은하수 - Vía Láctea
(...) Veo sin ojos, grito en vano
sueño morir y ayuda imploro
a mí me odio y a otros después amo.
Me alimenta el dolor y llorando reí
La muerte y la vida al fin deploro
En este estado estoy, amor, por ti. —Francisco Petrarca.
[is not love] — no es amor.
Y allí estaba ella, hablando con la cabeza gacha. Las manos se le movían nerviosas sobre la mesa y removía y volvía a colocar sus anillos en aquellos huesudos dedos. Las ojeras le habían robado los pómulos, las líneas de su cara estaban más prominentes.
Yoongi no le había dedicado una palabra a su madre desde que había pisado el suelo de su casa. Estaba más centrado en lo que Jimin hacía del otro lado de la habitación que en ella. La mujer había ido allí temprano, cuando el sol afuera se encontraba en el lugar más alto del cielo.
—Tu hermano me contó sobre lo que pasó. Dice que lo llamaste un día como... como llorando. ¿Es cierto? —Su madre apretó sus labios y siguió mirando esa mancha que había sobre la mesa—. Mira, Yoongi... He venido para arreglar las cosas. De verdad siento mucho todo lo que has pasado. Fui a ver a Jin y le dejé un ramo de flores, para darle ánimos.
Un maldito ramo de flores no va a despertarlo, pensó Yoongi. No se le cruzó por la cabeza abrir la boca y expresarlo en voz alta. Siguió observándola con la más pura frialdad, escuchando cada cosa que tenía que decir.
—Pues —continuó su madre—, tu padre está trabajando ahora mismo, así que... así que no ha sido capaz de venir a visitarte. —Hizo una pausa, como si las palabras conocidas se le estuviesen acabando en la cabeza—. ¿No vas a hablarme? Desde que llegué no has dicho ni una palabra. Bueno, si no vas a hablar, seguiré diciendo lo que vine a decir: perdón. Perdón, hijo mío, por todo el daño que te he causado. Ha sido un año muy duro para mí, ¿sabes? Sin verte, sin saber de ti, sin nada. No tenía a mis hijos a mi lado y eso me pegó fuerte aquí —dijo, señalando su pecho—. Te extrañé muchísimo. Tu hermano no quiere volver de Estados Unidos y también lo extraño.
—Déjalo, allí está feliz —respondió Yoongi, ronco.
Su madre dejó su mandíbula temblar y echó hacia atrás un rulo que caía por el costado de su oreja.
—¿Te gustaría ir a casa uno de estos días y...?
—No.
Ella abrió la boca, un tanto destartalada por la voz tan dura de su hijo. Se removió en el lugar, volvió a tocar su cabello y tragó saliva.
—Mira, Yoongi, somos familia. Nosotros deberíamos-
—No me interesa —espetó, apretando la mandíbula—. No me interesa nada de ti, ni de tu esposo, ni de nadie. ¿Terminaste, tienes algo más que decir? ¿O te olvidaste de alguna parte que estudiaste de memoria y ya no puedes continuar?
Estaba anonadada. Cada palabra salida desde el interior del joven frente a ella, tan roto física como mentalmente, estaba ahogada en odio. La garganta se le llenó de angustia y sorbió por su nariz, enarcando las cejas.
—Por favor, soy tu madre —musitó.
—No te importó eso cuando me diste la espalda.
—Ya no es así, cariño —indicó, negando con la cabeza—. Vine todo el camino hasta aquí y...
—Oh, ¿entonces quieres que piense "pobre mujer, ha tenido que esforzarse mucho para visitar a su hijo, el enfermo mental"? Siempre quieres que piense eso de ti, ¿no es así? —Yoongi observó a su madre, achicando sus ojos con desdén—. Quieres que piense que eres la que más sufre en cualquier situación, que eres tú la que se ha esforzado por todo y se ha arrastrado en la tierra para seguir adelante. ¿Eso es lo que intentas decirme?
