Capitulo 22
Han pasado unos meses desde mi primera comunión, fue bonito poder usar un vestido que me hiciera sentir como una princesa. Me atrevo a decir que era una imitación del vestido de una princesa de Disney, era tan hermoso que me dolió en lo más profundo de mi alma devolverlo al lugar donde lo habíamos alquilado. Puedo sacar dos puntos negativos de ese día: primero, no sabía que la hostia estaba empapada de vino, lo cual me hizo sentir un poco infiel a mí misma; segundo, al celebrar con mi familia, se emocionaron demasiado y empezaron a repartir licor. Por Dios, acabo de cumplir con un sacramento y ellos vienen a pecar.
Mi hermano siguió insistiendo de manera muy sutil que asistiéramos a la iglesia cristiana. Esas personas mantienen con la biblia en mano y gritando ¡Amen! ¡Aleluya! Son un poco ruidosos. Pues adivinen, mi madre aceptó, nuevamente.
El primer domingo que fuimos, fue realmente incómodo. Estaba escandalizada con tantas personas dando “voces de júbilo”, alzando sus manos como locos, cerrando los ojos y con ese gesto de… ¿éxtasis? Son extremadamente raros. Se la pasan una hora completa cantando, aplaudiendo y saltando. La iglesia cristiana al parecer tiene mejores ingresos que la mía, la católica. Esta gente tiene de los mejores instrumentos, efectos audiovisuales, cámaras y un estilo moderno como ambiente del lugar; sin mencionar el tamaño tan impresionante que tiene. En esta iglesia no cabe un alma más, por donde voltee la cabeza a observar el lugar, hay familias, parejas e individuos. Si así es la estructura de esta iglesia, ¿equivaldrá a las ofrendas de los congregados?
Después, se la pasan otra hora hablando de cosas que hay en la biblia y proyectando los versículos que el pastor va leyendo. Ah, ese es un asunto aparte, se le llama pastor; no padre, cura o sacerdote. Cuando miraba a mí alrededor, notaba que estas personas sabían la ubicación exacta de cada libro en la biblia. Ellos no se dirigían al índice a encontrar el número de la página como yo, es como si lo hubieran memorizado.
La verdad, es que ir a esa iglesia es realmente horrible. Es decir, me acostumbro a que al finalizar la misa me den un dulce, ¿y en ese espantoso lugar ni una menta? Es muy triste.
Mi madre ha optado por seguir asistiendo a esa congregación, yo no, yo me quedo con mis misas. Aun así, ella me obliga a ir con ella los domingos a compartir con los cristianos. Nada de eso es de mi agrado. Es muy vergonzoso observar a esos lunáticos moviéndose como si estuvieran convulsionando. En mi iglesia, mis prójimos no hacen esos espectáculos.
Iglesia del Nazareno, así se llama la congregación.
Hay domingos en los que dicen que van a hacer como una especie de liberación. Es traumático. El pastor se baja de la tarima, mientras ora con fervor, moviendo los brazos en toda dirección. Camina por el enorme lugar tocando o colocando su mano derecha sin en la cabeza de alguna persona, mientras grita a todo pulmón ¡Te libero en el nombre de Jesús! ¡Rompo las cadenas de maldición! ¡Vete Satanás de la vida de este hijo de Dios! Las personas caen de inmediato de espaldas al suelo, llorando y temblando.
El hecho de asistir a este lugar, me obliga a practicar sus actividades. No puedo creer que mi madre me obligue a abandonar la iglesia católica, sólo porque ella lo hizo, ¿o si puede hacerlo?
Amelia Novoa
2009
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro