Capítulo 8
Ciertamente el viaje había resultado más extenso de lo planeado. La Nave de Recuperación era un tanto más lenta que la mayoría de vehículos aéreos de la Federación, y no era para menos, toda su energía se concentraba en trasladar el alto tonelaje de los vehículos o naves que lo necesitaran.
Aun con todo eso, el trayecto estaba por terminar.
—¿Estamos cerca? —preguntó Shepard.
—Ya casi, un par de kilómetros más —Jonh llevaba consigo el rastreador de su nave, era una suerte que con el choque no se hubiera dañado. La batalla parecía estar lejos de ellos, el fuego se concentraba en la zona central de la ciudad, casi por debajo de la enorme nave nodriza de Khroll. El rastreador comenzó a sonar con una alarma—. Hemos llegado, hay que bajar.
—¡Entendido! —exclamó uno de los pilotos. Las turbinas de la nave se colocaron en una posición vertical y lentamente comenzó a descender en la calle, la cual, solo estaba algo destruida.
—Muy bien, Lenox, Daff, Sawyer y Thomson, conmigo, hay que asegurar el perímetro —ordenó Shepard a la par que se colocaba el casco Stack y cargaba su arma.
Cuando la nave estuvo a un par de metros del suelo las compuertas se abrieron, entonces ellos bajaron. Con armas en alto dirigieron sus miradas y registraron las calles, nada, todo estaba deshecho, pero aparentemente vacío—. Es seguro —notificó el Comandante a través del comunicador.
—Bien, busquen la nave para comenzar con la extracción —exclamó el piloto dejando la nave suspendida a pocos metros de la calle.
Jonh, Minck, Chickari y el resto del escuadrón descendieron también.
—Por aquí —indicó Jonh. Ya no necesitaba utilizar el rastreador, sobre el asfalto estaba marcado un camino de destrucción que llegaba hasta el interior de un edificio. Sonrió ampliamente, ahí estaba, cubierta con escombro y mojada, pero ahí estaba, llegó hasta ella y abrazó el metal importándole poco que estuviera frío y lleno de suciedad —. Te extrañé mucho, preciosa —depositó un beso en ella y se apartó.
—¿Esta es la nave? —preguntó un soldado.
—Así es.
—Bien —algo en su tono le hizo pensar a Jonh que tal vez, con lo arriesgado de la misión debía ser algo más impresionante—. Desplieguen cables de arrastre, tenemos el objetivo —habló por el comunicador hacia la cabina.
Tras eso, la Nave de Recuperación expulsó de sus costados seis enormes cables de Thal, (metal del planeta Q'orath,) suficientemente fuerte como para resistir un estallido solar y flexible como el plástico. Los soldados sujetaron los cables y los llevaron hasta la nave, comenzaron a colocarlos sobre el casco y alerones con una prensa magnética que se adhirió sin problemas.
—Listo —avisó otro soldado una vez que jaló el cable para asegurarse de que estaba bien sujetado. La nave comenzó a moverse, entonces los cables empezaron a arrastrar a la Infinity fuera de su prisión de escombros—. Hay que salir, por si ocurre un derrumbe.
Todos evacuaron el lugar inmediatamente. La Nave de Recuperación siguió jalando hasta que la Infinity finalmente vio la luz otra vez. El edificio en el que estaba se sacudió un poco, pero no pasó nada.
Los cables comenzaron a regresar a su posición mientras que la Infinity era llevada hacia arriba, un par de enormes pinzas emergieron de la parte baja de la Nave de Recuperación y sujetaron con firmeza la nave Infinity.
—La tenemos —avisó el piloto.
—Bien, es hora de regresar —dijo Shepard, alzó el comunicador en su muñeca—. Avisen a control que...
En ese momento un proyectil de plasma morado impactó contra la Nave de Recuperación causando un ligero estallido que la hizo sacudirse en el aire.
—¡Nos atacan! —alertó un Stack, pero no alcanzó ni a levantar su arma cuando una ráfaga lo alcanzó. En cuestión de segundos la calle se llenó de disparos.
—¡Vienen de esa calle! —Shepard alzó su rifle y disparó. En la lejanía se podían ver algunos Untarks—. ¡Garrett, llévate la nave!
—¡¿Pero, qué hay de ustedes?! —replicó mientras el fuego incrementaba en su dirección. Por suerte el blindaje resistía.
—¡Es una orden, soldado, una vez que estemos a salvo me comunicaré con ustedes, pero ahora vete! ¡Ahora!
La nave emprendió la retirada, dejándolos en aquella devastada calle, rodeados de enemigos.
Jonh se había ocultado nuevamente en aquel edificio, asomó su cabeza y miró, al menos un pequeño pelotón de ellos, estaban fuertemente armados, incluso tenían un cañón de plasma, con ello habían intentado derribar la nave. Un artillero recargó el cañón y apuntó.
—¡Todos, cúbranse ya! —avisó, entonces dispararon. El bólido de energía púrpura viajó por el cielo a gran velocidad hasta que impactó a pocos metros de donde se ocultaba Jonh.
La explosión sacó a volar a varios. Jonh rodó por el suelo cubierto de polvo y escombro, se levantó un tanto aturdido, miró al frente, un soldado y Minck estaban en el suelo también, se levantó trabajosamente y caminó para ver como un soldado gritaba con horror, el plasma lo había alcanzado, sus piernas habían sido carbonizadas casi por completo.
—¡Un médico! —gritó Shepard con desesperación.
Jonh corrió agazapado y se colocó a cubierto tras un gran pedazo de escombro, salió luego de recargar y disparó.
El Untark más cercano le regresó el fuego, pero Jonh lo asesinó con un par de tiros a la cabeza. Nuevamente miró en todas direcciones, Minck y Chickari estaban ahí, ninguno dejaba de disparar, pero de la docena de hombres que los acompañaban ya solo quedaban ocho, siete y medio tal vez, por el sujeto de las piernas deshechas.
—¡Comandante, tenemos que irnos! —exclamó el soldado Thomson.
—¡¿Dónde mierdas está nuestro médico?!
—¡Está muerto, señor!
—¡Carajo! —Dejó su arma y abrazó con fuerza al hombre de las piernas carbonizadas, este gritó al ser levantado—. ¡Resista, soldado! ¡Hay que irnos ya. Humo!
En ese momento un par de soldados arrojaron contra el pelotón Untark un par de granadas de humo. Estallaron, y todo el lugar quedó cubierto con un difuso manto que nubló todo, rápido aprovecharon la distracción y salieron de ahí.
Benjamín había consumido el último restante de agua que le quedaba, alzó su cantimplora y solo un par de gotas más cayeron sobre su lengua.
Tragó saliva y respiró con temor, algo en su corazón le hacía saber que las cosas solo se complicarían más después de eso.
En aquél planeta, la hora de más calor era alrededor de las seis de la tarde, al menos basándose en la hora terrestre, era cuando la arena se sentía como una plancha caliente, mientras que los soles brillaban con toda su intensidad. Sobre la piel de muchos ya había quemaduras ligeras o sarpullido por las altas temperaturas, igualmente deshidratación excesiva y mucho mal humor.
—El agua se agotará antes de lo previsto —soltó Deckard, ni siquiera se había percatado de lo cerca que estaba de ellos.
—Eso parece —le respondió Marco Ramírez.
—¿Que tan lejos estamos de esa cosa?—le preguntó a Ben, tardó un par de segundos en atender la pregunta, sacó el radar y lo observó.
—Bueno... es difícil saber —golpeó ligeramente el cristal y la imagen pareció modificarse, como si el objeto que llevaban buscando se hubiera movido.
—¡Ey, vi eso! —rugió un Garoth, se acercó a Benjamín y le arrebató el radar.
—Tranquilo, soldado —le dijo Deckard, pero aquel el ser, similar a una especie de roedor siguió.
—¡Este desgraciado nos ha hecho seguir algo que ni siquiera existe! —empujó a Ben y casi lo hace caer, alzó el radar—. ¡Maldición, esta cosa ya ni funciona!
—¡¿Qué?! —Ben le arrebató el aparato, ya no respondía.
—¡Tú, nos estás llevando a ningún lado! ¡A este paso lo único que lograremos será morir! —lo empujó nuevamente y Benjamín cayó saboreando la arena.
—¡Ey! —rugió Marco.
—¡Esto es lo que ganamos al seguir a un humano!
—Deja el chico en paz, o lo lamentarás.
—¿Me estás amenazando? Humano —soltó con desprecio hacia Marco Ramírez, entonces lo empujó a él también.
Marco respondió con un puñetazo hacia su rostro, el Garoth se alejó entre lamentos. Otros soldados se comenzaron acercar a él.
—Yo le avisé al imbécil —uno de los soldados lo golpeó también. En un segundo la reyerta comenzó, Marco estaba peleando contra dos soldados mientras los insultos y la arena volaban por doquier.
El Garoth se limpió la sangre y se aproximó a toda prisa con él, cuando una mano cayó sobre su hombro haciéndolo detenerse, se giró, y Dutch lo fulminó con un cabezazo.
Al estar peleando contra él, aquel par de soldados no contempló que Xirack había llegado. Sujetó fuertemente del cabello al primero y le propinó un rodillazo que lo arrojó al suelo, el otro intentó atacarla, pero Marco lo barrió de una patada, se aproximó a él una vez que estuvo en el suelo y lo noqueó con un codazo en la nuca. La histeria se elevó como la espuma en el mar, los soldados comenzaron a discutir y algunos a pelear entre ellos.
Hasta que Deckard desenfundó su pistola y disparó al aire. Todos se detuvieron al instante, guardó su arma y se paró firme ante ellos.
—¡Soldados! ¡Mantengan el orden, maldita sea! —rugió fuertemente, fulminó a todos con la mirada—. ¡Estamos en una situación muy difícil, lo sé, pero eso no implica que abandonemos la razón y nos convirtamos en animales, justo ahora es cuando más unidos tenemos que estar!
—Con todo respeto, Capitán, estamos jodidos, no tenemos agua, los suministros están por agotarse y cada vez somos menos, no tenemos salvación —alzó la voz un joven de mantenimiento.
—No están obligados a seguirme, los que quieran, pueden regresar a lo que queda de la Nexus. Pero es un camino de dos días, y como dijiste, no hay agua y no hay comida, podemos arriesgarnos y seguir adelante, o pueden regresar e intentar sobrevivir hasta la Nexus, es su elección —habló con toda la sinceridad del mundo. Un silencio de ultratumba se instauró durante interminables segundos, hasta que aquel Garoth se levantó, miró a Deckard con desprecio, y a Marco y a sus amigos con rabia asesina. Escupió sobre el suelo.
—Prefiero arriesgarme a regresar que seguir en un viaje sin destino —dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección contraria.
Entonces, más y más soldados comenzaron a seguirlo, Deckard miró con tristeza como más de la mitad de los hombres que le quedaban se marchaban junto a él.
Al final, apenas treinta soldados quedaron ante él. Asintió mientras apretaba los dientes por la impotencia.
—Descansen... —masculló, y afligido se dejó caer sobre la arena.
Nuevamente Benjamín se sintió devastado, la única vez que parecía que todo marchaba bien, se desmoronaba frente a sus ojos. Aguantó las ganas de llorar y gritar y solo arrojó el radar. El pequeño grupo se quedó ahí durante un largo rato, nuevamente el ocaso comenzaba a hacerse presente y no parecía haber indicios de que algo más pasaría.
Marco se levantó y tomó unos binoculares del suelo, al parecer su antiguo dueño estaba demasiado cansado de seguir mirado arena por doquier. Caminó un poco hasta estar sobre las dunas más altas, alzó los binoculares y miró.
—¿Qué esperas encontrar? —le preguntó Xirack una vez que llegó con él.
—Lo que perdimos —no dejó de mirar—. El chico dijo que esa cosa estaba a menos de dos días caminando, debe de estar cerca.
—Marco... No quiero apagar tus esperanzas, pero no creo...
—¡Ay mierda! —exclamó con la mayor de las sorpresas.
—¿Qué ocurre? —reviró al instante.
—¡Mira, mira! —le entregó los binoculares y apuntó hacia el norte.
—Basta, Marco, pareces loco.
—¡No dirás lo mismo una vez que veas esto, anda mira!
Se colocó los binoculares y siguió hacia donde él apuntaba, con la poca luz que quedaba un destello se alzaba sobre el horizonte como una señal del destino. Aumentó el zoom de los binoculares y contempló lo que parecía ser un oasis. Abrió su agrietada boca, simplemente no lo pudo creer, con la débil luz del atardecer aquellas figuras lucían como simples sombras, pero si prestaba atención se podía ver con más nitidez, eran árboles, o al menos una especie de.
—Es real, ¡es real! —saltó de emoción y abrazó a Marco.
El grupo comenzó a ver el escándalo y buscaron comprobar con sus propios ojos si era verdad, cada que un soldado miraba en la dirección que Marco o Xirack les indicaban; estallaban en euforia, incluso Deckard se acercó para mirar.
—No puede ser... —soltó con el corazón a punto de estallarle.
—¡Maldición, chico, tenías razón, todo este tiempo tuviste razón! —reconoció Marco una vez que vio su rostro de incredulidad.
Dutch dejó escapar una risotada que fue contagiosa, Marco, Xirack hasta incluso más soldados se echaron a reír.
Entonces un estruendo los hizo callar en un instante, miraron hacia atrás, rayos caían en la lejanía, anunciando lo que parecía era una tormenta...
—Deckard —pronunció Marco—. Algo me dice que deberíamos empezar a movernos.
—Creo que tienes razón, ¡muy bien, gente, tomen sus cosas, descansaremos una vez que dejemos de respirar, ahora muévanse!
Pronto el grupo se puso enmarcha, las arenas susurraban un cantico espectral, mientras que a sus espaldasla vorágine rugía con fuerza, anunciando que pronto llegaría hasta ellos.
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