CAPÍTULO SEIS -mala mentirosa
【 CAPÍTULO O6 】
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BAD LIAR
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EL DÍA QUE LE DIERON DE ALTA, HALEY SE VIÓ BENDECIDA CON LA COMPAÑÍA DEL CHICO DE SMALLVILLE, DEBIDO A QUE NO TENÍA A NADIE MÁS QUE PUDIERA AYUDARLA A VOLVER A CASA. Anne le había pedido disculpas por estar tan enredada en su trabajo esa mañana como para poderla ir a buscar, por lo que, sin pensarlo mucho o siquiera pestañear antes de responder, Clark se brindó voluntario para ser él quien transportase a la “lisiada” hasta su apartamento. Aún sabiendo que esto podría traerle un pequeño conflicto con Perry, y puede que una que otra explicación razonable para la inseguridad de Lois.
Pero ¿Qué más le quedaba a su amiga?
Era obvio que si él hubiera estado en su lugar, ella se metería en los problemas que fuesen necesarios solo para salvarlo. Haley era ese tipo de persona. Así que, como si fuera tan ligera como una pluma, la levantó en brazos y la ayudó a meterse adentro de su coche. Esa mañana la pasaría a su lado sin importar nada más.
Así que para cumplir con ello, decidió apagar su celular y guardarlo en el fondo de su portafolio. Ya luego cargaría con las consecuencias. Pero es que ver aquella sonrisa plasmada en el rostro de la castaña cuando llegaron a su piso, significó el Sol y la Luna para él.
Enseguida que la depositó en el pequeño sofá del salón, una bola espumosa y blanca trepó encima de los almohadones, restregándose en su brazo entre suaves ronroneos. A lo que Clark comparó con una pelusa enorme de peluche.
Haley soltó una carcajada cuando su mascota trepó por el regazo de su compañero, clavando sus uñas en el abdomen de este como si quisiera averiguar que había por debajo de la tela de la camisa.
Si supiera Lyla que no era la única curiosa de la casa.
La castaña retiró con cuidado a la gata que había escalado hasta su cuello, ganándose una mirada graciosa por parte de Kent.
— Ella es Lyla, y créeme. No suele ser así de cariñosa con los extraños.
El animalillo bufó con molestia, trepando por el espaldar del sillón hasta caer del otro lado, estrellándose contra el suelo.
— De todos los gatos bonitos que existen en el mundo, te quedaste con el más agresivo ¿No que siempre caen de pie?
— Ella es la excepción a la regla. No hace nada más que dormir todo el día— se encogió de hombros, haciendo el ademán de ponerse en pie. Acción que no se le tenía permitida, y por ello se vio frenada al instante por el pelinegro.
— Hey, más despacio, saltamontes ¿Qué crees que estás haciendo?
— Buscar un poco de agua e ir a mi habitación —justificó.
— Pero para eso me tienes a mí ahora. Estoy aquí para ayudar.
— Creo que puedo arrastrarme perfectamente hasta el refrigerador y luego ir a la cama.
— De eso nada, Hals. Vas a hacerte daño —insistió.
— Ni que la herida vaya a reventarse, Clark. Estoy bien.
— He dicho que te detengas, niña.
— Pero qué... —chilló cuando sintió que la levantaba en vilo de forma sorpresiva— ¡Ya basta, Kent!
Haley chilló y se abrazó a los hombros del hombre, que sin esperar ninguna reprimienda, caminó en busca de su habitación hasta atravesar el umbral de la puerta y dejarla sobre la suave cubrecama color melocotón.
Al hacerlo, no calculó con que su poco equilibrio lo haría caer junto con ella, provocando que esta se echara a reír de lo lindo cuando su frente chocó contra la suya. Clark tampoco pudo evitar que la risa se apoderara de él, y muy pronto los dos estallaban en un mar de carcajadas que les robaron el aliento rápidamente.
El pelinegro levantó su cabeza hasta que su mirada azul chocó con los nerviosos ojos de la chica, percatándose de los escasos centímetros que los separaban.
Haley sintió el aliento cálido de su compañero deslizarse por sus mejillas, dejándola paralizada, convencida de que ninguno de sus sentidos funcionarían por mucho que quisiera hacer algo. Porque estaba perdida en aquel atractivo rostro, demasiado como para apartarlo de su lado.
Ambos lo deseaban, mucho más ella que él. Debido a que sus sentimientos todavía eran muy inciertos. Lo único real, era el hecho de que no podían ni deseaban separarse.
Sin embargo, siempre había algo en el camino que lograba romper con los momentos importantes.
— ¡Lyla, quítate de encima! —regañó la castaña cuando su bola de pelos le fue encima al hombre como si le estuviera haciendo algo malo a su cuidadora.
Aunque al principio fue difícil, Clark se las arregló para despegar al dichoso felino de su camisa, y lanzarlo encima de la cama junto con la dueña.
— Me parece que no le caigo muy bien —murmuró, mirando el agujero que había logrado hacer en un costado de su prenda superior.
— Lo siento mucho. No suele ser así. A veces es como si pensara que las personas que me rodean no son humanos.
El hombre tragó en seco:
— Creo que iré a buscarte un vaso de agua. Ya mismo regreso.
— Vale —sonrió la chica, quien decidió prender la tele que tenía delante de su cama.
El noticiario de la ciudad fue lo primero que se vio en la pantalla, seguido de la voz del locutor que les hablaba sobre un supuesto accidente que había ocurrido en la mañana cerca de la autopista que daba salida al museo municipal.
Haley acarició el pelaje de su mascota, con los ojos muy abiertos y el corazón latiéndole al igual que un tambor cuando miró de qué se trataba todo. Y al parecer, había sido un incendio provocado por una leve falla de gas.
Clark llegó a los pocos segundos, quedándose helado cuando miró la televisión y el por qué la castaña se encontraba tan atenta.
— ¿Qué ocurrió? —se atrevió a preguntar.
—Un incendio esta mañana. Murieron varias personas, pero no dice qué cantidad.
— Yo no sabía —se quedó pensativo por varios segundos.
— No lo entiendo —murmuró ella dubitativa— ...creí que Superman estaría allí, pero no hay señal en las cámaras. Él siempre aparece.
El rostro de Clark se contrajo como si algo realmente lo perturbara, y sin previo aviso, se dirigió a ella para darle un rápido beso en la frente. Excusándose de que tenía unos pendientes aún por resolver, y que llamaría a Anne para que pasara a verla apenas llegara.
Aunque a Haley se le hizo algo extraño su comportamiento, decidió dejarlo pasar, y aprovechó el resto de la tarde para estar en su habitación.
Su vecina le había traído la cena hasta la cama, y se quedó junto a ella hasta que la hora de dormir llegó, retirándose hasta su apartamento, no sin antes advertirle que debía llamarla por cualquier percance que tuviera.
Haley aceptó toda aquella excesiva preocupación entre risas, y permaneció recostada en su almohada mientras leía un libro de John Green con Lyla acurrucada a su costado.
Pero de un momento a otro, la repentina sensación de ser observada la hizo estremecer como si por su lado acabase de pasar un fantasma.
Miedosa, dirigió su vista hacia el balcón que había detrás del ventanal, encontrándose con la imagen menos oportuna que podría haber pasado por su cabeza. Un hombre robusto, alto y corpulento estaba sentado en el barandal, observándola a ella a la vez que daba cortos vistazos hacia la gran ciudad. Llevaba un traje azul, el mismo que portaba una gran S en el centro del pecho y una mirada perdida a pesar de lucir lo más serio posible.
Haley se incorporó con dificultad, arrastrando su pierna y a ella misma hasta llegar al cristal que los separaba y lo hizo a un lado. Apoyándose en el umbral para no caer.
Continuaba un tanto sorprendida por aquella inesperada visita, pero no podía decir que la aparición súbita del héroe de Metrópolis le había causado una absoluta tranquilidad.
— Creí estarías vigilando la ciudad desde algún gran edificio —se atrevió a romper el hielo, sin aún recibir un gesto a cambio por su parte.
— ¿Qué crees que es lo que estoy haciendo ahora?
— Resulta una tremenda casualidad que hayas llegado a parar precisamente a mi piso.
— Digamos que me preocupaba tu salud —sonrió— ¿Cómo está tu pierna?
— Cojeando —se limitó a decir— pero estoy bien.
— ¿Nadie nunca te ha dicho que eres una pésima mentirosa?
— Podría ser, pero qué hay de tí —apuntó la castaña— ¿Qué sucede?
El héroe de capa negó varias veces, para luego posar sus bonitos ojos sobre la chica, y regalarle una grata sonrisa de reconfortación.
No supo el por qué de esa sensación, pero creyó que a su lado todo resultaba demasiado familiar, como si lo conociera de toda una vida
— Nada por lo que debas preocuparte, Haley. Solo espero que ahora te lo pienses dos veces antes de lanzarte a los problemas.
— No tengo culpa si ellos me persiguen —se encogió de hombros— pero antes de que vuelvas a irte, me gustaría preguntar algo.
— Lo que sea.
La castaña suspiró varias veces antes de responder:
— ¿Cómo es que sabes mi nombre? No recuerdo habertelo dado con anterioridad...
El hombre se había quedado estático al oírla hablar, pero para su buena suerte, la alarma de una patrulla de policías se escuchó a lo lejos. Provocando que el hombre de acero volviera a tomar su posición inicial. Listo para luchar contra el crímen y la injusticia de nuevo.
— Nos veremos luego por ahí... —le dijo.
— ¡Espera! No has respondido mi... —pero no pudo continuar, porque ya la capa roja había desaparecido por el horizonte nocturno de Metrópolis.
Dejándola, una vez más, absorta por el momento que habían protagonizado ¿Para que Superman se tomaría tantas molestias en venir a asegurarse de que estaba bien?
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