—Yoongi, por Dios, ¿cómo puedes decirme eso?
Yoongi tenía la garganta seca y las manos heladas, incluso cuando su cuerpo estaba hirviendo. Sus ojos no se apartaban de la mujer que le había dado y quitado la vida, ni siquiera un segundo de duda atravesó su mente cuando las palabras se escabullían por su boca.
—Estás pensando que yo, el hijo al que echaste de tu casa con insultos y deseos de muerte, debo verte con ojos admirados y decirte que eres una gran mujer por esforzar tu flojo trasero a moverse del maldito sillón para visitar a tu hijo después de no verlo por más de un año, ¿cierto? Pues felicitaciones, eres una increíble mujer. Y una increíble madre, también, porque estoy seguro de que no hay otra madre que haga las despreciables cosas que tú haces.
En ese momento, su madre estaba tan impactada que no hubo lágrimas que se atrevieran a saltar por sus ojos. Se echó hacia atrás en la silla con todo su cuerpo temblando de temor ante las palabras del contrario. Ciertamente, el habla se le había aturdido en medio de su garganta y las pupilas le tiritaron, sin ser capaces de encontrar una pizca de compasión en los ojos de Yoongi.
—Si... si eso es lo que crees, Yoongi, entonces no hay nada que pueda hacer. Sé ahora que no existe el perdón en tu corazón, pero espero que puedas sanar esa pesadez que tienes ahí en tu pecho. —Se puso de pie, se acomodó el cabello y se tocó las manos, suspirando—. Aunque a mí no me perdones, debes asegurarte de que tu corazón no muera de odio, o te perderás a ti mismo.
Sus pasos la llevaron de vuelta hacia la salida. No volteó a ver a su hijo una última vez, sino que cruzó la puerta y la cerró detrás de sí sin decir ni una palabra más.
Yoongi permaneció un rato sentado con la punta de su pie golpeando frenéticamente el suelo. Se tomó el rostro y reprimió un grito de coraje que intentaba lastimar su garganta. Se levantó y caminó alrededor de la sala, esperando a que sus nervios bajaran y el aire entrara tranquilo a sus pulmones. Sentía el estómago pesado. El sudor en sus manos era helado y no se secaban aunque pasara rápido sus palmas sobre la tela de su pantalón.
Esperó sentirse bien después de soltar toda aquella rabia que había estado conteniendo durante tanto tiempo. Creyó que arrancarse esas palabras de la boca podría cesar la molestia inmarcesible en su pecho y su mente. Lo que resultó de esa explosión de sentimientos acabó por romperlo un poco más.
Jimin atravesó el umbral de la otra puerta y se mantuvo ahí, mirando con preocupación los ojos de Yoongi.
—¿Crees que eso estuvo bien? —le preguntó Jimin, con cautela en su voz.
Yoongi se miró las manos y se formó una mueca triste en sus labios.
—No —dijo.
Pero, ¿qué más podía hacer? Para alguien que no aceptaba ni siquiera a su hijo, no había posibilidades para el perdón.
...
Larga fue la noche en la que la tormenta gritó sobre los cielos y azotaron la ciudad con lluvia. Aquella noche, en la que Yoongi no pudo cerrar sus ojos por las miles de pesadillas que atacaban su mente. Esas horas, en las que procuraba no despertar a Jimin, se ahogó de tanto humo que ni siquiera un baño podía quitarle el aroma a cigarrillo impregnado en su piel.
Se preguntó por qué todos los días los cielos se veían tan angustiados. Parecía como si ellos mismos se acongojaran para acompañar su infortunio. Lloraban por él, porque él ya no podía derramar una lágrima desde hacía un tiempo. Lo único que lo saciaba de la desesperación era el cigarro en sus dedos y el humo haciéndose paso hacia sus pulmones. Poco le importaba su salud; su mente necesitaba de ese aire tóxico para seguir en pie.
Para su sorpresa, ya ni siquiera Jimin era suficiente para consolarlo. Ni su voz, ni sus colores, ni sus besos, ni su piel. Estar a su lado no le provocaba lo mismo que un tiempo atrás. Estar en su presencia lo ponía enfermo. Y no es que su corazón había olvidado tanto pasado, era todo lo contrario. No existía forma de que su alma olvidara todo el afecto que tenía por aquellos irises de otoño; no había manera de que algo tan puro como lo era su existencia fuera despojada de su pecho. Ahí yacía el problema. Era tan grande el sentimiento que lo necesitaba lejos de él.
¿Pero qué podía hacer ya? Si hasta había momentos en los que no soportaba que lo tocara y no podía dejar que el otro se diera cuenta, porque sabía que aquello le partiría el corazón. La cosa era que, aunque trató de ocultarlo, Jimin se dio cuenta de ello.
Hubo un día en el cual se vio ausente de cariño. Jimin no lo buscó para juntar sus labios, ni para abrazarse y sostenerse el uno al otro. A Yoongi no le dolió, sintió un extraño alivio en todo su cuerpo que detestó. Incluso, ese día, deseó con todas sus fuerzas que por alguna razón el amor de Jimin se disolviera en el aire y desapareciera de allí. Por favor, deja de amarme, suplicaba para sus adentros, mientras que su corazón inevitablemente seguía enamorándose de esos ojos brillantes de luna.
Eso no pasaba, a pesar de desearlo con todas sus fuerzas. Aunque a veces le lanzara miradas que podían destrozar a un muerto o se abstenía de dedicarle palabras, el amor que Jimin le tenía a Yoongi no desaparecía ni en un millón de años.
—¿Sabes que te amo mucho? —le preguntaba Jimin, posando sus frentes juntas. Siempre hacía aquello, siempre le hacía saber que su amor no se había ido; ni cuando el menor estaba molesto o irritado. Se aseguraba de que Yoongi sintiera en su pecho que, a pesar de todo, él estaba ahí. Y Yoongi no podía hacer más que derretirse bajo sus palabras y asentir, sintiéndose culpable por querer que se alejara y a la vez triste porque sus deseos de salvarlo no se cumplían.
Cuando hacían el amor, Yoongi lloraba por dentro. Lloraba con lágrimas invisibles y se acongojaba de tanto dolor. No quería hacerlo, pero cuando su amante se aproximaba tanto, le era imposible apartarlo. Mientras sus labios se unían y sus cuerpos se acariciaban, Yoongi se preguntaba si su propia mente, de tan insana, se alegraría algún día de que Jimin se quedara con él. Esperaba que su alma no fuera tan cruel y egoísta.
Por eso mismo se ahogaba en humo; porque le nublaba la voz, la vista, los pensamientos. El humo oscurecía aquellos deseos que a veces se inmiscuían cuando tenía la oportunidad de ver al otro dormir o estar distraído, de los cuales se culpaba y se maldecía. No quería desear que Jimin se quedara ni un segundo más. No quería desear que ese ángel se intoxicara junto a él. Estaba cansado de amarlo tanto, si es que la palabra amarlo fuera suficiente.
...
—¿Crees que me golpeará cuando me vea?
Jimin negó con la cabeza, acompañando a Yoongi por el pasillo del hospital.
—Claro que no, Namjoon no haría eso. En este mes que ha pasado, él se ha vuelto un poco más...—Jimin se quedó en silencio un momento, para remarcar su mueca descontenta— quieto —finalizó.
—Apuesto a que querrá asesinarme —aseguró Yoongi.
Sus pies los arrastraron hacia la habitación donde se encontraba Seokjin. El único que yacía sentado allí era Namjoon, quien estaba acompañado por Jungkook. El menor de todos abrió sus ojos como platos cuando vio la silueta inusual de Yoongi aparecer por la puerta.
