Capítulo 15 ♛
Corban
Después de todo el caos que provoqué aquella noche me sentía tan mal, era una sensación extraña dentro de mi pecho, un sentimiento que no llegué a sentir nunca en la vida hasta ahora. ¿Por qué ahora?
Me porté como un imbécil con la conejita. Casi mato a su novio.
—Mierda, mierda —arrojé la toalla al suelo y caminé hacia la ventana. Acababa de darme un baño así que solo una toalla cubría la mitad de mi cuerpo. La noche se cernía como un manto oscuro en todo el pueblo, los árboles rodeaban la propiedad y a lo lejos no se alcanzaba a ver nada más que sombras.
Cogí la toalla de nuevo para terminar de secar mi cabello y me puse el pijama. Miré el pequeño peluche de un conejito blanco que compré hace unos días pensando precisamente en ella. Salí de mi recamara. Esta era la última del pasillo, donde Lorian se encontraba estaba más cerca de las escaleras. Todo estaba en silencio arriba pero abajo ya se encontraban los padres de Lorian, no habían subido porque dormía pero eso no era del todo cierto, no podía dormir bien por mi culpa.
Toqué con los nudillos sin hacer mucho ruido, mirando a cada lado para que nadie viera que estaba molestado a la pelirroja.
—Adelante —escuché desde dentro. Empujé y cerré sin mirar atrás. Un pequeño halo de luz iluminaba la recamara sutilmente. Lorian se encontraba acostada de lado y al verme abrió los ojos asustada —. ¿Qué haces aquí? —preguntó, molesta.
—Vine a disculparme contigo —tragué grueso. Nunca tuve la necesidad de disculparme con nadie pero con ella lo haría una y otra vez de ser necesario.
—¿Tú me estás pidiendo una disculpa? —Encendió las luces de la recamara, al verla mejor pude detallar su rostro, sus ojos hinchados e inyectados en sangre —. ¿Tú Corban Edevane? —despegué la espalda de la pared para acercarme.
—¿Puedo? —señalé el espacio vacío a su lado. Asintió y se incorporó recargando la espalda contra el respaldo de la cama —. No soy un monstruo —dije serio. Su ceño se frunció —. Aunque no lo creas también tengo sentimientos —se cruzó de brazos y entornó los ojos.
—Dudo mucho que así sea —suspiró —. Estabas cómo...—pasó saliva —. No te conocía y tenía miedo de lo que pudieras hacerme —cogí su mano para apretarla con cuidado.
—Nunca te haría daño así, así no —sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Pero lo hiciste hace rato y lo sigues haciendo cada que...Sabes a qué me refiero.
—Lo siento, ¿sí? Lamento no ser el príncipe azul que tanto esperabas y mereces, lamento ser más el dragón que custodia la torre para que nadie se acerque y te haga daño —estaba siendo sincero con ella.
—Yo no esperaba un príncipe azul, ni un hombre de ensueño. Sabía como eres, sé como eres pero creo que más que eso soy yo quien no cumple con tus expectativas —dijo triste, agachando la cabeza.
—¿Qué? —pregunté incrédulo —. Para nada, eso no es cierto —expresé ofendido, casi molesto —. No sabes de lo que hablas.
—Sí lo sé —se exaspera —. Por eso no me quieres a tu lado, porque no soy una sádica bebedora de sangre, porque soy un licántropo torpe, ¿por eso no me quieres? Dime —exigió —. Te aseguro que si fuera como tú estarías a mis pies, rogando porque te haga caso —bufó. Desvió la mirada hacia otro lado para dejar de verme.
—Tú no entiendes nada —me quise poner de pie pero ahora fue ella quien me cogió de la mano para que no me moviera de mi lugar.
—¿Qué se supone que no entiendo? Porque yo creo entender todo —estaba molesta —. No me quieres, nunca me vas a querer. Lo mejor que podemos hacer es romper todo lazo que nos une, hay muchas maneras de hacerlo así que será lo mejor para ti.
—¿Y será lo mejor para ti?
—Está claro que lo que yo quiera no importa —soltó mi mano. Se apartó para no estar cerca de mí. La entendía, la entendía a la perfección pero aún no dejaba de doler un poco.
Pasaron unos segundos en los que ninguno dijo nada, nos mirábamos de vez en cuando y también huíamos de la mirada del otro en silencio. Saqué la mano detrás de la espalda llamando su atención, sus ojos se abrieron grandes, llenos de magia e ilusión.
—¿Qué es esto? —estiré mi mano hacia ella —. ¿Es para mí? —asentí y cogió el peluche con los dedos.
—Lo compré el otro día, pensé en ti —me rasqué la nuca —. Tal vez es una tontería pero...
—No es una tontería —interrumpió —. Para nada lo es —sonrió sincera al verme —. Gracias.
—¿Te gusta? ¿En serio?
—¡Sí! —exclamó un poco más feliz —. Gracias —repitió.
Toqué su mano con la yema de mis dedos para hacerle sentir lo que pensaba en ese momento, lo que mi corazón guardaba con recelo. Cerré los ojos mientras que los suyos se mantenían abiertos. Cada sentimiento, cada emoción, cada miedo que me acompañaban cada día desde que nací, ahí estaban expuestos para ella nada más.
—¿Ahora lo entiendes? —abrí los ojos —. ¿Entiendes porque no te quiero a mi lado? asintió lentamente —. No es porque seas un licántropo, o porque no seas como yo. Amo la idea de que no seas como yo, pero tampoco eres tan inocente —dije en un tono de voz sugerente que le provocó ponerse roja de las mejillas —. Eso me gusta de ti —sostuve su mano, con mi pulgar acariciaba su dorso.
—¿Entonces que pasa entre nosotros? ¿Por qué no terminamos con esta tonta guerra de una vez por todas? —solté su mano y me puse de pie.
—No me hagas este tipo de preguntas —iba de un lado de la pieza al otro. Frustrado y molesto.
—Contigo no se puede, Corban, simplemente no se puede hablar —bajó de la cama y se apresuró hacia mí. Me aparté cuando estaba tan cerca que el calor de su cuerpo me acarició la piel —. Eres un tonto, necio y te odio —dijo determinada.
—¿Me odias? ¿Estás segura?
—Te odio demasiado, más con esto que acabas de hacer —se cruzó de brazos.
—¿Mi regalo no sumó puntos extras a mi favor? —negó —. ¿Por qué no?
—Porque por cada acto bueno que hagas cometes uno malo que manda todo al carajo. Tienes miedo, yo también tengo miedo. Tengo mucho miedo, Corban, pero si te dieras la oportunidad, si nos dieras la oportunidad, tal vez, no sé...—encogió un hombro.
—¿Tal vez qué? —De manera involuntaria di un paso cerca y otro más.
—Tú y yo seríamos invencibles —pasó saliva con dificultad. Di un paso más —. Pero quieres seguir siendo el mismo tonto que no acepta sus sentimientos, que se niega a...—y sin pensarlo ni medir las consecuencias de lo que mis actos iban a traer subí mis manos a sus mejillas y apreté mis labios a los suyos.
Quería terminar con esta tortura, quería probar sus labios de una vez por todas. Saborearlos, probarlos por primera vez. Se sentía tan irreal, como si fuera magia. Una que danzaba a nuestro alrededor y nos envolvía juntos. Besarla fue lo más placentero que pude llegar a sentir en todos estos años, ni siquiera la sangre se comparaba con este sentimiento. Sus labios suaves e hinchados, dulces y tibios. Su cuerpo se apretó al mío cuando sus manos fueron a mi espalda, mi corazón empezó a latir apresurado, mi boca estaba deseosa por probar más allá de sus labios, quería lamer cada centímetro de su pálida piel, quería profanar su santo y bendecido cuerpo, lastimarlo un poco, solo lo suficiente para que me pidiera más.
—Conejita —la separé un segundo, pero esta vez fue ella quien devoró mis labios con ímpetu.
—¿Lo sientes? Sé que lo sientes —dijo bajito, respiraba con dificultad. Yo tampoco podía pensar claramente, mi cabeza era un lío. Mis ideas iban de un lado al otro como las abejas en un gran panal, mi estómago se contrajo, mis entrañas ardieron —. Ya no te resistas, por favor —soltó mi espalda para coger el cuello de mi camisa y así profundizar nuestro beso —. Por favor, Corban, sé mío completamente y yo seré tuya de igual manera.
—Conejita —la aparté con cuidado, solo un suspiro nos separaba —. Lo que dices es una locura —aparté los mechones rojos de su rostro para tener una mejor vista de este.
Me gustan tus pecas, cariño, son hermosas tanto como tú.
—Lo sé, sé que contigo todo es una locura —en sus labios se dibujó una diminuta sonrisa que avivó la llama en mi pecho —. Pero quiero vivir esa locura contigo —su mano ascendió a mi frente apartando algunos mechones todavía húmedos.
—Estás completamente desquiciada —sostenía sus mejillas acariciando su piel con mis pulgares.
—Igual que tú —sonreí por su comentario —. Dime que no te gusto, que no sientes nada cuando me ves, dime que no te atraigo en lo más mínimo y sabré que estás mintiendo.
No podía seguir mintiéndome de esta manera tan descarada, fingir que Lorian no me ponía como loco porque no era cierto. Ella sí me gustaba, me gusta mucho. Todo lo que representaba en ese momento, lo poco que conocía de ella era suficiente para que no dejara de pensar ni un minuto en estar a su lado, pero como el gran imbécil que siempre fui lo ignoraba dejándolo de lado.
—Di algo, Corban, lo que sea. Tu silencio me mata —me aparté unos centímetros, deslizando mis dedos entre mi cabello aún húmedo. Giré sobre mis talones y bufé lo más alto que pude.
—No sé que decir —admití con algo de pena. Jamás en la vida me había quedado sin palabras que decir y ahora no tenía una sola que pudiera arreglar lo que había jodido aquella noche —. No sé que hacer.
—Corban —dio un paso quedando detrás de mí. El calor de su cuerpo y sus emociones me golpeaban como si fueran grandes olas que chocaban contra las rocas de un acantilado. Me dejan descolocado, aturdido y mudo —. No te puedes quedar en silencio.
—Sí puedo.
—Pues no es la solución a nada de esto —suspiró bajito provocando un escalofrío que me recorrió la piel de extremo a extremo —. Pues aunque tú no lo quieras yo sí voy a luchar por esto, daré todo lo que tengo para que te enamores de mí.
El problema radica en que no tienes que hacer nada para que te ame como loco.
—Voy a luchar y no rendirme, porque sé que un día lo harás, me vas a amar como un desquiciado, tanto que no podrás vivir sin mí, no podrás cerrar los ojos porque me verás en tus sueños. Yo no me voy a dar por vencida, Corban, ya no —dijo alto y recio. Estaba determinada a que esto funcionara y si la conocía como juraba hacerlo sabía que no se iba a dar por vencida, una de las tantas cualidades por las que me gustaba.
Sus delgadas manos y largos dedos ascendieron por mis brazos hasta llegar a mis hombros, donde se asieron hundiendo estos en la tela de mi pijama, masajeó un poco para después bajar a mi cintura y rodear mi torso con sus brazos. La sensación de paz me acarició la piel. Solté un suspiro y dejé que me abrazara. Se sentía cálido, tranquilo, eufónico. Quería alargar los segundos y que este momento no terminara nunca, quedarme con ella en esta habitación sin que nadie nos interrumpiera. Apoyó la cabeza contra mi espalda, sin dudarlo mis manos apresaron sus brazos, esta paz que ella me daba no la sentí con nadie y dudaba mucho que un día lo fuera a sentir así de nuevo.
—Déjate llevar, deja de resistirte y dame todo de ti.
—Si te doy todo de mí me vas a ver como un monstruo, así como me mirabas hace rato. Date cuenta que no soy bueno para ti, soy una aberración...
—Jamás digas eso o te juro que te voy a golpear —dijo molesta, separándose de mí. Al girarme tenía los brazos cruzados sobre su pecho y me miraba de tal manera que estaba seguro que si hacía un movimiento en falso me iba a arrancar la cabeza o convertirme en un sapo —. No eres nada de eso.
—¿Viste lo que hice hace rato? Porque puedo hacer cosas peores —su ceño se relajó —. No me conoces, conejita.
—Y eso es lo que más anhelo, monstruito, conocerte mejor —sus hombros se aflojaron a tal grado que ya no se veía tensa —. No te voy a rogar, no acostumbro hacerlo pero sino cooperas tendré que convertirte en un sapo y lo único que podrás comer serán insectos, te vas a tener que olvidar de la sangre.
Lo sabía. Lo sabía.
—¿Harías eso? —alcé una ceja. Mi tono de voz era sugerente.
—Puedo hacer eso y mucho más —su tono de voz era igual al mío y cuando se aproximó, me tomó del cuello de mi camisa y me acercó a ella a la fuerza, entonces supe que no hablaba por hablar, era capaz de lo que sea.
—Yo también puedo hacer muchas cosas, conejita —acerqué mi nariz a la curvatura de su mandíbula olisqueando a mi paso, llenando mis pulmones de su aroma embriagador —. ¿Te gustaría descubrirlas? —un jadeo mortecino brotó de su garganta. La punta de mi nariz rozó su oreja y bajé a su cuello para inhalar y lamer su piel. Mis colmillos salieron filosos pero retuve cualquier instinto asesino solo para dejar un beso sobre su piel, repartí unos cuantos a lo largo de su garganta y clavícula apartando la tela que cubría sus pechos donde los pezones se marcaban sobre la tela. Me imaginé metiéndolos en mi boca, chupándolos y mordiendo para dejar marcas visibles de que estuve ahí, que fui el primero en profanar su cuerpo.
