Capítulo 26 ♛
Enid
Las cosas no estaban bien, todo iba de mal en peor y me aterraba lo que pudiera pasar de ahora en adelante ya que, aunque éramos una familia fuerte y unida esta clase de problemas siempre terminaban haciendo mella en cada uno de sus integrantes. No importaba cuán unidos estuviéramos en ese momento las tragedias siempre hacían lo suyo y terminan separándonos y no quería eso, no quería que nos dividamos ni nada parecido.
Corban estaba muy mal por lo sucedido con Lorian y me podía imaginar su dolor porque lo sentía, ser mellizos intensificaba todos los sentimientos y yo podía sentir lo que estaba pasando mi hermano, el dolor y la rabia, la desesperación de ver a su compañera morir. Lo conocía tan bien que estaba segura no se iba a quedar de brazos cruzados, si se daba la oportunidad él haría lo que fuera para que ella estuviera bien y eso me daba miedo porque mi hermano era capaz de sacrificar a quien sea con tal de conseguir lo que tanto anhelaba.
Aquella noche todos dormían en sus habitaciones, Corban vigilaba que Lorian estuviera bien y le juró a Curtis que no le iba a poner un dedo encima a su princesa. Sé que mi hermano no era de fiar pero hizo un juramento y lo iba a cumplir aunque sus deseos eran otros en este momento.
Bajé a tomar un poco de agua mientras los demás dormían, me serví un poco en un vaso, la puerta de la cocina estaba abierta así que me asomé y me di cuenta que Caine estaba afuera mirando el cielo que tenía muchas estrellas dibujadas. Dejé el vaso sobre la encimera y salí para hacerle compañía.
—Hola —me senté a su lado. Sonrió al verme.
—Hola. ¿Tú tampoco puedes dormir? —negué con la cabeza.
—Veo que no soy la única —soltó un suspiro.
—Ahora que soy más humano que demonio pienso en muchas cosas y no puedo dormir como me gustaría —admitió con pena en la voz.
—Yo también he pensado mucho últimamente —le confesé.
—¿Y puedo saber que has pensado?
—Recuerdo que dijiste que voy a tener una hermana, antes dudaba que así fuera porque papá seguía allá abajo...—me interrumpió.
—¿Y ahora?
—Ahora que está aquí te creo. No tienes porque mentir pero me gustaría saber como sabías de esto, ¿lo viste en tus sueños o solo lo sabes? —encogió un hombro, despreocupado.
—Cuando estuve encerrado la vi muchas veces y no sé si eran visiones o sueños, pero se sentían tan reales que dudaba de mi cordura. Siempre la veía, ella estaba ahí. Rubia, pequeña, mi niña de ojos color miel —su voz estaba tan llena de paz que por un momento no temí estar a su lado porque ya no era aquel demonio que infundía miedo y terror, solo era un hombre enamorado hablando de la mujer que esperaba por él en el futuro.
Sonreí y para mi mala suerte me volteó a ver.
—Soy patético, ¿no? —negué con la cabeza —. Ahora me parezco a tu aburrido novio que se desvive por ti y daría todo para que seas feliz.
—No eres patético y no digas esas cosas de Boone, él es un amor —le dije medio molesta.
—¿Sabes cuál es la diferencia entre Boone, Corban y yo?
—No quiero saber —pero no le importó lo que dije.
—Que Boone se sacrificaría por ti al igual que lo hizo tu padre con tu madre pero Corban y yo podríamos sacrificar a los demás por nuestras amadas.
—¿No te importaría que los demás sufran? —alcé una ceja.
—No me importaría nada con tal de que ella sea feliz, no me voy a sacrificar y saber que es feliz, mataría a quien sea para que sea feliz a mi lado —zanjó —. ¿No me crees?
—Si te creo y por eso me da miedo porque estamos hablando de mi hermana, Caine. Mi hermana que aún no nace...
—Pero ya nacerá —dijo. Rodeé los ojos, fastidiada por su maldita arrogancia —. Y no falta mucho para eso.
—No quiero saber esos detalles —arrugué la nariz.
—¡Oye! Ya vas a tener intimidad con Boone y después muchos hijitos mitad vampiros mitad lobitos —se burló —. ¿Acaso no quieres tener hijos con tu Boonsito? —le di un leve golpe que lo alejó de mí. A veces olvidaba que ya no tenía poderes.
—Lo siento, lo siento —se sobó el brazo y regresó a mi lado. Me cubrí la boca para ocultar la risa que brotaba de mi garganta.
