Capítulo 7
Jonh aprovechó el tiempo de Lylum en la regadera para afeitarse y cortar un poco su cabello, había encontrado un pequeño kit de higiene personal, en el cual venían algunas rasuradoras eléctricas y también una máquina para cortar el cabello. A medida que los vellos de su rostro caían sobre el lavabo, años se marchaban también, se limpió y analizó su rostro, se notaba no solo más limpio, sino también mucho más joven.
La puerta de la regadera se abrió y la chica celeste se le quedó mirando con una sonrisa.
—¿Qué? —preguntó con algo de pena.
—No te había visto sin barba —confesó mientras acariciaba su rostro—. Te ves guapo.
Sonrió de igual manera, tomó sus manos y las besó con ternura.
—Te dejo para que puedas vestirte —salió hacia el cuarto, las miradas sorprendidas no se hicieron esperar.
—Mira nada más —exclamó Minck—. Pareciera que viajé al pasado, siento un déjà vu.
—Se ve bien, Capitán —expresó Chickari.
Jonh llegó hasta una cama y se acostó, durante un buen rato el resto de la tripulación se bañó y vistió con la ropa que había en el lugar. Parecía que los habían uniformado, casi todos llevaban playeras blancas de manga larga y pantalones de cargo al puro estilo militar.
Una ligera sensación de nostalgia llegó a él al verse en dicha situación. Le recordaba sus viejos tiempos como recluta en las filas de la Federación, en aquel entonces era muy joven y muy despistado, y tal vez por ello no pudo advertir lo que pasaría después. La puerta de la habitación se abrió y un par de figuras uniformadas entraron.
—El Coronel los necesita en la sala principal —habló el mismo soldado que los había confinado ahí.
—¿Para qué? —dudó Jonh Riley, pero el soldado guardó silencio. Hicieron caso finalmente, todos se levantaron y comenzaron a seguir al grupo, el mismo trayecto, las mismas paredes sucias y luces parpadeantes, solo que ahora se veía mucho más concurrida la actividad en los pasillos.
Llegaron a la sala principal y parecía que no había pasado nada de tiempo, todos seguían en sus mismas tareas. Caminaron hasta la mesa con los altos mandos, Mendoza se levantó de su silla y con una mirada retiró a sus soldados.
—¿Y bien, qué tal su habitación? —aquella pregunta pareció retórica y medianamente estúpida.
—No es un hotel cinco estrellas, pero está bien —respondió Minck un tanto inseguro.
—Me alegra escuchar eso —caminó un poco alrededor de la mesa—. Bien, señores, no dilataré más esto, estamos en una situación muy complicada, la batalla se extiende más y más cada minuto, mis tropas periódicamente comienzan a vérselas más difíciles y para variar he llamado al Senado y me ordenaron que sean trasladados al planeta Stronghold inmediatamente, ¿saben qué significa? —Nuevamente la pregunta fue difícil de comprender—, no estoy de ánimo para aguantar caprichos burocráticos, así que los mandaré ahora.
—Alto, mi nave sigue allá afuera —replicó el temerario Capitán Riley.
—¿Sabe que lo enviaré con un escuadrón, no? Eso significa...
—No me importa, mi nave sigue allá, necesito recuperarla.
—¿Por qué? —cuestionó el extrañado Coronel Mendoza.
—Esa nave es mi vida, antes muerto que no tenerla conmigo.
—No arriesgaré a mis tropas para que pueda recuperar su nave, Capitán Riley.
—No lo haga, deme un arma y permítame buscar mi nave yo solo.
—Solo no, yo lo seguiré, Capitán —dijo el pequeño, pero seguro Minck. Jonh asintió.
—Usted es todo un personaje, Riley —el Coronel lo pensó un poco—. Le diré qué, le brindaré una Nave de Recuperación y una pequeña escolta, recupere su transporte y haga que lo traigan aquí, será reparada y una vez lista podrán seguir su camino en dirección al planeta Stronghold, obvio, bajo mi supervisión.
—Coronel, esto es inaudito, son criminales, deberían de estar esposados e ir en una Galera de prisioneros en dirección a Stronghold justo ahora —replicó un molesto hombre de lentes.
—Tranquilo, Teniente, estos ''criminales'' han pasado por mucho, además, son prioridad universal, imagine cómo reaccionaría el Senado si se enterara que sus prioridades fueron tratados como escoria.
—Pero, señor...
—Basta, Teniente. Le avisaré al Comandante Shepard sobre esta ''misión'', estoy seguro que deseará acompañarlos. Por el momento diríjanse al hangar, preparen su equipo y sus armas, mis hombres les dirán cuando la Nave de Recuperación esté lista para salir.
Riley inclinó la cabeza, y sin más comenzó a caminar con toda su gente tras él.
—Pero me temo que ella no puede ir —zanjó seriamente haciendo que detuviera su andar por completo.
—¿Qué? —Se giró automáticamente hacia él.
—No puedo arriesgar toda la operación, el Guardián deberá permanecer aquí bajo mi custodia.
—Eso ni lo pienses —al instante los soldados que tenía más cerca dirigieron sus armas contra él y su grupo.
—Sea racional, Riley, si ella sale no solo el planeta estará condenado, sino también la galaxia.
—No me quedaré con ustedes —replicó Lylum mientras se aferraba fuertemente a la mano de Jonh.
Rápidamente el ambiente se llenó de tensión, parecía que en cualquier segundo la cosa estallaría.
—Jonh, yo me quedaré con ella —escuchó la voz de Altham tras él—. Mi deber es protegerla, de ser necesario morir por ella, conmigo nada le pasará, lo prometo.
—Creo que con todo lo que he hecho, debería de ser más confiado, ¿no cree, Teniente Riley? —Sonrió con absoluta seguridad.
—Ya no soy ningún Teniente —soltó con disgusto, miró fríamente al Coronel Mendoza—. ¿Tengo su palabra de que no le pasará nada? —Lylum abrió los ojos con asombro, entonces su piel comenzó a brillar en un tono púrpura apagado.
—Por supuesto, somos la Federación Estelar, estamos aquí para proteger.
—Bien —sentenció, frío y sin emociones—. Porque si algo le pasa, todos ustedes lo pagarán muy caro.
Siguió con su camino, el grupo le secundó sin más que decir. Luego de un par de minutos llegaron al hangar, una enorme sección del edificio donde residían todas las naves y vehículos de guerra de la Federación, al igual que grandes cantidades de armamento y equipamiento bélico necesario para aquella lucha.
—Aquí tiene —pronunció un Androide de logística al entregarle su equipo a Jonh.
—¿Gracias? —no estaba tan acostumbrado a tratar con ellos, y en cierta forma lo ponían algo nervioso. Revisó su equipo, adentro había una armadura Stack de primer grado, la cual solo funcionaba para proteger las áreas vitales en un soldado, pecho, espalda, piernas, antebrazos y cabeza.
Igualmente había una mochila táctica y un comunicador.
Siguió caminando por el hangar, a cada segundo soldados atravesaban su campo de visión, algunos entraban en los vehículos listos para el combate, otros revisaban a los heridos y unos más se quedaban en las estaciones de control. Se detuvo un poco, un una enorme Nave Transporte comenzó a avanzar, era al menos cinco veces más grande que la Infinity, estaba repleta de soldados y cargaba un Demoledor; un enorme vehículo con un blindaje impresionante, una máquina bélica sin igual. La Nave Transporte emprendió vuelo con sus enormes turbinas y junto a otras se adentró a la ciudad. Siguió con su camino hasta llegar junto a su grupo, un soldado les estaba entregando las armas.
—Muy bien, señores, estos son Rifles Rack semi-automáticos, tienen capacidad de ciento cincuenta balas por cartucho y pueden volarle la cabeza a un enemigo a kilómetros de distancia —le entregó uno a él. Se acercó a una mesa y tomó una pistola—. Pistola Bletz modelo 750, estas bellezas cuentan con capacidad para treinta balas por cartucho, pueden dispararla en ráfaga o automáticamente, solo asegúrense de no distraerse o sino —disparó contra una caja lejana, la ráfaga destrozó el metal, dejando una serie de humeantes orificios en esta.
—Creo que ellos saben cómo usar un arma, soldado —Shepard apareció con un pequeño escuadrón tras él, apenas una docena de hombres.
—Lo sé, señor, lo digo por los nuevos, no queremos que haya accidentes.
—No los habrá —palmeó su hombro—. Estos hombres han demostrado determinación, no morirán en el campo de batalla, ni mucho menos matarán a alguien por error, puede retirarse.
—Señor —saludó y finalmente se fue. El escuadrón de Shepard comenzó a preparar todo y cargarlo en la nave.
—¿Crees que son suficientes? —preguntó tras ver la mirada de disgusto en Jonh.
—Llamaremos más la atención así —se cruzó de brazos—. Creo que con la nave y un puñado de hombres es suficiente.
—El Coronel insistió, luego de esto pretende que sigamos hacia Stronghold —colocó un último cartucho en su arma y recargó.
—El Coronel —musitó apretando el mentón con fuerza—. Gracias al cielo que está con nosotros —expulsó sarcástico.
—¿Cuál es tu problema, eh? Desde que llegaron no ha hecho más que ayudar, agradece que no sea como otros.
—Todos son iguales —confrontó a Shepard—. Causan pena y dolor y se justifican diciendo que solo siguen órdenes.
—Nosotros estamos aquí para evitar eso mismo. Y sí, a veces las órdenes no son fáciles de obedecer —su expresión y voz cambiaron, un gran vacío se percibió en él—. A veces es necesario hacer cosas que no queremos hacer realmente.
—¿Eso implica matar niños? —zanjó. Aun con su voz gélida, Shepard pudo percibir el dolor que acarreaba consigo, una pena que solo un soldado podía tolerar.
—¿De qué hablas?
—¿A caso crees que no confío en los Stacks porque soy un puto anarquista? Yo antes fui uno de ustedes, los conozco a la perfección, sé cómo piensan, como actúan, sé de su fiasco en el planeta Conrad —Shepard abrió los ojos, mientras que la mirada de Jonh se perdía en una oscuridad profunda—. He visto la mierda con mis propios ojos, Shepard, no puedes negar lo que son.
—Estamos aquí para ayudar —en ese momento los motores de la nave se encendieron.
—Espero y tengas razón —dijo y se alejó de él, y trotó hasta llegar con Lylum, estaba acompañada por un par de Stacks y Altham—. Hola.
—Hola —sonaba triste y sus ojos lo demostraban.
—Lylum, yo... —frenó sus palabras, miró a su escolta y dijo:— ¿Podrían darnos algo de espacio? Por favor.
Ambos Stacks se miraron.
—No te demores, la nave ya va a zarpar —le respondió uno, luego se retiraron un poco.
—Me dijiste que no me volverías a dejar sola —emitió ella con la mirada en el suelo.
—No estarás sola, Altham te protegerá, lo ha hecho antes.
—Eso no me importa, quiero estar a tu lado —alzó la vista y Jonh no pudo con su mirada, volteó hacia otro lado.
—Escucha, solo encuentro mi nave y nos vamos de aquí, te lo prometo.
—Está bien, suerte, Riley —el tono con el que lo dijo fue un tanto vacío y desalentador. Apretó los labios y suspiró, la tomó delicadamente de la cabeza y depositó un beso en su frente.
—Volveremos muy pronto —dijo finalmente y se marchó. Llegó hasta la nave, cuando Shepard alzó su mano para ayudarlo a entrar, él la aceptó y subió.
El enorme vehículo comenzó a elevarse.
—Sé que no confías en nosotros —comenzó el Comandante Shepard—. Pero necesitamos estar unidos si queremos acabar con esta guerra.
—Lo sé —se sentó. Además del escuadrón que venía con Shepard, Chickari y Minck lo acompañaban en aquella misión.
Sonrió. «Al menos no estaré solo» pensó, mientras la nave se introducía en la ya devastada ciudad de Los Ángeles.
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