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Capítulo 24 ♛

Caine

—Esto es un gran problema —dije. Todos me miraron —. ¿Qué? —le di una mordida a la manzana que cogí del frutero.

—¿Por qué dices que es un problema? —preguntó Bryony.

Cyst nos dijo los planes de Freya, ella quería a los mellizos más que nada a Corban por toda la maldad que este significaba para la despiadada reina. Alguien como Enid poco le servía para sus planes, tan pura y sensible, tan llena de luz todo lo contrario a su hermano.

Miré de reojo a Lucifer quien al igual que yo sabía de qué estaba hablando porque estuvo ahí, a mi lado escuchando a su padre. Bryony me miraba con curiosidad al igual que lo hacía su esposo y los padres de Lorian y Boone.

—Porque precisamente son tus hijos los que pueden matar a esa infeliz —dije, despreocupado. Los miré esperando que alguno dijera algo pero se quedaron pensando, como si les estuviera siendo difícil procesar esta noticia.

—¿De qué estás hablando? —cuestionó Caden —. Explícate.

—Enid y Corban son los únicos que pueden matar a Freya —empezó a explicar Lucifer —. Cuando la luna negra se ponga en lo más alto del cielo ellos tendrán el suficiente poder para matarla, solo ellos pueden librarnos de ese mal.

Un silencio espeso se tejió a nuestro alrededor, sobre nosotros como un manto pesado. Los miré a todos, Bór que comía desesperado y Cyst que observaba disimuladamente su entorno, curiosa por las cosas que había aquí, algunas las desconocía ya que allá abajo no había nada de esto. Se movía con cautela para pasar desapercibida y que los demás no notaran su presencia.

—Eso no puede ser —musitó Bryony —. Mis hijos no —negó con la cabeza.

—Lo lamento pero ese es su destino —le dije.

—No me puedes pedir que me resigne —golpeó la mesa con las palmas abiertas. Me miró mal, como si quisiera matarme y a estas alturas poco me importaba que lo hiciera.

Los más jóvenes se fueron a comer algo al pueblo así que no había nadie más en la casa, podíamos hablar sin ningún problema. Ellos no iban a saber de esto hasta que sus padres se lo dijeran.

—No me pidas que tome las cosas con calma porque eso es lo que menos tengo en este momento. Me estás diciendo que mis hijos son los únicos que pueden matarla...—apretó los labios. Parecía que dentro de ella estaba librando una batalla entre lo bueno y lo malo.

—¿Están seguros de lo que dicen? —preguntó Caden. Se cubría la boca con las manos, me miró de reojo esperando una respuesta. Le di otra mordida a la manzana tranquilo —. ¿No se equivocaron?

—Es muy difícil que las escrituras se equivoquen —habló Lucifer, todos le prestaron atención —. Si las cosas deben pasar de esa manera tienen que pasar así.

—¿Y si Freya consigue que Corban se vaya con ella? —preguntó Thea —. ¿Qué va a pasar?

—Entonces todo cambiaría para mal —respondí —. La profecía no se cumpliría y todos estaríamos condenados a una muerte segura.

—¡Caine! —me riñó Bryony, me encogí de hombros.

—Es la verdad y no podemos disfrazarla con caramelos y chocolates. Mierda —me puse de pie y los enfrenté —. Freya es un problema, un gran problema que debemos arrancar desde la raíz sino lo hacemos puede convencer a Corban de mil maneras para que se vaya con ella y ahí sí estamos acabados. Con su poder la maldita puede hacer lo que se le venga en gana. ¿Me escucharon? Seremos los primeros a los que va a matar.

—Caine tiene razón —habló Curtis. Siempre era el más sensato de todos. Tal vez no hablaba mucho pero sí ponía atención, escuchaba, era inteligente —. Y perdón por lo que voy a decir pero sabemos como es Corban, no es precisamente el ser más bueno de todos —miró de reojo a Bryony, más que nada lo decía por ella y Caden —. Freya está usando a mi hija para llegar a Corban y sinceramente no se me hace justo —empuñó las manos.

—No es justo, eso ya lo sabemos pero no puedes culpar a mi hijo —espetó Caden.

—No es hora de pelear —se metió Eamon —. Somos amigos, una familia.

