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Capítulo 1 ♛

Enid

Mis pasos eran rápidos, tan rápidos cómo podrían ser los de un vampiro. Esquivaba los árboles con astucia y rapidez. El viento golpeaba mis mejillas y cortaba mi piel como filosas dagas. Sostenía el bolso con fuerza y escuchaba los aullidos de los lobos que merodeaban los alrededores. Se acercaban a mí, tanto que podía sentir el olor peculiar de su pelo húmedo golpear mi nariz.

—Carajo —mascullé esquivando un gran árbol. Las hojas cayeron a mi paso.

Mi pecho subía y bajaba, mis manos se mantenían en puños a mis costados. Esquivaba los árboles que tenían gruesos troncos y copas llenas de hojas y ramas. Había ramas en mi paso, piedras y un sin fin de obstáculos que esquivaba con gran astucia.

Puse atención y sentí las pisadas de los lobos detrás de mí, me pisaban los talones y si ellos me alcanzaban estaba más que muerta. Entre aquella oscuridad pude ver a lo lejos un gran y frondoso árbol, su copa estaba llena de hojas y ramas que me servirían de protección. Así que cuando estuve frente a él empecé a trepar con mis manos y piernas, escalé hasta que estuve lo más lejos del suelo. Era ágil subiendo árboles ya que toda mi vida la pasé huyendo de los lobos.

Miré hacia abajo y al menos unos cinco lobos pasaron corriendo debajo de mí. Los había perdido y ni siquiera se habían detenido a olerme. Esa era una de las ventajas de tener sangre de demonio corriendo por mis venas, podía camuflar mi olor de vampiro para huir de quien sea, hasta de los demonios que tenían un gran olfato.

—Tontos.

Cuando pasaron unos minutos y ya no olía a los lobos bajé, solo me dediqué a caminar bajo la gran luna llena. Revisé que todo lo que había comprado estuviera dentro y cuando me di cuenta que así era seguí mi camino. Me tomé mi tiempo de llegar a la mansión, no llevaba prisa, solo quería caminar y no estar huyendo.

Solo quiero paz.

No conocía otra cosa que estar huyendo, ya fuera de los lobos por ser vampiro o de los vampiros por ser un demonio y bruja. Sí, esta era mi triste realidad. Era una rareza de la naturaleza cómo decía Oddur. Nací en Bibury cuando los demonios se quisieron adueñar de cada alma pura e impura de ese lugar, los lobos y los vampiros se hicieron cargo de todo pero mi madre, mi hermano y yo tuvimos que huir de ahí. Aquella batalla dejó muchos muertos y heridos, pero al final venció el bien, todo había regresado a la normalidad pero nosotros no podíamos estar ahí, no éramos parte de nada y corríamos peligro por ser lo que somos.

¿Dónde encajaba yo en todo esto? No era humana, eso estaba más que claro, ¿pero que era entonces?

Vampiro por parte de mi padre y bruja por parte de mi madre y mi abuelo era un demonio. Era un fenómeno según muchas personas, especial era la palabra que usaba mi madre para referirse a mí. Qué podía decir ella, era mi madre, la mujer que me había tenido en su vientre y la que me enseñó todo lo que sabía. Las brujas me temían, los vampiros me odiaban, los lobos me querían muerta y los demonios querían mi sangre.

Atravesé el bosque con la luna sobre mi cabeza. Era grande y redonda, iluminaba todo mi camino. Llegué por detrás de la propiedad mirando mi entorno, las grandes murallas de la construcción se elevaban sobre mi cabeza. El paso de los años hicieron crecer las enredaderas que ahora mismo cubrían por completo los muros impenetrables.

Islandia era un lugar hermoso, esta mansión lo era, Oddur y Bór, su hijo, eran tan amables por cuidar de mi madre, de mi hermano y de mí todos estos años, pero este no era mi hogar. Yo no pertenecía a este sitio.

Pertenezco a Bibury.

Abrí la reja pequeña y atravesé el patio que llevaba a la puerta trasera de la casa. Empujé esta y me encontré con la cocina iluminada, la estufa estaba encendida, encima había una tetera y el agua hervía dentro de ella.

Me quité la mochila del hombro y la colgué en el respaldo de la silla.

—¿Encontraste todo? —Mi madre apareció en la cocina.

Asentí con la cabeza al mismo tiempo que sacaba todo lo que había traído. Mamá sonrío al ver la caja de chocolates. Sus ojos se iluminaron. Mi madre ya tenía sus años, al menos unos treinta y nueve, pero se seguía viendo de la misma edad, su condición le permitió permanecer hermosa todos estos años.

Su cabello castaño caía en su espalda. Sus brillantes luceros tenían esa magia y estaban llenos de secretos y dolor, mucho dolor y sufrimiento. Sé por lo que tuvo que pasar, sé que, aunque llevara una gran pena en su alma se mantenía fuerte y en pie por Corban y por mí. Era la mujer más fuerte que yo conocía en esta vida.

—¿Todo bien? —puso una mano en mi hombro. Su mirada era tan clara que no podía mentirle.

—Los lobos otra vez —suspiró.

—Han estado merodeando el bosque, temo que quieran entrar —comentó seria.

—No creo que sepan que estamos aquí, no hay nada, estamos lejos de la civilización.

La mansión de Oddur estaba alejada de todo y de todos, en medio de un profundo y oscuro bosque, en Islandia lejos de Londres, a donde pertenece mi corazón.

—Son astutos, Enid —dijo.

—Me hubiese gustado existir cuando tenías mi edad —me miró con los ojos llenos de ilusión.

—Y a mí me hubiera gustado darte otra vida, no esta —dijo mirando a su alrededor —. Pero por ahora esto es todo lo que te puedo ofrecer.

Escuchamos risas venir del pasillo que llevaba a la estancia de la casa, mamá se acercó a la estufa y yo me quedé en mi lugar, Oddur y Bór aparecieron en la cocina, sonrientes pero al verme fue Bór quien se acercó a mí, con latente preocupación en sus orbes.

—¿Todo bien, Enid? —asentí con la cabeza pero era inútil intentar siquiera engañarlo, me conocía en demasía. Él fue quien cuidó de mí desde que nacimos, entre él y mi madre me enseñaron todo lo que sé.

—Los lobos andan merodeando la mansión —mamá se dio la vuelta sobre sus talones con una taza de té en las manos.

—Esos hijos de perra —sus ojos se encendieron en fuego puro.

—Bór —la voz de su padre se escuchó serena pero demandante —. Ni se te ocurra —Bór se giró hacia su padre con el ceño fruncido y esa mirada llena de odio y rencor.

—Tenemos un maldito acuerdo y me jode que intenten hacerles daño —puso una mano en mi hombro ejerciendo presión con sus dedos.

—No vayas por ahí —lo señaló Oddur —. No vas a solucionar nada si te pones de esta manera.

—Pues que no sigan buscándome porque me van a encontrar —sus manos se llenaron de fuego, estaban ardiendo a tal punto de quemar lo que sea que se le pusiera en frente.

—No hagas esto, Bór—le dije serena, poniendo una mano encima de la suya para intentar calmarlo. Cuando se ponía así las cosas salían mal. Perdía el control y era muy difícil controlar a ese monstruo que yacía dentro de él.

—Que no sigan merodeando este lugar —dijo sin voltear a verme y se apartó de mí en un arranque. Salió de la cocina bajo la atenta mirada de su padre, de mi madre y yo.

—Hablaré con el alfa de los lobos para saber qué hacen sus discípulos aquí.

Oddur hizo asentimiento de cabeza y salió de la cocina en una ráfaga fría que me heló la piel. Mamá negó con la cabeza y en silencio salimos de la cocina también para ir a su habitación.

—Esto es culpa mía —cerré la puerta soltando un suspiro.

—Esto no es tu culpa —dijo mamá —. Me preocupa que Corban ande por ahí, no es seguro para él.

Quien no estaba seguro a su lado eran los demás, Corban era mi hermano pero era un ser oscuro, sádico y sediento. Maligno, era la palabra correcta para describirlo, porque no había nada más que maldad en sus orbes, él y yo éramos tan diferentes aunque éramos mellizos. Mientras yo podía pasar días sin beber una gota de sangre él la necesitaba cómo un adicto necesita de las drogas para poder vivir.

—¿Crees que papá esté bien? —cambié de tema. Cogí la fotografía y pase mis dedos por el rostro de mi padre. Mamá decía que yo era parecida a él y no solo en la mirada sino en los actos, ya que Corban era una mezcla de ambos —. Donde sea que él esté te aseguro que piensa en ti —sonrió.

Dejé la foto en su lugar y me giré hacia ella.

—¿Su cuerpo sigue en el mismo lugar? —inquirí triste.

—Sí.

—¿Y si no?

—Su cuerpo sigue en la mansión, se puso un hechizo sobre la mansión para que nadie, ni humano, vampiro, brujas, lobos o demonios pueda entrar y profanar su tumba. Está seguro ahí.

—¿Y por qué no podemos ir? —volteé a verla.

Se sentó en el sofá en una de las esquinas.

—Porque Bibury no es un lugar seguro para nosotros, en este momento debe estar lleno de demonios que quieren sacar a tu abuelo...

Mi abuelo, que mal se escuchaba aquello.

—...y no podemos arriesgarnos. Lo primero que harán si vamos es obligarnos a sacarlo de su prisión y no estoy dispuesta a arriesgar tu vida o la de tu hermano por ese ser tan despreciable.

Al final su voz se escuchó llena de odio.

Era normal que mi madre odiara a su padre, él no era bueno, nunca lo fue y solo la quería ver muerta, por su culpa es que mi padre o su alma, estaba en aquel lugar. Así que ella lo odiaba con todo su ser.

—Pero papá...—ni siquiera me dejó hablar.

—Enid, si pudiera hacer algo para traerlo de regreso lo haría, no me importaría perder la vida pero no se puede. No podemos entrar en el infierno, no hay manera alguna porque desde que Freya se convirtió en la reina nadie puede entrar sin que ella lo autorice —hablaba con calma, mientras que yo era un mar agitado.

—No me puedo imaginar como es estar en el infierno —suspiré.

—Ni yo —su mirada se mantenía en un punto fijo en el suelo de la habitación.

—Yo puedo sacarlo de su prisión —dije determinada —, tengo la fuerza para hacerlo. Soy la hija de una bruja, la nieta de un demonio y mi padre era un vampiro, madre, yo puedo hacerlo —me arrodillé frente a ella, suplicando que me hiciera caso, que escuchara las ideas que tenía, pero se negaba a hacerlo.

—No, Enid, no voy a arriesgar tu vida por la de nadie.

—¿Ni siquiera la del amor de tu vida? Es el padre de tus hijos, el hombre que más has amado —levanté una ceja.

—Pero tú eres mi hija, lo único que tengo en esta vida junto a tu hermano —dijo tajante.

Y aquella era su última palabra, pero yo no estaba dispuesta a aceptarlo. Nunca lo haría ya que sacar a mi padre de su prisión era lo que tenía que hacer, ir a Bibury era mi destino y no estaba dispuesta a desaprovechar aquella oportunidad.

—¿Quieres cenar? —quiso amenizar la situación pero no podía.

—No tengo hambre —dije cabizbaja.

—Enid —me puse de pie.

—No quiero hablar —musité.

Me di la vuelta y fui hacía mi habitación. No tenía ganas de discutir con mi madre e iniciar una pelea que ella siempre ganaba, no tenía caso hacerla cambiar de opinión ya que estaba decidida a no regresar a Bibury, pero yo quería lo contrario.

Corría por el bosque, con el viento cortando mis mejillas, mis cabellos volaban y atravesaba los grandes y frondosos árboles de aquel lugar. Había copas llenas de hojas y ramas, todo era verde y olía a humedad. Su mano sostenía la mía, volteaba a verlo y sonreía, tenía una sonrisa llena de paz y me hacía sentir bien. Verlo era todo lo que yo necesitaba en ese momento.

—Enid —su voz me detuvo.

Mis pasos se detuvieron de golpe y me quede frente a él. Pasó sus nudillos por mi mejilla y el tacto de su piel con la mía despertó todo lo que estaba muerto dentro de mí.

—¿Sí?

—Te amo —fue dulce y sereno. Lleno de ternura y...amor.

—Yo también te amo...

Antes de poder decir su nombre todo se desvaneció para mí. Desperté y me senté en la cama recogiendo mis piernas con mis manos. Miré el reloj y eran las tres de la mañana, cómo siempre. Cada noche era lo mismo con aquel sueño, estábamos él y yo pero antes de decir su nombre despertaba. Mi madre decía que ese sueño era una visión de mi futuro, pero dudaba mucho que existiera un futuro así para mí, no con todo lo que estaba pasando en ese momento. Aquello era tan irreal, bonito y lleno de paz, más que nada lo último. No, era imposible que algo así pudiera existir, no para mí.

Fui a la cocina por un vaso con agua, al regresar pasé frente a la habitación de mi madre y entré sigilosa sin hacer ruido. Me detuve frente a la chimenea y miré atenta el collar de mi madre, pude ver un destello en el collar y lo cogí con mi mano.

—Te juro que te voy a sacar de ahí. Lo juro.

Mi madre me había contado la historia de como ella y mi padre se habían conocido y creo que no hay historia más linda como la de ellos, a pesar de todo lo que pasaron yo era la prueba de que a veces el amor es más fuerte que nada.

Y todo empezó con la llegada de una extraña familia a Bibury.

Boone

Tenía un sueño constante: una chiquilla con los luceros más hermosos que yo haya visto en toda mi vida. Ella era hermosa, con el cabello castaño, su piel era pálida, había magia en todo lo que representaba. Soñaba con ella desde que tenía memoria, no había día y noche que no me atormentara con la idea de que no era real, que al final del día todo sería solo producto de mi imaginación y que ella no existía nada más que en mis sueños más profundos.

Desperté a media noche con el cuerpo perlado en sudor, tenía la garganta seca y mi respiración era agitada. Miré la hora en el reloj que yacía encima de la mesita de noche. Eran las tres de la madrugada, siempre despertaba a esta hora, cada noche era lo mismo para mí.

Intenté dormir un poco más pero las ideas que cruzaban por mi cabeza me dejaban descansar poco, así como yo lo quería, o lo necesitaba. Pude conciliar el sueño mucho después pero no descansé bien. Salí de la cama antes de las siete de la mañana y entré al baño para despejar mi mente de todas las ideas que iban y venían. Cuando salí de mi habitación el rico olor a tocino hizo que mi estómago rugiera de hambre. Bajé las escaleras, dejé la mochila al lado de las escaleras y fui hacia la cocina. Ahí estaba mi madre, detrás de la estufa. Su cabello rojizo estaba recogido en un moño mal hecho.

—Buenos días —dijo sin girarse a mí.

—Buenos días, mamá —fui a su lado para servirme un poco de café y coger el plato que sostenía en su mano.

—Que lindo niño —dejó un tierno beso en mi mejilla.

—Me educó la mejor mamá del mundo —sonrió tiernamente y se giró de nuevo.

—¿Esta vez sí vas a ir a la universidad? —dejé el plato y la taza sobre la mesa, jalé una silla y me senté —. Ya sé que no vas todos los días. ¿Qué haces cuando no vas, Boone?

Se dio la vuelta y caminó hacia la mesa, se sentó frente a mí, esperando una respuesta. Una que no le iba a dar, no por ahora. Ella no iba a entender lo que estaba pasando conmigo.

—Soy tu madre, hijo, la persona que más te entiende —devoré el desayuno en minutos, ya no le sorprendía que comiera rápido.

—Hoy sí voy a ir —sonrió.

—¿Seguro? —asentí con la cabeza tomando de mi café.

—Seguro —le sonreí —. Me voy sino llego tarde —me puse de pie y fui hasta donde estaba sentada para dejar un tierno beso en su frente.

—Ve con cuidado y no te metas en problemas —advirtió cuando cogía la mochila para ponerla sobre mis hombros.

—¿Dónde está Lorian? —me detuve antes de abrir la puerta.

—Sigue dormida —señaló la planta de arriba. Asentí y giré el picaporte para salir de la casa.

Salí y miré la fachada antes de echarme a correr hacia el lugar al que iba cada día desde los últimos meses.

Bibury era un lugar hermoso, lleno de árboles por todos lados y riachuelos que corrían a cada lado de las calles cuando llovía demasiado. Aunque era un lugar pequeño estaba lleno de magia, pero también había monstruos en sus calles, muchos de ellos que no descansaban solo para alimentarse a como dé lugar.

Me detuve de golpe llevando mis manos a las correas de mi mochila. A lo lejos pude divisar su delgada figura entre los matorrales y los árboles. Miraba fijamente hacia la carretera que llevaba al camino principal del pueblo. Me acerqué a ella quedando a su lado, al verme sonrió y me miró de arriba abajo.

—Ya estás aquí —regresó la mirada hacia el camino que ahora mirábamos los dos con esa melancolía que danzaba por los aires.

—Como cada día al igual que tú —le dije —. Desde hace meses me dijiste que ya venía, que pronto estaría aquí pero no hay nada, Camille, la siento lejos todavía —la vampiresa bufó rodando los ojos.

—Debes tener paciencia, lobito.

—La he esperado desde hace diecinueve años, Camille —me quejé bufando.

—Y yo la he esperado toda la vida, Boone, no me vengas con reclamos —zanjó, molesta.

Tomé aire con calma y cerré los ojos para tranquilizarme. Los abrí después de unos segundos.

—Lo siento —le dije y ella dio un paso atrás.

—No te preocupes, te entiendo —puso una mano en mi hombro —. Es desesperante, pero entiende que viaja sola, viene desde Islandia, no conoce a nadie, todo es extraño para ella —asentí con la cabeza.

—Lo sé, pero necesito que esté aquí —sonrió.

—Pronto estará aquí, Boone.

—¿Vas a la mansión? —asintió con la cabeza y bajó su mano de mi hombro —. Voy contigo.

Se dio la vuelta sobre sus talones y juntos empezamos a caminar hacia la vieja mansión de los Edevane, se le quedó el nombre al saber que el cuerpo de Caden Edevane permanecía en el rincón más profundo y alejado de toda la mansión. Los humanos ignoraban tal detalle pero los seres sobrenaturales sabíamos cuál había sido el motivo por el cual la mansión se encontraba abandonada desde hace tantos años. Muchos querían entrar a ver como el paso de los años iba acabando con la construcción, pero nadie humano o ser sobrenatural podía dar un paso dentro sin que una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo tan solo al tocar la reja.

La mansión por dentro era hermosa y lo sabía ya que Camille se encargaba de relatar como era todo antes de que la desgracia llegara a su vida y quedara sumida en un limbo de profunda tristeza y soledad. Camille era una vampiro de cientos de años, yo calculaba que al menos tenía quinientos años de vida pero ella se negaba a decirme nada antes de conocer a Caden, quien dicho por ella misma llegó para sacarla del pozo tan oscuro al que había caído y del que ahora mismo era presa. La soledad estaba haciendo estragos en ella y la prueba de ello eran las interminables botellas de alcohol que tenía que sacar de la casa cada semana. Se estaba matando pero por desgracia para ella no podía morir. Estaba viviendo un infierno en vida y eso era peor que la muerte misma.

Al llegar a los alrededores de la mansión el frío nos recibió con una caricia dura, aquí todo se estaba muriendo y los árboles secos con ramas caídas eran la prueba de ello. El follaje alrededor estaba seco, sin vida. Si pasaba mis dedos por este se rompía y caía al suelo convirtiéndose en polvo.

—Y pensar que esta casa era hermosa —soltó Camille en un suspiro. Quiso coger los barrotes de la casa pero se detuvo antes de que una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo —. Todo era hermoso, lleno de vida. Bryony se encargó de que así fuera y mira ahora, todo está muerto como yo.

—Quisiera poder borrar la tristeza que hay en tu mirada —me miró con ternura y puso su mano en mi mejilla.

—Eres tan dulce, Boone, no tengo dudas que Enid se va a enamorar de ti —sonreí ante sus palabras.

—Espero que ella piense lo mismo que tú —bajó la mano y asintió.

—No soy bruja pero lo sé —la seguí por toda la casa asegurándonos de que nadie quería entrar y saquear la tumba de Caden o bien querer bajar a los túneles para robar la caja que tenía encerrada la esencia y divinidad de Belial. Si alguien abría esa caja podía desatar todos los males sobre la tierra y lo mejor era no llamar a uno de los demonios que más mal nos han hecho.

Vagamos por el bosque mientras yo disfrutaba de la compañía de Camille ya que siempre me sentí bien con ella, además de que me aseguraba que no se fuera a beber media cantina.

—No tienes que cuidarme —masculló. Iba unos pasos delante de mí —. Dile a tu madre que me sé cuidar sola.

—No es eso y lo sabes —negó con la cabeza mientras esquivaba un gran tronco que había cedido hace meses y que ahora se estaba pudriendo para ser parte de la naturaleza otra vez —. Tú me enseñas muchas cosas, me gusta que me platiques de ella y todo lo que sabe hacer.

—Con eso te conformas, ¿no? —asentí aunque ella no me podía ver —. Eres tan romántico, Boone.

Salimos a la calle para ir a su casa que no quedaba lejos de aquí.

—Enid es la niña más hermosa que yo he visto en toda mi vida, tiene la mirada de su madre pero la ferocidad y la maldad de su padre, es aguerrida, fuerte y valiente. No le teme a nadie. Nunca había visto tanta luz en alguien cómo en ella. No cómo Corban, él es todo lo contrario, es oscuro y emana solo maldad, es un ser sangriento, pasional y rebelde. Pero daría todo por su hermana y su madre —decía mientras íbamos en dirección a su casa.

—Los quieres mucho.

—Aunque no los vea desde hace años. Son todo lo que Caden me dejó.

—Sabes que él no te quería dejar —asintió y pude sentir el sabor amargo de la tristeza agolparse en su garganta. Era una de las ventajas de ser esto que era.

—Lo sé y lo odio por eso, porque de todos modos me dejó y ni siquiera sé en donde está. No sabemos si está en el infierno y dudo mucho que haya ido al cielo. Caden tenía tantos pecados que el arrepentirse no le iba a servir de mucho. Entonces, ¿dónde está?

Preguntó con la voz llena de melancolía. No me gustaba verla así, quería hacer más por ella que solo acompañarla cada día de su miserable vida. Pero ella no necesitaba mi ayuda, o eso es lo que me repetía cada vez que le preguntaba en qué le podía ayudar. Muchas veces quise ver a la Camille orgullosa que mi madre decía que era en sus mejores tiempos, no esta mujer que quería morir cada día y que más de una vez intentó quitarse la vida. Deseaba tanto que la amargura y la soledad se fueran de su alma para poder ver al menos una sonrisa en sus labios, algo que pocas veces me dejaba apreciar pero que la hacían ver tan bien. Añoraba el regreso de una mujer que nunca conocí pero a la que extrañaba cada día.

Al llegar a su casa se hizo a un lado para dejarme pasar. Lo primero que llegó a mis fosas nasales fue el olor rancio al alcohol y después la tristeza que se había apoderado de la atmósfera desde hace tanto. Un olor tan particular que Camille tenía grabado en la piel con tinta indeleble.

Al mirar hacia el comedor ya había una pila enorme de botellas de cerveza, vodka y no sé que más. Fui hacia el comedor mientras que Camille fue a la sala.

—Vienes a esta casa a recoger el desastre que soy. Va a decir tu madre que me aprovecho de ti.

—Nada de eso —dejé la mochila encima de una de las sillas.

Empecé a meter las botellas dentro de una bolsa que estaba en la cocina y me encargué de comprar la semana pasada. Yo hacía las compras aquí y no me pesaba hacerlo cómo tanto creía Camille, era mi manera de agradecerle por acompañarme estos diecinueve años y ser más que una amiga, era cómo una segunda madre.

