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Capítulo 12

Benjamin fue el primero en despertar, abrió sus ojos y se estiró sobre el manojo de hojas que había usado como cama improvisada. Todos a su alrededor seguían profundamente dormidos, la travesía los había dejado completamente exhaustos, caminó entre la maleza carmesí hasta que llegó al claro de agua, se agachó y bebió un poco mientras que se lavaba la cara, miró al frente y notó que apenas estaba amaneciendo. Viendo que todos estaban completamente rendidos, aprovechó aquel momento y se alejó para explorar un poco de aquel peculiar ecosistema.

El oasis era muy grande, así que no evitó pensar en que habría tal vez alguna especie de ser vivo habitando el lugar. Siguió avanzando entre la vegetación hasta que su teoría se comprobó, fue casi como un destello, ni siquiera lo vio bien, no fue hasta que otro pasó volando muy cerca de él que pudo distinguirlo detenidamente.
Era una criatura pequeña, al menos del tamaño de su mano, de color amarillo brillante y membranosas alas de color rosado, parecía como una suerte de primate, pero mucho muy pequeño aún para un mono terrestre. Se acercó y la criatura lo vio, sus ojos, grandes y redondos lo miraron con atención, eran de un color azul algo verdoso, ciertamente impresionantes y llamativos.
La criatura escaló con rapidez el árbol donde estaba y llegó hasta los frutos alojados en la copa, pudo ver como el primate amarillo dejó salir una larga lengua para incrustarla sobre la fruta y así extraer su jugo. Sonrió, era adorable, otro pasó volando y se quedó a un lado suyo, sobre los matorrales, entonces más y más comenzaron a llegar, hasta que uno se puso en su hombro.

Casi se muere del susto, pero se tranquilizó para no asustar al animal, el pequeño primate olfateó a Benjamin, después se acercó más.

—Hola —le dijo algo nervioso—. ¿Qué-qué haces, pequeñín?

El primate alzó una de sus cuatro manos y con sus diminutos y rosados dedos palpó su rostro y su nariz. Nuevamente no supo que hacer, pero buscó no asustarlo.

—Bien, creo que te agrado —rio un poco, el ser inclinó su cabeza, lucía intrigado—. Creo que ahora que ya cruzamos la línea del espacio personal, es preferible darte un nombre —levantó su brazo y el animal caminó encorvado hasta alojarse en su antebrazo, nuevamente sonrió—. ¿Eres Stuart? ¿Holt? ¿Vanesa? —se burló, pero analizó un poco al primate y al menos le pareció que era un macho, si es que en su especie se regían por géneros—. ¿Qué tal Derrick? Tienes cara de Derrick.
Al ser pareció agradarle el nombre.

—Bien, mucho gusto Derrick, yo soy Ben.

Un crujido entre los arbustos captó toda su atención, el pequeño escaló su brazo y se ocultó tras su cuello mientras asomaba la cabeza. Benjamin se acercó un poco y escuchó más ruidos entre la maleza, entonces una figura salió del arbusto y recibió al mecánico con un contundente golpe en la cabeza.
Cayó fuertemente de espaldas, miró desorientado a todas partes mientras sentía la sangre correr por su frente y llegar casi hasta sus labios, nuevamente aquella figura emergió y lo único que alcanzó a ver fue unos profundos ojos amarillos antes de quedar completamente inconsciente.

Marco acabó por despertar luego de escuchar un ligero escándalo, no fue el único en notarlo, se levantó un poco y miró a Xirack, quien estaba completamente alerta, mirando hacia la maleza.

—¿Xi...? ¿Xi, qué pasa? —ella no respondió más que con un Shhh, dirigió uno de sus afilados cuchillos hacia al frente, entonces lo miró de regreso.

—Hay algo merodeando ahí —pronunció completamente seria, apretó sus armas.
Marco se levantó lentamente y alcanzó una mochila, comenzó a buscar un arma mientras el resto del grupo despertaba.

—¿Qué ocurre? —preguntó un sujeto que acababa de despertar, se levantó y fue cuando una especie de lanza de madera atravesó su pecho y lo catapultó hasta quedar prensado contra un hongo gigante.
En cuestión de segundos comenzaron a salir, en un inicio pensaron que podía tratarse de humanos, pero el color en sus pieles y ojos rápidamente les hizo darse cuenta que no lo eran.
Uno de ellos cargó contra Xirack, pero ella esquivó los golpes que intentó darle, cortó su abdomen y cuando se agachó le enterró su otro cuchillo en la espalda.
Más de ellos comenzaron a salir, el grupo a penas y pudo reaccionar en respuesta, Marco alzó la pistola y disparó contra un enorme sujeto, cayó al suelo luego de recibir dos impactos, se acercó un poco a él y lo miró, era una criatura humanoide de piel pálida, casi como el color de la arena, tenía pintura sobre su cuerpo el cual a penas y cubría con ropajes de cuero o tela extraña, su sangre, casi similar al verde más oscuro y pesado que hubiera visto jamás. Otro apareció y lo golpeó con una suerte de bastón, Marco soltó el arma y rodó por la pendiente hasta casi entrar en el agua.

El humanoide saltó gritando con fuerza y alzando el bastón por encima de su cabeza, Marco giró sobre la arena mojada y se levantó luego de que el golpe estallara contra el suelo, nuevamente soltó otro golpe, pero alcanzó a sujetar su arma, lo golpeó en el rostro y este cayó.
Marco se apartó un poco y vio como aquel ser salvaje se levantaba de un salto, sonrió y sacó un cuchillo mientras hablaba en un lenguaje que nunca antes había escuchado. No fue hasta que estuvo a plena vista que pudo ver las diferencias, además de la obvia conducta errática y agresiva, todos compartían ciertas diferencias y a la vez, similitudes con los humanos. Salvo por sus orejas ligeramente puntiagudas y sus ojos con un iris amarillo como un sol, de ahí en más, cualquiera hubiera dicho que se trataba de un sujeto medianamente normal.

El salvaje levantó el cuchillo y justo antes de poder acercarse siquiera; recibió tres disparos que lo dejaron tendido sobre la arena. Marco levantó la vista y vio a Deckard encima de la pendiente, con una pistola humeante en su mano.

—¡Cuidado! —le alertó, pero fue tarde.

Uno de ellos lo pateó por la espalda y lo hizo caer estrepitosamente sobre la arena mojada. Aquel enorme salvaje saltó hacia el claro y dejó verse, ciertamente era muy grande y fornido, con una larga cabellera castaña oscura y una barba poblada en su rostro firme y molesto, se acercó con rapidez a Marco e intentó atacarlo con un rudimentario y pesado bastón. Giró el arma y lanzó un golpe, entonces Marco giró por el suelo y se apartó, nuevamente atacó, alcanzó a esquivar un par de ataques más, pero fue cuando intentó atacarlo que aquel enorme sujeto lo atrapó, lo hizo caer tras abalanzarse encima suyo, y una vez en el suelo alzó sus manos, las juntó en el aire y las dejó caer con toda su fuerza en su rostro.

Marco sintió una sacudida sin igual, nuevamente lo golpeó y fue cuando ya no pudo reaccionar. Aquel hombre se levantó para ver a toda su gente sometiendo al grupo, gritó alzando sus manos y todos comenzaron a secundarlo en una especie de festejo lleno de gritos guturales.
Marco giró la cabeza y encontró a Dutch y a Xirack, estaban igualmente golpeados y apresados por los salvajes de ojos amarillos.

—Mierda... —fue lo último que alcanzó a emitir antes de quedar sin conocimiento.

Pasaron tantas cosas que ni siquiera se percató que el atardecer había llegado. Todo el grupo resultó siendo capturado por aquellos salvajes, y mientras ellos residían atados y malheridos, ellos bailaban alrededor de las hogueras.
Marco frunció el ceño y sintió algo de incomodidad en su frente por lo extraño que era tener la sangre seca, miró con desprecio a los salvajes y los analizó detenidamente. Llegó un momento en el cual no le parecieron muy distintos a los humanos, tanto en una forma física como en comportamiento.
Bailaban y festejaban mientras bebían y aparentemente se emborrachaban, incluso algunos dejaban de lado el festejo y comenzaban a hacer el amor a la vista de todos, y tal vez estaba aturdido o el sol ya le había hecho estragos, pero más de alguna mujer en la tribu era atractiva.

—Salvajes de mierda —soltó Dutch, escupió y los miró enojado—. Si no me hubieran sorprendido, yo estaría bailando semidesnudo, ebrio, y posiblemente teniendo sexo con alguien.

Su comentario consiguió sacarle una sonrisa a Marco.

—Parece una fiesta de Kalatha, ¿no crees, grandote? —su amigo le secundó en carcajadas.

—Sí, creo que también es costumbre de ellos atar a sus invitados —se burló nuevamente.

—No creo que seamos sus invitados, Dutch. —Aseguró, esta vez con cierta preocupación.

—No, no lo creo.

Un escándalo comenzó a escucharse, un par de aquellos salvajes comenzaron a pelear por apoderarse de una fémina. No fue hasta que uno de ellos finalmente apuñaló en el estómago a su rival y le sacó las tripas que la mujer se acostó con él

—Mira eso, ¿muy rudos, eh? Tuvieron que someterme entre tres para que me quedara quieto, de hecho creo que maté a uno.

—Yo también —aseguró Marco, miró entre la muchedumbre y alcanzó a ver al corpulento sujeto con el que se enfrentó en el claro, estaba sentado en una especie de trono hecho de huesos y cuero, llevaba unos collares alrededor de su cuerpo y más de una mujer llegaba y se rendía ante sus pies, pero él mantenía su vista intrigada en los prisioneros—. Dutch, ¿ves a esa mole?

—Mierda, sí, ¿es el que te pateó el culo?

—Ajá —respondió con molestia.

—Es enorme, creo que es más alto que yo.

—Debe ser el líder, o al menos algo parecido.

—¿Por qué lo dices? —en ese momento se levantó.

—Una corazonada —el gigante caminó hasta ponerse a la mitad del festejo, alzó su mano y comenzó a escupir una suerte de lenguaje, que más parecían gritos y quejidos guturales, todos quedaron callados, entonces siguió hablando, señalando al grupo a su vez—. ¿Qué mierda dice este idiota? —En ningún segundo dejó de cruzar miradas con él.

—Creo que quiere saber quién es nuestro líder —habló un sujeto menudo y de barba maltrecha. Casi todos lo miraron al instante.

—¿Entiendes lo que dice? —cuestionó el Capitán James Deckard.

—No-no exactamente. Pero el lenguaje es similar al Haragh antiguo, un lenguaje híbrido y común que se habla en los Bordes Exteriores y algunos planetas salvajes.

—¿Crees poder comunicarte con ellos? —inquirió Marco Ramírez.

—Puedo intentarlo —carraspeó y dirigió la vista al enorme sujeto frente a ellos—. Niahj alj dhu —soltó sin estar muy convencido, él gran hombre pareció sorprenderse. Habló nuevamente, el chico respiró—, Jaeh'd hjag Darajh thah —nuevamente él respondió con aplastados sonidos que nadie entendió.

—¿Qué dice? —preguntó Deckard.

—Dice que su nombre es Duarj Maleck-tharack Rhollo, pero que aquí lo conocen como Ulkhali Rhollo El poderoso.

—¿Todo eso dijo? —reviró Dutch Hollander.

El imponente Rhollo se plantó con firmeza y siguió hablando con cruenta brusquedad. Intimidando así a los forasteros y a su propia gente.

—Dice que es el líder de esta tribu, y que ahora que fuimos derrotados por él debemos rendirnos y ser sus sirvientes o... —frunció el ceño—. Creo, creo que no entendí bien lo último.

—Líder —articuló con voz gruesa y autoritaria. Entonces apuntó a Marco.

—No, no, no eh... Thaij naa...

—¡Líder! —rugió con fuerza. Se acercó a Marco y le comenzó a gritar cosas en su dialecto.

—Creo que piensa que eres nuestro líder de tribu.

—Pues dile a tu amigo el salvaje que no lo soy, ¡y que debe dejar de escupirme en la puta cara! —Le gritó igualmente. Rhollo se detuvo, sonrió mostrando los dientes y puso sus manos sobre sus hombros.

—Ustedes ser míos —acabó por decir, rio nuevamente y se apartó—. Tú, venir —le dijo al joven que había traducido la conversación, una mujer se acercó y lo liberó de sus ataduras, lo llevó prácticamente hasta estar frente al trono de Rhollo.
Durante unos instantes todos se quedaron en silencio, hasta que la fiesta volvió, los salvajes siguieron.

—¿Qué demonios haces? —farfulló Deckard con molestia.

—¿De qué mierda hablas? Ese idiota con trabajo entendió lo que dije.

—Harás que nos maten.

—¿Yo? Te diré una cosa, esta vez no tenemos más opción que seguirlos, una vez que tengamos una oportunidad, atacamos y buscamos una salida.

—Eso si no nos matan antes —repuso Dutch.

—Calma, grandote, hemos estado en peores situaciones —tragó saliva y siguió mirando a su alrededor.
Benjamin escuchó todo y vio todo desde el árbol en el que estaba atado, luego de haber sido noqueado lo amarraron sin problema, estuvo eternamente agradecido de que no lo hubiesen asesinado como a los pobres desafortunados del primer ataque.

Sintió un cosquilleo tras su espalda y el pequeño primate salió, abrió los ojos con sorpresa al ver al alienígena aún con vida.

—Derrick, sigues vivo —comentó, el primate escaló por su brazo y llegó hasta su hombro nuevamente, y pareció quedarse a gusto ahí—. Me alegra que estés bien.

Volteó hacia la derecha y contempló un grupo de jóvenes danzando alrededor de una hoguera, todos lucían felices, excepto por una en el rincón, estaba sentada sobre un tronco, mientras comía un gran pedazo de carne, pero su mirada lejos de ser alegre lucía cargada de intriga, en especial hacia él, ya que no dejaba de verlo ni un segundo.
Ben apartó la vista, e intentó disimular su incomodidad, volteó lentamente, seguía mirándolo, tragó saliva y vio como ella arrancaba un gran pedazo de carne de una mordida, tal vez como una advertencia o algo más, entonces una idea pasó fugazmente por su cerebro, tembló y simplemente deseó con todas sus fuerzas no convertirse en ese pedazo de carne.

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