Caden
Abrí los ojos perezosamente, con dolor. Los párpados me pesaban a tal grado que sentía como si tuviera dos pesadas piedras debajo y estas me impidieran despertar bien. Quise sostener la cabeza pero esta caía en el aire y la levantaba de nuevo pero era lo mismo. Estaba tan débil y todo el cuerpo me dolía como si me hubieran dado la paliza de mi vida que apenas me podía sostener y estar de rodillas, eso sí lo tenía claro.
—Ya despertaste —escuché la voz de un hombre joven. Primero abrí un ojo, después el otro lentamente. El lugar donde me encontraba estaba sumido en la oscuridad, una tan profunda que hasta yo que estuve sumergido en ella tantos años me encontraba aterrado.
—¿Quién-quién eres? —pregunté. Me quise mojar los labios pero no tenía saliva en la boca, estaba seca y pastosa. Miré a mi lado derecho pero no había nadie, enfoqué al frente pero solo podía ver esos dos pares de fanales ámbar claro.
En ese momento recordé lo que había pasado, íbamos hacia la casa de River cuando todo se descontroló, así que nunca llegamos a nuestro destino, no pudimos ver a River porque antes de llegar a la que era su casa y donde suponíamos todavía vivía nos chocaron, golpearon el auto y tuvimos que huir de la carretera pero ellos nos encontraron en el bosque, luchamos pero...Pero, no pudimos escapar.
—¿Dónde está mi esposa? —me retorcía para intentar escapar de las cadenas que apresaban mi cuerpo —. ¿¡Dónde está mi esposa!? —forcejeé, grité y maldije pero nada de eso sirvió para romper las cadenas, estaba tan débil, me sentía como sino hubiera comido en días.
—¿Te refieres a esta esposa? —Una luz muy brillante se iluminó a mi lado izquierdo. El alma abandonó mi cuerpo cuando vi a mi esposa encadenada de las manos y los pies, una soga colgaba del techo y bajaba a su espalda de donde la tenían amarrada.
—¡Bryony! —grité con fuerza. La rabia hervía dentro de mis venas, era ácido corroyendo mi carne, devorando todo lo bueno a su paso —. ¡Suéltenme! ¡Hijos de puta! ¡Déjenla! —me agitaba con tanta fuerza que las cadenas crujían a nada de ceder pero aún así, con todo ese dolor queriendo salir a flote no era capaz de zafarme de aquella prisión —. ¡Demonios! —cedí cuando el aire me faltaba y no podía luchar más.
Miré a Bryony, sus pies no tocaban el suelo, sus manos atadas a su espalda y su cuerpo apresado por esas cadenas. Mi corazón se agrietaba con dolor al verla así.
—¿Qué quieren de nosotros? —pregunté. Un poco más tranquilo pero aún lleno de rabia y coraje —. ¿Quién los mandó?
Las luces se encendieron de golpe, tuve que cerrar los ojos porque la luz me quemaba las retinas. Miré de nuevo y vi a un grupo de lobos a nuestro alrededor, acechando, en modo de defensa, solo esperando una orden para atacar a matar. El líder era un chico de la edad de mis hijos, estaba al frente de todos en su forma humana pero los demás convertidos en lobos.
—Hay una cuantiosa recompensa por su cabeza —dijo. Se encontraba sentado frente a mí, con una pierna sobre la otra —. Y es una recompensa muy grande, crece si llevamos a tu hija ante Freya.
Freya, maldita perra.
Era de esperarse que ella era la culpable de todo esto, que fue ella quien mandó por nosotros e iría a por mi hija.
—Más te vale que nos dejes ir sino quieres morir en cuanto mi esposa despierte —miró con desdén a Bryony que yacía dormida por lo que sea que nos inyectaron, porque de ser diferente ella ya habría acabado con todos ellos en un segundo.
Su risa resonó por todo el lugar, no les tenía miedo, ellos debían temer y huir antes de que Bryony despertara. Sentía lástima por todos porque las cosas no iban a terminar bien.