—Sí quiero...—jadeó de tal manera que mi miembro se puso duro en una fracción de segundos. La llevé hacia la pared más cercana para acorralarla y apretar mi cuerpo contra el suyo. Mi pulgar se deslizó por su labio inferior, lo chupé y mordí un poco, una gota de sangre brotó de su piel lastimada, pasé mi lengua sobre esta llevándome el resto de linfa en mi punta. Su sabor y olor me estaban enloqueciendo. La herida no tardó en cerrarse lentamente.
—¿Quieres saber que te haré el día que decidas entregarte a mí? —sacudió la cabeza en una afirmación —. Porque lo harás, tarde o temprano te vas a entregar a mí en cuerpo y alma —con una mano sostenía su garganta y con la otra su cintura —. Voy a abrir tus piernas y perderme en el paraíso que guardas ahí abajo, voy a lamer cada centímetro de tu cuerpo dejando mordidas en tu piel, notorias marcas de que eres mía y que nadie más te puede tocar. Voy a saborear tu sangre mientras te penetro duro —se mojó los labios —. Mis colmillos se van a enterrar en tu cuello mientras un rico orgasmo sacude tu cuerpo. No seré piadoso, te voy a profanar y venerar como la diosa que eres.
Su corazón empezó a palpitar tan rápido y descontrolado que una de sus venas empezó a latir en el costado de cuello, llamando mi atención, mis ojos curiosos escudriñaron su garganta, con ganas de enterrar mis colmillos en su pálida y suave piel, pero contuve mis ganas porque si empezaba a hacerlo ahora sabía que no iba a poder parar, me volvería adicto a su sangre, a querer más y más, iba a necesitar una dosis más grande entre más pasara el tiempo.
—¿No tienes nada que decir? —su cabello caía en su rostro, lo aparté dejándolo detrás de sus hombros para apreciarla mejor.
—¿Todo eso me harás? —su pregunta salió mortífera.
—Eso y más, no te puedes imaginar lo que mi mente siniestra tiene preparado para ti —sus labios se abrieron unos centímetros. Su boquita se veía tan apetecible que la idea de penetrarla no se escuchaba nada mal —. ¿Cómo se vería mi pene dentro de tu boca? —le cuestioné —. ¿Cómo se vería dentro de tu pequeña y apretada vagina? Tus paredes apresándolo, mi semen escurriendo por tus muslos, estos con marcas de mis dedos, mordidas y tus nalgas rojas por todos los golpes que te daré cuando te portes más y no obedezcas —si había una palabra para describir como se sentía en este momento podía decir que era, atónita.
Se quedó sin palabras, con la boca entreabierta, su corazón latiendo rápidamente, su cuerpo apretado al mío, reaccionando al contacto de su piel tibia. Sentía las bolas duras y con ganas de descargarme en su interior, escucharla gemir y pedir más, más, mucho más.
¡Sí, sí, demonios!
—Demonios —me quise apartar pero ella me lo impidió cogiendo el cuello de mi camisa.
—Me gustaría saber lo que piensas cuando me ves —subió una mano a mi mejilla —. ¿Cuándo podré saberlo?
—Pronto, te lo aseguro —sonrió, después apretó sus labios a los míos para culminar con un beso lento e indolente.
—Espero que no demores tanto —acaricié su barbilla con dos dedos y dejé un último beso en la punta de su nariz.
—Te miras tan bonita cuando sonríes.
Eso bastó para que una bonita sonrisa adornara sus labios.
—Hasta mañana, Lorian.
—Hasta mañana, monstruito —nos separamos, la miré con el ceño fruncido, se quedó recargada en la pared mientras yo me alejaba para salir de su habitación y regresar a la mía. Me estaba conteniendo para no arrancarle la ropa y dejarla desnuda ante mis ojos. Tendría que ocuparme de aquel pequeño problema más tarde.
Solo pude dar un par de pasos antes de ver a mi madre apoyada en el marco de mi puerta, con los brazos cruzados y esa mirada que prometía una regañiza nivel "te voy a dar unas nalgadas porque te portas mal".
Tragué saliva y de repente tenía la boca seca.
—Tenemos que hablar —empujó la puerta (con sus poderes obviamente) y se hizo a un lado para permitirme pasar.
—Mamá...
—Tú y yo tenemos que hablar —sentenció seria. Permitió que pasara y detrás lo hizo ella cerrando la puerta detrás de sí. Ya sabía lo que me esperaba, porque sí, fui estúpido e inmaduro —. ¿Qué pasa contigo, hijo? —preguntó trémula. Giré sobre mis talones y la enfrenté, tenía que hacerlo ahora ya que después sería peor —. ¿Estás bien?
—Mamá, ya no tengo cinco años.
