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CAPÍTULO UNO -superhéroes

【 CAPÍTULO O1

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SUPERHÉROES
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HABÍA PASADO SOLO UN DÍA DESDE QUE HALEY ROGERS LLEGÓ A METRÓPOLIS. Apenas y recién comenzaba a sentir los aires de la nueva vida correr por debajo de sus brazos, volando como un ave libre. Porque por primera vez en su vida hacía algo por sí misma para sentirse bien, completa y tranquila; algo que la llevaría a ser totalmente independiente sin importarle lo que los demás dijeran de ello.

Allí, sentada en medio de una cafetería de comida rápida en el centro de la pintoresca ciudad, saboreaba el líquido humeante del café cubano, acompañado de unas tortitas de chocolate y el Daily Planet.

Había tenido una entrevista corta con el jefe que dirigía ese diario, luego de haber encontrado un puesto para empleada bacante que le serviría de mucho para pagar la renta de su departamento, y de paso, ahorrar con el objetivo de comprarse uno propio. Aunque en un principio no estuvo muy segura de llegar a obtenerlo, para su sorpresa, el puesto le fue concedido luego de un juego de palabras bastante atemorizantes con el hombre. Ya se sabía por todos que el mal humor que lo caracterizaba nunca se iba.

Finalmente, y luego de avisarle que comenzaría a la mañana siguiente de lunes, Haley decidió celebrar con un desayuno a las diez en punto y en completa soledad; porque aún era demasiado pronto para hacer amigos.

Y esa era una de las cosas que buscaba la castaña ahora que se establecería de forma fija en Metrópolis.

Deseaba buscar nuevas amistades, conocer cada rincón, hacer bien su trabajo y mantener una buena relación con todos los del edificio ¿Y quién sabe? Quizás ya iba siendo hora de darle una oportunidad al amor.

Todos sus primos y hermanos tenían una pareja con la que compartir su día a día, y por mucho tiempo fue ella quien se mantuvo soltera debido a su falta de vida social. No era para menos, si los problemas en su casa nunca terminaban y era ella la principal persona que debía darles solución.

Puede que por eso fue que sus padres se opusieron en un inicio a dejarla irse de Montana. Creían que ella estaba siendo inmadura al marcharse a un lugar poblado en el que no se sabría desenvolver.

Sin embargo, realmente les sorprendería lo bien que le había asentado ese cambio.

Ya no se sentía tan atrapada. Ya no.

Pero no podía detener las llamadas constantes para chequear su situación. Unas diez en todo el día, de parte de personas distintas. En este caso, la primera fue de su hermana.

-¿Y todo es tan bonito como dicen? Apuesto que hay muchos chicos solteros ¿Ya viste alguno?- le atacaron las constantes preguntas desde la otra línea del móvil, sin darle tiempo de responder una a la vez.

-En primera, llegué ayer en la noche, es imposible que tenga tiempo de fijarme en el lado masculino de la ciudad sin siquiera desempacar el lado desastroso de mi departamento, Peyton- Haley tenía el tenedor en su mano derecha, con el que iba pinchando los pedazos de torta para llevárselos a la boca.

-Eres una amargada, pero dime ya ¿Conseguiste el trabajo?

-¡Sí! - alzó un poquito su voz, solo lo debido para mostrar que estaba emocionada- y no tienes idea de lo emocionada que estoy. Todo en el edificio es tan grande, hay un montón de computadoras y el personal es muy agradable, aunque mi jefe parece ser un poco gilipollas.

-¡Genial, piojo! Ya iba siendo hora. Estoy muy orgullosa de tí- correspondió Peyton- por cierto, Sam está por aquí y te manda sus saludos.

-Dile que yo le envío mis más sinceras patadas.

-Se las dió su esposa hoy en la mañana.

-¿Qué han dicho mamá y papá?- se atrevió a preguntar, sabiendo cual sería la respuesta a esa pregunta, y de solo suponerlo, su emoción de hacía un rato se marchitaba al igual que su sonrisa.

Peyton pareció pensarlo un poco antes de responder, de todas formas, ya Haley estaba acostumbrada a las decepciones por parte de sus padres.

-No están muy contentos, principalmente papi. Mamá se preocupa, pero aún sigue enojada porque te fuiste.

