Astros
Quiero que tus planetas se alineen con los míos.
Deseo que nuestras dimensiones se encuentren, se enreden, se amen.
Imploro por que tus estrellas hagan con las mías constelaciones únicas y perfectas.
Anhelo que tu mundo sea mi mundo, y que el mío se convierta en el tuyo.
you taste like strawberry
[love] — amor.
¿Sería suficiente con tan sólo esconderlo? Bajo conversaciones secas, actos fríos, miradas de indiferencia. Ocultarlo y reprimirlo, evitar que esa luminiscencia fuera vista por cualquiera.
No creyó que ocurriría así; fue ingenuo. Fue ingenuo por creer que esos ojos no devorarían su alma y se colarían como sangre en sus venas, por pensar que sus manos podrían ser gélidas ante el tacto y que su voz no era más que un simple sonido vacío. Tan equivocado estuvo que no se dio cuenta en qué momento fue que comenzó a buscar por su mirada, por sus roces, por su amor.
Ingenuo eres, Min Yoongi, por creer que aquello que tanto anhelabas podría funcionar de alguna manera.
Comenzaba a ser demasiado consciente del tiempo. Cada minuto parecía una eternidad, cada hora se volvía agonía. Suspiraba en busca de consuelo o algo que pudiese terminar con lo que estaba ocurriendo dentro de él. Las miradas de Seung ya no eran correspondidas, ni siquiera sus besos lo movían como solían hacerlo. Yoongi sentía como si estuviese tocando un cuerpo muerto cuando Seung lo abrazaba. O tal vez era él quien estaba muerto.
Culpa era lo que corría por su interior cuando los susurros de te quieros resonaban en su oído y la sonrisa de Seung plasmaba besos bajo su cuello, mientras sus dedos recorrían las líneas de su piel. ¿Cómo podía decirle ahora, en el mejor momento de su relación, que ya no se sentía como antes? ¿Cómo cortar todo después de que Seung había vuelto a ser lo que era antes, una persona cariñosa, buena, honesta? Pero a pesar de todo, Yoongi no podía seguir. Aún no olvidaba lo que Seung le había hecho ese día, no olvidaba el sabor nauseabundo de un forzamiento. Tal vez eso, junto con otras cosas más, acabó por matar a ese amor.
Sin embargo, lo seguía queriendo. Porque Seung era su primer hombre, su primer deseo, su primer amor. No era de la misma forma para Seung, pero aquello no le importó cuando escuchó el primer "te amo" de sus labios. La lástima que sintió cuando ese sentimiento se perdió ante la indiferencia, el control y la obsesión, fue inexplicable.
Y toda esa inefabilidad tuvo que expresarla en música y letras, arrancándolas desde lo más profundo de su ser. Incluso él se sorprendió de la rabia oculta bajo su escritura, bajo las notas armoniosas que se desprendían de su piano. Al principio, su sueño no lo dejó tocar con sus propias manos aquél teclado que tanto amaba, pero la necesidad de expulsar ese sentimiento le permitió soltarse a sí mismo y acabar tocando con rabia las teclas, dejando rojas las yemas de sus dedos por la fuerza que ejercía.
Ese mismo día, vio los ojos de Seung y quiso decirle "quiero terminar". La voz de su pareja aplastó sus pensamientos.
—Mi padre me ha dicho que las audiciones ya han comenzado —anunció Seung. Recostado en su sillón, miraba el celular apoyado en su barriga. Yoongi frunció el ceño y se sentó a su lado.
—¿Qué audiciones?
Seung bajó la pantalla de su celular para mirarlo a la cara, riéndose incrédulo.
—Te dije. Para el musical. Que tienes que ir a la audición para que puedas tocar el piano.—Yoongi achicó los ojos mientras Seung seguía hablando—. Como fuiste recomendado te tomarán más atención, así que estoy seguro de que quedarás.
Motivación era lo último que tenía en ese momento, por eso mismo un suspiro cansado se escapó por su boca. Se echó hacia atrás, apoyando su cuerpo en el respaldar del sofá.
—Ni siquiera sé qué es lo que hay que hacer, o dónde está ese lugar.
—Te llevaré allí, sólo tienes que tocar el piano de la mejor manera que puedas —aclaró.
Yoongi se movió en el asiento y lo miró directo a los ojos con una mirada gélida.
—No sé de dónde has sacado que quería hacerlo —mencionó. Seung abrió los ojos y se sentó, ahora más cerca del otro.
—¿Qué? —inquirió—. ¿Acaso no quieres la oportunidad de demostrarle a cientos de personas lo que vales? Y que, además, podrían incluso contratarte para otros shows. ¡Imagínate! Trabajar de lo que siempre quisiste y que te reconozcan.
Yoongi se pasó las manos por la cara frenéticamente, aguantando un grito de desesperación.
Entonces pensó en que la oportunidad era increíble, quizá no como Seung quería fantasearlo, pero era bueno. Suspiró y dejó que el peso de sus párpados cayera, cerrando sus ojos.
—Iré, pero no me molestes si no me ves motivado, eh.
Seung le sonrió y palmó su mejilla, no tan cariñoso como Yoongi hubiese querido.
—Entonces le avisaré a mi padre que estarás allá... ¿mañana?
Bufó y se cruzó de brazos.
—Sí, lo que sea.
...
No podía parar. Esa imagen de su rostro tan cercano al suyo lo mantenían despierto, expectante a que su celular sonara con su nombre. Había aprendido a no mandarle mensajes tan seguido para no causar más problemas de los que había, pero es que se le hacía tan difícil que a veces quería mandar todo a la mierda y escribirle. Jimin estaba deseoso de que las palabras de Yoongi se mostraran en su pantalla, incluso si era un simple "buenas noches". Pero ese día que esperó tanto, no llegó ni uno solo. Miraba su celular con una cierta tristeza guardada en sus ojos, bajo suspiros que huían de su garganta y se volvían uno con la música que sonaba en su habitación.
¿Cómo la estaría pasando Yoongi con Seung?
Siempre se preguntaba lo mismo. A veces odiaba la manera en que su pecho se oprimía cuando pensaba en ellos; en cómo Seung podía tocarlo y él no. Estaba seguro de que aquél pelinegro no lo trataba ni con la mitad del cariño que merecía, ni lo veía como la pieza de arte más hermosa de la Tierra. Celoso, así estaba. Pero, por el bien de su amistad, permanecería callado y ocultando todos esos sentimientos que parecían revolotear dentro suyo. Yoongi era una persona maravillosa a sus ojos y perderlo sería una de las cosas más dolorosas que creía poder sentir.
A pesar de no haber recibido mensaje esa noche, al día siguiente oyó la música de su teléfono arrancarlo de su sueño de mañana. Apenas podía abrir los ojos ante la repentina luz de la pantalla y atendió como pudo la llamada entrante que marcaba el nombre como Min Suga Genius jjang jjang man bboongbboong.
—¿Hyung? —contestó con la voz ronca, rascándose los ojos con una mano.
—Oh... ¿te desperté?
Yoongi también se oía con voz de recién despertar.
—Sí, algo así —rió Jimin—. Pero estaba por despertarme, así que no importa. ¿Qué ocurre?
—Tengo que pedirte un favor —dijo, sonando un tanto desconfiado—. La verdad es que no me gusta pedirle esto a la gente, pero... ¿puedes alcanzarme hasta un lugar? Es que Jin se ha ido y no puede llevarme, y tampoco quiero que Namjoon lo haga porque no estoy de ánimos para morir hoy.
Jimin esbozó una sonrisa y volvió a echarse a la cama.
—¿A dónde desea que lo lleve, señor Min? —preguntó en tono grave, pero jocoso. Sonrió aún más cuando un silencio de pena se oyó del otro lado.
—¿Era necesario? —cuestionó Yoongi, haciéndose el indiferente mientras bufaba—. Debo hacer una audición y Seung me dijo que fuera temprano porque se llena de gente.
Jimin se mordió el labio inferior y cerró los ojos, manteniendo el celular pegado a su oreja.
—¿Por qué no le pediste a Seung que te llevara?
Yoongi se quedó callado durante un momento. Jimin se arrepintió de hacer esa pregunta.
—Porque ahora está trabajando.—Hizo una pausa y se escuchó un suspiro—. Y porque tal vez después de la audición podríamos ir a algún lado, o no sé. Digo, si no estás ocupado luego.
Se impresionaba de lo rápido que Yoongi podía arrancarle una sonrisa con unas simples palabras. Jimin comenzó a levantarse de la cama ahora que sus ojos se habían acostumbrado a la luz del día.
—Por supuesto, estoy libre.
...
Los nervios estaban comiéndole el estómago mientras esperaba. Pensó por un momento que se debían a la audición próxima, sin embargo, cuando el coche de Jimin aparcó frente a su casa, los nervios se subieron hasta su garganta. Se comía las uñas mientras caminaba hacia afuera y se movía mirando hacia abajo. Haberse dado cuenta de que sentía algo más que amistad por el menor no le permitió arrancar las mariposas que revoloteaban en todo su cuerpo.
Apoyaba su cabeza en la ventanilla y de reojo observaba a Jimin manejar; su perfil brillaba por la luz temprana del sol y sus labios entreabiertos dejaban escapar el visible vaho que desaparecía dentro del coche. Aún seguía con sueño, Yoongi podía ver las bolsas bajo sus bonitos ojos. Por un lado se sentía mal por haberlo despertado tan temprano, pero por el otro, no podía evitar sentirse feliz al ver a Jimin otra vez. Se permitió ser egoísta por ese día y disfrutar de la presencia del otro.
Llegando al lugar donde las audiciones se tomaban, Yoongi se removió en su asiento y arrugó el ceño ante la ansiedad. Ambos bajaron y Jimin se apresuró para caminar a su lado, notando el nerviosismo que rebosaba del cuerpo del mayor. Se aproximó a su brazo y lo sostuvo para que volteara a mirarlo.
—¿Estás bien? —le preguntó sonriéndole, tratando de calmarlo. Y es que Yoongi no sabía si este hombre tenía algún poder o fuerza sobrenatural sobre él, pero con una simple sonrisa, podía sentir cómo sus nervios volaban lejos.
—Sí, estoy bien —respondió asintiendo, sintiendo calor en la parte que Jimin había tocado a pesar de hacer un frío espantoso.
Entraron al enorme edificio que se encontraba en una de las calles más concurridas de la ciudad y esperaron a la recepcionista a que los atendiera. Una vez ella estuvo desocupada, los miró con una sonrisa amable para que se acercaran.
—Buenos días. Uh... —comenzó Yoongi, acercándose al mostrador—. Vengo por las audiciones.
—¿Su nombre, por favor?
—Min Yoongi.
La mujer revisó en un par de hojas y en su computadora, levantando la cabeza una vez encontrado su nombre.
—Usted ha sido recomendado, así que puede esperar a que los que llegaron antes que usted terminen su audición en la sala teatral —avisó—. Vino temprano, así que no tendrá que esperar demasiado.
Yoongi asintió con una sonrisa y, acompañado por Jimin, se dirigió donde la mujer le señaló. Subieron unas escaleras hacia la segunda planta y se comenzó a oír el sonido de una música alegre. El piano era rápido y preciso, con notas perfectas. Yoongi estaba impresionado, sonreía mientras subía las escaleras, incluso al estar comiéndose las uñas desde temprano.
No esperó encontrar lo que encontró al atravesar las puertas. El escenario teatral era enorme, con luces que iluminaban de manera perfecta a quien audicionaba espectacularmente. Yoongi contempló con los ojos bien abiertos los miles de asientos que se expandían a sus dos costados, como también en el segundo piso del lugar. La piel se le erizó al imaginarse sobre el escenario y hacer música frente a miles de personas. El corazón le palpitaba a toda velocidad mientras se acercaba a pasos lentos por el pasillo angosto y oscuro.
Hermoso, era lo único en lo que podía pensar. Se le escapó el aire de los pulmones y sus ojos brillaban como nunca antes, oyendo la melodía que crecía alrededor de la muchacha pianista.
Y Jimin agradeció al cielo por tener la oportunidad de ver esa mirada en Yoongi. Era la primera vez que sus ojos desprendían ese brillo, tanto así que le provocó escalofríos y un peso sobre el pecho. Quiso tanto abrazarlo, pero sólo se limitó a tomar su brazo.
—¿Deberíamos sentarnos? —preguntó bajando la voz para no interrumpir la presentación. Yoongi asintió varias veces, como si lo hubiese sacado repentinamente de su sueño.
Se acercaron un poco más hacia el escenario y se sentaron cinco butacas atrás, del lado izquierdo. Había al menos diez personas dispersadas en el escenario presenciando la audición, tres de ellos eran los jueces que tomaban nota ante la música que se tocaba. Yoongi se removió en su asiento y acercó su brazo en el apoyabrazos, dejando un espacio para que el brazo de Jimin también pudiera posarse allí. Cuando Jimin lo hizo, Yoongi cerró los ojos para embelesarse con la música y el tacto del otro.
Casi una hora pasó; hubieron algunos pianistas increíbles y otros bastante malos. Rato después, una mujer se acercó a Yoongi para decirle que se preparara para la audición. Jimin esperó ansioso en su butaca mientras veía al mayor dirigirse detrás del escenario.
Los nervios también se le habían pegado a él. Sería la primera vez que vería a Yoongi tocar, pero no la primera vez que lo escuchaba. Estaba ansioso y se removía constantemente. Añoraba el sonido de ese armonioso piano y deseaba que los nervios no carcomieran el interior de Yoongi, que todo fuese bien. Jimin esperó, vio pasar a dos personas más, y luego, el rubio caminó por encima del escenario. Jimin sonrió, incrédulo, pues la presencia de Yoongi era inmensa y su caminar hasta el oscuro piano era tan sutil que lo dejó sin pestañear. No quería cerrar sus ojos ni por una milésima de segundo, no quería perderse ninguna expresión, ningún movimiento.
Yoongi se presentó con su nombre, su edad, y explicó el por qué deberían elegirlo para tocar en el futuro show.
—Fuiste recomendado por un buen amigo mío —habló uno de ellos, con una voz alta y potente—. Estoy ansioso por tu presentación. Puedes comenzar.
El rubio se aclaró la garganta, asintió una sola vez y se sentó sereno frente a las teclas. Las estudió con cuidado, dejando levitar sus manos sobre éstas. Tomó aire, cerró los ojos por un segundo y tragó saliva, comenzando a rozar sus dedos sobre el piano.
No tocó ninguna canción conocida, Jimin se dio cuenta de que él mismo la había compuesto. Cada nota, cada suspiro que trazaban sus dedos sobre el instrumento era magnífico. Jimin contuvo la respiración durante quién sabe cuánto tiempo. No apartó la vista ni un momento porque la figura de Yoongi encorvada sobre el piano, tan metido dentro de su música como si estuviese dejando entrever partes de su alma, era lo más precioso que había presenciado jamás. Le había quitado el aliento una vez más, esta vez, el castaño se preguntaba cómo un ser humano podía ser tan... etéreo. Sus ojos llenos de sentimiento mientras tocaba una melodía no tan rápida, ni tan lenta, denotaban algo que ni él mismo podía entender. La melodía se posaba sobre los oídos de los presentes y miradas encantadas contemplaban la presentación y los movimientos leves del muchacho.
¿Cómo podía un simple sonido crear tantas emociones en él? O más bien, ¿cómo podía una sola persona crear semejantes sonidos que revolvieran todo en su interior? Se sentía como si estuviese en un sueño y Yoongi era un ángel que había venido para tocar la música más hermosa de todo el universo entero.
A veces pensaba que ambos tenían una conexión inefable, algo fuera de este mundo. Un sentimiento que nació al primer segundo en el que sus ojos se encontraron. No sabía explicarlo, apenas él lo entendía. Simplemente, esa sensación que tenía cuando estaban juntos... jamás lo había experimentado con alguien más. Jimin deseó que no fuese el único que se sintiera así, deseó que ese mismo brillo que Yoongi guardaba en sus ojos al tocar el piano también se reflejara cuando lo miraba a él.
Las notas fueron bajando poco a poco hasta que el silencio nuevamente fue el reinante del salón. Jimin todavía no podía creerlo, sentía su corazón querer salir disparado por su boca. Le sudaban las manos y toda su piel estaba erizada. Quería llorar.
Cuando Yoongi levantó la cabeza, sus ojos se mostraron cristalizados. Se puso de pie despacio, mirando con anticipo hacia los jueces. Los tres se miraron entre sí y el del medio asintió con la cabeza.
—En unos días terminarán las audiciones, así que espera hasta que acaben, por favor —dijo el hombre, sonriéndole—. Muchas gracias, Yoongi.
El rubio volvió a aclararse la garganta y esta vez dobló su cuerpo en una reverencia, asintiendo hasta bajar del escenario. Cuando Jimin notó sus mejillas rosas, éste sonrió. No fue capaz de apartar sus ojos de su hyung.
—Estuvo... estuvo increíble —suspiró Jimin sin poder dejar de sonreír. Yoongi asintió una vez y miró hacia el suelo mientras caminaba.
—Ya vámonos.
Yoongi se tapó media cara con la bufanda que volvió a colocarse y escondió sus manos en sus bolsillos, levantando los hombros por el frío. O por la vergüenza que sentía. Era raro para él, ya que no era de sonrojarse tanto por mostrar sus habilidades. Es más, simplemente estaba avergonzado porque Jimin lo había visto tocar por primera vez.
Se subieron al coche nuevamente y dejaron atrás el edificio en un silencio apaciguado, incluso si los corazones de ambos latían a una velocidad desmesurada.
Y Yoongi no se atrevería a mirarlo. Observaba el paisaje que pasaba rápido a su costado a través de la ventanilla, tocándose las manos pálidas que le temblaban por sólo escuchar la respiración lenta de Jimin. Se preguntaba, ¿qué habrá pensado Jimin mientras lo veía tocar? ¿Se habrá reído por alguna expresión que haya hecho? ¿Pensará que no será suficiente para pasar la audición?
Qué maldito desastre estoy hecho, pensó. No quería ver burla en los ojos de Jimin, por eso no volteaba; además del hecho de que sentía que su corazón se salía cada vez que lo veía directo a sus ojos. Maldito el día en que se dio cuenta de que su alma no pertenecía a Seung, sino a alguien que poco conocía.
Jimin frenó el coche frente a la florería y Yoongi bajó tan rápido que al cerrar la puerta, el menor pegó un salto en su lugar. Él se bajó siguiendo los pasos del rubio con el ceño fruncido, adentrándose a la florería y recibiendo el olor a rosas en su nariz.
Yoongi siguió caminando hasta meterse por el pasillo y llegar a la cocina, sus pasos eran rápidos y a Jimin se le hizo gracioso; parecía que tenía ganas de ir al baño. Se quedó mirando la espalda de Yoongi mientras éste se quitaba la bufanda y luego la chaqueta, lentamente. Jimin tragó saliva al ver los movimientos suaves de su espalda.
—Eh, hyung —llamó, pasándose una mano por el cabello. También se quitó la bufanda que parecía ahogarlo.
—¿Qué pasa? —preguntó sin darse vuelta. Fingía estar haciendo algo en la mesada sólo para no girar—. ¿Quieres un café, un té, algo?
Jimin se mordió el labio. Quería ver que Yoongi lo mirara porque ya no podía soportar su corazón latir a mil. Se acercó un poco más, a pasos lentos.
—¿Por qué no me miras?
Si Yoongi sentía calor en su cara antes de bajar del coche, ahora su cuerpo entero estaba ardiendo. Apretó las manos y agachó la cabeza, no queriendo darse la vuelta.
—¿Tomas café con o sin azúcar? —Se hubiese golpeado a sí mismo por el temblor notorio en su voz.
—Con sugar —dijo en inglés. Aquello le arrancó una risa al mayor y giró inconscientemente con el ceño arrugado, aún vistiendo una sonrisa.
—¿Qué fue eso? —rió Yoongi jocoso. Jimin sonrió victorioso, pues de esa forma el rubio volteó a mirarlo.
Jimin se acercó y tomó la mano de Yoongi antes de que se diera vuelta otra vez. No se aguantó las ganas a sentir las manos que desprendían talento y un aura angelical a la hora de hacer música. Le sonrió con los labios pegados y Yoongi contuvo la respiración.
—¿Q-Q-Qué haces? —tartamudeó el mayor, bajando la mirada a sus manos entrelazadas.
—No sé, un impulso —musitó, sin desviar sus ojos de los del otro. Le encantaba el color rojo que se acumulaba en todo el rostro de Yoongi, tan bonito, como una pintura perfecta. Decidió entonces acercar su cuerpo un poco más hacia el contrario, adorando la forma en que los nervios comenzaban a notarse en las pupilas del rubio. Sonrió por la manera en que Yoongi no sabía para dónde mirar, pero no se apartaba.
—Jimin... —suspiró, casi rogando. Quería que parara, o sino no sabía qué podría pasar.
—¿Qué pasa? —preguntó el castaño. Su cuerpo estaba a centímetros del otro, sus respiraciones chocaban, casi podía escuchar los latidos de Yoongi desde aquella distancia.
Las manos le sudaban y comenzó a entrecortarse su respiración. Estaba sudando a pesar del frío afuera y las piernas le flaquearon cuando sintió la respiración de Jimin tan cerca suyo. Se atrevió a levantar la mirada y encontrarse con esos ojos tan profundos, mirándolo fijamente. Sus pupilas bajaron a sus labios, y a sus ojos, y a sus labios otra vez. Estaba deseoso de poder saborearlos, saber qué se sentía besarlo y apreciar su calor sobre él. La mano de Jimin comenzó a subir por su brazo lentamente, rozando su piel y subiendo la manga de su camiseta hasta el codo. Jimin lo miró de arriba abajo, mordiéndose el labio y respirando con dificultad. Acercó su rostro hacia la oreja de Yoongi y susurró:
—Odio ser tu amigo, Yoongi.
Todo su cuerpo tembló. Ahora, sus cuerpos estaban pegados; de esa manera, Yoongi no podía caer por la debilidad en sus piernas que el menor había creado. Cerró los ojos y ahogó un suspiro al sentir la punta de su nariz rozar por su cuello, erizándosele la piel cuando el aliento de Jimin chocó contra su piel.
Yoongi tuvo que sostenerse del brazo de Jimin para no desmoronarse. Sus piernas temblaban como nunca antes y su respiración iba cada vez más apresurada.
—Ji-min... Jimin, por favor —dijo casi inaudible, subiendo su mano hasta el hombro del otro. Jimin pegó sus labios en su cuello y él apretó su piel con temblorosas manos.
Sus pechos se rozaban, ambos sentían sobre su piel los latidos del otro, igual de alterados y potentes. Sus manos seguían entrelazadas, y Jimin arrimado sobre él.
No podía sentir la punta de sus dedos. Se sentía embriagado por el aroma a perfume del menor, se sentía ahogado en los toques sutiles que ocasionaba tanta cercanía. El tiempo no existió en ese momento. Su pecho dolía, pero no era nada malo. Aunque, no sabía si amar tanto aquel hombre era algo bueno o malo.
No quería que se alejara, no quería soltarlo. Añoraba sus besos como si algún día hubiesen sido suyos. Añoraba sus roces como si su piel hubiese sido una sola algún tiempo atrás. Dejó caer sus párpados cuando Jimin se separó sólo unos centímetros, únicamente para apreciar sus ojos, sus labios, las líneas de su cara. Jimin entonces soltó su mano y la llevó hasta su mejilla, acariciando su pómulo y llevándola hasta detrás de su oreja. Lo miró como si fuese lo más preciado de este mundo. De su universo.
No quería esperar un segundo más. Buscó, lentamente, por un toque de sus labios. Lo necesitó con desesperación y ansiedad. Sus respiraciones se unieron cuando sus labios se rozaron, casi impalpable. Aún no se unían en un beso, Jimin suspiró frente a la boca de Yoongi.
—Te necesito como jamás necesité a alguien —susurró. Yoongi pudo sentir sus labios moverse sobre los suyos.
Casi. Casi pudo haber pasado, de no ser por el sonido de una puerta y la voz de Jin a lo lejos, acercándose poco a poco.
Yoongi abrió los ojos de par en par y empujó a Jimin con todas sus fuerzas, apartándolo rápidamente de él. Llevó una mano hacia su cabello y se dio vuelta, escuchando los pasos de Seokjin estando ya en el pasillo. Cuando él entró, se quedó viendo a ambos con las cejas levantadas.
—Ah, no sabía que estaban aquí —mencionó, llevando las bolsas de comida sobre la mesada. Yoongi tragó saliva y asintió varias veces, ahogado con las palabras en su garganta.
—Ah... sí, recién llegamos —balbuceó Jimin, rascándose la nuca. Se acomodó la chaqueta y miró al suelo.
Seokjin giró para mirar a ambos con el ceño fruncido, sintiendo una extraña atmósfera en la cocina.
—¿Pasó algo? —inquirió curioso.
—No, nada —sonaron los dos al unísono. Intercambiaron una mirada rápida, nerviosa.
—Jimin dijo que ya estaba de salida, así que... —carraspeó Yoongi, señalando la puerta—. Eh, gracias por llevarme. Uh... bueno, eso... hm.
Jimin asintió, pestañeó varias veces y se aclaró la garganta.
—Sí... —tomó aire—. Nos vemos.
Salió casi disparando de allí. Yoongi tuvo que darse la vuelta y servirse un vaso con agua; la garganta la tenía tan seca que casi no podía hablar. Se quedó viendo cómo Seokjin se encogía de hombros y empezaba a guardar los alimentos en la nevera. Se rascó la cabeza y cerró los ojos con fuerza, sintiendo un escalofrío en todo su cuerpo al recordar la sensación de sus labios tan cercanos a Jimin.
Se sintió como si ese roce de sus cuerpos les hubiese pertenecido desde siempre.
Si Seokjin no hubiese interrumpido ese momento, ¿cuánto más podría haber pasado?
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