—No los tienes pero pareces un niño de cinco años —respondió seria. Tenía esa mirada que dice "No sé que hice mal contigo para que te portes así" —. Dime, ¿qué sientes? Soy tu madre, cariño y te entiendo mejor que nadie.
—Tú hiciste lo mismo —di unos cuantos pasos para quedar frente a la cama y dejarme caer sin ganas ni ánimos de hacer esto pero ya había hecho demasiadas estupideces y esto no lo iba a dejar pasar.
—Es muy diferente, hijo —acortó la distancia para sentarse a mi lado —. Y no me estoy justificando pero las cosas se dieron de otra manera.
Enid y yo sabíamos todo acerca de mi madre, desde antes de conocer a papá hasta el día que nos tuvo a mi hermana y a mí. La historia favorita de Enid era esa que nos contaba antes de dormir, cuando conoció a papá y todo cambió para ella, su mundo y todo en lo que creía.
—Lo que yo hice fue para defender a alguien y tú...—me miraba curiosa —. ¿Tú por qué lo hiciste? —buscaba mi mirada y yo huía de la suya —. ¿Quieres lastimar a Lorian? ¿Es eso?
—¡No! —expresé rápidamente —. Claro que no, yo...—me sobé la garganta.
—Dime, hijo, dime lo que está pasando, aunque...—se quedó callada de golpe.
—¿Aunque qué? ¿Qué sabes? —me giré por completo hacia ella para buscar en su mirada un indicio, necesitaba saber que sabía.
—He visto como la observas —puso una mano encima de la mía —. Tus pupilas se dilatan, tu corazón late errático, todo en ti cambia cuando está cerca —quise abrir la boca pero se me adelantó —. No tienes que decir nada, lo sé —apretó mis manos —. Lorian es tu compañera.
Creo que hasta ahora nadie lo sabía, excepto Enid y Boone, solo mi madre pudo descifrar mis miradas hacia la conejita, mi corazón delatándome y estas inmensas ganas de querer estar a su lado.
—Yo...—sentía comezón en un lado de mi cuello y fue inevitable no rascarme y que mi madre se diera cuenta.
—Está bien, Corban, no digas nada te entiendo, te resistes, ¿pero sabes qué? —al no decir nada continuó —. Resistirte no va a servir de nada, va a llegar el momento en el que el anhelo por estar a su lado será tan férreo que te va a doler no estarlo. Lo mejor que puedes hacer es disfrutar, dejar de lado esas ideas que tienes —su mano ascendió a mi frente para apartar algunos mechones húmedos de esta —, y ya, solo déjate llevar, monstruito —sentí pena que hubiera escuchado lo que hablamos Lorian y yo —. No tengas pendiente, es un secreto —se llevó el dedo índice a los labios y me hizo un guiño.
—¿Crees que si Caden estuviera vivo sería tan genial como lo eres tú? —Un suspiro cargado de melancolía me hizo saber que el dolor seguía ahí, estancado en su piel como un tatuaje —. No debí hablar de él, lo siento —me miró a los ojos, estaban llenos de lágrimas pero las retuvo hasta el último momento.
—Sé que si tu padre estuviera aquí te daría el mismo consejo, sería tu confidente y te hubiera enseñado todo lo que él sabía —su corazón latía errático. Su voz se escuchaba diferente cuando hablaba de él —. Hubiera sido el mejor padre de todo el mundo —musitó.
—¿Tú quieres verlo de nuevo?
—Si eso supone un peligro para ti y tu hermana...
—No te pregunté eso —le interrumpí —. Quiero saber si tuvieras una oportunidad para traerlo de regreso, ¿la aceptarías? ¿Harías cualquier cosa por traer a Caden del infierno?
—Lo haría —dijo firme —. Haría lo que sea por ver a tu padre de nuevo.
Sonreí. Eso era todo lo que pude hacer ante sus palabras. Me devolvió la sonrisa, sus comisuras se estiraron, sus mejillas parecían melocotones, sus ojos brillaban. Entonces supe que no necesitaba más pruebas, no tenía que buscar un indicio que me dijera lo que tenía que hacer o no hacer en todo caso. Estaba determinado a hacer lo que sea para traer de regreso a Caden, quería ver a mi madre feliz como siempre debió serlo.
—¿Y tú qué harás?
—No prometo nada pero intentaré acercarme a ella, cuidarla —entornó los ojos —. Cuidarla de buena manera —corregí —. Lo voy a intentar.
—Está bien, hijo, te dejo descansar —se puso de pie y caminó hacia la puerta —. Hasta mañana, Corban —giró la cabeza para despedirse.
—Hasta mañana, Móðir. (mamá)
—Ég elska þig sonur. (Te quiero, hijo)
Le sonreí y salió de la habitación.
