CAPÍTULO VEINTE -tiempo de navidad
【CAPÍTULO 20】
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CHRISTMAS TIME
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UN MES DESPUÉS...
Haley hubiera deseado quedarse toda la mañana encerrada en su habitación, escondida en las suaves cobijas mientras aprovechaba su momento de vagancia para seguir durmiendo al lado de su novio, quien la mantenía aferrada a sí como mismo ella abrazaba su pecho al igual que una gran almohada. Aunque si se ponía a pensarlo, él era más parecido a un muñeco de peluche de gran tamaño.
Se removió incómoda en aquella posición, sin querer abrir los ojos por miedo a quedarse ciega debido a la luz que ya entraba por los ventanales de la habitación, pero muy a su pesar, se obligó a separarse de él para reincorporar su postura encima de la cama. El cuerpo de Clark estaba calentito, por eso al dejar de sentirlo fue consciente del frío infernal que abundaba en el ambiente.
Fugazmente, divisó la nieve cayendo en el exterior, una ventisca que cubría los demás edificios con capas de una blancura preciosa.
Desde su posición podía ver el árbol de Navidad brillando en el salón, rodeado de adornos multicolores que iban desde guirnaldas hasta bastones. Sin duda su época favorita del año. Desde niña atesoraba el mes de diciembre como si cada suceso fuese épico, y también porque era el único momento en el que su familia parecía ser la más feliz.
No obstante, a pesar de que antes no le interesaba pensará en ello, Haley tenía el presentimiento de que esa Navidad sería la más especial de todas.
— Cariño —escuchó cómo Clark la llamaba entre ronroneos emitidos contra la almohada. Él tampoco quería despertar— Vuelve aquí.
Su rostro estaba tan achatado por el sueño que le dió gracia verlo tan remolón siendo él llamado el Gran Héroe de Metrópolis ¿Y quién diría que Superman también tenía sus instantes de pereza?
Suponía que esa era la parte que lo hacía humano.
Tras dibujar una pequeña sonrisa, la castaña gateó sobre el colchón para acercársele y comenzar a dejar una hilera de besos que fueron desde su hombro hasta su rostro. El chico de Smallville hizo una mueca de gracia, efecto a las cosquillas que le causaban.
— Levántate ya, dormilón.
— ¿En serio? Tengo sueño. He trabajado mucho estos días...
— Como si eso fuera gran esfuerzo para tí —dijo, entornando los ojos.
— No quiero, Hals. Quédate aquí conmigo y dentro de un rato me vuelves a dar el de pie.
— Clark... CLARK —volvió a llamarlo, pero él parecía no hacerle caso— Martha llegará en cualquier momento y tenemos que ir a buscarla a la estación ¿O se te olvida que tu madre viene hoy?
— No... —murmuró en tono de protesta— Falta una hora y media para que el autobús llegue.
— Esto no me puede estar pasando a mí —maldijo internamente, valiéndose de todo su esfuerzo para empujarlo fuera de la cama, por supuesto, sin logro alguno.
En un movimiento rápido, los brazos del hombre la tomaron por la cintura, haciéndola pegar un grito cuando rodaron sobre la cama hasta dar con el piso. Haley cayó encima suyo, sin entender cómo era que el hombre bajo ella pudiera estarse riendo a carcajadas cuando acababa de darse tremendo golpe en la espalda.
Clark volvió a estrecharla y ella dejó caer la cabeza sobre su pecho, mirándolo con esa sonrisa guasona que tanto le molestaba (y encantaba):
— Ahora es mi turno —suspiró— ¿En serio, Clark Joseph Kent?
Él solo pudo volver a reír, porque era un privilegio y a la vez una ternura verla fingir que estaba molesta. Acunó su mejilla con su mano libre y la atrajo hacia él para robarle el más dulce de los besos.
La castaña le correspondió con las mismas ansias que parecía demandarle, obligándola a rodear sus hombros en busca de más cercanía. Le gustaba verlo comportarse así de mimoso cada vez que la tenía cerca, como si nunca se cansara de su compañía o sus caricias, que se estaban volviendo un hábito adictivo.
Sinceramente, no le pedía nada más a Santa que estar en sus brazos por lo que quedaba de año... y si era posible todo el tiempo del mundo.
— Que sepas que con esto no me vas a convencer —aclaró cuando se separaron en busca de aire.
— Pero sí te robé unos minutos más de tiempo —contestó el hombre, acariciando su rostro con devoción mientras se miraban intensamente— Te amo ¿Lo sabes?
— No más que yo, Smallville —rió antes de darle otro beso que lo dejó completamente noqueado— Ahora de pie, la ducha nos espera.
— Y no me quejaré.
Media hora y tanto después, los dos estaban esperando en la estación, sentados en una banca mientras aguardaban por el aviso de la chica del autoparlante sobre el último bus de Kansas.
Martha los encontró apenas cruzó la puerta, dando un leve grito por la emoción que le causó el verlos otra vez luego de varios meses sin recibir más que llamadas telefónicas. Los envolvió a los dos en un abrazo y besó la mejilla de su hijo antes de sujetar la mano de su nuera para que la llevara en dirección al taxi que los esperaba.
Clark guardó la maleta en la habitación de huéspedes que su madre solía ocupar cada rara vez que venía a la ciudad, bufando molestamente cuando Lyla se acurrucó encima de esta como si hubiera encontrado el lugar más cómodo de todos.
No le incomodaba en lo absoluto tener una bola de pelos en su departamento, sobretodo cuando era la mascota de su novia, pero su madre la trataba con tanta adoración que pareciera querer poner al gato en un pedestal.
— ¿Qué lees que tanto sonríes? —la sorprendió abrazándolas por detrás. Haley estaba en la cocina, revisando su móvil entretanto esperaba que la leche se calentara en el microondas.
Si no hubiera estado prisionera entre sus fuertes brazos, habría negado varias veces, pero en lugar de eso solo le dejó un beso en la mejilla mientras terminaba de teclear en la pantalla:
— Es un mensaje de Diana, la amiga que conocí en el parque ¿Recuerdas que te hablé de ella?
— Algo.
— Hubiera querido invitarla a la cena, pero tiene muchos compromisos pendientes. Así que solo le escribía para desearle Feliz Navidad.
— No es la única que parece estar muy ocupada, tu vas muy a prisa —se limitó a decir mientras la veía caminar de aquí para allá en la cocina, buscando una caja de galletas y un paquete de malvaviscos que le lanzó al pecho— Cariño ¿Dónde está el fuego?
— Lo siento. Es que tengo el tiempo contado antes de pasar por el supermercado
— ¿A dónde vas?
— Tengo que cumplir con una promesa —respondió ante su ceño fruncido— la cual pienso cumplir mientras tú y tu madre disfrutan de un buen chocolate y un paseo por el parque de Metrópolis. Recuerda que te lo ha pedido desde hace semanas.
— ¿En serio crees que voy a dejarte ir sola? Es peligroso...
— Solía apañármelas muy bien cuando ni tú ni yo éramos pareja, así que no te preocupes —advirtió— prometo estar aquí antes de las tres.
Clark, dándose por vencido, reposó sus manos en la cintura de su novia. Sabía que de insistir terminarían discutiendo, y no quería eso. Aparte, tenía plena confianza en ella y sabía que eso era algo muy importante en su relación.
— Más te vale volver a la hora, porque de lo contrario iré a buscarte y tendrás una reprimienda muy fuerte.
— ¡Uy ya lo creo! —se empinó sobre sus puntas para darle un rápido beso en los labios y guardó las galletas en su bolsa antes de salir.
Podría decirse que después de haber recibido el ascenso a reportera sus ganancias aumentaron el doble de lo que ganaba siendo asistente, no era un sueldo exageradamente alto, pero para ella era suficiente. Le permitía pagar la renta a tiempo, comprar las cosas que necesitaba sin tener que ahorrar, incluso pudo enviarle un caro regalo a su hermana y a Elias por las fiestas, lo cual la hacía sentir orgullosa de que por fin sus esfuerzos comenzaban a dar frutos.
Por otro lado, una de sus grandes acciones también había estallado ese veinticuatro de diciembre, puesto que desde que su artículo se publicó en las páginas del Daily Planet muchas personas se habían movilizado para ayudar a los niños menos favorecidos. Ella como colaboradora del Orfanato Bogart estaba al tanto de ello, y precisamente por eso ahora se dirigía hacia allí, para cumplir con la promesa que le había hecho a una buena amiga.
La niña corrió hacia sus brazos cuando la vio llegar, y ella le besó la frente con sumo cariño, agachándose para estar a su altura mientras la cuidadora las esperaba en la puerta:
— Si has venido —exclamó Hayley. Ese día estaba más arreglada que nunca, con un brillo reluciente en los ojos.
— Te dije que estaría aquí cuando sucediera ¿No es así? —la pequeña asintió en respuesta— ¿Lista para conocer a tus padres adoptivos?
Hayley movió los pies con nerviosismo cuando la periodista le tomó la mano al tiempo que abrían la puerta hacia la sala donde las familias solían firmar los papeles para llevar a uno de sus internos a un nuevo hogar, lo cual estaba a punto de sucederle a ella.
La pareja se giró para mirarlas llegar, y tanto Haley como Hayley intercambiaron una sonrisa cómplice, la misma que la mayor compartió con el hombre afroamericano que estaba parado junto a su esposa.
— Cariño, ellos son el señor y la señora White —los presentó y Perry las saludó educadamente, ganándose la sonrisa de su nueva pupila.
Quizás esa sí sería una Navidad para recordar.
Haley nunca olvidaría lo mucho que llegó a alcanzar en un período de tiempo tan corto como los seis meses que llevaba viviendo en Metrópolis, sobretodo porque el día de su llegada nunca imaginó llegar a tener tanta suerte con su incierto futuro.
Por supuesto, sabía que sus creencias e ideas no las desperdiciaría como la obligaban a hacer en Montana, sino que buscaría una forma de compartirlas para que las personas tuvieran un ejemplo de su visión en cuanto a la sociedad americana. No era una escritora y mucho menos una heroína, pero trataba de ayudar y pensar como una.
Aquella noche, después de la cena que entre los tres se encargaron de preparar, decidieron sentarse junto al árbol para charlar animadamente. Martha contó historias de la complicada niñez que atravesó su hijo, la forma en la que su marido solía confiar en él dándole la fe que necesitaba para seguir adelante e incluso escuchó algunas cosas que él tenía que decir en cuanto a sus padres biológicos.
Haley sintió una curiosidad tremenda en relación al tema de Krypton, pero iba a ser otro día en el que le pidiera contarle todo.
Mientras tanto, ambos se quedarían abrazados en el sofá, aprovechando que su madre llevaba a Lyla a la cocina. La joven Rogers descansaba abrazada al torso de Clark, quien se dedicaba a hacer cosquillas en su hombro mientras miraban las luces resplandecer en todo el salón.
— Espero que mamá le ponga malvaviscos al chocolate. Suele olvidarse que están en la alacena.
— Creo que debería ir a ayudarla —saltó la castaña de repente, pero en cuanto quiso ponerse en pie el pelinegro volvió a hacerla aterrizar en los almohadones del sofá.
— Que mala manía tienes de querer marcharte cuando más quiero que estés a mi lado —le dijo él, viéndola la negar entre risas— ¿Estás bien?
— Mejor imposible —Haley acunó su cabeza entre sus manos y lo llevó a sus labios para regalarle un profundo beso— Solo quiero que todos los días sean así: tú, yo, esta paz...
— ¿Y Martha en la cocina encargándose de la bola de pelos? —frunció el entrecejo— Mejor deberíamos decirle que se la lleve a Kansas.
— Tonto kryptoniano —rió ella tras golpearlo en el hombro.
Él volvió a rozar su nariz con la suya, susurrando contra su rostro:
— Yo también quiero esta vida, y espero que estés siempre en ella.
— Por supuesto —exclamó— aunque las cosas puedan complicarse, tienes que saber que eres el hombre que amo, y el único en realidad. Recuerda eso.
— Siempre, siempre —correspondió, atrayéndola para que ambos cayeran sobre los cojines de forma juguetona.
Momentos así de tontos podían dar lugar a cosas especiales cuando eres novia de Superman, solo que para ambos la felicidad se transformó en un plano de tiempo. Porque cuando se es simplemente humano la vida es muy delicada a comparación con la de seres superiores.
Por eso Haley Rogers comenzó a tener el tiempo contado desde esa noche, y ella ni siquiera lo sabía.
— Espera, creo que mi teléfono está sonando — advirtió en camino hacia la mesa ratona que había en la entrada.
Le había llegado un correo electrónico bastante detallado, y firmado por una persona que definitivamente no se negaría a conocer. Aún sin saber que eso le costaría mucho.
Señorita Rogers:
Primero que todo ¡Feliz Navidad! Es una frase que no se debe pasar por alto en estos días ¿No cree?
Pues bien, quería decirle que después de pensarlo mucho decidí que podríamos tener una conversación muy fructífera que podría beneficiarnos por igual si aceptara tomar un café conmigo este fin de semana. Pues antes que nada, estoy muy interesado en brindar mi ayuda para apoyar en las donaciones del Orfanato Bogart.
En fin, la estaré esperando en mi oficina el sábado.
Atentamente,
Lex Luthor
Me he adelantado milenios a la Navidad, pero ya con este capítulo culminaríamos para iniciar con la segunda parte.
ADVERTENCIA: Preparen los pañuelos porque se viene lo peor para Claley.
Quería darles las gracias a todos los buenos lectores que siempre leen y comentan, los capítulos pasaron de ser de solo cincuenta votos a ochenta en cuestión de semanas, y van en aumento. Eso es algo que solo les debo agradecer a ustedes. Debo aclarar que adoro leer todos sus comentarios, ya que esto demuestra lo emocionados que estáis con la historia y lo mucho que les gusta. En serio, no saben cuánto significa para mí y siempre trato de responderles a todos aunque sea de una forma bastante escueta. Perdón por eso, intentaré mejorarlo.
Gracias por todo, chicos. Desearía poder tener ese apoyo en el resto de mis fanfics y tengo la esperanza de que así será con el paso del tiempo.
Besitos a todos,
Debbie
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