CAPÍTULO TRES -paraíso
【 CAPÍTULO O3 】
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PARADISE
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UNA SEMANA ENTERA PASÓ ANTE SUS OJOS, UNA EN LA QUE HALEY SE VEÍA CADA VEZ MÁS UNIDA A SU TRABAJO Y SU NUEVA VIDA EN METRÓPOLIS. Las personas en el Daily Planet eran ante sus ojos seres muy bien dedicados a su oficio, y a los cuales creía agradarle por la manera tan atenta con la que siempre la trataban y, por supuesto, los por favor cada vez que le pedían hacer algo. Que era casi todo el tiempo.
Porque a pesar de que Haley tenía sus suposiciones y las ignoraba, todos allí la odiaban por el simple hecho de que Perry parecía tratarla con cierta inclinación debido a una incierta lástima que la mayoría desconocía motivos.
El hecho era que la hipocresía bailaba en el rostro de todos cada vez que la veían pasar, por mucho que ella estuviera decidida a tratarlos de la mejor forma, la mayoría de los reporteros intentaban llenarla de tareas y favores para hacer de su día a día una carga pesada.
De repente, se vio no solo trayendo el café de su jefe, sino una caja llena con los pedidos de todos.
Haley se convirtió en la secretaria de todo Daily Planet, y la forma en la que parecía ignorar el hecho de lo que realmente pensaban resultó un tanto extraña para Clark. Quien intentaba por todos los medios ser una carga menos para la joven, y cada vez que la veía parada delante de su escritorio preguntando si necesitaba que también le trajese el almuerzo él solo negaba con un gracias.
Digamos que esa fue la mayor la charla que pudieron tener en esos días.
Porque entre tantos deberes por separado, el hombre de Smallville se alejó de la chica como si fuera un fantasma que caminaba por los alrededores. Además de que las atenciones que debía tomar con Lois para mantenerla feliz le tomaban mucho de su tiempo.
Haley por su parte, prefería mantenerse al margen. Hacía poco se había dado cuenta de que él y la señorita Lane tenían una relación que era muy contraria a lo que pensó al llegar, y temía ser muy obvia con sus nervios a la hora de estar cerca de él.
Porque hablándole a la verdad ¿Quién podría mantenerse cuerdo de cables cuando estaba cerca de semejante hombre? Campesino o no, Clark Kent era un Bombón.
No obstante, para Rogers no eran ajenas las miradas que le dedicaba cada vez que pasaba corriendo por su lado. Como si su presencia fuera algún tipo de memoria y Clark no podía evitar privarse de ello. Era raro de creer, pero lucía como si ya se hubieran visto antes.
Aquella noche de lunes a muchos de los trabajadores en el edificio les había tomado muy tarde, y a altas horas de la noche se las vieron retornando a sus casas andando. El tiempo de los autobuses había caducado por ese día, y los taxis parecían haberse perdido del perímetro. Los pocos que pasaban siempre acababan pidiendo un pago extenso por un viaje corto, y eso eran lujos que la chica no podía darse.
Así que sin más, en medio de la acera y con su bolso al hombro se decidió a caminar las próximas cuatro largas manzanas con sus pies. Mirando la luz de los focos que no llegaban a iluminar los callejones oscuros. Podía suceder cualquier cosa, y eso le daba temor.
Hasta que la presencia del chico de Smallville apareció a sus espaldas, sorprendiendola.
—¡Hola!
—Hey ¿Ya sales?— la saludó acercándose. Tenía las manos escondidas en los bolsillos de su chaqueta y los lentes que parecía nunca quitarse aún puestos.
—Tarde, pero sí. Perry no quiso liberarme hasta ahora, y creo que mejor me vuelvo a pie— le dijo— Los taxis se han convertido en seres místicos.
—¿No crees que es un poco riesgoso regresar sola? Las calles aquí están iluminadas, pero creo que para llegar a York a estas horas necesitas una linterna.
—Me las arreglo bien, tengo un spray de pimienta en el bolso— bromeó, cosa que los obligó a reír— de paso... ¿Cómo sabes que vivo en York?
El rostro del pelinegro palideció al darse cuenta de que había cometido un error grave, porque no podía dar indicios de saber más de lo que se suponía. Porque mientras ella creía que Clark pasaba las últimas noches en su casa, en realidad Superman la estaba vigilando como un lobo.
—Perry me pidió estudiarte antes de aceptar tu contrato— se apresuró a decir, cosa que no era del todo mentira.
—Oh, entonces debo sentirme acosada— aquella otra broma lo hizo enrojecer.
—Si no te molesta, me gustaría acompañarte para serciorarme de que llegues bien.
—¿No crees que a Lois le resultaría molesto? Digo, seguro debe de estarte esperando.
—Lois salió de viaje esta mañana. Estoy seguro que no le importaría— le explicó antes de que ella pudiera seguir poniéndole peros.
Haley estaba segura de que cualquier excusa que le inventase no le serviría de mucho. Clark daba la impresión de ser bastante persistente en lo que se proponía y esos aires de caballero no lo dejarían dormir tranquilo hasta saber que nada iba a sucederle a su compañera esa noche.
—Descuida, Smallville. Si algo me llega a suceder, Superman vendrá a salvarme... aunque, no me vendría mal la compañía de un campesino— comentó traviesa, y Clark no pudo negarse a sí mismo que cualquier cosa que saliera de esos graciosos labios lo haría sentir feliz en todo momento.
La invitó a dar el primer paso y juntos se embarcaron en un mismo camino por la nocturna ciudad de Metrópolis. Al principio todo resultó incómodo debido al vacío silencio que los ahondaba, pero luego la chica abrió la boca y después ninguno de los dos pudo detenerse.
Formulaban preguntas y las respondían sin medir. Haley no quiso comportarse como una inmadura delante de él, pero le era muy difícil controlar su originalidad junto a una compañía tan buena como la de Clark. Él en cambio, se preguntaba cómo habían personas en el diario que podían odiarla.
Ella era todo risas y bondad. Pudo darse cuenta de ello al pasar prácticamente media hora de charla a su lado, donde únicamente deseaba estar a la altura de un ser tan puro como lo era Haley Rogers.
Su inocencia no podía ser de ese mundo.
—Es interesante saber cómo un chico tan humilde de Kansas llegó a formar parte de uno de los periódicos más leídos del país. Eres mi héroe Clark Joseph Kent— se mofó la castaña luego de escuchar la historia de su atractivo compañero.
—Eso si puedes agregarle el mal humor de Perry sería un total desastre.
Ella negó:
—Él es un gran hombre, solo tiene una vida llena de problemas.
—Pareces tener un don excepcional para entender a las personas sin equivocarte, Rogers— agregó el pelinegro.
—Supongo. Porque no me equivoqué contigo.
Tras decir esto, ambos apartaron su mirada hacia cualquier otro punto de la calle, ligeramente sonrojados, rompiéndose esa tensión luego de que él se atreviera a preguntar:
—¿De dónde eres originariamente?
La castaña suspiró, dándose cuenta de lo íntimamente profunda que se estaba haciendo esa conversación:
—Bastante lejos. Montana para ser exactos— una leve risita brotó por entre sus dientes— ...si decides cobrarte todas las burlas que te he hecho por lo de Kansas, ahora es el momento adecuado.
—No me digas.
—Es verdad. Crecí en un rancho lleno de caballos y vacas. Con el country en mis oídos y las botas de vaquero en los pies ¿Pero sabes qué? No me arrepiento de nada. Las montañas del norte ligadas a los prados verdes son la cosa más hermosa que podrás ver en este mundo. Allí todo parece sacado de un libro, y ni así podría compararse.
La mirada soñadora de la joven demostraba toda la verdad de sus palabras. Era fácil notarlo, casi tan pronto como el hecho de que ella no parecía ser humana.
Pero aún existía una interrogante entre tanta maravilla, y es que siendo todo lo increíble que ella aseguraba, aún no entendía por qué había decidido marcharse de su provincia.
—¿Qué te trajo a Metrópolis, Haley?
—Libertad, Kent. Nada más que libertad— suspiró largamente— ¿Sabes de esa sensación que es como si te estuvieras asfixiando tú mismo? ¿Aferrándote a algo solo por miedo? Así me pasó a mí. Tenía tanto miedo de salir de mi zona de confort, que no me dí cuenta de que todo a mi alrededor me ahogaba.
—Haley...
—Los campos de Montana son vida fresca, pero con el tiempo y la situación acabaron siendo una jaula. Entonces me dije a mí misma que necesitaba un cambio, y quizás así perdería ese lado temeroso que odio de mí misma.
No sabía cuánto la comprendía. Cuando él se consideraba a sí mismo prisionero de sus propios pensamientos y memorias, cuando se hacía esclavo del deber y el encierro de su alma.
Haley no sería distinta en ese punto. Tantos deberes que le atormentaban el cerebro la hacían sentir culpable de no ayudar a su familia a pesar de que sabía que ellos no iban a soltarla nunca si volvía. Ellos eran su jaula a decir verdad.
—Es aquí— agregó la castaña una vez que llegaron al pie de un edificio de siete plantas con diversos departamentos.
—Realmente espero que encuentres la paz en Metrópolis, Haley. Así como yo lo he hecho— se limitó a decir, y a pesar de su expresión apacible, a la chica le fue difícil creer que realmente se sentía en paz consigo mismo.
—El Sol siempre se pone para alzarse después de todo ¿No, Smallville?
Clark sonrió ante su ocurrencia, justo cuando ella se acercó para dejar un leve beso en su mejilla, como muestra de agradecimiento por haberla acompañado.
—Mi abuela decía que las personas solo se hayan tranquilos cuando encuentran su paraíso. Continúa buscando, Kent. Está ahí — susurró cerca de rostro antes de ir hacia la entrada— Gracias por venir hasta aquí. Hasta mañana.
—Descansa bien, Rogers— respondió el pelinegro, sintiéndose repentinamente agitado porque la sensación de los labios pertenecientes a la joven aún le ardía en la mejilla.
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