—No hables —masculló Curtis —. La peor desgracia que le pudo pasar a mi hija es que Corban sea su compañero —se puso de pie con rabia, apartó las lágrimas con coraje y se dio la vuelta para salir de la sala hecho una furia.

—Él no quiso decir eso —Thea se disculpó.

—Sí lo quiso decir amiga —Bryony cogió su mano —. No te preocupes —palmeó su mano.

—Está dolido, roto y triste por todo lo que está pasando con Lorian —sollozó con dolor.

Sentía pena por la pobre mujer que lloraba desconsolada cuando creía que nadie la miraba, no era padre y tampoco quería serlo pero no me quería ni imaginar lo que estaba sintiendo en aquel momento donde la vida de su hija estaba a nada de terminar, una niña que tenía toda la vida por delante pero que se le arrebató de golpe siendo ella inocente de todo.

—Pero en parte tiene razón, Freya hace esto para llegar a Corban de otra manera no podría hacerlo —miró a Cyst quien sostenía el abrelatas entre sus dedos. Lucifer se acercó a ella para quitárselo y esta le sonrió tímida.

—¿Estás con nosotros? —preguntó Eamon —. ¿O estás con ella?

La mirada violácea de Cyst pasó de la sorpresa al miedo, miró a Lucifer que seguía a su lado.

—Ya les dije que sí, Freya me traicionó, se deshizo de mí como si yo fuera basura —apretó los puños con coraje —. Mi mayor venganza será estar de su lado y darle la espalda a ella.

—Sabes que hará lo que sea para que no la traiciones —asintió.

—Sí, hasta puede matarme pero eso no me importa —dijo con los dientes apretados —. Me dejó aquí y fue ella la que me dio la espalda primero. No merece compasión de mi parte.

—Entonces de mi parte es todo, me gustaría hacer más por ustedes pero sin mis poderes...—encogí un hombro.

—Sí puedes hacer y mucho —intervino Caden.

—No tengo poderes.

—Aunque no los tengas —encogí un hombro.

—No me quiero arriesgar. Tal vez tú no tienes miedo pero yo sí, no quiero morir tan joven —Bryony negó con la cabeza —. Así que aunque piensen que soy un miedoso no me importa.

Les di la espalda y salí de la cocina.

Sí tenía miedo y mucho, en otras circunstancias no lo tendría porque era un príncipe infernal, tenía poderes, el mundo a mis pies y ahora no tenía nada. Cuando Freya estuviera muerta iba a recuperar lo que me arrebató pero ahora tenía que ser precavido ir con calma en esta situación porque sin duda alguna sería el primero en morir y no quería eso. Una linda chica esperaba por mí en el futuro y no podía morir, no ahora.

Bryony

Todo esto se había salido de control, Curtis estaba furioso por lo que pasaba con Lorian y yo estaba igual, estaría peor si fuera Enid quien estuviera pasando por lo mismo. Entendía que estuviera furioso con todos, podía sentir su dolor y coraje así que no lo culpaba por decir lo que dijo de Corban pero me dolía, es mi hijo de quien estaba hablando y no era precisamente el más bueno de todos pero podía ser mejor si le daban la oportunidad.

—Voy a ver a Curtis —Thea se puso de pie y salió de la cocina detrás de Caine quien también se fue.

—Cyst —la llamé —. Puedes ocupar una de las habitaciones —negó con la cabeza de inmediato —. Insisto.

—No quiero ser una molestia para ustedes.

—Si yo fuera tú aceptaba —habló Eamon —. No le digas que no a la señora Edevane —le hizo un guiño.

—Bueno, está bien —Caden cogió mi mano.

—Solo les voy a pedir un favor, no le digan nada de esto a los chicos. Por favor —les pedí —. No sabemos como se lo van a tomar o que vaya a hacer Corban —los miré.

—Por mí no van a saber nada —dijo Eamon y estaba segura que sería así, era discreto y guardaba bien los secretos. Seguía siendo fiel a mí.

—Yo tampoco voy a decir nada —habló Bór. Estaba tan hambriento que no dijo nada hasta ahora.

—Ni yo —añadió Luci —. Y creo que tú tampoco, ¿verdad? —se dirigió a Cyst quien negó rápidamente, parece que le temía a Luci.

—Para nada. Además nadie me va a creer —musitó.

—Voy a llevar a Cyst a una de las habitaciones —Luci invitó a Cyst caminar frente a él, la siguió de cerca y ambos salieron.

—¿Te gustaría dar un paseo? —preguntó Caden a mi lado.

—¿A esta hora? —miró la hora en el reloj que adornaba su muñeca izquierda.

—No es tan tarde —murmuró. Le sonreí cuando sus labios se estiraron también en una sonrisa.

—Creo que nosotros hacemos mal tercio —Eamon cogió a Bór de la sudadera y le obligó a ponerse de pie.

—¡Oye! Estoy comiendo —cogió el plato mientras Eamon lo sacaba de la cocina a regañadientes.

—¡Que los dejemos solos!

—¡Ya entendí, sí! —ambos reímos.

—Parecen unos niños —habló Caden. Tenía la punta de su nariz en mi mejilla y su tibia respiración provocaba un cosquilleo en mi piel

—Son unos niños —le dije. Señaló la puerta de la cocina y le seguí de cerca. Cogió el abrigo que yacía colgado en el perchero y me ayudó a ponerlo —. ¿Por qué quieres dar una vuelta a esta hora?

—Solo quiero pasar tiempo con mi esposa —acomodó mi cabello y esperé a que se pusiera su abrigo.

Abrí la puerta en cuanto se calzó el abrigo, salí primero y detrás lo hizo él.

—Es raro que quieras salir a esta hora pero me gusta pasar tiempo a tu lado —me acerqué para enganchar mi brazo con el suyo, apoyando la mejilla en su hombro.

—Estos días han sido una locura para todos —empezó a hablar —. Desde que llegamos todo se ha descontrolado, no hemos tenido un día en paz. Siento que esto nos va a superar —suspiró.

Entramos al bosque que a esta hora de la noche estaba oscuro y solo, más solo que de costumbre.

—Lo sé, todo ha sido tan rápido. Nuestros niños están sufriendo —musité.

—Se merecían al menos una noche y Camille junto a Morgan los están cuidando —reí.

—Aunque no dudo que sean ellos quienes cuiden de ellas —Caden se rio por lo que dije.

—Sí, a veces ellos son los adultos en esta casa —su pecho se infló —. ¿Te digo la verdad?

—¿Me vas a decir que hacemos a mitad del bosque a estas horas?

—Sí —apartó una rama —. ¿Recuerdas que hace años vimos una cabaña abandonada? Creo que era del guardabosques.

—Creo que sí —musité —. ¿Por qué lo preguntas? —me aferré a su brazo para no tropezar.

—Hace días vine a dar una vuelta y la vi, entré y ha estado abandonada desde quien sabe cuándo así que pensé que este podría ser nuestro refugio, ya sabes...—encogió un hombro —. Para nosotros solos.

—¿Estás pensando en sexo? —detuvo sus pasos. Miré al frente y ahí estaba la cabaña de la que hablaba.

—No pensaba en sexo —se hizo el ofendido.

—Claro que sí piensas en eso —no dijo nada. Me llevó con él hacia la cabaña, se adelantó para abrir la puerta, con una mano buscó el interruptor y las luces se encendieron.

Caden dio un paso dentro, me hizo una señal para que entrara también. Di un paso mirando la pequeña habitación que consistía en una sola pieza donde había una cama con edredones blancos, almohadas del mismo color, arriba una lámpara que iluminaba el lugar, una mesa en la esquina y una chimenea en el otro extremo.

—¿Tú hiciste todo esto? —le pregunté

—Solo para ti, mi amor —cerró la puerta en cuanto estuve dentro. La ventana tenía unas bonitas cortinas dobles de color blanco. No podía creer que Caden tuviera esta delicadeza para preparar todo esto y la paciencia para no decirme nada hasta ahora.

—¿En serio? —me quité el abrigo.

—¿Lo dudas? —me giré para mirarlo, negué y sonrió.

—No, te creo —se quitó el abrigo, me pidió el mío para colgar ambos en el perchero que había al lado de la puerta.

—Sabes que haría cualquier cosa por ti —se acercó, terminando con la poca distancia que nos separaba.

