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Capítulo 1

Una poderosa explosión sacudió toda el área central de la Nexus, formando rápidamente un gran agujero que emergió entre el metal y que llevó a gran parte de la estructura a colapsarse, la presión fue incontrolable y terminó llevándose a una infinidad de tripulantes al gélido vacío exterior. Justo donde la batalla se llevaba a cabo.
El fuego comenzó a extenderse por toda la nave a medida que los ataques incrementaban. Las naves caza peleaban sin piedad en las afueras mientras gradualmente toda la flota de La Federación Estelar era superada en número, y diezmada a cada instante.

Aquel colosal crucero se agitaba y llenaba de caos a medida que las alarmas incrementaban de intensidad, bañando con estroboscópicas luces todo a su alrededor. Mientras tanto, Jonh Riley y su tripulación se encontraban corriendo a través de los pasillos y la devastación en búsqueda de un lugar seguro. Gritos resonaban por los corredores, igual que las explosiones. La nave ocasionalmente se sacudía y volvía todo aún más difícil para el pequeño grupo de Cazarrecompensas.

—¡¿Ahora qué haremos?! —la pregunta de Marco a penas y logró escucharse por toda la destrucción, los tripulantes corrían en todas direcciones, formando mareas humanas por las cuales también tenían que abrirse paso.

—¡Deben regresar a sus celdas hasta nuevo aviso, órdenes del Capitán! —respondió el Comandante Shepard, él, junto a otros Stacks escoltaban a la tripulación de regreso a sus celdas, debían asegurarlos ante todo. Aun cuando la seguridad del planeta pendía de un hilo, la prioridad era sacarlos de ahí a como diera lugar, o más específicamente a ella.

—¡Creí que no éramos prisioneros! —se adelantó a decir Jonh. Tomó la mano de Lylum y evitaron un grupito de tripulantes que socorrían a un malherido. El pobre diablo había sido aplastado y partido a la mitad por unos derrumbes.

—¡Son órdenes del Capitán! —vociferó una última vez. Una nave caza viró en su dirección, estaba dañada y amenazaba con impactarles.

—¡Cuidado! —avisó Dutch.

Continuaron su carrera, pero el impacto fue directo. Un violento temblor azotó en el sector en el cual se encontraban, pronto el techo encima de sus cabezas se deshizo y cayó con violencia, lanzando fuego y chispas en un breve impacto que los arrojó en diversas direcciones.

Aterrizó de lleno contra el duro metal del suelo y tosió con violencia, el humo y el fuego cubrió todo. Se incorporó con dificultad y buscó en las cercanías hasta que el brillo celeste delató la ubicación de su enamorada.

—¡Lylum, ¿Lylum me escuchas?! —llegó hasta ella y con apuro la sacudió.

La bella entidad celeste mandó para fuera el aire comprimido a través de un violento ataque de tos, respiró con trabajo y abrió los ojos, mostrándole nuevamente aquellos apantallantes globos oculares que resplandecían con el albor de una galaxia entera.

—Mierda, eso dolió... —pronunció Minck, a la par se levantaban Chickari, Altham y Shepard.

—¡Marco! —vociferó con desesperación—. ¡Marco, responde!

—¡Jonh! —lo escuchó tras el muro de escombros metálicos y fuego. Se acercó un poco y a penas y pudo ver al resto de su gente del otro lado.

—¡¿Están bien?! —el incandescente calor y el dióxido en sus pulmones a duras penas y lo dejaban seguir de pie en tan asfixiante sector.

—¡Sí! ¡¿Ustedes?! —otro enorme pedazo de metal cayó, las llamas estallaron con fuerza y los forzó a retirarse.

—¡Nos vemos en el hangar! —gritó, las explosiones y las sacudidas continuaban. Marco asintió y junto a Dutch, Ben y Xirack salió corriendo. Jonh hizo una mueca y negó—. ¿Dónde está el hangar, Shepard?

—El Capitán no ha autorizado que aborden su nave —reviró con severidad.

—¡¿Bromeas?! —soltó Chickari elevando la voz por encima del desastre.

—La nave se está yendo a la mierda, tenemos que salir de aquí ahora o de lo contrario seremos ceniza espacial. —Refutó, el sudor y las manchas de suciedad cubrían su rostro. Shepard pensó unos instantes, alzó su muñeca sobre su boca y llamó al puente.

—Capitán —llamó por su comunicador. Pronto un caos sonó del otro lado.

¡Abandone la nave, Comandante! —escuchó la desesperada voz de James Deckard tras el comunicador.

—Pero, señor...

¡Es una orden, Comandante siga con su misión, asegure al Guardián y lleguen a Stronghold lo antes posible!

—A la orden... Capitán —cortó la comunicación—. Síganme —tomó su arma y giró hacia la derecha en otro pasillo, los demás comenzaron a seguirlo sin más.
Las luces de la nave comenzaron a parpadear en un tono carmesí que adornaba los cadáveres regados por el suelo, Jonh se agachó y tomó una pistola de un guardia muerto y siguió con el recorrido.

—¿Qué tan lejos está el hangar?

—No muy lejos, tal vez a cinco minutos, eso sí nos damos prisa.

La nave nuevamente se sacudió.

—No creo que esta cosa resista otros cinco minutos —pronunció Minck mirando hacia los alrededores.
La sombría imagen de una de las naves enemigas aproximándose en su dirección se plasmó en el ventanal más cercano de aquel corredor. Un escalofrío recorrió la espalda de Lylum al ver como aceleraba y preparaba sus cañones.

—¡Corran! —expulsó Shepard, la nave giró rápidamente y disparó dos proyectiles de plasma. Se aproximaron a una puerta, cuando recibieron el impacto, los cristales se rompieron, y la succión comenzó a jalarlos hacia el espacio.

La fuerza fue demasiada para Chickari, cayó al suelo y rápidamente comenzó a ser arrastrada hacia el exterior mientras el oxígeno progresivamente abandonaba su cuerpo.
Jonh sujetó el umbral de la puerta y llegó hasta ella, tomó su mano y sin soltar el metal, comenzó a arrastrarla de regreso. La succión incrementó una vez que el metal comenzó a ceder, entonces sintió como él también era auxiliado, tanto Altham como Lylum lo sujetaron del brazo y pecho para introducirlos de vuelta, y luego de interminables minutos, lo lograron, todos entraron en la otra sección de la nave luego de que Shepard cerrara la puerta.

—Gracias —soltó ella, mientras recuperaba el aire.

—No hay de que —se levantó y le tendió la mano—. Gracias, chicos.

Shepard ya había vuelto a seguir con el camino.

—¿En verdad crees que nos dejen abordar a la nave? —cuestionó el extraterrestre a su lado. Jonh miró a los Stacks a la cabeza del grupo y negó con incertidumbre.

—Tienen la orden de sacar a Lylum de aquí, pero algo me dice que buscarán cualquier motivo para acribillarnos a nosotros sin siquiera preguntar. Si eso sucede entonces no tendré más motivo que atacar también. ¿Cuento contigo si las cosas se ponen feas?

—Siempre, Capitán —cortó cartucho y guardó el arma en su caparazón—. Siempre.


Mientras el grupo de Jonh se abría paso a través de la zona sur de la nave, Marco y los demás se apresuraban a buscar una ruta directa al hangar en el sector norte de la misma.

—¿A dónde se supone que vamos? —inquirió Dutch sin dejar de correr.

—Si todos se dirigen hacia el mismo lado tiene que ser por algo, debemos seguirlos —respondió Marco, que era el que estaba a la cabeza del grupo.

—¿Así que ese es nuestro plan? —está vez fue Xirack quien preguntó.

—Exactamente, hermosa.

—Es una mala idea.

—Bueno, es nuestra mejor opción. Quizás nos lleven al hangar —siguieron a la multitud de tripulantes que corrían a través de un largo corredor.
Luego de un tiempo llegaron al puente, otra vez. El descontrol era impresionante en dicho lugar, si los tripulantes que ahí residían actuaban con desesperación, tras el ataque no había orden en lo absoluto.
Marco subió al nivel superior, donde Deckard dirigía a diestra y siniestra todos los movimientos de la Nexus.

—Deckard, Deckard —lo llamó varias veces pero no reaccionaba, seguía ensimismado en sus acciones—. ¡Deckard!

—¡¿Qué?! —sobresaltado reaccionó—. Oh, solo son ustedes —se giró, prácticamente ignorando cualquier cosa que Marco pudiese haber dicho. Hasta que se giró nuevamente preso de la confusión—. ¿Dónde está el Guardián?

—Seguíamos a Shepard cuando el lugar en donde estábamos fue destrozado, nos tuvimos que separar.

—¡Mierda! —exclamó golpeando su silla. Caminó impaciente por lo largo de la tarima donde se encontraba, y finalmente retornó a su silla—. ¡Fijen curso a Stronghold! —ordenó a todo volumen y los pilotos en el puente tomaron asiento, al igual que los navegantes.

—¡Señor! —rugió un Vändar de cabeza similar a la concha de un caracol—. ¡Algo se aproxima a gran velocidad!

—¡¿Y qué es?! ¡¿Es de los nuestros?!

—¡No lo creo señor, es más rápido que cualquiera de nuestras naves...! Y es grande... en verdad muy grande...

—¡Preparen un Híper-Salto, nos vamos ahora! —la gigantesca nave giró dándole la espalda a la Tierra, y lentamente comenzó a alejarse—. Será mejor que se sujeten.

Las prominentes turbinas de la Nexus se expandieron alzando su periferia, mientras un resplandor celeste cubría su interior, a cada segundo la nave iba acelerando más y más, hasta el punto en que las naves cazas apenas y podían seguirle el ritmo.

—¡Híper-Salto preparado, Capitán! —notificó una Primera Oficial.

—¡Actívenlo!

—Híper-Salto en tres, dos, uno...

En fracción de segundos, todo quedó en silencio, como si el sonido hubiese abandonado la existencia misma, luego, solo hubo caos.
Un objeto colosal y venido de la nada logró impactar contra la Nexus en pleno salto a velocidad luz. El choque fue de inimaginables proporciones, creando fuego y caos como nunca antes se había visto.

La colosal nave de Khroll emergió entre las llamas y la destrucción, estaba dañada, pero a comparación de la que impactó, lucía casi intacta.
De la Nexus, solo se había salvado la mitad...

—Reporte de daños, General Kashani —demandó Khroll, sentado desde su trono.

—Mi señor, las defensas primarias están severamente dañadas, los motores se sobrecargaron y tenemos múltiples daños internos alrededor de la nave —ningún Untark se atrevía a mirarlo a los ojos directamente, y en el caso de Kashani no fue distinto.

—Dígale a su gente que repare inmediatamente los daños —soltó despreocupado, miró hacia la destrucción fuera de la nave y mostró una ligera sonrisa.

—A la orden, mi señor —se arrodilló nuevamente y se retiró apurado.

—Una cosa más, Kashani, ordene a un escuadrón abordar los restos de esa nave, busque al Último Guardián y asesine a los demás sobrevivientes.

—Como ordene —finalmente salió del puente.
Se levantó del trono y bajó hacia el enorme ventanal del puente, sus pasos resonaban en el lugar con un eco espectral, su capa, negra como la oscuridad ondeaba tras él y lo plasmaba imponente ante el apocalíptico escenario. Se posó frente al ventanal y colocó su mano enguantada sobre el ya dañado cristal. Percibiendo prontamente la muerte que había desatado.

—Lylum... —musitó cerrando sus blanquecinos parpados.

En ese instante ella despertó, se encontraba tendida sobre el suelo, todo a su alrededor estaba devastado, las llamas y el humo lo cubrían todo, sus amigos yacían regados igual. Se levantó apoyándose contra las paredes.

Lylum —escuchó como nuevamente esa voz que tanto la aterraba volvía a asediar sus pensamientos. Se cubrió los oídos, pero eso no bastó para silenciarla—. Hola, Lylum.

—No, no, no, no —farfulló presa del terror—. Tú no...

Tranquila, hermana, no quiero hacerte daño.

—Deja de llamarme así. —Apretó los dientes y se mostró más vulnerable que nunca.

Niegas una verdad absoluta. Estamos unidos, por eso mismo necesito que estés junto a mí.

—Estás loco, solo me necesitas para apoderarte del universo.

Te equivocas, mi querida hermana, yo, a diferencia de los patéticos seres que buscas proteger, no quiero más que la armonía en el universo. Para eso existimos.

—¿Entonces por qué hieres a tantos? —se sentó en una esquina mientras las lágrimas emergían de sus ojos.

Todos aquellos que han muerto bajo mi mano no son más que ciegos, ciegos que se negaron a ver la verdad.

—¿Y cuál es esa verdad? —abrazó sus piernas.

Que para crear balance, se tiene que hacer un gran sacrificio, no puede haber paz, sin una guerra de por medio.

—La guerra ya empezó... y todo es por tu culpa.

Es cierto. Pero es la única alternativa, aquellos que se opongan a mí, perecerán, sin embargo, quienes acepten el nuevo orden universal que estoy dispuesto a formar, serán quienes consigan vivir en armonía el resto de sus días.

—Tu idea de paz... —limpió sus lágrimas—. Es retorcida y atroz, no puedo permitir que hagas semejante cosa.

Escuchó entonces el fantasmagórico suspiro de Khroll acariciando su oído.

Qué lástima, porque no planeo detenerme —ella expulsó un gemido de angustia—. No descansaré hasta que estés a mi lado, y si eso significa acabar con la mitad de la vida en el cosmos... entonces es un precio que estoy dispuesto a pagar. Ningún ser sobrevivirá una vez que se oponga a mí y a mis ideales. Destruiré a todos y cada uno de los que se atrevan a pelear en mi contra. Y para cuando todo termine, ni siquiera quedará el recuerdo de aquellos que intentaron enfrentarme.

—Basta.

No lo repetiré hermana, únete a mí, y evitemos la catástrofe mucho antes.

—Dices que destruirás a quienes peleen en contra tuya —suspiró con pesadez—. Entonces tendrás que destruirme a mí.

No, no puedo. Pero eso no quiere decir que no acabaré con todos los que amas.

—¡No!

Mataré a todos y cada uno de los que dicen ser tus amigos, aquellos quienes te importan, y cuando finalmente estés sola, no tendrás más remedio que estar junto a mí —lloró incontrolable—. Lo siento por ti, pero has dictado su sentencia.

Abrió los ojos, y quitó su mano del cristal, su expresión no cambió ni un instante, pasó sus manos hacia atrás y exhaló.

—Ya voy por ti.

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