Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

컴퍼스 은하 - Circinus


Fría, fría la primavera

El conticinio canta armonías carmesí

Palabras, hay apenas

Y el Rododendro llora suspirando el frenesí

Cuando la noche se ciñe de sangre ajena

[death of a fly] — muerte de una mosca.

El humo era puramente exhalado con desgracia desde su garganta y el viento se encargaba de hacerlo vacío e infinito hacia las profundidades del cielo. El olor amargo ya se había impregnado en su ropa, más en su alma. Su cuerpo posaba sobre el barandal del balcón, atado en millones de suspiros y molestias, mientras sus dedos, temblorosos, apenas alcanzaban a sostener un viejo cigarrillo. La noche le brindaba escalofríos en toda la superficie de su piel, de los cuales no sabía si eran provocados por la misma brisa o a la sensación de volver a oír aquella voz.

Como si la oscuridad de la madrugada se hubiese vuelto más pesada, Yoongi fue incapaz de pegar un solo ojo hasta que el alba inundó los barrios de la ciudad. Se aliviaba de que Jimin tuviese el sueño profundo, no estaba en su querer el preocuparlo de más. Se dio una ducha para quitarse el olor inmundo de su cuerpo y volvió a recostarse junto a Jimin. Lo abrazó por la espalda y se hizo pequeño, cerrando sus ojos una vez el pitido en sus oídos dejó de chillar.

Logró calmar sus nervios cuando sintió contra su cuerpo la espalda de Jimin moverse al compás de su respiración. Se sintió en paz durante un segundo porque sabía que él estaba ahí. Porque estaba abrazando actualmente su vida entera. El sueño de una noche nefasta le cayó de repente y la inconsciencia dejó pegar sus párpados.

En esa eterna y tormentosa media hora en la que se quedó dormido, Yoongi soñó con la voz de Seung áspera como la tos incontenible después de un cigarro.

...

Sus pies desnudos lo trasladaron hacia el piso de abajo con pereza. Rascó sus ojos hinchados por el poco sueño y deambuló por la casa hasta encontrar la silueta de Jimin contra un lienzo con apenas colores. Lo miró desde el umbral de la puerta y apreció en silencio cómo los músculos de los brazos se movían al pasar el pincel sobre el dibujo. Su espalda estaba relajada, casi le provocaba ganas de abandonar besos por toda su piel.

Yoongi caminó a paso lento y silencioso hasta acercarse lo suficiente como para envolver la cintura de Jimin por detrás y apoyar su cabeza sobre su hombro. El menor dio un pequeño salto por la sorpresa de otro cuerpo rodeándolo de pronto.

—Oh, me asustaste, Yoongi —dijo Jimin con una risita.

Yoongi no entendió por qué le dolió tanto escuchar su voz.

Tragó saliva y apretó más su cuerpo. Ocultó su rostro contra su nuca y no dejó que el otro volteara a mirarlo.

—Te amo. —Su voz tembló.

Jimin se quedó en un silencio repentino y tomó las manos de Yoongi que posaban sobre su abdomen.

—¿Pasó algo? —preguntó con el ceño fruncido. Yoongi no era un amante que se refiriera de esa manera tan directa, ni tampoco era una buena señal de que un sentimiento tan puro como el amor fuera expresado con tanta tristeza y melancolía.

El mayor dejó caer sus párpados y soltó una risa ronca.

—Se supone que debes responderme con un "te amo".

—Te amo con toda mi alma —dijo Jimin sincero, apretando sus manos. Una vez más, intentó girarse para enfrentar los ojos de su mayor, pero éste no se lo permitió—. Pero, dime... ¿qué ocurre?

No le salían las palabras para decir cómo el fuego estaba quemando su pecho, ni porqué aquella sensación no se apartaba de su interior y lo destrozaba poco a poco. Cuando cerraba sus ojos, la silueta que tanto despreció aparecía como una pesadilla en la consciencia. No sabía cómo detenerlo, ni tampoco sabía cómo detener ese sabor amargo en su boca. Se sentía miserable con sólo recordar, tan sucio, tan repugnante.

—Nada, es que te amo mucho y quiero estar contigo para toda la vida.

Soltó sus brazos y dio un pequeño paso hacia atrás, dejando que Jimin volteara y se encontrara con sus ojos. Jimin quitó el mechón de cabello de su frente y acarició su mejilla con suavidad. Yoongi, apegando su rostro a su mano, cerró los ojos e hizo una mueca. Sus labios entonces sintieron el calor de la boca del otro con serenidad. Lentamente, sus labios se unían y se separaban sólo para degustarse el uno al otro con calma y ternura.

Yoongi rodeó el cuello del menor con sus brazos y apretó más sus cuerpos, volviendo su agarre más fuerte y ensimismándose en el sabor de esos besos. Aunque adoraba cada roce que sus pieles suspiraban, cada beso infinito que ambos soltaban, cada abrazo acogedor y cálido en donde se contenían, ¿por qué nada se sentía correcto? No se sentía correcto el estar junto a él, no se sentía correcto ser amado de esa manera. ¿Por qué? ¿Por qué de repente sentía ganas de llorar cuando recibía caricias de sus labios en el cuello y sus manos dibujaban escalofríos en su piel?

