Capítulo 29
El tiempo se había detenido por completo. El mundo a su alrededor había dejado de girar, todo estaba suspendido en la nada. Se tomó un momento y entró en la habitación, aquella fría recamara cuyas paredes de metal parecían cada vez volverse más oscuras y sofocantes, aquella habitación se había bañado con el fulgor azulado que emanaba desde su cuerpo como un aura incandescente, pero esta venía con reminiscencias de un purpura inusual, un tono frío, vacío, y lleno de temor. Se tomó unos segundos para mirarse al espejo y contemplar su propia presencia, frente a ella se alzaba un ser que no podía reconocer en lo absoluto, un ente tan misterioso como atrayente, una presencia que únicamente le causaba más preguntas a cada segundo y por más que lo intentaba no obtenía respuestas. Se miró de pies a cabeza, paseando sus ojos a través de su tonificada silueta y avistó cada uno de los símbolos labrados en su cuerpo como arte en una pintura rupestre, un mensaje que debía descifrar y que únicamente podría hacerlo si es que lograba llegar a Dunkai, allá donde los maestros y eruditos de La Orden podían entregarle aquello que tanto anhelaba, un propósito, una razón de ser y de existir. Necesitaba llegar a Dunkai a como diera lugar, pero antes, una prueba más tenía que enfrentar, y esa quizás era la más difícil de todas.
Dejó de lado su reflejo y se despojó de su ropa para vestirse con aquel uniforme que le habían entregado los soldados minutos atrás. Una armadura táctica ligera de combate, nada demasiado ostentoso, pero quizás lograría mantenerla a salvo por un poco más de tiempo. Se vistió, recordando cada instante que había pasado hasta llegar ahí. Desde su despertar en aquel selvático paraje en aquel mundo perdido más allá de los confines de la humanidad, allá donde Jonh y su tripulación la habían traído a la vida. Pronto llegó a ella la muerte, la destrucción y todo el caos que había traído consigo después de despertar, todo el mal que había desatado Khroll en su desesperada búsqueda por alcanzarla, habían luchado con todo para alejarse de él, y ahora la misión había cambiado, ahora debía de ir y encontrarlo para así finalmente hacerle frente a quien quizás era el único ser en todo el universo que podía dejarle bien en claro cuál era su misión en el universo. Sentía miedo, y su aura se coloró con un tono violeta tan profundo que iluminó lúgubremente la recamara como un astro moribundo. Estaba a punto de encarar al mayor mal que el universo había conocido, y si las cosas fallaban, si el plan fallaba, todos estarían condenados.
El aire pareció abandonarla también, se agachó a causa de una opresiva sensación que se cernía sobre su pecho y que no la dejaba sentir más que un agobio abrumador. El pánico y el miedo la invadieron, cerró sus ojos, pero cuando lo hizo vio entre la oscuridad su silueta, llamándola.
—¿Lylum? —le llamó entonces una voz familiar que irrumpió en la habitación y que arrancó la oscuridad de repente. Altham. Aquello le hizo reaccionar y regresar a la realidad de golpe. Aquel guerrero entró en la habitación y la vio casi al borde del colapso—. ¡Lylum! ¿Te encuentras bien?
—Sí —respondió débil y temerosa—. Es solo que... no sé qué sucederá ahora, yo... yo, tengo miedo, Altham, tengo mucho miedo.
—Lo sé —dejó una mano sobre su hombro mientras la apoyaba para ponerse de pie—. Es normal sentir temor, en especial ahora. Pero no podemos echarnos para atrás, este mundo te necesita, todos te necesitamos. Oye —la tomó del rostro suavemente y la dirigió para poder mirar sus ojos con luz de estrella—. Estoy contigo, ¿sí? Hoy y siempre.
—Gracias, Altham.
—Vamos, ya es hora de irnos.
Juntos abandonaron la recamara y la realidad nuevamente pareció volver a su status quo: el caos. Toda la cede estaba sumida en el desconcierto, legiones enteras de soldados marchaban en todas direcciones, acompañados de vehículos de guerra, naves partían desde los hangares y volaban hacia la batalla, mientras que la gente era trasladada hacia los transportes de evacuación, hordas enteras de personas aterrorizadas se amontonaban, luchaban desesperadas por lograr entrar en aquellas naves y así abandonar el planeta antes de una inminente destrucción. Entre todo el revuelo y el caos pudo distinguir una nave en la distancia, una robusta máquina de guerra perteneciente a una época pasada, quizás la última de su clase, una S.T.A.R modelo 501 con una pintura vieja de color anaranjado, las marcas de guerra persistían en el casco de la misma, evidenciando sus años de lucha, una fiereza del espacio, la Infinity. La nave de Jonh, al final el Coronel Mendoza había cumplido con su promesa, la habían recuperado y la habían reparado bajo la promesa de que Jonh volvería para llevársela y a toda su gente en ella. Aquella promesa ahora se veía tan lejana como el sol.
Siguieron adelante, escuchando los gritos, los lamentos desesperados y el incesante crepitar de la estructura siendo azotada por temblores de la batalla que cada vez se acercaba más y más. Siguieron su camino hasta que llegaron al hangar principal, allí las fuerzas de la Federación movilizaban todo lo que tenían, esperando el último ataque. Desde aquella enorme abertura principal podía ver las naves partiendo hacia la batalla, así como también una vista general de la ciudad envuelta en fuego, mientras que el cielo se alzaba aquella máquina, la nodriza del ejército de Khroll. Lylum se detuvo, admiró el cielo oscurecido y aquella sombra malévola envuelta en afiladas puntas que emergían desde todas direcciones. Aquella entidad monstruosa hecha de fuego y metal que parecía ser la única capaz de sumirlo todo en oscuridad. Cerró momentáneamente los ojos y pudo sentirlo, ahora su presencia era tan palpable como una caricia espectral, podía sentir su presencia, llamándola.
—Lylum, por acá —le indicó Altham al ver como un grupo de soldados cargaban en una nave una bomba de plasma. Aquel objeto no habría de medir más que un simple balón, y sin embargo tenía la potencia para arrasar con la ciudad entera y prácticamente todo el país.
—La bomba está cargada, señor, estamos listos para irnos —avisó un suboficial hacia el Coronel Mendoza, quien esperaba a aquellos dos últimos tripulantes.
—Bien —musitó sin ánimo alguno.
—Coronel —saludó Altham.
—Todos reúnanse —alzó la voz hacia el escuadrón de soldados junto a la aeronave—. La situación se ha complicado, oficialmente hemos entrado en cuenta regresiva, nuestras fuerzas han sido desplegadas a través de toda la ciudad, ya casi no tenemos tiempo ni tampoco soldados para luchar, debemos apegarnos a este plan, Lylum viajará a la nave y hablará con Khroll, confío en que intentará disuadirlo y con suerte detener todo esto, pero si las cosas fallan —tomó unos segundos para respirar y mirar a un Stack de armadura verde opaca—. Capitán Walker, todo dependerá de su escuadrón, si las negociaciones fallan y todo se va a la mierda detonen la bomba y destruyan esa maldita nave de una vez por todas.
—A la orden, señor —respondió el Capitán Walker. Un fiero hombre de corta cabellera castaña, barba ligera y una cicatriz que abarcaba desde su ceja y caía por la mitad de su rostro hasta terminar en su mejilla.
—Bien, en cuanto a ti —observó detenidamente a Lylum—. No sé quién o qué seas, tampoco sé qué intentes hacer, la verdad es que ni siquiera estoy seguro si estás de nuestro lado o no, pero si de verdad eres quien creo que eres, entonces confío en que harás lo correcto y nos ayudarás a detenerlo de una vez por todas.
—Estoy de su lado, Coronel.
—Eso está por verse —asintió pesadamente, como si temiera dejarlos ir—. Son nuestra última esperanza, todos ustedes, no me decepcionen. Retírense —el escuadrón comenzó a abordar la nave, pero antes de que pudiera hacerlo, el Coronel Mendoza alcanzó al Capitán Walker—. Capitán, confío en que sus hombres harán su deber no importa el costo.
—Daremos nuestra vida si es necesario, señor.
—Bien —sujetó su hombro con firmeza y le dedicó una mirada tan fría que solo un alto mando del ejército de la Federación sería capaz de formar—. Capitán, pase lo que pase allá arriba, si las cosas fallan y todo se va al demonio, no importa lo que crea usted o el resto del puto universo, si el plan no funciona, neutralice a la chica y detone la bomba, es una orden —el Capitán Walker endureció su recio mentón y guardó silencio unos segundos, después asintió pausadamente.
—A sus órdenes, señor. —Accionó un comando de su armadura y pronto su cabeza fue cubierta con su sofisticado casco de combate, avanzó hasta entrar a la nave y esta empezó a encenderse.
—¿Lista? —preguntó Altham mientras una soldado fijaba bien los seguros de sus asientos a los bordes de la cabina. Lylum asintió.
—Eso creo.
La compuerta trasera expulsó un chirrido metálico y se cerró con un estruendoso golpe, engulléndolos así en una profunda oscuridad. Después toda la cabina se pintó de rojo y se empezaron a mover a través del hangar, no tardaron ni diez segundos en elevarse y finalmente salir disparados al exterior. Los estallidos podían escucharse junto con el caótico frenesí de la batalla en la ciudad, la nave entera se agitaba, todos los soldados parecían mentalizados para el combate, mientras que aquella bomba brillaba con más intensidad a cada segundo que se elevaban a través del cielo de Los Ángeles.
—¡Capitán, mire esto, logramos interceptar un mensaje proveniente del Puente Exegon! —anunció el encargado de las comunicaciones desplegando una proyección holográfica en la que se mostraba un mensaje proveniente de un soldado Stack. La voz sonaba distorsionada e interferida gracias al caos, pero pudo amplificarla hasta que todos pudieron escuchar una voz.
—Aquí Jonh Riley —emitió aquella voz, logrando que el corazón de Lylum casi saliera expulsado a través de su pecho por el sobresalto. Sintió un alivio descomunal al escuchar de nueva cuenta su voz, saber que aún seguía con vida y que aún estaba luchando allá le había traído un instante de paz que no tardó en desvanecerse ni bien el mensaje siguió—. Estoy en el Arácnido, voy a destruirlo antes de que llegue al cuartel, todos prepárense. —El mensaje pareció perder fuerza y por momentos distorsionarse, Lylum se aferró con fuerza a su asiento y rogó por escuchar lo siguiente—. Lylum... si es que logras escuchar este mensaje, solo quiero que sepas que lo lamento, lo intenté, pero hasta aquí llego yo. Encuentra a Marco, él te cuidará, asegúrense de llegar a Dunkai, solo tú puedes ponerle fin a todo esto, yo... yo creo en ti... lamento no haberte podido seguir hasta el final. No te rindas, ¿sí? Solo... no te rindas. Jonh fuera.
La estática se apoderó de la pantalla y tan pronto como aquella voz se hizo presente, se esfumó también. Dejando in profundo vacío en la chica, el temor y el pánico no tardaron en volver a ella, Lylum se soltó y se levantó hasta tratar de aferrarse a la imagen de la proyección.
—¡Jonh!
—¡Vuelve a tu asiento! —demandó el Capitán Walker con fuerza.
—¡Debemos regresar, debemos encontrar a Jonh!
—¡Dije que vuelvas a tu puto asiento, ahora! —rugió el enorme Stack de inmensa armadura mientras sujetaba fuertemente su ametralladora.
—Lylum —apurado, Altham se liberó también y fue tras ella hasta que pudo sujetarla—. Lylum, escúchame, sé que tienes miedo, créeme, pero justo ahora no podemos dar marcha atrás, el destino del planeta y del posiblemente del universo entero depende de ti, debemos llegar a esa nave sin importar que —estaba desconsolada, cada molécula de su cuerpo le incitaba a salir de aquella nave a como diera lugar y hacer todo lo posible para encontrar a Jonh, pero Altham luchó por calmarla—. Jonh es la persona más fuerte que he conocido, estoy seguro de que logrará salir de esta, lo prometo. Solo piensa, ¿qué habría hecho él de haber estado en tu lugar?
La dama celeste bajó la mirada y asintió pausadamente mientras una lágrima brillante bajaba desde su mejilla y se encontraba con sus labios.
—Terminaría con la misión.
—Así es —asintió agitado, mientras la nave temblaba con fuerza—. Entonces terminemos la misión, por él, y por todos.
—Vuelvan a sus asientos, ahora —demandó el autoritario Capitán Walker mientras fulminaba con la mirada a aquellos dos, llegó con Lylum y la aseguró al asiento con fuerza—. Es la última vez que desobedecen una orden directa, a la próxima no tendré en reparo en neutralizarlos, ¿quedó claro?
—Capitán, nos aproximamos a la nave nodriza —anunció el piloto a través de los comunicadores—. En dos minutos entraremos en su campo de proximidad y no habrá ninguna otra oportunidad de regresar a la base o a tierra.
—Bien, entonces prepárense para abordar.
—¿Cómo sabremos que nos está esperando? —dudó un soldado mientras se aferraba con todas sus fuerzas a su arma.
—Créeme él lo sabe —dijo Lylum, en un tono sombrío que no menguo los nervios de aquel pelotón en lo más mínimo.
Un estruendo colosal se hizo presente desde el exterior, casi como un estallido, perforando con su sonido a través de las paredes de la aeronave, una enorme compuerta trasera se abrió desde el casco de aquella enorme nave nodriza y les permitió entrar. Ante la inmensidad de aquella máquina, la aeronave en la que iban parecía un solitario renacuajo a punto de ser engullido por un tiburón. La nave siguió su curso en línea recta hasta que pudieron entrar, todo pareció oscurecerse, el sonido y el caos del exterior se extinguieron ni bien entraron en la nodriza y su enorme compuerta se cerró tras ellos. La nave siguió sobrevolando el oscuro espacio de aquel hangar durante algunos segundos hasta que empezó a descender y los motores se apagaron.
—Bien, llegó el momento —avisó el Capitán Walker—. ¡Primera línea, conmigo, aseguremos el perímetro! ¡Ya!
La compuerta trasera se abrió y el pequeño escuadrón descendió, el aire dentro del hangar era caluroso y húmedo, olía terrible, una mezcla de secreciones en estado de putrefacción junto con un aroma a metal quemado y aceite que se mezclaba en el viento. La superficie dentro de aquella recamara era húmeda, cual si estuviesen pisando en una superficie lodosa, rastros de tecnología y algunos huesos cubrían el lugar. Además de las luces que se proyectaban desde las armas y de la nave, nada era distinguible a su alrededor más que algunos extraños pilares curvos y cables aceitosos que estaban por el suelo metálico por el cual andaban, parecían estar en una profunda y oscura caverna sin fondo. Lylum y Altham siguieron adelante luego de que el Capitán Walker les permitiera bajar, la profunda penumbra los recibió, así como una cruda sensación de que algo malo estaba por suceder.
De pronto se hizo la luz, cientos de lámparas empezaron a prenderse y a iluminar el lugar, aquel hangar tenía la forma de una cavidad, los pilares ceñidos a sus muros curveados daban la impresión de ser las entrañas de alguna bestia colosal, todo lleno de naves, armas, tecnología de los invasores y demás resquicios de su violenta naturaleza. Todos estaban alerta, esperando cualquier cosa, hasta que una compuerta se abrió de pronto y decenas de guerreros Untark los empezaron a rodear hasta verse completamente superados en cuestión de segundos.
—¡Todos listos! —rugió el Capitán Walker apretando fuertemente los dientes y acariciando el gatillo de su arma mientras cientos de figuras monstruosas rugían desde los lúgubres recovecos de aquel hangar.
Un rugido profundo hizo acallar a las tropas que los rodeaban, pronto un Donthrak tuerto y de armadura rojiza se hizo presente, llevaba una suerte de espada en una mano y un estandarte en la otra. Aquel ser observó al escuadrón y se acercó a ellos.
—Soy el general Belog, líder de este regimiento —dio un golpe con el estandarte—. Mi amo les da la bienvenida, los está esperando a todos, síganme.
Las miradas entre los soldados eran furtivas y temerosas, pero el Capitán Walker asintió, a fin de cuentas aun llevaban consigo la bomba. Lylum y Altham iban a la cabeza, siendo guiados por Belog a través de los inmensos pasillos de la aeronave, aquella estructura era hostil, de colores oscuros y grueso metal que parecía emular el hueso y la piedra, una tecnología tosca y repulsiva que solo lograba incrementar el nerviosismo de aquel escuadrón, el cual se hallaba a merced de los enemigos. Aquella inmensa estructura era como una ciudad flotante, en cada piso y rincón se aglomeraban legiones enteras de monstruosos seres que bramaban y rugían desde la oscuridad, cual si hubiesen sido llevados al infierno y los hambrientos demonios clamaban por su carne.