—Lo sé y no dudo que harías lo que fuera por mí, pero por favor no vuelvas a dar tu vida. No soportaría perderte de nuevo. Te necesito tanto...—Sus brazos se cerraron alrededor de mi cuerpo, apretándome a su duro torso. Apoyé la mejilla en su pecho mientras mis brazos rodeaban su espalda y lo abrazaba con premura.

Soñé tantas veces con este momento, volver a verlo, tenerlo así de cerca pero aquellos sueños se veían tan lejanos porque para ser sincera jamás creí que lo volvería a ver, lo creí muerto para siempre y pensar aquello me dolía en el alma. Caden era el amor de mi vida, mi alma gemela y su muerte dejó un gran vacío en mi vida. Pensé que la llegada de mis hijos iba a aminorar el dolor que dejó su padre tras su partida pero este seguía ahí, latente en cada momento de mi vida, tal vez no se hacía presente a cada rato pero si rascaba lo suficiente salía a flote y me hacía daño, mucho daño.

—Cariño —me apartó unos pocos centímetros. Cogió mi barbilla con dos dedos —. Te juro por mi vida que esta vez no te voy a dejar por nada del mundo, tengo más motivos para seguir adelante, para pelear, para no dejarme vencer.

Una tonta sonrisa se dibujó en mis labios. Su boca descendió por mi mejilla, se detuvo en mi cuello donde dejó besos calientes y apasionados.

—Te podría decir que quiero beber vino y platicar —murmuró sobre mi delicada piel —, pero estaría mintiendo.

—¿Entonces qué quieres hacer?

—Hacerte el amor —dijo sin dudar.

—Me gusta más hacer el amor que beber vino y hablar —ambos reímos.

Me tomó de la cintura girando mi cuerpo, mi espalda acarició su duro pecho y sus manos descendieron por mi cintura y costillas hasta llegar a mis senos que no tardó en masajear y acariciar, sus labios húmedos mordían y chupaban la piel de mi cuello. El calor del deseo no tardó en apoderarse de mi cuerpo, estas ganas por estar con él eran mucho más grandes que cualquier otra cosa, quería sentirlo de nuevo, sus besos y su cuerpo pegado al mío.

—Demonios —me llevó a la cama —. Eres demasiado sexy para ser real —su comentario me hizo reír.

Me dejó frente a la cama y me hizo girar para quedar cara a cara.

—¿Puedo? —se refería a sí podía quitarme la ropa.

—Creo que te estás tardando, deja tus modales de lado —sonrió.

Estiró la mano a la altura de mi blusa y tiró de la costura para jalarla hacia arriba y deshacerse de la prenda dejando mis senos libres, no llevaba sujetador así que bajó las manos para quitar el botón de mi pantalón. Su mirada no se despegaba de la mía, era fuerte, tenía ese toque de lujuria y pasión que tanto me gustaba ver en él, a la vez que era dulce y delicado.

—Siéntate —dijo en un tono neutro. Obedecí sus órdenes y tomé asiento en la orilla de la cama. Se arrodilló frente a mí para quitarme los botines, bajó el cierre y los hizo a un lado —. Cuando estaba solo en mi celda pensaba en este momento, que jamás te iba a poder tocar de nuevo —musitó con dolor —. Temía tanto a las amenazas de Freya cuando decía que me ibas a olvidar, que encontrarías a alguien mejor que yo.

—Eso nunca va a pasar porque no hay nadie como tú, jamás en la vida —sonrió.

Se incorporó para ayudarme con el pantalón y así quedar solo en bragas. Aquella noche llevaba puestas unas de color rosa nada sexis porque mis intenciones no eran venir a este lugar y hacer esto. Con todo lo que estaba pasando mi cabeza era un caos.

—Sabes que allá afuera hay más hombres que pueden ser mejores que yo...—puse un dedo sobre sus labios para que se callara.

—Pero nadie me ama de esta manera tan loca y pasional —sonrió. Cogió mi muñeca entre sus grandes manos, apretando sus dedos con delicadeza —. No vuelvas a decir eso —le pedí, mirándolo a los ojos.

En un movimiento estaba acostada sobre el colchón y él encima de mí cubriéndome por completo, siempre fue un hombre alto y grandote, piernas, brazos, espalda, todo en él era grande y tal vez fue eso entre todo lo que me enamoró de él, no era el típico chico delgado y alto que a la mayoría de las mujeres les gustaba.

