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갤럭시 검은 눈 - Galaxia del Ojo Negro


Necesitábamos detenernos y respirar.

[to live] – para vivir.

No le entraba en la cabeza el por qué alguien lo amaría de tal manera.

No era especial, no tenía nada diferente a los demás. Incluso era peor que muchas personas, pero aun así, se sentía tan amado que no lo lastimaba.

Aquello pudo apreciarlo a través de sus mismos ojos pintados con la pasión de un hombre. Era incapaz de decir qué fue lo que sintió, incluso después de lograr cesar sus lágrimas. Sólo se limitó a agradecer con la cabeza gacha y la voz rota, porque sabía que si volvía a cruzar miradas con esa persona, el corazón le volvería a hacer estragos e inundaría sus ojos de nuevo.

Si tuviera que elegir el cumpleaños más memorable, sin duda diría el de sus veinticinco años. Ese día, Min Yoongi se sintió realmente amado como nunca antes.

Su llanto repentino había tomado a todos por sorpresa; incluso los asustó un poco. Jamás lo habían visto llorar de esa forma, ni menos se esperaban que una pintura lo descolocara así. Prefirieron esperar a que el sollozo se calmara para hablarle; no atosigarlo, ni hacerle mil y un preguntas.

Taehyung, después pasado el momento, había exclamado algo como "¡qué celos, yo también quería hacerlo llorar!", a lo que Namjoon le respondió "le regalaste un animal muerto y congelado". Fue un buen comentario para traer la calma al ambiente y hacerlos reír. No discutieron más sobre el tema porque lo creyeron innecesario.

Almorzaron en un restaurante que Yoongi eligió. Se reventaron el estómago de comida y gastaron todo el dinero que tenía Seokjin en los bolsillos. Jungkook, Taehyung y Hoseok fueron regañados por los dueños del restaurante por estar cantando y bailando en mitad del almuerzo. El resto fingió no conocerlos y se ahogaron en sus propias carcajadas.

Estuvieron tranquilos durante el día, fueron a la montaña; Yoongi sacó trescientas fotos del paisaje, donde en la mitad posaba Jimin haciéndose el interesante. Fueron hacia un parque de diversiones y estuvieron al menos diez minutos riéndose del grito que había dado Hoseok al estar dentro de la Casa del Terror. Entre la oscuridad del lugar y el miedo fingido, Jimin se había apegado a Yoongi envolviendo su brazo con el suyo y entrelazando las manos. Antes de salir de esos pasillos llenos de gritos asustadizos, Jimin dejó un beso en la mejilla del mayor y salió corriendo con el resto.

Mientras el sol se ocultaba tras los edificios, ellos jugaban en un aparcamiento con un skate que había llevado Taehyung para pasar al rato. Seokjin y Namjoon se habían quedado a lo lejos, sentados en el suelo mientras miraban a los otros divertirse.

Yoongi ni siquiera recordaba cómo es que se usaba la patineta. Entre carcajadas, casi se cae más de tres veces y fue el centro de las burlas de sus cuatro amigos menores. Aquello no le molestó, hasta se rió de sí mismo al punto de dolerle el estómago.

Cuando cayó la noche, los siete volvieron a la cabaña y realizaron una comida que colmó la mesa de platos y ollas. Charlaron hasta que se les secaron las gargantas, se rieron hasta que las lágrimas salían por el rabillo de sus ojos. Jugaron juegos con premios y castigos, bebidas y bocadillos. Quien perdía, debía teñirse el cabello. Por supuesto, eligieron un juego en el que sabían que Yoongi perdería.

Su grito de horror al perder todas las partidas fue motivo de más carcajadas. Escribieron colores en papelitos arrugados y él debía sacar uno sin ver. De entre nueve colores, sacó el que más lo alivió: gris.

Se hubiese hasta esperado que pusieran un color menta, y agradeció a quien fuera que haya escrito un color tan simple como lo era el gris.

"¡Parecerás más anciano de lo que ya eres!", había dicho Hoseok entre risas.

No obstante, no fue el único que recibió castigo. Quizá fue el karma que se puso del lado de Yoongi, porque de tanto que Jimin se burló, acabó perdiendo de igual manera.

Al final, Jimin eligió el papel que decía "rosa". Las carcajadas fueron aún más fuertes.

"¡No quiero, no quiero!", fueron sus gritos mientras Taehyung lo sostenía por los brazos. Yoongi no paraba de reír mientras ambos eran obligados a teñirse.

Fueron Jungkook y Taehyung quienes se atrevieron a salir al frío de la noche para comprar las cosas necesarias y, después de unas horas del trabajo casi profesional de Seokjin, sus cabezas lucían como nuevas y todos estaban sorprendidos de lo bien que se veían aquellos colores en los dos. Incluso Yoongi se arrugó en un sonrojo que intentó esconder por la ternura que le causó Jimin con su cabello rosado.

¿Cómo era posible que todo se viera perfecto en él?

No hizo comentario alguno sobre su nueva apariencia. No era el lugar ni el momento para confesarle todo lo que Jimin le provocaba, y decidió ocultar ese hormigueo que le había nacido en el estómago.

Pasadas las doce de la noche, se lanzaron a los sillones de la sala y miraron películas durante la madrugada. Todos se quedaron dormidos cuando se hicieron las seis y media de la mañana. Yoongi estaba aplastado e incómodo por Hoseok dormido en su hombro y Jimin con la cabeza en su regazo. No había podido pegar ojo en cuanto la última película finalizó, por lo que permaneció quieto en su lugar sin despertar a ninguno de sus amigos.

A Seokjin parecía molestarle el peso de Namjoon y sus ruidos porque se removió en el sofá y abrió sus ojos con pereza. Acostumbrándose a la poca luz que había, el mayor de todos rascó sus párpados y desvió la mirada a Yoongi, quien lo observaba en silencio.

—¿Qué haces despierto? —susurró Jin. Se quitó a Namjoon de encima con cuidado y logró sentarse más erguido.

—No pude dormirme —respondió Yoongi, haciendo una mueca—. Ve a dormir a la habitación, va a dolerte la espalda si te duermes así.

Seokjin bostezó silenciosamente y sacudió la cabeza.

—Me gusta estar alrededor de mis niños.

Yoongi sonrió, blanqueando los ojos.

Ambos se quedaron en silencio por un rato, escuchando los ronquidos de Namjoon queriendo arruinar la tranquilidad del ambiente. Aun así, no terminaba con la paz que estaban teniendo los dos en aquel lugar, rodeado por sus cinco amigos.

—Los días se han pasado volando —comentó Seokjin, haciéndose pequeño en su asiento. Miró a Namjoon recostado a su lado y apoyó una mano sobre su cabello—. No quiero irme. Voy a extrañar estos momentos.

Los labios de Yoongi formaron una línea, mostrando una mueca descontenta.

—Vamos a estar juntos cuando volvamos, Jin —dijo—. No es como si nos fuéramos a separar.

El mayor tenía la mirada puesta en el rostro dormido de su compañero. Se encogió de hombros y dejó salir una débil sonrisa, en la cual Yoongi pudo entrever la melancolía que fingía no estar.

—Lo sé, pero me siento así. Porque allí, todos los problemas vuelven y ninguno de nosotros es el mismo.

Yoongi prefirió callar. Quiso hacer esa tranquilidad duradera, sintiendo el momento más cercano a su corazón. Apoyó su mejilla sobre la cabeza de Hoseok y echó un suspiro, observando a cada uno de las personas que yacían en esa habitación. Sus ojos pronto buscaban cerrarse, pero su mente lo obligaba a quedarse un poco más de tiempo en su consciencia.

Cuando Seokjin volvió a dormirse, Yoongi apretó la mano de Jimin contra la suya y deseó que aquel momento no pasara como una memoria que se evanescería con el tiempo, imitando un cielo nublado que desaparecía por el ras del viento. Esperó con toda su ingenuidad que el tiempo no lo lastimara en el interior y lo dejara embelesarse en la belleza que ocupaba esa amistad de siete.

...

Lucía triste la cabaña al vaciarse de voces y risas. Dejando montañas cubiertas de nieve y diversión, los siete miraban como ya añorando el lugar, mientras la camioneta avanzaba por la ruta que los alejaría de allí. Se aseguraron de guardar las memorias en una cámara, repleta de fotos y videos de todas sus aventuras y locuras.

El camino de vuelta no fue igual al de ida; no iban tan energéticos, ni cantaban mil canciones en un minuto, ni saltaban en sus asientos haciendo enojar al mayor de ellos. Miraban la autopista, el paisaje de alrededor, tenían charlas con voces moduladas y a veces el silencio reinaba de repente. Durmieron la mayor parte del viaje.

La ciudad estaba empapada por la lluvia reciente cuando llegaron. Las nubes oscuras aún cubrían el cielo y apenas dejaban divisar diminutos rayos de sol a través de ellas. Con ojos pegados por las lagañas y los cuerpos llenos de contracturas, los menores se bajaron de la camioneta una vez Seokjin los dejó en sus respectivas casas. Antes de que Jimin saliera del coche, Yoongi acarició su mano y le dedicó una pequeñísima sonrisa, apenas visible. El de cabello rosado se despidió de ellos moviendo su mano y viendo cómo la camioneta arrancaba una vez más para alejarse de las calles del vecindario.

Los mayores se quedaron un rato en la casa de la florería antes de regresar a sus viviendas. Yoongi les sirvió una taza de café a cada uno y se sentaron en la comodidad de su casa, oyendo nada más que el sonido de la lluvia golpear los ventanales. Después de un largo viaje, aquella calma les alivió las tensiones a todos, incluso hasta el punto en el que a Yoongi le nació una valentía inexplicable desde adentro.

Abrió su boca para decir únicamente que estaba enamorado de Jimin.

Sus amigos se vieron anonadados, excepto por Seokjin. Él, en parte, lucía... ¿orgulloso? Yoongi no pudo descifrar qué era. En realidad, se esperó algo más impactante por parte de ellos. Sin embargo, después de explicarles la situación, Hoseok y Namjoon se vieron hasta felices por la noticia.

No les dijo que "medio andaban". Tampoco les contó que ya se habían besado varias veces y que incluso sus cuerpos se habían hecho uno. Obviamente no les diría eso. No mencionó los sentimientos del otro porque creyó que no era su postura la de andar hablando de esa manera; sólo se limitó a expresar lo que él sentía y lo que había estado pensando durante todo ese tiempo. Con ellos prestándole su sincera atención, se atrevió a soltar su lengua, mientras suspiraba sobre el caliente aroma a café y se centraba en dejar sus ojos sobre la ventana empapada.

Les dijo que sus pupilas eran las más bonitas que había visto en su vida; que ese brillo que tenían no lo tenía nadie más en el mundo y que con esa mirada podía hacer que su corazón diera mil brincos. Les habló sobre sus labios, sobre sus pequeñas manos, sobre su voz y su risa. Les contó lo que sintió cuando lo vio por primera vez, y lo que sintió cuando lo vio por última vez. Les dijo que con él se sentía pleno, pleno de una manera en la que jamás se había sentido. Que su piel se erizaba cada vez que dejaba evanescer su nombre entre sus labios. Que sus colores llenaban y dibujaban obras maestras en su interior con sólo su presencia. Les mencionó que le gustaba decirle ángel, porque su profunda mirada le recordaba a uno de esos seres que sólo se veían en las concavidades del cielo.

Se sintió tan bien el expresarse -aunque tartamudeaba y a veces no sabía cómo decirlo-, que se dio cuenta de cuánto peso estaba sosteniendo su pecho. Fue como si su alma hubiese suspirado aliviada, agradeciéndole por el repentino valor que nació en su corazón. Mientras hablaba no le importó lo que ellos pensaran, si creían que era ridículo o exagerado. Supo, al verlos, que ninguno pensó de tal manera. Sus tres amigos se dejaron ver fascinados porque la voz que utilizaba Yoongi para emitir el amor que tenía por Jimin era la más etérea que habían escuchado jamás.

Esa noche, apaciguado en la soledad de su habitación, se quedó observando la pintura colgada en su pared y durmió como no lo había hecho en años; sin sueños ni pesadillas.

...

Pocos días afuera de la ciudad eran suficientes para que sus brazos extrañaran enredar a su madre en un abrazo. Cuando volvió, el pecho se le desinfló y soltó un suspiro que había estado conteniendo en cuanto salieron de la cabaña. Le llenó el corazón saber que su madre no había tenido episodios graves en su ausencia y que ahora se la veía más contenta por él.

Estuvo horas platicándole sobre su estancia en la cabaña y la convivencia con los chicos. Hablaba emocionado y se reía de sus propias anécdotas; su madre lo miraba admirada por el entusiasmo que había en sus palabras.

Ella casi derrama un par de lágrimas por la plenitud que brillaba en los ojos de Jimin. Hacía mucho tiempo que no veía esa mirada en él, esa de euforia y felicidad. Sólo recuerda esos ojos que se reflejaban sólo en su niñez, cuando él era inocente y jugaba con Jihyun en el patio de su hogar. Extrañaba muchas cosas del pasado, aunque recordaba la mitad de ellas. Y ahora, en el presente, le era suficiente el saber que su hijo podía volver a sonreír de verdad después de todo.

Cuando dejó a su madre descansar y dormir, Jimin fue a hablar con Mina, que se encontraba en la sala tejiendo una bufanda para él. Jimin se sentó a su lado en el sillón y la miró con gracia.

—¿Qué? —preguntó Mina. Miró la mitad de la bufanda azul entre sus manos y añadió—: Ah, ¿querías que la bufanda fuera rosa, así combinaba con tu cabello?

Jimin le dio un golpecito en el brazo y se rió.

—Te has burlado desde que llegué aquí —dijo—. ¿Y a quién se le ocurre comenzar una bufanda cuando pronto se terminará el invierno?

—Para el invierno que viene. —Mina sonrió sin apartar la vista de la lana entre sus dedos. Sintió la cabeza de Jimin apoyarse sobre su hombro y soltó un suspiro que había estado conteniendo desde hacía rato—. Oye, Jimin...

Él levantó la cabeza para verla al hablar, extrañado por la forma en que su voz salió.

—¿Hm?

—Tu padre vino mientras estuviste de viaje —soltó.

Jimin se enderezó de golpe y se quedó congelado por un segundo. El corazón le dio un salto estrepitoso, causándole un calor que subió hasta el tope de su cabeza. No se dio cuenta de que había comenzado a apretar los puños de una manera en la que se dañaba. Su semblante cambió de inmediato.

—¿Qué? ¿Cómo es que lo dejaste pasar? ¿Has perdido la cabeza? —espetó—. ¿Qué hizo? ¿Estaba Jihyun aquí cuando él llegó?

Mina dejó la bufanda a un lado y se sentó más de costado, quedando enfrentada con él.

—Tranquilízate, Jimin. Él no ha hecho nada malo.

—¿Nada malo, dices? Debes estar bromeando.

—Jihyun no estaba aquí —dijo, ignorando su comentario—. Tu padre sólo quería verla.

Jimin sacudió la cabeza, como si le fuese imposible entenderlo.

—¿Después de tanto tiempo? —cuestionó con el ceño fruncido.

—Sí, Jimin, después de tanto tiempo. —Ella suspiró e hizo una mueca—. Lo dejé pasar porque me rogó, tenía muchas ganas de verla. Y ella estuvo muy contenta de verlo otra vez.

Esa sensación de rabia y angustia ahogada en su pecho le trajo ganas de gritar, pero tuvo la inteligencia necesaria para contenerse y respirar.

—Ella... ¿lo reconoció?

Mina se aclaró la garganta y se removió en su asiento. Apoyó su palma en la mano del otro y lo miró condescendiente.

—Lo hizo. Incluso recordó muchas cosas estando con él —respondió con voz modulada.

Jimin se sintió inútil. No entendía muy bien por qué se sintió tan miserable en ese momento, tan egoísta y sucio. Tal vez una de las razones era porque, muy en el fondo, él quería que su madre no pudiera recordar a su padre; por todo el daño causado, por ese abandono tan cruel. Sin embargo, luego la culpa y la pena lo atacaban y lo juzgaban. ¿Cómo podía desearle el desamor a la mujer que le había dado la vida? O mejor dicho, ¿cómo podía siquiera cruzarle por la cabeza el deseo de que olvidase la época más feliz de su vida? Porque Jimin sabía que el cariño que ella tenía por aquel hombre era desmesurado, y aquella verdad lo hacía pensar en Yoongi y se cuestionaba: ¿qué sería de mi alma sin el recuerdo de su amor?

—A pesar de lo mucho que la hirió, sigue amándolo como siempre —suspiró Jimin.

—¿Acaso no es así el amor? Que por más que duela, uno no puede elegir no sentirlo. Aunque a veces su memoria no recuerde los momentos, en su pecho el amor sigue vivo y seguirá vivo hasta que su corazón decida dejar de latir.

Jimin no abrió su boca. Se observó las manos que le temblaron por un largo rato, pero no dijo más; como si las palabras se le hubiesen ahogado en la garganta. Prefirió callar la voz que pensaba que a veces debes dejarte morir para poder vivir. 

el próximo capítulo será mejor, I promise ;;

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