—Le inyectamos una buena dosis de verbena, no va a despertar en varias horas —negué con la cabeza. No sé cuánto tiempo llevábamos en esta posición colgando del techo pero sentía los brazos entumecidos.
—Me apiado de tu pobre alma.
Se levantó de golpe y sin decir una palabra soltó una patada que me rompió la mandíbula y me hizo escupir sangre mezclada con saliva hacia el suelo. Me reí con sorna mientras movía la mandíbula de un lado al otro acomodándola, regenerando rápidamente.
—No hubieras hecho eso.
—Dinos cómo romper el hechizo que protege la mansión —se puso unos boxer metálicos en la mano derecha, los acomodó y me miró atento.
—¿Crees que soy estúpido para decirte y que vayas a por todos los demás? No, no lo soy. Antes me vas a tener que cortar la lengua porque no te voy a decir nada. No voy a poner en peligro a mi hija.
—¡Y yo no voy a poner en peligro a mi manada! —los señaló —. Freya me dijo que si le entrego sus cabezas y a tu hija con vida va a dejarnos en paz. No nos hará nada —levanté la mirada hacia el pobre ingenuo que yacía de pie frente a mí.
—¿Y tú le creíste? Es una perra sin corazón, no va a cumplir su promesa. Cuando le des la espalda te dará una puñalada y te sacará el corazón —reí de nuevo un poco más bajo.
—Cierra la boca —espetó. Se encontraba desesperado, aterrado —. ¡Cierra la boca! —gritó de nuevo con la misma efusividad —. Sino obedeces tienen la orden de atacar a matar —exhalé y miré a cada uno de los lobos que se encontraban a nuestro alrededor, todos tenían la mirada fija en mí así que ignoraban el hecho de que Bryony estaba despertando y que cuando lo hiciera por completo esto sería una masacre.
—Todavía lo podemos hablar, llegar a un acuerdo. No te conviene estar del lado de Freya —empecé a explicar —. Y no tienes que estar del lado de nadie, puedes mantenerte alejado de esta guerra que no incluye a los lobos —dio un paso para quedar frente a mí.
—¿Crees que esto no nos incumbe cuando allá afuera hay demonios sueltos poseyendo los cuerpos de las personas que me vieron crecer? No voy a dejar que tu gente nos destruya y haré lo que sea con tal de mantener a todos con vida.
No me quitaba la mirada de encima y yo tampoco iba a desistir, no le diría nada de lo que necesitaba saber porque eso sería poner en peligro a Enid y a todos en la casa y ya no iba a perder a nadie más.
El joven me tomó de los cabellos alzando mi cabeza. me soltó uno, dos golpes en la cara que apenas me hicieron cosquillas, solo escupí un poco de sangre con una sonrisa de suficiencia dibujada en mis labios.
—¿De qué te reís? ¿Qué es tan gracioso?
—Te advertí que esto podía pasar y no hiciste caso —sin despegar mis ojos de su persona solo vi como salió volando por el aire, su cuerpo se estrelló contra la pared y un gemido de dolor brotó de su garganta, seguido de eso volteé a ver a Bryony que yacía de pie en el mismo lugar donde la tenían encadenada, pero las cadenas ya no apresaban su delgado cuerpo, estas yacían rotas en el suelo —. Cariño, estás bien —le sonreí.
Al menos cinco lobos se le fueron encima pero antes de que alguno le tocara un cabello ella se deshizo de todos ellos, masacrándolos, rompiéndoles los huesos, exponiendo su carne y sus entrañas, reventando sus cuerpos con tan solo un pensamiento. No tardó en llegar a mí, cubierta de sangre y no sé que más cosas viscosas que se pegaban a su rostro.