—Y nadie te amará como lo hago yo —culminó para besar mis labios con pasión, deseo e ímpetu. Metía su lengua dentro de mi boca, estas jugaban dentro, se buscaban, se encontraban y se dejaban sentir.

Tantos años deseando este momento, esperando paciente uno de sus besos, sus caricias en mi piel, mordidas que dejaba cada que el éxtasis llegaba y explotaba en nuestros cuerpos y anhelaba que esta noche lo hiciera, que no tuviera miramientos ni piedad por mí. Detuvo sus besos unos segundos para deslizarse hacia abajo y dejar más de estos esparcidos cerca de mis labios, continúo por mi barbilla y se quedó en mi cuello unos minutos donde lamía mi piel, acariciaba con su lengua, dejaba pequeñas mordidas sin enterrar por completo sus colmillos. Descendió por mi clavícula, se detuvo en el valle de mis senos, amasó estos, los mordió, metió a su boca para darles todo el amor que se les negó estos años, pellizcaba mis pezones con sus dedos y procedía a chuparlos. Cada toque de su parte encendía mucho más este fuego que creí apagado pero que solo estaba a la espera de este momento, donde estuviera de nuevo entre sus brazos y me tratara como la reina que era para él.

Sus besos continuaron hasta llegar a mi vientre, rodeó mi ombligo, levanté el trasero cuando sus dedos se asieron a la costura de mis bragas, las deslizó por mis muslos y piernas hasta que la prenda abandonó mi cuerpo. Abrió mis piernas y pude ver como se lamía los labios para perderse en medio de estas, el deseo me consumía, la carne me ardía y pedí mucho más de todo el amor que me estaba dando aquella noche. Movía su lengua de una manera lenta sobre mi clítoris, apretaba aquel botón con su pulgar y de vez en cuando me penetraba también intensificando más el deseo que se acumulaba en medio de mis piernas y que no tardaría en explotar, pero conociendo a Caden iba a alargar el momento lo más que se pudiera.

Mordió el interior de mis piernas donde sus colmillos se enterraron sin piedad ni compasión, los sentía filosos rasgar mi piel, succionaba de mi sangre y se regocijaba en el dolor que generaba en mi cuerpo. Procedió a lamer mi sexo, con cuidado generando desconcierto en mí ya que podía ser despiadado pero dulce a la vez. Chupó mi clítoris y no se separó de él hasta que mi orgasmo explotó en su boca, apreté las sábanas entre mis dedos, cerrando los ojos, buscando el oxígeno que mis pulmones pedían a gritos desesperados. Gemí sin prohibiciones, mi cuerpo se sacudió y mis entrañas se movieron dentro de mi cuerpo. Caden se separó justo en el momento que solté las sábanas, cuando aquel sentimiento de excitación estaba abandonando mi cuerpo, dejando estragos a su paso.

Se deslizó sobre mi cuerpo cubriéndolo y se lamió una gota de sangre que tenía sobre los labios con la punta de la lengua.

—¿Lo disfrutaste? —besó mis hombros desnudos sentándose a horcajadas sobre mí.

—Sabes que sí —se me dificultaba hablar. Todavía tenía esa sonrisa tonta dibujada sobre los labios y aquella sensación colapsando mi cuerpo.

—Siempre quiero más de ti —murmuró.

—Y te daré todo lo que quieras —cogió mi muñeca izquierda.

—Solo quiero algo de ti —pidió impaciente, casi suplicando.

—Toma todo lo que quieras de mí.

Alrededor de sus ojos se notaron aquellas venas oscuras, rojas como el vino y entendí que quería aparte de mi cuerpo y mis orgasmos. Giró mi muñeca y olisqueó la cara interna de esta, continúo hasta llegar a la parte interna de mi codo.

—¿Puedo?

—Puedes hacer lo que quieras —aquella sonrisa ladina se ensanchó mucho más, sus ojos tomaron un color rojo intenso y sus colmillos salieron filosos para enterrarse en mi piel. Gemí en el preciso momento que empezó a succionar mi sangre y juro que aquella escena nos excitaba mucho más que lo ocurrido minutos atrás.


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