Bien sabía que eso no iba a cambiar su forma de pensar, pero no evitaba que se sintiera de la mierda. Al fin y al cabo, había vivido toda su juventud obedeciendo órdenes, y tenía la mala sensación de que cuando no las cumplía le quedaba un cargo de conciencia que no la dejaba dormir tranquila. En este caso no sería distinto.

Odiaba tanto el hecho de que su propia familia la había moldeado a su antojo solo para cumplir con sus peticiones, sin pensar primero en lo que ella quería realmente.

-La abuela es la que está un poco mal, necesita ayuda en la casa porque su fractura no la deja hacer nada y todos estamos muy ocupados para ir allá- agregó Peyton, y ella solo sabía que lo estaba diciendo para hacerla cambiar de opinión y regresar- si no te hubieras marchado quizás no tendríamos esa preocupación presente, Haley

¡Y vaya si no la tendrían! Le pedían ayuda, pero nunca aceptarían que la necesitaban.

Su familia era así. Siempre dándole quehaceres y queriendo controlarla como un instrumento para servir, pero ella no iba a volver, por mucho que intentaran hacerla sentir mal o culpable, necesitaba su espacio y una vida propia.

-Sabes que tengo que hacerlo, Pey- respondió sin más- Realmente siento que es mi deber buscar mi propio camino.

-Tu deber es ayudar a tu familia, Hals ¿Podrías dejar de pensar en tí por una vez y ponerte en el lugar de todos nosotros?

-Lo siento, Peyton. No espero que tú ni nadie lo entienda, pero ya me he sometido por mucho tiempo- le cortó, no sin antes darle un último mensaje para finalizar la llamada- Dile a Elias que su tía le manda un beso, y saluda a los demás. Adiós.

Colgó sin esperar a que volviera a atacarle con otra de sus acusaciones, sintiéndose miserable por ser la única en su propia vida que realmente sintiera lástima por sí misma. Preguntándose ¿Quién lo había hecho alguna vez?

Suspiró con exhaustividad, dejando el plato de lado. Ya no tenía hambre.

Acto seguido, pagó la cuenta con un billete y salió del local encorvada, caminando por las calles sin rumbo alguno.

Sabía que debía terminar de desempacar, que tenía que preparar todo para el día siguiente y darle de comer al gato inclusive; pero la verdad es que ya no tenía ánimos para ello.

Por eso deambulaba mirando todo a su alrededor, dibujando en su mente la hermosa ciudad que ahora se había convertido en su nuevo hogar y la cual le daba la paz que nunca halló en casa. Era como si los edificios que parecían tocar el cielo, los parques y las personas le estuvieran diciendo "Bienvenida"; dándole el voto de confianza que merecía.

Si tan solo hubiese recibido ese apoyo antes, quizás habría llegado más lejos que a ser una simple asistente de reportero.

Sus pasos se dirigieron a un supermercado en busca de los víveres que necesitaba en casa, comprando verduras, sus cereales favoritos y comida para gatos en caso de que Lyla necesitase más. Aquella gata dictadora acabaría por dejarla en la quiebra si seguía pagando por paquetes de croquetas de pescado.

Decidió volver caminando a casa por una calle que le servía como atajo, sintiendo el eco de unos gritos que la alarmaron repentinamente. Fue entonces cuando vio a lo lejos un grupo de asaltantes golpeando a un anciano que intentaba protegerse alzando sus brazos sin éxito. Tal escena encendió una luz en Haley que no la hizo pensar en lo que hacía hasta que se vio a sí misma dirigiéndose hacia ellos.

-¡Hey! ¡Déjenlo en paz!- les gritó sonoramente, haciendo que la vista de todos se posara en ella.

En ese pequeño nanosegundo, logró hacer una seña al viejo hombre para que le diera tiempo escapar, frustrando así los planes de robo por parte de la banda que ahora parecía tenerla a ella como venganza por hacerles perder su último asalto.

-¡Maldita, zorra! Has hecho que se nos escapara- chilló uno de los encapuchados, apuntando un arma en su dirección- ¡Levanta las manos y danos la cartera! ¡Rápido!

Nunca en su vida había sido una mujer valiente, incluso ella misma se catalogaba como un ser muy temeroso, pero a pesar de que en esos momento temblaba como una hoja, se vio a sí misma negando ante la cara oculta del hombre.

-No- dijo con toda firmeza, creyendo estar cabando su propia tumba.

-¿Qué has dicho?

-Que no ¿Acaso eres sordo? No les voy a dar mi dinero.

No supo con exactitud qué clase de mueca haría el chico de la pistola, ni la forma en la que la miraron sus compinches, dado que los pasamontañas no le permitía reconocerles. Pero los había hecho enojar, y mucho.

-Tú te lo has buscado, bonita- escupió, cargando la pistola de sus manos, y Harley cerró sus ojos con fuerza esperando lo peor.

En cambio, en vez de escuchar el sonido de un disparo, lo único que pudo percibir seguidamente fueron golpes, choques y gemidos de dolor por parte de esos que se encontraban frente a ella.

Algo estaba sucediendo y no se atrevía a abrir sus ojoss de nuevo, temerosa de que el próximo puño o bala llegara a su cara.

Pero al final, su curiosidad pudo más que el miedo, llevándose una grata sorpresa cuando al separar sus párpados se encontró con la imponente figura del mismísimo Hombre de Acero delante de ella.

El superhéroe del que todos hablaban en el país estaba parado a pocos pasos, extremadamente impresionante y atractivo, con ese aire generoso que lo hacía lucir tan irresistible y encantador delante de todos. Un revoltijo de marañas locas atacó su estómago al ver la hermosa sonrisa que le regalaba ¡Superman le estaba sonriendo! ¡Y la había salvado! Era increíble, pero en ningún momento desde su mudanza a ese lugar pensó en tenerlo tan cerca, y así, con su traje azul ajustado con la enorme S en el pecho.

Todo él era un sueño, uno en el que cualquiera de sentiría dichoso de participar, y sus oceánicos ojos azules fueron la principal droga que hipnotizó o idiotizó de igual manera a la chica de campo.

Inevitablemente, ella le devolvió el gesto, y esto lo hizo reaccionar, aliviado de no encontrarse con otra dama en apuros, porque esa chica se había lanzado al peligro indudablemente por tal de salvar otra vida.

-¿Vas a quedarte callada o prefieres que sea yo el primero que se presente?- le dijo, haciéndola despertar.

-Gracias- fue lo único que sus labios se vieron capaces de pronunciar- de verdad, creí que me dispararían.

-No ha sido nada. Esos no volverán a molestar por un largo tiempo, aunque podrías haber corrido mucho peligro si no hubiera llegado.

-Lo sé. Error mío.

-Tu valentía es admirable, pero aún así, te metiste en un gran problema- volvió a sonreír, y para entonces Haley creía que sus piernas de derretirían como helado- Soy Superman.

- R-Rogers - extendió su mano- Soy de Montana y recién acabo de llegar a la ciudad.

Después de decir todo aquello se tildó de idiota por tener a una figura importantísima delante, y decirle algo tan personal. A él no tendría que importarle quién era. Su deber era salvar personas, no conocerlas.

Sin embargo, cuando la mano de Superman estrechó la suya fue como si un ramalazo de electricidad la azotara por todo el cuerpo. El simple tacto la había hecho estremecer como a una adolescente con ataques hormonales cuando ve a su crush de toda la vida. Pero qué le pasaba.

-Ha sido un placer conocerla, señorita Rogers. Pero debo marcharme- le dijo con su voz ronca y varonil.

-Sí, claro. Ve a salvar el mundo. Mucha suerte y cuidado con la capa- si hubiese podido darse un pellizco en ese momento lo hubiera hecho.

Aquel comentario lo hizo reír nuevamente, y a Haley ya comenzaba a encantarle esa sonrisa tan sexy.

En menos de lo que pudo haber pestañado, el pelinegro había despegado de su lugar hacia el cielo, haciendo que una onda de aire sacudiera todo alrededor de la castaña, que miraba hacia arriba donde se había perdido el hombre con el vago recuerdo de su presencia cerca suyo y la manera en la que la había hecho perder la razón.

-Dios bendito- se permitió suspirar como si acabaran de robarle el aire- No vuelvo a lavarme la mano nunca.









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