—Skítt. (Mierda)
Ahora que mi madre sabía lo que había entre Lorian y yo las cosas se podían complicar un poco, porque la conocía tan bien y estaba seguro que iba a ser cupido entre la conejita y yo. Mamá adoraba a Lorian, lo hizo desde el primer momento que la vio, al ser Thea su mejor amiga sus hijos eran como sus hijos.
—Estoy jodido —metí las manos bajo mi cabeza y cerré los ojos. Esperaba que las cosas no se fueran a complicar más de lo que ya estaban, creo que todo podía ir mal, muy mal.
Enid
Abrí los ojos de golpe, arriba de mí se dibujaba un cielo azul con cuantiosas nubes esponjosas de color blanco, giré la cabeza observando el hermoso paraíso que había a mi alrededor, árboles de todos los tamaños y formas, flores de colores vivos y el pasto debajo de mi cuerpo era fresco. Parpadeé para confirmar que esto era real, que no estaba soñando, al abrir los ojos una figura apareció a mi lado, solo podía ver sus pies, sus zapatos negros y si subía un poco más las manos detrás de la espalda y ese cabello rojo.
—Caine —escupí. Me puse de pie apoyando las manos en el pasto, me quite algunas hebras de color verde que se habían pegado a mis ropas y terminé con la poca distancia que nos separaba —. ¿Qué hago aquí? ¿Qué es este lugar? —no dijo una palabra, lo que se me hizo extraño —. ¿No me vas a decir nada? —bufé, frustrada, casi molesta por su silencio —. ¿Este es el paraíso?
—¿Crees que así luce el paraíso? —respondió a mi pregunta con otra pregunta.
—No sé y tampoco quiero descubrirlo —musité.
—Tal vez este es el infierno para algunos —respondió —. No sé —encogió un hombro.
—¿Qué pasa contigo? —Frente a nosotros había un gran árbol, con frondosas copas atiborradas de hojas verdes, algunas que ya estaban secas caían al suelo y el viento las llevaba por un camino invisible. Caine seguía con las manos en la espalda —. ¿Estás bien?
—¿Sabes? Estoy un poco harto de todo esto, estoy harto de tener que ver a Freya todos los días, estoy harto de tener que esperar —en su voz había solo melancolía y tristeza en su máxima expresión.
—Eso de que estás harto lo dices por...ella, ¿no es así? —asintió sin siquiera mirarme a los ojos —. Por mi hermana de la que no me puedes o no quieres decirme nada —musité.
—Sabes que si te digo algo de más todo puede salir mal...
—¿Acaso las cosas pueden ir más mal de lo que ya están? —sonrió afirmando con la cabeza.
—Pues sí, sí pueden ir peor —bufé.
—Hvað í fjandanum. (Que mierda)
—Ég veit, Enid, allt er í voða. (Lo sé, Enid, todo es una mierda) —fruncí el ceño.
—¿Sabes hablar islandés? —inquirí.
—Soy un demonio con millones de años de vida, Enid, sé todos los idiomas, pequeña vampiresa —suspiró.
—¿Qué quieres de mí, Caine? ¿Tienes información o nada más estoy aquí por gusto? —terminó con esta incógnita y se giró por completo hacia mí.
—En dos días habrá una reunión en el infierno, Freya hace esto para ver como van las cosas allá abajo y esas estupideces —espetó, rodando los ojos con hastío —. Esta es tu única oportunidad para entrar sin que nadie te vea, pero te tengo que advertir algo —levantó un dedo —. No va a ser fácil, habrá muchos obstáculos, Enid, hay monstruos en ese lugar del que ya no queda nada de lo que fue antes. Ahora cualquier acto que vaya en contra de Freya es castigado con la muerte. Hay "guardias" en cada nivel, en cada parte vigilando que todo se cumpla tal y como ella lo manda.
—¿Por qué dices "guardias" de esa manera? —pregunté con mucha curiosidad. El tono que usó para decir esa palabra no me gustó en nada.
—Porque son caballeros oscuros dispuestos a matar de la manera más cruel y sádica a quien sea —dijo determinado. No había ni una pizca de humor en su voz —. En dos días, antes de que salga el sol debes ir al bosque, habrá un claro de luz y ahí debes quedarte hasta que este te lleve al infierno, ten mucho cuidado con lo que haces, con quien hablas —zanjó.
—¿Y cómo voy a salir? —alcé una ceja —. ¿Cómo voy a saber que es hora de regresar a casa?
—Solo lo sabrás y ya, pero debes tener en cuenta que si puedes recuperar el alma de tu padre alguien debe estar aquí arriba para recibirlo, va a estar confundido, sorprendido y más que nada, perdido —me miraba a los ojos, atento, con las manos detrás de la espalda.
—Está bien, haré lo que me pidas.
—No vas a ir sola, ¿verdad? Vas a estar acompañada por ese lobo...—arrugó la nariz.
—Mira, Rojo...—ahora él alzó una ceja.
—¿Rojo?
—¿En serio lo tengo que decir? —soltó una risotada y negó con la cabeza.
—No eres buena poniendo apodos —ahora ya no se veía tan serio o molesto, lo que sea que estuviera sintiendo en ese momento.
—Soy mejor que tú en todo caso —le respondí.
—Niña.
—Rojo —me miró de reojo —. ¿Ya me puedo ir? —se giró de nuevo hacia mí, el movimiento fue rápido y brusco, tanto que tuve que dar un paso atrás.
—Vamos a seguir comunicándonos, niña.
Todo se sintió como si estuviera en un trance, como si estuviera cayendo de lo más alto y cuando abrí los ojos pegué un respingo en mi cama sentándome sobre el colchón con las manos sobre pecho. Miré la hora en el reloj y eran exactamente las tres de la madrugada.
—Maldita sea —farfullé y salí de la cama. Cogí el vaso con agua que mi madre siempre dejaba encima de la mesita y bebí desesperadamente —. Maldito Caine —me metí bajo las suaves sábanas y solté un largo y ruidoso suspiro.
En dos días iba a bajar al infierno para sacar a mi padre de su condena, en dos días me iba a enfrentar a los demonios que resguardaban aquel lugar. Solo esperaba que Freya no se enterara de nada y no tener que hacerle frente, no podría contra ella, no era tan fuerte como para cometer esa locura y enfrentarla yo sola, sin Corban no era nada, no era nadie.
****
Estaba sentada sobre el colchón con las piernas cruzadas intentando mandarle un mensaje a Boone, llevaba media hora sentada en esa cama intentando mandarle un mensaje a mi novio. Mi novio. Que bonita se escuchaba esa palabra.
La verdad que era medio tonta para esto de la tecnología y por más que Boone ya me había explicado cómo mandar un mensaje, como escribir sobre la pantalla o en todo caso un audio seguía sin entender mucho, cada día los teléfonos móviles eran más modernos y yo seguía estancada en la prehistoria.
Yo:
Te veo fuera de la casa en diez minutos ;)
El mensaje de respuesta no tardó en llegar.
Boonsito:
¿Pasa algo?
Yo:
Es algo complicado, por eso no quiero que nadie nos escuche.
Boonsito:
Está bien, te veo en diez minutos.
Salí de la cama y fui al baño para lavarme el rostro, busqué unas calcetas y unos zapatos para abandonar mi habitación e ir detrás de la casa. En este momento todos estaban más preocupados por lo que hizo Corban así que nadie iba a prestar atención si Boone y yo nos desaparecemos de la nada, aunque no creo que para mí madre fuéramos a pasar desapercibidos.
—¿Qué pasa? —cogí su mano y tiré de su brazo para salir de la casa, más cerca del bosque donde nadie nos podía ver. Nos escondimos detrás de un gran árbol con un tronco grueso.
—En dos días —empecé a explicar —. En dos días vamos a bajar —sus cejas se alzaron por la sorpresa, su boca se abrió sutilmente, como si fuera un pez en busca del agua.
—¿Cómo sabes que en dos días? —inquirió. Se abrazó en el momento que el viento sopló frío.
—Te dije que Caine me ha estado visitando en mis sueños.
—Sí, lo recuerdo.
—Ayer me dijo que en dos días habrá un tipo de reunión allá abajo, un evento que se celebra cada año entonces esta es nuestra oportunidad para bajar —contuvo un jadeo pero su rostro lo decía todo, no tenía que abrir la boca para hacerme saber que estaba aterrado —. Sino quieres bajar lo entiendo —se apresuró en coger mis manos.
—No digas eso, sí tengo miedo pero te dije que no te iba a dejar sola, que estaría contigo en todo momento y eso haré. No puedo permitir que bajes sola sin saber a qué te vas a enfrentar —comentó sincero.
—Es peligroso —murmuré.
—Lo sé, estoy consciente de eso y también sé que no te voy a dejar, nunca lo haré —supo de inmediato que quería abrazarlo porque extendió los brazos para apretar mi cuerpo contra el suyo —. ¿A qué hora nos vamos?
—Antes de que salga el sol, en medio del bosque, bajo un claro —asintió.
—Está bien —dejó un beso en mi frente —. Estaré listo a esa hora, ¿okey?
—Sí —apoyé mi mejilla contra su pecho y solté un suspiro.
—¿Qué tanto hacen? —pegué un chillido al escuchar la voz de Corban quien se encontraba del otro lado del gran árbol con una sonrisa petulante dibujada en los labios, enmarcada en sus facciones. No cabía duda que era hijo de Caden Edevane.
