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CAPÍTULO NUEVE -no hoy

CAPÍTULO O9

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NOT TODAY
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HALEY SE SINTIÓ REPENTINAMENTE EXTRAÑADA CUANDO PERRY LA LLAMÓ ESA TARDE A SU OFICINA SIN DARLE NINGUNA ORDEN ANTES. Usualmente solo pasaba por su lado y le decía, o simplemente le gritaba desde su escritorio. Pero hoy, se había tomado la molestia de ir hacia su lugar en el Daily Planet para pedirle que lo acompañara junto con el reportero Eduardo Sousa.

Al llegar, tocó antes de pasar, y en efecto ambos hombres la esperaban sentados. Su jefe le pidió amablemente que tomara lugar al lado de su compañero de trabajo, y ella obedeció sin saber aún a qué se debía todo.

- ¿Querían hablar conmigo? -volvió a preguntar.

El moreno asintió, dándole respuesta a su interrogante:

- Sousa y yo estábamos hablando sobre su reciente baja. Desafortunadamente para nosotros, tiene que mudarse a California por cuestiones financieras.

- Lo lamento mucho -se disculpó con el hombre, y este solo negó en agradecimiento por su consideración.

- El punto es, Haley, que su puesto sobre artículos culturales de Metrópolis quedó vacante y quiero que lo ocupes.

La castaña se atragantó con el agua que estaba bebiendo de su botella, y abrió mucho los ojos entre la ráfaga de tos que no paraba. Su jefe despidió al otro reportero mientras ella aún batallaba con la falta de aire, y cuando pareció darle una tregua, volvió a mirar al afroamericano de forma descolocada.

- ¿Yo? ¿Por qué yo?

- Leí lo que escribiste sobre la Masacre en el Banco Provincial -anunció a la vez que abría el gavetero de su escritorio para mostrarle una carpeta amarilla, la cual, le dejó justo delante. Haley pudo leer el título que ella misma le había dado- ...esto es muy bueno, Hals. Muy bueno. Tu forma de narrar y luego el toque realista que le das a la opinión personal es sin duda fantástico.

- ¿Cómo llegó eso a sus manos? -cuestionó. No podía ser posible que lo tuviera cuando no le había contado a nadie sobre su escritura.

- Una tal... Anne, me lo envió por correo. Se hace llamar tu asistente personal -respondió chequeando por su computadora que el nombre estuviera bien escrito.

Si antes no lo había hecho, ahora sin duda iba a matar a la joven Barton.

- Señor, esto ha sido un gran error. En ningún momento me pasó por la cabeza que mi vecina fuera capaz de hacer una cosa así. Eso solo es un hobby pasajero, con ello no pretendo...

- Rogers -la interrumpió, y la castaña supo que hablaba muy en serio si tocaba su apellido en la conversación- en el Daily Planet siempre estamos en busca de nuevos periodistas, capaces y de buen desenvolvimiento a la hora de redactar. No solo eso, tienen que ser los mejores ¿Y crees que no soy objetivo a la hora de escoger a uno? Pues bien, me he decidido por tí no porque me agrades, sino porque ese artículo que tienes delante me pareció increíble. Lo quiero en mi periódico sí o sí, al igual que a la reportera.

Ella no sabía cómo reaccionar ni qué decir. Nunca en su vida había querido sobresalir en ningún aspecto, siempre prefería mantenerse al margen de las cosas porque tenía la vaga creencia de que las personas le juzgarían menos si era invisible para ellos. Pero un puedo se reportera en el Daily Planet... sería grandioso para su corto currículum, aunque eso solo resaltaba su gusto por las letras.

No podía decir que no, Perry le estaba ofreciendo una oportunidad de oro a una persona que no poseía más que un diploma de bachiller, iba a ser un desaire decirle que no. Aunque corría peligro de ser despedida al menor desliz.

- Señor... -sonrió entre negaciones, no podía creer lo que estaba pasando aún cuando sucedía delante de sus ojos- Wow, esto es... no sé cómo agradecerle...

- Primeramente, con dejarme publicar el artículo este lunes me basta ¿Te parece bien?

Mejor era no oponerse, porque no estaba dispuesta a borrar la sonrisa que el usualmente gruñón Perry White tenía dibujada en la cara. Aquello era un hecho memorable que debía ser recordado.

Haley asintió varias veces, saliendo por la puerta de la oficina con una sonrisa de felicidad que muchos notaron y puso sus cabezas a procesar el próximo posible chisme.

Pasó por el costado de Eduardo Sousa para pedirle la lista de sus últimos pendientes para encargarse de ellos de ahora en adelante, y este prometió enviárselos por e-mail esa misma noche. Estaba de más decir que se sentía demasiado ansiosa.

Tenía que contarle a todos. A Anne, a Peyton...

- Esa expresión... -señaló Clark, quien acababa de llegar delante de su pequeño lugarcito luego de pasar toda la mañana en la feria- no se tiene el placer de verla todos los días ¿A qué se debe?

- ¿Es lo primero que me vas a decir luego se desaparecer por casi dos días? ¿Cómo te fue en la feria de ciencias?

- Bien. Si pudiera decirse -ladeó un poco la cabeza- Demasiados experimentos y explosiones. Creo que prefiero la sección de deportes.

- Fuiste tú quien pidió algo distinto, por si se te olvidaba.

- ¿Podrías dejar de hablar como si me falló total en la feria fuera el tema central entre nosotros? Vamos ¿No vas a decirme qué te tiene tan contenta?

Vale, era demasiado para aguantarse:

- Perry me acaba de dar el puesto de Sousa. Soy ahora oficialmente una reportera de la sección cultural del Daily Planet.

- ¿En serio? -exclamó él, tan emocionado como ella- ¡Hals, eso es grandioso!

No pudo evitar abrazarla en ese momento. Quería ser parte de aquella celebración, ya que sabía era demasiado importante para la castaña. Cada logro por muy pequeño que fuese era un gran paso para su noble vida, y Clark estaba dispuesto a ayudarle nada más para hacerla sentir segura. Porque a pesar de todo, continuaba necesitando su amistad más que nada.

No sabía por qué, pero le fue muy difícil separarse de ella para mirarla a esos ojos verdes tan relucientes, su perfume lo tenía profundamente embriagado. Tanto que, cada vez que estaban cerca, intentaba aspirar su aroma para grabarlo en su mente: A campo y flores de violeta.

Era incluso curioso que oliera tan natural estando en la ciudad.

- Muchas gracias, Clark. Siempre me has ayudado desde que puse un pie aquí -suspiró.

- Cuando quieras. Además, me gusta pasar mi tiempo contigo.

¿Podía ser posible que se estuviera enamorando cada vez más de ese hombre? Intentaba por todos los medios poner a sus sentimientos en un bloqueo total, porque sabía que no era para ella. Pero es que cada vez que lo miraba directamente a los ojos cualquier intento de negar lo que sentía se hacía añicos.

- Haley, me preguntaba si... -tarramudeó, masajeando el puente de su nariz- Acabo de terminar y quería preguntarte si te gustaría salir a cenar.

Rogers le dedicó una mirada de extrañeza:

- ¿Contigo y Lois? -el pelinegro agachó la mirada.

- Lois está por llegar de su viaje esta noche. Pero no tengo muchas ganas de pedir un delivery, así que me pregunté si aceptarías ir conmigo.

- Realmente quisiera. De verdad que sí -maldijo para sus adentros- pero mi turno aún no acaba y dudo mucho que Perry quiera soltarme antes.

- Descuida. Para una próxima será -se despidió con un beso en la mejilla- Te veo mañana.

- Mañana -acordó ella, pensando en lo bien que se sintieron sus labios contra su piel, pero enseguida se obligó a agitar la cabeza. No, no era correcto.

Tuvo que dignarse a verlo desaparecer por las puertas del elevador, luego recoger todas las cosas en desorden para guardarlas en su bolso y esperar por una próxima orden.

No pasaron ni dos minutos cuando vio a su jefe apoyado en la mesa, mirando hacia donde se había perdido el chico de Smallville.

- Creí que aceptarías su invitación - ahora también se dedicaba a oír las conversaciones de sus empleados. Muy extraño- No te haría mal socializar un poco y pedirle algunos consejos a Kent. Aunque dudo mucho que sepa algo de cultura.

- Tengo mucho trabajo aún, señor.

- Oh Haley, querida. No te eches más peso encima, mañana puedes comenzar -aconsejó en un susurro- Ve con él. Si te apresuras puede que lo alcances en la acera. A esta hora los taxis no suelen pararle a los campesinos de Kansas.

Ambos rieron ante su chiste, y a la joven no le tomó mucho tiempo aceptar la ayuda del señor White, quien a diferencia de cómo siempre lo pintaban, era una persona agradable si llegaban a comprenderlo bien.

Aunque en realidad, y eso era algo que Rogers no sabía, su jefe le tenía cierto cariño debido a que podía verse a sí mismo en el espíritu cohibido de esa niña. Antes de ser la persona recia y seria que era actualmente, y el saber de todas las dificultades que debió de pasar para llegar al lugar en el que estaba, le recordó mucho al chico al que todos discriminaron la primera vez que llegó a Harvard. No quería verla sufrir por los mismos prejuicios que le impusieron a él.

Así que la observó desde la puerta de su oficina recoger todas sus cosas a la velocidad de un rayo para subirse en la caja metálica y presionar el botón del primer piso diez veces seguidas.

Sonrió.

Si él se dió cuenta, ojalá Clark también lo hiciera.

Haley apenas llegó a la planta baja se apresuró en arreglarse el cabello y los arrugones de su vestido estampado. La verdad, es que esperaba con todos sus deseos que el pelinegro todavía no su hubiera ido.

Su instinto no le falló al verlo esperar en el borde de la acera, sin quitarse las gafas y con su portafolio bajo el brazo. El sentimiento de alivio se instaló en la boca de su estómago y la llenó de una sensación nueva que resultaron ser sus quisquillosos nervios.

Quiso correr hasta él y sorprenderlo, pero la imagen de una cabellera pelirroja bajando de uno de los autos amarillos la hizo detenerse.

Lois abrazó a su novio con efusividad, dandole un beso que dejó en claro lo mucho que lo extrañó, y este pareció corresponderle sin poner resistencia. Era normal. No se habían visto en una semana.

Por otro lado, la joven Rogers dejó caer sus hombros vencida, y se mantuvo estática en el lugar por el tiempo necesario, esperando que los dos se marcharan para que finalmente ella pudiera decidir si iba a regresar arriba o se iría de igual forma.

Al final, sus pies la traicionaron al caminar en dirección opuesta a las escaleras. Saliendo al exterior para que el viento fresco de Metrópolis le despeinara aún más en cabello.

No podía negarse que se sentía muy mal, como una tonta para ser exactos. Intentando convencerse de que no tendría por qué sentirse así. Estaba más que claro que él era alguien inalcanzable, lo sabía y miles de veces se lo había repetido internamente. Pero tal parece que su estúpido corazón le dictaba otra cosa y la hacía crearse esperanzas demasiado equivocadas.

Hizo una mueca que compartía tristeza y desgano. Quizás el amor más doloroso era el no correspondido después de todo. Tendría que darle la razón a las novelas de ficción de allí en adelante.

- Disculpa ¿Te encuentras bien? -no sabía que había estado caminando hasta que la voz de otra persona la detuvo en seco.

Miró a su alrededor, y ni siquiera supo explicar cómo rayos había llegado a parar al parque. Pero los árboles alrededor y los niños montando bicicleta eran prueba de ello.

Observó a la mujer que tenía delante, tocándole el brazo con intención de querer ayudar. Era muy bonita, cabello muy oscuro y un sentido de la moda bastante elegante. Con seguridad podría inscribirse en un concurso de belleza, porque lo ganaría sin necesidad de votos.

Pero en cambio, algo en sus ojos café era verdadero y generoso. Le brindaba la certeza de estar delante de una persona inteligente tanto como gentil.

- No... Sí. Es solo... -suspiró- He tenido un mal momento, no es nada. Gracias por preocuparte.

- ¿Segura? -insistió con su entrecejo ligeramente fruncido- estás demasiado pálida.

- Eso es porque paso el día entero bajo techo, no te preocupes.

- Aún así luces demasiado triste.

- Cosas que pasan. Suelo ilusionarme fácilmente, cuando en realidad debería tener la cabeza bien puesta para que las caídas desde las nubes sean menos dolorosas.

- ¿Mal del corazón? ¿No es así?

- ¿Cómo lo sabes? -cuestionó, y la desconocida le regaló una tierna sonrisa.

- Lo he estado viviendo por años. Descuida, se arreglará - lo dudaba, pero no quería contrariarla. En cambio, antes de que pudiera contestarle la vio mirar el reloj de su muñeca con desinterés y luego agregar- Parece que ya es un poco tarde para ir al teatro, y también muy temprano para volver al hotel ¿Querrías compartir una malteada? Dicen que en Pop's son las mejores.

- No eres de por aquí ¿Cierto?

Negó:

- Soy historiadora, y vine a chequear las nuevas reparaciones del Museo de Arte.

- Bueno. No voy a negarte la invitación. Realmente necesito charlar con alguien ahora -acordó- ¿Sabes? Acaban de darme un ascenso y no tengo muchas ganas de llamar a mi familia ¿Puedo hacerte algunas preguntas sobre las reparaciones del museo de paso? Me ayudarías bastante con mi trabajo.

- Por supuesto, y felicitaciones -sonrió nuevamente, estrechando su mano de forma cordial.

- Soy Haley Rogers. Por cierto.

- Diana Prince -se presentó- pero solo llámame Diana.

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