Yoongi dio un par de pasos dentro y se quedó en mitad del cuarto, contemplando la tristeza personificada sentada junto a su amigo de toda la vida. Los pómulos de Namjoon estaban marcados y sus manos se veían mucho más delgadas. Debajo de toda esa ropa, Yoongi estaba seguro de que los huesos podían notarse. Y a su lado, el hombre que tenía a todos en la eterna espera. El cabello le había crecido un poco más, aunque sus pestañas estaban igual de largas que siempre.
Tantos días habían pasado que Yoongi a veces fingía olvidarse de que Seokjin estaba en coma y se convencía de que sólo tenía demasiado trabajo para verlo. La verdad siempre dolía cuando lo chocaba de repente.
Atrevió a aproximarse a la camilla, colocándose al final de ésta, sin querer acercarse mucho a Namjoon.
—¿Por qué estás aquí? —cuestionó Namjoon, sin levantar la mirada. Yoongi tragó saliva y se aclaró la garganta antes de hablar.
—Creí que ya era tiempo de volver. —Sus manos tocaron la barandilla al final de la cama y sus ojos cayeron hacia el rostro dormido de Seokjin—. Siento no haber venido antes.
—De todas formas, nadie te necesita aquí.
—Namjoon hyung —habló Jungkook, pero Jimin lo detuvo con un gesto de su mano.
Yoongi respiró hondo, intentando que aquello no le doliera tanto.
—Lo sé. No vine porque me necesitaran. Vine porque quería ver a Seokjin —dijo. Cuando Namjoon se giró a mirarlo directamente a los ojos, la piel se le erizó al instante.
—Por supuesto que viniste porque querías —soltó, casi escupiendo las palabras con rabia—. Siempre haces las cosas pensando en ti. Nunca piensas en los demás, actúas como un maldito niño, Yoongi. Jamás pensaste en que tus acciones podrían afectar a los demás porque eres un bastardo egoísta que sólo piensa en sí mismo. Pues aquí —dijo, señalando a Seokjin— tienes las consecuencias de tu ignorancia.
Jimin dio un paso hacia adelante con el ceño fruncido.
—No le eches la culpa a Yoongi —espetó—. ¿Crees que él quiso que todo saliera de esta forma?
—¡No es cuestión de querer, sino usar la maldita cabeza antes de actuar!
—Estamos en el hospital, Namjoon, no empieces a-
Namjoon cortó las palabras de Yoongi cuando se puso de pie de repente.
—No —masculló, tensando la mandíbula—. No me vengas a decir qué tengo que hacer cuando me la he pasado todos los días sentado junto a Seokjin mientras tú te encerrabas en tu mierda de habitación porque no quieres enfrentar la jodida realidad.—Hizo una pausa, observando con desdén al hombre frente a él—. Lárgate de aquí, infeliz, y no vuelvas.
—No estoy aquí por ti, ¡estoy aquí por Seokjin! —mencionó Yoongi, perdiendo la calma. Namjoon apretó los dientes y sus pasos intentaron acercarse a Yoongi, pero Jimin se detuvo en medio.
—¡Basta! Detengan toda esta estupidez, ¡por favor! —pidió, colocando una mano frente a Namjoon para que no intentara aproximarse.
Namjoon señaló a Yoongi mientras miraba a Jimin y, con toda la ira del mundo en su voz, pronunció:
—Dile que se largue o lo mataré aquí mismo.
A Yoongi se le habían acabado las palabras, tanto como las lágrimas. Ahora sólo guardaba rencor en su garganta y se abstuvo de arrancarlo de allí. En cambio, apretó sus puños ocultando toda su impotencia ahí y dio dos pasos hacia atrás.
—No necesito que nadie me diga nada. —Yoongi bajó la mirada y, casi susurrando, continuó—: Disculpa, Namjoon. No volveré más por aquí.
Yoongi salió en completo silencio de la habitación. Nadie detuvo su andar, ni siguió sus pasos.
Incluso si sabía que cuando pisara un pie en la sala Namjoon lo trataría con desdén, dolía enfrentar la realidad cuando aquel hombre había sido su amigo por tantos años. Tanto desprecio en su voz había causado más daño del que podría haber imaginado. Ardía en su pecho y hacían eco las palabras dichas. Dolía aún más saber que tanto odio no era irracional, sino lo más justo para una persona como él. Su lamento se agrandaba cuando se dio cuenta de que no podía volver a acercarse a Seokjin. Lo único que le quedaba eran las súplicas al cielo que podía hacer en la soledad de su cuarto.
Salió del hospital y se metió al coche de Jimin en el asiento de atrás. Posó su cabeza en el borde de éste y cerró sus ojos todo el tiempo en el que se encontró solo en aquel auto. Había mucho silencio fuera. Los vientos habían enmudecido hacía rato y no había gente que cruzara cercano al carro. Había tanto silencio que parecía haberse inundado en sordera.
¿Habrá un momento en el que sienta tanta paz que moriré por ella?; en ese momento en el que se encontraba solo con su locura, inmerso en el mar de angustias que lo abrazaban, pensó en que quería morir pronto. Pronto. Pronto. ¿Cuándo es pronto si no ahora?
Jimin irrumpió el silencio que lo estaba derritiendo al entrar al coche. El menor se sentó en el asiento de conductor y miró a través del espejo retrovisor el cuerpo tendido de Yoongi sobre el asiento trasero.
—He hablado con Namjoon. Le he aclarado cómo son las cosas.
—¿Y cómo son las cosas? —preguntó con voz ronca. Sus ojos seguían cerrados.
—Que no ha sido tu culpa que todo esto haya ocurrido.
Yoongi frunció el ceño y una sonrisa irónica se formó en sus labios, sin embargo, mantuvo el silencio ante aquello.
Si sigues mintiéndote a ti mismo, Jimin, terminarás igual que yo, pensó.
...
Las guerras en su mente no dormían ni cesaban. Estaba dolido de siquiera respirar. Tenía en la mente el constante color rojo de la sangre y la sensación de cargar el peso muerto de Seokjin hacia el hospital, tanto que solían dormirse sus brazos por el recuerdo. Jimin a veces no dormía por días, pero fingía hacerlo. Allí es cuando se daba cuenta de que Yoongi tampoco pegaba un ojo en las noches y se la pasaba fumando cuatro o cinco cigarrillos por la madrugada. Se aseguraba de que, cuando volviera a la cama, fuera sostenido por sus brazos y entrara en calidez con su pecho.
Ambos estaban tan rotos que cada abrazo, cada beso, era una inevitable grieta más.
Jimin se descargaba pintando decenas y decenas de cuadros. Había momentos en los que terminaba dos pinturas en un día, pero también estaban esos días en los que no se atrevía a siquiera tocar un mísero pincel. Había vendido unas cuantas obras y se había conseguido a un fanático que adoraba comprar cada pintura que hacía. No era la gran cosa; no las vendía a altos precios, pero cosas así lograban serenarlo un poco y hacerle creer que al menos servía para plasmar colores en un lienzo.
Había notado que ya no recibía el mismo cariño de parte de Yoongi. Tan distante como si no se encontraran en la misma habitación, como si no estuviesen besándose justo en ese momento. A Yoongi se le había helado el corazón y con ello había convertido en piedra los toques que alguna vez fueron tan suaves como las nubes del cielo. Jimin no sabía dónde estaba la mirada de la que se había enamorado; quizá se encontraba muy dentro de esa capa que Yoongi había creado para protegerse a sí mismo, quizá había sido lanzada muy lejos para jamás regresar. De cualquier modo, no existía el segundo en que no añorara el tiempo en el que la felicidad no era una desconocida para ellos y que esa misma mirada era tan habitual como el sol saliendo cada mañana.
A veces a Jimin se le cruzaba en la cabeza de que Yoongi ya no sentía más amor por él. Esa distancia que se hacía cada vez más insoportable albergaba malas sensaciones en su pecho y creaba engaños en su cabeza. ¿A dónde iban tantos roces y besos, si ninguno de los dos sostenía ese recuerdo después de levantarse de la cama? Porque en aquel martirio, nadie mantenía en la piel la placidez del amor. Todo se transformaba en vagos momentos lejanos de la memoria y el alma, fríos como los días de invierno y secos como las mañanas de otoño.
Jimin creyó que al menos tendría todo bajo control mientras el tiempo se encargara de solucionar las cosas. Sin embargo, el tiempo era tan cruel con ellos que no hacía más que empeorar.
—¿Crees que podrías viajar a Estados Unidos para estar en una galería de arte?
La voz del otro lado de la llamada no era tan familiar, pero una que sí conocía. Aquel hombre, quien le proponía lo que en un tiempo podría haberlo hecho la persona más feliz del mundo, era quien solía comprar sus obras de vez en cuando.
—¿Estados... Unidos? —inquirió Jimin, pestañeando varias veces.
—¡Sí! He tenido la gran suerte de encontrar a alguien con tu capacidad para el arte. Sé que es una propuesta loca, pero piénsalo, Park. Es una oportunidad para que muestres tu magia al mundo.
La garganta se le había secado. ¿Por qué ahora?, se preguntaba. Recuerda cómo de pequeño veía en la televisión las grandes galerías de arte, o las fotos que solían postear en las redes sociales de aquellos magníficos cuadros colgados sobre los pasillos; aquellos que se llenaban de gente y eran vistos con ojos de admiración. Recuerda cómo siempre quiso mostrar su arte hacia las personas que realmente lo apreciaban. Lo que este hombre le estaba poniendo frente a él era su sueño más grande y él simplemente debía estirarse a alcanzarlo.
—Yo... —hizo una pausa al notar que su voz había temblado—. Yo no sé qué decir. Lo siento, estoy un poco...
—¿Shockeado, eh? Es normal. No es una propuesta que se oye todos los días —asintió el otro, detrás del celular—. No te preocupes. Como sabes, mi madre es la dueña de la galería y ella está muy entusiasmada por tener tus pinturas allí. Pero, como es debido, ella quiere darte alojamiento mientras permanezcas allá para trabajar contigo.
Jimin cerró fuerte los ojos y se hizo pequeño en el sofá, aun manteniendo con una mano temblorosa el teléfono contra su oreja.
—Es... una propuesta increíble, de verdad. Pero... no puedo. No puedo ir. Lo siento mucho, en serio.
Se había formado un nudo en su garganta y temía que si decía una palabra más, el llanto de frustración le cortaría el habla.
—Oh...—hubo un corto silencio—. Sé que puede serte difícil asimilarlo... Pero dejaré que lo pienses un poco más. Creo que al principio estás un tanto confundido. Park, llámame en cualquier momento si cambias de parecer.
Cuando se despidió y acabó la llamada, Jimin tendió su cuerpo en el sofá y sólo cerró sus ojos, tragándose ese nudo de impotencia en la garganta y tratando de mantener la compostura. Detrás de la pared se encontraba Yoongi y lo que menos quería es que él se enterara de aquello. Escondió la desesperanza detrás de una falsa sonrisa y tristes palabras de amor.
...
Jungkook había ido a visitarlo en una de esas tardes las cuales el sol raja la tierra y el calor azota devastador. Yoongi estaba frente al ventilador, recostado sobre dos sillas, y Jungkook leía una revista vieja que había encontrado en la pila de cosas que posaban sobre un mueble. Jimin había aprovechado la presencia del menor de todos para salir a visitar a Seokjin y cuidar de Namjoon, para de paso ir a la casa de Hoseok para ver en qué estado se encontraba.
—Le gusta ir a fijarse cómo están todos y ni siquiera se preocupa por sí mismo —comentó Yoongi en ausencia de su pareja. Jungkook levantó la mirada de la revista para prestarle toda su atención al otro—. Siempre hace lo mismo.
—Él es así. Pone a los demás por encima de su bienestar.
—A veces, esas acciones no son buenas.
—¿Por qué?
—Porque Jimin se está muriendo aquí encerrado —dijo Yoongi, negando despacio con la cabeza—. Él no es como yo. A él le gusta el aire libre, le gusta salir con amigos, le gusta llenarse la vida con gente y risas. Por mi culpa, ni siquiera sale a hacer las compras. Hemos estado comiendo comida de reparto hace semanas.
Jungkook se miró los pies y una mueca triste se formó en su boca.
—¿Por qué ya no sales afuera, Yoongi? —le preguntó, casi inseguro de hablar. Vio cómo la mirada del mayor cambió y desvió la mirada al instante.
Ni siquiera Yoongi sabía con certeza por qué se había encadenado a sí mismo dentro de esas cuatro paredes tan oscuras. Simplemente sabía que estando allí podía fingir que todo lo que estaba detrás de esa puerta no era real. Manejaba la realidad a su gusto y eso era lo único que mantenía su poca cordura. En la soledad de su habitación, era capaz de borrar tantas cosas de su mente que le hacía desear no salir jamás de allí.
—Creo que estoy mejor solo —respondió.
—Pero no estás solo —indicó Jungkook con el ceño fruncido—. Jimin está aquí contigo.
—Ojalá no fuera así. Ya no lo soporto.
La voz tan fría lo golpeó sorpresivamente. Jungkook abrió sus ojos aún más grandes cuando notó que Yoongi no estaba ni siquiera cerca de hacer una broma.
—Tú... ¿ya no lo amas?
Yoongi se quedó mirando la pared un momento, aguardando en silencio las palabras que querían salir por su garganta.
Si él lo amara, creía que todo sería más fácil. Si sólo lo amara, dejarlo ir no arrancaría parte de su ser y convivir con él no lo mataría por dentro. Si sólo fuera ese amor que las personas tanto conocen, Yoongi no dudaría ni un segundo en aferrarse a él y dejarse morir juntos. No era amor. Nunca fue amor.
—No lo amo, Jungkook. Lo que siento por él va más allá de eso —musitó, tocándose las manos lentamente—. Creo que no existe una palabra para definir lo que hay entre nosotros, tampoco me importa encontrar una. Simplemente siento lo que siento y eso es todo.
Si el amor pudiera personificarse, Jungkook pensó que sería Yoongi cuando hablaba sobre Jimin. El menor de ellos se rió para sus adentros por pensar que ya no existía tal cosa en el corazón de Yoongi. Existía tanto que era lo único que sobrevivía con el tiempo. Ni siquiera amor era, sino algo más puro e inefable que eso. Y como su voz anteriormente lo dijo, no había palabras unidas que fueran capaces de explicar lo etéreo de ese sentimiento ni lo sempiterno de aquella sensación. Ya el corazón y el alma no podían contener toda esa fuerza descomunal que yacía entre los dos amantes. Era el tiempo quien guardaba todo aquello. Era el tiempo quien los unía, los separaba y los volvía a juntar; el que mantenía aquellos sentimientos en el lugar que correspondía, no importaba cuándo, dónde o cómo. Tan infinito como el universo mismo, ellos simplemente existían allí, amando y un poco más.
HELLO, los extrañé <3
Como ya estoy de vacaciones, tendrán capítulos más seguidos y no voy a tardar mil años en actualizar JAJA Procuro terminar esta novela mientras esté libre de estudios, pero la verdad es que ni yo sé cuándo lo voy a hacer kjsdj
Espero que les esté gustando y muchísimas gracias por todo el apoyo que le están dando a la historia🌺 lxs amo huhu💕
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