CAPÍTULO QUINCE -el cielo es un lugar de la tierra
【CAPÍTULO 15】
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HEAVEN IS A
PLACE ON HEART
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UNA AGUDA CARCAJADA SE ESCUCHÓ POR TODA LA PEQUEÑA HABITACIÓN MIENTRAS LA CHICA SE SENTABA DE GOLPE ENCIMA DE LA CAMA PARA SUJETARSE CON FUERZA EL ESTÓMAGO. Era un hecho que no podía parar de reír, no después de haber escuchado algo tan ridículo como aquello, de ninguna manera.
— ¡Haley por favor! —se quejó Clark, o Superman, o como quiera que se hiciera llamar. Viendo cómo la castaña intentaba recuperar el aire de a poco.
— Lo siento, no pude evitarlo. Es tan gracioso... —declaró, volviendo a carcajearse por unos segundos antes de decir— ¿En serio creíste que me gustaba Perry?
El pelinegro le dedicó una expresión cortante, pero no duró mucho tiempo antes de que se descompusiera en otra risa. Tenía que ser sincero, sus celos lo confundieron tanto que terminó creyendo en algo completamente tonto ¿Cómo rayos pudo pensarlo siquiera?
— Sí, pero no es gracioso.
— ¡Estaba hablando de tí, idiota! —rió Haley, gateando por encima de la cama para abrazarse a su cuerpo, recibiendo los brazos del hombre de acero alrededor de su espalda— No entiendo ni cómo no te diste cuenta. Era tan obvio, hasta el propio Perry lo sabía.
— No me culpes por ser tan ciego ¿Okey? Los celos me nublaron la razón.
— Eres tan ridículamente tierno, Clark Kent —dijo, dándole cortos besos en sus mejillas mientras él volvía a atraparla.
— Creo que la palabra que buscas exactamente sería guapo, atractivo, conquistador, galante...
— Y absolutamente tonto por creer que me había enamorado de mi jefe, que podría ser mi abuelo.
— Le diré a Perry que dijiste eso, haber si después sigues siendo la favorita.
Le propinó un golpecito en el pecho, que por supuesto en él no tendría efecto alguno, pero igualmente le causó mucha gracia.
Ambos sonrieron hacia el otro, y no tardaron en volver a unir sus labios en el que sería el tercer beso que se daban esa noche. Tenían la sensación de que el tiempo corría a pasos lentos, sin percatarse de que eran más de las dos de la madrugada, y ellos continuaban disfrutando de la compañía del otro, sintiendo que esta vez todo estaba en su sitio.
Haley estaba segura que no había mejor lugar para descansar que en los brazos del chico de Kansas, y él creía que por primera vez experimentaba el tipo de amor adolescente que te mantiene pensando en esa persona días y noches enteras. Haley lo hacía sentir como alguien completamente perdido, y no sabía si eso era bueno o malo. Pero lo hiría descubriendo poco a poco.
— ¿Cómo supiste que era yo? —cuestionó, provocando que ella lo mirara con sus iris verdes brillando a través de la oscuridad.
Suspiró:
— Eran demasiadas similitudes. Tu perfume, la voz... después me dí cuenta que solo eres el Clark que yo conozco, mucho mejor peinado y sin lentes.
— Ya veo —agregó mirándola de reojo— Yo tenía miedo de tu reacción. No sabía si al decírtelo querrías alejarte de alguna forma por el rencor de no habértelo confiado antes o por miedo..
— ¿Yo? ¿Miedo de tí? Jamás —saltó, apoyando su cabeza en el hombro de Superman— Sabes perfectamente que no le tengo miedo a nada.
— Sí, lo supe el día que te conocí. Vaya manera de buscarte problemas por tí misma.
— ¡Cierto! Esa fue la primera vez que nos vimos ¡Porque tú eres Superman!
A Clark le sorprendía toda la emoción que podía contener en una sola frase, y es que cada detalle para ella era como una gran efeméride.
De repente, la expresión emocionada de Haley se disipó al recordar un pequeñísimo detalle, no tan pequeño para ella. Tomó un poco de aire para encontrar las palabras adecuadas que formularan su pregunta, pero al verla tan cohibida, él supo que algo la inquietaba. Adelantándose:
— ¿Qué pasa?
— ¿Qué hay de Lois? —soltó sin miramientos.
— ¿Lois? —repitió y eso solo hizo que se ganará una mirada amenazadora. Tomó su mano con cuidado, jugueteando con sus dedos— Ella y yo terminamos hace dos días. Decidí que si iba a intentar hacer las cosas bien, tendría que comenzar aclarando mis sentimientos. En un principio, nosotros juramos que seríamos totalmente sinceros el uno con el otro, y eso es lo que hice.
— ¿Cómo lo tomó?
— Ella ya sospechaba algo, y es normal que esté molesta, pero sé que entenderá que lo hice porque no quiero lastimarla.
— Solo espero que no me odie por esto.
— No le dije que fueras tú, es más, nunca toqué el tema de que hubiera otra chica, sino que las cosas ya no eran igual que antes.
Y en cierto punto era todo cierto.
Al principio de su relación ambos se gustaban mucho, él se había quedado maravillado por su atrevimiento y valentía, sobretodo porque Lois era una mujer completamente entregada a su trabajo, dispuesta a todo. Puede que por esa misma razón la llama que una vez estuvo allí comenzó a apagarse lentamente.
Si tan solo hubiera puesto eso que tenían por encima de sus deberes, quizás nada habría cambiado.
Pero Clark no quería creer que las cosas hubieran sido diferentes. De cualquier forma en la que su vida se hubiera cruzado con la de Haley, ella lo habría impresionado igualmente, su atención lo llevaría a saber más, a querer perseguirla, hasta darse cuenta de que ya no podía dejar de pensarla.
Aquella chica de Montana, con ojos saltones, mirada noble y una sonrisa característica... esa preciosa sonrisa que le mostraba todos los días. La que tenía una capacidad nata para agradarle a alguien tan odioso como Perry White, que ocultaba su talento por miedo a sobresalir y que estaba dispuesta a dar su vida por hacer las cosas bien. Tenía sus ideales definidos, y todos marcaban la diferencia entre el bien y el mal, llevándola siempre a escoger el lado correcto por muy doloroso que sea. Era como otra heroína más, una en proceso de descubrir su propia valía.
Eso le hizo recordar algo que no pudo evadir, era demasiada coincidencia y le fue imposible no pensarlo con detenimiento.
— Hals ¿Puedo preguntarte algo si me prometes que no me gritarás?
— Depende —advirtió.
— ¿En serio tu segundo nombre es Stephanie?
Ella volvió a entornar los ojos. No era posible.
— ¿Eso fue lo único que se te grabó de todo el conflicto?
— No vayas a negarme que resulta muy curioso. Si te doy ahora un escudo y una estrella serías la versión femenina del Capitán América ¿No lo crees?
— Hay una larga historia detrás de eso. Aunque en resumen, Joseph era gran fan del personaje cuando joven, y como pensaron que yo nacería barón, decidieron que me llamarían Steven —suspiró— y supongo que les salió el tiro por la culata y ahora pagué las consecuencias llamándome Haley Stephanie Rogers. Ya puedes reírte.
— No me atrevería, pero sin duda a partir de ahora pienso continuar llamándote Capitana América.
Ella lo miró con sorna, esperando que no cumpliera con esa promesa, porque de lo contrario se arrepentiría de haberse dado cuenta de tal detalle.
— Cambiando de tema... —prosiguió— ¿Qué vamos a hacer ahora?
— Estaba pensando que quizás debemos esperar un poco antes de hacer esto oficial, tengo que afrontar el hecho de que acabo de romper con mi antigua pareja. Por lo menos debo respetarlo.
— Yo tampoco quiero que hablen más de lo que ya, así que apoyo eso.
— No obstante —resaltó, volviendo a abrazarla posesivamente contra sí y haciéndola reír en el acto— Eso no significa que deje de venir aquí a pasar mi tiempo contigo, me haces muchísima falta a cada hora de cada día. Quiero verte todo el tiempo.
Haley delineó el contorno de su nariz, cejas y mejillas; embobada con su cara de chico bueno. Una a la que no podía resistirse.
— Creo que no eres el único.
Sintiendo que no podía controlar sus ganas de besarla en todo momento, el pelinegro se inclinó para volver a rozar sus labios, atrayéndola nuevamente porque necesitaba el calor de su cercanía.
Ambos se dejaron caer sobre la cama minutos después, exhaustos, acariciándose hasta quedarse completamente dormidos. Haley se despertó cuando el sol comenzaba a salir, dándose cuenta de que él ya no se encontraba a su lado, pero con la certeza de que volvería a verlo cuando pusiera sus pies en las oficinas del Daily Planet.
Quizás ahora Superman estaría salvando el día, mientras ella soñaba despierta con el fantasma de su presencia y las palabras reveladas la noche anterior.
Era loco, sí, pero realmente le daba igual como si fuera el ser más extraño del mundo. Eso no cambiaba ni una sola pieza de la persona que era, y ella estaba enamorada hasta la médula de ese hombre.
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