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CAPÍTULO TREINTA Y DOS -eres mi mundo

CAPÍTULO 32

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YOU'RE MY WORLD
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Lex Luthor nunca se había caracterizado por ser una persona ni remotamente paciente, mucho más porque todo lo que hubiera querido y deseado siempre lo había tenido delante de su boca. Pero a medida que fue creciendo y cambiando su forma de pensar, se dió cuenta de que la paciencia más que una cualidad, era una máscara para acompañar a su ocurrente genialidad.

Un hombre paciente siempre es recompensado con gran éxito.

Así que tomó esto como una ventaja; aunque por dentro su reloj mental fuera marcando minuto a minuto, segundo a segundo.

Por eso, mientras miraba al interior del foso donde su asombrosa creación iba cobrando vida, la punta de sus mocasines golpeaba el suelo al ritmo de las manecillas del reloj.

Y justo cuando la alarma del temporizador sonó, una masa pesada atravesó el techo de su simulado laboratorio.

Una masa estorbante que las personas solían llamar el héroe Metrópolis, pero él prefería catalogarlo como “Jesús”.

En otras palabras, Superman.

— “Es tarde, es tarde” dice el Conejo Blanco —recitó, justo cuando la voz artificial de la nave anunciaba los “40 segundos para la animación”— ¿Cierto conejo? Ya no te quedan trucos. Ya no te queda tiempo. Y una cabeza de murciélago menos.

De repente, el ruido del teléfono logró interrupirlo, haciendo que el millonario diera un gracioso saltito para ir hacia la mesa donde estaba el artefacto. Todo esto bajo la mira de Superman, quien se mantenía cruzado de brazos y mirándolo furiosamente.

— Ese será el cocinero, discúlpame—dijo tocando el botón para activar la llamada— ¡Asado de Gótica! Bien hecho. Hola, puedes decirme las malas noticias.

— Prefiero dártelas en persona.

La mueca de satisfacción que tenía fue reemplazada por una de total desconcierto cuando la voz que se escuchó del otro lado no fue la de su secuaz, sino la de Batman.

En medio de su confusión, Lex se quedó paralizado. No sabiendo cómo sentirse en cuanto a ello. Era inconcebible aceptar que su plan hubiera fallado. Para otros podía ser, pero no para él.

No para Alexander Luthor. El mayor genio del mundo.

«20 segundos para la animación»

— Perdiste —sentenció Clark, arrastrando las palabras.

El castaño en respuesta titubeó, pero por supuesto, no se quedó callado:

— Yo no sé cómo perder

— Ya aprenderás.

— Jaja ¿Aprenderé? —rió con cinismo— No odio al pecador... —volvió a apuntar, esta vez señalándolo con su dedo— Odio al pecado. Y el tuyo, mi amigo, es existir.

Acto seguido, cuando la voz de la inteligencia artificial comenzó la cuenta regresiva desde el número 10, este aprovechó para acercarse, y decir en la cara del propio héroe todas las palabras que llevaba reteniendo, atoradas en su garganta, por mucho tiempo.

— No puedo dejarte ganar —expresó con la cabeza cargada de ideas acusatorias— Le dí al Murciélago una oportunidad de luchar para hacerlo, pero no era lo suficientemente fuerte. Por lo tanto, si el hombre no va a matar a Dios ¡El Diablo lo hará!

Fue entonces, cuando el mundo conoció a lo que ellos nombrarían como Doomsday.

En otras palabras, una criatura nacida para destruir a Dios.

Un ser que para Lex Luthor era la prueba de su mayor creación biológica. Sangre de su sangre. Una antigua deformidad kryptoniana. Hecho de pocos sentimientos, la mayoría negativos, como el odio y el deseo de destrucción.

Superman lo pudo ver desde el preciso momento que lo vió cobrar vida delante de sus ojos. Sus rugidos hacían que la tierra temblara bajo sus pies, y su tamaño igualaría al de un dinosaurio. Era monstruoso como el mismísimo demonio, y su fuerza doblaría a la de cualquier alienígena, semidios o meta-humano súper desarrollado viviente.

