Capítulo 11 ♛
Enid
Hice un movimiento pero Caine fue mucho más rápido que yo y en un parpadeo ya tenía a Boone en el suelo con una daga apuntando en medio de su garganta. El demonio pelirrojo no dejaba de mirarme intensamente, se sentía como el infierno, esa mirada cruel y esa sonrisa malévola.
—Si te mueves le corto la garganta —estaba encima de él.
Y lo haría, lo conocía poco pero estaba segura de que lo haría. No iba a dudar, Caine no era esa clase de personas que dudan en hacer algo cuando en verdad lo quieren hacer y esas intenciones estaban bien marcadas en cada uno de sus movimientos.
—No me das lastima, Enid, no me importa el lazo que nos une. Lo voy a matar si te mueves —hice desaparecer la daga en mi mano y levanté ambas para dejarle ver que no haría nada —. Niña buena —sonrió.
—¿Qué quieres que haga?
—Ya te dije —espetó.
—No fuiste muy claro que digamos. Hablas mucho y te explicas poco.
—Vas a matar a Freya, solo pido eso.
—¿Y lo de mi supuesta hermana? —bufó.
—No es tu supuesta hermana. Tendrás una hermana en unos años —movió la muñeca y con ella la daga que siguió apuntando a la garganta de Boone.
—¿Es hija de mi padre...o de otro? —esa sonrisa siniestra me dijo que él sabía mucho más de lo que aparentaba pero como el hijo de perra que era no iba a decir nada.
—No te puedo decir —maldije —. Si te digo algo todo puede cambiar y no voy a permitir que mi futuro se arruine por ti o por alguien más —al decir esto miró a Boone —. Pasé demasiado tiempo en el abismo y no quiero arriesgar mi reinado por una niña tonta y un lobo inútil —Boone se removió bajo su cuerpo pero Caine era mucho más fuerte.
Calma lobito.
Me miró a los ojos, entendiendo que no debíamos provocar a Caine o nos podía ir muy mal.
—Está bien —bajé las manos lo que le hizo tomar una postura de ataque —. Haré lo que me pidas con tal de que me digas como entrar al infierno y sacar a mi padre, Morgan y Bastian —sonrió feliz, perverso pero feliz.
—Está bien —se irguió, la daga desapareció y le tendió la mano a Boone para ayudarlo a ponerse de pie.
Estás demasiado loco, Caine Morningstar.
—En unos días te voy a buscar y vas a ir conmigo. Pero tienes que saber que no será fácil, muchas cosas han cambiado ahí abajo y hay peligros por todos lados. El tiempo ahí abajo y aquí es diferente, ten presente eso. Alguien aquí tiene que estar al pendiente para cuando tu padre despierte y su alma no se vaya por ahí —señaló divertido —. Al igual que Morgan —nos miró a Boone y a mí —. Puedes llevarlo, no sabemos con que te vayas a enfrentar.
Quise decir algo pero antes de abrir la boca y con un chasquido de dedos hizo que todo regresara a la normalidad, apareciendo de nuevo en la casa pero ya era de noche. El sol se había metido por completo y algunas estrellas se asomaban en el vasto firmamento.
—¿Estás bien? —Lo primero que hice al regresar fue acercarme a Boone para confirmar que sí estaba bien y que Caine no le hizo nada.
—¿Tú estás bien? —llevó una mano a mi mejilla con tanto cuidado que me hizo suspirar.
—Sí, lo estoy —me aferré a su cuerpo. Estaba temblando y no por el miedo más bien temía que algo malo le fuera a pasar a él —. ¿Qué les vamos a decir a los demás? Nadie tiene que saber lo de Caine.
—Ya veremos que se nos ocurre —dejó un casto beso en mi frente —. Está loco —se refería a Caine.
—Lo está y lo mejor que podemos hacer es no llevarle la contraria, ¿viste lo mismo que yo? —asintió —. Así que ya sabes de lo que es capaz, será el próximo rey, nadie puede saber esto tampoco. Es capaz de lo que sea si alguien se mete en su camino.
—¿Por qué hace esto? —se encontraba confundido y lo entendía mejor que nadie.
—Hay personas que son malas porque les gusta, porque disfrutan serlo y Caine es uno de ellos. Simplemente es malo porque quiere serlo —asintió. Nos separamos justo en el momento que la puerta principal se abrió y fue Lorian quien nos encontró frente a la casa.
—¿Dónde estaban? Los hemos buscado por todos lados, dice Luci que Caine estuvo aquí.
Eso no me lo esperaba. Miré a Boone. No tenía caso mentir pero sí ocultar algunas cosas que vimos y que el mismo Caine nos dijo.
—¿Qué pasó? —cogí la mano de Boone que se sentía más tibia que la mía.
—Vamos —pasamos al lado de Lorian y Boone tocó su mejilla. Miró a cada lado y entramos a la casa.
Fuimos al comedor donde estaban todos incluido el tío Luci. La primera persona en acercarse para abrazarnos fue mi madre quien lucía realmente preocupada. Me abrazó y me observó de arriba abajo.
—¿Qué pasó? —preguntó Thea. Boone pasó frente a su padre y este palmeó su mejilla con delicadeza —. ¿Dónde estaban? Los buscamos por todas partes.
Miré a Boone de manera cómplice y asintió lento.
—Caine vino para hablar —miré a Luci.
—¿Hablar? ¿Eso hizo? —sabía que yo le iba a mentir descaradamente así que miró a Boone esperando que este cediera.
—Solo hablamos y nos dijo algo —miré a mi madre. Sostuve su mano con cuidado, tenía los ojos cristalinos.
—¿Qué pasa, Enid? ¿Qué les dijo Caine? —Camille estaba desesperada también.
—Caine nos dijo que hay una manera para entrar el infierno y sacar a papá, Morgan y Bastian de ahí —decir que estaban sorprendidos era poco. Sus expresiones lo decían todo, había esperanza y miedo a la vez.
—Eso no puede ser —habló Luci —. ¿Cómo?
—No sé —me encogí de hombros —. Tal vez al estar tantos años en ese lugar descubrió una manera para entrar en la que Freya no se dé cuenta —mamá se llevó una mano a la frente, ejerciendo presión con dos dedos —. Podemos rescatarlos y traerlos de regreso.
—No —todos, absolutamente todos miramos a mi madre cuando dijo esta palabra que me devastó por dentro —. No lo haremos, no te voy a arriesgar, no a ti —la miré con dolor.
—Pero...—refuté.
—Dije que no —me miró de manera severa. Nunca me había mirado así y se sintió como un puñetazo justo en el estómago.
—Mamá...—pedí el apoyo de Corban pero este se quedó en su lugar con los brazos cruzados sin ningún tipo de expresión en el rostro.
¿Tampoco puedo confiar en ti?
Desvió la mirada, estaba huyendo de mí, me ignoraba.
Esperaba más de ti, pero ya veo que no cuento contigo.
Estaba rota y adolorida. Quería llorar y salir de este lugar pero no me iba a rendir, iría a ese lugar a como diera lugar, no me importaba ir sola y arriesgarme a lo que fuera con tal de ver a mi padre por primera vez en casi veinte años. No me importaba perder la vida con tal de traerlo de regreso. Sé que no estaba sola.
—Entiendo —musité —. Estoy sola en esto y está bien —nadie decía nada —. Y no importa que no cuente con el apoyo de nadie, lo haré sola, pero lo haré.
Sentía sus miradas tristes sobre mí pero aún así y con la cabeza en alto salí de la casa para ir a la cocina y tomar un poco de aire fresco. Me sentía sofocada, como que no me llegaba oxígeno a los pulmones. Me senté en los escalones y me eché a llorar apoyando el brazo en mis piernas, hundí mi cabeza para que nadie me escuchara sollozar.
—Yo estoy a tu lado —era Boone —. No estás sola —puso una mano en mi hombro.
—No te voy a arrastrar a esta aventura suicida, sería demasiado egoísta de mi parte —levanté la cabeza encontrándome con su dulce mirada.
—Nada de eso. Yo quiero hacerlo, por ti, porque sé cuánto te hizo falta tu padre, te hace falta y quiero verte feliz —me limpié las lágrimas con el puño de mi sudadera.
—¿En serio? —tenía los ojos empañados.
—Si tú eres feliz yo soy feliz. Me importas demasiado, Enid y no me gusta verte así —sin pedirle que me abrazara lo hizo y le agradecí en silencio. Me apretó a su cuerpo, lo abracé y apoyé mi mejilla en su pecho.
