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CAPITULO OCHO -arcoiris

CAPÍTULO O8

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RAINBOW
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¿A QUIÉN SE LE OCURRÍA SALIR A LAS SIETE POR UN TARRO DE HELADO CON GALLETAS DE CHOCOLATE? Pues sí, a Haley podían llenarle la nevera de arriba a abajo, que si el congelador no tenía aunque fuera un pozuelo con helado, no descansaría hasta encontrar un Ben & Jerrys en todo Metrópolis.

Y es que, para afrontar todo el estrés que estaba acumulando con los días, comer un poco de aquel dulce frío a la vez que miraba sus series en la lap era el mejor tip relajante que podría tener.

Había vuelto al trabajo hacía pocos días, ya mucho mejor tras semanas de reposo total en las que solo se dedicaba a hacer sus deberes para con Perry por vía web, aún continuaba con una muleta para reforzar su apoyo, pero poco la usaba. Pues, como solía decirle a Clark cuando intentaba ayudarla todo el tiempo, su resistencia era la de una piedra. Se recuperaba con facilidad.

Además, tampoco se negaba a brindarle su compañía al pelinegro cada vez que le pedía ayuda para revisar algunos artículos que tenía pendientes. Le gustaba mucho intercambiar con él, y eso a su jefe no parecía molestarle.

No obstante, algo en su cabeza siempre la atacaba a cada segundo que cerraba los ojos, y era que desde el día en el que Superman le salvó la vida se estaba preguntado qué hubiera pasado de no ser así. Muchas personas a las que ella vio llegar fueron las mismas que observó caer, sintiéndose tremendamente afectada al imaginar a cuántas personas en el mundo dejarían sufriendo.

Cuántas madres y padres sin volver a casa, cuántas jóvenes que no tuvieron oportunidad de seguir viviendo, cuántas muertes tan innecesarias...

Haley era un manojo de nervios, cuestiones y sentimientos que forjaron ideas sobre la vida en su cabeza; porque a pesar de tener a un ser poderoso entre ellos, no quería decir que pudiera salvar a todos.

Al final, las cosas terminaron por complicarse en su cabeza, y decidió sacar una cita con el psicólogo del mismo hospital en la que la habían atendido tras su operación. Muchos ya se lo habían recomendado para tratar el posible trauma que debió sufrir tras los hechos ocurridos en la masacre del banco, pero Hals no tuvo muchos problemas para superar ciertos recuerdos cuando podía expresarlos todos en la escritura. Sin embargo, llegados a esos momentos, decidió que no solo lo haría por eso, sino también para sí misma.

Para extender su interrogante hasta tener algo concreto, y quizás, en el futuro eso podría convertirse en algo más.

Esa misma tarde fue su primera cita, y a pesar de que no tenía pensado tocar nada de su vivencia, acabó tocando todos los temas que la incomodaban sobre la vida, el tiempo y la muerte con su doctora. Lloró solo un poco cuando llegaron a ciertos extremos de sus demonios interiores, y tras esto, se sintió un poco más liberada de esa pesada carga que traía a la espalda. Ficharon el día de su próxima cita, y para entonces, le habían dejado la tarea de aprovechar su tiempo libre en alguna actividad que la relajase y la llevará a pensar en algo más que en su descubierta filosofía.

Lo que demostraría por qué todos esos hechos la llevaron hasta ese momento, donde caminaba airosa por la acera hacia su edificio, sosteniendo una bolsa de compra con su premio en el interior.

- Recuérdame esconder el helado cada vez que salga de casa para que no me ataques la nevera -habló con su móvil como si tuviera vida propia, regañándose mentalmente por sonar como una loca.

- Yo no te he atacado la nevera. Te dije que fue el gato -refunfuñó Anne del otro lado de la línea, haciéndola reír.

- Ya. Porque lo único que me faltaría sería conseguirle un par de botas para que saliera caminando.

- Si quieres puedes optar por no creerme, pero te digo la más pura de las verdades.

- Y yo haré como que me la creo -entornó los ojos- ¿Tienes guardia en la biblioteca hoy?

- ¿Jode mucho, eh? Pues sí. La vida de los simples mortales que no trabajamos para el diario más comentado del momento.

- Ni que fuera como estar en la Casa Blanca -bufó.

- Pues se le acerca -se escuchó otra voz de fondo, y luego una apurada Anne hablando a la carrera- .... Hals metengoqueir. Jefeyaviene.

- Vale, vale. Nos vemos en la mañana.

- ¿Starbucks y luego maratón de Lucifer como lo prometimos?

- Trato.

- Hasta mañana.

La castaña guardó el celular en su bolso, y justo cuando se le ocurrió acortar el camino por una callejuela que le servía como atajo, sintió que algo a sus espaldas aterrizaba de repente, haciéndola estremecer del susto.

A pesar de que en su cabeza millones de imágenes que había visto en películas de terror se le aparecieron para dejarla sin aliento, sabía a conciencia de quién se trataba.

Así que en cuanto suspiró con mayor calma, se giró considerablemente hasta toparse con la mirada directa y curiosa del héroe de la ciudad.

Llevaba su habitual traje azul con la gran S que parecía nunca a ensuciarse, y por un instante, se hizo la muy ridícula pregunta de si toda la ropa de su armario sería exactamente igual. Pero prefirió callarse la gran bocota porque sabía que diría una tontería de ser así. Por lo que, solo se cruzó de brazos con molestia, intentando que su incomodidad no se notara tanto.

- ¿Es que me estás siguiendo o qué? -cuestionó, abrazándose a sí misma luego de un repentino escalofrío- porque déjame decirte que no es muy normal que un hombre te siga todo el rato, aún si es un superhéroe.

El hombre dejó escapar una leve risa, cruzándose de brazos contra su pecho:

- ¿Qué te hace pensar que te estoy siguiendo?

- Porque puedo sentirte, y es perturbador... -suspiró- como si tuviera un fantasma todo el tiempo a mis espaldas.

- ¿Y cómo sabes que soy yo?

- No creo en lo paranormal, y nadie sería capaz de velarme mientras duermo porque no tengo ningún familiar muerto, y... ¿Podrías dejar de reírte?

- Lo siento -se disculpó, con una sonrisa muy atractiva plasmada en su rostro- ¿Has terminado ya?...

- Para ser la representación de todo lo bueno eres bastante descarado.

- No me digas, Haley.

- Deja ya de llamarme así -le cortó.

- ¿Acaso ese no es tu nombre? -volvió a sonreír, haciendo que los nervios de la castaña saltaran exasperados.

Parpadeó varias veces, y pareció recordar rápidamente algo que su mente había olvidado.

- Eso es. Yo nunca te dije mi nombre. -dijo, abriendo los ojos nuevamente- ¿Cómo es que lo sabes?

Quería encontrar cualquier tipo de expresión en su rostro que le diera las pistas necesarias para adivinar lo que pasaba por su cabeza. Tenía un don excepcional que le ayudaba a descifrar los pensamientos ajenos, no tan certero como el de los videntes, pero a fin de cuentas, bastante servible.

No obstante, Superman solo se dedicaba a estudiarla atentamente, como si estuviera devolviéndole su ataque con igual técnica, y eso la molestó bastante. Actuaba como si la conociera mejor que ella misma, tanto para saber cada uno de sus movimientos.

- Respóndeme, por favor -exigió, y él solo negó.

- Digamos que te he observado varias veces, y no he podido evitar escuchar tú nombre.

- Ajá -señaló- Sabía que me estabas espiando ¿Hace cuánto te dedicas a acosarme?

- No soy tu enemigo, Haley. Soy un amigo, y quiero que me consideres como eso.

- ¿Desde cuándo el Hombre de Acero hace amistades con simples mortales?

- Está claro que no me conoces aún, pero eso puede arreglarse... -desvió su mirada hacia arriba, al cielo anaranjado del atardecer- ¿Qué tal si te llevo a dar un paseo y allí te demuestro que hablo muy en serio?

Ella suspiró:

- No me gustaría que me vieran hablando con un hombre con capa en el parque, además, es demasiado tarde y necesito llegar a casa.

- Nadie ha dicho que sería un paseo normal -interrumpió- será rápido, y yo mismo me encargaré de llevarte sana y salva a tu edificio.

Acto seguido, extendió una mano en su dirección, invitándola a que se acercara. Pero las inseguridades que siempre la caracterizaban y que él conocía muy bien se hicieron presentes, aunque estaba seguro de que si insistía un poco más, acabaría sediendo.

- Ven conmigo. Prometo que no te sucederá nada malo.

- ¿En serio? -murmuró.

- Te doy mi palabra. Si tu te atreves a confiar en mí.

Haley volvió a observarlo, dejando que su atrevimiento tomara posesión de sus sentidos y la guiaran, poniendo sus dedos encima de los suyos.

Superman podía sentirla temblar como una hoja debido al roce de su mano contra su piel fría, mucho más cuando sin previo aviso la atrajo hacia su pecho y rodeó su cintura con la fuerza necesaria para sostenerla y no lastimarla. Ella le dedicó una mirada cargada de miedo, pero al verlo mostrar otra de sus agradables sonrisas, supo que todo estaba bien. O eso pensaba hasta que sin previo aviso, ambos se elevaron y ascendieron hacia arriba. Muy arriba.

Haley dejó escapar un grito antes de aferrarse con fuerza a sus hombros, escondiendo la cara en su cuello con terror a que sus ojos se dieran cuenta de la gran distancia que existía ahora entre ella y la tierra firme.

- Tranquila, yo te sostengo -susurró cerca de su oreja, haciéndola estremecer.

- Eso no quita que esto me está provocando náuseas.

- Solo intenta mirar hacia el horizonte, Hals. Te lo prometo, te gustará -volvió a decir, y con eso logró convencerla del todo.

Suavemente y de a poco, evitando que sus ojos se desviaran hacia sus pies. Haley se separó del que le había servido como refugio los últimos segundos y posó la vista en el maravilloso crescendo de colores cálidos que se abrían paso delante de ella.

Era increíble.

El Sol se ocultaba en la lejanía, y al parecer, las nubes tan esponjosas como un algodón comenzaban a seguirle. Unas más oscuras que otras, pero que fácilmente podrían ser el hogar donde se refugiaban los ángeles para ver a la humanidad desde las alturas.

Y lo mejor de todo era ese precioso arcoíris que se dibujaba entre una y otra, tan o mucho más llamativo que una pieza de arte en un museo.

Fácilmente podría decir que eso era un verdadero paraíso, y no se olvidaría nunca de ello.

- Es como si estuviera viviendo un sueño -se dijo, más por la impresión que otra cosa.

- Desde aquí yo puedo sentir todo, y a la vez, descansar cuando quiero despejar mi mente -agregó el pelinegro, pasando una mano por debajo de sus rodillas para levantarla por completo.

La castaña se sintió tremendamente afectada de escucharlo hablar en aquel tono, como si estando allí buscara algún tipo de consuelo luego de intentar salvar el mundo que se encontraba bajo sus pies en esos momentos. Quizás, por esa misma razón había querido acercarse a ella. Buscando un amigo en quien apoyarse, en quien saber confiar.

Y si él ya lo hacía con ella ¿Por qué no hacerlo viceversa?

- No me importaría volar más a menudo -inquirió, alzando una ceja cuando los azules ojos del héroe se posaron en su rostro.

Ver la contagiosa expresión de gracia que poseía la chica de Montana podía alegrarle hasta la noche más tempestuosa.

- Yo con gusto te traería. Sin exagerar.

- No todos los días te haces amigo de Superman, hay que aprovechar las ventajas. A cambio, yo podría escuchar tus relatos de cuántas veces me has estado espiando sin rechistar.

- Sarcástica hasta en las alturas -entornó los ojos- ¿Hablas en serio?

- Por supuesto que sí, señor S... yo siempre soy honesta.

- Muy bien. Veamos si puedo atraparte antes de llegar al suelo -bromeó, haciendo el ademán para dejarla caer, pero el súbito chillido que emitió la chica lo obligó a sostenerla nuevamente. Con ella abrazada como una pulga a su pecho.

- ¡No te atrevas!

Una gruesa carcajada se escuchó entre los dos, no sabiéndose por parte de cuál provenía. Pero lo cierto era, que después de ese día, Haley Rogers aprendió a tenerle un poco menos de miedo a las alturas.




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