Capítulo 28
Era el ruido del mar lo único que podían discernir sus oídos. Estaba agitado, rugía ominosamente con cada ola que se formaba y estallaba con violencia a través de la costa, así como también contra los restos de lo que alguna vez había sido el poderoso puente Exegon. Los fragmentos de la estructura se hundían a través de las oscuras aguas del mar, dejando atrás una estela de humo y fuego que no parecía querer extinguirse del todo. Estaba absorto de la realidad, sumergido en un profundo estado de catatonia, y frente a él yacía un cadáver, una pálida muchachita de ojos brillantes que miraban hacia la nada, ya no había emoción alguna en ella, el miedo y el terror se habían esfumado en un solo segundo y lo que alguna vez había sido una persona, ahora no era más que un simple recuerdo que no tardaría en esfumarse también. La brisa se intensificaba, pero ahora se sentía fría, sus cabellos rubios y enmarañados se agitaban con la brisa, alargó su mano y la peinó ligeramente, buscando de alguna manera preservar aquella pureza que se había ido con su partida, y por una mísera fracción de segundos pudo ver el rostro helado de Agatha reflejado en ella, cerró sus ojos, aterrado de verla otra vez en sus brazos, sin vida, como aquel fatídico día en el planeta Harlan, aquel momento que no lo dejaba en paz en ningún instante de su vida. Luego de algunos segundos los volvió a abrir, seguía con Chickari en sus brazos, aunque ya no estaba del todo seguro si es que lo que estaba viendo era de verdad real o no, ya no podía estar seguro de nada.
De pronto un objeto cayó del cielo, tan inocuo y silencioso que incluso hubiese sido algo imperceptible para cualquier otro ser en todo el universo, pero Jonh lo vio descender lentamente como un copo de nieve que aterrizó sobre la mejilla de aquella chica, lo limpió con su dedo y esta se desplazó por su pálida piel como pintura hecha de hollín, era ceniza. Pronto empezó a llover, ascuas negras que caían por todo el panorama como una lúgubre y silenciosa llovizna que adornaba el panteón que había quedado tras la batalla, cubriendo los cadáveres y la destrucción con un manto grisáceo que únicamente hacía de aquel lugar algo mucho más terrible. Después de la lluvia de ceniza no tardó en empezar a oler a descomposición y a muerte, gracias a los cientos de cadáveres que yacían regados por los restos del puente y las aguas del océano. La piel carbonizada y la sangre derramada se colaban entre la brisa salada, casi parecía poder palparla con la lengua.
—Te lo advertí, Jonh —habló el Mayor Henry Bucker mientras se posaba junto a él, observando detenidamente el panorama de inmensurable devastación como escena de pesadilla—. Todos aquellos quienes más te importan están destinados a morir. Es su destino.
—Cierra la boca —largó entre dientes mientras se aferraba a ella con desesperación e ira contenida.
—Primero fue la chica, después veremos quien sigue, la muerte te persigue, Jonh, pero no te llevará a ti, no, tú estás condenado a ver como el último aliento de los que te importan sale de sus cuerpos y se funde en la nada, todo como penitencia por la muerte que has dejado en tu camino.
—¡Dije que cierres la boca! —rugió iracundo, viendo como los espectros de su pasado se colaban entre la bruma del puente—. Dilo, dilo una vez más y te juro que te mataré.
—Oh, Jonhy —una siniestra sonrisa se plasmó en la mirada del Mayor, y en contra posición de la escasa luz del cielo y la humareda, su rostro dejaba de verse humano, casi luciendo como una calavera—. Eso ya lo hiciste hace mucho tiempo, ¿lo recuerdas?
El viento sopló y como si fuesen nada más que polvo se desvanecieron con él. Perturbado, Jonh volteó hacia Chick, viendo sus ojos nuevamente, ahora no guardaban color, estaban fríos y sin alma. Apretó los dientes con impotencia y resistió su ira, entonces alzó su mano y deslizando finamente sus dedos a través de sus parpados hasta que la hizo cerrar los ojos, ya no necesitaba ver más nada en este mundo y en realidad, jamás lo volvería a hacer.
—Lo siento, lo siento tanto.
—¡Capitán! —oyó entonces una voz familiar entre la bruma. Se giró y vio varias figuras yendo hacia él. Se aterró que los fantasmas regresaran, pero pronto aparecieron Minck, Shepard y Daff ante él—. ¡Jonh, estás vivo! ¡Qué alegría me da verte! —el extraterrestre llegó hasta él, pero se detuvo súbitamente al ver el cuerpo que reposaba en sus manos—. Oh no... maldición, Chick.
—Yo... yo...intenté salvarla... lo intenté, es solo que... ella-ella no pudo y...
—Riley —Shepard dejó una manos obre su hombro—. Se ha ido.
—Yo... intenté salvarla —Agatha se encontraba con el resto del grupo, justo a su lado, observándolo con pena—. Te juro que lo intenté.
—¿Capitán, se encuentra bien? —dudó Minck al verlo hablándole a la nada.
—No quería que esto sucediera.
—Jonh —Agatha se notaba nerviosa, se inclinó un poco y lo tomó del rostro—. Prepárate, esto aún no termina.
Un potente rugido emergió desde las profundidades del abismo, era frío, atronador y colosal, carente de alma, como si únicamente fuese el eco de alguna bestia jamás vista, seguido de una brutal sacudida apenas equiparable a la de un terremoto de escalas catastróficas. La estructura a su alrededor se sacudió con fuerza, los soportes del puente parecían simples varillas que no tardarían demasiado en ceder también, el asfalto y el metal se fragmentaban, mientras que los cuerpos de los caídos, el escombro que había quedado tras la batalla y los restos de los vehículos de ambos bandos se agitaban, pronto empezaron a caer contra el océano mientras aquel atemorizante sonido cobraba más y más fuerza. Los sobrevivientes de la batalla miraban a sus alrededores sin entender lo que sucedía, Jonh levantó la vista y vio como varias naves condensadas en un ínfimo escuadrón se dirigían a la nodriza de Khroll, algo estaba sucediendo, podía sentirlo dentro de sí.
La tierra tembló con más fuerza y pronto un destello emergió de entre las aguas, un destello esmeralda que tan solo anunciaba que la batalla aun no terminaba. Una enorme estructura brotó de entre el mar, alzándose, dejando caer una marejada que aterrizó sobre los restos del puente como un salvaje caudal, aquel heraldo de destrucción seguía en pie. Todos se habían quedado petrificados ante el terror que simbolizaba ver al Arácnido una vez más de pie. Ninguno reaccionó ni dijo nada, tan solo se limitaron a ver a aquella colosal máquina avanzando lentamente hacia el final del camino, allá donde el cuartel de la Federación seguía. El metal de su estructura estaba dañado, chispas y fuego brotaban de sus patas y parte de su estructura, ni siquiera avanzaba tan rápido como lo hacía antes, la explosión inicial si había logrado dañarla, pero aún seguía funcional, y eso solo significaría la perdición para la resistencia de la Tierra.
—Aquí el Comandante Robert Shepard —farfulló por el comunicador, aterrado, viendo a aquella cosa avanzar a escasos metros de donde ellos se encontraban—. El Arácnido sigue en pie, repito, el Arácnido sigue en pie —al pronunciar esas palabras sintió un horrible escalofrío en su espalda—, necesitamos refuerzos, necesitamos refuerzos ahora —nadie respondió—. ¿Me escuchan? ¡¿Alguien logra escucharme?! ¡Maldición!
Shepard fue el primero en correr, después le siguió Daff. Minck tomó a Jonh de los hombros y le incitó a seguir, pero parecía estar en trance.
—¡Capitán, debemos movernos ahora! —se posó frente a él y tras propinarle un buen bofetón fue que pudo tenerlo de regreso—. ¡Jonh!
Se puso de pie, dejando cuidadosamente a Chickari contra el suelo. El asfalto del puente estaba cediendo pronto caería y se hundiría junto con el resto de cadáveres para terminar su existencia en el fondo del océano. Bajó la mirada y con impotencia siguió adelante. «Lo siento» fue lo único que pudo pensar mientras avanzaba a toda velocidad a través del puente. Las tropas que habían sobrevivido al ataque inicial se replegaban, algunas atacaban al Arácnido pero esta seguía su camino mientras ocasionalmente chocaba contra los restos del puente, devastando lo que había a su paso.
—¡Jonas! —confirió Shepard—. ¿Cuál es la situación?
—Estamos jodidos —mencionó el diligente de La Unión—. Nuestras fuerzas fueron diezmadas casi por completo, apenas unos cientos logramos sobrevivir —rengueaba, metralla había aterrizado contra su pierna y su ojo derecho se había esfumado, ahora solo había un vendaje rojizo en su cuenca—. Ya no tenemos artillería, vehículos ni tampoco munición suficiente para hacerle frente a esa cosa.
—¿Lograron restablecer comunicación con el Coronel Mendoza?
—No —se desplomó contra la superficie dañada de un Barredor—. Estamos incomunicados, tanto con la Federación como con La Unión, lo último que supe de Bakú estaba en el centro de la ciudad buscando mantener su posición contra los invasores.
—Mierda, ¿entonces nadie vendrá a apoyarnos?
—No —sentenció Jonas Raeken—. Estamos solos.
—Debe-debe haber algo, alguna última opción.
—El plasma era nuestra única opción junto con el puente, ahora que lo perdimos, no tenemos nada, tan solo una última carga —apuntó a una mochila táctica que resplandecía con fuerza.
Jonh observó la carga explosiva, así como también al Arácnido avanzando con tenebrosa parsimonia hacia la sede del Departamento de Asuntos Universales, si lograba llegar a ellos, la Tierra caería. Decidido avanzó hasta el interior de un maltrecho Demoledor y vio a un par de cuerpos tendidos contra el suelo, un soldado común y el otro un Stack de segunda generación, llegó hasta el súper soldado y le arrebató la armadura, prácticamente arrancando cada pieza e integrándola lo mejor que podía a su cuerpo. A medida que ensamblaba el traje, no podía dejar de recordar aquellos días en la academia de cadetes, cuando entrenaba sin descanso, buscando convertirse en un Stack. Las piezas de la armadura eran pesadas, frías y traían consigo un aura de muerte y desolación, se sentía muy distinto a la primera vez que había sido condecorado con su armadura de primera generación, hacía ya varios años atrás, cuando se paraba orgulloso portando el estandarte de la Federación. Ahora aquella armadura se sentía pesada, y llena de la sangre de aquellos a quienes les había arrebatado la vida. Terminó de colocársela y pronto la interfaz de alta tecnología se activó gracias a su nuevo huésped, fue entonces que emergió del vehículo, mostrándose ante la atónita mirada del grupo, en especial la de Shepard.
—¿Capitán? —profirió Minck, viéndolo acercarse a la carga explosiva.
—¿Riley? —Shepard llegó con él y lo interceptó mientras tomaba la mochila y la colocaba sobre su espalda, así como también un rifle Pretorian SX-27—. ¿Qué haces?
—Poniéndole fin a todo esto —tomó pistolas, granadas, munición y todos los aditamentos que su armadura pudiese integrar, prácticamente se había hecho con un arsenal para sí mismo.
—¿Capitán, qué intentas hacer? —dudó el temeroso Minck. Conocía bien esa mirada en Jonh, la clase de mirada que le indicaba que estaba por hacer algo muy osado, o demasiado estúpido como para salir vivo.
—Tomen todo lo que puedan y sígname de cerca, evitaré que esa cosa llegue al cuartel.
—-¡Maldición, espera! —rugió Shepard—. ¿Qué carajos estás planeando hacer?
—Un último intento —sentenció—. Le voy a dar un buen dolor de estómago a esa cosa.
—Por Dios... estás demente, es... es prácticamente un suicidio.
—Es lo único que tenemos, si no lo intento, la ciudad caerá, y después la Tierra lo hará también. Tengo que hacer esto.
—Bien —dijo Shepard, tomó aire y determinado activó su casco retráctil, cubriéndose por completo con su flamante armadura Stack—. Yo voy también.
—Hagámoslo entonces —activó también su armadura y salió corriendo rumbo al Arácnido. Shepard le siguió a toda velocidad.
—¡Jonh! —gritó Minck, y al igual que todas las tropas pudieron ver como aquel dúo se aproximaba a la máquina—. Mierda, ¡bien ya lo oyeron, necesitarán todo apoyo posible! —se montó en el Demoledor y pronto las tropas restantes en aquel puente empezaron a movilizarse.
La fuerza extra que proporcionaba la armadura les ayudó a llegar al borde del puente en cosa de segundos, pronto la estructura del arácnido se mostró a escasos metros. Jonh tomó aire y retrocedió unos cuantos pasos, estaba agarrando impulso, Shepard lo notó y solo atinó a emularlo.
—Nunca antes había conocido a un hombre tan valeroso o tan demente como tú, Riley. Si este es el fin, entonces será un honor caer a tu lado.
—Sígueme cerca, soldado —sonrió—. Es hora.
Dejó salir un último suspiro, tomó impulso y parte del asfalto donde estaba se cuarteó al correr, atravesó velozmente buena parte de la estructura de aquel devastado puente, pasando de largo entre los cuerpos y todo el daño colateral que había dejado tras de sí la batalla, y cuando llegó al borde pegó un salto monumental, gracias a la fuerza conferida por la armadura sintió que volaba, extendió su brazo antes de caer y un mecanismo disparó un gancho con cable que alcanzó a perforar la coraza de la máquina, se columpió violentamente de un lado a otro como un péndulo, sintiendo la fuerza del viento que lo buscaba derribar. Sujetó entonces una saliente del metal negro que confería el exoesqueleto de la máquina y con todas sus fuerzas se aferró de ella, el calor era inmensurable y la fuerza centrífuga lo jalaba hacia el océano, pero se aferró, y como si se tratara de un minúsculo insecto adherido a la piel de una colosal bestia: Jonh Riley escaló el metal del Arácnido rumbo a su escotilla principal. Shepard aterrizó a los pocos segundos, se balanceó de un lado a otro con su cable, parecía haber perdido un poco de fuerza pero consiguió permanecer pegado, y justo como él empezó a escalar hasta el lomo de la bestia.
El avance era constante y atronador, toda la estructura vibraba a cada paso que daba. Estallidos de vapor y fuego salvaje brotaban del metal, chispas volaban por doquier mientras la temperatura de las placas por las que escalaban acrecentaba, una tarea titánica, pero de la cual ninguno de los dos parecía querer desistir. Continuaron escalando por varios minutos que se sintieron interminables hasta que al fin pudieron alcanzar el lomo de la bestia. Desde la cima, la ciudad se veía minúscula en comparación, el viento soplaba con fuerza y cada vez más podía vislumbrar la sede de la Federación en la distancia.
—¡Por acá! —clamó Shepard mientras sus escáneres caloríficos le mostraban una escotilla.
Avanzaban con cautela, sorteando las placas de metal tan oscuras que parecían ser las escamas de alguna titánica bestia. De pronto la escotilla se abrió y un robusto Untark emergió, llevaba consigo una ametralladora y no perdió tiempo, apenas y vio a los inesperados polizontes abrió fuego contra ellos. El avance de la araña menguaba su precisión, por lo que aquellas trazadoras de plasma impactaban a en los alrededores como una granizada.
—¡Ve, yo lo distraigo! —dijo Jonh cargando su rifle. Se guareció tras una placa salida y disparó contra él. Su enemigo respondió, por lo que Shepard corrió a toda velocidad disparando con su pistola Tech Viper, varias balas chocharon contra él y lo debilitaron, por lo que pegó un vertiginoso salto y le asesto un potente puñetazo que incluso fragmento su casco de hueso, el monstruo se tambaleó a través del lomo del Arácnido hasta que perdió el equilibrio y acabó cayendo al vacío.
—¡Listo!
—¡Shepard, cuidado!
Un monstruoso Untark arremetió contra Shepard con un mazo potenciado con plasma, el Stack aterrizó contra el metal y raudo giró antes de que su contrincante lo destrozara por completo. Un par más de ellos emergieron de la escotilla y fueron a tras Jonh. Entre el humo y el fuego Jonh pudo ver a Shepard enfrentándose al guerrero del mazo, los otros le dispararon nomás al verlo, nuevamente se guareció, tomó una granada de plasma y la arrojó, esperó al estallido y después salió de cobertura de un salto, corrió por la estructura y arremetió con una ráfaga de su rifle contra el primer adversario que divisó, este salió herido, pero no se detuvo y le asestó un culatazo, seguido desenfundó su pistola y lo acabó con cinco tiros más, dirigió su arma contra el otro alienígena, pero este lo embistió y lo hizo caer por una ligera pendiente hasta que una placa lo detuvo de caer al vacío, se levantó y vio a su adversario yendo hacia él, rugiendo y blandiendo un hacha que no tardaría en alcanzarlo. El Untark de armadura roja saltó con el hacha en alto, Jonh dio un giro a través del suelo, se arrodilló y disparó de nueva cuenta, las balas impactaban contra su armadura y apenas parecían hacerle cosquillas, veloz cortó cartucho y fue cuando su enemigo golpeó, se agachó a tiempo y el impactó cayó a pocos centímetros de él, una vez recargada su arma la alzó y disparó, logrando causarle mayor daño, siguió adelante y le dio un culatazo, su enemigo retrocedió, pero al intentar darle otro este atrapó su arma y la arrojó lejos de su alcance, después lo tomó de los hombros y le propinó un cabezazo que fragmentó el cristal del casco. Los escáneres y las lecturas pronto le bombardearon con alarmas y señalizaciones que denotaban el daño critico a la armadura, no resistiría demasiado, la criatura apretó su cuello con fuerza y lo levantó, alzándolo por los aires, Jonh le asestó dos golpes, pero aquello nomas acabó por enfurecerlo, pronto buscó en su pechera y extrajo un cuchillo que no tardó en enterrar en el cuello del Untark, este rugió y se tambaleó, soltándolo, avanzó entre tropezones hasta que quedó en el borde, pero no cayó, se quedó quieto y entre monstruosos bramidos arrancó el arma de su carne y la arrojó al suelo, Jonh reaccionó, tomó una granada y corrió hacia él una última vez, pero cuando el monstruo le asestó un golpe, el intrépido cazarrecompensas se deslizó por el suelo justo entre sus piernas, alzó su brazo y nuevamente disparó el gancho contra él, la fuerza lo llevó hasta quedar en su espalda, tomó una granada y la pegó en su armadura, el Untark llevó sus brazos hacia atrás y de un jalón lo arrancó como si se tratase de un parasito y con fuerza lo estrelló contra el suelo, Jonh escupió sangre y vio al Untark yendo una vez más hacia él con la intención de asesinarlo, pero al escucharse un conteo fue que la bestia se detuvo, Jonh sonrió, y su cabeza acabó explotando en un mórbido espectáculo que incluso le salpicó el casco.
Shepard seguía batallando contra su enemigo, se trataba de un alfa en la jerarquía Untark, un cazador experimentado que no tenía reparo en atacar con furia, destrozando todo a su alrededor con sus poderosos golpes. Estuvo sorteando sus ataques por varios minutos hasta que pudo alzar su pistola y dispararle, nuevamente mandó un golpe que Shepard eludió con un salto, rodó a través del metal poniéndose a salvo y en un último intento de su adversario por partirlo a la mitad; alzó su arma y mandó un golpe ascendente que Shepard pudo eludir de un salto, el mazo se hundió sobre la coraza del Arácnido, así que Shepard corrió a través del arma hasta que pudo saltar y aferrarse como un primate contra él, escaló hasta llegar a su cabeza y arremetió lanzando varios puñetazos que acabaron por romper la protección en sus puños, pero también el casco de su enemigo. El Untark tomó a Shepard y lo mandó al suelo, después le asestó una patada y lo arrojó casi hasta terminar en la entrada de la escotilla, la bestia se alzó imponente contra el cielo rojizo, su cabeza sangraba, y al percatarse se enfureció más. Rugió colérico y corrió contra Shepard con su mazo, lo tomó con una mano y entonces se lo arrojó, el arma giró por el viento y Shepard solo atinó a lanzarse al suelo y deslizarse saliendo de peligro, al menos hasta que su enemigo lo interceptó con una patada que lo puso de espaldas contra el suelo. El monstruo puso su pie encima de su pecho y lo contuvo, Shepard luchó, pero estaba a su merced, el monstruo se inclinó y le rugió en la cara, entonces estiró su brazo para fulminarlo con un golpe final, Shepard ni se inmutó.
—¡Shepard! —Jonh le arrojó su pistola, la atrapó a tiempo y la levantó justo antes de recibir un último impacto letal, entonces disparó, y tan solo bastó con un solo tiro certero directo a la cabeza para ponerle fin a la batalla de manera definitiva.
El inmenso cuerpo de la criatura cayó contra el suelo y ahí se quedó. Solo entonces Shepard pudo ponerse de pie y encontrarse con Jonh. Ambos soldados se miraron mutuamente, estaban devastados, cansados y con el tiempo encima.
—¿Estás bien? —preguntó Jonh.
—Lo dudo.
—¿Puedes seguir?
—Sí.
—En ese caso —tomó uno de los rifles de plasma que le había sacado al primer invasor que asesinó y se lo lanzó—. Terminemos con esto de una vez.
Ambos avanzaron a través de la superficie del Arácnido hasta que encontraron la escotilla que los llevaba al interior de la máquina. Esta estaba sellada, pero con un explosivo habría de bastar. Jonh tomó unas cuantas granadas y las colocó contra el metal, después los dos se apartaron lo suficiente.
—Nos están esperando, ¿lo sabes, cierto?
—Cuento con ello —reconoció Jonh mientras levantaba su rifle. Shepard le imitó.
En eso la escotilla estalló, y ni bien el humo y el fuego se disiparon un poco, los disparos desde el interior salieron contra ellos en la forma de letales trazadoras de luz incandescente, de no haberse guarecido en los laterales de la escotilla, seguramente habrían sido acribillados. Jonh preparó más granadas y las arrojó dentro, hubo varios estallidos más y entonces cargaron contra ellos. El primero en entrar fue Shepard, corrió a través del pequeño túnel que llevaba al interior del Arácnido y ni bien se encontró con una horripilante criatura de múltiples ojos, disparó contra ella, lanzando aquellas mortíferas balas de luz que destruyeron sus defensas y lo dejaron vulnerable. Pronto antepuso su arma y bloqueó el ataque de otro, desvió su arma y le disparó, uno más trató de dispararle, pero Jonh le disparó, una vez dentro se unió a Shepard y los dos acabaron por deshacerse de la primera ofensiva.
—Bien, logramos entrar —Shepard tomó una nueva arma alienígena del suelo y la adhirió a su equipo—. ¿Ahora cuál es el siguiente paso?
—Debemos llegar a la sala de control —Jonh buscó entre los cuerpos, adueñándose de un extravagante rifle de hostil constitución, así como también un par de pistolas de curioso diseño que empataban a la perfección con la tosca forma de los invasores Untarks—. Ahí detonaremos el plasma y mandaremos a la mierda esta monstruosidad de una vez por todas.