Sin embargo, eso no impidió que intentara detenerlo cuando después de destruir casi toda la nave, este decidiera salir de allí para convertir a Metrópolis en su próxima masacre.

El gobierno que observaba todo el percance desde sus salas de seguridad no tardó en unirse a la ayuda, suponiendo que la situación lo requería cuando ni siquiera Superman era capaz de levantarse un segundo antes de que la bestia acabara con él.

Las aeronaves militares, también conocidos como los helicópteros Apache, sobrevolaron alrededor de la ciudad hasta dar con la ubicación de la titánica criatura. Comenzando a disparar sus armas contra él, una detrás de otra, sin saber que esto en lugar de matarlo solo lo hacía enojar.

Y entre más creciera su furia, mayor sería la fuerza que este pudiera tener.

Una sola explosión de esa ira acumulada, y la energía que desprendía a kilómetros a la redonda lograba destruir la mitad de los edificios del centro.

— ¿Qué está sucediendo allí, Alfred? —preguntó Bruce Wayne, quien abandonando el puerto de Gótica en su nave, logró divisar a la lejanía el desastre que parecía llevarse a cabo en la ciudad vecina.

Él y Anne intercambiaron una mirada de notable preocupación, mientras que los segundos iban pasando, y su mayordomo continuaba sin encontrar las palabras adecuadas para describirlo.

No obstante, en el puesto de seguridad nacional, el presidente se hallaba en una constante y desesperada indecisión en cuanto a los pasos que la armada debería seguir para deshacerse de esa amenaza que parecía ser completamente indestructible.

Entre tanto intentaba no cortar su llamada con el comandante de las fuerzas militares, la voz de una de sus soldados se alzó cuando algo en la pantalla llamó su atención.

— Señor. Mire, se fueron de la ciudad.

El afroamericano observó la imagen del cuerpo que iba en dirección ascendente, frunciendo el entrecejo:

— Parece que lo está llevando al espacio.

En efecto, Superman había logrado llevar al monstruo más allá de la atmósfera. Intentando empujarlo fuera del planeta Tierra.

Con la seguridad de que la activación de las bombas nucleares no llegarían a afectar al resto de la humanidad, decidieron disparar una de sus reservas para que esta llegara a ellos, y de tal forma acabar con la corta vida que poseía el ser de otro mundo. Arriesgándose también a destruir la del hombre que los había ayudado por años.

Al final, solo lograron percatarse de una cosa. Cada vez que lo golpeaban con algo nuevo, las ondas de choque lo hacían más poderoso. No podían atacar.

Y por tanto, era algo imposible de matar.

Desde las ruinas del puerto de Gotham, las dos mujeres veían desde su posición al cielo que parecía haber adoptado luz propia a causa de la explosión. Sintiendo en lo más profundo de sus entrañas esa sensación de terror que las hacía temblar de pies a cabeza.

Era como si el Apocalipsis de la biblia hubiese llegado.

— ¿Qué rayos es eso? —Lois se sostuvo de una de las columnas, mientras que su compañera caminaba  varios pasos por fuera del edificio con su vista perdida en la lejanía.

— No lo sé, pero calló en la Isla Stryke.

— Es el mismo Cronos, solo que de otro planeta —las interrumpió una voz femenina, perteneciente a la mujer que momentos antes había desaparecido en una nave, pero que igualmente había regresado para ponerlas a salvo.

Lois y Haley se dedicaron a mirarla con confusión, cosa que Anne interpretó como otra interrogante para ganarse una explicación.

— Es de Krypton —murmuró la rubia— solo armas kryptonianas pueden acabar con él.

La única castaña del trío se limitó meditar con detenimiento, uniendo cabos dentro de su cabeza mientras ubicaba las piezas en su lugar y organizaba su mente en tiempo y espacio para que la desesperación no fuera más grande que ella.

Entonces, su cerebro hizo click, y tal como Anne Seymour había dicho, solo existía algo que podía acabar con aquella cosa, y desgraciadamente ese algo estaba varios metros bajo el agua.

— La kryptonita —murmuró.

— Tenemos que darnos prisa. Bruce lo está trayendo a nosotros.

— Entonces no hay tiempo que perder —Lois correspondió con un ligero asentimiento, y las tres echaron a correr hacia el interior de las ruinas.

Llegaron justo a tiempo cuando los sonidos de la destrucción y la lucha que se llevaba a cabo en el otro extremo del puerto se hacían cada vez más fuertes y terroríficos. Haciéndolas preguntarse cómo rayos se estaría desarrollando y cuan impresionante resultaría a ojos de seres humanos comunes como lo eran ellas.

Aunque a decir verdad, para ser solo eso, tenían agallas suficientes para convertirse en el escuadrón de rescate.

Porque a decir verdad, hasta el superhéroe más invencible necesitaba un ancla que lo mantuviera con los pies bien puestos en el mundo, y esa ancla no necesariamente tenía poderes propios.

Haley frotó sus manos con nerviosismo sobre la tela de sus pantalones, sintiendo que su piel se erizaba con un repentino escalofrío.

Tanto Lois como Anne tenían las piernas sumergidas en el agua cuando la escucharon gritar.

— ¡Abajo!

El techo se les fue encima cuando una última onda de magnetismo arrasó con lo que quedaba del puerto abandonado, obligándolas a saltar y sumergirse en lo profundo del pozo al tiempo que trataban por todos los medios de cubrirse con sus brazos de todos los escombros que cayeron sobre ellas.

Rápidamente, la joven Rogers nadó hacia la superficie, dándose cuenta de que estaban atrapadas allí abajo al sentir que sus manos chocaban contra la pared que se había derrumbado. Bloqueando su única vía de escape.

Desesperada, intentó empujarla, pero era un peso demasiado fuerte hasta para ella. A su tarea se sumaron también las otras dos mujeres, sin lograrlo.

Los segundos pasaron, y sus pulmones exigieron oxígeno urgentemente.

La castaña miró hacia todos lados en medio de la oscuridad de aquel hoyo, dándose cuenta de que ella era la única que aún se encontraba consciente, porque sus compañeras no habían podido aguantar mucho más.

Si no hacía algo pronto, ella tampoco duraría.

Así que ejerció mucha más presión sobre la cubierta, y sus pensamientos viajaron automáticamente a su bebé ¿Cómo saldrían de esa situación? ¿Cóm  podía salvarlos a todos? La determinación que guardaba por sobrevivir era tal, que sin siquiera imaginarlo, los pesados bloques comenzaron a seder.

Pero no era debido a ella, sino a que del otro lado, Clark se había desecho de los obstáculos que las cubrían, y ahora estaba allí, sosteniendo su cuerpo empapado de pies a cabeza.

Los ojos verdes de la joven se encontraron con los suyos, comunicándose sin necesidad de palabras y agradeciendo que una vez más le hubiese salvado la vida.

Luego, sacaron a unas inconscientes Anne y Lois, las cuales comenzaron a toser y expulsar toda el agua que tenían dentro. Haley dejó que un suspiro de alivio saliera de su garganta, agradeciendo a todos los cielos porque estaban bien.

Sin embargo, todavía quedaba algo más por hacer.

En el instante que su cabeza se volteó hacia donde el hombre de la capa azul se encontraba, este le acarició la mejilla con mimo y luego se giró para zambullirse en el fozo hasta dar con la lanza de kryptonita que Wayne había creado para destruirlo.

Haciendo uso de las pocas fuerzas que le quedaban, Haley tiró de sus hombros hasta sacarlo por completo. La gema verde solo provocó que ests se doblara sobre sí misma, intentando contener el dolor que sentía en la boca de su estómago.

Trató de llegar a ella, pero Anne fue más rápida, y recogió la kryptonita delante de los dos para lanzarla lejos.

Eso suficiente para que ambos se recuperaran. El pecho de Haley subía y bajaba a medida que sus respiraciones se hacían más profundas, tratando de suprimir el dolor de su cuerpo por todos los medios.

— Clark... —murmuró el nombre del padre de su hijo, de forma que él pudiera escucharla— Clark ¿Estás bien?

Arrastrándose, logró llegar hasta donde este estaba tirado, de rodillas, con las manos apoyadas en el suelo.

— Hals...

Él levantó el semblante agotado, uniendo su frente con la de ella después de recibir un corto beso. Luego, ambos desviaron su vista hacia el infierno que tenían delante, donde los demás intentaban enfrentarse al monstruo sin éxito alguno. Todo era destrucción y caos, tan deprimente como los rastros de una guerra en plena lluvia de fuego.

Haley quería creer que de alguna forma, valiéndose de aquel cristal podrían salir victoriosos, como siempre había sido. Sin necesidad de perder a nadie.

Pero al mismo tiempo... tanto ella como él sabían que no había otra salida.

— Te amo —lo escuchó decir, y cuando su mirada volvió a posarse sobre la de Clark, él la estaba observando con absoluta devoción.

Mediante esto, un montón de imágenes pasaron por su cabeza, como una película vieja, donde la atractiva sonrisa del chico de Smallville la acompañaba a todos lados. En sus sueños, en la realidad y en el pensamiento. De forma que nunca más podría olvidarse de él.

Aquellas dos palabras solo podían significar una cosa.

«Adiós»

— No —negó rotundamente, negándose a aceptar ese destino— Clark, no puedes.

— Este es mi mundo...

— No, Clark. No lo hagas.

Pero el pelinegro solo sonreía para ella, alegrándose de que por lo menos estaba haciendo lo correcto para salvarlos a todos. Entonces dirigió su atención al vientre que aún se encontraba plano, escuchando a través de este los latidos de su hijo. Fuerte, aún pequeño y aferrado a la vida de su madre como la suya propia.

Valía la pena tal sacrificio si algún día su pequeño podría caminar por un mundo donde estuviera libre del peligro.

— Ustedes son mi mundo—susurró para ambos, regalándole su última sonrisa.

Las lágrimas de Haley surcaban sus mejillas por montón, pero eso no fue suficiente para convencerlo de quedarse. Por tanto, decidió que no volvería a mirarla, o de lo contrario, no lo lograría.

— ¡No! ¡Por favor, Clark!

No se detuvo. Se reincorporó decididamente y voló hacia donde estaba la maldita arma de kryptonita verde; y después, todo lo que pudo sentir en su propia carne fue dolor.

Un dolor insoportable que lo consumió por dentro, pero que logró soportar incluso cuando su pecho fue atravesado violentamente por uno de los huesos que componía al Doomsday.

Ese era su final... y lo supo desde el momento que no encontró otra alternativa para mantener vivo al planeta que lo vió crecer. Pero más importante que todo, para mantener viva a su familia.

Aguantó fervientemente la presión de la herida hasta acabar con la bestia. Matándola directamente y justo como había hecho con él. Sin embargo, a medida que la vida se escapaba a través de sus ojos, pudo sentirse satisfecho y felíz de haber logrado su objetivo.

Su madre estaba a salvo, el amor de su vida estaba a salvo y toda la humanidad había sido salvada también.

No tenía miedo a irse, ya todo estaba hecho y la muerte no se sentía ajena.

Al fin y al cabo, se dice que morir es solo como despertar de un sueño.*



(*) Referente a un poema de John Keats, titulado “Sobre la muerte”.

Ahhhhhhhhhhh!!!

😭😭😭😭😭😭

Caray estoy llorando ¿Quién más está llorando conmigo? Que levante la manito🤚

Lo sé, sé que no querían que este momento sucediera, pero como véis, hacía falta darle su toquecito de drama y obviamente no iba a saltarme uno de los momentos más cruciales de la película.

Descuiden, Haley está bien. No tendrá un aborto ni nada por el estilo, aunque razones para eso tiene suficientes. Pero como sabrán, ese bebé es un mini-kryptoniano, así que se agarra bien fuerte al condón umbilical tipo «De aquí nadie me saca» Jjjj.

Saluditos a todos y nos leemos más pronto de lo que creen,

Debbie

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