—Gracias.
—No me agradezcas nada cuando desde que llegaste alegras mis días y haces que todo sea mejor —sonreí con el rostro oculto en su pecho —. Es lo menos que puedo hacer porque si crees que te voy a dejar ir sola estás mal de esa cabecita —me hizo reír —. Voy a ir contigo quieras o no, no puedes decidir por mí, cariño.
Cariño. Él me dijo cariño.
—Es algo que haré por ti porque no pienso dejar que vayas sola a ese lugar —asentí. No tenía caso negarme cuando era evidente que Boone estaba decidido a ir y no dejarme sola, tampoco es algo que quería que hiciera, le agradecía no dejarme.
—No me vas a poner las cosas fáciles, ¿eh? —negó. Con sus pulgares limpió debajo de mis ojos —. Me encantas —me deslicé cerca para dejar un casto beso sobre sus labios —. Eres tan tierno que te quiero comer —pasó saliva —. Es broma, pero si quieres no es broma.
Justo en ese momento Corban apareció pero no estaba dispuesta a hablar con él, estaba tan enfadada que podía hacerle daño. Quería hacerle daño.
—No pienso hablar contigo —dije cuando salió y cerró la puerta.
—Enid —me puse de pie y Boone lo hizo a mi lado.
—Enid nada —lo enfrenté —. Eres un cobarde, traidor, poco hombre —espeté —. Esperaba más de ti, Corban, no que me dieras una puñalada por la espalda.
—Entiende...—Lo corté en seco.
—No quiero entender nada, me has decepcionado, no confío en ti —tomé la mano de Boone, quien se encontraba en medio de esta tonta pelea —. Buenas noches, Corban, espero que duermas bien sabiendo que has traicionado a tu única hermana —pasamos a su lado. Subimos las escaleras ignorando el hecho de que los demás seguían en la cocina diciendo quien sabe qué cosas.
Fuimos a mi habitación donde me sentía segura porque Boone estaba a mi lado. La pieza se encontraba en total oscuridad, de no ser por las luces de afuera que iluminaban un poco.
—No quiero que nadie sepa lo que haremos —le pedí a Boone —. Sé que lo que te pido es mucho pero si alguien sabe de esto las cosas pueden salir mal.
—Está bien —musitó a mi lado.
—Me refiero a lo de mi padre y lo de esa supuesta hermana —asintió. Sonreí —. Confío en ti y sé que no le dirás nada a nadie.
—Antes muerto que traicionarte —tomé su mano y la llevé a mi pecho.
—Eres tan perfecto —quiso negar con la cabeza pero puse una mano en su mejilla —. Sí, lo eres y no me lleves la contraria —apoyé mi frente contra la suya —. No sabes lo loca que estoy por ti —le confesé en medio de un suspiro —. Me gusta todo de ti —sus manos bajaron a mi cintura, sus dedos se hundieron en la tela de mi sudadera.
—Tú también me gustas, Enid, me gustas mucho —sonreí cerca de sus labios. Estaban a nada de rozarse, de tocarse y culminar con un beso. Un beso que deseaba tanto en este momento —. Yo también te quiero besar.
Me sorprendí por el hecho de que no dije nada en mi cabeza y aún así él sabía lo que quería en ese momento. Tanta era nuestra conexión que sabía lo que quería sin tener que hablar.
—Si te beso no voy a querer parar —le dije lo que era más que la verdad —. Soy muy intensa y tú eres tan...inocente —sonrió dulcemente —. Pero me mojas las bragas de una manera descomunal —se mojó los labios —. ¿Lo ves? No tienes que hacer nada sexual para que me derrita por ti. No sé que va a ser de mí el día que nos entreguemos por completo.
—Ese día no habrá vuelta atrás, ¿lo sabes? —asentí. Esta vez fue mi turno de mojarme los labios.
—Lo sé y estoy consciente de que ese día seré tuya por completo.
—Y yo seré tuyo para la eternidad —mi corazón se detuvo un segundo y siguió latiendo a su ritmo normal.
—Mío, Boone Cyrus, solo mío.
—Solo tuyo.
