Capítulo 26
El viento soplaba con fuerza, acarreando consigo una fresca brisa salada proveniente del océano, este acariciaba su rostro y ondeaba las palmeras artificiales que cubrían los camellones a mitad del puente con mucha potencia. Mientras que la luz del sol se filtraba pobremente a través de las nubes negras que cubrían el cielo cual si se tratara de una espesa bruma toxica. Iluminando tenuemente aquel escenario sepulcral con un brillo rojizo que presagiaba la sangre que se derramaría después.
Apenas y las explosiones lejanas y el constante vaivén de la batalla mitigaba el silencio sobre el puente Exegon. Las filas de los soldados cubrían todo la zona central del puente, aguardando a que finalmente llegaran.
Respiraba con agitación, sintiendo sobre su pecho el ritmo de su corazón acelerado, que buscaba con desesperación abandonar su cuerpo y huir de ahí. Acomodó la culata de su rifle Echo Strike semiautomático y acarició delicadamente el gatillo del mismo, percibiendo el sudor en sus manos, así como también corriendo por su frente.
Pronto un estruendo lejano sonó e hizo vibrar los cables que sostenían los pilares del puente. No era un estallido o un ataque, pues el ominoso, pero bien marcado ritmo con el que se percibía a través de toda la plataforma que conformaba el Exegon les hacía saber a las tropas que algo se acercaba. Las vibraciones aumentaron, la estructura se sacudía ligeramente de un lado a otro, mientras que del espeso humo en el horizonte una luz empezó a verse, un colosal faro esmeralda en medio de la humareda. Todos se pusieron alerta.
Sostuvo con fuerza la empuñadura del rifle, buscando mitigar su tembloroso pulso. Respiró nuevamente y centró con la mira telescópica aquella monstruosidad.
La máquina emergió del humo como un heraldo de muerte y destrucción, avanzando lenta pero imponentemente a través de todo el puente, dibujando su tenebrosa figura a través de todo el campo de visión cual si se tratara de una bestia extraída de algún cuento de pesadilla.
—Por Dios, aquí viene... —musitó un aterrado soldado entre las filas.
—Contrólate, soldado —demandó su oficial superior—. No es momento de acobardarse.
—¡Activen los escudos! —clamó Soren Holt a todo pulmón. Pronto, decenas de cúpulas azuladas de energía cubrieron la zona de resistencia—. ¡Prepárense todos! Ya están por venir.
El ruido de la maquinaria de guerra y las tropas aproximándose se percibió a través de todo el puente con la claridad del cristal, incrementando las ansias de la resistencia que daría todo por mantener el puente asegurado. Cerró sus ojos unos instantes y trató de relajarse, pero el ruido de las tropas enemigas no se lo permitían.
—Mírate, parecieras estar a punto de cagarte en los pantalones —bromeó alguien a su lado.
Abrió los ojos, la sorpresa de reconocer aquella voz le perturbó más que ver al Arácnido acercarse a su posición. Desvió su mirada lentamente hacia su izquierda y encontró a un hombre, de barba decolorada a causa de las canas que cada vez más se adueñaban de él, avejentado y con una cicatriz curva cercana a su ojo, sonreía intrépido y cierto atisbo de insania. Era el Mayor Henry Bucker de la 712. El capitán de su antiguo escudaron de reconocimiento cuando era un Stack, no le habría sorprendido en lo absoluto verlo en el campo de batalla, de no ser porque aquel hombre había muerto hacía buen tiempo.
—¿Ma-Mayor? —trémulo lo miró, aquel hombre no despegaba su vista de su arma—. ¿Qué hace aquí? Usted... usted está...
—Riley, maldito gusano de mierda, siempre fuiste un desgraciado muy listo —lanzó unas risas secas y mantuvo su vista al frente—. Sabías perfectamente como zafarte de todo, infeliz —su voz sonaba seca y aguardentosa.
—Se-señor...
—Cierra la boca, muchacho, y prepárate —se giró por completo y el horror inundó a Jonh. La mitad de su cara yacía desintegrada gracias al impacto directo de metralla explosiva, el Mayor sonrió, mostrándole sus dientes desiguales y su cara fantasmagórica marcada por el músculo rojo expuesto ante él—. Ya viene.
—¡Múltiples objetos entrando desde el desliespacio! —clamó un soldado vigía que miraba un radar.
Un ligero zumbido, acompañado con un boom sónico sonó en las alturas, múltiples naves arribaron al espacio aéreo del puente y ni lentas ni perezosas abrieron fuego contra ellos. En cuestión de segundos el caos se apoderó de la superficie del puente. De no haber sido por las cúpulas de energía, lo más seguro es que hubiesen terminado siendo carbonizados por los proyectiles de plasma de los bombarderos Untark.
Aquella cúpula de energía en la que se encontraba lo mantuvo a salvo, pero los estallidos azotaron contra el suelo y destrozaron todo a su alrededor. Escombro y casquillos caían a su por todas partes cual si se tratara de una lluvia asesina, mientras que el aroma a pólvora y la carne quemada se elevaban con intensidad. Se levantó un poco y vio a los soldados disparando, las balas atravesaban sin problema hacia el exterior, pero los proyectiles enemigos poco a poco parecían empezar a debilitar la integridad de los campos de fuerza.
Respiró con agitación, tomó su arma y viendo que la fuerza en la cúpula estaba por perderse, salió de cobertura y se apuró a ocultarse. Nuevos proyectiles cayeron del cielo y desde el frente, destrozando la zona en la cual se encontraba, la expansiva lo derribó, pero rápido se arrastró hasta llegar a una cobertura nueva, desde la cual múltiples artilleros abrían fuego desde la cima de un Barredor. Escaló la máquina y llegó al techo, encontrando frente a él al ejército enemigo. Un gran número de las fuerzas de Khroll se habían acumulado en el puente, buscaban acceder al otro lado de la ciudad para tomarla por completo.
—¡Destruyan esas malditas naves! —clamó un Oficial mientras llevaba su metralleta de lado a lado, buscando derribar a las naves caza que revoloteaban por el lugar soltando sus mortíferas lluvias de plasma. El soldado en la torreta cambió de dirección y disparó una corta ráfaga que destruyó el alerón y llevó a la nave a finalmente caer.
—¡Ya no tengo municiones! —abrió el compartimiento de la recarga y apenas cuando trató de colocar un nuevo paquete; una veloz ráfaga de balas purpura lo atravesaron e hicieron estallar en una marea de sangre y viseras.
Jonh dejó de disparar y se posicionó en la torreta, colocó el nuevo paquete de balas y abrió fuego contra los enemigos, barriendo con aquella arma a todo lo que se aproximaba. Las veloces balas se dibujaban en el panorama como un rayo de luz dorada que despedazaba y hacía estallar todo lo que se le interponía. Gritó con fuerza, cargando de ira aquellos proyectiles, en eso, un Escarabajo se mostró y mandó al cielo tres orbes de plasma, los cuales pronto cambiaron su trayectoria en dirección al Barredor.
—¡Mierda! —soltó la torreta y se arrojó lo más lejos que pudo. Rodó por el suelo y pronto se puso de pie para emprender la huida a través de la superficie. En eso el Barredor explotó.
Había alcanzado saltar tras una pila de escombros para ponerse a salvo, ahí se encontraban algunos soldados defendiendo su posición. Se escabulló entre las rocas y tomó un robusto rifle Paragon semiautomático de tambor y emergió nuevamente, disparando contra todos los enemigos que se acercaban. Maniobró el arma en diversas direcciones, volviendo a tomar cobertura ocasionalmente cuando el fuego enemigo se intensificaba, rápido buscó en sus fornituras y encontró una granada, la accionó y sin ver la arrojó, aguardó unos segundos y entonces estalló, cubriendo de polvo y escombros el lugar.
—¡Vamos Riley, levanta el culo y ponte a pelear de una maldita vez! —vociferó el intrépido Mayor Henry Bucker mientras disparaba. Por cortos espacios de tiempo, viejas imágenes de su pasado y el presente parecían combinarse y formar un mismo escenario. Agitó la cabeza y buscó espabilarse, salió nuevamente de cobertura y disparó contra las criaturas que aún permanecían ahí.
Haciendo uso de sus tácticas de combate, maniobró a través del lugar, disparando sin contemplaciones contra los enemigos, hasta que se le agotaron las balas. Soltó el rifle y desenfundó una Termix semi-automática, accionó el fuego rápido y mientras saltaba del otro lado del camellón que dividía el puente, disparó contra otros más. Una veloz ráfaga deshizo buena parte de aquel camellón, así que saltó y se arrastró entre el fuego hasta que tomó cobertura contra las ruinas de un Destructor, miró y vio a un pequeño escuadrón dirigiéndose a su posición, sin embargo, quien representaba el mayor peligro era un robusto Untark con una torreta de mano, la cual zarandeaba como un desquiciado, destruyendo todo lo que se le presentaba.
Aguardó a cubierto, escuchando los rugidos de los invasores y el incesante cantar de la torreta, cerró sus ojos, y de nuevo aquellas viejas visiones regresaron. El Exegon se había esfumado, ahora se hallaba en un páramo inerte y rocoso, el cielo era de un tono azulado, rozando algunas pigmentaciones purpuras que en compañía de las lunas hacían de aquella una visión digna de un espectáculo sacado de algún sueño. Sin embargo, aquel hermoso espectáculo estaba mancillado por el horror de la guerra, cientos de Stacks que luchaban sin descanso contra las fuerzas enemigas desde las trincheras rocosas.
Se puso de pie y avanzó hipnotizado viendo a sus compañeros desde la refriega, el Mayor Henry Bucker se hallaba en la cima de una prominente roca, largando órdenes y comandos sin descanso, no escuchaba nada, era como si estuviese sumergido en el agua, lo miró detenidamente y fue como si el Mayor hubiese detectado su presencia, pues dejó de luchar y pasó a observar a Jonh con aquel rostro desecho y escalofriante que evidenciaba como había sido asesinado. Se siguió de lleno y vio que Gunnie Embers estaba ahí, con su robusta armadura blanca con insignias rojas que denotaban su rango de Médico de Unidad, luchaba con todas sus fuerzas para prevenir que la hemorragia en el muñón de un soldado no se cobrara su vida. De pronto Gunnie le miró, sangre brotaba de su boca y de su estómago, pues había un profundo agujero sobre este.
Siguió avanzando, pasando de largo de ella hasta que vio a Liam Corzack disparando desde su posición con un rifle de largo alcance, era un excelente tirador a distancia, en todo el tiempo que fue militar lo había visto matar a decenas de enemigos sin pestañear, tan solo había errado una vez, y ese error fue lo que lo condenó, él tenía un corte en el cuello, lo habían apuñalado. Continuó su recorrido, pasando entre el terreno desigual y arenoso hasta que descendió a la refriega, donde los más experimentados combatientes se batían en duelo con algunos insurgentes de la Federación.
Avanzó entre los cadáveres y la arena ennegrecida y a la vez manchada de la sangre de los soldados hasta que vio la imponente figura de Malik Tyson, un robusto Stack de armadura negra y retoques rojos que luchaba sin descanso, pasando de las armas de fuego al combate físico en segundos, llevándose a varios enemigos con una ferocidad digna de un imponente berserker, era el Artillero de la Unidad 712, valeroso, fiero y demasiado osado como para ser alguien mentalmente estable, Jonh tenía un enorme aprecio por él, y de verdad odiaba recordar cómo había caído fulminado ante sus ojos, desecho por un proyectil explosivo. Por delante también estaba Cora Jiménez, una intrépida Stack de armadura amarilla que partía huesos y destrozaba cráneos con intensidad, era una guerrera nata y muy fuerte, de no haber sido por su ayuda, lo más seguro es que Jonh habría muerto hacía mucho tiempo en alguna de sus misiones en el pasado. Ella tenía la mitad de la cabeza desecha, un objeto realmente pesado le había destruido el casco y el cráneo a la vez, provocándole una horrible y agónica muerte que hasta aquellos días lo perseguía.
Mantuvo su avance en aquel pesadillesco páramo digno de algún nivel del inframundo hasta que vio una última figura en una colina pedregosa, una imponente Stack de blanca armadura con detalles azules que ante la luz tenue de aquel planeta; brillaba como un ángel destructor. Luchaba contra los insurgentes con valentía y fuerza, reduciendo las filas enemigas a su paso, era la Suboficial Agatha Corlys.
—Agatha —dijo y avanzó hacia ella. La humareda y las explosiones seguían, mientras que su figura pronto se desvanecía entre la bruma, aceleró, escalando en aquella pendiente que cada vez se hacía más y más alta, entonces la encontró, tendida en el suelo y con un agujero de bala en el pecho del cual no dejaba de brotar la sangre—. ¡No! —llegó con ella y la sostuvo en sus brazos—. Tranquila, tranquila, ya estoy aquí —acaricio con sus ensangrentadas manos su cabello y lo pintó de rojo sin querer.
—Jonh...
—Aquí estoy, amor, no te muevas, ¿sí? E-estarás bien, lo prometo. —Desesperado miró en todas partes, buscando algún tipo de ayuda en aquel nebuloso páramo, pero no había nada, tan solo el resto de la muerte y la destrucción a su alrededor. El pánico se adueñó de él y empezó a gimotear, mientras veía como poco a poco la respiración de Agatha se hacía cada vez más débil.
—Jonh... Jonh... —levantó su mano y la dejó sobre su cara—. Yo...
Ni siquiera pudo terminar de hablar. Su fuerza se extinguió, al igual que la vida en su cuerpo, acabó tendida en sus brazos, ya no estaba respirando. Lágrimas cayeron de sus ojos, negó y la sacudió un poco para hacerla reaccionar, pero nada pasó.
—No... no... no me hagas, esto por favor —la tomó y con fuerza la pegó a su pecho—. No te vayas, por favor, no te vayas.
La abrazó con fuerza y soltó todo su dolor en un grito ahogado. Gimoteó en torno a su cadáver, alejándose cada vez más de la realidad, hasta que todo quedó en silencio.
—¿Aun no lo entiendes, Riley? —habló el Mayor Henry Bucker captando su atención, junto con él estaba el resto de su antiguo equipo, todos espectros que se alimentaban de su sufrimiento—. Todos los que te importan están destinados a morir.
—Es tu destino, Riley —habló Cora.
—Los matarás a todos —siguió Liam.
—Todos aquellos a quienes alguna vez pudiste llegar a amar... —enunció Gunnie.
—Están destinados a morir... —siguió Malik.
—Y todo será tu culpa —sentencio Agatha una vez que estuvo junto a ellos.
—¡No, no, no! —llevó sus manos sobre su cabeza y gritó, cerrando los ojos una vez más.
El dolor y el pánico de sus gritos fueron menguados por la sucesión de estallidos a su alrededor, todo se agitó. Pronto regresó a la realidad, seguía en la batalla del puente Exegon, reaccionó de repente y fue cuando vio a una monstruosa criatura blandiendo una cuchilla contra él. Se arrojó al suelo y desenfundó la Termix, disparó una veloz ráfaga de aquel subfusil, las balas impactaron contra la gruesa armadura de hueso de aquel Untark, este avanzó hasta él y buscó asestarle otro golpe con su hoja, pero Jonh eludió sus ataques y se apuró para lanzar dos puñetazos a su cara y después una patada de giro que lo mandó a chocar contra una pila de metales desechos, desenfundó de nueva cuenta la Termix, pero el monstruo lanzó un manotazo que lo desarmó, el extraterrestre rugió con fuerza y corrió hasta embestirlo y llevarlo a colisionar contra el suelo, levantó sus dos poderosas manos y las unió como un sólido martillo que condujo en dirección a su rostro, entonces lo impactó de lleno, fragmentando el cristal en su casco y causándole una contusión severa que lo hizo sentir que todo estaba por terminar.
El monstruo se quitó el casco y le rugió en el rostro, permitiéndole ver sus grotescas fauces repletas de dientes y lanzando contra él una pútrida bocanada de su nauseabundo aliento. Jonh Riley se echó para atrás, palpó con su mano toda la superficie y entonces encontró un buen pedazo de roca con el que golpeó en la cabeza a su adversario. La criatura se hizo a un lado, así que Jonh repitió la acción con el doble de fuerza. Ahora ni siquiera la gruesa piel del Untark pudo resistir el impacto, la piedra acabó bañándose de su sangre púrpura. Cayó a un lado suyo, Jonh se apuró a quedar sobre él, tomó la roca con ambas manos y sin parar; la estrelló contra su cara hasta que lo asesinó. Una lluvia de aquel líquido morado le bañó el rostro y parte de la armadura, pronto vio que más de ellos se aproximaban, por lo que dejó la roca, buscó en la armadura del Untark su arma principal, un estilizado rifle negro y con acabados afilados del cual una hipnótica luz purpura centellaba desde su núcleo. Manipuló el arma a toda prisa hasta que consiguió activarla y fue que abrió fuego contra ellos.
Veloces destellos de luz y calor volaron desde todas direcciones, aterrizando en múltiples enemigos que se aparecían en torno a su periferia. Siguió adelante, marchando a paso firme y veloz, de vez en cuando ocultándose entre los restos y demás escombros que le permitían guarecerse del fuego enemigo. Cada disparo era decisivo, no erraba ni tampoco dudaba en jalar el gatillo apenas y alguno de aquellos monstruosos seres se mostraban, era como si se hubiera sumergido en un completo estado de adrenalina e híper-concentración que lo hacían volverse una máquina asesina, tal y como le habían enseñado en sus años como soldado de la Federación. Las balas iban y venían, y poco a poco los soldados aliados iban recuperando más terreno en torno al puente.
—¡Sigan adelante, no se replieguen! —rugió Jonas Raeken desde el otro carril del inmenso puente.
Los soldados siguieron su avance como una poderosa estampida. Los rugidos cargados de coraje y valor le incentivaron a seguirlos, corrió también, dejando detrás aquel rifle de plasma y tomando de un cadáver un arma diferente, esta era más robusta en el cuerpo, sus ornamentos eran igualmente de aspecto afilado, sin embargo, poseía un cañón doble y una suerte de mira telescópica que le permitía ver a todos sus enemigos en un espectro de calor demasiado complejo como para errar. Apurado subió a la cima de un montón de piedras desechas y disparó, el culatazo fue más intenso de lo que imaginó, afortunadamente su armadura le protegió lo suficiente como para no sufrir una herida mucho más grave.
Aquella arma disparó una suerte de orbe afilado, casi similar a un agujón, aquella veloz trazadora de energía surcó el puente y aterrizó sobre el cuello de un artillero lejano, la criatura rugió, desde dentro la corrosión hizo añicos sus músculos y huesos, su sangre se volatilizó y al final acabó reventando en una violenta explosión de tripas y sangre.
Mantuvo su arma en alto, disparando aquellas potentes ráfagas que desintegraban a sus enemigos desde dentro, poco a poco el momento se adueñó de él, el sonido se hizo a un lado y se concentró únicamente en el combate, los enemigos caían como moscas, y él seguía en pie, ni siquiera pudo percatarse del avance del Arácnido, y para cuando lo hizo, fue demasiado tarde. Las vibraciones se volvieron casi insostenibles, el puente se agitaba de un lado a otro, amenazando con colapsar, pero la estructura era fuerte, o al menos lo suficiente para resistir su avance. Pronto, del humo vio emerger aquella luz esmeralda que traía consigo la perdición, se quedó helado, pronto, una colosal pata le siguió, seguida de otra, cuando menos lo supo la parte frontal de su gran cuerpo mecánico se vislumbraron como la prueba inequívoca de que el día final había llegado, todo pareció detenerse, no hubo nada, ni ruido ni silencio, solo la nada misma, como si el tiempo se hubiera marchado, mantuvo su mirada en aquella fuente de luz tan intensa que casi parecía tragarse su alma, y fue entonces que dejó salir aquel pulso electromagnético que catapultó todo cual si de un ventarrón se tratara.
Vio los vehículos, los escombros, los cadáveres e incluso a cientos de soldados salir catapultados gracias a la potencia de aquel pulso. Abrió los ojos y se lanzó de su posición , trató de correr en dirección opuesta, justo en donde se hallaba la joven guerrera de Klim, quien se había paralizado por el miedo. Alzó su mano, y durante breves instantes pareció ver en ella la viva imagen de Agatha, segundos antes de que la muerte la reclamara.
—¡Corre! —fue lo último que alcanzó a gritarle antes de que la expansiva los lanzara por los aires.
Perdió el conocimiento durante algunos instantes, iba y venía entre tiempos, tan solo atinando a ver una colosal pantalla de polvo en la cual flotaba junto con los cientos de soldados y restos que se llevó consigo, cual si estuviese en el ojo de un inmenso huracán. Poco después aterrizó sobre un auto en ruinas, estrellándose contra el parabrisas y quedando prensado entre el metal, demoró algunos instantes para recuperar la consciencia, pero cuando lo hizo, lo primero que vio fue la figura del Arácnido unos cuantos de kilómetros de su dirección.
A varios metros de ahí se hallaba el Comandante Shepard, la caída lo había herido, pues había aterrizado y una varilla saliente del concreto había conseguido penetrar su deteriorada armadura, trató de levantarse, pero tan solo atinó a voltearse y arrastrarse en dirección al cuerpo de uno de los oficiales al mando. Él no había corrido con suerte, prácticamente había terminado con la espina rota. En la desesperación se quitó su casco y avanzó a rastras a través del puente, viendo como la máquina poco a poco empezaba a preparar su siguiente ataque, esta vez un disparo directo que iba en dirección al cuartel de la Federación.
Apretó los dientes con fuerza, buscando aguantarse el dolor de aquella varilla atravesando su costado. Siguió arrastrándose hasta que al fin logró llegar al cadáver, lo despojó de su comunicador y rápido llamó a los demás.
—Aquí el Coronel Robert Shepard, detonen el puente... —farfulló sin aliento.
—¿Qué? —repitió un temerosa y entrecortada voz del otro lado.
—Detonen el puente, ahora —exclamó, dejando salir algo de sangre en el proceso.
—Pero, señor... aún están en el rango de la explosión... si lo denotamos ahora, puede que ustedes...
—¡Detone el maldito puente ahora, soldado, es una puta orden! —vociferó viendo la monstruosa máquina alzando su pata—. ¡DETONELO, YA!
Fue entonces que el lugar estalló. Lo primero que hubo fue una intensa luz azulada proveniente de los cimientos del puente, fue tan intensa como el nacimiento de una estrella en medio del espacio, después una intensa ola de calor apenas equiparable al fuego de los volcanes en Karmak. Pronto, aquella sucesión de eventos trajo consigo una poderosa reacción que hizo temblar toda la estructura y parte de la zona en general. Los enormes pilares que sostenían al puente acabaron desechos por la combustión espontánea del fuego Jodarriano, el cual consumía todo a su paso con una ola de calor inmensurable que deshizo todo al son de un potente rugido bestial. La explosión emergió y pintó todo el panorama con aquel azul tan distintivo, alzándose por las alturas y finalmente llevando a una gran sección del puente a colapsar por completo.
Jonh Riley estaba tan aturdido por la caída y sus heridas que apenas y pudo vislumbrar más allá de una potente luz, alzó su mano y entonces sintió el colosal temblor, sintió la estructura partirse, por lo que se bajó del lugar en el que estaba y buscó huir, viendo como el concreto, el asfalto y el metal del imponente puente Exegon era destrozado por una fuerza de tallas astronómicas, apenas y pudo dar algunos pasos y lanzarse contra algunos restos y así protegerse de la inmensa expansiva que azotó por el lugar. Mantuvo sus ojos cerrados, sintiendo las cruentas vibraciones y rogando internamente porque aquel no fuese su ultimo día en la tierra, después gritó, con tanta fuerza que se quedó sin aliento y sin voz. Y quizás duró algunos segundos, o tal vez una eternidad, pero para cuando la explosión finalmente acabó, tan solo una cuarta parte del puente restaba.
El Arácnido no alcanzó a llegar, acabó cayendo junto con una buena porción del Exegon, aterrizando contra el océano y hundiéndose en lo más profundo de aquellas oscuras y trémulas aguas. Los colosales escombros, restos y demás vehículos que pudieran estar en la cercanía fueron alcanzados por la expansiva, desintegrándose y volviéndose en cenizas y carbón que cayeron al mar con violencia. El sonido de la bomba los aturdió, mientras que su brillo cegador acabó disipándose al cabo de un par de minutos, una vez que todo terminó, el atardecer regresó, y les permitió ver el poderoso puente Exegon, prácticamente partido por la mitad. Shepard se puso de pie, avanzó con problemas a través de la zona y vio la destrucción, estuvo por caerse varias veces, de no ser porque una figura salió de entre la humareda para socorrerlo.
—Comandante —habló Daff y lo sostuvo.
—Soldado... creí que...
—Yo también, señor, yo también. Vamos, venga por aquí. —lo condujo hasta que llegaron a un destartalado Quebrantador que aún conservaba una buena parte de su casco intacto. Lo dejó sobre una de las llantas y empezó a buscar en sus compartimientos exteriores hasta que sacó una caja reforzada, un botiquín médico.
—¿Qué tan mal se ve?
—Tranquilo, Comandante, ya lo tengo cubierto —sacó un reparador de tejidos y lo encendió, su llama blanquecina se intensificó y al final acabó volviéndose tan fina como la pluma de un ave—. Voy a necesitar sacarla, Comandante.
—Hágalo —respondió decidido y tomando aire. El soldado sujetó la varilla y el Comandante expulsó un quejido.
—Una, dos... —la arrancó antes de llegar al tres. El Comandante gritó, la sangre empezó a brotar, así que el soldado hizo hasta lo imposible para cerrar su herida entre tanto liquido carmesí—. Bien, parece que ya cerró. Pero la cicatriz no será bonita.
—Deje que yo me ocupe de eso, soldado —palmeó su hombro y de un tirón se puso de pie y avanzó por el lugar, contemplando la destrucción—. Lo logramos...
—Así es, señor.
—¿Y por qué no se siente como una victoria?
Las perdidas eran incalculables. Miles de soldados de ambos bandos habían perecido aquella tarde en tan mortífero encuentro. Los restos de lo que alguna vez había significado una proeza arquitectónica sin igual como lo era puente Exegon ahora no era más que un enorme panteón en el cual los cadáveres empezaban a deteriorarse. El humo y el fuego danzaban en los alrededores, nublando el panorama con la sombra de la devastación absoluta, el silencio era casi perpetuo, ni siquiera el ruido de las olas era suficiente para que aquel sombrío panorama fuese un poco menos ominoso.
Jonh Riley emergió de entre los escombros, de su armadura quedaba casi nada, algunos pliegues maltrechos que apenas y lo protegieron de todo el caos que le cayó encima. Avanzó con dificultad, sintiendo la pesadez en sus piernas, la falta de aire en sus pulmones y un palpitar intenso en su cabeza, logró dar algunos pasos al frente hasta que pudo sujetarse de una saliente, era una línea de concreto que dividía los carriles, justo en ella había una palmera casi caída, estaba en llamas. Se mantuvo ahí y buscó recuperar el aire, pronto, una intensa sensación de agobio le llegó, el aire le faltaba y se sentía débil, se deshizo por completo de su armadura y la tiró, después se desplomó contra el suelo y trató de recuperarse de aquel violento ataque de pánico.
Dejó su mano sobre su pecho y sintió aquella horrible presión aplastándolo desde su interior, como si su corazón estuviese por estallar, un violento frenesí bradipneico lo invadió, acompañado por aquella desagradable sensación de terror y angustia sin igual. Con anterioridad ya había sufrido aquella clase de ataques, lo recordaba bien, lo había sentido en su primera incursión en el planeta Vermax, en su primera cruzada como soldado, así como también en su última, aquel fatídico día en el planeta Harlan, donde lo había perdido absolutamente todo.
—Carajo... carajo... —masculló aterrado.
Se levantó poco a poco, rengueando a través del cementerio que componía el inmenso campo de batalla, aproximándose a la zona que se había desprendido del puente. Siguió a través del camino destrozado y repleto de fuego y cadáveres calcinados hasta que pudo ver el desprendimiento, lo habían logrado, finalmente habían logrado repeler las fuerzas enemigas y encargarse de su más poderosa arma, sin embargo, el coste había significado un sacrificio inmensurable.
Se giró de nueva cuenta apenas y empezó a escuchar los lamentos de los heridos, surcó el panteón, buscando entre los cuerpos de aliados y enemigos por algún rostro conocido, aunque esperaba con toda su alma que no estuvieran ahí. Pronto entre algunos escombros vio una figura que no tardó en reconocer.
—Oh, mierda —apurado llegó al lugar y empezó a escarbar, sacando a todos los escombros de encima, tardó unos segundos pero al final logró liberarla—. Niña, ey, respóndeme —palmeó su rostro con desesperación pero no parecía querer despertar—. Venga, Chick, despierta ya —la sacudió violentamente y entonces reaccionó.
—¿Capitán? —dijo entre suspiros y violentos ataques de tos.
—Tranquila, tranquila, ya te tengo.
—Capitán... no... no me siento bien...
—Tranquila, tranquila, solo... —retiró más piedras que aprisionaban su abdomen y encontró una profunda herida sangrante justo en su costado.
—Yo... yo...
—Ey, ey, tranquila, no-no hables, ¿sí? Voy a moverte un poco, ¿está bien? Solo respira —la tomó y trató de moverla, pero apenas y bastó con un ligero roce de sus manos para hacerla expulsar un alarido, desistió mejor y trató de hacer presión sobre la herida—. Tranquila, todo-todo va a estar bien.
—Ca-Capitán...
—Tranquila, solo necesito ayuda —alzó la mirada, pero no importa a donde la llevara lo único que veía era la destrucción, pronto atinó a ver a Shepard, avanzaba junto con Daff y Minck, seguían vivos—. ¡Rápido, necesitamos un médico!
—Capitán...
—No hables niña, no... —atrapó su mano y lo detuvo de seguir hablando. La chica estaba pálida, sus ojos estaban cristalinos y pequeñas lágrimas bajaban de ellos.
—Cuide de mi nave... —dio un espasmo y lanzó algo de sangre—... y de mi tripulación, ¿entendido?
—A sus órdenes, Capitana.
La chica mostró una sonrisa, lanzó violentos quejidos acompañados de sangre, mientras él se aferraba fuertemente a ella, contemplando con horror como poco a poco se debilitaba más y más. Su mano estaba fría, así que la agarró con más fuerza, en un débil intento de aferrarse a ella, la sostuvo durante agónicos e interminables segundos, hasta que dejó de moverse, y también de respirar.
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