—¿Entonces no te gustaría tener hijos? —miré el cielo y las estrellas que parpadeaban arriba de nuestras cabezas. Se veían tan pequeñas cuando nosotros las mirábamos.
—¿Sabes? Pasé todos estos años ocultándome de los humanos para no hacerles daño, para que no sepan lo que somos, lo que podemos hacer. Yo también tenía miedo y estaba aterrada pero cuando todo esto termine quiero vivir, quiero estudiar en la universidad, quiero ser una chica de mi edad —lo miré y sonrió como lo hice yo minutos atrás —. Es tonto, ¿no? —sacudió la cabeza en negación.
—Nada de eso, yo también tengo muchos sueños que me gustaría cumplir algún día —se escuchaba sincero y le creí. En este momento Caine no tenía casi nada así que no tenía por qué decir mentiras —. No le digas nada a tus padres, por favor. Es lo único que te pido, Enid.
—No les voy a decir nada si tú me dices algo antes —entornó los ojos.
—No puedo decir mucho.
—Creo que esto sí me lo puedes decir —no estaba muy convencido de eso —. Anda, no es nada malo y te juro por mi vida que no diré nada.
—Más te vale que no digas nada —amenazó —. ¿Entonces?
—¿Cuál es su nombre? —se quedó pensando un momento antes de responder y temí tanto que no me dijera nada pero al final lo hizo.
—Synne, ese será su nombre y más te vale que no le digas nada a tus padres o no voy a tener piedad de ti, niña —dijo entre molesto y serio y sí, me dio miedo porque sabía que iba a cumplir sus amenazas, tal vez no lo haría pronto pero sí algún día y no quería saber de lo que era capaz.
—Ya te dije que no diré nada —me puse de pie —. Hasta mañana, Caine.
—Hasta mañana pequeña Edevane —sonreí y le di la espalda para entrar a la casa. Cogí el vaso que había dejado sobre la encimera y salí de la cocina para regresar a mi habitación. Pasé a ver a Corban y Lorian, ella estaba en la cama y él a su lado en una silla. No se iba a despegar de ella hasta que esto terminara y temía que no fuera de la mejor manera.
Cerré la puerta y entré a mi habitación para intentar dormir un poco al menos.
Boone
No tenía ánimos para ir a la universidad pero mi madre insistió en que tenía que salir para distraerme de todo lo que estaba pasando en casa. Sus intenciones eran buenas pero yo no podía pensar en nada que no fuera Lorian y lo que estaba pasando, me dolía verla así, tan decaída cuando era una niña vivaz y llena de energía. No cabía duda que estaba muriendo lentamente y me daba rabia no poder hacer nada.
Toqué a la puerta de la mansión Edevane y Enid salió detrás con esa bonita sonrisa dibujada en los labios, verla me hacía sentir bien, menos miserable de lo que me sentía día con día.
—¡Hola! —se arrojó a mis brazos dejando un beso sobre mis labios —. Viniste —pasó su pulgar por mi labio inferior.
—Mamá me dijo que tengo que salir y me mandó traerle esto a Loo —señalé la bolsa que llevaba en la mano. Mamá le mandó el desayuno a mi hermana, ella iba a venir en la tarde pero quería que desayunara bien.
—Pasa —se hizo a un lado para dejarme pasar y cerrar la puerta detrás de sí —. Vamos —se enganchó a mi brazo y subimos juntos las escaleras.
—¿Cómo estás? —le pregunté.
—En todo lo que cabe estoy bien —sus dedos se hundieron en la tela de mi sudadera —. ¿Y tú? ¿Cómo estás? —solté un suspiro cansado, agotado...
—No te voy a mentir —recorrimos el pasillo —, no estoy bien.
—Lo sé, lo siento —llevó una mano a su pecho. La miré y en sus ojos había un atisbo de dolor.
—No quiero que te sientas mal por mí.
—Es imposible no sentirme mal con todo lo que está pasando, cariño, esto nos está afectando a todos —enfatizó.
Y sí, tenía razón al decir que esto nos afectaba a todos porque estábamos involucrados y nadie se iba a salir así como así de lo que pasaba, era imposible dar la vuelta e ignorar que alguien estaba sufriendo en silencio y que Freya nos estaba jodiendo de todas las maneras posibles.
Nos detuvimos frente a la puerta de la habitación que estaba ocupando Lorian, no me gustaba que estuviera en esta casa pero ella así lo quiso y teníamos que respetar sus decisiones. Solo quería estar al lado de Corban antes de la dolorosa partida.
—Ve con Lorian, ahorita nos vemos —se acercó para dejar un beso sobre mis labios —. Nos vemos en un rato —le dije que sí y se alejó para ir a su habitación.
Toqué a la puerta y esperé unos segundos hasta que Corban respondió.
—Adelante —empujé y mi hermana estaba tosiendo desesperada. Corban a su lado le ayudaba dando algunas palmaditas en su espalda. Tosió sangre y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Hola —dejé el desayuno sobre una mesita al lado de la puerta —. ¿Necesitan algo? —ambos negaron la cabeza, sincronizados. Lorian dejó de toser y Corban se apartó mirándola con pena.
—Hola —dijo.
—Voy por agua —informó Corban sin siquiera mirarme o saludarme, pero no se me hacía raro él era así y con esto me podía imaginar que no estaba de buen humor.
—Ven —cuando salió y cerró la puerta me acerqué a mi hermana. No se veía nada bien, estaba pálida, con los labios agrietados, su cabello ya no tenía ese bonito brillo, estaba opaco al igual que su bonita mirada —. ¿Cómo estás?
—¿Cómo estás tú? —cogí sus manos y no me pasó desapercibido que su piel estaba fría.
—No muy bien, pero podría estar peor, ¿no? —bromeó.
—Loo, vamos a casa, por favor —negó con la cabeza —. ¿Por qué quieres estar aquí? Sé que ellos son nuestra familia pero...—antes de terminar me detuvo.
—Aquí me siento bien, Bryony me ayuda mucho y quiero estar con Corban. Tal vez no lo entiendas y tampoco te pido que lo hagas solo quiero que me aceptes mi decisión —sentía un nudo en la garganta, el pecho me ardía y retenía las lágrimas en las esquinas de los ojos —. Sé que comprendes lo que siento.
—Lo sé y respeto tus decisiones, es solo que si vieras a mamá, ella no está bien —levanté la mirada a sus ojos —. No te quiero hacer sentir mal pero en la casa las cosas tampoco están nada bien, papá casi no está en casa y mamá se la pasa llorando todo el tiempo.
—No me digas eso —su voz se rompió. Señalé el desayuno encima de la mesita.
—Me dijo que te trajera eso, más tarde va a venir a verte —asintió con la cabeza. Con el pulgar aparté las lágrimas de sus ojos —. Haremos lo que sea para que no te vayas —derramó un par de lágrimas —. No te quiero perder, Loo.
—Y yo no me quiero ir, Boone —musitó. Me puse de pie y la abracé con mucho cuidado para no lastimarla, sentía que si la abrazaba con más fuerza le podía hacer daño así que lo hice despacio.
—Te quiero mucho, hermanita —sus manos apretaron mi espalda.
—Y yo te quiero a ti, Boone —me separé y dejé un beso en su mejilla.
—No vemos al rato —asintió. La miré atentamente antes de salir y dejé la puerta entreabierta. Corban esperaba con un vaso de agua en una mano.
No dijimos nada en algunos segundos que se me hicieron eternos. Tenía toda la pose de un chico malo, de esos que te tratan con la punta del pie y te rompen el corazón en miles de pedacitos que son difíciles de pegar.
—¿Sabes a que se refería tu padre cuándo dijo que tengo la culpa de lo que está pasando? —tenía la voz ronca y hablaba serio. Él tampoco se veía nada bien.
—No, no ha dicho nada, le pregunté pero se negó a decirme algo —soltó un bufido —. ¿Te importa tanto lo que dijo?
—Me importa porque me está culpando de algo que ni puta idea, si tuviera la culpa lo aceptaría y ya pero no hice nada. ¿Crees que me gusta ver a tu hermana en ese estado? —alcé una ceja —. No me gusta, odio verla así y daría lo que fuera con tal de que esté bien.
—Querrás decir que podrías sacrificar a quien sea con tal de verla bien porque no creo que tú puedas dar algo de ti, eres egoísta y malvado —una sonrisa siniestra adornó sus labios.
—¿Cómo sabes?
—Eres perverso, Corban, no podrías pensar en la idea de hacer el mismo sacrificio que hizo tu padre —espeté.
—¿Por qué sacrificarme yo si puedo sacrificar a alguien más? —negué con la cabeza y cogí las correas de mi mochila, apretando con fuerza entre mis dedos —. Eres tan predecible, Boone, te aseguro que harías lo mismo que Caden.
—Sí, haría lo mismo sin dudarlo —respondí.
Chasqueó la lengua y pasó a mi lado.
—Que tengas un buen día, Boone —entró a la habitación y cerró la puerta detrás de mí.
Giré la cabeza y miré a Enid con la mochila sobre sus hombros, sonrió al verme y me acerqué a ella.
—¿Vamos? —asintió sin hacer preguntas.
Salimos de la casa con dirección a la universidad pero no tenía ánimos ni de respirar, no quería hacer nada, pensar en nada, no quería ver a nadie, que me hicieran preguntas.
—¿Quieres ir a la universidad?
—Tengo que ir —respondí.
—Sé lo que sientes, a mí no me puedes engañar —se aferró a mi brazo —. ¿Qué te parece si vamos a dar una vuelta por ahí? —me detuve y a mi lado lo hizo ella.
—Estás muy ilusionada en ir a la universidad y preguntar si puedes estudiar ahí —dije con las cejas hundidas —. No entiendo porque no quieres ir —fruncí el ceño.
—Ya sé pero no hemos tenido tiempo para nosotros —cogió mis manos entre sus dedos.
—¿Qué estás pensando? —inquirí.
—Nada malo, solo vamos a dar una vuelta por ahí —abatió las pestañas y no pude decirle que no cuando hacía eso —. ¿No quieres?
—Vamos —sonrió de oreja a oreja. Tomamos otro camino para alejarnos de la universidad y en su lugar perdernos por ahí, donde nadie nos molestara, donde pudiéramos platicar a gusto, estar solo ella y yo.
Llegamos a una parte alejada del centro de Bibury, aquí frecuentaban venir los lobos pero no temía que hicieran algo en contra de nosotros, creo que la última vez les quedó claro que no debían meterse con nosotros, más que nada con Enid.
—Mira lo que traje —dejó la mochila en el pasto que cubría el suelo, más allá había un acantilado y debajo el mar que chocaba contra las grandes rocas. Enid sacó una manta de la mochila, la extendió y nos sentamos encima de ella.
—Ya tenías todo preparado —dije cuando sacó unas fresas, dos sándwiches, soda y no sé qué más.
—Solo quería estar un momento contigo, ¿es mucho pedir? —negué con la cabeza a la vez que me quitaba la mochila de los hombros.
—La verdad no quiero ir a la universidad. No soporto como me miran los demás —admití con un dejo de tristeza en la voz —. Todos saben algo pero no lo dicen.
—Son unos idiotas, todos ellos lo son —pasó sus dedos por mi mejilla, dejando una suave caricia a su paso. Su piel se sentía tibia y sedosa, cada toque de su parte encendía el fuego que yacía dentro.
—Te amo tanto, no sé que sería de mí sin ti. En este momento eras la única persona que me mantiene cuerdo, sino fuera por eso saldría corriendo para perderme en la oscuridad —sacudió la cabeza y se acercó un poquito más.
—No digas eso, nunca lo vuelvas a decir —me pidió en un suplica que llegó a sus bonitos ojos azules.
—Solo quería que tuvieras una vida normal, que puedas terminar tus estudios...—puso un dedo sobre mis labios para callarme. Terminó con la distancia que nos separaba en el momento que se sentó a horcajadas en mis piernas. Aquel contacto avivó la llama del deseo que se encontraba atascada en mi bajo vientre.
—Ahora estamos pasando por un mal momento pero es eso, y todo va a terminar pronto —puso sus manos en mis mejillas.
—¿Cómo sabes eso? No puedes estar tan segura —unió su frente con la mía. Nuestros labios se rozaban, estábamos a milímetros de besarnos.
—Porque lo vi, estábamos tú y yo, corríamos por el bosque y éramos felices. ¿Tú no lo viste? —asentí. Frunció el ceño —. ¿Entonces?
—En este momento no creo que nada de eso sea posible. Mi hermana está muriendo y nada está bien —suspiré.
—Ya sé —con sus dedos apartó el cabello de mi frente —. Pero recuerda que perdimos una batalla, mas no la guerra. Somos invencibles, mi amor y nada puede contra eso —sonreí por sus palabras positivas. Ella no se veía tan afectada como yo y siempre me odié por eso, por ser tan sentimental. A veces me hubiera gustado tener el mismo coraje que ella o su hermano pero no quería ser como este último, no así de frío, no así de cruel y sanguinario —. ¿Te puedo hacer una pregunta? —aparté el cabello de su rostro. Su bonito y perfecto rostro.
—Dime —una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios.
—¿Te puedo besar? Pero quiero hacerlo de una manera descarada y sucia —confesó —. Nada lindo y suave —miró mis labios un par de segundos, subió la mirada a mis ojos mojándose los labios con la lengua —. ¿Puedo?
—Por favor —sonrió y se acercó para besarme como solo ella podía hacerlo. Sus manos sostenían mis mejillas y en ningún momento las abandonaron. Sus labios se apretaron a los míos suave y delicadamente para después abrir mi boca con sumo cuidado, su lengua se deslizaba trémula para culminar dentro, buscando la mía con desesperación.
—Te amo tanto, Boone, más que a mi vida —dijo para besarme de nuevo. Se separó para empujarme contra el pasto y quedar arriba de mí. Se quitó la sudadera y siguió con la blusa que cubría su delgado cuerpo. No me sorprendió que lo hiciera, ambos estábamos desesperados por esto, que llegara el momento correcto para hacerlo, para terminar con este infierno que nos consumía juntos.
Se deslizó para besarme de nuevo con pasión e ímpetu, sus labios mojando cada parte de mí, su lengua danzando dentro de mi boca, sus manos tocando aquella zona que ni siquiera yo había tocado en toda mi vida porque quería ser virgen para ella, ser completamente suyo cuando el momento llegara.
Mis manos ascendieron por sus caderas y cintura, tocaron sus costillas con las yemas de los dedos y se detuvieron justo debajo del sujetador.
—Tócame por favor, necesito que lo hagas —obedecí a sus palabras y mis manos abarcaron sus senos, los apreté con delicadeza y metí dentro para tocarlos. Eran suaves y blandos, como si tocaras un melocotón.
—¿Estás segura que quieres hacer esto, aquí? —se separó. Estaba arriba de mí con el cabello cayéndole a los costados, los labios hinchados, su intimidad rozando la mía con desespero.
—Lo necesito —murmuró con aflicción —. Por favor —su voz era una suplica que me estrujaba el pecho, se sentía como un vacío en medio de este y no me dejaba en paz.
—Haremos lo que tú quieras —sonrió dulce. Me senté para quitarme la chaqueta pero ambos escuchamos ruido dentro del bosque, miramos a nuestro alrededor y cubrí su cuerpo con la sudadera, apretándola a mí.
—Ya no quiero —dijo con pena. Se giró a verme y sonrió —. Alguien nos puede mirar —a lo lejos se escucharon risas y voces, miramos en dirección a ellas encontrándonos con Ethan y su manada. No sé que hacían aquí a estas horas, precisamente en este lugar pero seguramente no era nada bueno.
—Podemos comer los sándwiches que preparaste —sugerí —. Se ven ricos.
—Sí, mejor hagamos eso —se bajó de mi regazo, sentándose a mi lado. Se puso la blusa y acomodó su cabello —. ¿Qué crees que va a pasar ahora? —preguntó.
—No tengo ni idea pero no creo que sea nada bueno, las cosas siempre van de mal en peor —me entregó el sándwich y una extraña bebida con bolitas de no sé que dentro.
—¿Eso crees? —alzó una ceja.
—Después de que ustedes se fueron las cosas no iban bien, muchos demonios salieron para buscarlos, para sacar a Belial de su encierro, al no poder con lo que se les encomendó se quedaron aquí. No sé si los has visto —asintió.
—Pasan desapercibidos para los humanos mas no para nosotros —le di la razón —. Solo nosotros podemos ver lo que son en realidad.
—Y eso lo hace más horrible de lo que parece —me dio la razón —. Pero no importa lo que pase siempre te voy a cuidar —cogí su mano. Bajó la mirada para ver nuestras manos juntas y sonrió mirándome de nuevo.
—Y yo te voy a cuidar a ti, lo juro con mi vida.
Que dijera estas palabras me hacía sentir un poco mejor y no voy a decir que todos nuestros problemas se olvidaron pero al menos nos dimos un respiro de todo lo malo que estaba pasando en casa. Estuvimos juntos y pudimos pasar un rato alejados de todo. Ojalá que nos pudiéramos ir de aquí y dejar todo atrás pero no podíamos ser tan egoístas, no podíamos dejar a nuestra familia con tantos problemas encima, así no éramos Enid ni yo.
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