Capítulo 11
No tuvieron más opción que pasar la noche en aquel edificio, las tropas de Khroll poblaban las calles y la batalla no cesaba ni un solo instante, por lo cual aprovecharon y decidieron descansar todo lo posible antes de volver a salir.
Todos dormían, excepto Jonh Riley, no consiguió descansar en la pila de cajas aplastadas que intentó usar como cama, se incorporó un poco, pasó sus manos a través de su rostro y suspiró con pesadez y frustración, había dormido en peores lugares a lo largo de su vida, pero nunca sintiendo la posibilidad de ser asesinado por un ejército invasor. Se levantó y caminó por el lugar, los demás soldados si habían logrado dormir, o al menos eso parecía, caminó por el lugar hasta que llegó a unas escaleras, subió hasta llegar a la azotea del edificio.
Los rayos de un naciente amanecer ya se filtraban a través del horizonte urbano, se apoyó contra la cornisa y sacó un cigarrillo, lo encendió, y miró el devastador escenario, algunos edificios seguían ardiendo en la lejanía, mientras que unas cuantas naves se veían volando a toda velocidad. No lograba recordar la última vez que había visitado Los Ángeles, pero aun así, hubiese deseado el regresar en una situación diferente.
Aspiró el pesado y caliente humo, lo retuvo durante unos instantes, y lo dejó salir.
—¿Tienes miedo? —pronunció una voz entre la brisa. Él volteó y se encontró con Agatha, lucía tan hermosa como la última vez que la vio. Intentó hablar, pero no supo qué decir, una lágrima solitaria pasó por su mejilla, apretó el mentón y la miró con anhelo.
—No sé si es miedo, pero, definitivamente siento algo —aseguró mientras se limpiaba el llanto—. ¿Por qué estás aquí?
—No lo sé, supongo que porque quería verte —sonrió, Jonh Riley sintió algo inexplicable en su pecho.
—Cada vez que te miro, lo único que quiero es volver a estar contigo. Es como un castigo, o tal vez ni siquiera estás aquí y soy yo el que ha perdido completamente la cabeza.
—Estás loco —aseguró—. Pero no tan loco como crees —caminó hacia la cornisa—, debes estar preparado para lo que viene, Jonh, una gran tormenta se avecina.
—Tal vez debería rendirme, así podríamos estar juntos otra vez —ella comenzó a negar.
—No es el momento —su imagen, brillante y serena parecía fundirse junto con el amanecer—. Debes seguir peleando, Jonh —sonrió una última vez—. Te prometo, que cuando el destino decida volver a juntar nuestros caminos, yo personalmente estaré ahí para recibirte.
Su etérea imagen comenzó a desaparecer, como una estrella moribunda que lentamente pierde su brillo. Se levantó precipitadamente, como queriendo tocarla, pero acabó solamente viéndola desvanecer. Se quedó unos segundos mirando el cielo, cuando la puerta se abrió, instantáneamente desenfundó su pistola y apuntó, entonces una cara conocida se asomó.
—Chickari —soltó aliviado, guardó su arma y ella entró—. ¿Qué haces aquí, no deberías estar descansando?
—¿Y usted, Capitán? —se cruzó de brazos. Soltó una risita ahogada y regresó el cigarrillo a su boca.
—Yo casi no duermo —escupió el humo—. Supongo que ahora menos.
Caminó hasta llegar a la cornisa, se sentó junto a él.
—¿Me da uno?
—No deberías fumar, odio esta porquería, a la vez que odio necesitarla —arrojó el cigarrillo a la calle—. Yo podría morir hoy, pero tú eres joven y tienes una vida por delante, no te vuelvas dependiente a esa basura —ella sonrió.
—Sabe, Capitán, tiene una actitud bastante paternal, a pesar de ser un Cazarecompensas y tener una vida llena de peligro, nunca deja de cuidar de los suyos.
—Defecto de fábrica —admitió, como una broma un tanto oscura que aparentemente solo le dio gracia a él—. Aunque a veces es bueno tener a alguien que te cuide la espalda.
Chickari miró hacia la ciudad y suspiró con cierto anhelo.
—Estuve tanto tiempo en Klim que me acostumbré al calor, a la arena, a la vida de allí. Y luego ustedes llegaron y me mostraron una perspectiva distinta, he visto las estrellas tan de cerca —recordó con nostalgia—. Y ahora estamos en una ciudad que estoy segura llegó a ser algo hermoso, y ahora...
—Lamento lo que le ocurrió a tu hogar —entonces recordó, lo que Khroll estaba haciendo en la Tierra era prácticamente lo mismo que había hecho con el suyo.
—Nunca fue mi hogar —aseguró seriamente—. Y en ciertos aspectos, me alegra que haya sido destruido. Hay quienes merecen lo que les pasa. —Recitó con frialdad.
—Lamento que la vida te haya tratado así, a veces puede ser una completa desgraciada, te hará caer más de una vez, pero está en ti si te levantas o no.
—Ve como si es un padre —se burló, logrando sacar una sonrisa en él.
—¿Qué es lo que llevas ahí? —cambió de tema tras observar el tatuaje de su brazo. Ella también lo miró y sonrió discretamente.
—Es una flor de Árbol Corazón, una especie que crece cerca en el planeta Liba y que se alimenta de la luz de las lunas del lugar. Es algo muy hermoso si me lo preguntas. He escuchado que tanto los árboles, como sus flores son sensibles a cualquier ser vivo, así que cuando alguien siente algo con profundidad, la flor reacciona cambiando de color. Nunca he visto uno en persona, seguro son hermosos, ¿usted ha visto alguno?
—Una vez, en el planeta Darlock, son enormes árboles de tronco verde con toques de azul, y flores casi plateadas —recordó cuando fue con su tripulación en búsqueda de un estafador cerca de las minas de Tilaz 6. Esa vez, vio un macho de más de seis mil años de antigüedad, grande, majestuoso, y sublime.
—Sí, esos. Espero algún día poder ver uno con mis propios ojos.
—Si tienes suerte, en Stronghold puede que haya, a esos sujetos les gustan las cosas exóticas.
—¿Cree que lo logremos? Me refiero, llegar a Stronghold.
—Eso espero.
En ese momento, una flota numerosa de naves de la Federación Estelar atravesó el cielo y rápido se encaminó hacia la inmensa nave de Khroll.
—¿Qué mierda? —soltó Jonh Riley, rápidamente las naves comenzaron con un ataque masivo hacia la nodriza.
La puerta de la azotea se abrió, y el resto del grupo llegó junto a ellos.
—¿Qué sucede? —preguntó Shepard. No hubo necesidad de respuesta, el ataque era imposible de no ver.
—Yo podría preguntar lo mismo.
—El-el Coronel nunca habló sobre un ataque a la nave nodriza —aseguró con miedo en sus palabras.
—Entonces al parecer se hartó del suspenso y decidió atacar —habló Minck, sacó unos binoculares y comenzó a ver el ataque con sumo detalle, las naves de la Federación disparaban toda su artillería contra el casco de la nave, pero no habían muchos daños—. Que extraño —soltó sin dejar de ver.
—¿Qué pasa? —le cuestionó su Capitán.
—La-la nave no se está defendiendo.
Desde el otro lado de la ciudad las tropas observaban detenidamente el ataque, estaban posicionados sobre la enorme plataforma de aterrizaje en el edificio base, desde ahí, no se perdía ningún detalle.
Incluso el Coronel Mendoza había accedido a que Lylum saliera de su habitación para ver lo que pasaba. Y ahí estaba, congelada y sin poder dejar de ver.
—Coronel —Altham comenzó a abrirse paso a través de la multitud de soldados—. ¡Coronel! —Lo llamó apresuradamente.
—¿Si? —respondió sin alejar su vista ni un instante del ataque.
—¿Qué está haciendo?
—¿Qué parece? —lo miró seriamente—.Le pongo fin a esta locura.
—No, no, no. Lo va empeorar, debe cesar el fuego, ya. —Farfulló el apurado monje, pero el estoico Coronel ni se inmutó.
—Tranquilo, hombre, que esto apenas comienza.
Mientras Altham buscaba desesperadamente hacer entrar en razón a Mendoza, Lylum se perdía. En un segundo dejó de oír a su alrededor, miró y todo parecía moverse lento.
Entonces, escuchó algo tras de sí, volteó, y él estaba ahí, esta vez no se asustó, al menos no tanto como la primera vez.
—Mira eso —pronunció al llegar junto a ella—. ¿Ves a lo que me refiero? No buscan nada más que crear caos, ¿y tú sigues queriendo protegerlos?
—Khroll... yo... —no pudo articular ninguna palabra.
—Quise darles una oportunidad, ahora no hay otra opción.
—Tus tropas —intervino nerviosa—. Tus tropas están destruyendo la ciudad, simplemente están defendiéndose.
—Ya han movido sus piezas, hermana, es mi turno. —Aseguró cerrando sus puños.
—¡No! Espera, podemos arreglar esto.
—No hagas promesas que no puedas cumplir, hermana. Sé que aún no estás lista para darme una respuesta a mi petición, espero y esto te haga recapacitar sobre quienes son más impulsivos —una marea de sombras agitadas lo cubrió.
—¡Espera! —entonces desapareció. El tiempo pareció volver a la normalidad—. Altham —llamó su atención.
—¿Qué sucede?
—Algo malo está por suceder, debemos avisarle a todos.
En ese momento un colosal estruendo sacudió la ciudad. La nave emitió un sonido indescriptible y comenzó a emanar una inmensa cantidad de humo, entonces un compartimento se abrió.
Todos miraban expectantes tal suceso, la nodriza dejó caer algo al suelo.
—¡Abajo! —gritó Mendoza.
El objeto cayó como un proyectil sobre el suelo de Los Ángeles, levantando una tormenta de polvo y desechos que fue acompañada de un ligero terremoto.
Al escuadrón le tocó presenciar aquello a kilómetros de distancia, el edificio en el que estaban se agitó durante algunos minutos, una vez que cesaron las vibraciones se levantaron para observar con detenimiento lo ocurrido; Los alrededores se habían cubierto completamente con una pantalla de polvo impresionante, casi parecía neblina.
—¿Qué demonios está ocurriendo? —exclamó Thompson. Nuevamente un estruendo, acompañado de un sonido atemorizante que los hizo temblar. Miraron hacia donde había caído el objeto, entre el polvo, se pudo ver una luz verde, como una gigantesca linterna, el silencio dominó los alrededores, fue entonces que una extremidad emergió.
Alargada, metálica y oscura, casi parecía una pesadilla, otra enorme extremidad salió, y con su afilada punta destruyó parte de un edificio.
—Pero que...
Las palabras del Comandante Shepard fueron silenciadas una vez que eso salió; una enorme máquina, con cuatro aterradoras extremidades y un cuerpo semi-alargado que la hacía parecer como un gigantesco arácnido. La cual contaba con un gran lente con el cual producía aquel brillo esmeralda. La máquina comenzó a andar, cada paso que daba solo ocasionaba destrucción, destruía los edificios con suma facilidad, barría con las calles y los objetos a su paso como si se tratara de simple polvo.
La flota de naves se apresuró a atacar, la máquina se detuvo, y expulsó una onda azulada que hizo que las naves y todo a su alrededor fuera reducido a escombros. Siguieron atacando, pero esa cosa era imparable. Nuevamente el edificio se sacudió.
—Debemos irnos antes que este lugar se derrumbe —ordenó Shepard, nadie repuso nada, rápido bajaron hasta llegar a la calle.
El polvo aún no se había disipado, pero la claridad en las calles era la suficiente como para ver al colosal Arácnido destruyendo todo. Nuevamente alzó una de sus patas y esta cayó a un par de calles de donde ellos estaban, ocurrió una poderosa explosión.
—¡Corran! —exclamó Jonh, todos le hicieron caso al momento. Las naves siguieron con su ataque, y nuevamente la máquina expulsaba aquella onda explosiva, las calles tras ellos eran arrasadas como azotadas por un cataclismo.
Siguieron corriendo mientras escuchaban su pesado y atemorizante andar, nuevamente la onda atacó. Levantó el asfalto mientras que derribaba los edificios a su paso. Para la sorpresa de todos, la ciudad solo aparentaba estar vacía, cientos de personas comenzaron a plagar las calles, corrían en un intento de dejar atrás la destrucción masiva que estaba provocando aquella máquina. Claro que no todos lo lograban, nuevamente se detuvo, y todos sabían que dispararía aquella onda, entonces, algo pasó, durante unos instantes aquel faro esmeralda dejó de brillar, se encendió nuevamente con una intensidad impresionante, y tras unos minutos soltó un poderoso rayo.
El destello esmeralda destrozó a larga distancia todo lo que había frente a él, dejando solamente caos y pandemonio sin igual. Un rascacielos que fue impactado prácticamente se partió a la mitad, la estructura comenzó a caer.
El escuadrón giró en una calle mientras la sombra les avisaba del inminente impacto. A escasos instantes de que el edificio colapsara, Daff retiró la tapa de una alcantarilla.
—¡Por aquí! —gritó con todas sus fuerzas. El escuadrón se apresuró, casi se dejaban caer en el interior de la húmeda y fétida cloaca.
Jonh apresuró el paso y sujetó del caparazón a su pequeño artillero, lo llevó prácticamente como si fuera una maleta, saltó sin dejar de gritar y finalmente entró en la alcantarilla, entonces el edificio cayó estrepitosamente encima del lugar.
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