—Al diablo —terminé con esta tortura que me estaba matando y apreté mis labios a los suyos para acabar con esto. Eran abultados y suaves, tibios y sabían a miel, sí, sabían dulces. Abrió la boca para darle permiso a mi lengua de entrar, apretó mi cintura y yo lo pegué más a mi cuerpo. Ese beso que empezó lento y suave se convirtió en uno lleno de pasión y deseo —. Boone...—jadeé sobre sus labios para atacarlos de nuevo sin la intención de separarme de él.
Con una mano en su pecho lo empujé sobre el colchón y me puse a horcajadas sobre su cuerpo. Me quité la sudadera y tomé sus manos para ponerlas sobre mis pechos.
—Quiero que me conozcas, Boone, cada parte de mi cuerpo —tenía las mejillas teñidas de color carmín y su respiración estaba descontrolada al igual que todo su cuerpo. Y cuando digo que todo su cuerpo reaccionaba a mi toque es porque estaba excitado, por mí.
Mis caderas oscilaban en círculos sobre su erección, solté sus manos pero las dejó en mis pechos que tocaba con cuidado y pena, como si estuviera pidiendo permiso para apretar cuando yo quería que me comiera en ese instante.
—No te voy a morder, Boonsito, aunque es lo que más quiero en este momento —me deslicé cerca para besar sus labios —. Tócame —le pedí. Hizo caso a mis palabras porque sus manos empezaron a sentir y palpar lo que había a su paso, las extendió para tener mejor control en mis pechos. Nuestras bocas se devoraban, se conocían y aceptaban. Jamás en la vida iba a besar a nadie, estos eran los primeros labios que besaría en toda mi vida y estaba bien con eso —. Dime una cosa —me erguí, sus manos seguían en mis senos.
—¿Qué? —estaba temblando. Se mojó los labios.
—¿Has pensado en mí de alguna manera indecente? —dudó en responder —. Dilo, quiero que seas sincero conmigo.
—S-sí —su voz temblaba —. Más veces de las que me gustaría aceptar.
—¿Te has tocado pensando en mí? —asintió y yo no pude ser más feliz —. Niño travieso —cogí sus mejillas entre mis manos —. Espera —escuché pasos en el pasillo que se dirigían a mi habitación. Puse un dedo sobre sus labios.
—¿Enid? —tocaron a la puerta —. ¿Estás aquí? —era Camille,
—Sí, ahora salgo —Boone y yo nos reímos. Me bajé sin hacer ruido y me puse el pijama, Boone salió por la ventana y abrí la puerta —. Pasa —me hice a un lado.
—Sé como te sientes —dijo al entrar. Cerré la puerta y se sentó en la cama —. Pero debes entender a tu madre —me senté a su lado. Atrapó mis manos entre las suyas —. No sabes cuanto anhelo ver a Morgan y Bastian pero no te voy a poner en peligro, así no.
—Lo sé —sonrió. Pasó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja —. Pero también quiero que me entiendan, quiero ver a mi padre —un nudo se formó en mi garganta.
—Yo también quiero verlo, hija, pero no poniendo tu vida en peligro.
—Lo puedo hacer —con el pulgar apartó una lágrima que rodó por mi mejilla —. Sé que puedo hacerlo.
—Yo confío en ti..
—Pero mamá no lo hace, ni siquiera Corban cree en mí.
—Es tu hermano —lo defendía.
—No lo defiendas, por favor —me puse de pie —. Solo quiero que ellos se pongan en mi lugar.
—Y lo hacen, tu madre más que nadie lo hace. Estamos hablando del amor de su vida, Enid, el único hombre al que ha amado y al que amará toda su vida. Pero la entiendo porque yo tampoco quiero que nada malo te pase en ese lugar...
—No voy a ir sola —le aclaré antes de que pensara que iba a ir sola. Alzó una ceja.
—Pues con mayor razón, Enid, no te puedes arriesgar —se puso de pie para coger mis manos entre las suyas —. Debe haber otra manera para sacarlos de ese lugar —negué de inmediato.
—No la hay y lo sabes, ya no soy una niña a la que le podían mentir y se iba a creer cada una de sus palabras —sonrió dulce y sincera.
—Si haces algo no dudes en decirme —palmeó mi mano —. Descansa, cariño, este día ha sido muy movido —asentí.
—Hasta mañana, tía Camille —dejé un beso en su mejilla —. ¿Crees que mañana podamos ir a la mansión? —asintió.