—Nada —respondí nerviosa. Me conocía tan bien que sabía exactamente lo que estaba sintiendo o pensando, ni siquiera tuvo que mirar a Boone que era mucho más expresivo que yo para saber que mentía y que no lo hacía tan bien.
—¿Tengo que preguntar de nuevo? —se cruzó de brazos. Al no decir nada giró la cabeza para observar a Boone, lo hizo de una manera casi robótica como si su cuello tuviera vida propia —. ¿Tú sí me vas a decir?
—No hagas nada —me interpuse entre ellos. Corban podía obligar a Boone para que le diga toda la verdad, usaría la voz, la misma voz que usó en contra de Landon para que hiciera aquello que casi le quita la vida y con Boone no iba a ser piadoso tampoco, lo haría sufrir si es que se resistía, si se negaba a hablar —. Yo te voy a decir —inflé el pecho.
—Enid...—Boone puso ambas manos sobre mis hombros.
—No va a pasar nada —le dije poniendo una de mis manos sobre la suya —. En dos días vamos a bajar para sacar a papá de ese lugar —tragué grueso —. Y nada de lo que me digas me hará cambiar de opinión, sé que es peligroso, sé que es un suicidio bajar y que Freya nos descubra pero por una vez en la vida quiero y necesito hacer esto y no solo es por mí también lo hago por mamá. La has visto llorar en las noches por él, deseando verlo, tenerlo a su lado —me detuve. Sus ojos eran fuego, dentro de él habitaba un volcán que estaba a nada de hacer erupción.
—¿¡Te has vuelto loca!? —se llevó las manos a la cabeza, respirando con dificultad —. Demonios, Enid, si la psicópata de Freya llega tan siquiera a sospechar que estás ahí abajo, ¿sabes lo que va a pasar? ¡Te va a matar, Enid! ¡Lo hará sin piedad y va a exhibir tu cabeza para que todos sepan de lo que es capaz de hacer! Va poner tu bonita y castaña cabeza arriba de su trono, eso hará —dio media vuelta, dándome la espalda. Estaba frustrado y molesto.
—No me entiendes —murmuré —. Nunca me has entendido y ahora no espero que lo hagas —giró para enfrentarme, con el ceño ligeramente fruncido y fuego en la mirada.
—Te entiendo, systur, te juro que te entiendo pero esto es una completa locura —tensó la mandíbula, ejerce tanta presión que por un momento llegué a pensar que podría romper sus huesos.
—Entonces si me entiendes tienes que ayudarme.
—No otra vez —levantó un dedo, señalándome —. No me pidas que te proteja de mamá, ¿cuánto crees que va a tardar en darse cuenta de que no están? ¡Y sí! ¡Que llevaste a tu novio a una misión suicida! —levantó la mano dirigiéndose a Boone que seguía detrás de mí.
Di un paso atrás para quedar al lado de Boone, sostuve su mano e intenté de todas las maneras que Corban entendiera lo grave del asunto, que esto no era uno de mis caprichos, que traer a mi padre de regreso al lado de mamá era lo más importante para mí en este momento.
—Es una locura —bufó. Los orificios de su nariz se dilataron —. Pero lo haré —sonreí con suficiencia —, y borra esa maldita sonrisa de tus labios —masculló —. Eres molesta.
—¡Gracias! —me arrojé a sus brazos —. Sabía que ibas a recapacitar, que pensarías bien las cosas —se dio por vencido y rodeó mi cuerpo con sus brazos, dejó un beso sobre mi cabello y suspiró.
—Ya cierra la boca —apoyó la barbilla en mi cabeza —. Y tú —se dirigió a Boone —. Más te vale que la cuides porque te juro que si al regresar tiene un solo rasguño te voy a romper cada hueso y después te abriré como si fueras un pavo listo para navidad, sacaré tus entrañas y se las arrojaré a los lobos —Boone pasó saliva con dificultad.
—Que sutil —murmuró.
—Regresa conmigo, pequeño demonio. Solo te pido que regreses a mi lado.
♛♛
¡Hola!
El primer capítulo del año y tenía que ser de mis vampiros favoritos. Sé que demoré en subir este capítulo pero las cosas se complicaron para mí y dejé de subir a Wattpad, este año arranco con todo y una de mis metas es subir un capítulo al menos una vez a la semana para que no se queden sin su dosis de esta historia.
Díganme que les pareció el capítulo, si les ha gustado o no, cualquier cosa lo voy a tomar a bien.
Síganme en mis redes sociales para chismear ;)
Twitter:
elena_santos92
Instagram:
elena_santos.92
librosdeelenasantos
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro