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Capítulo 25 ♛

Cyst

Lucifer me acompañó hasta la que sería mi habitación, subí las escaleras detrás de él mirando a mi alrededor, esta mansión era tan diferente a lo que había conocido desde que nací, no había demonios ni nada parecido, las paredes eran tan blancas y los muebles modernos, nada rústico como lo que tenía Freya en su castillo. Seguí a Lucifer por aquel pasillo desierto y me abrió la puerta de una habitación, me indicó como funcionaba todo aquí y me mostró la ropa que iba a usar de ahora en adelante, era un poco diferente a lo que usaba pero me iba a acostumbrar a lo que había en este lugar, a este lugar en sí. También a las personas y esta manera tan rara de vivir.

La puerta se abrió por fuera y Lucifer se quedó bajo el umbral cuando me miró desnuda acabada de salir del baño. Desvió la mirada y se rascó la oreja nervioso.

¿El rey del infierno estaba nervioso por ver a un demonio desnuda?

Eso no es posible.

—No deberías andar desnuda así como así —entró y cerró la puerta detrás de su espalda —. En este lugar eso no está bien —dijo. Me pasó un albornoz de color negro con flores amarillas que me quedaba a la perfección.

—¿No? —alcé una ceja, negó con la cabeza —. ¿Por qué no?

—No están acostumbrados como allá abajo —empezó a explicar.

—Que mojigatos —dije y se rio —. Pero a ti no te molesta —me sequé el cabello con una de las toallas que había dejado sobre la cama junto con la ropa que debía usar.

—No, para nada —se quedó de pie en su lugar con las manos detrás de la espalda —. No me molesta.

—¿Por qué no? —pregunté con curiosidad. Sus ojos de color claro se quedaron fijos en mis senos que se veían un poco a través de la fina tela del albornoz.

—Eres hermosa y lo sabes, también sabes usar eso a tu favor pero no soy tonto —dio un paso cerca —. No te voy a quitar los ojos de encima, ¿entiendes? —entornó los ojos.

—Claro que soy hermosa, no por nada Freya me buscaba para complacer sus deseos carnales —no se sorprendió ante mis palabras —. Y tú también puedes caer —ahora fui yo quien dio un paso cerca, levanté la barbilla un poco para poder apreciarlo mejor. Rubio, guapo, atractivo y demasiado candente para ser real —. Dime que no podrías caer ante una pelinegra como yo —con una mano cogí el cuello de su camiseta y lo atraje a mi cuerpo.

—No niego nada pero tampoco lo afirmo —musitó. Me observaba con esa mirada altiva que tanto caracteriza a los descendientes del infierno, los mellizos también tenían esa mirada al igual que su madre —. No te voy a quitar los ojos de encima, Cyst —cuando dijo mi nombre algo se activó dentro de mí, al instante no supe que era, me sentía confundida y aterrada así que di un paso atrás soltando su camiseta.

—¿Qué vas a hacer? Ya no tienes poderes.

—No, pero tengo mucha fuerza —me hizo un guiño y dio la vuelta para salir.

Maldita sea. Maldita sea.

¿Qué era esto que sentía en medio del pecho?

Se sentía raro, algo extraño que me provocaba un vacío en el estómago.

Lucifer abrió la puerta y cerró de nuevo para dejarme sola. Cogí la toalla de nuevo para secar mi cabello pero escuché voces en el pasillo así que con cuidado abrí la puerta y me asomé. Lucifer y Lilith platicaban frente a la puerta de la que era su habitación.

—¿Cómo estás? —preguntó él —. ¿Pudiste descansar?

—Sí, un poco. ¿Cómo están los demás?

—Los niños no están —sonreí por como se refería a los más jóvenes de la familia —. Bry y Caden salieron y los demás no sé donde están.

—¿Sabes si Caine está? —le preguntó Lilith.

—Me imagino que en su habitación —asintió.

—Voy a verlo, hablaré con él. Mi niño debe estar sufriendo —Lucifer no dijo nada y no tenía que hablar para demostrar lo que estaba sintiendo en este momento.

—Júrame que si me llego a ir vas a cuidar de él —Lilith no dudó en coger su mano —. Les hice mucho daño en el pasado y estoy arrepentido, sé que debo pagar por lo que hice pero no me quiero ir todavía.

—Y no te vas a ir, no nos vas a dejar —le sonrió a la mujer —. Caine te necesita tanto, él te ama aunque no lo diga.

—Y yo lo amo, te quiero a ti —acarició su mano.

—Luci, yo también te quiero mucho, pero...—la detuvo antes de que dijera algo más.

—Sí, lo sé. Ya no me amas —asintió —. Solo espero que un día encuentres a alguien que te ame como tú mereces —ambos se sonrieron.

—Voy a ver a Caine —le dijo y se apartaron. Cerré la puerta cuando Lilith pasó frente a mí y caminó hacia la habitación de Caine, abrí un poquito y miré a Lucifer en medio del pasillo con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón.

Freya quería a Lilith para quitarle sus poderes y matarla, la podía entregar con ella pero eso sería traicionar a la familia Edevane y no lo haría. No lo haría por miedo porque estaba más que segura que si lo hacía me iban a matar, esta vez no iban a dudar en hacerlo y tampoco lo haría porque quería que Freya pagara por lo que me hizo. Yo la amaba, la amaba tanto pero ese amor murió el día que se fue y no regresó por mí, porque pudo hacerlo y no lo hizo. Así que mi mejor venganza sería esa, darle la espalda, traicionarla para que la perra supiera lo que se siente que alguien te traicione y te dé una puñalada por la espalda.

—Oye —le hable abriendo la puerta.

—¿Qué? —preguntó mirando en mi dirección.

—¿Quieres cenar algo? —desvió la mirada y sonrió.

—¿Tú vas a preparar la cena? —ahora yo sonreí.

—No, tú me vas a enseñar a cocinar.

Asintió y supe que esa era su respuesta.

Caden

Su piel era suave como la seda, sus piernas largas y delgadas, cuello fino, hombros delicados con algunas pecas encima. Mis brazos rodeaban sus rodillas, estaba abierta para mí, con su sexo rosado y mojado, su clítoris hinchado y evidentes marcas de mis colmillos en su piel. Tenía huellas rojas de mis dedos que se hundían en su pálida piel. Gemía con fuerza y se aferraba a mis brazos enterrando sus uñas, provocando un rico dolor que me quemaba por dentro.

—....así por favor —pedía con fervor. Ojos cerrados, boca abierta en busca de aire —. Ah —jadeó con aflicción, echando la cabeza hacia atrás.

Hundía mi pene en su estrecha vagina, apreciaba como entraba lento, lo dejaba dentro y lo sacaba hasta la punta, lo metía con más fuerza estrellando mi pelvis contra la suya, furioso, con dolor. Había necesitado esto, todos estos años parecieron una eternidad y ahora estaba en el paraíso. Estar dentro de ella, sentir la humedad de su sexo, sus senos rebotando por mis embestidas, su piel lastimada, su lubricación mojando mi pene, era la gloria sin duda alguna.

El éxtasis crecía dentro de mi cuerpo, se extendía por cada hebra de mi piel y quemaba mi carne, se apoderaba de todo lo que había a su paso. Cuando explotaba se llevaba todo de mí, mi alma y mi esencia, me dejaba sin nada, como si fuera solo un cascarón que con el más mínimo toque se podía romper. Cada vez era mejor que la anterior, el orgasmo explotaba y arrasaba mi cuerpo, cosquillea mi piel. Gemí sin pudor, sin importarme que ella me escuchara porque siempre decía que le gustaba escucharme y yo amaba el sonido de su cuerpo chocando contra el mío.

Me corrí una vez más dentro de ella, mi semen se derramó en su piel, brotó de su vagina y se desparramaba en las sabanas de la cama. Solté sus piernas y me quedé de rodillas sobre el colchón, cerró la piernas, su pecho subía y bajaba.

—Creí que aguantabas más —le dije.

—Soy un demonio no un vampiro —refutó —. Tú no te cansas pero yo sí. Además hemos pasado toda la noche aquí —le sonreí y me dejé caer a su lado —. Voy al baño.

Asentí y dejé un beso en su hombro antes de que se pusiera de pie. Cuando salió del baño entré para limpiarme , regresé para acostarme a su lado, solo se puso las bragas y cubría la mitad de su cuerpo con las sábanas.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —la miré. Se acomodó de lado, apoyando el codo en la almohada.

—Dime.

—¿Te gustaría tener más hijos? —apoyé la espalda contra el respaldo de la cama y cogí su mano.

—¿Tener más hijos? —asentí —. No lo había pensado. Es decir, pensé que jamás te iba a volver a ver así que me hice a la idea de que solo tendría a Enid y Corban, y ahora...—se quedó callada.

—¿Ahora que piensas? —frunció los labios.

—¿A ti te gustaría tener hijos? —Ahora fue ella quien preguntó.

—Yo pregunté primero —le dije.

—Anda, responde —agitó las pestañas provocando esta sensación en mi cuerpo y no le podía decir que no, nunca podía decirle que no a nada de lo que pidiera.

—Sí me gustaría. Me hace feliz saber que soy padre de dos seres tan maravillosos pero, ¿sabes? Me siento mal porque no pude verlos nacer, porque no estuve con ellos cuando más me necesitaban. Me hubiera gustado ser yo quien les enseñara a cazar, me hubiera gustado ser yo quien los llevara al colegio pero no pude...

—No fue tu culpa —me dijo con paciencia.

—Lo sé pero siento que es mi culpa. Si tuviéramos otro hijo te juro que haría todo por ese bebé y por ti —sonrió —. Seré un buen padre, te juro que lo intento —una sonrisa llegó a sus luceros.

—Sé que lo serás, lo he visto. Eres el mejor padre de todo el mundo, el más sexy, seductor, encantador y caliente padre vampiro que he conocido y voy a conocer —se puso a horcajadas sobre mí. Tomé sus delgadas caderas con mis manos.

—¿Entonces? Podemos tener dos o tres, diez hijos si así lo quieres —sonrió. Apoyó sus manos sobre mi pecho.

—Con dos más me conformo —ambos reímos.

—Eres la mamá más sexy de todas, ¿lo sabes? —aparté su cabello castaño, lo puse detrás de sus delgados hombros.

—Ahora que lo dices lo sé —pasé mi pulgar sobre sus labios, carnosos, hinchados y suaves labios que quería devorar. Cogí su cintura y llevé mis manos a sus pequeños senos —. También me gustaría tener más hijos contigo, señor Edevane.

—¿Dos o tres? —pregunté.

—Por ahora podemos empezar con uno —me dijo a lo que asentí con una sonrisa.

—Creo que nos estamos tardando cariño —una sonrisa traviesa adornó sus labios.

—Entonces hay que apurarnos con eso —se acercó para besar mis labios.

—Por favor —supliqué

****

Corban

Llegamos a la casa después de un largo día fuera, salimos a comer, esperando que las cosas no empeoren, aunque no creo que eso fuera posible. Todo estaba mal, muy mal. Lorian fingía estar bien pero se agitaba con facilidad, su nariz sangró una vez y le dio un ataque de tos varias veces en lo que estuvimos fuera. No me gustaba verla así, odiaba verla morir y no poder hacer nada, si tan solo hubiera una posibilidad para que ella no tuviera que pasar por esto haría lo que fuera con tal de verla sana, que no tuviera que morir.

—¿Cómo estás? —le ayudé a acostarse en la cama, también a cambiarse la ropa porque la suya estaba salpicada de sangre.

—Bien —dijo cansada. Tomé sus pequeñas y delicadas manos entre las mías, apretando con cuidado.

—No mientas, por favor no lo hagas —pasé un mechón de su cabello detrás de su oreja. Estaba pálida, con evidentes ojeras bajo los ojos, labios agrietados, poca energía.

—Cuando estoy contigo me siento mejor —mi corazón se hinchó por sus palabras —. Tú me haces sentir bien —correspondió a mi toque y apretó mis dedos pero sin fuerza —. Todo va a estar bien, cariño —la luz de la lámpara era más tenue de lo normal porque esta le lastimaba los ojos así que la idea de que saliera a tomar el sol quedaba descartada.

Estaba muriendo lentamente y no podía hacer nada. Sentía un nudo en la garganta que no me dejaba hablar, lo sentía desatarse cada vez más y no quería que ella me viera llorar.

—Lilith va a venir a verte —quise cambiar de tema pero ella no me lo iba a permitir. Retuve las lágrimas en las esquinas de los ojos.

—Corban —agaché la mirada —. Mírame a los ojos —negué con la cabeza —. Mírame por favor.

—No puedo —murmuré con dolor incrustado en la voz.

—¿Por qué no puedes? Dime —pidió.

—Estás muriendo y no puedo verte así, no quiero que me dejes y te juro que si pudiera haría lo que fuera con tal de que te recuperes, que esto no estuviera pasando —hundí el rostro entre los cobertores que cubrían su cuerpo tibio.

—No dudo que lo hagas pero no hay nada que hacer y lo único que quiero en este momento es que estés a mi lado, no quiero irme, no quiero estar con nadie más que no seas tú —asentí sin atreverme a mirarla a los ojos —. Te quiero tanto.

Esta vez levanté la cabeza para verla y tenía esa bonita sonrisa dibujada en los labios, llegaba a su mirada pero más apagada, sé que se estaba esforzando en sonreír aunque eso provocará dolor en su cuerpo.

—No me voy a ir, lo juro —dejé algunos besos en el dorso de su mano.

—No rompas tus promesas, Corban, por favor.

—Nunca en la vida —le dije con una sonrisa triste sobre los labios.

Escuchamos dos golpecitos en la puerta y esta se abrió segundos después.

—Hola cariño —mi madre entró a la habitación y se quedó de pie a mi lado —. Hola, Lorian, ¿cómo te sientes el día de hoy? —dejó caer la cabeza en la almohada.

—No le puedo mentir, no me siento nada bien —admitió. Mamá apretó mi hombro con cuidado.

—Me gustaría aminorar tu dolor querida, que no sufras —dijo sincera. Lorian sonrió.

—Lo sé, Bryony, gracias —mi madre soltó un suspiro.

—Llegaron tus padres y quieren hablar con Corban —dijo —. Yo me quedo con ella, a ver que puedo hacer —dejé un beso en su mejilla y mi madre ocupó mi lugar en la silla a su lado. Antes de cerrar la puerta la vi coger su mano y apretarla con mucho cuidado.

Cuando bajé las escaleras y fui a la sala ahí estaban todos de nuevo. Estas reuniones eran más comunes de lo que me gustaría y cada que nos reuníamos algo malo tenía que pasar, las odiaba por eso. Los padres de Lorian estaban furiosos conmigo y no entendía porque.

—¿Qué pasa? —miré a Caden que se mantenía de brazos cruzados.

—Lorian tiene que estar en su casa —habló su padre. Su madre se mordía las uñas.

—¿Qué? —pregunté incrédulo, mirándolos a los dos. Los demás, nadie decía nada y que tampoco lo hicieran o los haría callar.

—Es mi hija —refutó Curtis.

—Y es mi compañera, el amor de mi vida. No te la vas a llevar —Thea sollozó cubriéndose la boca con ambas manos.

—Hasta hace unos días no querías saber nada de ella y ahora te llenas la boca diciendo que es el amor de tu vida —señaló molesto.

—No se la van a llevar, ella se queda aquí y si alguno de ustedes la quiere apartar de mi lado van a tener que pasar sobre mi cadáver para sacarla de esta casa —les dije a Thea, Curtis y Boone —. ¿Entendieron? —les señalé a cada uno con el dedo.

—No me importaría romper tu cuello con tal de hacerlo —espetó Curtis dando un paso.

—Hey —se metió Caden —. Es mi hijo a quien le estas hablando y sé que estás molesto, lleno de rabia y quieres romper todo pero enojarte con él y hacerle daño no va a arreglar nada, ¿escuchaste? —me miró de reojo y se enfocó en Curtis que tenía los puños apretados —. Nadie le va a romper el cuello a nadie en esta casa.

—¿No creen que quien tiene que decidir es Lorian? —miramos a Camille —. ¿Por qué no le preguntan a ella que es lo que quiere? Dejen de hacer todo este circo que no les queda —se quejó —. No es momento para pelear y amenazar. Estamos en peligro y tenemos que estar juntos.

—Por su culpa mi hija está así —me señaló despectivo. Enid frunció el ceño en su dirección. Los demás no dijeron nada, ni siquiera Caine que siempre estaba soltando todo lo que se le decía.

—¿A qué te refieres con eso? —le pregunté pero no respondió —. ¡Dime! —le grité.

—No sabe lo que dice —por fin habló Thea, pero fue más un murmullo.

—Digas lo que digas, Lorian se queda en esta casa conmigo.

Mamá apareció en las escaleras.

—Ella te espera —le dijo a Lilith quien no tardó en salir de la sala para subir las escaleras. Mamá llegó a mi lado, apartándome de los demás, fuimos a la cocina para preparar un té. Empezó a sacar hierbas de los gabinetes, la tetera y el mortero.

—¿Cómo está? —le pregunté sentado en uno de los taburetes de la isla.

—Mejor, pude calmar su dolor pero no va a durar mucho —sin tener que revisar sus libros de hechizos empezó a preparar el té —. Tiene miedo y está sufriendo mucho —puso su mano encima de la suya —. Te pido que seas paciente y que no vayas a hacer nada sin decirme antes —asentí con la cabeza pero no me creyó y tampoco la culpaba, muchas veces prometí cosas que nunca llegué a cumplir.

—¿Por qué Curtis dijo que yo tengo la culpa de lo que está pasando con Lorian? —le pregunté a mi madre, ella no mentía así que estaba seguro que me iba a decir la verdad.

—Curtis no sabe lo que dice —me dio la espalda y fue hacia la estufa donde la tetera empezó a sonar —. Está dolido por lo que está pasando con su hija, el dolor hace mella en él y debes entenderlo —vertió un poco de agua dentro del mortero. Los vapores que desprenden las hierbas me hicieron sentir mejor, más tranquilo —. No creas nada de lo que dice.

Le quise creer porque es mi madre de quien estábamos hablando, ella nunca mentía y tal vez no lo hizo pero si evadió el tema y si ella no me estaba hablando con la verdad dudaba mucho que los demás lo hicieran así que lo mejor fue cambiar de tema, ya no insistir.

—¿Para qué es ese té?

—Es un calmante natural, cuando Lilith baje de ver a Lorian se lo vas a llevar para que pueda dormir sin que los dolores la despierten, de todos modos la voy a ver para quitárselos. Lo haré cada vez que se sienta mal —le sonreí. Cogí su mano deteniendo lo que estaba haciendo.

—Gracias por todo lo que haces por ella —me sonrió —. No tengo como pagártelo.

—Cariño, no hay nada en este mundo que no haría por ti, por tu hermana —dejó un lado lo que estaba haciendo y se acercó para abrazarme, rodeé su espalda con mis brazos y solo con ella me permití llorar.

—La voy a perder, mamá, se está muriendo —pasó su mano por mi cabello siseando a la vez.

—No la vas a perder, haremos lo que sea con tal de que esté bien, ¿escuchaste? Lo se que sea —asentí —. Mi niño, llora todo lo que tengas que llorar.

Me abrazó fuertemente, dejó un beso en mi cabeza y cerré los ojos sacando todo este dolor que me quemaba por dentro. El pecho me dolía y por primera vez desde que tengo uso de razón sentía que me iba a morir.

Lorian

Lilith entró a la habitación poco después de que Bryony se fuera, alivió el dolor que me aquejaba y este se esfumó de mi cuerpo, lo cual agradecí en demasía pero sería temporal porque cuando el efecto de su magia pasara iba a regresar con más fuerza que antes. Tal vez el dolor se fue pero la muerte seguía rondando la casa, al acecho, la podía sentir más cerca y tenía miedo, mucho miedo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó cerrando la puerta.

—¿Te digo la verdad o una mentira piadosa? —sonrió y se sentó en la silla al lado de la cama.

—La verdad —me atreví a derramar un par de lágrimas.

—Tengo mucho miedo —confesé. Lilith tomó mi mano entre las suyas. Era una mujer realmente hermosa, con el cabello ondulado y largo, unos abismales ojos verdes, grandes y redondos, podía ser la madre de los demonios pero era una mujer buena a pesar de todo, se pudo quedar en Krecia pero no lo hizo, estaba aquí ayudando a una desconocida.

—Todos le tenemos miedo a la muerte —sacudí la cabeza.

—No le tengo miedo a la muerte, bueno un poco pero tengo más miedo de lo que va a pasar con mi familia cuando ya no esté, con Corban, no quiero que cometa una tontería.

—Pedir que Corban no haga una tontería es como pedir que el sol deje de brillar —ambas reímos pero yo lo hice más bajo porque sino me daba un ataque de tos —. No te preocupes por lo que pueda pasar, haremos lo que sea para que estés bien.

—Sé que no voy a estar bien —murmuré con pesar —. Ese hechizo es tan fuerte que nadie lo puede deshacer. Solo me queda resignarme a una muerte segura. La puedo sentir y tal vez pienses que estoy loca pero la siento.

—No estás loca, cariño. La he visto y la conozco así que te puedo asegurar que lo que sientes es real —jadeé con miedo.

—¿La has visto? ¿Has estado cerca de ella?

—Sí, le he tomado la mano como las grandes amigas que somos. Soy tan vieja que debería estar muerta pero aquí sigo y quiero seguir por Caine, es mi niño, mi sol, la luz que ilumina toda mi vida —su voz era dulce, cuando hablaba de Caine lo hacía con mucho amor —. Si Freya me quita lo poco que tengo no seré nadie, nada en esta vida y no quiero morir, todavía no.

—Tú no vas a morir, Lilith —le dije. Apretó mi mano y se limpió las lágrimas que derramó y mojaban sus mejillas.

—Nadie tiene la vida asegurada. Mira a Lucifer, perdió todo...

—Pero sigue adelante, eso es lo que importa, ¿no? —apretó los labios y asintió con la cabeza.

—Ya no hablemos de esto —pidió —. Vamos a ver que hay aquí —se puso de pie, se sentó frente a mí en la cama y calentó sus manos unas con las otras para poner los dedos en mis sienes —. Me dices si te hago daño —dijo y asentí.

—Claro —cerró los ojos.

—No pienses en nada, solo deja que todo fluya.

Intenté hacer lo que me pedía pero era imposible sabiendo que estaba muriendo y que en cualquier momento iba a dejar de respirar.

—Lorian.

—Lo siento —me encogí de hombros. Suspiré y cerré los ojos también. Esta vez dejé de pensar en lo que aquejaba, el dolor, la sangre, el sufrimiento. Nada, no quería pensar en nada.

—Hay mucha sangre, gritos y dolor —murmuró —. Estás sufriendo mucho y no hay cura para tu mal —me sentí mal con estas palabras —. Ese hechizo se hizo desde lo más profundo de su ser, anhelaba lastimarte —Estaba indagando en mi cabeza. Solo ella sabía lo que buscaba —. Lo siento tanto —soltó mi cabeza y se apartó con los ojos cristalinos. Negó con la cabeza.

—No me puedes ayudar, ¿verdad?

—No puedo hacer nada, la muerte está tocando la puerta, cariño. No tienes muchos días —empezó a llorar —. Solo un milagro podría salvarte —apretó mis manos —. A menos que...—se quedó pensando.

—¿A menos que qué? —alcé una ceja.

Empecé a toser de nuevo pero esta vez escupí más sangre, la sentía en mis encías y lengua, la garganta me ardía, mis pulmones no estaban funcionando como debían. Lilith me ayudó a ir al baño para lavarme la boca, regresamos a la cama pero la duda seguía en el aire.

—Dime, por favor.

—No te quiero dar esperanzas pero podemos contactar a Hécate, tal vez ella...—la detuve antes de que dijera nada.

—No me voy a ilusionar —le dije —. Pero lo podemos intentar.

—Voy a hablar con tu madre, espero que sirva de algo —me sonrió y le devolví la sonrisa pero la mía era triste y apagada.

No tenía motivos para sonreír, la vida se me estaba acabando y todo pasó tan rápido, apenas pude estar con él, conocerlo y ahora tenía que aceptar que me iba a ir de su vida.

Si tan solo tuviera un poco más de tiempo.


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