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센타 우 루스 자리 - Centaurus A

"Cada uno sabe lo que lo hace revivir."

[art] — arte.

Se deshacía en el arte de sus manos, extasiado por cada minúsculo roce entre sus pieles. Sus respiraciones agitadas se unían, se envolvían en besos y luego chocaban cuando ambos buscaban aliento otra vez.

La noche los trajo nuevamente a la cabaña, apegados en busca de más calor. Sus caricias y cortos besos se volvieron más fuertes, más impulsivos, más necesitados.

En la ausencia de sus amigos, ambos subieron a su habitación sin dejar de mirarse el uno al otro, sin dejar de apreciar la existencia de cada uno. Jimin apretaba su mano como si temiera a que pudiese escapar, pero Yoongi había quedado tan embelesado con su presencia que el pensamiento de huir jamás cruzó por su mente.

Las sábanas acariciaron la espalda del mayor al sentir el cuerpo del otro colocarse sobre él, dejando sin descanso sus labios y sin aire sus pulmones. Temblaba debajo de sus dedos rozar sus brazos, su pecho, su abdomen por encima de la ropa. Jimin lo tocaba como si estuviese hecho de cristal, pero a la vez esa ferocidad de deseo se volvía cada vez más grande e incontrolable, llevando su cabeza a un punto más cercano de la locura.

Dibujó con sus labios caminos en su cuello y clavícula mientras sus manos se paseaban por sus caderas y apretaban su piel con sutileza. Yoongi se removía por la tortuosa espera y cubría su rostro ahora más rojo que nunca, ahogando su voz en su garganta.

Se desesperaba porque le parecía insuficiente el tocarlo con una sola mano; Yoongi moría por abrazarlo, apegarlo a él, sentirlo suyo. Moría por pasar sus palmas por cada punto de su cuerpo, sin dejar excepción. Quizá Jimin tenía otros planes, porque detuvo la mano tiritante del rubio y lo miró a los ojos, respirando justo sobre su boca.

—Es tu cumpleaños, déjamelo a mí —susurró, continuando por dejar besos en todo su rostro.

Yoongi apartó la mirada y negó con la cabeza, dejando salir un suspiro de súplica.

—¿Intentas volverme loco? —inquirió con la respiración agitada. Jimin soltó una risita entre dientes y mordió el lóbulo de su oreja, erizando todos los pelos de su cuerpo.

—Eso intento, cielo.

Llevó ambas manos a la camiseta del mayor e intentó sacarla lentamente. Se quedó contemplando la blancura de su estómago y de su pecho, mordiéndose el labio para controlar sus ganas de dejar marcas por todo su torso. Se relamió los labios y tragó saliva, continuando por quitarle la camiseta de encima.

Acercó el cuerpo al suyo y Yoongi enredó sus piernas alrededor de la cintura de Jimin, cubriéndose la boca cuando un gemido quiso escaparse de su garganta. La fricción que sus dos miembros hicieron al rozarse lo hizo encorvarse y morderse la piel dentro de su boca, perdiendo la paciencia poco a poco.

Jimin le quitó la mano de la cara y echó su cabello hacia atrás, dejando la frente de Yoongi a la vista. Sus cabellos estaban desordenados y sus mejillas rosadas; a Jimin le encantaba verlo tan bonito y sensible por sus pequeños roces.

—No te cubras la boca —le dijo—. Incluso si hago que grites mi nombre, el resto no te escuchará. Quiero oír tus gemidos, hyung...

Yoongi permaneció callado de palabras. Su voz se rompía entre gimoteos que soltaba desesperado por el astuto camino que Jimin trazaba por todo su cuerpo con la boca. Llegó hasta el borde de su pantalón, bajando el cierre con sumo cuidado, como si estuviese provocando segundo a segundo su aguante. Sonrió con un labio entre sus dientes al tener la erección del mayor frente a sus ojos y se quedó mirándolo debajo de su ropa interior.

—Deja de mirarme así —pidió Yoongi, tomándolo de los cabellos. Los ojitos de Jimin se hicieron una línea cuando sonrió aún más.

—¿Acaso temes mostrarte demasiado frágil? —preguntó con sus ojos mirándose más intensos de lo normal. Yoongi frunció el ceño y se sentó en la cama, obligándolo a acercarse a su rostro. A centímetros de sus labios carnosos, pronunció:

—No juegues conmigo.

—No estoy jugando —señaló, y pasó sus dedos por la punta de su pene—. Estoy siendo muy serio, Min Yoongi.

Su cuerpo no soportaría un minuto más. Sus labios estaban rojos de tanto mordérselos y sus pupilas rogaban por mucho más que simples roces.

Parecía como si sus cuerpos hubiesen sido creados para estar juntos. Sus pieles al hacer contacto rebosaban tanto calor, tanta pasión infinita. Ambos se extasiaban con sólo sentirse cerca, pero de alguna manera, desearon llevar todo más allá.

No fue ni siquiera brusco; sus manos se entrelazaban cuando necesitaban sentirse unidos, escondían sus rostros en el cuello del otro, dejaban castos besos en sus mejillas y se abrazaban con firmeza para no dejarse ir.

Min Yoongi sentía su pecho inflado, como si todo el amor del mundo se hubiese reunido en ese pequeñito lugar y enraizado flores y vida por todo su interior. El cariño representado en un acto tan íntimo lo había dejado sin habla, porque jamás había sentido algo parecido en una situación así. Park Jimin no era como nadie en ese mundo, y eso le había quedado muy claro desde el principio.

La cosa más extraña, entre actos de fogosidad y dulzura, fue que sintió pánico de por medio. Cuando estaba siendo besado por esos labios tan puros, el rostro de Seung se le vino a la mente.

Y no lo malinterpreten; no estaba pensando en él en el sentido de que lo extrañaba. Todo lo contrario. Odió ese instante en el que su cara se reflejó en su memoria que le llenó la garganta de angustia y dolor. No lo mostró porque no quería asustar a Jimin ni menos arruinar el momento. Se tragó esa espantosa sensación y se centró en disfrutar las millones de caricias que había estado esperando durante tanto tiempo.

Cuando Jimin logró dormirse envuelto en mantas sobre su cama, Yoongi se fue hacia el baño y sufrió en silencio.

Mirándose al espejo, todas las memorias de lo que tuvo que pasar atacaban su mente y lo destrozaban cada vez más. Recordaba las manos de Seung obligándolo a hacer algo que no quería, tomando su cuerpo a la fuerza, rompiendo su alma como si fuera basura. Aún sentía en la superficie de su piel el roce intacto de aquel hombre frío y macabro, devorando lo último que quedaba de su pobre inocencia.

Eres fuerte, Min Yoongi, se decía a sí mismo, secándose el rostro con la toalla e intentando traer de vuelta la felicidad que se suponía debía sentir. Aún podía oír su corazón al querer reventar, porque cuando por fin había logrado alcanzar ese momento de intimidad con Jimin, él se sentía completamente enfermo.

Se quedó sentado en el retrete y se fumó tres o cuatro cigarrillos; no sabe muy bien porque no los contó. Cuando terminó y se sintió pesado por el humo, dejó abierta la ventana y encendió la ventilación del baño.

Echó decenas de suspiros y salió cuando se sintió lo suficientemente calmado como para no llorar en cuanto viera el precioso rostro de su amor al dormir. Se recostó en la cama junto a él y se cubrió con las mantas hasta el cuello. Observó las pestañas del menor y se acercó a su cuerpo para rodear su cintura y abrazarlo. Cerró sus ojos con fuerza, pegando su mejilla en el pecho de Jimin, y se tragó el nudo en su garganta.

Escuchar los latidos del otro era una de las cosas que más adoraba en esa vida. De alguna forma, le llenaba el alma; como si el sólo saber que su corazón latía, le bastaba para seguir adelante.

Pensaba que en algún momento Jimin se cansaría de él. Vería lo que realmente es y se alejaría. Y Yoongi lo comprendería igual, porque si él fuera Jimin, también se dejaría. Sin embargo, hasta el momento en que sus corazones se dividieran, Yoongi quería ser un poquito egoísta y amarlo hasta que no le quedara más amor para dar. Hasta que su corazón suplicara un final y decidiera acabar con ello.

Siempre fuiste un ángel y yo estoy demasiado podrido como para merecerte, pensó, antes de caer dormido.

...

Sus párpados se abrieron cuando la luz del sol se entrometió entre el sueño y su comodidad. Se removió con el entrecejo arrugado, buscando un calor que ya no se encontraba del otro lado de la cama. Yoongi, entonces, permaneció un rato mirando el vacío a su lado. Tenía mucho frío.

Se hizo una bolita entre las sábanas y volvió a cerrar los ojos para intentar dormir por una hora más o dos. Una llamada entrante a su celular irrumpió su silencio, haciéndolo mascullar maldiciones mientras se arrastraba por la cama hasta llegar a la mesita de luz.

—¿Hola? —habló con la voz grave. Rascó sus ojos y se sentó en su cama, envolviendo su torso desnudo con el acolchado.

Yoon —se oyó del otro lado. Yoongi se quedó estático durante un segundo, con la boca pegada.

—¿Hermano? —Hizo una pausa, aclarándose la garganta—. Eh, no esperaba... no esperaba tu llamada.

Lo entiendo —dijo—. ¿Cómo has estado? Vi que posteaste algunas imágenes en Twitter. ¿La estás pasando bien con tus amigos?

Yoongi se miró las uñas con un semblante serio. Apoyó la barbilla en sus rodillas y se quedó viendo las mantas desordenadas sobre la cama.

—Sí, está todo tranquilo. Estoy bien. —Tragó saliva porque el silencio de su hermano le revolvía el estómago. Probablemente sus padres ya habían hablado con él, pero necesitaba preguntárselo él mismo—. ¿Mamá y papá ya te han dicho...?

Lo han hecho —interrumpió, con la voz suave. Se escuchó un suspiro del otro lado de la llamada y extrañamente Yoongi no sintió más que alivio—. Te pediré disculpas en nombre de nuestros padres, Yoongi. Sé que te han rechazado de una manera muy cruel. No me parece justo.

—¿Cruel? —entonó, achicando sus ojos—. Me desearon la muerte. Va más allá de la crueldad.

Lo sé. —Su hermano siguió en silencio un rato, como si estuviese pensando qué palabras decir—. No quiero que pienses que está mal lo que haces, ¿okay? Quiero decir, tú eres normal. Tu amor es normal. Y sigues siendo mi hermano, no importa qué. Debes entender que nuestros padres tuvieron muchos momentos difíciles en su vida, y que sus propios padres fueron estrictos de esta misma manera con ellos. Yoongi, nosotros nacimos en diferentes épocas; épocas en las que puedes ser quien seas. Sin embargo, eso no quita el hecho de que aún haya personas que les moleste aquello. Tienes que ser fuerte ante estas personas y demostrarles que te importa un carajo lo que ellas piensen sobre ti; tú eres tú, y sigue siendo como eres hasta el día de tu muerte. Ama a quien quieras amar, sé libre y no te encierres en un mundo de restricciones.

Yoongi cerró sus ojos y apretó sus labios, asintiendo a la voz de su hermano como si éste fuera capaz de verlo. Oyó la puerta de la habitación abrirse, pero no se molestó en levantar sus párpados. Siguió prestándole toda su atención a las palabras del otro lado del celular, sintiendo su pecho cálido pero, a la vez, con un dolor inmenso.

—Es fácil decirlo, difícil llevarlo a cabo —dijo Yoongi. Levantó la mirada y se quedó viendo a Jimin durante un segundo, quien se sentaba en la cama junto a él y traía en manos una bandeja con un desayuno. Yoongi volvió a bajar la vista hacia un punto entre las mantas—. Pero, aprecio lo que me dices, de verdad. Tenía miedo a que... me odiaras.

Escuchó una risita al otro lado y Yoongi esbozó una sonrisa, quedándose más calmado.

¿Odiarte? ¿Cómo puedo odiar al niño que siempre estuvo conmigo? —inquirió—. Ya te lo he dicho. No cambiarás ante mis ojos, sin importar qué —indicó; su voz sonaba como si aún vistiera una sonrisa en su boca—. Oh, debo dejarte, Yoon. Mi hijo me está llamando. Disfruta de tu día, hermanito. Feliz cumpleaños.

Cuando cortó, Yoongi soltó un suspiro y por fin llevó su atención a Jimin, que lo miraba entre preocupado y curioso.

—Era mi hermano —le explicó el rubio, mirando la bandeja con comida. El olor a café se le metió en la nariz y sonrió ligeramente—. ¿Eso es para mí?

—No, es para mí —respondió Jimin, blanqueando los ojos. Al segundo, soltó una risita—. Claro que es para ti, hyung. Feliz cumpleaños —dijo, y se acercó para darle un corto beso en su nariz—. ¿Cómo despertaste?

Yoongi arrugó su nariz un segundo y asintió, cubriéndose aún más con las sábanas.

—Gracias, desperté bien. ¿Tú?

—También.

Hubo silencio, Yoongi frunció el ceño porque Jimin parecía incómodo. Miraba para abajo y abría la boca de tanto en tanto como si quisiese decir algo. Dejó la bandeja sobre la mesa y volvió a sentarse frente al mayor, esta vez, mirándolo directamente a los ojos.

—Cuando desperté, entré al baño y sentí el olor a humo en todas partes—señaló, con voz seria—. Aunque pusiste la ventilación, el olor estaba impregnado hasta en la toalla.

Yoongi desvió la mirada y tragó saliva, intentando ocultarse de la pena. Se rascó la nuca y, sin enfrentar los ojos de Jimin, dijo:

—Lo siento, hacía mucho frío afuera para salir a fumar.

—¿Cuántos te fumaste?

El otro no entendió muy bien a qué iba su pregunta. Se removió en su lugar y sacudió la cabeza.

—¿Acaso importa? —preguntó.

—Importa, porque dijiste que sólo fumabas cuando estabas tenso y querías estar tranquilo —habló rápidamente—. Después de hacer el amor, me dormí y te encerraste a fumar. ¿Por qué?

Se le hizo pequeño el corazón al ver a Jimin de esa manera. Aunque intentaba lucir tranquilo, sus pupilas temblaban y demandaban la verdad, de una forma u otra. Yoongi no quería herir a Jimin, pero cada cosa que hacía parecía convertir el amor en dolor.

Se atragantó con la angustia y se miró las rodillas, indeciso de qué decir. Sentía la mirada y espera intensa del otro y los nervios le florecían desde el estómago hasta la garganta. Fingió una tos para alargar el tiempo y que la cobardía se le fuera del cuerpo.

No obstante, cuando iba a soltar su voz y decir lo que tenía que decir, ambos escucharon desde el otro lado de la puerta que Namjoon los llamaba para que Yoongi bajara a recibir los regalos. Jimin le dio una última mirada y asintió una sola vez.

—No tienes que decirme ahora. Ellos están muy emocionados por darte su regalo. Vamos abajo y luego te comes el desayuno.

Yoongi asintió como niño regañado y se vistió para saludar a sus amigos en la planta baja. Bajó las escaleras un tanto desanimado, pero cuando vio que las luces se encendieron de repente y oyó gritos y aplausos, se congeló en el lugar. Los chicos tenían un par de globos en las manos y unos juguetes que hacían el ruido más molesto del mundo. Habían puesto un cartel mal hecho en la pared de la entrada y Seokjin sostenía una torta que se veía deliciosa, pero demasiado pequeña para los siete.

—¿Qué es esto, una fiesta para un niño? —preguntó Yoongi; sin embargo, era inconsciente de la sonrisa enorme que se le había formado en la cara.

Llegó hasta a ellos y primero fue abrazado por Taehyung, que le gritó en el oído y lo dejó medio sordo. Luego se acercó Hoseok y lo obligó a saltar con él mientras lo tenía enredado en sus brazos. Al abrazo se sumaron Namjoon y Jungkook, que, al soltarlo, lo llevaron hasta el frente del pastel.

Le cantaron mientras aplaudía y Yoongi no sabía qué cara poner, o qué cara estaba haciendo.

—¡Pide un deseo, hyung! —dijo Jungkook entusiasmado, cuando la canción finalizó. Yoongi se acercó a la vela y se quedó un momento mirando el fuego sacudirse sobre el hilo. Contuvo la respiración mientras pensaba y se agachó a la altura del pastel.

Amarme, deseó.

La vela del pastel se apagó y más aplausos llenaron la cabaña.

—¡Felicidadeeeees!

Hoseok y Taehyung fueron hasta el sillón donde descansaban los regalos que todos le habían hecho. El menor de los dos le entregó en las manos un pescado congelado y ni siquiera le habían quitado el precio.

—Wow, aprecio su regalo, de verdad —dijo Yoongi, un tanto incrédulo, sosteniéndolo contra su pecho—. Lo comeremos juntos en la cena.

Luego se acercó Seokjin y Jungkook, que le obsequiaron un oso enorme de Kumamon. Yoongi gritó y abrazó al peluche como si se tratara del mejor regalo del mundo.

Namjoon le dio un cd con todas sus canciones favoritas de hip-hop y demás, junto con un nuevo piercing negro y plateado.

Después perdió de vista a Jimin, quedándose con el corazón en la garganta. Estaba de pie frente a sus cinco amigos, pero ninguno decía nada; no hasta que Jimin volviera de donde estuviera.

Se estaba poniendo más nervioso de lo que debería, porque cuando Jimin volvió, escondía algo detrás de una tela negra. Y el tamaño del regalo era de su altura. Todos se vieron sorprendidos, a excepción de Taehyung, que le gritaba alterado "¡muéstralo de una vez!". Pero, Jimin se reía y se encorvaba de la vergüenza, ocultando su rostro rosado tras sus manitos.

—Uh, bueno, no sé si te gustará mi regalo —musitó con la cabeza gacha. Yoongi tragó saliva y forzó una risa nerviosa.

—Ah, vamos, ¿qué es? —preguntó, apretando a Kumamon entre sus brazos.

Jimin asintió varias veces y se secó el sudor de sus manos contra su ropa, quitando la tela que ocultaba su presente.

El caballete sostenía un cuadro del tamaño de su torso. Se podía presenciar el olor a pintura sobre el lienzo como si la obra emanara vida de ella. Yoongi pudo sentir cómo el aire se le escapó de los pulmones cuando se visualizó a sí mismo en una pintura que iba más allá de su comprensión. Los colores que habían sido plasmados sobre él creaban una magnífica armonía entre ellos; se unían, se desplazaban, viajaban por el cuadro y terminaban formando ese rostro que parecía tan sereno como ajeno.

Sus ojos brillaban como si tuviese millones de galaxias dentro. Sus labios esbozaban una pequeña sonrisa con un rosado fino, asemejándose al color de las rosas más bonitas que tenía en su galería de flores. Yoongi pensaba que, a pesar de las notables ojeras que Jimin se había dispuesto a marcar, su expresión era diferente a como veía su propio reflejo. En la pintura, él era hermoso.

—Sólo... intenté hacerte algo que te gustara, pero viendo tu cara, no sé si te gusta —susurró Jimin con la mirada en otro lado. Seokjin sonrió ante su comentario y apretó su hombro, negando con la cabeza.

—Le ha encantado —le dijo en voz baja.

Yoongi ni siquiera lo escuchó. Había dado varios pasos hacia adelante y ahora pasaba la yema de sus dedos sobre el relieve de la pintura, tocando el color pálido de su rostro y las estrellas en sus pupilas.

Jimin había echado todo su esfuerzo en colores y creado lo que, a sus ojos, se asemejaba más a Yoongi. La simpleza es lo que lo hacía placentero de ver, tanto como la realidad que sus ojos apreciaban. Aquella era la realidad que él contemplaba sobre Yoongi: sus imperfecciones eran su belleza única, y el amor que tenía lo había obligado a dibujarlo con romanticismo y adoración.

Yoongi lloró de tanto amor que sintió en su pecho.

HOLA, PEOPLE(? ¿Cómo están? <3 

Espero que haya valido la espera el capítulo. Sé que soy muy repetitiva, pero siempre les quiero agradecer a todos ustedes por todo el cariño que me dan, ya sea en leídos, votos o comentarios ❤️ 20k leídos y 3k votos, shoro.

Gracias por leer, lxs amo.❤️✨

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