—¿Estás bien? —quitó las cadenas de mi cuerpo pero caí de rodillas al suelo. Bryony me sostuvo con fuerza, ayudando a levantarme. El costado izquierdo me dolía tanto como si me hubieran roto una costilla y tal vez así fue porque no podía tomar aire sin que me doliera esa zona.
—¡Más te vale que nos dejes en paz! —le grité al rubio que se intentaba poner de pie —. No quieres que esto se repita —me refería a los lobos muertos, los demás se mantenían en su lugar, asustados pero a nada de atacar si su líder se los ordenaba.
—Tenemos que salir de aquí —dijo Bryony mirando a su alrededor. Cuando encontró una puerta la empujó desde donde nos encontrábamos. Intentamos correr y alejarnos de ese lugar pero yo me encontraba débil —. ¿Por qué tus heridas no sanan? —preguntó mientras caminábamos de prisa para salir de ese corredor.
—No sé que me dieron, no puedo...
—¡¡Quiero que vayan por ellos!! —miré a Bryony pero en ningún momento hubo miedo en su mirada, solo determinación y valor, algo de lo que yo carecía en ese momento.
—Déjame y vete, puedes correr más rápido sin mí —negó inmediatamente con la cabeza.
—No te voy a dejar aquí. Ni loca —le sonreí y dejé un casto beso sobre sus labios.
—Vamos —nos apresuramos en salir de aquel lugar que era una fábrica abandonada, podía sentir las pisadas de los lobos detrás de nosotros, su aliento acariciando nuestras nucas.
—Por aquí —dimos vuelta hacia la izquierda. El lugar estaba abandonado así que no había personas cerca. Entramos al bosque y caminamos lo más de prisa que podía ir porque me dolía el costado y no entendía por qué. Aquella patada no me hizo nada pero esto parecía ser más grave —. ¿Qué quieren de nosotros? —indagó mi esposa.
—Nos quieren muertos y a Enid con vida —bufó. Nos detuvimos unos segundos para tomar aire, a lo lejos podía sentir a los lobos buscándonos, olisqueando para intentar dar con nosotros.
—Tenemos que escondernos —musitó —. Ocultar nuestro aroma —asentí y la seguí a donde sea que ella me llevara.
—Tú conoces mejor este bosque, cariño, yo te sigo a donde sea —me regaló una sonrisa de labios apretados y me llevó con ella. Había una pequeña cueva donde cabíamos los dos, no sé que hizo o que hechizo recitó para que los lobos pasaran frente a nosotros pero no nos olieran. Tuvimos que quedarnos ocultos hasta que cayó la noche y ya me encontraba mejor para regresar a la casa.
Cogí a Bryony entre mis brazos, cargándola y eché a correr entre los grandes y espesos árboles. Esquivaba algunos troncos que habían cedido con el paso de los años y ahora se pudrían entre hojas, ramas y lodo. Bryony se aferraba a mi cuerpo con fuerza pero jamás la soltaría, jamás iba a permitir que alguien le hiciera daño, no estaba dispuesto a perderla una vez más.
Me detuve en seco cuando llegamos a los límites de la propiedad pero la casa estaba rodeada por demonios que se aglomeraban en la parte de enfrente, nadie podía entrar o salir.
—No puede ser —bajé a Bryony con cuidado —. ¿Cómo vamos a entrar? —nos manteníamos a una distancia prudente para que los demonios no nos pudieran ver.
—¿Te puedes comunicar con alguien allá adentro? —levantó la cabeza para mirarme —. Les puedes decir que solo abran el escudo un par de segundos en lo que entramos y que alguien más aleje a los demonios de la parte trasera.
—Lo voy a intentar —apretó mi mano y cerró los ojos. No podía escuchar lo que decía o con quien se estaba comunicando pero estaba tan concentrada que lo mejor no era interrumpir o decir algo, no sabía las consecuencias de ello.
No pasaron más de un par de segundos cuando abrió los ojos y miró hacia el frente, de la mansión salieron Lilith, Bór, Thea y Curtis en su forma lobuna, iluminaban el camino con el fuego que brotaba de sus manos.
