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CAPÍTULO VEINTIOCHO -el hombre

【 CAPÍTULO 28 】

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THE MAN
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EL MOVIMIENTO DE LOS VAGONES ERA TEDIOSO, PERO TAMBIÉN RELAJANTE COMO LA MECEDORA DE UN BEBÉ. Desde el interior no se alcanzaba a escuchar el sonido de las ruedas metálicas en marcha y eso hacía que los pasajeros pudieran disfrutar del paisaje sin molestarse por ningún ruido.

Apenas habían pasado quince minutos desde que salieron de la estación, a las 5 de plena madrugada, y ahora se encontraban cruzando el puente que dividía a la ciudad de Gotham de la tranquila y bohemia Metrópolis.

Haley miró por la ventanilla hacia los edificios tan iluminados, extrañando silenciosamente todo de allí.

Ese tipo de sensacion cargada de nostalgia que le hacía sentir como si hubieran pasado años desde su partida y no solamente un mes y medio. Los recuerdos se volvieron muy distantes dentro de su cabeza, las vivencias como una vieja película que no reconocía y el pesar de vivir escondida dentro de un mundo completamente violento.

No sabía qué estaba sucediéndole, pero en su interior continuaba teniendo ese pensamiento, esa premonición que le advertía entre las brumas de su subconsciente que las cosas no volverían hacer igual nunca más.

No era solamente por el hecho de que un bebé meta humano estaba creciendo dentro de su útero, de eso estaba segura.

De repente, la puerta de su vagón se abrió de golpe, dejando a su vista la cabellera enteramente rubia de una persona que ella conocía muy bien.

La castaña suspiró aliviada, pero se mantuvo sentada mientras se dedicaba a observarla detenidamente, sin embargo, la otra no quiso mantenerse más tiempo allí parada y sin siquiera molestarse en saludar pasó al interior y tomó lugar en el asiento que acompañaba al suyo delante.

— Gracias —murmuró rompiendo el silencio que las rodeaba— Creí que no vendrías.

Anne Barton ladeó un poco la cabeza, desviando su mirada hacia el oscuro cielo de afuera. No quería demostrar lo mucho que le extrañaba haber recibido su llamada la noche anterior, luego de tanto tiempo sin dar señales de vida.

— Ni yo en un principio —respondió— Tengo mis dudas aún... sin embargo, me sorprendió mucho tu llamada.

— Al parecer no he sido la única que desapareció del mapa.

— Ni tampoco la única que oculta secretos. Supongo que estamos a partes iguales —la rubia se recostó al cómodo espaldar, echando un poco sus pies hacia delante— ¿Qué es lo que quieres Haley?

La castaña mantuvo su boca cerrada por un corto período de tiempo, analizando con cuidado lo que diría, aunque bien tenía seguro de que Anne siempre iba a ser una de las personas en las que mayor confianza podía tener.

No obstante, tendría que pensarlo más de dos veces. Ya no estaba tratando con la chica que solía conocer, sino con la mano derecha de Batman.

Ya de por sí, era muy difícil creer en sus palabras.

— Quería compañía —respondió sinceramente— alguien para poder sentirme segura.

— ¿No te basta con tu protectora?

— Diana no sabe que me he ido. No me hubiera dejado ir de saberlo, y sé que esto es una completa locura y me estoy exponiendo demasiado a la mira de Lex Luthor, pero... —se detuvo y tomó aire antes de continuar— Realmente necesito verlo.

— Sabes que te aprecio mucho, pero esconderte sin decir nada de lo que realmente pasó ha sido la cosa más estúpida que has hecho.

— No me quedaba otra opción, Anne. Amenazó a mi familia, también a tí y a Martha..

La joven Barton se cruzó de brazos mientras lo analizaba, ya que de alguna forma, era comprensible. Ella en su lugar tampoco sabría qué más hacer.

— Entonces ¿Por qué volviste? —cuestionó la rubia con el ceño fruncido.

— Porque me dí cuenta que mientras más lo guarde peor serán las consecuencias. Necesito contarle a Clark sobre lo que pasó realmente. Decirle que él ha sabido todo el tiempo quién es realmente y planea hacer algo desastroso.

— Bruce no es muy abierto en cuanto a lo que piensa, pero sé que lo odia tanto como a Luthor.

— ¿Te ha dicho ya que es el murciélago?

— No hizo falta —dijo— lo descubrí desde el primer día.

Rápidamente, a la mente de la castaña llegó una duda que hacía muchos días tenía su cabeza dando vueltas:

— Anne ¿Qué quería Wayne de la información confidencial de LexCorp?

La aludida cruzó sus largas piernas con gracia, sentándose derecha sobre su lugar de forma que sus respiraciones podían ir y venir en un mejor compás, pero sin borrar su expresión seria del rostro:

— Al parecer, el hombre de acero no es el único meta-humano que existe en la Tierra —sus labios se arrugaron en una pequeña mueca— y dentro de su base de datos había un archivo encriptado que contiene toda la información sobre ellos. Un ser capaz de vivir bajo el agua, otro que posee la habilidad de alcanzar velocidades sorprendentes, un híbrido robot/Humano y hasta una mujer inmortal.

La piel de Haley se crispó de tan solo pensar en Diana. Dentro de unas horas despertaría y se encontraría con la sorpresa de que ella ya no estaba en su habitación, y para consecuencia estaría muy furiosa.

— Quizás hubiera sido mejor continuar siendo solo dos chicas normales del Barrio de York —suspiró Anne, curvando un poco la fina línea de sus labios en una media sonrisa— no tendríamos que lidiar con todos estos líos.

— He leído sobre lo que has estado haciendo en Gotham. Nada mal ser considerada como una justiciera clandestina, “La Arquera” —dijo con asombro, haciendo énfasis en las últimas palabras— me alegra saber que esas personas cuentan con otro héroe.

— Tú no te alejabas mucho de serlo cuando estabas en Metrópolis. De hecho, todavía hay personas que envían cartas de agradecimiento para Haley Rogers al Daily Planet.

— ¿Quién te dijo eso?

— Perry White —sonrió con cierta nostalgia, desviando su mirada hacia algún punto de aquel minúsculo vagón— La humanidad necesita saber que aún existen héroes entre nosotros.

— Eso no significa que no puedan ser humanos.

Ambas se dieron la razón con un merecido asentimiento y una sonrisa que las acompañaría por el resto de su viaje.

Porque era cierto. El mundo a veces necesitaba superhéroes con capas y poderes para librar a las naciones de problemas mucho más grandes que un simple robo; pero a su vez, necesitaban también de héroes comunes, que estuvieran dispuestos a darse a sí mismos por causarle un bien a otros. El tipo de héroe que se ven todos los días en las calles, caminado por entre los demás peatones sin siquiera saber que su oficio lo hace tan valeroso como un mártir y su inteligencia tan fuerte como el puño de un superhombre.

Porque más que eso, si la humanidad tenía el poder de destruirse a sí misma, también tenía la oportunidad de repararse ¿Y qué mejor que siendo apoyada por su propio representante? El ser humano.

No obstante, a veces este, como consecuencia de sus pecados, resultaba ser demasiado egoísta como para agradecer o aceptar una ayuda desinteresada.

Ese día el Comité que llevaría a cabo el juicio en contra de Superman se reunió temprano en el reconocido Capitolio de la ciudad de Washington, preparándose en silencio, en espera de que la figura central por la que se movía todo el país diese la cara.

En las afueras de la edificación, toda una marcha de personas rodeaba las barandillas de metal, las cuales les impedían pasar adelante y enfrente de los policías. Algunos alzando sus carteles con frases que iban desde «Alienígena ilegal» a «Este mundo es nuestro»; y otros pocos, simplemente habían ido para transmitir su apoyo incondicional al hombre de acero.

Ninguno lo sabía, pero lo que parecía iniciar como una mañana normal en la capital, terminaría siendo la mayor tragedia que sacudiría al pueblo por los próximos años venideros.

Una que comenzó en el instante que la senadora Finch compartía con su colega la confesión que le había revelado la víctima principal del incidente en Nairomi, y la cual, daba un giro de 180 grados a toda aquella situación.

—¿Él le pagó?

— No, no solo le pagó. La amenazó —susurró la fémina— le dió un guión para aprenderse. Sus padres están vivos allá en casa. Pero la chica tiene consciencia. Él ha manipulado al comité como su títere.

Muy poco sabía June Finch que el peligro estaba más cerca que nunca, y con los oídos muy bien agudizados.

— ¡Senadora! —saltó sorpresivamente la voz del mencionado millonario, Lex Luthor, quien acababa de llegar enfundado en un traje azul marino— Hola. No vayas a ninguna parte. Quiero hablar contigo —le aclaró en medio del corredor, tirándose seguidamente hacia su asistente— ¿Sabes qué, Mercy? Entras y asegúrate de que nadie tome mi asiento.

Cohibida, pero no asustada, la mayor se mantuvo observándolo con impaciencia, preguntándose el por qué de su presencia allí:

— Así que ¿Qué has estado haciendo?

— Sólo estoy aquí para contar mi historia. Que estaba dispuesto a financiar un elemento de disuasión Kryptoniano, pero cierta Senadora de Kentucky decidió bloquearlo —palafraseó con su habitual voz cantarina y fastidiosa— Sí, la Presidenta del Comité sobre Superman es suave con la seguridad.

Estuvo a punto de contraatacar su osadía, pero fue momentáneamente interrumpida.

— Él está aquí. Él vino —anunció uno de los guardias— Está encima del Capitolio.

Aquella era la señal que necesitaba para darle fin a esa conversación, y despedir su presencia de una vez por todas. Por lo que, sin esperar a decir nada más, pasó por el lado del empresario, apartándolo con el hombro para que le diera espacio.

— Estarás en el asiento principal allí, June encanto.

— Crecí en una granja. Sé cómo luchar contra un cerdo— espetó.

— ¿Sabe cuál es la mentira más antigua de los Estados Unidos, Senadora? Es que el poder puede ser inocente —nadie lo veía venir, pero lo cierto es que ya bajo la manga de Lex Luthor comenzaban a elaborarse más de una catástrofe ese día— Buena suerte.

Poco más de una hora después, luego de que Superman atravesara cada puerta hasta llegar ante el estrado y que el Comité de Seguridad diera inicio al juicio por el que se habían presentado; luego de las formalidades, los discursos y un inesperado silencio... hasta la más mínima partícula de polvo desapareció con el estallido de la bomba que abrasó al Capitolio bajo una llamarada imparable de fuego.

La multitud en el exterior se descontroló entre gritos de horror y el miedo que provocó que muchos terminaran inconscientes sobre la acera. Se llamó a Emergencias y más patrullas de las que ya habían llegaron al lugar con la desesperación fluyendo por los poros de cada uno de los policías.

Estaban asombrados, y no solo ellos, cada televidente que desde sus casas o centros de trabajo habían estado viendo el canal de noticias se llevó la desagradable imagen de lo que fue tal tragedia.

Pero quien se quedó mucho más conmocionado, estático dentro de los escombros y las llamas mientras trataba de recordar cómo había sido todo antes de que el fuego se lo llevara.

Las personas, la vida y la muerte.

Había sucedido tan rápido que apenas tuvo tiempo de reaccionar, y de igual forma tampoco hubiera tenido tiempo de salvarlos a todos. Sin embargo, aún se castigaba al creer que su deber tendría que haber sido darse cuenta de la presencia de aquel explosivo, pero había estado tan enfrascado en lo que decidiría el Comité que ni siquiera logró cumplir a la promesa que se hizo en un comienzo.

Ahora todo lo que veía alrededor le causaba desolación.

Los de seguridad ayudaban a los paramédicos en la transportación de los cuerpos sin vida, apilados todos uno al lado de otro, mientras que el resto se encargaban de atender a los sobrevivientes que fueron más afortunados.

Por lo tanto, allí estaba él. Acaparando con su visión el desastre que causó todo aquel odio, el resentimiento, el egoísmo y la sed de controlarlo todo.

Ni siquiera fue capaz de mirar directamente a Lois cuando esta se topó con sus ojos, observándola de lejos. Ella, al igual que los demás, estaba muy conmocionada. Pero su preocupación también recaía en lo que él pudiera estar pensando de sí mismo a esas alturas. Juzgándose en silencio.

No obstante, tampoco era la única que estaba allí para darle fuerzas. Porque cuando el pelinegro volvió a elevar su triste mirada, ella ya estaba allí. Entre todas esas personas que aún se encontraban detrás de la baranda, sujetándose de esta como si en cualquier instante fuera a desfallecer.

Haley tenía una expresión desolada plasmada en el rostro, y sus ojos verdes estaban cristalizados con una ligera capa de lágrimas.

Había temido por él desde que sintió el ruido de la explosión, provocando que se bajara del auto a toda velocidad, atreviéndose a exponerse delante del mundo. Pero lo cierto era que la desesperación había podido más que ella, y a pesar del miedo, cuando lo vio regresar sano y salvo pudo respirar con normalidad otra vez.

Clark no sabía si ella era un espejismo o una aparición provocada por su subconsciente que la extrañaba demasiado, pero con tan solo ver su rostro después de tanto tiempo sintió que algo en su interior se reponía pieza a pieza.

La vió pronunciar su nombre mediante el movimiento de sus labios, y ese gesto fue suficiente para hacerlo caminar en su dirección, intentando llegar a ella.

Le importaba poco lo que eso pudiera provocar, necesitaba abrazarla y saber que era real, así como mismo aseguraba que todavía seguía queriéndola como la primera vez. Pero tan rápido como sus manos se entrelazaron por unos segundos a través del desordenado gentío, volvieron a separarse cuando otra persona tiró de ella hacia atrás. Obligándola a apartarse entre negaciones hasta regresarla al interior del taxi.

Había sido una locura dejar que la viera, y ahora, sus suposiciones en cuanto a lo que sucedería resultaron ser ciertas.

Nadie podía contra el hombre mientras tuviera poder suficiente para reducir el pueblo a cenizas.

Primer capítulo del año bitches!!!

Es tarde y tengo sueño, así que corregiré los errores mañana.

Voten y comenten porque saben que adoro leer sus opiniones.

Ya casi llegamos al final de esta fase y el momento decisivo de acerca. Además de que ya casi tendremos al equipo completo de la saga Only Human. Por ahora solo están Haley y Anne pero confío en que los demás se ganarán vuestro corazón de igual forma.

Voten y comenten si les gustó el capítulo, ya saben que me gusta leer sus opiniones.

Un beso a todos y Feliz 2021.

Debbie

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