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Capítulo 10 ♛

Corban

Solo llevaba un día aquí y no estaba tan mal. La conejita era pequeña y asustadiza, ahora sabía que ambos tuvimos sueños del otro sin siquiera conocernos, que sí estábamos destinados a estar juntos para toda la vida pero me negaba a cedérsela a una persona a la que no conocía de nada, porque los sueños que tuve no revelan mucho de ella, solo pequeños fragmentos de un futuro incierto como lo era el mismo presente.

Después de desayunar estábamos listos para escuchar a Luci y el porqué se fue y nos dejó. Claro, no era su responsabilidad hacerse cargo de nosotros pero me hubiera gustado que fuera así y que no nos dejara porque no sé qué motivos.

—¿Vas a decir algo? —le pregunté. Luci sacó una especie de mapa que extendió en la mesa del comedor. Levantó la mirada hacia mí y alzó una ceja.

—¿Me permites? —entendía que estaba tan molesto con él que hasta el hecho de que respirara me provocaba querer molerlo a golpes —. Ahora sí —extendió el mapa por completo —. Acérquense.

—¿Qué es eso? —preguntó Enid. Se encontraba al lado de Boone, parecía que tenían pegamento porque todo el rato estuvieron juntos.

—Este es un mapa de los nueve reinos más importantes —hizo aparecer una varita con la que empezó a señalar —. Aquí estamos nosotros —señaló en medio del mapa —. Se puede decir que este "reino" es el principal pero no el más poderoso.

—¿Y cuál es ese? —preguntó mi madre con curiosidad latente.

—Ese, Krecia —señaló uno de los nueve reinos que conformaban este mundo.

—¿Krecia? —alcé una ceja —. ¿Qué tipo de reino es ese?

—El más poderoso de todos, en ese lugar todavía hay seres mágicos, hadas, sirenas, brujos, demonios, vampiros...—nunca mencionó a los licántropos.

—¿Y los licántropos? —soltó un suspiro un tanto cansado —. ¿Qué pasa con ellos?

—Casi extintos —empezó a explicar. Se irguió para narrar lo que había visto en ese lugar —. Krecia se conforma por otro reino, Nivia, ambos con sus cualidades pero los dos tan poderosos, solo que Krecia está regido por un sádico dictador que casi provoca la extinción de los humanos y los licántropos que tuvieron que esconderse en el bosque, cerca de Nivia. Edrick es el rey de Krecia...

—Espera —interrumpió la conejita —. ¿Rey? ¿Todavía existe eso? —Luci asintió.

—En los otros mundos sí, hay reyes y reinas, príncipes y princesas —explicó sereno.

—Continua —dijo Lorian a lo que Luci siguió narrando.

—Hace cientos de años Edrick mató al antiguo rey y se hizo de Krecia a la mala, sacando del juego a su propio padre, con eso se convirtió en rey y por ende mandó acabar con Nivia, del que no quedó nada, solo un castillo en ruinas. No quedó nada de ese hermoso lugar, solo una leyenda de la que muy pocos se acuerdan, está prohibido hablar de Nivia. Los humanos son pocos ya que la maldad de Edrick provocó su casi extinción.

—¿Casi? —preguntó Enid —. ¿Cómo que casi?

—Al ser los humanos el motivo por el que los vampiros pueden vivir y siendo Krecia un reino donde la mayoría de sus habitantes son chupasangre los incentivan a desarrollarse para que la raza humana no se extinga y ellos se conviertan en polvo. Lo que supe es que se los llevan para que se apareen y así poblar de nuevo Krecia...

—Que asco —musitó Thea, Curtis la abrazó a su cuerpo —. Es horrible —Luci le dio la razón.

—Lo es, pero no puedo intervenir en nada de eso, no son mis territorios.

—¿Por qué no vas al punto, mejor? —me miró con los ojos entornados.

—Fui a Krecia para buscar una poción o veneno que aniquile a Freya...—Ahora mi madre interrumpió.

—¿Y? —preguntó con curiosidad.

—Sterling me dio todo lo que tenía pero nada mata a la perra de tu hermana —señaló —. Entre Caine y yo hemos buscado de todo pero nada ha funcionado, lo más que hemos podido hacer es que le dé comezón y ya —mamá soltó un suspiro y Bór no tardó en consolarla.

—Entonces no tenemos nada —habló Eamon, resignado al igual que todos aquí. Era más que obvio que esa maldita no tenía un punto débil y que lo mejor que podíamos hacer era darnos por vencidos y aceptar que nunca íbamos a sacar a mi padre de donde sea que ella lo tenía.

—No tenemos nada —azotó la varita en la mesa con tanta fuerza que esta rompió el aire a su paso. Thea y Lorian se estremecieron por el golpe dado en la madera —. No sé que vamos a hacer, no sé como pero tenemos que matarla.

—No hay nada, Luci. No tenemos nada y dices que tenemos que matarla, ¿cómo? ¿Qué tipo de magia puede matar a un demonio que no puede morir? —Estaba molesto y se notaba en el tono de mi voz. Bór, Enid y mi madre ya me conocían pero los demás no y se sorprendieron un poco al escucharme hablarle en ese tono de voz a mi tío, el rey del infierno.

—No sé, Corban, pero tiene que haber una manera de acabar con ella. Todos tenemos un punto débil , yo lo tengo, mis hermanos lo tienen —entorné los ojos en su dirección —. Ella también lo tiene, lo sé.

—Pues hasta que no sepamos cuál es estamos acabados —me pasé las manos por la cabeza enterrando los dedos en mi cabello —. Estamos jodidos y esa es la realidad.

—Corban...—pidió mi madre, que tuviera un poco de prudencia pero esa palabra no existía en mi finito vocabulario —. Por favor.

—Es verdad, madre. No tenemos nada con que defendernos, cuando es seguro que Freya tiene a toda una legión de demonios siguiendo cada una de sus órdenes, ¿y nosotros que tenemos? Una bruja, un licántropo, un rey sin corona y dos demonios —señalé.

—Basta, Corban, basta —me pidió con un tono de voz un poco más alto y que denotaba enojo, decepción.

—Es la verdad y lo sabes. Mejor voy a dar una vuelta —espeté. Salí de la sala para retirarme e ir quien sabe donde para intentar olvidar este desagradable momento que me ponía los pelos de punta.

Era una mierda todo por lo que estábamos pasando. Freya era la reina del infierno y eso le daba todo el poder con el que una vez llegó a contar Lucifer pero ahora que era simplemente un demonio no teníamos nada, tal vez y solo tal vez con la ayuda de Caine podríamos tener algo pero sin él estábamos perdidos.

—¿Puedes ser más imbécil? —escuché detrás. Estaba tan metido en mis sentimientos negativos que no la escuché venir hacia mí, sino hubiera estado preparado para su ataque.

—¿Disculpa? —giré sobre mis talones para observarla como era debido.

—¿Crees que nos gusta esta situación? ¿Crees que queremos todo esto que está pasando? —inquirió —. No lo queremos, Corban, pero es lo que hay. No ayudas a tu madre con tu comportamiento tan idiota —espetó.

—¿Me estás diciendo idiota? —alcé una ceja.

—Si el saco te queda...—se encogió de hombros, despreocupada.

—Eres una conejita muy atrevida, eh —di un paso cerca y como la otra vez ella retrocedió hasta que su espalda tocó la pared. Ya no tenía escapatoria, estaba atrapada entre mi cuerpo y la pared. Subí una mano para con mis dedos coger uno de sus mechones rojos y acercarlo a mi nariz e inhalar el rico perfume de su shampoo que seguía impregnado en su piel y todo lo que la rodeaba —. ¿No te enseñaron a respetar?

—Sí, a las persona que se lo merecen —dijo sin dejar de mirarme a los ojos —. No a sujetos como tú —espetó. Sus sentimientos eran tan fuertes que me golpearon la piel, provocando un estremecimiento que solo ella había podido conseguir que sintiera.

—Eres rebelde y tienes la lengua muy suelta —la observaba detenidamente, cada peca esparcida en su bonita nariz, cada marca en su piel, cada cabello que se movía con la ligera brisa de la mañana. Era perfecta a tal punto que parecía irreal, un sueño más.

—¿Te molesta? Yo creo que no —me apartó —. Deberías ser menos imbécil con tu madre que ya ha sufrido mucho, ¿no crees que necesita tu apoyo y no tus reclamos? —se cruzó de brazos ante mi postura. Una niña como ella no me iba a intimidar.

—Tú no sabes nada.

—Sé mucho más que tú. Sé todo lo que ha tenido que pasar para estar en este momento, aquí, sé que perdió al amor de su vida, sé que no ha sido fácil pero como la mujer fuerte que es ha sabido salir adelante, aún con un hijo como tú —me señaló de los pies a la cabeza pero antes de que hiciera otra cosa atrapé su mano en el aire enredando mis dedos en su delgada muñeca.

Acerqué mi nariz a su atrayente piel llevándome una agradable sorpresa, olisqueé más de lo debido, provocando un estremecimiento en su cuerpo.

—¿Qué haces? —su voz salió temblorosa.

—Hueles bien —mis colmillos afilados salieron a relucir. Quería probar su sangre de una vez, sentirla en mi lengua y encías, pero no lo haría. Todavía no.

—Déjame —se soltó de mi agarre y entró a la casa.

—No te podrás resistir a esto, conejita —musité.

—Lo haré lo más que pueda —respondió molesta.

Resistirme a esto que existía entre la conejita y yo sería mucho más difícil de lo que me imaginé, pero no le iba a poner las cosas fáciles a la naturaleza o a quien sea que estuviera detrás. Me rehusaba a entregarme por completo a una mujer a la que apenas conocía, y tal vez tuve sueños de ella, imágenes que llegué a creer eran reales, pero no la conocía, no la conocía de nada y me iba a resistir lo más que pudiera.

Me alejé entrando al bosque. Ahora solo necesitaba pensar en un plan para deshacernos de una vez por todas de Freya y que dejara de molestar.

Enid

Las crueles palabras de Corban no ayudaron en nada a la de por sí horrible situación en la que nos encontrábamos. Siempre fue el más sincero de los dos, también el más cruel a la hora de hablar y en este momento no sería la excepción. Lo mejor que pudo hacer fue irse y dejarnos para pensar pero no podíamos cuando Luci y Caine ya habían agotado todas las posibilidades que existían. No nos queríamos rendir antes de luchar pero las cosas no pintaban bien para nosotros y era una lástima que cinco años no sirvieron de nada. Tal parecía que Freya eran invencible.

Luci nos contó todo lo que vio en los nueve mundos, en algunos de ellos los humanos no existían, solo las criaturas sobrenaturales, en otros más sí existieron pero estaban extintos, en otros había un perfecto balance entre lo bueno y lo malo, entre los humanos y demás seres. Me hubiera gustado ir con él y conocer todos esos lugares.

—Enid —escuché detrás de mí. Giré la cabeza y Boone estaba de pie, con un gran plato con galletitas dentro.

—Hola —se sentó a mi lado sin pedir permiso y tampoco lo necesitaba.

—Toma —me entregó el plato con galletitas.

—¿Todas son para mí? —asintió con una sonrisa —. Gracias.

—Sé que las cosas no se ven fáciles pero todo va a salir bien —dijo sereno. Me inquietaba tanta tranquilidad de su parte, era como si solo yo estuviera pasando un mal momento y él viviera en un mundo donde los problemas no existían.

—Lo dices como si fuera un hecho que todo va a salir bien —devoraba las galletas como si fuera una hambrienta, como si no hubiera comido en días.

—No sé si tuviste la misma visión que yo —se giró por completo —. Pero, yo te veía feliz corriendo por el bosque con una hermosa sonrisa en los labios. No había guerras, no había dolor ni penas —asentí porque yo también tuve esa visión de nuestro futuro.

—Somos felices.

—Ahí está. No sé en que momento, ni cuando pero seremos felices, lo juro —cogió mi mano —. Algún día, Enid.

—Algún día, Boone —musité.

—Solo tenemos que aguantar un poco más y vencer todo lo que se nos venga. Estando juntos todo será mejor, lo juro.

—¿Qué haría sin ti, cariño? —apoyé mi cabeza en su hombro —. Te he necesitado todos estos años.

—Estamos en el momento correcto, Enid, no antes, no después.

—Pero todo hubiera sido más fácil contigo a mi lado. No te puedes imaginar lo mal que lo pasé desde que era una niña, fue horrible no tener con quien más hablar. Solo estaba Corban y muchas de las veces no me entendía. Fue difícil entender mis poderes y controlarlos mucho más. No sé como es que no maté a nadie...

—¿Fue tan malo? —preguntó y me separé para mirarlo a los ojos. Cogí otra galleta para morderla.

—Una vez casi hago cenizas a un niño, me enojé tanto que le prendí fuego pero mamá me ayudó a sanarlo. La sed por la sangre humana era tan fuerte, me resisto lo más que puedo y me puedo controlar pero Corban no, él deja salir su naturaleza salvaje sin importarle lo que pase. Estoy segura que si hubieras estado a mi lado todo hubiera sido más fácil.

—Pero estoy aquí y no pienso irme nunca —le sonreí —. Nunca te voy a dejar.

Era tan lindo y tierno que me provocaba querer abrazarlo y no soltarlo nunca.

—Nunca me dejes —le pedí.

—Jamás —dejó un beso en el dorso de mi mano. Un gesto tan tierno que me hizo sentir mucho mejor.

—¿Qué crees que pase ahora? —le pregunté. Soltó mi mano para que siguiera comiendo mis galletas y menos mal que lo hizo ya que sino le iba a morder la mano para que me permitiera seguir comiendo las galletas que hizo para mí. Solo para mí.

—No sé pero lo que sea que pase estaremos juntos en todo momento —confesó.

Aw, que adorable eres.

—Gracias.

—Mierda. Había olvidado que puedes escuchar todo lo que pienso —asintió feliz —. Lo que yo quiero ahora mismo es ir en busca de mi padre y nada más. Sé que es peligroso pero sino voy yo, ¿Quién lo hará?

—Ir al infierno no se escucha tan bien —dijo temeroso.

—Ya sé que suena mal pero no creo que sea tan malo como todos dicen —encogí un hombro.

Me miraba como si estuviera loca, como si se me hubiera zafado un tornillo de la cabeza.

—No me mires así —lo señalé —. No estoy loca.

—Y no lo estás pero es peligroso ir allá cuando ahora Freya controla todo el infierno.

—¡Ya sé! —me puse de pie rápidamente dejando las galletas a un lado —. ¿Pero qué más podemos hacer? ¿Tienes alguna otra solución? —me giré hacia él y justo en ese momento, en ese preciso instante sentí un horrible escalofrío que me recorrió de los pies a la cabeza.

—Yo sé como puedes entrar —dijo Caine detrás de mí.

Boone se puso de pie y yo me giré para encontrarme con el demonio de Caine.

—Hola, Enid.

—¿Caine?

Lorian

La cercanía con Corban me ponía mal, lo tenía que admitir. Tenía esa clase de aura oscura y peligrosa que me llamaba y atraía pero a la que me resistía con afán. Me dije que no caería tan fácil en sus encantos pero me era tan difícil cuando se portaba de esta manera tan despectiva y casi grosera. Sé que merecía más que un vampiro sádico y grosero pero era Corban Edevane, mi compañero, el hombre que se supone me tenía que acompañar por el resto de mi vida. Tenía esa fuerza tan descomunal que me hacía gritar por dentro y querer abrazarlo para toda la vida, pero mi otra personalidad, la razonable, me decía que no me hiciera ilusiones, que lo mejor que podía hacer era mantenerme alejada de él por mi salud mental.

Era un imbécil, de eso estaba segura. Así que lo mejor que podía hacer era ignorarlo y seguir con mi vida.

—¿Cómo vas a seguir con tu vida? —preguntó Isla, quien para mi fortuna vino a verme y solo así me sentía un poco mejor. Era mi mejor amiga así que sabía lo que estaba pasando en este momento.

—¿Y qué se supone que deba hacer? —le dije del otro lado de la habitación. Estaba sentada en mi cama mientras que yo permanecía del otro lado sentada en la silla frente al escritorio.

—Es tu compañero, Loo, no puedes escapar de eso. Podrás huir de lo que sea menos de ese lazo —insistió en un tema que ya conocía a la perfección.

