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Capítulo 14

Lo que había sido todo un grupo de cientos de sobrevivientes de la tripulación de la Nexus se redujo apenas a una docena de ellos, y una vez que apareció aquella tribu, fueron rápidamente tomados como prisioneros.
Aun con todo eso, al estar con ellos pudieron comprender y analizar parte de su cultura. Hodges, el joven traductor del grupo era quien más información brindaba sobre la situación. Benjamin se interesó rápidamente en todas sus costumbres, los Naha'la eran una tribu aparentemente nómada y salvaje, al menos cuando la situación lo ameritaba. Luego de que fueran emboscados en el oasis emprendieron un viaje al alba, el cual no pintaba ser corto.

La tribu era conformada en su mayoría de guerreros; humanoides fuertes y peligrosos, llamados Nalakih's, aunque entre sus filas no era raro encontrar mujeres del hogar, parteras, ancianos consejeros, médicos chamanes, niños, prisioneros e incluso bestias. Al desplazarse constantemente los Naha'la optaban por cabalgar, montaban en su mayoría una especie de criaturas cuadrúpedas de color azul oscuro con franjas marinas, casi en una similitud con los caballos terrestres o los Nerot del planeta Galüc. Dichos animales les llamaban Élabis, lo que en su dialecto se traducía como bestia andante.
Benjamin notó claramente las actitudes radicales de los Naha'la, era claro que los hombres tenían una superioridad en la jerarquía, eran los dominantes y los líderes a seguir, aunque eso no significaba que las mujeres no fueran fuertes, había decenas de hembras guerreras en aquella tribu, si no hubiera conocido a Xirack primero, prácticamente estaría muerto de miedo al ver el poderío salvaje de aquellas féminas. No era propio de ellas, la mayoría de los Naha'la eran violentos por naturaleza, peleando y discutiendo casi todo el tiempo, incluso por banalidades o cosas sin sentido.

Luego de unas horas de haber salido del oasis, Benjamin contempló como dos de ellos se peleaban casi a muerte por quién debía tomar agua primero, demás está decir que los dos acabaron realmente heridos como para tomar agua por si solos. La violenta naturaleza de los guerreros y demás miembros del clan era centrada en los prisioneros. Parecía que no podía existir un ser más despreciable que un prisionero, y eso se los dejaron muy en claro. Iban atados de las manos y llevados con una cuerda cada uno, amarrados a las carretas o llevados por algún guerrero, como si fuesen una especie de mascotas, a las cuales no había reparo en humillar o lastimar.

Desde el inicio del trayecto debían mantener el ritmo, si no lo hacían o se rehusaban, cada guerrero Nalakih estaba en todo su derecho de azotar o castigar a como quisiera a los rehenes. Ben había recibido seis azotes en menos de dos horas, hubo quienes aguantaron muchos más, hasta que cayeron rendidos al suelo. Increíble o no, Dutch había resistido una docena de azotes, Xirack diez, y Marco... Marco había recibido casi treinta, cada orden que le daban él la rechazaba u oponía resistencia, lo cual consecuentemente significaba en ser azotado sin piedad. Su espalda ardía, sentía además la sangre recorriendo su piel y terminar cayendo en el interior de su ropa, pero nada más miraba a Marco, y parecía que a comparación él solo tenía un rasguño.

La tribu seguía a un líder, aquel llamado Rhollo, un hombre grande y fuerte, en sus ojos se notaba la dureza y el poderío nato, simplemente no se le podía enfrentar. Tal vez por ello Marco era constantemente lastimado por él.

Avanzaban al compás de la tribu, esperando que no siguieran alzando el látigo. Ben miraba de reojo, prácticamente cualquier cosa los hacía enfurecer, bajó la mirada y sintió un cosquilleo recorriendo su espalda, pasó rápidamente por su pecho, intentó no llamar la atención, el cosquilleo escaló hasta llegar a su cuello, cuando el pequeño primate amarillo salió.

—Derrick. Maldición, casi me matas de un susto —habló en voz baja, el pequeño nuevamente colocó sus manos contra su rostro—. Debes mantenerte oculto, si se enteran que estás aquí...