Un largo pasillo como una garganta los llevó hasta una incandescente luz al final del túnel, una amplia cabina de comando desde la cual los invasores operaban sin descanso la máquina y guiaban el rumbo de la batalla que se llevaba a cabo en simultáneo en la tierra.
El corazón de Lylum se agitó, su respiración acrecentó su ritmo y un grotesco escalofrío escaló a través de su cuerpo a medida que una fría aura se esparcía por todo el lugar, subieron a través de unas escaleras hasta que finalmente llegaron a una plataforma frente a un vitral, donde él se alzaba admirando la ciudad envuelta en llamas. Ninguno de los allí presentes pudo aterrizar en el miedo generado por aquella figura envuelta en profundos mantos negros. Era como estar en presencia de la muerte misma.
—Los hilos del universo se han movido de manera intrincada desde que empezó mi travesía, he luchado incontables batallas y superado obstáculos implacables, pero ahora, al fin he conseguido lo que más he anhelado desde mi despertar —se dio vuelta y la miró con sus propios ojos—. Al fin, te encontré. Bienvenida seas, Lylum —hizo una reverencia y se mostró inmutable—. Veo que no estás sola, imaginé que tus antiguos aliados estarían aquí, pero, al parecer me equivoqué.
—Ella no está sola —exclamó Altham con valía. Khroll dibujó un amago de sonrisa en su rostro, aunque parecía casi ofendido de que aquel guerrero le hablara directamente, pasó sus manos atrás y asintió liberando una corta exhalación.
—Ah sí, el monje guerrero, creí que te había asesinado tiempo atrás.
—Hace falta mucho más para terminar conmigo.
—Eso veo —la forma en que se lo dijo le hizo parecer a Altham que sentía algo de respeto hacia él. Empezó a pasearse por toda la plataforma—. Desde mi despertar, mis fuerzas han estado ligeramente menguadas, todos estos años en el exilio fuera de este plano de la existencia me han debilitado considerablemente, no soy tan fuerte como lo era antes, pero muy pronto las cosas cambiarán, ahora que has vuelto conmigo.
—Hablas como si tuvieras la certeza de que me uniré a ti —aseveró Lylum cerrando los puños.
—Es tu destino, estar a mi lado, ser los soberanos de este universo es para lo que fuimos creados —mantuvo sus ojos negros en ella y pudo ver a través de su ser las dudas y la incertidumbre que acarreaba su propia existencia—. Sí, lo veo, tienes dudas, dudas sobre quien eres en realidad, para lo que fuiste creada. Justo por eso accediste a venir.
—Vine a detener todo esto.
—¡Basta de parloteo, vinimos a negociar los términos de tu rendición y el repliegue de tus...! —un aura rojiza envolvió al Capitán Walker y lo elevó varios metros en el aire antes de que siquiera pudiera terminar de hablar.
—¿Este insecto habla por ti?
—¡Capitán! —rugió un soldado alzando su arma, pronto el escuadrón le siguió.
—Patético —Khroll alzó su mano y con aquella energía carmesí apresó a todos los soldados y los arrojó con fuerza a través de toda la cabina.
—¡Basta! —gritó Lylum y todo el lugar vibró, una onda de luz celeste salió disparada y tomó por sorpresa a Khroll, empujándolo y haciéndolo retroceder contra su voluntad un par de pasos atrás.
—Impresionante —sonrió complacido. Un aura de un intenso color azul empezó a emanar de ella—. Veo que te has fortalecido desde la última vez que nos vimos, ya no eres una chiquilla asustada, no, ahora detecto un gran poder en ti, pero solo estás rasgando la superficie, aun estás lejos de desatar todo tu potencial. Pero no te preocupes, para eso estoy aquí. Te prometí algo, ¿no es así? Te prometí las respuestas a todas las incógnitas que nublan tu juicio y no te dejan ser libre y así alcanzar tu destino, bueno, entonces déjame ilustrarte.
De un momento a otro se desvaneció en una marea de sombras y bruma roja, Altham desplegó su espada y vio como los Untarks y Donthraks a su alrededor empezaban a rugir y a alzar sus armas contra ellos. El guerrero temió lo peor.
—¡Lylum! —gritó y alzó su mano tratando de llegar con ella, pero Khroll apareció de nuevo frente a ella y la tomó para llevársela de ahí.
Entonces se vio envuelta de la más profunda oscuridad, un avasallante manto negro lo cubría todo, sin principio ni fin, mientras que ella se alzaba como una minúscula chispa celeste que yacía rodeada de la sombra inmortal. Hasta que de pronto él apareció, envuelto en su roja aura avanzó hacia ella, por primera vez no estaba asustada, en realidad no sentía nada, solo estaban ellos dos, a merced de la oscuridad.
—¿Qué ocurrió? —al hablar, su voz se perdía en un eco inacabable.
—Te traje para que quieras ver por ti misma toda la verdad.
—¿La verdad? —miró en todas direcciones sin entender a lo que se refería—. ¿En dónde estamos?
—En la nada —alzó la mirada—. Lo que fue, lo que es y lo que será. Antes de todo, antes del universo conocido, de la existencia y de la vida misma, lo único que había era oscuridad. Un perpetuo manto de sombra infinita, nada más que vacío. Hasta que de pronto —alzó su mano y un estallido de luz y color pintó la oscuridad con un fulgor tan intenso como el de una supernova—. La vida. Miles de millones de mundos, seres, formas y criaturas que emergieron gracias a una minúscula pero a la vez poderosa chispa cósmica, tan simple como un chasquido —ahora se hallaban en medio del cosmos—. Desconozco la forma exacta en la que todo fue creado, o para qué, con qué propósito o con qué fin. Lo que sí sé, es que todo lo existente opera bajo el yugo del Flujo Universal, la energía primigenia que rodea a todo lo que compone nuestra existencia, desde seres tan poderosos como tú y yo, hasta insignificantes objetos como una roca infértil, todo forma parte del Flujo Universal, la conciencia madre del universo, una forma de vida abisal, conformada de un todo y para todos, el universo y todo lo que lo compone es uno mismo, basto, puro e infinito —movió sus manos hasta que el panorama a su alrededor pasó a convertirse en un yermo de grises arenas con algo de hierba, un planeta sin vida, y de pronto una luz se hizo presente en el cielo gris, Lylum cubrió sus ojos por unos instantes hasta que poco a poco se adecuó a la incandescente presencia—. Existen fuerzas que van más allá de la comprensión, energías capaces de forjar mundos en menos de un parpadeo, dadores de vida, arquitectos universales que operan más allá de cualquier plano conocido. Fue una de esas fuerzas primigenias quien nos creó —de pronto aquella luz adoptó la forma de un humanoide hecho de luz celeste y energía, un ser hermoso que bajó hasta el suelo y con su simple tacto hizo que la vida floreciera en aquel páramo desolado—. Los Guardianes. Creados como instrumentos de creación, con el conocimiento necesario para guiar a la vida en el universo y convertirla en un todo, nuestra misión siempre fue llevar a todo ser viviente en el cosmos a su máximo potencial, o al menos eso era lo que pensábamos, pues si algo creó la vida, entonces era nuestro deber llevarlos por el camino correcto, ser sus pastores, llevarlos a trascender más allá de cualquier plano y alcanzar la absoluta perfección.
Cientos de imágenes de Los Guardianes llegando a cada mundo con la tarea de convertirlos en seres unificados, pacíficos, con una sola meta, la unión universal se proyectaron a su alrededor. A medida que Lylum observaba aquellas imágenes, lágrimas brotaban de sus ojos, era hermoso, Los Guardianes eran guías, ángeles que cuidaban la vida y buscaban a toda costa mantenerlos a salvo de cualquier peligro, una armonía sin igual. Sonrió con añoranza y de pronto lo vio, a Khroll, antes de ser el Guardián Oscuro era uno más de ellos, ayudando a unos obreros a crear sus hogares, alimentando la vida y creando paz en el cosmos. Un ser que ya no era más.
—Te veías feliz —alegó bajando ligeramente la mirada hacia una imagen de él jugando en un estanque con un montón de niños de aspecto humanoide—. ¿Qué fue lo que pasó?
—La vida, aun cuando puede ser hermosa, también puede ser cruel —cambió la imagen y le mostró hambruna, enfermedad, guerra, conflictos, sangre, devastación y muerte, en todos y cada uno de los mundos del universo—. En donde yace la vida, yace el caos. Durante eones mis hermanos y yo estuvimos buscando la forma de unificar a cada ser vivo en el universo, los guiamos, les enseñamos, y aun así no podíamos progresar, siempre había algún obstáculo que imposibilitaba el progreso, siempre que un mundo empezaba a florecer, sus corruptas aspiraciones no traían más que desolación, destrucción y una absoluta certeza de que aquel mundo terminaría por extinguirse por su propia cuenta. Y ante la negativa de nuestro creador de no mostrarse jamás ni darnos las herramientas necesarias para lograr el progreso fue que optamos por una opción radical —movió sus manos y se transportaron a un mundo helado, y frente a ellos se alzaba un inmenso palacio de cristal—. Fue aquí que nos asentamos, Hillium, nuestro mundo, nuestro edén. Desde aquí monitoreábamos la vida, viendo como actuar para evitar que esta siguiera atentando contra sí misma, pero por más que lo intentamos jamás supimos la respuesta de por qué, no tardamos en comprender que el caos es inherente a la vida, no puede existir una sin la otra, y si el caos no los permitía alcanzar su verdadero potencial, entonces jamás lograrían trascender. Fue entonces que ideamos un plan, lo llamamos el Iris —de pronto una gran cerradura hecha de energía primigenia y luz universal se formó, un ojo cósmico y dentro de este, el universo conocido—. Descubrimos como manipular el Flujo Universal, como moldearlo, rehacerlo, así que empezamos a cambiar las cosas, reestructurando el universo, una, y otra, y otra vez sin descanso, todo con la intención de alcanzar lo que llamamos la Ascensión.
Dentro de aquella visión más allá de tiempo y espacio Lylum pudo ver cómo millones de mundos eran destruidos, reducidos a cero en cuestión de milisegundos, después, el ciclo volvía a empezar, un caos primigenio que llevaba a la creación de la vida, y si esta esta fallaba, entonces volvían a comenzar. Un periodo de reestructuración universal que mantuvo a la existencia en desconcierto durante eones.
—Tratamos de hacer todo para que la vida y cada ser existente lograra ascender y volverse uno con el cosmos, pero era imposible, su propia naturaleza dada a través de la vida no les permitía ser más de lo que podían ser, era imposible, aun con el conocimiento del Flujo Universal y su manipulación a través del Iris no podíamos lograr la Ascensión. Yo... me enfurecí, amaba tanto la vida, a los seres que la habitaban, que la sola idea de que estuvieran atados a una naturaleza tan imperfeta me enfermaba, no podía permitirlo, que sentido tenía tener tanto poder... si no podíamos usarlo para cambiar las cosas, llevarlos a su forma más pura y evitar así su inminente aniquilación, era demasiado cruel, dejar a la vida bajo su propia naturaleza autodestructiva. Con el pasar de las eras mis hermanos siguieron con su cruzada, buscando lograr la Ascensión, pero yo comprendí que las cosas debían ser diferentes, debía interceder, así que... lo hice.
—¿Qué fue lo que hiciste? —preguntó Lylum, y al lanzar aquellas palabras sintió una punzada en el corazón.
—Tomé las riendas no solo de mi destino, sino del de todo el universo, cambié las reglas del juego —de pronto aquel palacio de cristal se llenó de fuego y sangre, visiones del universo entero y todos sus mundos sumidos en una cruel guerra aparecieron como destellos de una pesadilla, todo orquestado por él.
—No...
—Teníamos las herramientas y la fuerza necesaria para llevar al universo y a la existencia as su máximo potencial, solo que no teníamos el enfoque correcto, intenté explicarle a mis hermanos, pero todos me juzgaron de loco, para ellos era mejor seguir manipulando la realidad a su antojo, como crueles dioses sin corazón que únicamente buscaban una meta vacía, no, yo fui diferente, comprendí lo desalmados que eran, así que los detuve. —Lylum y Khroll estaban en medio de la masacre, donde aquel otrora hermoso ángel ahora acababa con la vida de sus hermanos sin remordimiento alguno, buscando hacerse con aquella máquina—. Ahora estaba claro para mí, yo debía ser quien los guiara, si la vida no podía reestructurarse ni cambiarse, entonces debía adecuarme a su naturaleza caótica y someterla para así forzarla a cambiar, debía fundirme con el Iris, hacerme uno con el cosmos, ascender, y así convertirme en la fuerza suprema, aquella capaz de moldearlo todo y llevarlo a la perfección, pero primero debía purificar el universo, arrancar la mala hierba, asesiné a mis hermanos, y a todas las formas de vida que se interpusieron en mi camino, estuve a punto de lograr mi cometido, pero... algo cambió —volvió a alzar la mano y en aquella fragua universal donde se encontraba el Iris se hallaban los últimos Guardianes—. Aun los recuerdo, Namek, Raloj, Nirak, Tal y Zorik, los más puros y sabios de los Guardianes, ellos temieron que me apoderara del Iris, así que la fragmentaron, perdieron la máquina en un punto inexacto de la realidad, donde no pudiera hallarla, y en un último intento por detenerme crearon algo más, una herramienta, un remanente del Flujo Universal extraído de sus propias vidas, un Último Guardián, tú, Lylum. Mis hermanos te crearon como el arma máxima, aquella capaz no solo de destruirme, sino de converger a la perfección con el Iris y así lograr la Ascensión, tú eres la respuesta a todo. En tu cuerpo yacen labradas las coordenadas e indicaciones que nos guían al Iris —a medida que hablaba, aquellos símbolos extraños en su piel empezaban a resplandecer con una luz blanquecina, dibujando un mapa a través del cosmos—. Tú eres el mapa para encontrar el Iris y también la llave para hacerlo funcionar otra vez. Por eso eres tan importante, por eso eres lo más importante, en ti yace la respuesta, tu eres la única capaz de llevar al universo y a la vida misma a su máximo esplendor, por eso debemos unirnos, solamente unidos lograremos que todos logren ascender.
De pronto las imágenes de la vida en el universo siguiendo su rumbo cambiaron a mostrar a un ser perdido entre las sombras, una alimaña moribunda que nadaba entre la oscuridad, un ser que antes había sido hermoso, pero que ahora no era más que la sombra de lo que alguna vez pudo ser.
—Sí... el universo actúa de maneras misteriosas, aquella vez no morí, al menos no por completo. Sabes, es irónico, durante el pasar de las eras pensé que éramos entes de luz y amor, pero aun así una parte de mí se unió a la oscuridad, me alimentó, me mantuvo con vida durante centurias, me forjó lentamente hasta convertirme en esto —levantó sus manos—. Mi propósito es el mismo que el tuyo, Lylum, ahora lo sé, ahora sé que no puede haber luz sin oscuridad, si nos unimos, si encontramos el Iris podemos unirnos a él, trascender y juntos establecer el balance que la vida necesita, ser uno con el cosmos. Piénsalo si trabajamos juntos nadie moriría, las guerras terminarían, la vida y toda la existencia sería perfecta, lograríamos la misión que mis hermanos tanto anhelaban, la Ascensión se lograría al fin.
Un vórtice de luz se tragó el universo y acabó dejando a los dos últimos Guardianes ante la imagen del Iris en medio de la penumbra absoluta, la clave de todo se hallaba frente a ella y las respuestas finalmente se habían hecho presentes. Y aunque trataba de entender, de comprenderlo y aceptar de una vez por todas la verdad, esta le quemaba por dentro y la hacía sentirse completamente rota. Liberó un sollozo lastimero, y sujetando su pecho con fuerza acabó arrodillándose para llorar desconsolada.
—No... no pude ser... debe-debe de haber otra forma.
—El destino así lo quiso, hermana —Khroll se arrodilló y dejó su mano sobre su hombro—. Es nuestra misión. Sé que es difícil de asimilar, pero ahora que lo has visto con tus propios ojos confío en que sabrás... que hice lo que tuve que hacer para alcanzar nuestro destino. Lylum, mírame —le hizo caso, y aquellos ojos otrora sumidos en la negrura de la nada parecieron albergar un ápice de esperanza en su interior—. Solamente juntos lograremos llevar a este universo a su más absoluta gloria. Lo único que tienes que hacer, es decir que sí.
Vaciló mirando hacia la nada, rememorando vívidamente todos y cada uno de los obstáculos que había superado hasta llegar a ese momento, todo el dolor y el pesar que había experimentado, lo malo, la oscuridad que había visto no solo de los humanos, sino de la vida en general. Volteó hacia él y encontró su mano extendida, esperándola. Extendió su mano, pero antes de poder sujetarla pudo ver un destello que la iluminó como una galaxia naciente, la vida, cada ser existente en el universo, tan complejo como un cúmulo de estrellas, imperfectos, sí, pero a su manera, hermosos, mundos enteros cuyos destinos yacían entrelazados entre sí, en una hermosa amalgama de imperfección que los hacía puros, únicos, incontrolables y aunque podía resultar paradójico, o aterrador, ella no encontraba más que belleza en ellos.
Cerró sus ojos y una lágrima brillante resbaló por su mejilla, podía escuchar claramente las risas de júbilo que nadaban en aquel punto inexistente de la realidad y que le resultaba tan palpable como la arena del mar, música, luz y belleza, la vida estaba llena de horrores, pero también de una gran belleza que estaba dispuesta a preservar sin importar qué, no lo entendía, quizás jamás podría entenderlo del todo, pero entre toda esa oscuridad que Khroll veía en el universo, Lylum la veía como una oportunidad, una oportunidad para cambiar.
—Si... si te ayudo, ¿qué pasará con el universo? —se levantó lentamente ignorando su mano, Khroll cerró su puño celosamente—. ¿Qué pasará con todas y cada una de las vidas en él?
—¿Por qué te preocupa lo que les pase? No son nada más que insectos, despojos sin importancia, en el gran orden primordial que representa su sola existencia son menos que una simple mota de polvo.
—Los humanos... todos los seres vivos en el universo cargan una gran oscuridad, eso lo sé, la he visto, pero también hay bondad en ellos, hay gracia en sus errores, les permiten ser mejores, he visto esa sombra directamente, pero también he conocido esa luz que me hace saber que no importa cuánto se equivoquen, incluso la luz más pequeña pude hacer la diferencia y arrancarnos de la oscuridad.
—No... no —la ira acrecentó en él, así como aquella aura roja que cada vez crecía más y más hasta dotarlo de una presencia monstruosa—. Los humanos te han corrompido, ¿cómo es que no puedes verlo? Somos mejores que ellos, podemos cambiarlos, hacerlos mejores.
— Quizás tengas razón, el universo actúa de maneras muy misteriosas . Pero creo que hay cosas en ese gran orden primordial que simplemente no puedes controlar, y eso es lo que te aterra, porque desafía por completo el propósito que te has adjudicado.
—De verdad pensé que serías diferente, pero no eres más que una ingenua, te lo advierto, si sigues por este camino no me detendré, arrasaré con todos y cada uno de los mundos y seres patéticos que tanto amas solo para lograr completar mi misión.
—Entonces creo que no hay nada más que decir.
—Eso parece.
Khroll extendió su mano y una gran bruma roja la atrapó por completo y la enroscó cual si se tratase de una serpiente colosal. La presión arrancó el aire de sus pulmones y la hizo sentir que en cualquier momento acabaría por estallar en una marea de sangre y entrañas que pintarían el vacío con su sangre luminiscente. La elevó varios metros en el aire y tembló enfurecido, clavando sus ojos muertos en ella mientras apretaba más y más su agarre.
—Debí suponer que tu tiempo con los humanos envenenaría tu juicio, aun eres demasiado inocente para darte cuenta de la verdad, esta vida, este universo, es enfermizo, aberrante, la única solución es purgarlo por completo, solamente apoderándome del Iris lograré trascender y completar la Ascensión —apretó su puño con fuerza y la energía que cubría a Lylum le imitó, la dama celeste lanzó un agónico lamento en el proceso—. No me produce ningún placer lastimarte, hermana, pero si este es el único método en el cual puedo hacerte entender, entonces no me dejas más opción. Voy a herirte, te haré todo el daño que sea necesario para poder quebrarte y forzarte a cooperar ya sea que lo quieras o no —cerró con tal potencia su puño que pudo sentir como sus dedos rasgaban el cuero de su traje y traspasaban hasta rasgar sus palmas, Lylum lloró con fuerza, pataleó y gritó con la potencia de un estallido—, y todo porque fuiste demasiado ciega para aceptar tu destino.
El dolor era abominable, podía sentir como su interior empezaba a colapsar en una marea de hemorragias internas y rupturas en sus huesos que la debilitaban más a cada segundo, ya no tenía fuerzas para luchar, todo a su alrededor marchaba lento y pesado, como en un sueño el cual apenas y lograba distinguir. Las sombras a su alrededor empezaron a susurrar, clamaban su nombre, el frío la dominaba y cada vez más podía sentir como la vida abandonaba su cuerpo. Cerró lentamente los ojos, entregándose al frío y a la oscuridad, hasta que de pronto una luz se alzó entre la penumbra y una mano resplandeciente acarició su rostro. Abrió los ojos lentamente y en una marea de luz y estrellas condensadas pudo distinguir una figura, un ser etéreo que le sonreía y que la alejaba de la noche eterna.
—¿Ben?
—No te rindas, Lylum, sigue mi voz.
—Tengo... tengo frío...
—Sigue mi voz, Lylum, no te rindas aun —la sujetó delicadamente—. Esto aún no termina, debes pelear.
—Ben...
—Vamos, Lylum, pelea, yo sé que puedes, confío en ti. Ahora pelea.
Se acercó a ella y le entregó un beso, aquella luz la bañó por completo y la hizo despertar. Lanzando un rugido que hizo temblar aquel rincón de la inexistencia fuera del tiempo y el espacio, detonó un halo de luz de tal magnitud que la energía de Khroll se desvaneció y acabó lanzándolo fuera de aquel reino onírico. Regresándolo así a la cabina de la nodriza. El Guardián Oscuro acabó impactando contra el cristal, alzó su mano y contempló la visión de Lylum, bañada en luz estelar, como una supernova.
—No... ¡¿cómo?! —expulsó Khroll mientras la veía en su estado más puro, energía celestial. Rugió y tras extender su mano desplegó entre sombras aquella lanza de doble punta.
—¡Lylum! —Altham le arrojó algo.
Extendió su mano y atrapó la empuñadura de lo que posteriormente se transformó en una espada plegable, la cual al contacto con el Guardián se tiñó de un fulgor azulado como las llamas. Cayó al suelo y entonces ambas cuchillas se encontraron, causando una expansiva que lanzó a todos por los aires a través de la cabina. Aquellos dos mantuvieron sus posiciones, tratando de sobrepasarse entre sí, en una batalla de luz y energía que envolvía a toda la nave con un calor inmenso, desestabilizando la maquinaria y causando estragos irreparables en toda la nave. Las tropas de Khroll atestiguaron la fuerza de los dos Guardianes en su duelo, y viendo como todo a su alrededor empezaba a colapsar fue que optaron por a replegarse y huir despavoridos, incluidos el general Belog, quien se vio superado y escapó como una rata, dejando únicamente al escuadrón en medio de aquella batalla celestial.
—¡Altham! —al escuchar su llamado el guerrero se levantó y contempló aquel espectáculo de luz y energía cósmica, calaba en sus ojos ver las luces y la fuerza del calor era equiparable a un sol que empezaba a nacer, trató de avanzar, pero la fuerza lo ponía de rodillas—. ¡Altham, váyanse de aquí, yo me encargaré! —el guerrero Denjay expulsó un lastimero gemido y la miró por última vez, quería llegar a ella, pero era imposible—. ¡Ve!
El guerrero se apartó y avanzó entre tropezones hasta que se unió con los demás, el escuadrón huyó por la nave mientras los soldados de Khroll intentaban evacuar, la nave se estaba desmoronando, pero no dejaron cabos sueltos y abandonaron la bomba en el hangar antes de montarse en la nave. La cabina era carbonizada, los circuitos y las maquinas lanzaban alertas para posteriormente empezar a estallar sin parar, cubriendo todo el panorama con fuego esmeralda.
—¡Se suponía que tú y yo cambiaríamos el universo juntos! —clamó Khroll, tomando la delantera y forzando a Lylum a retroceder mientras la plataforma empezaba a caerse a pedazos, siguió adelante, ganando ventaja y cubriendo todo a su alrededor con una marejada de sombras y energía carmesí que pusieron a Lylum casi de rodillas, aun con sus últimas fuerzas alzaba la espada, pero su fuerza parecía disminuir. Venas oscuras crecieron desde los ojos de Khroll y adornaron su rostro—. Eres una decepción, no mereces este poder, jamás debiste ser un Guardián.
—Ni tú tampoco —un hilillo de sangre azulada bajó desde su nariz, poco a poco empezó a levantarse mientras la luz acrecentaba en su cuerpo y la bañaba con un aura celeste tan brillante que incluso a Khroll le quemaba. Logró ponerse de pie, nuevamente estaban a la par, más explosiones empezaban a detonar a través de toda la cabina, hasta que de pronto la energía falló y una gigantesca explosión brotó desde los motores principales, y desde tierra todos contemplaron a la nave empezar a estallar sin control.
La energía a su alrededor creció como el fuego y sus ojos se bañaron de un resplandor blanco, endureció el rostro y siguió adelante hasta que pudo desviar la lanza de Khroll y asestarle un espadazo justo en el pecho. El Guardián Oscuro liberó un rugido gutural y monstruoso, echándose para atrás y cayendo debilitado mientras veía a su hermana alzarse como la luz. Sujetó su pecho y miró la sangre negra que brotaba desde su piel, tembló y por primera vez en eones de existencia sintió miedo de morir. Lylum alzó su espada hacia él.
—Ya no te tengo miedo, no más. Crees saber cuál es mi destino y el de todos en el universo, pero estas equivocado, yo lo forjaré, y si es necesario destruirte para lograrlo, entonces lo haré.
—Encontraré el Iris, lo haré y me convertiré en el ser más poderoso de este universo, todos se doblegarán ante mi poder, incluso tú. —Las sombras lo cubrieron—. Nos veremos pronto. —Y se desvaneció.
La ciudad entera contempló la nodriza estallar en una marea de fuego que atronó con un eco abominable y un estallido de luz como ningún otro, surcando cada sector de la misma y anunciándole a los invasores que la batalla se había decidido al fin, la Tierra había ganado. Altham pegó sus manos al cristal de la compuerta trasera, mirando como los resquicios de la nodriza caían al suelo como meteoros envueltos en llamas, solo humo y fuego restaban en el cielo.
—No... Lylum.... —gimoteó pegando su frente al cristal—. Te fallé... Lylum, te fallé...
—¿Qué demonios es eso? —habló el Capitán Walker mirando por el cristal.
Altham alzó nuevamente la mirada. Entre el humo y el fuego en el cielo una luz empezaba a crecer entre la noche, un fulgor como el de una estrella, todos en la nave, en el cuartel, en la tierra y en el cielo vieron como una figura de luz pura se alzaba, un ángel, un ser divino centellaba entre las sombras como un emisario celestial que cubría con su manto de luz a todos los seres que la miraban incrédulos. Extendió sus manos y un rayó se elevó atravesando las nubes, de pronto un estallido brotó desde el cielo y una gran lluvia empezó a caer, apaciguando así el fuego que cubría la ciudad de Los Ángeles. La batalla había terminado, y ahora no solo el planeta Tierra, sino que todo el universo y los que lo habitaban atestiguaron el despertar del Último Guardián y como esta les hizo salir de las sombras.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro