Capítulo 24
Fue en el año 2545 antes de la llegada de Los Guardianes, cuando la Falla de San Andrés fracturó el estado de California y lo dividió en múltiples fragmentos, ocasionando así una catástrofe de proporciones bíblicas. Primero, los terremotos y temblores devastaron las ciudades y localidades de la región, poco después las inundaciones sumergieron una buena fracción de las antiguas ciudades hasta quedar sepultadas bajo el mar, llevándose a millones de personas en el proceso. Pasaron algunos años hasta que aquel lugar pudo volver a ser habitable otra vez, lo cual trajo consigo un periodo de transición y evolución, no solo para California, sino para el mundo entero.
Y cuando la tecnología y los avances científicos fueron incrementando, las personas decidieron prepararse para las potenciales catástrofes que pudiera traer consigo el futuro. Si bien las estrellas y otros mundos eran algo a lo cual ya podían aspirar a colonizar y posteriormente habitar, aun debían mantener a su planeta en pie, aunque esto significara sacrificar su pureza natural y recursos. Las ciudades y urbanizaciones súper conglomeradas se apoderaron de todo, los edificios se empezaron a alzar hasta alcanzar los cielos y más allá, el verde se transformó en un lúgubre gris lleno de contrastes en luz neón, todo se volvió una enorme masa de ultra urbanizaciones compuestas por tecnología superior a la fantasía.
Fue en ese periodo que se creó Exegon. Una edificación colosal, fuerte, capaz de resistir cualquier intento del planeta por llevárselo también como alguna vez lo había hecho con estructuras y civilizaciones antiguas. Aquel puente abarcaba al menos tres cuartas partes del territorio de Los Ángeles, unificando dos territorios que a causa de los terremotos y deslaves habían sido divididos y apartados uno del otro gracias al océano, dividiendo prácticamente la ciudad en dos. En su mayoría, el tráfico de Los Ángeles se concentraba en las alturas, pero si querían atravesar al otro lado, era necesario utilizar el puente Exegon, con el tiempo aquella edificación se transformó en el único vínculo que tenían las personas de la ciudad, no solo entre sí, sino también con su pasado. Tantos años de evolución y resistencia terminarían en cuestión de días, aquel último intento de la humanidad por unificar sus tierras acabaría por colapsar, pues aquel sería su última alternativa para evitar que la ciudad y el planeta cayeran ante las inclementes fuerzas de Khroll.
El océano se plasmaba como un inmenso manto rojizo gracias al sol en el horizonte. El humo de la ciudad cubría la lejanía y la figura del devastador Arácnido se acercaba más y más a su posición. Tomó aire y suspiró, regresando al interior vacío de aquel vehículo de guerra. Aquel asfixiante y claustrofóbico cubículo le recordaba al interior de una Nave de Salvamento. En su temporada como soldado de la Federación las había conocido bien, en su mayoría por las múltiples incursiones junto con su antiguo equipo de Stacks.
Eran Bucker, Gunnie, Liam, Cora, Malik y Agatha. Todos miembros del Escuadrón 712 de la Avanzada de Salvamento. Uno de muchos grupos élite de Stacks destinado a realizar misiones de alta peligrosidad en territorio hostil a escala intergaláctica y universal. Durante años habían sido mandados a decenas de peligrosas misiones a lo largo y ancho del cosmos, teniendo que superar un sinfín de retos para sobrevivir y cumplir su cometido. Habían pasado por mucho, pero no fue hasta su misión en Harlan que todo terminó por irse al carajo. Tan solo él había sobrevivido, pensando que dejaría su vida de soldado atrás, sin embargo, aquel crudo momento en su presente le recordaba con creces que aquello no había terminado, su misión como Stack aún no había terminado.
Una ligera turbulencia le hizo salir de su ensimismamiento, prefirió mirar el largo camino de asfalto y metal que conformaba el puente, así como sus monumentales pilares y cables que se entrelazaban para mantenerlo estable y rígido ante cualquier agitación.
—Guau —emitió Chickari con total admiración ante aquella estructura.
—¿Qué pasa, niña? —cuestionó Shepard—. ¿Nunca antes habías visto un puente? —ella negó.
—No, al menos no tan impresionante como este. En mi mundo no hay océanos, el agua y demás líquidos vitales son importados de otros mundos. Por ello no hay puentes o siquiera algo parecido.