—He visto a los lobos más unidos y eso me preocupa —encendió la televisión.

—¿Por qué? —seguía metiendo las botellas dentro de la bolsa.

—Van a reclamar que te unas a su manada y sabes que eso no debe ser. Si lo haces te vas a condenar, Boone y no quiero eso para ti.

—No me quieres de enemigo —le dije en la distancia.

—Sé que nunca podrías ir en mi contra, lo que no quiero es que vayas en su contra o alguien de su familia.

—Nunca podría hacerlo y no te preocupes, no me voy a unir a su manada.

Escuché un suspiro de su parte.

—Espero que así sea, Boone.

Ninguno dijo nada más y me limité en sacar la basura, lavar los platos sucios al igual que las cucharas y todo lo que había dentro del fregadero. Fui a comprar comida y la despensa porque esta vez ya no había en la alacena o la nevera. Esperaba no encontrarme con mi padre y recibir un regaño de su parte, pero a veces podía ser más comprensivo que mamá.

Al regresar a la casa terminé de limpiar las habitaciones, la cocina y el comedor, metí todo lo que iba en la nevera y lo demás lo acomodé en la alacena. Me quedé con Camille para comer y lavé los platos que habíamos usado, fuimos a la sala para ver algo en la televisión pero ella se quedó dormida en el sofá. Subí a su habitación por una manta y miré en el buró la foto que tenía con Morgan, las dos se veían felices y amorosas. Dejé la foto en su lugar y bajé para cubrir a Camille con la manta, esperaba que esta vez pudiera dormir bien porque aunque no se veía el cansancio en su rostro lo estaba, casi no dormía y era por las constantes pesadillas que tenía de aquella noche donde lo perdió casi todo.

Al regresar a casa el sol se estaba metiendo, mi padre ya había llegado de trabajar. Al entrar me recibió el rico aroma de la comida de mamá y las risas de Lorian, de seguro mi padre le estaba contando algún chiste.

Dejé la mochila al lado de las escaleras y fui a la cocina. Al entrar mi papá tenía dos pedazos de zanahoria en la boca simulando ser sus dientes y Lorian reía como una foca.

—Dejen de jugar con la comida —mamá empezó a servir la comida.

—Te ayudo —papá se puso de pie.

—Lávate las manos, Boone —me ordenó mamá y fui al fregadero para hacer lo que me pidió.

—¿Viste a Camille? —preguntó papá y asentí cómo respuesta.

—¿Cómo está ella? —papá dejó el plato frente a Lorian.

—Mal, cómo siempre —el rostro de mamá se descompuso —. Cada día está peor.

—Me preocupa que haga algo otra vez.

—¿Quitarse la vida? —preguntó Lorian.

—Temo que sí. Pero no puede morir —dijo mamá.

—Ese es un cruel castigo —papá dejó el plato frente a mí y regresó por otro.

—Espero que todo mejore —ellos ya sabían que Enid iba a venir.

—Yo también —dijo papá tomando asiento después de mamá.

La mirada que tenía Lorian hacia mí era insistente, quería decirme algo pero no frente a mis padres.

¿Qué pasa? —le pregunté. Casi siempre nos comunicamos por telepatía.

Tuve un sueño, vi a un chico como de tu edad: un vampiro —informó —. Es mi compañero, Boone, mi compañero es un vampiro.

Y aquello me estremeció el cuerpo completo pero no podía dejar que mis padres se dieran cuenta de nada. No quería que supieran que el compañero de mi pequeña hermana era un vampiro, y no sabíamos que clase de vampiro.

Temía por ella y su vida.

♛♛

¿Qué tal el primer capítulo? ¿Les gustó?

¿Quisieran leer desde el punto de vista de Corban? Solo les digo que es mucho más oscuro que Enid, es perverso y me encanta, espero también lo amen como yo :)

En multimedia les dejo una imagen de Enid y Corban, así es como yo me los imagino, después les voy a subir una imagen de Boone y Lorian.

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