—¿Con quién hablas? —soltó una Nalakih, desmontó y caminó hacia él, Ben agachó la cabeza a la par que el primate se ocultaba nuevamente entre su ropa.

—No, yo no hablo con nadie —la miró con temor. Aquella mujer era la misma que lo había noqueado en el oasis. Una guerrera de piel pálida y marcas azules pintadas por su cuerpo, cabello largo casi hasta la espalda, vestía ropajes de cuero y en su espalda portaba una especie de lanza de piedra, que lucía demasiado afilada.

—No mientas —levantó su rostro y colocó un cuchillo contra su garganta.

—No-no miento —cerró sus ojos y comenzó a temblar. La Nalakih lo dejó.

—Avanza —le dio una patada en la espalda, Benjamin casi cae de rodillas, pero alcanzó a mantenerse en pie.
Por un instante pensó que le daría un infarto, sino es que la guerrera se adelantaba a cortarle el cuello, aunque lo que más le había sorprendido es que hablara su idioma, de manera un tanto forzada pero logró articular las palabras con cierta facilidad. Mientras la caminata seguía pudo ver que no era la única, varios Naha'la lograban hablar distintos idiomas, incluso el español, lo que le hacía pensar que no eran tan salvajes, o tal vez no eran los primeros humanos en ser sus prisioneros.

—Chico —le llamó Deckard en voz baja, él, igual que todos, había estado recibiendo azotes desde que partieron—. Deja de llamar la atención, nos meterás en problemas.

—Creo que ya estamos en problemas—respondió en un susurro, temeroso a que lo escucharan otra vez, volteó de reojo, no pasó nada.

—Escucha —se acercó disimuladamente a él—. Estos salvajes están locos, debemos mantenernos al margen, así no los haremos enfurecer y nadie más morirá.

—Creo que al único que no debemos hacer enojar es a él —nuevamente volteó para ver al imponente Rhollo, montado sobre un gran Élabis de cresta roja.
Luego de que aquel enorme sujeto derrotara a Marco, Benjamin supo inmediatamente que se trataba de alguien muy peligroso. Y no era para menos, era el Ulkhali de la tribu, el líder, todos le rendían obediencia.

Siempre iba a la cabeza, a lado de los jinetes que seguramente eran sus allegados más leales, a lo largo del trayecto pudo ver como se emborrachaba, peleaba y se mofaba de los prisioneros.

—Escucha, chico, necesito tu ayuda.

—¿Mi ayuda? ¿Para qué?

—Aún no sé exactamente cuándo, pero, cuando bajen la guardia, armaré un escándalo, los guardias llegarán y seguramente me darán una paliza, lo cual deberás aprovechar para robarles un arma o lo que sea que nos ayude a liberarnos —un escalofrío recorrió su espalda al oír el plan de Deckard.

—¿Está completamente loco? Si hace eso hará que lo maten, o peor, hará que nos maten a todos.

—Debemos correr el riesgo, ¿o acaso prefieres esperar a que estos salvajes nos maten o hagan algo mucho peor con nosotros una vez que se aburran? Necesito que confíes, eres el único suficientemente rápido como para hacerlo, ¿cuento contigo? —los ojos enrojecidos de James Deckard rogaban por una respuesta satisfactoria.

—Señor, yo no creo que...

—Por favor.

—E-está bien —aceptó, e inmediatamente supo que no debió hacerlo. Deckard asintió con una sonrisa diminuta en su rostro, comenzó a alejarse.

—No te preocupes, todo saldrá bien. Te avisaré cuando lo haga.

Ben tragó saliva, tembló ligeramente y siguió andando, mientras los minutos pasaban no dejaba de pensar en todo lo que podría salir mal, comenzó a alarmarse, entonces escuchó como algunos Nalakih's galopaban a toda prisa, llegaron con el Ulkhali y comenzaron a hablar con él, por su tono de voz seguramente no traían buenas noticias.

—¿Hodges, qué están diciendo? —preguntó una de las pocas sobrevivientes.