—Bueno —acomodó sus fornituras—. En ese caso te aconsejo que lo atesores bien en tu memoria, no creo que dure mucho tiempo más por aquí —pronto una alerta resonó por toda la cabina y el lugar se tiñó de rojo una vez más.
—¡Alerta de proximidad! —avisó el copiloto del Barredor—. ¡Mierda, bloqueo Untark a diez metros!
—¡Prepárense! —Shepard se colocó su casco y tomó su arma. El resto de los tripulantes hicieron lo mismo. Pronto los impactos cercanos y las explosiones les hicieron detenerse, la puerta trasera se abrió y todos bajaron.
La brisa del océano era fresca, y en contraste con el ocaso, todo el puente se mostraba como una larga serpiente aplanada de asfalto que conducía hasta el otro extremo de la ciudad, cual si se tratara del camino hacia el oasis. Alzó su ametralladora y disparó contra varios guerreros Untark que se habían atrincherado en una barricada improvisada hecha de vehículos desechos.
Corrió por el campo y se deslizó hasta llegar a una pared divisoria semi destruida. Nuevamente apuntó y disparó en contra de sus terroríficos enemigos.
—¡Torreta! —clamó un soldado.
Entonces una ráfaga de láseres cayó a través de todo el lugar como una mortífera lluvia de plasma. La refriega se mantuvo por varios minutos, hasta que de una nube de polvo cercana un proyectil salió disparado hacia las alturas, su trayectoria cambió, y como si se tratara de un cometa; aterrizó contra la barricada y la transformó en nada más que restos llameantes.
Luego de la explosión, los pocos Untarks que seguían con vida fueron arrasados gracias a la fuerza de los disparos aliados, sin embargo, no eran los guerrilleros quienes habían disparado. Un agonizante Untark partido a la mitad avanzó por el suelo hasta que una figura de gruesa armadura se posó ante él, lo miró detenidamente y después de inclinar su cabeza: sacó una pistola y con dos disparos le puso fin a su miserable existencia. Jonh salió de cobertura y vio como aquel Stack avanzaba, siendo escoltado por una gran masa de soldados y demás guerreros de armadura.
—Parece que al fin dimos con ellos —mencionó Minck al ver a los soldados de la Federación finalmente entrando en escena.
—Eso parece.
—¡No se muevan! —demandó aquel Stack de armadura café claro. Era de avanzada, por lo que vislumbraba Jonh en su frondosa armadura y casco de cristal reforzado.
—Tranquilo, soldado —arremetió prontamente el Comandante Shepard—. Estamos de su lado —retiró su casco y le dejó ver su rostro—. Soy el Comandante Robert Shepard, de la Nexus. Estamos con el Coronel Mendoza.
—¿Mendoza los envió?
—Algo así. Nos mandaron a una misión de recuperación, pero surgieron varios percances y acabamos varados a mitad de la ciudad, estamos de su lado.
—Esos no son los hombres de Mendoza, ni siquiera son de la Federación —arremetió bruscamente tras mirar a los hombres con los que venía. Shepard meneó la cabeza con cierto hartazgo.
—Como dije, sufrimos percances en nuestra misión, todos estos hombres son aliados, nos están ayudando a recuperar la ciudad.
—¿Hacia dónde se dirigen, Comandante? —Shepard guardó silencio.
—¿Cuál es su nombre, señor?
—Teniente Soren Holt, señor. Soy quien está al mando de este sector.
—Bien, Teniente Holt —llevó su cabellera rubia hacia atrás y lanzó un resoplo—. Será mejor que busquemos un lugar para poder conversar, hay mucho que tengo que decirle.
Al cabo de unas horas la noche se hizo absoluta, pero el horizonte rojo nunca se marchó. La batalla a lo largo de las calles había dejado atrás los colores que la ciudad usualmente vestía en la noche, para así adoptar un tenebroso carmesí que combinado con el aroma del fuego y la muerte, completaban un espectáculo dantesco sin precedentes. Aspiró y dejó que el humo de su cigarro bañara sus pulmones poco a poco, después lo tomó con sus dedos y lo alejó, estaba parado en una orilla del puente, viendo el panorama mientras que los altos mandos de aquella avanzada discutían el destino final de Exegon.
Miró hacia abajo y vio las turbulentas aguas del océano, las olas chocaban contra la había y el canto del océano se escuchaba perfectamente aun a pesar de la distancia y la batalla en la ciudad. Regresó el cigarrillo hacia sus labios y dio una última fumada.
—¿Recuerdas Koan? —emitió entonces una suave voz a sus espaldas. Cerró sus ojos y pronto sintió un escalofrío. La espectral figura de Agatha se hizo presente cual si se tratara de un fantasma de tiempos pasados, lo abrazó por detrás, envolviéndolo en una gélida pero reconfortante sensación de compañía. Juntos miraron a la ciudad y durante algunos segundos sus recuerdos parecieron mezclarse con la realidad, llevándolo a recordar aquellos días con su amada—. ¿Recuerdas las luces? Lo bellas que eran.
—Lo recuerdo —aseguró melancólico. Volteó ligeramente y vio cómo su cabellera rubia ondeaba contra el viento y emanaba luz propia. Agatha inclinó la cabeza y suspiró.
—Era como estar en un sueño. Solo tú y yo.
—Sí... —exclamó entre ligeros sollozos que apenas lograba contener. Apretó los labios y sostuvo la gema en su cuello, aferrándose a ella con todas sus fuerzas como si en cualquier momento sintiera que aquella pieza de cristal celeste se elevaría y acabaría por abandonarlo como alguna vez lo había hecho su dueña original.
—Pudimos habernos quedado y ser felices, solo tú y yo —lo rodeó completamente con sus brazos y en su oído susurró—: Pudimos tener un futuro, incluso una familia...
—¿Qué haces? —aquello acabó por romperlo—. ¿Por qué haces esto? ¿Por qué me atormentas?
—Estoy aquí para que te des cuenta, que tus acciones no solo te afectarán a ti. Y muy pronto de darás cuenta de ello.
—No dejaré que nadie más muera por mi culpa —aseguró mirándola detenidamente. Deslizó delicadamente su mano hasta sostener la suya, y durante un corto momento pudo percibir el reconfortante calor de su tacto. Pero no tardó mucho en empezar a desvanecerse como una nube de vapor que se perdió entre el viento—. Nadie más sufrirá, lo que tú tuviste que pasar, lo prometo.
La vio perderse hasta que se fundió con las estrellas en el oscuro firmamento. Cerró los ojos y pronto sintió una lágrima correr por su mejilla, sollozó por lo bajo y trató de mantener la calma, cosa que le fue casi imposible, cada que ella le visitaba era una cruenta agonía que por más que le doliera, de alguna manera no quería que acabara, pues solo así podía estar con ella otra vez.
—¿Capitán Riley? —le llamó entonces una voz conocida. Rápido guardó la calma y trató de disimular.
—Chickari, hey —limpio sus lágrimas y adoptó una pose más calmada—. ¿Qué ocurre?
—Es Shepard, lo necesita, parece que están discutiendo la estrategia contra el Arácnido.
No dijo nada, avanzó firmemente hasta que llegó a un pequeño puesto de avanzada en forma de cúpula, de esos había varios por todo el puente, habían asegurado un buen perímetro. Esperaba que con los soldados presentes fuera suficiente para poder resistir el avance de las fuerzas invasoras y así prolongar lo más posible lo inevitable.
—Riley, ven —le llamó el Comandante apenas y lo vio entrando en la tienda. Pronto se acercó y vio un plano holográfico del panorama—. Hemos estado discutiendo el plan, todo apunta a que tenemos menos de cuarenta y ocho horas antes de que las fuerzas de Khroll arriben al puente.
—Si esa cosa avanza más de la mitad del trayecto, estaremos jodidos —meditó el Teniente Holt—. Nada evitará que esa maldita máquina destruya lo que queda de la ciudad. No hay otra opción, tendremos que hacerlo pedazos.
—¿Y cómo lo haremos? —dudó luego de ver el avance de las fuerzas hacia su dirección. El soldado cambió la perspectiva y la centró en los pilares que sostenían al puente.
—Colocaremos el plasma en las columnas, suficientes cargas harán que la estructura colapse, pero tendremos que esperar a que el Arácnido esté bien posicionado si es que queremos que funcione.
—Eso significa que tendremos que resistir en la avanzada contra todo bastardo alienígena que quiera cruzar.
—¿Resistir? ¿Aquí? —miró a los dos soldados.
—Al menos lo suficiente.
—¿De cuántos números estamos hablando? —preguntó la temerosa chica que los acompañaba. El Teniente Holt hizo una mueca no muy alentadora.
—Miles. Deberemos crear una ofensiva que los retenga y que nos permita mantener nuestra posición —tocó un par de veces la proyección holográfica y mostró una simulación en la que se veían varias cúpulas encima de la avanzada—. Tenemos campos de fuerza, con suerte nos ayudarán a sobrevivir a los ataques de su infantería y de esa máquina. Pero no podremos depender siempre de ellos.
—Es arriesgado, muy arriesgado.
—No tenemos otra alternativa.
—¿Qué hay de sus tropas? ¿Por qué no vienen a ayudarnos?
—La nodriza y el Arácnido nos han dejado incomunicados. No llegarán refuerzos hasta que se logre concluir con la evacuación. Estamos solos contra esas cosas.
—Maldición —talló sus ojos con desgano.
—Es lo único que podemos hacer ahora. Tenemos menos de dos días para preparar nuestra ofensiva y resistir lo más posible hasta poder destruir el puente, de lo contrario, estaremos condenados, si la ciudad cae, el planeta lo hará también.
—No lo permitiremos —aseveró Jonas Raeken.
—¿Cuarenta y ocho horas, eh? Bien, ¿entonces qué estamos esperando?
Entonces la noche siguió, con un ritmo apresurado pero bien sincronizado, todo el campamento se movilizó para preparar la ofensiva contra los invasores. Todos y cada uno de los soldados allí presentes no se quedaba quieto, preparaban las armas, los vehículos, así como también las trincheras y zonas seguras en las cuales se mantendrían a cubiertos por quien sabe cuánto tiempo hasta que la detonación se llevara a cabo.
Y para ello se llevó el plasma varios kilómetros lejos de su posición, y como si se tratara de un arreglo para la estructura, decenas de cargas explosivas, altamente volátiles se colocaban en los cimientos de cada pilar y sus alrededores para conseguir una buena explosión.
—¡Vamos, vamos, muévanse! —demandó Minck sin apartar su mirada de un extravagante detonador que estaba modificando para que su alcance fuera máximo.
—¿Estás seguro que esta cosa funcionará? —preguntó un inocente y joven soldado mientras llevaba una caja repleta de cargas explosivas.
—No lo hará si las tiras y nos mandas a todos al infierno primero, muchacho —dejó de soldar y apartó sus lentes para mirarlo directamente a él y al resto de soldados que aún se veían temerosos—. Funcionará, créeme —regresó a soldar y ellos a preparar la zona de explosión—. Tiene que funcionar...
—¿Alguna vez habías hecho algo similar? —preguntó Jonh mientras Jonas Raeken le pasaba las cargas explosivas.
—¿Por qué? ¿Por qué soy un mercenario? ¿O porque trabajo para Bakú?
—Lo digo porque te ves bastante acostumbrado a esta clase de misiones—tomó otra caja—. Mira, no soy nadie para juzgar, pasé de ser soldado a un mercenario, lo que sea que hagas, realmente no me importa.
—También soy mercenario. Pero mi labor no está impulsada por el dinero, ni siquiera por la gloria.
—¿Entonces?
—Luchamos por la libertad de todos y cada uno de los mundos subyugados en el universo, somos libertadores.
—Mierda, trabajan para La Unión —sonrió con cierto recelo—. De alguna manera no me sorprende. Pero no quiero imaginarme la mirada de todos estos soldados cuando se enteren que colaboraron con terroristas.
—¿En serio eso crees de nosotros? ¿Qué somos terroristas?
—No lo sé. Creo lo que veo, nada más.
—Pensé que estabas en contra de la Federación y el Senado Universal.
—La Unión, la Federación Estelar, el Senado. Para mi son todos lo mismo, lo único que hacen es crear pena y dolor con la excusa de la paz, la libertad, el orden, o yo que sé.
—Luchamos para mantener la paz y el orden en el cosmos, y si para ello la Federación tiene que caer, entonces no descansaremos hasta que lo haga —colocó una última carga y se sentó sobre una caja para poder fumar—. Las intenciones de la Federación fueron buenas, al menos en un inicio, piénsalo, un solo organismo político a cargo de regular la estabilidad y el orden en todo el universo, dejando nuestras diferencias de lado, ¿qué de malo podía salir? —negó con la cabeza y pegó un suspiró que acompañó con el humo de sus pulmones—. Pero como siempre, el poder lo cambió todo. El poder la corrompió, es un sistema corrupto, únicamente regido bajo sus propios intereses, los ricos y poderosos se quedan con todo, mientras que los demás observamos desde abajo. A la Federación no le importa el bienestar de nadie, solo obtener más poder e influencia a lo largo de los planetas. Mientras que todo aquel que no comparte sus dogmas o no se ata a sus reglas, es aniquilado o dejado a su suerte, cientos de mundos han sido destruidos solo por no querer atarse a su yugo, es enfermizo. Si me lo preguntas, la Federación no me parece muy diferente a los seres que estamos tratando de detener.
—La Federación no es perfecta, a mí me consta. Pero sin ellos... todo sería un caos. Mira lo que pasó cuando los Guardianes se fueron.
—Ellos nos enseñaron a coexistir y prosperar. ¿Pero la Federación? Ellos solo creen en una cosa: obedece y no respondas, o algo muy malo podría sucederte.
—¿Y qué los hace la diferentes de La Unión? —se encogió en hombros.
—"Con diálogo y entendimiento la prosperidad se mantiene." Ese es uno de los lemas más importantes en nuestra causa. Está en nuestro nombre, no aspiramos al poder, sino a la unión, como Los Guardianes nos enseñaron. Se trata de dejar de pensar en la individualidad del ser y volvernos uno solo, sin reyes, emperadores, sin personas por encima de nadie. Un concilio general en el cual las oportunidades son de todos y para todos.
—Suena bien —admitió sin reservas—. Pero también suena a fantasía.
—¿En qué crees tú, Jonh Riley? —volvió a fumar. Jonh hizo una mueca.
—Creo que nuestro camino en la vida es sobrevivir, tal vez sea como tú dices, la unión nos hace fuertes, o quizás el control es lo que nos permite mantenernos vivos. La verdad es que no lo sé, creo... creo que con la guía adecuada, podremos ser capaces de prosperar.
—¿Te refieres a esa chiquilla azul? ¿Crees que ella es la clave? ¿Qué ella será quien nos quite las vendas de los ojos y nos guie hacia un futuro mejor? —se quedó pensando aquello durante un buen tiempo. Entonces asintió.
—Sí. Creo que ella es la guía que necesitamos.
—Eres un hombre extraño, Jonh Riley.
—Sí... ni te imaginas.
Luego de varias horas de trabajo en los pilares y cimientos del puente, la gran mayoría de los soldados de aquel regimiento improvisado se concentraron en fortificar las zonas en las cuales resistirían al asedio de los invasores. En su mayoría eran trincheras y muros capaces de aguantar los proyectiles, así como también los vehículos y demás barreras que los mantendrían a salvo en el fuego cruzado.
Prácticamente era un campamento, repleto de carpas y sitios en los cuales pasarían sus pocas horas de tranquilidad antes de la batalla.
—¡Capitán, por aquí! —le llamó Minck. Se acercó y lo vio descansando dentro de una de aquellas carpas circulares junto a algunos soldados, todos rehundidos frente a una lámpara que simulaba ser una hoguera.
—¿Qué se supone que están haciendo?
—Bueno —levantó una botella de licor y le dio un gran trago—. Resulta que estaba ayudando a estos sujetos a cargar municiones en un Barredor y luego vi unas curiosas cajas amontonadas en un compartimiento, ahí encontré estas bellezas, licor destilado de Marte, bastante fuerte debo decir —volvió a beber, ya sonaba algo arrastrada su voz, cosa que le parecía bastante graciosa aunque ya lo conociera borracho—. Así que tomé algunas y bueno, estamos disfrutando nuestras últimas horas antes del juicio final.
—Que yo recuerde no eras de los que se asustaba con facilidad —se sentó también con el resto de los soldados.
—Bueno, cuando el peligro viene en forma de un batallón Untark y una gigantesca araña robótica, empiezas a contemplar todas las posibilidades.
Le pasó la botella y brindaron. La conversación siguió su rumbo, llena de anécdotas de los soldados y los mercenarios, recordando sus días de gloria o sus momentos de mayor temor en la batalla, muchas historias y muy poco tiempo para contarlas todas. Al final, la mayoría se retiró para tratar de dormir, pero no fue el caso de Jonh, quien se mantuvo ahí a la espera de su destino.
Oyó un bostezo cercano y vio a la chica que los acompañaba luchando para no sucumbir al sueño, al igual que los demás había bebido bastante, quizás para mitigar su temor o agarrar sueño.
—Vete a descansar, chica, mañana será un día muy largo, necesitarás toda tu energía si es que quieres salir viva.
—No puedo dormir. Al menos no en una situación como esta.
—SÍ —meneó la botella y vio el líquido contra la luz de la lámpara, restaba muy poco—. Yo tampoco.
La vio sentada, abrazando sus rodillas, sus ojos claros estaban puestos en la luz de aquella linterna, estaba asustada, y por más que tratara de verse fuerte y recia, no dejaba de ser una chica indefensa y muy lejos de casa.
—Sabes —se incorporó un poco—. Nunca hablamos de lo que pasó con tu planeta.
—No hay nada que decir, realmente. Nací allá, pero, no sé si era mi hogar.
—Entiendo.
—Tenía sus cosas buenas, ¿sabe? Pero no eran demasiadas en comparación con lo malo. Era un lugar peligroso, sé que no muchos lo extrañarán, sin embargo... —hizo una mueca con los labios y acomodó su cabello—... no creo que fuera justo que lo hubieran destruido, había gente que no merecía morir.
—Jamás pregunté si tenías padres, o familia.
—No los tengo —aseguró con nostalgia y a la vez resignación—. Llegué en una Galera de esclavos como muchos en Klim, fui vendida a los nueve, pasé por muchos amos antes de que Gudui me liberara y me diera un lugar como trabajadora de su taller. No era una vida de lujo, pero era mejor que... bueno, lo que pasé en todos mis años como esclava —llevó su mirada hacia el techo de la carpa—. A veces la vida puede ser una perra, ¿no?
—Oh sí —le dio un trago a la botella. El sabor fue amargo y pesado.
—¿Capitán?
—¿Sí?
—Puedo preguntar... bueno —se acercó hasta quedar junto a él—. ¿Ese collar, era de alguien, no es así? ¿Alguien especial? —Jonh tragó saliva, apretó los labios y acarició la gema mientras asentía con la cabeza.
—Sí, era... era de alguien más.
—¿Y qué le pasó?
—Me... me la quitaron —sus ojos se tornaron cristalinos y su voz comenzó a quebrarse—. No, yo la maté —corrigió, soltando pequeñas lágrimas que resultaban contra la luz y la penumbra de la noche—. Antes de todo esto, era un Stack, y deserté, era obvio que intentarían asesinarme. Pero traté de escapar con ella, fue cuando la asesinaron. Por mi culpa ella murió. Todas las noches pienso en ella, ¿Qué habría pasado su jamás hubiese hecho lo que hice? ¿Seguiría con vida? ¿Seguiría conmigo? ¿Acaso seguiríamos siendo felices? —tomó aire y limpió su llanto—. No lo sé. Lo único que sé es que debí ser yo quien muriera aquel día, no ella, y ahora me toca vivir con eso en mi conciencia.
Volteó de reojo y la vio, sus ojos brillaban, entendía completamente su dolor, era como verse en un espejo, una alma rota, igual que él. Tomó aire y se incorporó un poco.
—Sabes, si el universo de alguna manera me diera la oportunidad de regresar a aquel día, no dudaría ni un segundo en sacrificarme para que ella siguiera con vida. Pero por más que lo intento, sigo aquí... es como una penitencia, un castigo. Ver a todos los que me importan morir, y yo permanecer con su recuerdo.
—No es un castigo —enternecida llegó y tomó su mano—. Quizás, quizás el universo tiene un plan para ti.
—Tal vez... —no se había percatado, pero aquella chica era bastante hermosa. Bajó lentamente sus ojos y vio su mano sobre la suya, respiró agitado, y se animó a acariciar su palma con suavidad. Chickari tembló, pero se mantuvo ahí, respirando rápidamente—. Tal vez aun haya algo para mí en esta vida.
—Capitán...
No dijo nada más, alargó su mano y apresó su nuca, rápidamente la acercó y se adueñó de sus labios. La joven mecánico no perdió tiempo y se posó encima de él, sujetando su rostro con firmeza y regresando aquellos besos y caricias con mucha más intensidad y pasión de la que él hubiera podido imaginar.
—¿Quién eres? —preguntó una vez que se apartaron uno del otro para recuperar el aliento. La chica posó sus manos sobre su pecho y respiró con agitación.
Se alejó un poco y tras vigilar que nadie estuviera merodeando cerca de su carpa, se quitó la playera e hizo lo mismo con él, Jonh besó su cuello, sintió su cálida piel erizarse y su corazón acelerar su ritmo con intensidad, bajó lentamente hasta sus pechos y la oyó emitir un suave gemido que endulzó sus oídos, nuevamente se besaron y dejaron que la noche siguiera su curso.
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