—Vamos, ellos nos darán la señal para que corras y entres a la mansión. Tiene que ser rápido para que los demonios no logren entrar —desde donde nos encontrábamos pude ver a Lilith y Curtis tomar una posición de defensa, listos para atacar a quien se atreviera a entrar. Thea y Bór abrirían el escudo un par de segundos, que era lo que necesitaba para entrar y lo volverían a cerrar.
—Ven —mi esposa se aferró a mi cuello, la cogí y levanté del suelo para apretarla entre mis brazos.
—Tienes que ser rápido, lo más rápido que puedas —asentí. Me sonrió y dejó un casto beso sobre mis labios para después apoyar su mejilla en mi pecho —. Cuando te den la señal corres. Confío en ti cariño. No me sueltes.
—Nunca te voy a soltar mi amor —solté una exhalación, fijando mi mirada al frente. Cuando Bór hizo la señal corrí abriéndome paso entre los demonios que ansiaban poder cruzar el portal. Todo se ralentizó para mí y pude ver como tres demonios quisieron entrar pero entre Lilith y Curtis les arrancaron la cabeza en un santiamén. Derrapé sobre el pasto llevándome un poco de lodo de paso, pero logré detenerme y girar aún con Bryony en mis brazos, justo en el momento que Bór y Thea cerraban el escudo que nos mantenía a salvo de los demonios.
—¿Están bien? —preguntó Lilith después de reventarle la cabeza a un hombre que había sido poseído por un demonio.
—Sí, estamos bien —le respondió Bryony a la vez que la bajaba con cuidado. Me aseguré que estuviera bien y no tuviera ni un solo rasguño, solo tenía un poco de sangre seca cuando mató a esos lobos, pero de ahí en fuera se encontraba bien.
—¿Dónde demonios estuvieron todo este tiempo? —Bór y Thea se acercaron a nosotros. Bryony y yo nos miramos sin entender a qué venía esa pregunta.
—¿Todo este tiempo? —pregunté —. ¿Cuánto ha pasado? —fruncí el ceño.
—Dos días, desde que todo empezó y según sé iban a ir a ver a ese tal River —explicó Bór —. ¿Hablaron con él?
—Ni siquiera pudimos llegar, antes de hacerlo nos chocaron y nos llevaron a una fábrica —entramos a la casa ya que estábamos siendo observados por todos esos ojos que me provocaban miedo.
—¡Papá, mamá! —el alma me regresó al cuerpo cuando Enid corrió hacia nosotros y fui el primero al que abrazó con efusividad —. Estás bien. Están bien —sollozó en mis brazos. La abracé con solidez, tanto que podía hacerle daño pero ella era muy fuerte.
—Estamos aquí, princesa —asintió y derramó un par de lágrimas —. ¿Tú estás bien? —se separó para dejarme ver su rostro, sus mejillas bañadas en lágrimas y sus ojos cristalinos.
—Sí, estoy bien.
De un momento a otro todos estaban en la cocina. Todos nos miraban con expectación, al igual que lo hizo Bór allá afuera.
—¿Dónde estaban? —preguntó Lucifer apoyándose de la mesa de la isla. Cyst se encontraba a su lado y estaba claro que nadie aquí lo estaba pasando bien.
—Fueron los lobos —el gesto de Boone pasó de ser de preocupación a estupefacción.
—¿Los lobos? —ambos asentimos —. ¿Qué querían?
Thea abrazó a Bryony cuando llegó a su lado y dejó un beso en su mejilla, mi esposa le regaló una bonita sonrisa a su mejor amiga.
—Freya les propuso algo...
—Freya —masculló Caine —. ¿Por qué no se me hace raro que ella tenga que ver con todo esto? —apretó los puños.
—¿Qué es lo que quiere Freya con los lobos? —Eamon se encontraba al lado de Isla, muy juntos, lo que no estaba mal, solo que en estos días los había visto más unidos que días atrás.
—Les propuso que si le entregan a Enid con vida y nuestras cabezas los va a dejar en paz —dije mirando a mi hija, cogiendo su mano. Haciéndole saber que jamás iba a permitir que nadie le hiciera daño, que nadie le tocara un cabello.
—Es una maldita. No nos va a dejar en paz hasta que logre todo lo que se ha propuesto —no sé porqué pero mis ojos se dirigieron a Cyst, quien en este momento se veía igual de asustada y preocupada que todos nosotros. También temía que Freya viniera por ella ya que a su parecer le había dado la espalda.
—Tú tienes que saber algo —le dije. Miró a cada lado y después me observó.
—¿Yo? —asentí —. Lo único que sé es que Freya quiere a Enid y Corban juntos para poder obtener la divinidad que hay en ellos. No sé que más quieren saber —murmuró.
—¿Sabes como destruirla? —miró de reojo a Enid quien logró sentir su mirada y se mordió el labio.
—Solo Enid y Corban pueden hacerlo —Lucifer y Caine le dieron la razón —. Como, no sé pero ellos dos son la clave para todo.
—Maldita sea —espeté dando un golpe contra la mesa. Enid soltó mi mano. Bufé molesto —. No tenemos nada, estamos a la deriva.
—Vamos a salir de esto, estamos juntos que es lo que importa —dijo Morgan. Quien en este momento era la más positiva de todos.
—Hay una cosa que deben saber —todos miramos a Caine.
—¿Ahora qué? —preguntó mi esposa, ya harta de todo esto.
—Ya casi no hay sangre.
Y aquí venía otro problema, no solo para Camille, Bór, Enid o yo, sino para los demás, que estaban en peligro solo por el hecho de estar aquí con nosotros. Tal vez, Camille, Bór y yo podíamos aguantar un poco más pero Enid no lo iba a lograr, era un vampiro joven que necesitaba alimentarse sí o sí y cuando llegara el momento que necesitara hacerlo iba a sufrir en demasía. No quería que mi niña sufriera pero nos encontrábamos atados de manos porque tampoco podíamos andar saliendo a cada rato y arriesgarnos a que un demonio entrara y se desatara el caos.
—No te preocupes —me acerqué a ella —. Vamos a estar bien —asintió con la melancolía refulgiendo en sus brillantes iris de color azul.
Corban
Llevaba pocos días aquí abajo pero se sentían como si fueran una eternidad, una larga agonía que pesaba en mis hombros y me recordaba a cada rato que le di la espalda a mi familia, que los dejé por venir con la loca de Freya a quien apenas podía soportar y quería golpear y matar pero era inmortal, la maldita no podía morir con nada. Caine y Luci lo intentaron por años sin poder conseguir nada, solo un profundo odio que crecía más y más con el paso de los días.
Conocía casi todo el infierno, desde las salas que Freya usaba para castigar a las pobres almas hasta las puertas del abismo donde tenía la esencia de todos los hermanos de Luci, incluida la de Leviatán, quien pereció el día de la boda de mis padres.
Freya tenía todo el infierno a sus pies, todos los demonios le dieron la espalda a Lucifer y ahora ella era su reina y quien no estaba de acuerdo con sus reglas sufría los más crueles castigos que la susodicha podía emplear solo para su goce. Había un campo especial al que recurría casi todos los días, ahí los cuerpos de los demonios eran empalados y expuestos para los buitres que devoran sus entrañas pero los mantenía con vida y conscientes para que sufrieran y rogaran, suplicaban para que los dejara ir pero era tan cruel que su dolor y sus súplicas no provocaban nada en ella.
No sabía como es que Lucifer gobernó en ese momento pero no creo que hubiera sido como ella, quien solo significaba maldad, podredumbre y tragedia. Freya representaba todo lo malo que existía en este mundo, era cruel y desalmada, no le importaba hacer sufrir a los demás con tal de obtener lo que más anhelaba. Me di cuenta que lo mejor que podía hacer era fingir estar de su lado para poder encontrar algo que la pudiera matar, lograr deshacernos de ella para siempre.
Arriba todo era un caos, los demonios andaban por las calles poseyendo los cuerpos de los humanos. Los lobos querían a mi familia y Freya los tenía acorralados pero estaba seguro que ellos no se iban a dejar vencer.
Además de todo Lorian no había despertado, no quería despertar y no entendía porque, su cuerpo ya había sanado, sus poderes se habían restablecido y su alma estaba libre de todo el mal que Freya puso dentro. ¿Por qué no despertaba?
Tal vez está esperando por mí.
Me decía lo mismo con tal de hacerme creer que ella todavía me necesitaba, me mentía para no sentirme más miserable de lo que de por sí ya me sentía. Con tal de apaciguar la culpa que hervía dentro de mí y me carcomía la carne. Solo quería que todo esto terminara y que fuera como antes, cuando estábamos bien, cuando ser nosotros no era ningún peligro para los demás.
La puerta de la habitación que ocupaba en el castillo se abrió de manera estruendosa cuando Freya entró sin pedir permiso. El gesto dibujado en su rostro me decía que estaba molesta, lo que le seguía a esa palabra que con ella se quedaba corta.
—¿No te enseñaron a tocar? —giré sobre mis talones, con las manos metidas en los bolsillos de mis pantalones.
—Este es mi castillo y aquí mando yo —se quedó de pie frente a mí —. ¿Por qué andas por ahí revisando y husmeando? ¿Qué buscas, Corban? —Mi gesto de indiferencia la hizo rabiar mucho más.
—Me dijiste que me sienta como en mi casa, ¿no es así? En mi casa puedo andar desnudo, husmeando como tanto dices —comente, sereno —. ¿No lo dijiste?
—Sí, pero...
—¿Ocultas algo acaso? —alcé una ceja —. Es eso, ¿no? Ocultas algo de mí por eso no quieres que ande por ahí.
—Lo único que quiero es que vayas y traigas a tu hermana. Dijiste que lo harías.
—Y tú dijiste que los ibas a dejar en paz —espeté —. Y estás haciendo todo lo contrario. Te dije que no les tocaras un cabello —la señalé con un dedo.
—¡Las cosas se hacen a mi modo niñito estúpido! —en un parpadeo la tenía frente a mí, levantó el brazo con toda la intención de golpearme pero antes de que pudiera soltar el golpe agarré su mano y la detuve.
—No te atrevas a ponerme una mano encima —la solté pero sin pensarlo fui yo quien la golpeó en la mejilla con la mano cerrada. Giró el rostro llevandose una mano a la zona roja por mi mano, abrió los ojos y antes de que dijera nada me tenía frente a ella tomándola del cuello, con mis manos en su garganta —. Es la última vez que me insultas porque la próxima te va a ir peor, un golpe será nada comparado con lo que te puede pasar.
La solté y tomó una bocanada de aire, su rostro estaba rojo y tosía desesperada.
—No soy ningún niñito estúpido, no me trates como si fuera idiota porque la única idiota aquí eres tú —le di la espalda y apreté los puños conteniéndome de no matarla o golpearla como tanto quería hacerlo.
Solo tenía que aguantar un poco más. Solo tenía que soportarla mientras pudiera sacar la esencia de los hermanos de Lucifer, regresarle los poderes a Luci y Caine y encontrar la manera de matar a Freya. Necesitaba un poquito más de paciencia.
♛♛
El golpe que le dió Corban a Freya no quiere decir que yo esté de acuerdo con este tipo de comportamientos y que Corban sea un golpeador porque jamás en la vida le pondría un dedo encima a ninguna mujer pero es que Freya se merece eso y mucho más. No juzguen a mi niño a la primera :(
Aquí les dejo este capítulo, espero les haya gustado.
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