—Ya sé —bufé, triste —. Pero...Cuando lo conozcas me vas a dar la razón y te darás cuenta de lo que hablo —entornó los ojos.

—No puede ser tan malo —casi le hago un hechizo para que se convierta en rana.

—No sabes lo que dices —respondí casi molesta.

—Pues no creo y ya, tengo que conocerlo para saber si lo que dices es cierto.

—Cuando lo conozcas me vas a dar la razón —la señalé —. ¿Por qué la vida me dio un compañero así? ¿Qué hice mal? —me quejé.

—No eres tan buena —tenía ese tono de voz que te avisa que sabe cosas que yo también debería saber.

—Si lo dices por aquella ocasión solo te digo que ese niño se merecía que lo convirtiera en rata —Isla sacudió la cabeza en negación y se dejó caer sobre el colchón.

—¿Y dónde está el susodicho? —preguntó. Usó su magia para hacer levitar un libro que se encontraba encima de la mesita de noche.

—Seguramente ahora mismo está bebiendo de la sangre de alguien —escuchamos golpecitos suaves en la puerta.

—Uh, que profundo —musitó.

—Adelante —la puerta se abrió y detrás apareció Eamon, Isla se puso de pie y no sé el porqué pero le arrojó el libro justo en medio de la cabeza, lo que provocó un quejido lastimero de parte de Eamon.

—¡Lo siento, lo siento! —se disculpó mi amiga, cubriéndose la boca con ambas manos.

—No pasa nada —la marca que dejó el libro en la frente de Eamon desapareció rápido. Yo solo los miraba a la distancia.

—Dice tu madre que bajes —asentí.

—Eamon, ella es Isla, mi mejor amiga. Isla él es Eamon o Cosmo —Isla no entendió bien eso último.

—No tarden —dijo Eamon, se dio la vuelta y salió de la habitación. Desapareció en las escaleras pero mi amiga no le quitaba la mirada de encima.

—¿Su nombre es Eamon o Cosmo? —preguntó, confundida.

—Es una larga historia —dejé que saliera primero y la seguí por el pasillo.

—Pues dime —me dio un empujón con su cadera.

—Chismosa —sacó la lengua.

—No soy chismosa, me gusta informarme nada más —habló de manera inocente pero ella de inocente no tenía ni un pelo. Me detuve de golpe y tomé su mano para hacernos a un lado y despejar el pasillo.

—Belial lo convirtió en un gato como castigo por revelarse —musité para que nadie nos escuchara. No tenía nada de malo pero no era correcto andar hablando de las personas a sus espaldas, menos de Eamon que era parte de la familia.

—¿¡Lo convirtió en qué!? —abrió los ojos de par en par —. No jodas —se llevó una mano a la boca mirando hacia las escaleras, esperando también que nadie subiera y nos escuchara.

—Así como escuchas —chisté con la lengua —. Al ponerse del lado de Bryony y de Lucifer lo tenía que pagar de alguna manera —encogí un hombro de manera despreocupada.

—Pobrecito —se llevó el pulgar a los labios para mordisquearlo un poco —. No me quiero imaginar lo que debió pasar todos estos años. Además no es feo —la miré nada sorprendida por sus declaraciones —. ¿Qué? —también encogió un hombro —. ¿No lo es?

—Pues sí, pero déjame decirte que estaba profundamente enamorado de Bryony —entornó los ojos. No le gustó para nada mi comentario.

Estaba, los años pasan y ese demonio me gusta —levantó un dedo. Eso más que una amenaza era una advertencia que iba a cumplir sí o sí. La conocía tan bien que estaba segura haría lo que sea para conquistar a Eamon. Isla no es fea, nada fea, al contrario, tenía una hermosa piel de color canela y unos bonitos ojos de color café, ademas tenía carisma y era una de las mejores brujas de nuestra generación.

—Mejor vamos a ver que quieren —me cogió de la mano y bajamos las escaleras una detrás de la otra. Llegamos a la sala y ahí estaban todos, menos Corban, Enid y Boone. Sus rostros lo decían todo, pasó algo malo —. ¿Qué pasa?

—¿Has visto a Corban o Enid, Boone? —preguntó mi padre con esa voz rota que me decía que nada estaba bien.

—Vi a Corban cuando se fue pero a Enid y Boone no —señalé. Los adultos intercambiaron una mirada cómplice que me reafirmó lo que temía —. ¿Qué pasa? —volví a preguntar.

—Enid y Boone no están —dijo Bryony, con tanta frustración que la podía sentir en la piel —. Solo desaparecieron.

—Había un plato con galletas a medio comer en el pórtico, pero de ellos no se sabe nada —Lucifer entró con la mirada triste, como pérdida.

—¿No huelen eso? —todos menos Eamon e Isla olisqueamos la atmósfera.

—Huele como a azufre —dijo mi padre.

—¿Caine? —inquirió Bryony, temerosa.

—¿Caine tu hijo? —preguntó Bór, igual de estupefacto que todos los que estábamos en la sala —. ¿Qué hace aquí?

—Ni idea —Luci se llevó las manos a la cabeza, enterrando los dedos en las hebras claras de su cabello, suspiró de una manera que nos hizo saber que se sentía frustrado y molesto.

De por sí las cosas no pintaban bien y ahora con Caine aquí mucho menos. De todos era el más problemático, cruel y sádico. Su visita no auguraba nada bueno. Al contrario.

Boone

—¿Qué quieres? —preguntó Enid, entre molesta y sorprendida. Dio un paso delante de mí, protegiéndome de Caine, el mismísimo hijo de Lucifer.

¿Qué demonios hace él aquí?

—Buena pregunta —habló Caine sin mirarme a la cara. Toda su atención estaba dirigida a Enid que había optado una posición de defensa en la que si Caine atacaba ella lo haría mucho más fuerte y veloz —. Te voy a proponer un trato, vampiresa —Enid alzó una ceja.

—¿Qué quieres, Caine?

Un chasquido bastó para que todo nuestro panorama cambiara y todo a nuestro alrededor desapareciera para aparecer en otro lugar totalmente diferente en el que nos encontrábamos. Todo se veía desierto, como si mil guerras se hubieran librado en este lugar. No había árboles solo troncos secos y quemados que se mantenían en pie para dejarnos ver que a pesar de todo la naturaleza se negaba a morir. El humo se levantaba por los aires y desaparecía en lo más alto donde no había nada, todo era de color negro y gris, no había colores, todo estaba muerto.

—¿Qué es esto? —pregunté mirando a nuestro rededor.

—¿Dónde estamos? —Ahora fue Enid quien preguntó cogiendo mi mano con tanto miedo que sentía su cuerpo temblar por dentro.

—Este es el futuro que les espera —con el dedo señaló nuestro entorno —. Sino haces lo que te digo —ambos mirábamos aterrados lo que había cerca, el olor a quemado, a muerte en el aire me hacía querer vomitar.

—Caine...¿Qué es todo esto? —apreté los dedos de Enid entre los míos.

—Esto es lo que quiere Freya para tu mundo.

—Tu mundo también —le corrigió Enid pero Caine chistó con la lengua.

—Nada de eso, querida. Yo no pertenezco aquí, me gusta el lugar pero no es lo mío —en sus labios se formó una mueca de desagrado, como si la sola idea de pertenecer a la tierra le diera asco, repulsión.

—¿Y cuál es tu lugar? —estaba tensa, su espalda y cada uno de sus movimientos demostraban que no confiaba en él y lo poco que yo sabía de Caine tampoco me hacía confiar en él, en sus "buenas intenciones".

—El infierno —respondió.

Llevaba puesta una chaqueta negra, acomodando los puños de esta, con esos aires altivos y tan arrogantes.

—¿Y qué quieres? —Enid suspiró, dejando salir todo el aire caliente que había estado reteniendo en los pulmones —. Habla de una vez.

—Nada —fruncí el ceño —. No quiero nada de ti, nada que me puedas dar.

—¿Entonces? —preguntó, trémula.

—Quiero ver a esa perra hundida en el fango más viscoso del que no pueda salir jamás. La quiero ver muerta, acabada —espetó con la mandíbula apretada —. Quiero que la mates y que no quede nada de ella. Pero antes de eso quiero que sufra, que se retuerza de dolor y pida clemencia —bajó un poco su rostro. Un aura de oscuridad lo envolvió provocando una mirada fría y sádica.

—¿Por qué no lo haces tú? —le pregunté y fue como si pasara de un sentimiento al otro.

—Sé que Lucifer ya les dijo así que no voy a dar explicaciones innecesarias. La maldita no se muere con nada.

—¿Cómo sabes que yo sí podré hacerlo?

—No lo harás tú sola —indicó levantando un dedo —. Tienes de tu lado a tu madre, a sus padres —me señaló —, Camille, Lucifer, Bór, Eamon y hasta el sádico de tu hermano. No estás sola.

Enid se soltó de mi agarre y empezó a dar vueltas de un lado al otro, levantando un poco de las cenizas que yacían en el suelo. Miraba a Caine y a mí de manera intercalada, suspiraba y estrujaba sus dedos, nerviosa.

—¿Qué quieres, Caine? No puedo creer que no quieras nada y no sé que me vas a dar —dijo confundida.

Yo tampoco entendía a donde iba todo esto.

—Sé como puedes encontrar a tu padre y Morgan —en ese momento cada una de las esperanzas de Enid se avivaron de nuevo, sus ojos brillaron al escuchar hablar de su padre.

—¿Qué? —se acercó a Caine cogiendo el cuello de su camisa con ambas manos —. ¿Estás mintiendo? —La negación de Caine hizo suspirar a Enid.

—No miento, nunca lo haría. Yo sé como puedes entrar y recuperar su alma —Enid soltó a Caine —. Solo pido algo a cambio.

—¿Qué?

—Una oportunidad de encajar en tu familia —puso ambas manos en su cabeza con sus pulgares apuntando en medio de esta. Di un paso para ayudarla pero antes de poder hacer algo dentro se revelaron imágenes que no había visto nunca. Había mucho color rojo, una chica de cabello rubio, Caine a su lado feliz y sonriendo. Había un trono, un castillo y muchas personas aplaudiendo.

—¡Qué vivan los reyes del infierno! —retumbó por todo el lugar.

Enid cayó al suelo y yo con ella. Caine nos miraba desde arriba con las manos frente a él.

—¿Ahora lo entiendes? —enarcó una ceja con superioridad.

Me puse de pie rápidamente para ayudarle a Enid y revisar que nada malo le haya pasado.

—¿Estás bien? —puso su mano encima de la mía.

—Estoy bien —me sonrió. Arrastró la mirada hasta Caine que seguía en su lugar, sin mover ni un músculo —. Lo único que yo veo es que serás el rey del infierno y esa chica...

—Esa chica es tu hermana, Enid, tu bonita y linda hermana que un día será mi reina —su voz, su postura, el porte, todo demandaba poder, maldad y superioridad en su máximo esplendor.

—¿Mi-mi hermana? —me miró por escasos segundos en los que pude sentir el dolor y la confusión incrustarse en cada poro de su piel —. No.

—Sí —contestó Caine.

—No es cierto, eso no es posible —se quiso acercar pero antes de dar un paso cogí su mano para que no se acercara a él. No me gustaba nada todo esto, podía hacerle daño.

—Lo es. Esa chiquilla será mi esposa, reinaremos juntos el infierno y ni tú ni nadie puede hacer nada —levantó un dedo —. Y más te vale que no digan nada sino...

—¿Si no qué? —Enid estaba a nada de atacar.

—Lo mato —me señaló —. Lenta y dolorosamente, me vas a pedir que lo mate, vas a escuchar sus gritos llenos de dolor, sentirás en carne propia el sufrimiento y pedirás clemencia, la que no voy a tener ni por ti ni por nadie. Si hablas puedes cambiar el rumbo de las cosas.

—¿Y por qué nos muestras esto? —pregunté —. ¿No crees que vamos a decir algo? —negó lentamente con la cabeza.

—Sé que no hablarán porque saben lo que les conviene. 


♛♛

¡Hola! 

Cuanto tiempo, eh. Perdón por haber sacado la historia así de repente pero no me encontraba bien. Ahora que me siento mucho mejor no podía dejar de lado a mis bebés y su historia, he estado pensando en muchas ideas para este libro que no esperan pero sé que les van a gustar ;) Mejor síganme en Twitter para chismear a gusto.

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