Capítulo 3
Ambos salieron del camarote, todos los demás estaban esperándolos, Shepard colocó un cargador en su ametralladora y se acercó a Jonh.
—¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? —cuestionó asertivamente, pero con algo de preocupación en sus palabras.
—¿De qué demonios hablas? —le respondió tras mirarlo muy confundido.
—¿Por qué nos trajiste aquí? La misión era ir al planeta Stronghold.
—Esa era tu misión —caminó hacia la cabina, Shepard lo sujetó del hombro y lo hizo voltear hacia él nuevamente, a lo cual respondió quitando su mano—. Yo tenía otra, y era encontrar a mi gente.
—¿Cómo puedes decir eso? Una maldita guerra está empezando y todo gracias a ella —apuntó enfurecido hacia Lylum, ella bajó la cabeza—. Tenemos que llevarla junto con el Senado y solo así...
—¿Y solo así qué? ¿La guerra mágicamente terminará? ¿Por qué tanta urgencia por ir al puto Senado Universal?
—Son las órdenes.
—Son tus órdenes, no mías —se acercó a la puerta dándole la espalda una vez más, enojado, Shepard sujetó su brazo y justo cuando intentó voltearlo, Jonh se adelantó y colocó la Bletz bajó su mentón.
Los Stacks que acompañaban al Comandante dirigieron sus armas contra Jonh.
—¡Apuntar un arma contra un oficial de alto rango es un crimen de nivel seis! —rugió el Stack de ojos amarillos con su arma apuntando directamente contra su cabeza.
—Cometen un grave error al pensar que sus putas órdenes funcionan aquí —pronunció con una voz y mirada fría. Todos quedaron en silencio durante unos momentos—. Ni tú, ni tu gente, mucho menos la puta Federación manda aquí, estás en mis territorios ahora, así que has lo que te digo y cierra la boca si no quieres una bala en tu cráneo —quitó la pistola y se quedó unos segundos mirándolo fijamente, luego de eso abrió la puerta de la nave y salió.
Una fuerte lluvia residía en el exterior, estaban en el destrozado interior de un edificio, pero esta se alcanzaba a ver por el gigantesco agujero que la Infinity había dejado tras su choque. Jonh caminó hasta el agujero y salió finalmente.
Las millones de gotas caían fuertemente sobre todo, rápido terminó totalmente bañado, miró hacia todas partes y simplemente no pudo creer la vista. Las calles de Los Ángeles estaban vacías y silenciosas, como si la gente hubiese desaparecido. Y así fue, los Transportes de Evacuación abandonaron la ciudad en cuestión de horas, dejando atrás una ciudad fantasma, llena de rastros de destrucción. Algunos edificios estaban en llamas, había indicios de pelea sobre todo a su alrededor, y ligeramente se olfateaba el aroma de la sangre por el suelo.
—No lo puedo creer —Minck estaba a su lado, miraba hacia todas partes y era como estar en un sueño.
—¿Y ahora qué haremos? —dudó la Stack una vez que salieron.
—Pregúntale al nuevo líder —respondió Shepard seriamente. Jonh volteó a ver a todos—. ¿Cuál es tu maravilloso plan, eh?
Jonh levantó la vista hacia el cielo nocturno, las explosiones y el caos se vislumbraban incluso a miles de kilómetros de distancia. Suspiró, cerrando brevemente sus ojos oscuros, entonces habló:
—Ir por un trago. —Apretó los labios. Y así pasó, recorrieron las desoladas calles de la ciudad durante un rato, la electricidad estaba completamente activa, así que las luces de los locales, lámparas y demás estaban en funcionamiento. Llegaron hasta el primer bar que vieron, rápidamente Jonh entró y fue directo hacia la barra, la saltó y comenzó a buscar en los estantes.
—Pensé que querías rescatar a tus amigos —mencionó la inconforme Stack.
—Así es, pero necesito algo de alcohol en mi sistema para pensar con claridad —tomó un vaso y lo llenó de hielos, luego tomó una botella de Whisky y se sirvió—. ¿Alguien quiere?
Todos lucían ajenos a la situación, Shepard y la Stack estaban sentados en una mesa, Lylum sobre la barra y Minck en un banco frente a esta, aquel Stack de ojos amarillos vigilaba la puerta y Altham y Chickari residían en otra mesa.
—Sírveme un Rhoynar en las rocas —pidió el pequeño Minck.
—Perfecto —chasqueó los dedos en un ademan de aprobación hacia su pequeño amigo y tomó una exótica botella con un líquido verde en su interior, le sirvió en un vaso con hielo y se lo dio. Ambos chocaron sus vasos e ingirieron sus bebidas en cuestión de segundos—. Bueno, ya que estamos temporalmente varados me gustaría conocer a mis nuevos acompañantes, tú, ¿cómo te llamas? —Le preguntó a la Stack y comenzó a servirse otro vaso.
—Cadete Michelle Reyes de la 101 —respondió, hosca y sin nada de glamour. Como cualquier soldado.
—Muy bien, Reyes, ¿tú? —El de ojos amarillos movió un poco sus hombros y lo miró extrañado.
—Daff, solo Daff.
—Excelente, Daff —acabó con el segundo vaso de un trago—. Ven, solo hacía falta un poco de confianza.
—Esto es estúpido —refunfuñó el Comandante Shepard.
—¿Disculpa? —articuló con la clara seguridad de un hombre entrado en copas.
—¿Qué hacemos aquí? Deberíamos de buscar una salida de este lugar, deberíamos ya estar en camino a Stronghold para acabar cuanto antes este desorden.
—La nave está dañada, solo podremos irnos una vez que esté reparada.
—Busquemos otra maldita nave y listo.
—Esa nave es más valiosa para mí que mi propia vida, nos iremos en ella o no nos iremos —comenzó a preparase un nuevo vaso cuando Shepard, molesto, se levantó.
—Eso está por verse —sujetó su arma firmemente. Un silencio espectral cubrió todo el bar, los tres Stacks cargaron sus armas lentamente, mientras Jonh y Minck hacían lo mismo. Entonces, los cristales comenzaron a vibrar, los vasos a caer de los anaqueles, todo temblaba, y un aterrador y familiar sonido se hacía presente.
Todos comenzaron a salir a donde el sonido provenía y contemplaron horrorizados la gran nave de Khroll sobre ellos. Lucía dañada, pero eso no le quitaba su aspecto amenazador, enormes compartimientos se abrieron en ésta una vez que se detuvo y miles de naves comenzaron a emerger a toda velocidad.
—¿Qué ocurre? El planeta ya fue evacuado... —soltó Reyes sin dejar de ver las naves.
—Saben que ella está aquí —volvió a decir Shepard, y las preocupadas miradas de todos se clavaron en la Guardián—. Y hasta que la encuentre no dejará este lugar tranquilo.
—¿Entonces qué haremos ahora? —Dudó Chickari, miró hacia un callejón y algo parecía aproximarse.
—Supongo que ahora lo averiguaremos... —Jonh sujetó su arma y al igual que todos apuntó directamente hacia lo que venía.
Durante unos segundos hubo fuego, caos, muerte y sangre, después, solo perduró el silencio.
Marco abrió lentamente los ojos, estaba tirado en el suelo, su boca sabía a sangre y su visión se encontraba distorsionada, intentó incorporarse, y encontró un panorama digno de una pesadilla.
Se encontraba en el puente de la Nexus, o lo que parecía ser el puente, pues todo a su alrededor estaba plagado de muerte y destrucción. El lugar estaba devastado y a donde fuera que mirara había decenas y decenas de cadáveres. Se levantó completamente y caminó entre los despojos buscando alguna señal de vida, y fue cuando la vio.
Xirack estaba tendida sobre el suelo, había despertado gracias a un ataque incontrolable de tos, su pierna estaba apresada por un tubo metálico. Marco llegó a toda prisa junto a ella.
—Marco, ¿qué ocurrió? ¿Qué está pasando? ¿En dónde...? —soltó un quejido una vez que él levantó el tubo.
—Muchas preguntas —enunció exhausto, apartó el tubo y lo dejó caer lejos de ella—. ¿Puedes caminar? —Preguntó luego de arrodillarse a inspeccionar su herida. Era una buena laceración, pero no parecía haber destrozado al hueso.
—Lo intentaré —se apoyó firmemente de sus brazos y trató de levantarse, pero el dolor la regresó de inmediato a su posición inicial—. No... no puedo —nuevamente lo intentó pero la detuvo.
—Basta, o podría empeorar —lamió sus labios y buscó qué hacer. La tomó en brazos y la levantó, chilló y gruñó con fuerza al sentir el quemante dolor en su extremidad—. Respira, Xi, respira.
Algunas personas en el puente comenzaban a despertar, unos afortunadamente ilesos y otros que no dejaban de sollozar de agonía.
Marco caminó por el inclinado suelo del puente hasta llegar a los ventanales, estaban casi rotos, comenzó a patear el cristal y otra tos llamó su atención.
James Deckard estaba tumbado contra el ventanal, luego de algunos golpes en el dañado cristal; finalmente consiguió romperlo, dio un pequeño salto y ambos cayeron sobre un montón de fina arena.
—¿Pero qué diablos? —pronunció Xirack, Marco caminó un poco hasta finalmente dejar atrás la gran sombra que proyectaba los restos de la Nexus, y juntos fueron recibidos por un calor mortal. Apenas y pudieron ver al cielo por toda la luz que emanaba, el ambiente era pesado, como si a principio el aire fuese difícil adquirir aire, Marco se arrodilló y dejó a Xirack sobre la arena mientras él buscaba respirar con normalidad— Marco, Marco tranquilo —lo vio escupir sangre luego de eso, ella se acercó y lo sujetó de los hombros—. Marco... No te atrevas a morir... ni lo pienses, si lo haces, juro por Dios que te traeré de vuelta a la vida solo para asesinarte yo misma, ¿me oíste? —algo en sus palabras la hacía sonar más angustiada que nunca, incluso sus ojos parecían brillar por futuras lágrimas. Marco escupió los restos de la sangre en su boca y respiró nuevamente.
—Tranquila, hermosa... no te librarás de mí tan fácil —sonrió con sus dientes manchados de carmesí. La chica de Dorma Prime suspiró aliviada.
—¿Qué está pasando?
Los sobrevivientes salían de la nave y al igual que Marco comenzaban a presentar problemas respiratorios, algunos lograban respirar nuevamente, mientras que otros no. Y terminaban cayendo fulminados sobre las arenas.
—La atmósfera, debe ser mucho más pesada que en la Tierra o los Mundos Exteriores, por eso cuesta trabajo respirar —se levantó y sacudió la arena de su ropa, la ayudó a ponerse en pie y juntos miraron todo el panorama.
—¿En dónde estamos? —tras eso, un par de figuras conocidas comenzaron a salir de los despojos de la nave, Marco la soltó y se aproximó rápidamente a ellos.
Dutch cargaba a Benjamín como si fuese un saco de vegetales, ambos salieron de la nave y lentamente Dutch se arrodilló contra la arena, presto a escupir algo de sangre, Marco llegó hasta ellos, depositó al joven sobre la sombra que emanaba de los restos de la Nexus y ayudó a su amigo, o al menos eso buscó.
—Venga, grandote, tú puedes —palmeó ligeramente su espalda, siguió escupiendo algo de sangre hasta que al final, logro aspirar aire nuevamente.
—Mierda... eso... eso fue horrible —soltó ya con mucha más tranquilidad. Marco sonrió, y se dirigió a Benjamín. Estaba inconsciente, tenía algunas cortadas y quemaduras leves en su rostro, pero estaba prácticamente ileso del resto de su cuerpo. La tos lo despertó, pero a diferencia de los demás él no se vio afectado por la atmósfera, al menos no al punto de escupir sangre a borbotones.
—¿Estás bien, niño? —extendió su mano ante él, Ben tardó en asimilar que continuaba respirando.
—Sí, eso creo —se incorporó y abrió los ojos como platos al observar a su alrededor, todo era muerte y destrucción, aderezado con un calor mortal y un interminable océano de arena.
—¿Qué demonios sucedió? —cuestionó Dutch Hollander una vez en pie. Benjamín y Marco le secundaron.
—El choque de dos objetos a velocidad luz... —pronunció Ben, atónito. Ambos lo miraron confundidos—... nuestra nave iba de salida, mientras que Khroll apenas estaba llegando, ambas naves colisionaron una velocidad imposible, y por lo visto solo esto quedó.
—Eso no explica en dónde estamos.
—Estamos varados —dijo una voz desde el interior de la nave, Deckard salió de entre los cristales y se arrojó a la arena, se limpió el sudor de la frente y escupió algo de sangre, pero en ningún momento se doblegó—. Lo que dice el chico es cierto, al parecer lo único que logró atravesar el umbral de la velocidad luz fue la mitad de la Nexus, analizando la trayectoria, solo puedo pensar que ahora estamos varados en algún planeta del Cuadrante Ípsilon, o eso quiero pensar.
—Ni siquiera llegamos a Stronghold —mencionó Marco Ramírez con cierta gracia. Deckard bajó la cabeza y negó sin más.
—¿Entonces qué haremos? —inquirió el hombretón.
—Recolectar todas las provisiones, armas y lo que sea de utilidad, intentaré contactar con la Federación para que nos saquen de aquí.
—¿Y si eso no funciona? —dudó Ben Wrax con temor. El Capitán Deckard se quedó unos segundos en silencio y luego los miró fijamente, igual que a los sobrevivientes a su alrededor.
—Tiene que funcionar —suspiró con lo que cualquiera hubiera interpretado como miedo—. Tiene... Que funcionar.
Deckard entró a losdespojos de su nave, dejándolos con cientos de preguntas que por lo visto nadiepodría responder con certeza. Miraron a su alrededor pensando en qué lespreparaba el destino, y a cada segundo todo se veía más y más incierto, alfinal, solo era cosa de esperar lo mejor.
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