Capítulo 4
El gran sol rojo se había ocultado en el horizonte desde hacía horas, mientras que el otro le seguía el paso. El cielo tenía un coloración magnífica, como una amalgama de pigmentos que contenía anaranjado, púrpura, rojo, rosa e incluso algo de azul oscuro.
Un espectáculo natural sin igual, lástima que nadie le podía prestar atención, los sobrevivientes del choque habían estado horas y horas realizando un sin fin de tareas, desde buscar rezagados en el interior de la nave, contabilizar los suministros, buscar entablar comunicación con algún aliado a la Federación, hasta enterrar los cadáveres de quienes no lo lograron.
Marco llevó una pesada caja de suministros médicos y la depositó al lado de otras en una prominente pila, respiró y limpió el sudor de su frente, luego miró a la mujer que llevaba el registro.
—Me llevaré algunas de estas medicinas para mi amiga —abrió la caja, pero la mujer lo detuvo.
—No, debemos ayudar a los más heridos y racionar esto lo más que se pueda —pronunció con estrés en sus palabras, acomodó sus gafas rotas y siguió escribiendo en una tableta electrónica.
—Ella está herida —reclamó con disgusto.
—¿Está muriendo?
—No.
—Entonces puede esperar —siguió escribiendo sin prestarle más atención, Marco maldijo entre dientes.
—Creo que allá alguien sí está muriendo —indicó con la cabeza, la mujer volteó hacia un sobreviviente que parecía se estaba convulsionando. Rápido abrió la caja y sacó algunas medicinas, se alejó de ahí y llegó con sus amigos. Se sentó junto a ellos en la arena fresca provista por la sombra de los restos de la Nexus—. Es todo lo que pude conseguir, has que rinda —le entregó los medicamentos a Xirack, tomó un par de píldoras sin tragar agua y suspiró con molestia.
—Esto está jodido —Dutch removió la arena y se tiró mirando hacia el cielo
—¿Apenas te diste cuenta? —negó varias veces con la cabeza y volteó hacia las cajas de suministros, Deckard había subido sobre éstas.
—Atención gente —subió la voz e inmediatamente todos dejaron de hacer lo que hacían y le prestaron completa atención. Se veía abrumado, buenas noticias no iba a dar—. Creo... creo que no hace falta decir que estamos en una situación muy complicada —suspiró y bajó un poco la cabeza—, no pudimos establecer comunicación alguna, ni con la Federación, el Senado o cualquiera, estamos varados.
Un séquito de murmullos no se hicieron esperar, los sobrevivientes rápido comenzaron a ponerse nerviosos.
—La nave oficialmente dejará de funcionar en algunas horas, así que la posibilidad de repararla es prácticamente imposible —miró a todos a su alrededor—. Así que he decidido tomar cartas en el asunto, asignaré a un pequeño grupo que vigile a los heridos justo aquí, que funcionará como un campamento base, mientras que otro grupo, liderado por mí, saldremos a primera hora mañana y buscaremos civilización o cualquier alternativa que nos ayude a sobrevivir.
Esta vez la gente no trató de disimular, cientos de voces se alzaron como una turba enardecida en direcciona al afligido Capitán Deckard.
—¡Tranquilos, tranquilos! Una vez que esto termine, volveremos nuevamente y ayudaremos a todos los heridos.
—No es que quiera comenzar un revuelo, Capitán, pero no creo que salir a la deriva en búsqueda de alguna oportunidad de sobrevivir sea la mejor opción, y más tratándose de un planeta extraño —alzó la voz una Meeraqi de piel blanca con toques de amarillo.
Nuevamente las voces se alzaron, la mayoría dándole la razón a aquella alienígena, lo cual Deckard sintió al instante, se quedó unos segundos mirando hacia el horizonte, luego volvió a hablar.
—No les puedo ordenar a todos que me acompañen, ni mucho menos prometerles que volverán todos con vida, no... pero quedarme aquí sin hacer nada sería igual que entregarle mi vida a la muerte —negó un par de veces—. Prefiero arriesgarme y morir afuera que no hacer nada y morir de todas formas. Todos los que me quieran seguir será por voluntad propia. Así que, ¿quién me sigue?
En cuestión de segundos todo quedó en silencio, Deckard lo podía ver, el espíritu de sus tripulantes estaba tan fragmentado como un cristal, acababan de sobrevivir de milagro a una inminente muerte, y ahora una nueva prueba se alzaba, no parecían haber voluntarios.
Marco miró detenidamente a sus amigos, para luego centrar la mirada en la bella Xirack, se quedó analizando aquellos oscuros ojos, buscando una respuesta, ella negó en menos de un parpadeo, pero lo pudo ver, necesitaba actuar lo antes posible y buscar una salida. Respiró profundamente, se levantó y alzó su mano.
Los ojos de Deckard, incrédulos, no pudieron ocultar la sorpresa de ver que el único que se había animado a apoyarlo era un ‟criminal".
—Yo te seguiré, Deckard. Claro, si lo permites.
El Capitán asintió finalmente, Marco miró de reojo y Xirack había clavado su mirada en el vacío.
Tras unos segundos Dutch se levantó también.
—Iré con ustedes —dijo, adquiriendo más miradas que nunca. Nuevamente ella negó con la cabeza y tras eso, decenas y decenas de sobrevivientes alzaron sus manos con firmeza y se levantaron apoyando a Deckard, en cuestión de un par de minutos casi todos los sobrevivientes se le unieron.
—Muy bien —sonrió mirando a todos—. Entonces descansen bien, soldados, partimos mañana.
Bajó de las cajas y siguió con lo suyo, Marco se alejó de su pequeño grupo y se dedicó nuevamente a ver el horizonte multicolor, los tonos habían descendido, ahora se veían mucho más oscuros. Xirack se levantó con algo de ayuda de Dutch, y dando pequeños saltos se acercó a él.
—¿Qué tratas de hacer?
—¿A qué te refieres? —ni siquiera necesitó voltear para saber que estaba atrás suyo, y que su rostro era ciertamente uno que no mostraba felicidad.
—Acabamos de sobrevivir a lo que posiblemente es el choque de naves más increíble de todos los tiempos, y ahora que estamos medianamente a salvo ¿tú quieres ir de expedición con el sujeto que nos tenía prisioneros? ¿A caso estás loco? —Marco se giró a verla.
—¿Algún otro plan? Porque soy todo oídos —cuestionó asertivo, pero se quedó callada—. Deckard es nuestra mejor opción, debo seguirlo y cuando encontremos un medio para salir de aquí lo tomaré, cueste lo que cueste.
—¿Planeas matar a Deckard?
—Es la última opción, preferiría ganarme su confianza y después pedirle que nos deje ir, pero si no acepta, no tendré más remedio —caminó hacia ella, cada instante que la veía su corazón latía con más y más intensidad.
—En toda mi vida no he conocido a nadie que le importe tan poco su vida como a ti, no puedo dejar que vayas solo.
—No. —Nuevamente le dio la espalda—. Tú no vienes, puede que el viaje sea por demás peligroso, ni siquiera estás completamente curada y yo me niego a verte morir.
—Escucha, tú, no eres mi padre o mi amo para decirme qué debo o no debo hacer, iré con ustedes. De otra forma los matarán al dormir.
—Yo iré también, Marco —Benjamín y Dutch se acercaron a ellos.
—Parece que no soy el único con actitudes suicidas —negó repetidas veces con la cabeza, miró a Benjamín y apretó los labios sin saber exactamente qué decir.
—Creo que no has prestado atención —dijo ella—. Ahora más que nunca debemos estar juntos, solo entre nosotros podemos confiar —siguió negando, suspiró apretando sus puños.
—Podría tragarme una estrella antes que hacerlos cambiar de opinión —dio un gran y último suspiro—. Bien, supongo que no hay otra opción más que dejar que vengan.
—Venga Marco, ¿dónde está tu espíritu de aventurero? —Dutch palmeó sus hombros y se juntó con él para ver el anochecer.
—Pronto lo descubriremos, grandote, pronto lo descubriremos.
Y ahí se quedaron mirando el atardecer multicolor hasta que la noche llegó.
Jonh Riley rodó por el suelo mojado mientras cientos de chispas volaban a su alrededor, para cuando el tanque Untark disparó nuevamente ya estaba a cubierto.
Asomó su torso y disparó contra los soldados que estaban en la calle, logró matar a uno. Rápido se cubrió y comenzó a recargar su arma, miró a su alrededor y se encontró a Lylum y a Shepard, igualmente guarecidos tras el mismo auto, terminó de recargar su pistola y cuando se levantó para disparar, el tanque se anticipó.
—¡Lylum! —gritó saltando encima de ella, la expansiva los arrojó violentamente al interior del bar. Emitió un quejido ahogado y apoyó sus manos sobre los cristales y demás basura regada por el suelo hasta que se levantó. Un escándalo mucho mayor se escuchaba afuera, pero el tanque y el pequeño escuadrón Untark se veían aparentemente solos.
Shepard entró en el bar, seguido de los demás, algo estaba pasando.
—Hay que buscar otra salida —soltó Reyes, sangre brotaba de su frente y su respiración estaba por demás agitada.
El tanque dejó de prestarles atención y apuntó contra el cielo. Jonh corrió a toda prisa, disparó y luego derribó una puerta a lado de la barra, se veía un callejón.
—¡Por aquí! —salió acompañado de los demás, juntos comenzaron a recorrer los callejones sin saber a dónde iban. Mientras, veloces aeronaves surcaron el cielo en un segundo, no pudieron ver a ciencia cierta a quién pertenecían, pero la batalla alrededor de la ciudad incrementaba.
Salieron finalmente hacia otro sector en las calles y ahí fue cuando finalmente la vieron, la guerra...
Explosiones, caos y muerte por doquier, cientos de soldados y vehículos de La Federación se enfrentaban contra las tropas de Khroll en las calles.
Y mientras el fuego cruzado incrementaba, el grupo buscaba desesperadamente salir de ahí. Buscaron evadir la batalla pero era imposible, por todas partes había destrucción, siguieron por algunas calles más hasta que otro gran pelotón de La Federación los interceptó, decenas de soldados y Stacks alcanzaron a verlos, rápidamente un grupo de ellos se apresuró a registrarlos.
—¡Contra la pared! —rugió uno alzando su ametralladora. Era todo un pelotón armado, si se resistían, era más seguro que terminaran muertos, así que ninguno lo hizo.
—¡Alto, alto, por favor, escuchen! —solicitó Jonh con desespero, entonces uno de ellos lo derribó con un contundente golpe cortesía de la cacha de su arma.
—¡Jonh! —gritó Lylum y otros dos la sostuvieron.
—¡Contra la pared! —volvió a ordenar, esta vez listo para disparar.
Los Stacks comenzaron a registrarlos.
—No puede ser... son terroristas —nuevamente las armas se apuntaron hacia Jonh y su reducida tripulación, mientras que los Stacks que los acompañaban lidiaban con sus agresores.
—Soldado —rugió Shepard con un tono de voz atemorizante, se paró ante él—. Soy el Comandante Robert Shepard, estos son mis prisioneros y mi misión es escoltarlos fuera de este planeta lo antes posible. Así que apártese o lo lamentará —los otros Stacks lo miraron sin poder entender a la perfección qué sucedía.
—Lo siento, señor... —se disculpó inclinando la cabeza.
—Suelte a estos hombres —Jonh lo miró completamente impactado, realmente nunca pensó que Shepard reaccionaría en su ayuda.
Finalmente los dejaron libres.
—Señor, detecto una gran cantidad de energía que emana de ella —anunció una Stack de armadura color cereza.
—¿A quién está escoltando? —cuestionó el líder de aquel pelotón Stack.
—Clasificado, soldado. Ahora, necesito que me lleve con el que está a cargo lo antes posible.
—Está bien, señor —se alejó un poco y solicitó a través de su comunicador un transporte.
—Shepard, yo no me largo sin mi nave —aseveró Jonh, un hilo de sangre brotó de su frente hasta llegar a su mentón.
—Escucha, Jonh, estamos en medio de una maldita guerra, necesitamos irnos ya.
—No me iré sin mi nave.
—El Coronel los recibirá en cuanto antes, pero debemos irnos ya.
—Jonh, tendrás que confiar en mí, o de otra forma ni tú, ni tu tripulación podrán salir de aquí con vida —nuevamente hubo instantes de tensión entre ambos, que se fueron al escuchar el estruendo de la batalla que se libraba a un par de calles de donde estaban.
—Bien —soltó, ya resignado.
—¡Síganme! —ordenó el Stack y todos fueron tras él. Atravesaron un par de calles sin dejar de sentir que en cualquier segundo hubiesen podido recibir un disparo.
Entonces el sonido de unas hélices captó toda su atención, un transporte militar comenzaba a descender en medio del fuego y el humo—. ¡Suban, ya, ya, ya!
Y así lo hicieron, más soldados de La Federación estaban en el interior del vehículo, durante unos instantes Jonh pensó que aquellos soldados abrirían fuego contra ellos apenas y entraran, pero no fue así. El vehículo incrementó la intensidad en sus cuatro hélices, rápidamente comenzó elevarse por encima de las calles y fue ahí cuando vieron la inconmensurable destrucción.
Los Ángeles ardía en llamas, humo negro cubría el cielo mientras que cientos de naves descendían de la gran nodriza alojada en la atmósfera casi cubriendo el sol.
Lylum apretó el brazo de Jonh con fuerza, pensó en cómo ella había causado todo y cómo miles habían sufrido un destino atroz orquestado por Khroll. Tembló y cerró sus ojos, pues sabía de alguna manera que aquello solo estaba empezando.
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