—Claro que sí, nos vemos mañana —nos separamos y fue a la puerta pero se detuvo en seco girando medio cuerpo —. Ah, por cierto, la próxima vez que vayas a hacer tus cositas con Boone insonora la habitación para que nadie los vea. Pude escuchar los pensamientos lujuriosos del lobito —mis mejillas se tiñeron de rojo y me hizo un guiño antes de salir de mi habitación, cerrando la puerta.
—Madre mía —caí sobre el colchón cubriendo mi rostro.
No podía creer que ella se hubiera dado cuenta de eso que pasó con Boone, y no es que tuviera algo de malo, al contrario, era normal que entre Boone y yo pasara algo así pero sentía que era demasiado pronto para llegar a este punto. Aunque nadie me podía culpar cuando mi lobito era el hombre más lindo y dulce de todo el universo. Estaba loca por él y dudaba mucho que aguantara tanto sin querer hacer el amor.
Corban
Me di un baño y bajé a desayunar esperando que Enid estuviera en el comedor, pero ella no estaba. Mi madre acompañaba a Lorian y su mejor amiga, de los demás no se sabía nada.
—Buenos días —mamá hizo el amago de ponerse en pie pero fui más rápido y me acerqué para dejar un beso en su mejilla. Miré de reojo a Lorian quien tenía las mejillas encendidas en carmín.
—Buenos días —me senté a su lado —. ¿Dónde están todos? —pregunté. Thea se acercó para dejar frente a Lorian un vaso con leche.
—Enid salió con Camille y de los demás no sé nada —encogió un hombro.
—¿Por qué Enid no me esperó? —apreté el puño.
—Está molesta, ¿no es obvio? —preguntó Lorian con ese tono de voz que me decía que ella también estaba molesta.
No te metas, rojita.
—Luego regreso —me puse de pie y cogí un pedazo de manzana que me llevé a la boca sin dejar de mirar a Lorian. Mamá puso una mano encima de la mía antes de que me fuera.
—¿A dónde vas, hijo? —levantó la mirada y yo tuve que mirar hacia abajo.
—Voy a buscar a Enid —le hice un guiño a Lorian y salí de la casa.
Recorrí Bibury intentando hacer que me gustara el lugar pero todas las personas eran demasiado amables, aunque en Islandia no eran así ya que decían que todos en la casa éramos como una secta satánica o algo así. Solo inventaban cosas. Nunca pudieron explicar el hecho de que mi madre seguía pareciendo de veinte años durante casi veinte años más. En Islandia éramos odiados, esperaba que aquí fuera la excepción.
Llegué a los alrededores de la mansión y solté un suspiro antes de encaminarme hacia la propiedad. Frente a la reja se encontraba Enid, con las manos aferradas a los barrotes, toda la casa estaba bajo un hechizo que pusieron hace años para que nadie pudiera entrar. No sabía que estar cerca me iba a producir este sentimiento de soledad y tristeza.
Me acerqué a Enid que intentaba romper el hechizo, que para su mala suerte era muy poderoso y no podía romper, al menos no lo haría ella sola.
—Estás aquí —llevé las manos detrás de la espalda. Miré el lugar de hito en hito, todo estaba completamente muerto, desde los árboles hasta los pequeños arbustos, quizá años atrás este lugar era hermoso pero ahora todo era muy pobre y lleno de melancolía —. ¿Dónde está tu lobito? Es raro que no esté aquí cuidando de ti.
—Fue a la universidad, tiene que estudiar —dijo molesta.
—Entiendo —sus manos estaban bien aferradas a las rejas —. ¿Qué se supone que haces? —le pregunté y bufó —. Sé que estás molesta conmigo.
—Molesta es poco, Corban —espetó y se giró hacia mí —. Eres mi hermano, mi mellizo y pensé que ese era un lazo lo suficientemente poderoso para que me ayudes en esto —se llevó una mano al pecho.
—Enid, entiende por favor.
—¿Qué quieres que entienda? ¿Qué me apuñalaste por la espalda? —además de encontrarse molesta estaba furiosa y con ganas de golpearme.
—No fue tanto así —rodé los ojos —. Solo...—me rasqué el cuello —. Mira, Enid, tengo miedo que te pase algo en ese lugar y no regreses —puse las manos en sus hombros —. Eres mi alma gemela y te amo, no quiero perderte, ya perdimos a papá no podría soportar esta vida sin ti.
—No me vas a perder. Si confiaras un poco más en mí —se apartó con furia y regresó las manos a la reja.
—Enid —quise coger su muñeca pero dio un paso lejos de mí —. Enid.
—No me hables —espetó. No quería hacerla enojar más de lo que ya estaba porque si una cosa tenía mi hermana es que cuando estaba molesta podía hacer cualquier cosa para sacar su coraje y yo no quería que de nuevo me rompiera los huesos.
—Carajo —cogí su mano y la apreté con fuerza —. No vas a poder sola —frunció el ceño —. Lo haremos los dos. Es un hechizo poderoso, entiende —su ceño se relajó un poco y esta vez no dijo nada —. Cierra los ojos.
Cerré los ojos esperando que ella hiciera lo mismo. Me concentré tanto hasta olvidar todo lo que nos rodeaba, canalizando mi magia y todos mis poderes en romper aquel hechizo para abrir esa reja y matar la curiosidad de mi hermana de una vez por todas. Sabía cuanto quería esto y lo menos que podía hacer era ayudarle. Abrí los ojos al mismo tiempo que ella y miramos alrededor, no se veía que algo hubiera cambiado.
—¿Funcionó? —preguntó Enid.
—Hay que averiguarlo —le dije y asintió.
Sin tanto esfuerzo rompió las cadenas junto al candado que impedían abrir la puerta. Antes de que diera un paso la detuve.
—Sino funcionó no sabemos lo que nos espera, deja que vaya primero —asintió y regresó a su lugar. Tomé aire y levanté el pie derecho para dar el primer paso, no tenía miedo solo estaba expectante a lo que pudiera pasar. No hice más tiempo y di un paso dentro, todo parecía ir bien, no sentía nada raro así que di unos pasos más hasta llegar a la mitad del pasillo de piedras que llevaba a la casa, mismo que estaba cubierto por maleza —. Ven —extendí mi brazo en su dirección.
Entró a la propiedad y esperé que llegara a mi lado para los dos entrar a la casa que fue más fácil de abrir ya que no tenía sellos ni hechizos que supusieran un problema para ambos. Empujé la gran puerta de madera y el frío de la soledad nos golpeó la piel, se sentía la melancolía y el dolor acumulado por el paso de los años. A pesar de que habían paso casi veinte años el lugar estaba intacto, un poco de polvo sobre la tela que cubría los muebles y el suelo, algunas telarañas en las esquinas de las paredes pero de ahí en fuera todo se veía bien.
—Esta casa es tal como mamá la describió —dijo Enid a mi lado.
—Han pasado casi veinte años, Enid —cogí su mano y la apreté. En este momento se sentía triste y llena de dolor. También la entendía.
—¿Qué demonios creen que hacen? —giramos y bajo el umbral de la puerta se encontraba Camille —. ¿Saben lo que han hecho? —entró por completo a la propiedad —. No van a tardar en darse cuenta y estarán aquí para ver lo que pasó.
—¿De quien hablas? —le pregunté.
—Todos, empezando por Lucifer —recorrió el lugar a la perfección. Claro, ella sabía donde estaba todo porque vivió aquí mucho tiempo —. ¿Qué hicieron? —se quedó frente a nosotros.
—Lo que se tenía que hacer, Camille —respondió Enid —. No podemos seguir alargando este momento cuando tenía que pasar sí o sí. Basta de dejar que el miedo sea más poderoso que nosotros. Demonios. Somos vampiros, tenemos poderes y al mismo rey del infierno de nuestro lado, ¿qué puede salir mal?
—Todo —respondió Camille —. Hace años creíamos que teníamos todo para ganar y perdimos más de lo que podíamos soportar —Enid se soltó de mi agarre y fue con Camille que estaba a nada de soltarse a llorar.
—Eso no va a pasar porque ahora si perdemos algo sabemos a que atenernos y eso no va a pasar —puso sus manos en sus mejillas —. No tenemos miedo, Camille, ya no —la vampiresa sonrió a medias con los ojos llorosos.
—Como decirte que no —Enid la abrazó.
—Así que esta casa era de ustedes y mi padre —miré el pasillo donde la imagen de Caden apareció y desapareció en pocos segundos.
—Aquí pasamos buenos momentos —ella y Enid se separaron y mi hermana rodeó sus hombros con el brazo —. Todo el tiempo que estuvimos juntos fue bueno, al menos para mí lo fue. Lo extraño mucho y quiero verlo de regreso, también a Morgan —confesó.
—Los vamos a traer de regreso —le dijo Enid dejando un beso en su mejilla.
—¿Creen que mamá quiera quedarse aquí? No soporto a esa niña pelirroja —quité las sábanas que cubrían los muebles que estaban en buen estado.
—¿Nada más es eso o es que no soportas tenerla cerca? —Enid se burlaba de mí.
—No la soporto, es muy metiche —respondí. Ni una de las dos me creyó.
—Eso tendrían que hablarlo con ella y ver si quiere estar aquí, por mí no hay problema —respondió Camille. Giré sobre mis talones cuando sentí la presencia de mi madre, Luci, Eamon y Bór.
—Ya vienen —les avisé.
Ni una de las dos tenía miedo y como tenerlo si ya estaba hecho. Se quitó el hechizo que protegía la casa pero ya no había que temer de que alguien se quisiera meter porque estábamos aquí y nadie se iba a acercar, nadie que no fuera de la familia pondría un pie dentro.
Enid se sentó en las escaleras y Camille fue a dar una vuelta por la casa, tal vez quería recordar un poco para quitar la tristeza que llevaba con ella cada día. Los esperamos sin temor o nerviosismo, no había nada que temer o lo que dijeran.
—Mamá va a estar enojada —musitó Enid —. Me va a matar.
—No te va a matar —la miré por encima de mi hombro. Su pierna subía y bajaba. Sí que estaba nerviosa.
—Sí, lo hará y lo peor de todo es que sigo siendo virgen —arrugué la nariz al escucharle decir esto.
—No tenía que saberlo —entornó los ojos —. No tenías que decirlo.
—Ay, cállate, ni que fueras un santo. Estás lejos de serlo, Corban —giré la cabeza de nuevo hacia la puerta donde mi madre junto a Lucifer, Eamon y Bór estaban entrando, mirando su entorno de hito en hito. Mamá fue la última en entrar ya que el miedo atenazaba su cuerpo, no quería dar ese paso y entrar a la casa donde de seguro pasó buenos momentos al lado de mi padre.
—¿Qué hicieron? —dio un paso dentro y pude sentir el dolor recorrer cada fibra de sí —. ¿Por qué?
—Tenemos que dejar de lado el miedo y el dolor —me adelanté a Enid que se puso de pie detrás de mí —. Ya es hora, ¿no crees? —mamá se acercó a mí y cogió mis manos entre las suyas. La veía tan delicada y frágil pero estaba lejos de serlo, era una mujer fuerte y valiente, una guerrera que se enfrentó a uno de los demonios más poderosos y salió victoriosa. No tenía que olvidarlo, nunca lo haría.
—Es difícil entrar a esta casa y...—pasó saliva, con dificultad —. Me trae muchos recuerdos.
—¿Quién quitó el hechizo? —preguntó Bór con los brazos cruzados. Su mirada se intercalaba entre Enid y yo.
—Fuimos los dos —respondió ella sin dudarlo —. ¿Hay algún problema? —se quedó a mi lado.
—Era un hechizo poderoso —respondió mi madre soltando mis manos —. ¿Cómo? —nos miró a Enid y a mí.
—No sé, solo lo hicimos y ya —respondí.
Mamá miró a Bór pero no pude descifrar aquellas miradas así que no dije nada. Ya no dijo ni preguntó nada más, fue a la sala, entró a la cocina y recorrió la casa sin entrar a las habitaciones.
—¿Así que los ataúdes están abajo? —le preguntamos a Eamon, que fue el único que se quedó a nuestro lado.
—Ustedes son muy inteligentes, pero no les voy a decir nada —mi hermana y yo no dejábamos de mirarlo —. Oigan, sé que tienen buenas intenciones con todo esto, pero no todo es tan fácil —fruncí el ceño.
—¿A qué te refieres con eso? —pregunté.
—No sé si lo sepan pero hay una secta que venera a Belial y Freya, está aquí en Bibury, no sabemos donde pero a lo largo de los años han reclutado muchos adeptos, les llenan la cabeza con mentiras y los sacrifican para que un demonio se apodere de su cuerpo. En todo Bibury hay muchos demonios y no se les va a dificultar identificarlos. Deben tener cuidado de a donde van y a quien le hablan —asentí —. Su madre no quiere que nada malo les pase.
—Eso no va a pasar, Eamon —palmeé su hombro y pasé a su lado. Fui directo a la puerta que llevaba a los túneles, cogí el picaporte y empujé pero me detuve a la mitad cuando sentí un horrible escalofrío que me recorrió todo el cuerpo, se sintió como si anduviera desnudo sin una prenda que cubriera mi cuerpo. Cerré de nuevo y di un paso atrás cuando Luci apareció frente a mí.
—Tenemos que hablar —me pidió que fuera con él y salimos de la casa por la puerta de la cocina que llevaba a un gran patio donde todo se encontraba muerto, también.
—¿De qué quieres hablar, Luci? —me crucé de brazos.
—No confío en Caine.
—Pues ya somos dos los que no confiamos en tu hijo —entorné los ojos —. Tú sabes cosas y no nos quieres decir.
—Sé cosas que no puedo decir —corrigió —. Mi padre me pidió que no dijera nada de lo que me ha confiado y no puedo hacerlo porque si llego a decir algo todo puede cambiar —enarqué una ceja.
—¿Para bien o para mal? —inquirí.
—Para mal, me temo —suspiré —. Enid confía en ti...—lo interrumpí.
—No del todo —ejerció presión en su frente con dos de sus dedos.
—¿No del todo? —repitió.
—No estoy tan convencido de que lo mejor sea ir al infierno, por eso no confía en mí —encogí un hombro.
—Si te llega a decir algo de Caine o de ese tema me dices. No se que trame Caine con todo esto —se quedó pensando unos segundos.
—Si Enid me llega a decir algo no te voy a decir. No me lo tomes a mal, Luci, pero es mi hermana, mi melliza, mi otra mitad y ya no quiero que dude de mí —puso una mano en mi hombro —. Me entiendes, ¿no?
—Te entiendo, pero si es algo que la pone en peligro nos tienes que decir.
—Lo haré.
No lo haré.
—Ahora que todo esto está pasando debemos estar juntos.
—¿Lo dices por ti o por nosotros? —negó levemente —. Porque te recuerdo que quien se fue no fuimos nosotros.
—Nunca me vas a perdonar, ¿verdad? —negué, lo que respondió su pregunta —. Lo tengo bien merecido, Corban, pero ya no me voy a ir, esta vez no.
—No sé si creerte —le confesé temeroso.
—Está bien que no me creas, estás en todo tu derecho a no hacerlo pero te vas a dar cuenta de que lo que digo es cierto —sin más asentí y sonrió.
Regresamos a la casa donde mi madre esperaba por nosotros pero no preguntó a donde fuimos o que estábamos haciendo.
—¿Qué va a pasar ahora? —preguntó Enid, temerosa.
—¿Ustedes quieren quedarse aquí? —preguntó ella, mirándonos a los dos.
Enid me miró y yo a ella, después ambos miramos a mamá.
—Yo sí quiero —dije.
—Y yo también —habló Enid —. ¿Tú te quieres quedar? —soltó un suspiro y asintió. Los tres observamos a Camille —. ¿Tú qué quieres, Cam? —sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Puedo quedarme con ustedes? —no dudamos en abrazarla y dejar un beso en cada mejilla, Enid de un lado y yo del otro —. Me quiero quedar aquí.
—Pues ya está dicho —dijo mi madre —. Solo hay que limpiar bien y comprar muebles —tenía una gran sonrisa en los labios que esperaba no se borrara con nada. Tenía miedo, sí, lo tenía, yo también lo sentía pero no me iba a amedrentar ante nada de lo que estaba pasando. Enid quería esto, mi madre y Camille también, así que era hora de dejar el dolor atrás o al menos intentar dejarlo.
Espero que esto sirva para mantener una buena distancia entre esa brujita y yo.
♛♛
¡Hola! Otro capítulo para no caer en la mala costumbre de dejar esta historia de lado. Espero les haya gustado el capítulo y todo lo que se viene, les aseguro que no esperan muchas cosas.
¿Qué opinan de la escena entre Enid y Boone?
Ambos son tan tiernos y dulces, todo lo contrario a Corban 😏
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