—No les escuché bien, pero, creo que dijeron que debían darse prisa, algo viene —dejó de hablar, prestó atención al resto de la conversación—. Una tormenta, se avecina una tormenta.

—Excelente, lo que faltaba —exclamó Dutch, recibió un latigazo, el Nalakih que lo llevaba lo hizo caminar con paso apresurado, entonces el resto de la tribu comenzó a aumentar la velocidad bajo las órdenes de Rhollo, Benjamin volteó hacia atrás, y tal vez fue el desierto o la falta de comida, pero en el horizonte se alcanzaba a ver una gigantesca nube de polvo yendo directamente hacia ellos.

Luego de ser capturados por aquellos hombres misteriosos, el pequeño escuadrón fue llevado a través de las calles de la comunidad hasta llegar a un punto de reunión.
Visualmente no era muy diferente al resto del lugar, paredes y locales sucios, un ambiente lleno de vapor y olores nauseabundos, pobreza e insalubridad en general. Lo que llamó rápidamente la atención de Jonh Riley fue una cantidad de armamento cubriendo el lugar. Los hicieron avanzar hasta que los dejaron encerrados en una gran jaula, ya había un par de prisioneros ahí, pero estaban tan desorientados que tal vez estar enjaulados fue lo mejor para ellos.

—Estoy cansado de las putas celdas —admitió Jonh, sostuvo los barrotes y gruñó—. Suficiente tuve con estar encerrado en su maldita nave, creo que ahora tengo claustrofobia —agitó más los barrotes.

—Te acostumbras un poco —respondió Shepard.

—Por favor, no me vengas con que has estado en prisión. —Reviró con incredulidad. Era simplemente imposible creer que un recto e inquebrantable soldado como Shepard hubiese podido ser una oveja descarriada, justo como él.

—Un par de veces —admitió con modestia—. ¿Ya viste? Armamento de clase seis, estos desgraciados son parte de La Unión.

—No son terroristas, Shepard, son sobrevivientes.

Observó el arsenal que tenían, armas de todo tipo; desde pistolas y ametralladoras que cualquier pseudo gánster podría conseguir en cualquier esquina, hasta fusiles y explosivos de grado militar, era demasiado para haberlo conseguido en tan solo un par de días, hablando, claro, de los saqueos a causa de la invasión.

—Terroristas o no, estamos en apuros, debemos buscar la manera de salir de aquí. —Analizó su confinado espacio, eran simples barrotes, pero el problema era la cantidad exagerada de guerrilleros del lugar.

—Lucen bastante organizados para ser gente que vive en las cloacas, creo que deberíamos esperar un poco. —Propuso.

—A cada segundo que nos retrasamos esa cosa destruye más la ciudad y más gente muere, saldremos de aquí de una forma u otra —mostró una navaja oculta entre los pliegues de su armadura.

—Guarda eso, créeme, Shepard, saldremos de aquí muy pronto, lo único que necesitamos es una audiencia con quien está a cargo, así que hay que averiguar quién es —pasó su vista a través del lugar, un grupo de hombres se comenzó a acercar a la celda.

—Oh no, problemas —exclamó Minck.
Aquel grupo de hombres entró a la celda y rápidamente fueron en dirección a donde se encontraba Chickari.

—Ey, ¿qué pasa? ¡Suéltenme! —pataleó en resistencia, aquel grupo intentó llevársela a la fuerza.

—¡Dijo que la sueltes! —Jonh arremetió con un puñetazo de quien la había tomado por la fuerza, lo alejó de una patada y pronto eludió los golpes de un tipo lleno de rastas. Aprovechó su abundante cabellera y lo sujetó hasta estrellarlo contra los barrotes de su celda.

Un par más de esbirros se aproximaron y empezaron a luchar contra él, pronto la reyerta se intensificó, pero acabó en menos de lo esperado luego de que alguien accionara un arma contra el techo. Maniatado y lleno de sangre Jonh vio una figura entre las filas de los guerrilleros.

—Basta —rugió. Se acercó cojeando hasta la entrada de la celda, y miró con sus ojos entrecerrados a todos—. ¿Quién de ustedes comenzó?

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