El interior de aquella máquina era como una colosal caverna formada de metal negro y enormes enramados de cableado que se esparcía a través de todo el lugar como una incontrolable plaga de serpientes hechas de alquitrán, chispas emergían de la superficie, los muros expelían vapor y piezas dela coraza interna empezaban a ceder en torno a la estructura. Parecía que el Arácnido estaba en las últimas, pero sin un último esfuerzo de parte de la resistencia de la Tierra para detenerlo, la destrucción de la ciudad sería inminente. Vagaron en silencio a través de los pasillos que conformaban el sistema de aquella bestia, como si hubiesen sido engullidos. Por fuera aun resonaba el caos de la batalla, mientras que en el interior tan solo podían discernir entre los estruendosos mecanismos que hacían andar a aquella monstruosidad. El calor era sofocante y a cada paso que daban la tensión se elevaba, sombras parecían estar asechándolos desde la oscuridad.
—Allá —exclamó Shepard al ver como del otro lado de una barrera de energía se mostraba un orbe de metal cubierto de cables y circuitos que lanzaba chispas sin parar y que parecía brindarle energía a toda la maquinaria. Se acercaron y pronto aquella barrera se mostró como el último obstáculo para detener todo el caos—. Plasma Untark —arrojó un pedazo de metal contra aquella superficie de luz centellante y el calor acabó por reducirlo a cenizas en cuestión de segundos—. No podremos pasarlo, debemos buscar otra forma de acceder.
—Algo no anda bien —dijo Jonh mientras miraba los oscuros y tétricos alrededores, aquello le ponía los nervios de punta—. ¿Por qué no hay nadie?
—Quizás acabamos con todos.
—O quizás solo nos estaban esperando.
Y tal y como si de un decreto divino se hubiera tratado, voces espectrales y guturales rugidos monstruosos resonaron por toda la sala, amenizando el sombrío espacio con una sonata que únicamente anunciaba la muerte. Brutos gigantes de armadura de hueso y metal emergieron de entre las sombras, soldados Untark de rango alto, la élite de los señores de la guerra de Khroll y de su ejército de engendros. Cinco de aquellos monstruos se hicieron presentes, blandiendo afiladas armas a la par que bramaban mostrando sus dientes, aquellos ojos amarillos refulgían entre la oscuridad y situaban al par de soldados en una enorme desventaja.
—Aquí está tu comité de bienvenida —dijo Shepard cargando su arma. Jonh lo imitó y los dos se colocaron espalda con espalda mientras aquellos seres los rodeaban—. Estamos muertos, ¿lo sabías?
—Sí... —aseguró, sintiendo como la muerte le respiraba en el cuello.
El primer Untark rugió y cargó contra aquel par con un imponente golpe de su robusta hacha, los dos se lanzaron en distintas direcciones, Shepard rodó por el suelo y al ponerse de rodillas alzó su arma y disparó una ráfaga de plasma que aterrizó contra la criatura. Jonh desvió el impacto de un enorme sable de otro de sus enemigos usando su rifle, después lo levantó y disparó contra este. Otro de los Untarks apareció y de una patada catapultó a Jonh hasta que aterrizó contra un muro cercano, estuvo a punto de ser embestido por uno más de aquellos abominables seres, de no ser porque Shepard le disparó y consiguió distraerlo. La bestia recibió algunos impactos que lo hirieron lo suficiente como para que Jonh usara esa ventaja y lo atravesara con aquel afilado rifle de su misma especie. La criatura abrió sus fauces y rugió con agonía, pero Jonh levantó el arma, rasgando su piel y destrozando su carne hasta que en el último tramo disparó, desintegrándolo y partiéndolo prácticamente por la mitad. Luego de que las dos mitades de su compañero cayeran al suelo, los demás Untarks parecieron enfurecer y acrecentar su fuerza contra ellos.
Feroces estocadas volaron hacia Shepard, el silbido del metal y el impacto contra las superficies tan solo vaticinaba lo que aquellas hojas serían capaces de hacerle a su piel nomas al tocarlo. Pero el Stack no desistió, eludió y repelió aquellos ataques con fuerza hasta que en un intento más por destrozarlo de un tajo, el sable acabó prensado del metal, Shepard le asestó una contundente patada a su enemigo justo a la cara, aquello le hizo tambalearse y caer de rodillas, el Comandante Shepard no se detuvo, cargó con un puñetazo y cuando la bestia se alzó; él la abatió a tiros con una poderosa ráfaga que lo dejó tendido contra el suelo. El Untark que seguía pasó de largo por el cadáver de su aliado abatido y cargó llevándose a Shepard hasta estrellarlo contra una columna, chispas volaron sin parar y la armadura arrojó decenas de alarmas. Podía sentir la fuerza de aquella bestia ejercía para hacerlo reventar. Jonh quien luchaba a la distancia atestiguó aquello y escapó de las garras de un enemigo que lo tenía arrinconado, eludiendo uno de sus golpes y escabulléndose con una giro táctico entre sus piernas hasta que acabó del otro lado, raudo desenfundó una de aquellas singulares pistolas que le había arrebatado a los primeros soldados que habían asesinado y disparó. La carga de energía emergió con un destello cegador, para después volar en el viento como una feroz saeta de luz morada que acabó destrozando la cabeza del adversario de Shepard.
Jonh abrió los ojos y ágilmente se giró justo antes de ser aplastado por su enemigo más cercano, disparó de nueva cuenta y esta vez el impacto atravesó el pecho de su enemigo, lanzando sus restos por toda la nave en un visceral espectáculo de luz y sangre que quedaron imprimidas en las entrañas del Arácnido como una brutal obra de arte. El último de aquel escuadrón de la muerte se posó ante los dos soldados, era el más grande y el más fuerte de ellos, una atemorizante mole se casi tres metros de altura que rugía y bramaba salvajemente mientras empuñaba un enorme maso destructor lleno de picos afilados. Aquella bestia de armadura color sangre rugió una última vez y rápidamente cargó contra Shepard como si se tratase de un demonio. Sus bestiales rugidos eran precedidos por una seguidilla de atroces golpes que destrozaban todo a su paso, maniobraba aquel inmenso maso buscando asesinar a Shepard, quien solo podía correr como un ratón asustado al verse a merced de un depredador. Jonh corrió contra él y levantó su arma, pero el Untark alzó su brazo y un escudo se desplegó para protegerlo. Resistió los impactos del plasma corrosivo y le arrojó su maso. Jonh se arrojó al suelo justo a tiempo, de no hacerlo, hubiese sido su fin.
El arma acabó quedando prensada del metal de las paredes, no se detuvo. Sino que llevó sus manos a sus fornituras y extrajo dos cuchillas apenas equivalentes a un dúo de machetes colosales. Corrió contra Jonh y mandó sus ataques, apenas logró eludir un ataque, pero otro más aterrizó contra él. Un corte diagonal que lo sacó volando y que deshizo una buena parte de la integridad de su armadura.
—¡Jonh! —clamó Shepard, raudo se levantó y corrió hacia ellos. Surcó una saliente que había quedado tras la batalla y de un salto llegó hasta aquella bestia. Le acomodó un derechazo que lo apartó de su compañero. Cayó a escasos metros y le hizo frente a aquel monstruo.
El Untark cargó contra él y mandó un golpe con su cuchilla, Shepard lo eludió, pero antes de reaccionar el extraterrestre le asestó un brutal manotazo que lo lanzó varios metros lejos. Cayó y rodó violentamente a través del suelo hasta que acabó tendido en mitad del campo de batalla. Su armadura perdió fuerza y parte de su casco acabó por destruirse, dejando al descubierto la mitad de su maniatado rostro ante la criatura. La sangre le corría por la cara y empañó su vista con un filtro rojo intenso, intentó levantarse, pero tan solo tuvo las fuerzas suficientes para acabar de rodillas. El monstruo sonrió al ver a sus dos contrincantes tendidos en el suelo, avanzó hasta arrancar su maso y lentamente fue hacia él.
—No... no se adueñarán de este planeta —enunció Shepard con dolor y faltándole cada vez más el aliento. El monstruo seguía su paso, pero se detuvo unos instantes al ver la determinación de aquel soldado, quien con sus últimas fuerzas logró ponerse de pie y hacerle frente, desenfundando su cuchillo—. No hasta que yo esté bajo tierra, ¿me oíste?
El monstruo sonrió, y sujetó su maso. Shepard suspiró agitadamente, esperando el golpe de gracia. Pero cuando alzó su arma, Jonh arremetió desde sus espaldas, blandiendo una afilada pieza de metal con la cual logró atravesarlo por el estómago. El monstruo rugió y Jonh también, en eso Shepard corrió y con un último salto se catapultó hasta que pudo atravesar el cráneo de aquella criatura con su cuchillo, aquella mole tembló, ambos se apartaron y lo vieron tambalearse torpemente hasta que acabó cayendo completamente fulminado con el resto de sus aliados. Shepard expulsó unos cuantos quejidos hasta que perdió la fuerza para ponerse en pie, Jonh corrió con él y lo atrapó.
—Tranquilo, soldado, ya te tengo.
—J-John...
—Esto aún no termina —abatido se lo llevó prácticamente a rastras hasta que pudo dejarlo descansar contra una de las superficies. Después tomó una de las armas del suelo y disparó contra el panel que desplegaba aquella barrera de energía, esta estalló y el escudo se deshizo.
Toda la sala estaba devastada, los soldados habían perecido hacía mucho tiempo, tan solo los comandos automáticos mantenían aquella máquina activa y en dirección a la cede de la Federación. Tuvo un momento para ver la ciudad, aun con el caótico panorama de la guerra, aquel escenario guardaba una belleza lejana. Jonh suspiró, y entre quejidos se quitó la mochila y dejó aquella carga contra el reactor para después acercarse al maniatado panel, programando un conteo de cinco minutos para la detonación final. Bajó la cabeza y levantó su comunicador, activando todos los canales y rogando para que todos pudieran oírlo.
—Aquí Jonh Riley —habló por el comunicador—. Estoy en el Arácnido, voy a destruirlo antes de que llegue al cuartel, todos prepárense. —Estuvo a punto de cortar la comunicación, pero algo le hizo detenerse y hablar una vez más—. Lylum... si es que logras escuchar este mensaje, solo quiero que sepas que lo lamento, lo intenté, pero hasta aquí llego yo. Encuentra a Marco, él te cuidará, asegúrense de llegar a Dunkai, solo tú puedes ponerle fin a todo esto, yo... yo creo en ti... —su voz pareció cortarse—, lamento no haberte podido seguir hasta el final. No te rindas, ¿sí? Solo... no te rindas. Jonh fuera.
Cortó comunicación, asintió y alargó su mano para poner en marcha la cuenta regresiva, pero Shepard lo detuvo atrapando su mano justo a tiempo.
—No... —emitió débilmente.
—¿Shepard?
—No puedo permitir que hagas esto, aun tienes cosas por hacer, Riley, el universo depende de ti. Esa chiquilla azul te necesita todavía.
—¿De qué estás hablando?
—Vete, yo acabaré con esto.
—Shepard...
—Basta, tú y yo sabíamos que esto solo podía terminar de una forma —suspiró y se deshizo de los restos de su casco—. Vete de aquí, sálvala, sálvanos a todos.
—Shepard, no...
—Ve, yo me encargo de esto.
—Yo... yo lo siento.
—No tienes por qué, me demostraste que estaba equivocado, aún hay esperanza. Aún hay personas por las que vale la pena seguir luchando —formó una débil sonrisa acompañada de ojos cristalinos—.Ve, sal de aquí, y acaba con esta guerra.
—Lo haré. Te lo prometo —su voz se quebró.
—Bien —dejó una mano sobre su hombro y alzó la otra. Jonh la tomó y compartieron un último saludo, uno de despedida—. Ya vete.
—Hasta luego, soldado —salió de ahí y rápidamente regresó hacia la escotilla.
Shepard soltó un suspiro y se desplomó junto a la carga explosiva, sonrió y de un golpe la activó, la cuenta regresiva empezó a correr. Jonh se despojó de la armadura a medida que atravesaba el interior del Arácnido, la desesperación y la amarga tristeza le hicieron soltar algunas lágrimas, pero no se detuvo y siguió con su carrera hasta que luego de algunos minutos que se sintieron eternos logró llegar al exterior, el viento soplaba con fuerza, ahora más que nunca podía ver en todo su esplendor aquel mundo en llamas, se deslizó a través de las oscuras placas de metal, siguiendo de cerca el conteo de la bomba, hasta que al final llegó al borde, el océano estaba aún a su alcance, su última esperanza. Ya solo faltaba un minuto para la detonación, así que suspiró una última vez, cerró los ojos con fuerza y en un impulso de insana valentía se animó a saltar.
La caída se sintió eterna, casi como si hubiera entrado en un remolino de caos que no parecía tener fin. Hasta que de pronto aquellas oscuras y heladas aguas lo recibieron de golpe, cayó y pronto todo pareció oscurecerse, su descenso a las profundidades lo llevaba hacia la penumbra, hasta que de pronto un estallido iluminó todo, seguido de un estallido monumental. Aquello le hizo reaccionar de nueva cuenta, nadó hacia arriba y en cuanto asomó su cabeza pudo ver como aquella máquina finalmente caía en una marea de fuego, lo habían logrado, Shepard lo había logrado. Un amargo sentimiento le inundó, así como un vacío en su pecho. Siguió nadando durante varios minutos hasta que alcanzó la orilla de la bahía, ahí donde los cadáveres y los remanentes de la destrucción eran llevados con la marea, se arrastró entre la arena, tosiendo y gimoteando con fuerza hasta que se desplomó, mirando al cielo nocturno que se pintaba ocasionalmente con los destellos de la batalla en el espacio. Como si los ángeles se batieran en una guerra celestial también. Lentamente comenzó a cerrar los ojos, no sin antes haber encendido su localizador para al fin dejarse entregar a la oscuridad.
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