Qué devastador sentimiento, el no sentirse merecedor del amor.

Incluso aunque recibía y continuaba aquellos actos de pasión, parecían simples actos reflejos, porque en realidad su mente estaba desatada en un caos interno que le prohibía alguna semejanza con el placer. Ahora su espalda estaba contra la pared y sentía que el aire se le escapaba de los pulmones y no regresaba; no por los besos, sino porque se sentía aplastado y encerrado. El roce de aquellas manos ya no era la misma, ya no le gustaba, ya no quería más. Y cuando abrió los ojos, no fue a Jimin a quien vio frente a él, sino a Seung, con esos ojos tan afilados y gélidos. Estaban volviendo. Esos toques, esas memorias que había estado escondiendo tan dentro de las tinieblas. Volvían a querer salir a la luz cuando había luchado tanto para ocultarlas en el pasado.

Sus manos instintivamente se posaron sobre el pecho del contrario y empujó con todas sus fuerzas, dejando un grito ahogado en su propia garganta. Su corazón iba tan rápido que parecía un solo latido constante y el sudor que caía por su rostro era helado como los días de invierno. Se apegó más a la pared, respirando con dificultad, cuando vio que la persona que tenía al frente no era Seung, y nunca lo había sido. Ahora, Jimin lo observaba con el ceño fruncido y casi ofendido por la acción.

—¿Qué te pasa? —cuestionó Jimin, tocándose la parte donde Yoongi había empujado.

Reaccionó un segundo después. Se quedó boquiabierto ante los ojos confundidos del menor e intentó formular alguna respuesta, pero su mente se había quedado en blanco. Tragó saliva y buscó calmarse cerrando sus ojos por un momento.

—No fue... no fue mi intención —susurró, pestañeando varias veces—. ¿Estás...—Se miró los pies y volvió a levantar la cabeza—, estás bien?

Jimin se tocó el cabello nervioso y sacudió la cabeza.

—¿Hice algo mal? ¿No te estaba gustando?

—¡No! No es eso, por Dios, Jimin. —Se aclaró la garganta y se tocó las manos frenéticamente. No podía parar de temblar y la barbilla le tiritaba al hablar—. Yo sólo... no lo sé, estaba... tuve un....

—Tranquilízate, Yoongi —dijo el otro, levantando una mano en el aire y acercándose a paso lento—. No importa, ¿está bien? No estoy enojado, ni nada. Sólo quiero saber qué te ocurre porque me estás preocupando.

Yoongi levantó la mirada y los ojos de Jimin no reflejaban más que ansiedad. Se sentía culpable por haber arruinado la situación, pero no podía evitar ese sentimiento atorado en mitad de su pecho, sentir que todo su cuerpo estaba podrido y arruinado. La razón del dolor se posó en la punta de su lengua, pero lo único que le faltaba era un poco de coraje para soltarla en el aire.

—Sabes que puedes confiar en mí, ¿cierto? —volvió a hablar Jimin.

Suspiró, relamió sus labios y asintió una sola vez, sin mirarlo directamente.

—¿Recuerdas cuando viajamos, en el día de mi cumpleaños? —inquirió en voz baja.

—Por supuesto que lo recuerdo, esa noche fue nuestra primera vez.

Yoongi hizo una mueca.

—¿Recuerdas esa mañana, en la que me preguntaste por qué luego de hacer el amor me encerré en el baño a fumar todo lo que pude?

La expresión de Jimin cambió por completo. Ahora ya no era sólo preocupación lo que pintaba en sus ojos, sino un miedo irreprimible. Abrió la boca y luego la cerró; no se atrevía a soltar las palabras ni creía estar listo para cualquier cosa que Yoongi explicara.

—Habla —alcanzó a pronunciar.

—Esa noche, aunque fue el comienzo de los mejores días de mi vida, tuve sensaciones inexplicables por todo mi cuerpo —comenzó Yoongi—. Podía sentir manos que no eran las tuyas, podía ver ojos que no te pertenecían. Me sentí repulsivo y lo odié. Pero no fue tu culpa. Es sólo que mi mente...—se agarró la cabeza y apretó sus ojos— está tan podrida... Estoy en la mierda y creí que había dejado ese tiempo en el que me sentía una rata miserable. No fue así y todos esos sentimientos que aborrezco volvieron a aparecer. Y no es... no es tu culpa, Jimin —dijo, cuando miró nuevamente el rostro de su amante y se encontró con el dolor en su mirada—. Es mi culpa por haber dejado que hicieran de mí lo que quisieran. Por haberme dejado utilizar, manipular y corromper. Me rompieron el alma y ya no sé si me puedo sanar.

Miró al suelo, temblando como a un niño al que acababan de regañar. Sentía las lágrimas al borde de sus ojos, pero ellas no cayeron porque él no se lo permitió. En cambio, sorbió su nariz y no paró de tocarse el cabello con nerviosismo.

Decirlo en voz alta le daba escalofríos y náuseas. Ser escuchado en silencio por la persona que amaba le daba terror, sin embargo, estaba obligado a seguir hablando. Debía hacerlo o, de otra manera, jamás se sinceraría del todo con él. Su voz se quebró mientras decía lo siguiente:

—Dejé que Seung hiciera de mí lo que quisiera. Me usó y me tiró como basura, y yo lo permití. Permití que me tratara como a la peor mierda y estaba seguro de que me lo merecía. —Negó con la cabeza, agobiado con los recuerdos y asqueado consigo mismo. Se apoyó contra la pared y siguió mirando el suelo—. Teníamos sexo todos los días sólo porque él tenía ganas. Y te juro que ya no podía soportarlo un segundo más. Me estaba muriendo porque lo amaba, pero era un amor de puro dolor. Me desgarraba el corazón cada vez que me dejaba en la cama como si fuese un juguete. Me utilizada para satisfacerse y luego, cuando ya no le servía, me tiraba en la oscuridad. Quería morirme.

Jimin levantó una mano y, mientras apretaba sus labios con fuerza, negó rápidamente.

—Por favor, no digas más, Yoongi —susurró con los ojos cristalizados. Cogió la mano del mayor y la apretó contra su pecho—. El dolor que te causó ese desgraciado lo pude sentir desde el momento en el que te conocí y creo que esa mirada triste jamás desapareció por completo en todo este tiempo. —Besó los nudillos de Yoongi y cerró sus ojos, aguantando un llanto de impotencia—. Quisiera poder arrebatarte todo ese dolor y hacerlo propio, sólo para hacerte la persona más feliz del mundo y que tu yo sane entero. Y si pudiera, amor mío, desterraría el alma de ese infeliz que tanto daño provocó en tu pobre corazón.

Yoongi tembló aún más y ya no pudo reprimir ese llanto que había estado escondiendo desde que abrió los ojos por la mañana.

—¿Por qué tengo que sentirme así...? —inquirió entre lágrimas, cortando cada palabra con el sollozo—. Le di mi vida en vano porque pensé que debía hacerlo... Seung ni siquiera me agradeció por nada de lo que hice por él —lloró.

Jimin tomó su rostro entre sus manos y lo atrajo hacia él. Besó la punta de su nariz y contempló sus pupilas empapadas por la lluvia de su congoja. Se le hacía pequeño el corazón al verlo tan destrozado por un amor anterior, tan desamparado en un pasado de tinieblas que aún lo perseguía. Quería hacer lo imposible para alegrar su vida entera e iluminarla hasta el fin de los tiempos, estar a su lado por siempre para asegurarse de que nadie volviera a lastimar a su inocente alma.

—Tu vida es tuya y no necesitas dársela a nadie más, cielo —le dijo, sin despegar los ojos sobre los suyos y acariciando sus mejillas mojadas de lágrimas—. Tú eres tuyo y yo soy mío, pero podemos decidir compartir lo que es nuestro y hacer de ello una única forma de amar por el resto de la vida. Sentirás tanto amor que lograrás convertir ese amor en amor propio, y te querrás, y creerás que no hay nadie como tú. —Jimin plantó un beso en su mejilla y luego en sus labios—. Te protegeré como al ser más preciado del planeta porque en verdad lo eres, Min Yoongi.

Se dejó abrazar a través del alma, se dejó ser amado con aquella pasión inefable, permitió sentir los latidos ajenos contra su pecho y dibujó en el aire una débil sonrisa que suspiró un te amo bajo un manto de estrellas invisibles, existentes sólo y únicamente para ellos.

—Estoy seguro de que si me dieran otra vida, siempre elegiría enamorarme de ti.

...

Se aseguró de que su amante durmiera plácidamente después de escuchar su voz meliflua cantándole al oído, musitándole versos que parecían inmortales y haciendo círculos en su cabello con sus dedos. Cuando comenzó a escuchar su respiración serena, suspiró y lo observó dormir, absorto en todas sus facciones relajadas y sus pestañas negras aún húmedas por las lágrimas que había soltado tiempo atrás.

Jimin decidió salir hacia el supermercado para comprar alimento y hacerle una cena especial a Yoongi. Quería animarlo, así que también iría pensando en qué películas ver por la noche. Tal vez compraría golosinas, algo dulce... ¿o salado? Se fue todo el camino con la mente en la noche y en lo que le gustaría a Yoongi comer mientras se acurrucaban en el sofá de su hogar.

Cuando estuvo dentro del supermercado dando vueltas alrededor de los estantes, le envió un mensaje a Yoongi de que estaba afuera y que volvería pronto. Luego, se encargó de llenar su carrito de comida y otras cosas que necesitarían a lo largo de la semana.

Estaba de cuclillas eligiendo los bocadillos cuando su nombre se escuchó a través del pasillo. Conocía esa voz perfectamente, tan familiar. Jimin se volteó para mirar al hombre que iba vestido de negro por completo.

—Jimin, hijo —saludó su padre en voz baja.

Jimin se puso de pie y lo miró de arriba abajo, tranquilo.

—Buenas tardes —dijo él, un tanto incómodo ante su presencia. A pesar de haber hablado varias veces por mensaje de texto y algunas por llamada, Jimin se sentía raro cada vez que veía a su padre frente a él. Aún estaba en el ambiente entre ellos esa tensión; Jihyun le había dicho que dejara de estar en modo alerta con él y que intentara relajarse. Ya habían hecho las paces, lo que faltaba es que volviera esa comodidad de padre e hijo que alguna vez tuvieron.

—¿Cómo estás? ¿En dónde anda Yoongi? —preguntó el hombre, amable. Se atrevió a dar unos pasos más cerca hacia su hijo y bajó sus hombros cuando dejó de sentir tensión.

—Ah... bien, estamos bien. Yoongi está en casa —respondió Jimin. Volvió la vista hacia la estantería y sacó un par de tentempiés que volcó sobre su carro. Cuando sus ojos se giraron hacia su padre nuevamente, se centraron en el color de su ropa y su boca hizo una mueca—. ¿Y tú cómo estás? ¿Aún estás de luto? —inquirió casi en un susurro. Vio a Kwan hacer una sonrisa frágil y se arrepintió de hacer aquella pregunta.

—Creo que por el resto de mi vida estaré de luto —respondió sincero, asintiendo un par de veces. Miró sus pies soltando un suspiró y decidió cambiar de tema—: Dile a Jihyun que cenemos algún día los tres juntos, ¿te parece? Me gustaría pasar una noche en familia.

Jimin apretó los labios y desvió la mirada.

—Hm. —Titubeó unos segundos, mientras sus ojos veían perdidamente las etiquetas de la estantería—. Está bien. Le diré que nos juntemos. ¿En tu casa?

—En mi casa —sonrió Kwan.

—De acuerdo.

Hubo un silencio no tan incómodo, uno que trajo un montón de nostalgia y melancolía. Jimin se tocó las manos y luego el cabello, esperando a que el hombre dijera algo más. En cambio, él se acercó y abrió sus brazos para su hijo. No lo tocó hasta que el joven se encontró con su mirada y, luego de vacilar un momento, aceptó el abrazo de su padre.

Permitió que sus ojos se cerraran cuando sintió la calidez de aquel abrazo rodear su cuerpo. Recordaba los agarres de Kwan como abrazos fuertes y firmes, pero esta vez, sintió sus brazos rodearlo con pesadez en sus hombros y fragilidad en sus extremidades. Se podía notar el cansancio de los años y el luto sobre aquel viejo cuerpo. Jimin, entonces, se aseguró de abrazarlo fuertemente, expresándole a través de ese contacto cuánto lo había extrañado y cuánto lo amaba a pesar de todo.

Se despidieron de manera extraña, como si fueran personas que recién se conocían. Y, en cierto modo, así era. Eran dos hombres ahora que volvían a conocerse una vez más, que volvían a comunicarse y a apreciarse de forma única. Jimin suspiró con una sonrisa cuando vio la espalda de su padre saludar con una mano en el aire, y esperó que volver a verlo fuera tan relajador como lo fue esa tarde.

Jimin salió caminando rápido del supermercado porque el cielo había comenzado a llover desde hacía rato y, dos horas después de haber salido de casa, marcó el número de Yoongi para avisarle que tardaría un poco en volver a causa de la tormenta, con la idea en la mente de que ya habría despertado de su siesta. Se refugió bajo un techo de una casa y pegó el celular a su oreja.

El tono sonó una, dos, tres... diez veces. Jimin colgó y volvió a llamar. No respondía.

No puedo creer que todavía esté durmiendo, pensó, rodando los ojos. Se colocó la capucha sobre su cabeza y se atrevió a caminar bajo la lluvia. Con rapidez, dejó un mensaje en el chat de Yoongi. "Abre los ojos, dormilón", le escribió.

Guardó su teléfono y llevó sus pasos por la acera a paso un tanto rápido, cuando su atención fue llamada por un enorme arbusto al otro lado de la calle. Las flores de Rododendro se sacudían con los susurros del viento y le dieron una sensación de agobio en su estómago. Apartó la mirada rápidamente y volvió a sacar el celular, marcando una vez más el número de Yoongi.

Esta vez, después de unos pocos tonos, la llamada fue contestada.

—¡Al fin! —resopló Jimin, casi corriendo por la acera—. Compré unas cuantas cosas para la noche. ¿Quieres que veamos películas mientras comemos? —Hizo una pausa y tragó saliva—. ¿Sigues medio dormido?

Su corazón se detuvo por completo. La voz que respondió no era la suya.

¿Así que andas haciendo el trabajo de mujer casada?

Soltó las bolsas al suelo y todo se desparramó a su alrededor. Sintió una ráfaga de pura rabia desde el estómago hasta la cabeza. Apenas fue capaz de sostenerse en sus piernas y el pecho le ardió de manera inexpresable. Le dio una sacudida por el temblor repentino y casi revienta el celular con el agarre firme de su mano.

—Qué mierda... —alcanzó a pronunciar—. ¿Dónde demonios está Yoongi?

Todavía su mente estaba estática, como si un balde de agua helada le hubiese sido tirado en el rostro y aún no era capaz de reaccionar.

De verdad lo extrañé... —musitó el otro detrás de la llamada.

Y fue ahí cuando la furia y la desesperación se apoderaron de él.

—¡¡Seung!! —bramó, rajándose la garganta—. Si le haces algo a Yoongi, ¡¡juro que te mato!!

Comenzó a correr con el celular pegado a la oreja, pero lo que oyó fue una risa cínica y luego el tono de finalización del comunicado.

Desesperación. Desconcierto.

No podía oír nada ya. Sentía un pitido constante gritándole sin control en sus oídos y la vista se le nublaba, pero no dejaba de correr. Temblaba y creía que si dejaba de moverse, moriría allí mismo. ¿Por qué Seung tenía el celular de Yoongi? ¿Dónde estaba Yoongi? ¿Qué había hecho con él? ¿Qué demonios estaba ocurriendo? La desesperación y el terror lo estaban consumiendo. Ya no sabía si estaba llorando mientras esquivaba los transeúntes y los coches o si estaba gritando a los cielos que por favor no le hicieran nada al amor de su vida. No lo sabía. Jimin no sabía nada. Tenía miedo y corría. Corría tan rápido como le daban las piernas, su garganta guardaba un nudo de angustia y tormento, sus pupilas tiritaban frenéticamente como idas. Nada estaba bien y le dolía el respirar. Estaba a punto de desmayarse, pero su consciencia seguía presente porque sabía que si la vista se le oscurecía del todo, perdería la oportunidad de encontrar a su amado.

—¡Yoongi! ¡Yoongi! —comenzó a gritar, como si realmente creyera que el hombre escucharía sus clamados desde la lejanía.

...

2 horas antes

El frío suelo tocando sus pies le provocó escalofríos hasta la nuca. Yoongi miró su habitación mientras rascaba sus ojos y deambulaba hasta la cocina. En ausencia de Jimin, su casa siempre era tan silenciosa que se aturdía. Había escuchado cuando el menor salió y la puerta de la entrada se cerró. Estuvo diez minutos tendido sobre la cama con pesadez en sus ojos y vagancia en todo su cuerpo. Quiso fumar, así que se vio obligado a levantarse.

Estaba sentado en el comedor junto al ventanal, echando el humo a través de las rejas y mirando cómo las nubes grises se movían y hacían formas en el cielo. Toda esa semana había estado lloviendo compulsivamente, como si el cielo estuviese enojado y quisiera rajar la tierra con los cientos de rayos que lanzaba. Le gustaban las tormentas, pero a veces se aburría de ellas.

Le dolía la cabeza y sólo tenía medio cigarrillo en la boca y un paquete vacío en sus manos. No estaba pensando en nada realmente, sólo que estaba solo y que pronto se le terminaría el último cigarro y no querría un día lluvioso sin poder saciar sus ganas de fumarse otro.

Se dirigió hacia su cuarto nuevamente. Se quedó parado un rato frente al mueble que yacía junto a la cama y se colocó de cuclillas para alcanzar el último cajón. De allí sacó el colgante con el dije de la letra "Y", y se quedó mirándolo con ojos vacíos. Le había agarrado una costumbre de contemplar aquel collar cuando estaba solo. Lo hacía sentir cosas que ni siquiera comprendía, pero no podía evitar enredarlo entre sus dedos cada vez que se le cruzaba por la cabeza.

Yoongi guardó el collar en el bolsillo de su pantalón y se colocó las zapatillas para salir a comprar más cigarros. Achicó sus hombros cuando se alejó del calor de su hogar y se enfrentó al clima del exterior; ni siquiera hacía frío, pero había estado durmiendo con ropa y eso le había dejado escalofríos por todo el cuerpo. Caminó con desgano unas cuantas cuadras llegando hasta el pequeño local de una calle un tanto desolada. Pagó por tres cajas de cigarrillos y volvió en sus pasos con la cabeza gacha y el humo exhalándose por su nariz.

Mientras caminaba distraído, su hombro chocó con algo duro y soltó una maldición cuando uno de sus paquetes rodó a la acera. La mano que tomó sus cigarrillos de vuelta y los extendió hacia él las conocía como las suyas propias y no pudo haber tenido otra sensación más que de espanto.

Los ojos de Seung lo miraban tan directo a los suyos que el habla se le quedó atorada en su garganta y el alma huyó de su cuerpo, temerosa de su presencia. No acercó ni un dedo hacia los cigarrillos que se sostenían sobre la mano de ese tipo; dio un giro tan rápido que se mareó y casi cae de rodillas, pero siguió caminando intentando alejarse lo más rápido de su vista.

—¡Suga! —escuchó ser llamado, y el sudor comenzó a molestarle en el rostro. Su cuerpo se quedó congelado y osó voltear la mirada con pupilas temblorosas, encontrándose nuevamente con esa expresión que era incapaz de soportar—. Tanto tiempo... —musitó, esbozando una sonrisa.

—Qué mierda quieres —espetó, tratando de sonar calmado, pero maldijo para sus adentros cuando su voz tembló.

—No hay necesidad de que maldigas —dijo, acomodándose el cabello. Yoongi se detuvo a mirar el cambio en él; sus brazos se veían más grandes, como también sus piernas. Claramente se había estado ejercitando—. No te vengo a acosar. Ha sido una coincidencia que nos encontráramos.

—Coincidencia o no, me importa un carajo —declaró. Volvió a girarse y su intención fue no volver a mirar atrás, pero su brazo fue tomado con una firmeza de la cual no pudo zafarse.

—No quiero problemas, de verdad, Suga. Si pudiéramos hablar... —hizo una pausa, pensativo—, ¿quizá podríamos terminar todo lo que hace un año quedó en la nada? No te estoy pidiendo que vuelvas conmigo. Sé que no lo harás. Sólo quiero que demos por terminada esa etapa.

Yoongi soltó una risa incrédula y negó con la cabeza.

—Esa "etapa" terminó cuando tú mandaste todo a la jodida mierda. Suéltame, Seung.

El más alto suspiró, pero ni siquiera movió sus manos sobre el brazo pálido de Yoongi.

—No sé si recuerdas, pero habías dejado una chaqueta en mi casa. Esa te la regaló tu hermano, ¿no es así? ¿No era que la apreciabas mucho? —inquirió. Yoongi achicó los ojos y arrugó sus labios. Recordaba claramente que la había olvidado allí y el por qué necesitaba de esa chaqueta con tanto empeño. Su hermano la había usado durante la mayor parte de su vida y luego se la regaló a él, un día antes de irse a vivir a los Estados Unidos—. No sé qué hacer con ella. ¿Puedes llevártela de una vez? Y juro no molestarte más.

Esta vez, Seung soltó su agarre y Yoongi retrocedió un paso. Sin embargo, sus pies no lo llevaron más lejos. No quería ni siquiera mirarlo al rostro, por lo tanto, se quedó viendo la punta sucia de sus zapatillas y apretó los puños. No se daba cuenta cuánto estaba temblando, ni cómo los latidos de su corazón gritaban por ayuda. Levantó la cabeza y tragó en seco, carraspeando con la garganta.

—No creas que entraré a tu departamento. Me quedaré afuera hasta que traigas mi chaqueta.

...

Frente a una puerta blanca y vieja, su cabeza se empapaba por la lluvia que caía sobre ella y sus manos eran incapaces de quedarse quietas. Oía ruidos al otro lado de la pared y los nervios parecían estar devorándose su estómago.

No le gustaba estar allí. Quería irse rápido. Quería volver pronto a su casa y ver a Jimin y abrazarlo. Detestaba estar a pocos metros de Seung porque los recuerdos ya no eran memorias de un pasado, se hacían tan presentes y vivas que le daba un miedo escalofriante.

La puerta se abrió, pero Seung no salió a entregarle la chaqueta como lo esperaba, sino que abrió su puerta para dejarlo pasar.

—Está lloviendo a cántaros y vas a enfermarte —mencionó Seung—. Mientras busco tu chaqueta, métete adentro y espera en la sala.

Yoongi maldijo para sus adentros. Miró una sola vez hacia atrás, apenas pudiendo ver por la lluvia furiosa que caía en la ciudad. Sólo será un momento y luego te irás, se prometió a sí mismo. Entró con la cabeza gacha y sintió una toalla blanca caer sobre su cabeza. Se quitó el agua del cabello y se mordió el labio porque aquella toalla tenía el olor típico a Seung y le dio náuseas.

El departamento estaba como siempre; con pocas luces, olor a comida chatarra y desorden por doquier. El ruido de una televisión vieja sonaba en todo el lugar y lo ponía más nervioso. Vio a Seung caminar hacia su habitación y señalar hacia la mesa.

—Ahí hay agua por si tienes sed. Siéntate y espera.

Y luego desapareció detrás de otra puerta. Yoongi se agarró la cabeza, caminó de acá para allá y se sacudió el cuello de la camiseta para tirarse aire. ¿Por qué demonios estaba allí? ¿Por una maldita chaqueta? Caminó hasta la mesa y se tomó un vaso entero de agua sin respirar. Se sentó en la silla y ocultó su rostro entre sus manos, perdiendo la paciencia y, también, la cordura. Quería salir corriendo de allí lo más pronto posible. ¿Por qué se tardaba tanto?

—Me iré a la mierda si no... —Yoongi interrumpió su propio hablar cuando la televisión mostró la imagen de Young-mi. Se le helaron las extremidades y sintió un sabor agrio llenar su boca.

—"Después de una larga búsqueda de un año, lamentablemente, el cuerpo de Young-mi fue encontrado al sur de la ciudad de Seúl. Las grandes lluvias e inundaciones provocaron un removimiento en las tierras cercanas al Río Han y desterraron los restos de la muchacha. El cuerpo fue encontrado por un camionero que viajaba en las cercanías y de casualidad frenó en el lugar" —la noticia continuó.

Yoongi quería vomitar. Su celular vibró un segundo en el bolsillo, pero ni siquiera le prestó atención. Sus ojos estaban abiertos de par en par, el pulso se le aceleraba. Truenos sonaban fuera del departamento. Había demasiado silencio como para estar en medio de una tormenta. Los rayos se sentían tan irreales que por un momento creyó estar soñando.

En la televisión, un hombre era entrevistado y su expresión no era sino una de horror puro.

—"Usualmente me bajo del camión para almorzar y disfrutar del aire. Escuché algunos perros pelear debajo de la banquina y me acerqué para separarlos" —contó el hombre—. "Y allí estaba, un cuerpo humano. Jamás estuve tan aterrorizado en mi vida."

La televisión siguió hablando, pero Yoongi ya no estaba oyendo nada. Ni los truenos, ni su propia respiración, ni la voz de Seung frente a él. Se tocó las manos sobre la mesa y levantó la mirada despacio, pestañeando lentamente, casi como si tuviese que hacer fuerza para que sus párpados cayeran.

—La...nco...n...orir... —dijo Seung.

¿Qué?

¿Por qué de repente se estaba moviendo tan lento? Yoongi achicó sus ojos y relamió la sequedad de sus labios. Estaba completamente helado, pero no temblaba. Veía a su alrededor como si nada existiera. Nada parecía real. Todo se movía y daba vueltas, y vueltas, y vueltas, y vueltas... ¿Dónde se encontraba? Yoongi no conocía ese lugar. Tenía miedo, pero ya no podía moverse. Le dolía la garganta y el pecho, como una fuerza estuviera presionando su cuerpo y no lo dejara respirar.

—...¿Qué hago aquí? —se preguntó en voz alta, frunciendo el ceño. Intentó pararse, pero casi cae al suelo, de no ser porque Seung sostuvo su cuerpo con ambos brazos.

—Tranquilo, muchacho. ¿Te sientes mareado? —le preguntó. Yoongi no entendió ni una palabra de lo que pronunció. Sólo escuchaba ruidos sordos, ruidos inexistentes. Sus manos hicieron un intento inútil de separarse del cuerpo de Seung y al final terminaron colgando en el aire, agotadas.

—Me duele respirar —susurró. Seung apenas pudo oír su voz áspera y corroída.

—No te preocupes, el efecto se pasará pronto. Te prepararé un baño para que te sientas mejor.

Yoongi negó, pero ya no tenía fuerzas para decir una palabra más. Fue arrastrado por Seung hasta el baño y allí fue obligado a sentarse en la tapa del retrete.

—No puedo creer que la encontraran después de tanto tiempo —hablaba Seung, quitándole la camiseta al otro—. ¿Cómo se dieron cuenta de que era ella tan rápido? Debe ser una maldita broma. Hijos de puta. Pero, estoy seguro de que no me van a encontrar. ¿Tú qué crees, mi amor?

Yoongi tenía los ojos pegados al suelo, casi desvanecidos. Recibió una bofetada del contrario y soltó un grito ahogado.

—Responde, imbécil.

—No... no sé —musitó Yoongi, mirando hacia todos lados. Sus ojos vagaron por el cuarto de baño y luego se centraron en el rostro de Seung, quien seguía quitándole la ropa hasta dejarlo completamente desnudo—. Quiero vomitar.

—Lo harás luego —soltó en tono desinteresado, mirando toda la extensión del cuerpo del más pálido. Tocó su torso y sus piernas, pero Yoongi ni siquiera se inmutó un pelo—. Sigues siendo hermoso como siempre, Suga.

Se acercó a su rostro y plantó un beso en su mejilla. El otro arrugó su cara y tuvo ganas de gritar y llorar. Sin embargo, se mantuvo quieto porque ningún movimiento le salía. Estaba inconsciente en la consciencia; no sabía con exactitud dónde estaba, ni por qué el mundo a su alrededor giraba y tenía tantos colores que jamás había visto.

Seung levantó el peso de Yoongi y lo llevó hasta la tina llena de agua tibia. Lo echó con cuidado sobre ella, acariciándole la cabellera una vez Yoongi quedó recostado sobre el mármol de la tina.

—De verdad te extrañé mucho. No sabes lo mucho que quería abrazarte, besarte, hacerte el amor. Estoy seguro de que tú también me has extrañado —dijo con voz suave, acariciando los hombros, bajando por su torso y llegando hasta su abdomen—. Esperé mucho a recuperarme del accidente, me hice más fuerte, más capaz de tenerte. Y ahora estamos aquí, juntos otra vez.

Seung miró hacia atrás repentinamente, asustado, como si hubiese escuchado algo detrás de la puerta. Se tocó el cabello con nerviosismo y se aclaró la garganta.

Aproximó sus labios hacia los de Yoongi y los besó despacio, saboreando su boca con detenimiento. Cuando se separó, le sonrió y le preguntó:

—¿Me amas, Suga?

Yoongi lo miró unos segundos. No reaccionaba a lo que realmente estaba sucediendo, tampoco había sentido esos labios sobre los suyos.

—Tú no eres Jimin —dijo seguro.

Qué respuesta más desatinada para un momento como aquel.

Fue como un golpe instantáneo que lo hizo reventar en ira incontrolable. Seung pegó un grito y abofeteó otra vez a Yoongi, esta vez, partiendo su labio y haciendo que éste sangrara.

—¡No lo menciones, no lo hagas! —bramó, sacudiéndolo por los hombros. Sus manos viajaron hasta su cuello y apretaron su débil garganta, haciéndolo saltar en el agua—. No tienes permitido nombrar a Park Jimin. No quiero escucharte, ¡no quiero escucharte decir su nombre!

—Tú... no... eres... Jimin —logró pronunciar, nuevamente, entre la falta de respiración. Sentía que se le partía el cuello por la presión ejercida por esas manos y la sangre se le estaba subiendo a la cabeza. La respiración se le escapaba como si nunca hubiese sido merecedor de ella.

—¡¡¡Basta!!! —gritó Seung. Enfurecido y envuelto en la demencia, tiró la cabeza de Yoongi hacia abajo y lo encerró en la presión del agua, mientras seguía ahorcando y dejando marcas en su cuello.

Frío. Sintió mucho frío. Estaba perdiendo la sensibilidad en su cuello y en sus extremidades. Sus ojos corrían rápidamente por el agua y se desesperaban por encontrar una luz que lo sacaran de allí. El agua se metía por su garganta, por su nariz, por todos lados. Intentaba gritar, intentaba sacudirse, pero aquellos brazos presionándolo hasta el fondo no lo dejaban moverse.

¿Me estoy muriendo? ¿Me estoy muriendo? Me estoy muriendo.

Su mente se estaba alejando de la consciencia y ya no podía ver. Estaba todo tan oscuro que le recordó a su miedo irracional a la oscuridad en su infancia. Y de su infancia, por su cabeza pasaron un millón y una de melodías que se juntaron todas en una sola, haciendo un ruido imparable y enloquecedor. Y de esas melodías, su cabeza se llenó de imágenes de sus propios dedos tocando el instrumento que más amó y odió en su vida.

Y aquella música, la escuchó ser cantada por el amor de su vida. Y se estaba muriendo.

Me estoy muriendo y no me alcanzó la vida para agradecerle por todo a mi ángel.

Luego, ya no pasó nada por su cabeza. Fue completa oscuridad. Sombras que tomaron su mente y se saciaron de su vida hasta que se agobiaron.

Yoongi no quería morirse allí, en la tina de un demente, siendo asesinado brutalmente. Yoongi quería morirse de viejo, durmiendo en su cama, después de haber escuchado la última melodía más preciosa de su existencia, expresada desde los labios del ángel más etéreo que había iluminado su vida y su galaxia entera. No quería que su último recuerdo fuera entre lágrimas de tristeza y desamparo, sino quería ensimismarse y seguir enamorándose del alma de Park Jimin hasta el último segundo. Quería ver otra vez a sus amigos y carcajearse hasta que el estómago suplicara que se detuviera.

Yoongi quería morir rodeado de las personas que amaba, no de la persona que había roto su vida.

Y cuando creyó que ya no había manera de sobrevivir, el cuerpo se le levantó solo y el agua ya no estaba obstruyendo su vida. Abrió la boca y buscó a bocanadas el oxígeno, desesperado. Tosió y tosió, se retorció y soltó espasmos que tensaron todos sus músculos. Escupía el agua por la boca y la nariz, y suplicaba en su interior que el pánico lo dejara volver a respirar.

—Oh... Oh, por Dios, ¡juro que no fue mi intención! —decía Seung, soltándolo de golpe y echándose hacia atrás—. No te mataría, juro que no lo haría. Eres el amor de mi vida. Juro que no te mataría... No sé qué... No sé qué me ha pasado. Lo siento tanto.

Yoongi tembló y siguió tosiendo, anonadado entre la falta de respiración y el dolor inmenso en su cuello.

Seung se puso de pie y se apartó un paso hacia atrás. Caminó hasta la ropa de Yoongi y sacó su celular del bolsillo. Y, allí, notó el collar de Young-mi guardado en el pantalón del otro. Lo miró de reojo y volvió a dejarlo allí, restándole importancia.

—Iré a tu casa y traeré tus cosas hacia aquí. Vivirás conmigo de ahora en adelante y te cuidaré. Prometo no dañarte más, Min Yoongi.

Seung salió del baño y Yoongi escuchó la puerta de entrada del departamento ser cerrada con llave. Trató salir de la bañera y cayó de cara al suelo, temblando constantemente y aún con la respiración débil dañando su garganta. Se arrastró con los brazos hasta su ropa y buscó lo que ese hombre se había llevado. Intentó gritar, pero tenía tan rota la piel de su cuello que cualquier movimiento le ardía en todo su ser.

Salió del baño arrastrándose por el suelo y, con la ayuda de los muebles, logró ponerse de pie temblorosamente, buscando una escapatoria en algún lugar. La puerta estaba cerrada, por lo que ahora su objetivo eran las ventanas. Y el departamento se encontraba en un segundo piso.

Caminó tambaleándose hasta la ventana de la cocina y se apoyó en ella, intentando abrirla con la poca fuerza en sus brazos. La traba tenía llave también, pero en la desesperación, le dio un puño al vidrio y éste estalló en un millón de trizas. La sangre chorreó desde su mano hasta el suelo, pero no le importó. Se asomó por la ventana y la altura le provocó ganas de vomitar. Incluso así, no había otra forma.

Y antes de quedarse encerrado hasta que Seung volviera, prefería morir en un intento de salvarse. 

HE VUELTO EN FORMA DE FICHAS (?) LOS EXTRAÑÉ, EXTRAÑABA ESCRIBIR AAHH

Al fin me libré del estudio (por ahora, porque igual tengo que seguir haciendo trabajos prácticos JÁ) y me centré en terminar este capítulo. Les cuento que aprobé uno de los dos parciales que tuve y estoy FELIZ ahre ni les interesa, pero les cuento igual porque sí(? gg asdkskj 

Muchas gracias por leer: a los nuevos, a los que están desde el principio, a los que comentan, a los que dejan votos y a los que simplemente leyeron hasta acá. Perdón por hacerlos sufrir :^) 

Espero que les esté gustando y les guste hasta el final. Y ya, me callo porque siempre hablo mucho(?

BYE, LOS AMO. Nos leemos en el próximo capítulo <3 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro