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Capítulo 6

Luego de la breve charla con el Coronel Mendoza, Jonh y el resto de su tripulación fueron escoltados hacia una habitación alejada de aquella sala de operaciones.
Atravesaron una serie de largos y poblados pasillos repletos de personal y equipo bélico hasta que llegaron a una gran y metálica puerta. Un soldado colocó su mano en un panel y esta se abrió, los hicieron entrar.

—Deberán mantenerse aquí hasta que el Coronel solicite su presencia nuevamente —emitió inexpresivo aquel soldado, entonces la puerta se cerró con un gran estruendo.

Todos se quedaron unos segundos mirándola sin decir o hacer nada, tal vez pensaron que algo más pasaría, no fue así. Jonh admiró el lugar, era una habitación suficientemente espaciosa, de color blanco, con algunas camas y mantas, no todos podrían dormir sobre un colchón, también tenía un par de casilleros, un baño y una ventana de buen tamaño.
Minck se acercó a esta y golpeó el oscuro cristal con su delgada y alargada uña.

—Cristal de grado militar, ni una explosión podrá romperlo —aseguró el pequeño alienígena. Jonh se acercó e intentó mirar hacia afuera. El cristal era tan grueso y oscuro que más parecía una suerte de espejo que otra cosa.

—¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —inquirió la joven y un tanto despistada Chickari mientras se posaba sobre una cama.

—Mendoza asegura que no somos sus prisioneros —comenzó a decir Jonh mientras se acariciaba la barbilla.

—¿Y le crees? —preguntó esta vez Altham, su voz sonaba disgustada, quería que siguiesen sus indicaciones y así llevar a Lylum al planeta Dunkai lo antes posible, pero el destino les había jugado una vez más en contra.

—Si nos quisieran muertos ni siquiera hubiéramos salido de la Nexus, nos necesitan, o más específicamente a ella —ilustró dejando su cansada vista en la bella mujer celeste—. Shepard tiene una misión, debemos llegar a Stronghold lo antes posible.

—¿Qué hay allá? —dudó Lylum, a veces la ignorancia que mostraba era un tanto desconcertante para todos, pero no llevaba despierta ni un mes, era un milagro que no hubiera enloquecido con todo lo ya visto.

—Es la capital central de la galaxia, allí es donde reside el Senado Universal —respondió Jonh.

—Una megalópolis galáctica llena de aristócratas engreídos que jamás en su vida han visto la mierda que sucede fuera de sus rascacielos —siguió Minck, con cierto aborrezco hacia ellos.

—El Senado son quienes toman las más importantes decisiones a nivel universal, si es que necesitan de ti allá, entonces es una mierda muy seria.

—Te recuerdo, Jonh, que la Orden también necesita de la presencia de Lylum lo antes posible, sin ella, el universo estará condenado.

—Todos necesitan de ella, Altham, ya habrá tiempo para arreglar todo este desastre. Por ahora les aconsejo que descansen lo más que puedan, dense un baño y esperen, estoy seguro que esto aún no termina —entró al baño luego de eso.
Se acercó al espejo y se miró, era el mismo rostro de antes, pero su barba había crecido más, tenía cortes y golpes adornando su cara, sangre seca y suciedad por todas partes y unos ojos muy cansados.
Se retiró la andrajosa gabardina y la playera que llevaba debajo, su torso no lucía muy diferente a su cara, solo que tenía más heridas. Acabó por quitarse toda la ropa y entrar en la regadera.
Una vez que el agua caliente comenzó a caer sobre él, fue mágico, era como si además de llevarse la suciedad, le brindara un momento de paz. El cual duró poco, las emociones llegaron a él como una ola de huracán, tanto había experimentado en tan poco tiempo y ni siquiera había tenido la oportunidad de asimilarlo, el aire comenzó a faltarle, el vapor y el calor incrementaron demasiado, todo se sofocó en cuestión de segundos, los recuerdos no dejaban de azotar su mente como una horrida tortura, y él no podía hacer nada.
Rápido cerró el agua caliente, se apoyó contra la pared y finalmente volvió a respirar.

—Sigo vivo... —soltó para sí mismo—... sigo vivo —repitió varias veces hasta que logró calmarse, volvió a abrir el agua y siguió bañándose.

—¿Jonh? —Escuchó una voz adentro del baño, giró y abrió la puerta de cristal una vez que vio el brillo celeste. Lylum estaba frente a él.

—Hola.

—¿Puedo entrar? —realmente cada vez que algo así pasaba a su corazón le daba un vuelco.

—C-claro —ella sonrió discretamente, se quitó el uniforme táctico y terminó desnuda nuevamente. Entonces entró a la regadera junto con él.
El agua comenzó a caer sobre su cuerpo, dándole a Jonh un espectáculo sin igual, el agua se fusionaba con su cuerpo y color dándole la apariencia de un ser celestial. Acarició su hombro con sus dedos y sintió nuevamente aquella vigorizante sensación. Se acercó a él mientras su pecho se tornaba de un color rosa, rápido se aproximó a sus labios y lo besó con enjundia, Jonh sujetó su cadera con una mano y con la otra acarició su mojada cabellera. Cada beso era una experiencia sensorial diferente, y el sentir el contacto con su piel lo hacía algo único.
Deslizó con suavidad sus manos mientras acariciaba su cuerpo, una vez que llegó hasta sus piernas la sujetó de los muslos con fuerza y la alzó hasta unirse completamente a él, ella emitió un pequeño gemido, pero sonrió, acarició su cabello y siguió besándolo. Lentamente siguieron mientras el vapor incrementaba en el lugar, Lylum sujetó con firmeza su espalda sin dejar de sentir el placer recorriendo su cuerpo. Siguieron así durante un par de minutos hasta que la bajó, rápidamente la colocó frente a la pared, besó su cuello y siguió por su espalda.

Y como la última vez, su mente abandonó cualquier pensamiento de lujuria una vez que se topó con el mapa en su espalda, las coordenadas y los cuadrantes estaban frente a él, ni siquiera lo recordaba, la Federación necesitaba de ella en el planeta Stronghold, mientras que la Orden en Dunkai, y ahora, ella misma marcaba un nuevo destino, y para su mala fortuna el más incierto de todos.

—¿Pasa algo? —preguntó volteando hacia él. No respondió, no sabía qué, ella acarició su mejilla con ternura y lo miró—. Sabes que puedes decirme lo que sea.

—Es solo que ahora todo es complicado. Estamos en medio del conflicto universal más grande de todos y ni siquiera me había detenido a procesarlo.

—No te preocupes, todo saldrá bien.

—No me preocupo por mí, sino por ti, eres el centro de todo esto, no sé qué hacer —bajó la mirada, pero ella nuevamente sujetó su rostro y lo hizo verla, esta vez tenía un semblante mucho más serio.

—Yo estoy aterrada —aseguró con cierta resignación en su sonrisa—. Todos necesitan algo de mí y ni siquiera sé por qué, hablan como si yo fuera la última esperanza del universo, eso es frustrante, más sabiendo que no sé ni siquiera quién soy en realidad.

—Diablos —fue como un golpe de realidad para él—. Creo que tienes más cosas en qué pensar que yo.

—Al menos tenemos esto —alzó sus manos ante el agua caliente.

—Sí —sonrió. Ella le secundó con algunas risitas, nuevamente se besaron.


Luego de que el radar emitiera aquella señal a mitad de la noche, nadie en el grupo de exploración quiso volver a dormir, tal y como si un potente choque de adrenalina les hubiera llegado a todos, rápido tomaron sus cosas y siguieron caminando entre las sombras. Y así siguieron hasta que la luz llegó nuevamente, las horas realmente pasaban más lentas con los soles en el cielo, al igual que la pesadez del ambiente incrementaba con ellos, y tal vez fue profético o no, pero las palabras de Dutch comenzaron a hacerse realidad.

Con el lento pasar de las horas, el desierto se iba cobrando más vidas, no había amanecido completamente y una chica Glü cayó rendida, siendo de un planeta mayormente acuático, su cuerpo no lo resistió a las abrasadoras temperaturas y la hostilidad del ambiente, a ella solo la sepultaron superficialmente y siguieron.
Más tarde un joven artillero falleció por fiebre, tal vez no estaba acostumbrado al sol, después, un encargado de las calderas, él fue diferente, encontró un pequeño arbusto espinoso con algunos frutos en él. Ni los registros ni la experiencia o conocimiento de los demás exploradores pudieron advertir lo que pasaría; consumió aquellos frutos y no pasó ni una hora cuando su rostro se hinchó como un globo, los vasos sanguíneos en sus ojos estallaron y lentamente su sistema dejó de funcionar, al final nadie tuvo la compasión, o el tiempo de enterrarlo, su grotesco cadáver quedó tendido sobre la arena, si es que había algún ser carroñero a la redonda, entonces era su día de suerte.

Benjamín estaba mareado, caminar sin descanso era un martirio, el radar mostraba una señal a cientos de kilómetros, al menos un par de días más de trayecto, y realmente no sabía qué era, la imagen en el dañado cristal solo mostraba una gran marca en verde brillante en medio del desierto.
Uno de los técnicos de la Nexus le dijo que podían ser dos cosas, si contaban con la mayor de las suertes podía tratarse de agua o tal vez alguna fuente de vida.

—O quizás esa cosa está dañada y solo vamos tras una puta roca —se alejó de él.
Aquello no le había parecido agradable en lo más mínimo, por ''su'' culpa emprendieron nuevamente el viaje, y gracias a él ya habían fallecido tres miembros más.

—Nadie los forzó a venir, chico, no es tu culpa —le dijo Marco, lucía cansado, él no había alcanzado a dormir demasiado y ya estaba caminando otra vez.

—¿Y si al final llegamos y no es nada? —emitió con miedo e inseguridad de lo que pudiera pasarle de haberse equivocado.

—Entonces estaremos jodidos —Benjamín lo miró con grandes y cristalinos ojos, casi parecía un cachorro. Pero Marco solo soltó una carcajada—. Ten algo de fe, chico, tal vez llegamos y encontramos un manantial lleno de hermosas alienígenas con senos enormes —rio nuevamente, no supo si era por el calor que lo hacía delirar o simplemente quería sacarle una sonrisa a pesar de todo.

—Eso... —bajó la cabeza y levantó los hombros—... suena bien —confesó bromista y ambos rieron tras eso, Marco palmeó su espalda.

—Ese es el espíritu. Hablando de eso, ¿qué te parecieron las chicas en el recinto de Takeshi?

—Bastante... —aclaró su garganta—... capaces diría yo.

—Lo imaginé, una vez pasé una noche con un par de Zarcadianas —silbó con nostalgia—. Vaya que esas son salvajes. Y además de esas, ¿tienes puesto el ojo en alguna?

—¿En- en una chica?

—Chica, chico, Blentark, lo que sea, yo no juzgo. Aunque si eres de esos a los que les gustan las Blentark creo que sí tienes un problema, esas cosas parecen enormes montañas rosadas de mierda gelatinosa —tembló al recordar con asco a aquellas criaturas.

—No, bueno sí, creo que sí tengo a una chica en mente —por un segundo recordó a Chickari.
La noche que los atrapó la Federación ella le había contado su historia y el porqué de ocultar su verdadera identidad, además, lo había besado.
Tal vez era la primera vez en mucho tiempo que una chica lo había besado por el simple hecho de querer hacerlo, y no porque un par de Cazarecompensas ebrios le hubieran pagado porque lo hiciera. Aun con todo eso, Ben solo encontraba en ella a alguien que le brindaría su apoyo, un hombro en el cual podría llorar, o incluso alguien que pelearía por él de ser necesario, no a alguien a quien le pudiera decir te amo cada noche antes de dormir, o tal vez estaba divagando y solo quería acostarse con ella. Pero tampoco era eso, aquellas sensaciones que pudiera o quisiera sentir hacia ella, las sentía por alguien más.

—¿Y bien? —la duda de Marco lo arrancó de su ensimismamiento—. ¿Quién es? —Simplemente no buscó desviar la pregunta.

—¿Qué hay de ti, Marco, hay alguien especial? —su pregunta lo tomó por sorpresa.

—Sin duda —miró soñador a la fiera de Dorma Prime, su cabello se movía con el viento y su piel resplandecía con el sol, como si se tratara de un bello espejismo. Suspiró—. Si no muero pronto entonces quiero pasar el resto de mi vida con ella.

—Suenas bastante convencido.

—Lo estoy —siguió mirándola hasta que ella pareció sentirlo, volteó confundida y se topó con su mirada, entonces sonrió, y siguió caminando entre las dunas, suspiró—. No hay nadie como ella.

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