cómo dos grandes osos con cuernos y garras, se apoyaban en sus cuatro patas, siendo las delanteras más grandes que las de atrás.

Saltamos revelándonos ante ellos, Boone se convirtió en un gran lobo de color gris, que no dudó en atacar a su víctima quien intentó defenderse soltando un manotazo que mandó a Boone al suelo. Mientras tanto yo cogía dos dagas que siempre llevaba conmigo y las enterré en el cuello de ese animal. Miré a Boone de reojo y se puso de pie sacudiendo su cuerpo desde la cabeza hasta la cola. Se incorporó y atacó de nuevo. Yo luchaba con esa cosa para sacar las dagas que se quedaron incrustadas en su cuello y no salían.

—¡Muere maldita bestia! —caí al suelo de pie y solté un bufido. El vaho abandonó mi nariz y se elevó por los aires. Me incorporé mirando al animal que tenía frente a mí, era más feo de cerca que de lejos. No nos encontrábamos tan lejos el uno del otro, sin embargo, la distancia se alargaba en cada respiración errática, mientras esa cosa bufaba yo respiraba agitadamente. Corrí en su dirección, no me detuve cuando eso también corría hacia mí con velocidad. Quise enterrar de nuevo las dagas en su cuello, pero esta vez recibí un golpe que me hizo volar y aterrizar fuertemente contra el suelo golpeándome todo el cuerpo —. Maldita sea —me quejé. Me había quebrado un brazo y tenía una pierna lastimada, pero eso no me detuvo para atacar de nuevo, sin embargo, esta vez fui mucho más feroz y no tuve compasión por esa cosa —. ¡Regresa de donde viniste! —alcé el brazo izquierdo y enterré mi mano en su pecho, dejando salir todo el fuego infernal que yacía dentro de mí. Empezó a quemarse desde la entrañas, sus órganos, carne y huesos, chillaba y se retorcía, pero ya era muy tarde, en pocos segundos se esfumó convirtiéndose en cenizas.

Me aproximé a Boone quien estaba lidiando con la otra bestia, sus colmillos y hocico cubiertos por un líquido espeso de color negro que olía muy mal. Me acercaba a él mientras luchaba con todo lo que tenía contra esa cosa que no se daba por vencida. Sigilosamente llegué detrás, cogí su cuello y lo rompí para de inmediato quemarlo al igual que su compañero. Boone me hizo un asentimiento y le sonreí. Mi brazo ya estaba mejor y la pierna ya no me dolia.

—Vamos cachorrito —cogí las mochilas y continuamos nuestro camino hasta llegar a su casa —. ¿Sabes una cosa? —venía en su forma lobuna y debo decir que era majestuoso y grande —. Me agradas mucho más así, no hablas tanto —gruñó y continuó caminando a mi lado —. Cuando todo esto termine voy a necesitar unas largas vacaciones. Me gustaría renovar mis votos con Bryony e irnos de luna de miel, no pudimos irnos hace años porque ya sabes, me morí y fui al infierno —dije sereno —. ¿Crees que quede en pie algún lugar paradisíaco? —no respondió —. Que maleducado eres.

Caminaba a su lado y debo confesar que me sentía más seguro con él siendo un gran lobo y no un niño flacucho al que tenía que proteger. Llegamos a su casa, sin embargo, entramos por la parte de atrás, asegurándonos que no hubiera nadie por ahí vigilando. Encendimos unas velas y entré al baño dándome cuenta de que mi ropa estaba rota y yo sucio por la pelea con esas bestias. Me di una ducha y salí del baño, en ese momento Boone se secaba el cabello con una toalla.

—¿Crees que tu padre se enoje si cojo algo de su ropa? La mía está rota.

—No creo —respondió —. Además, él no está aquí —lo señalé y le hice un guiño. Regresé a la habitación y cogí ropa para vestirme y no andar en pelotas por toda la casa. Cuando bajé y fui a la cocina Boone preparaba algo de cenar, o comer, no tenía ni idea de que horas eran, el cielo tenía ese tono rojizo y negro que nos impedía ver el sol o la luna, pero según mis cálculos eran las tres de la tarde.

—¿Le puedo hacer una pregunta? —me senté en la silla para ayudarle.

—No me llames de usted, no soy tan viejo —cogí el bote de mermelada —. ¿Cuántos años crees que tengo?

—Mi madre dice que más de trescientos —entorné los ojos.

—Bueno sí, pero no soy tan viejo. Hay vampiros más viejos que yo. Ya ves a Lucifer, ese hombre lleva consigo todos los milenios del mundo —se rio —. Igual que su hijo y no se ven viejos.

—¿Usted dejaría que uno de sus hijos esté con alguien de la edad de Caine? —me entregó la mantequilla de maní. Lo único que había era pan de caja rancio, mermelada de fresa y mantequilla de maní, lo demás que había dentro de la nevera ya estaba echado a perder.

—¿Por qué me haces esas preguntas? Y ya te dije que no me llames de usted.

—Solo es curiosidad —encogió un hombro.

—Si alguno de mis hijos tuviera cómo compañero a un Matusalén no tendría ningún problema. ¿Esa es tu pregunta?

—No, quiero saber porque me detesta tanto —relajé los hombros y apoyé la espalda contra el respaldo de la silla —. Me trata como si fuera tonto y no pudiera cuidar de mí mismo. No me quiere como compañero de su hija —sentenció.

—No te odio —dije ofendido —. Me agradas y si no fuera así no debería importarte lo que alguien cómo yo piense de ti. La naturaleza hizo lo suyo y te puso cómo compañero de mi hija por algo, me guste o no eres todo para ella. Debes entender que pasé casi veinte años de mi vida allá abajo sin saber que tenía dos hijos, me perdí el día de su nacimiento, verlos crecer y que me llamaran papá, ellos crecieron sin mí cuando los pude guiar y cuidar cómo lo hace un verdadero padre. ¿Crees que es fácil para mí verlos a esta edad y saber que no me necesitan?

—Ellos sí te necesitan y mucho. Además, ya vendrán más hijos. Tú y Bryony son jóvenes y tienen toda la vida por delante —me reí bajito.

—Con toda la mierda que está pasando en este momento dudo mucho que mi esposa quiera tener hijos más adelante.

—Pero las cosas no siempre van a estar así —dejé el emparedado sobre la mesa —. Todo esto va a terminar, Caden —sentía raro que dijera mi nombre con tanta naturalidad —. Vamos a matar a Freya y todo va a regresar a lo que era antes, estoy seguro —le sonreí con tristeza porque yo más que nadie deseaba que las cosas fueran cómo antes, sin embargo, no lo serían, las pocas personas que aún quedaban con vida sabían de la existencia de seres sobrenaturales, nos vimos obligados a salir de nuestro escondite y quien sabe cómo serían las cosas más adelante cuando todo esto terminara. La humanidad estaba colapsando, no quedaban recursos y Freya era más poderosa que antes, todo se estaba yendo al carajo y parecía que no había solución alguna para este mal.

—¿Eso crees? —asintió, le dio una mordida al emparedado.

—He tenido visiones de mi futuro y créeme cuando te digo que no es este.

—¿En esas visiones está mi hija?

—Siempre está ella y siempre lo estará.

—Bueno, hay una esperanza al menos, ¿no es así?

—Sí y no todo está perdido, Caden —ahora ya no quería que me llamara por mi nombre.

—Espero que tus visiones sean acertadas y que todo esto termine.

—Mañana vamos a seguir buscándola. ¿Dónde crees que pueda estar? —negué con la cabeza y encogí un hombro.

—Puede estar en cualquier parte de Bibury, tal vez ya hasta salió del pueblo —exhalé —. Está confundida y tiene miedo, solo quiere escapar de sus instintos asesinos.

—¿Tú lo hacías, escapar de tus instintos? —alzó una ceja. Cogí el emparedado de nuevo dándole una mordida.

—No, los dejaba salir y por eso me metí en muchos problemas. Cuando Bastian y Camille me encontraron yo estaba perdido y aterrado de lo que podía hacer. Sin ellos no sé qué hubiera sido de mí —Boone escuchaba atentamente.

—¿Lo extrañas? —levanté la mirada hacia él —. A Bastian, ¿lo extrañas?

—Cada día desde que murió —musité —. Fue mi padre y amigo, así que ya te puedes imaginar —tragué saliva. Sentía una dura piedra en la garganta —. Lo extraño mucho y ya no quiero perder a nadie más por culpa de esta estúpida guerra, no podría soportar perder a nadie más.

—Eso no va a pasar. No vamos a perder a nadie más.

—Dios te escuche, hijo. Dios te escuche.

♛♛

Aquí les dejo el capítulo 32. Comenten mucho porque ya estoy escribiendo el 33 y así hasta que termine este libro. Por ahora me voy a dedicar a Eternity por completo y espero me apoyen votando y comentando mucho, es lo único que les pido. 

Síganme en mis redes sociales. 

Twitter:

elena_santos92

Instagram:

elena_santos.92

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro