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Capitulo 1

Lágrimas descienden por mis mejillas. No necesito verme frente a un espejo para notar que se me hincharon los ojos. Cuánta alegría y cuánta tristeza puede sentirse en un aeropuerto. Recuerdo la primera vez que viajé en avión tenía 7 años. Iba para Colombia, el país de mis padres, de mi familia desde Estados Unidos. Había alegría, pero ya no sé donde quedó.

Ahí está él. El hombre que siempre ha estado para mi, con quien más me he identificado dentro de mi núcleo familiar. Mi padre, Jose. Viajando de nuevo a Estados Unidos. Otra vez me quedo sola con mi madre, Ana; mi hermano mayor, Cristian; y mi hermana menor, Sara. Ya no puedo hacer memoria de cuantas veces se ha ido, de cuantas veces he llorado por él hasta quedarme dormida.

Solo basta con pensarlo para entristecerme más. Cada vez que se va, dejo de ir a la escuela. No me explico porque no sólo consigue trabajo aquí en Colombia. No puede ser tan difícil, ¿o si?

- Papi, por favor no te vayas otra vez - digo llorando, con la cara empapada de lagrimas. Abrazando con todas mis fuerzas a mi padre, con la esperanza de que de esa manera, se quedara más tiempo.

- No te preocupes mi amor, sólo serán unos meses. Estaremos juntos de nuevo - mi padre intenta reconfortarme, mientras me besa las mejillas.

Pero ya no quiero esto, siempre es así. Viene y se va; se va y viene. Es un constante dolor emocional. Gritar y reír cuando llega; llorar y extrañar cuando viaja. Lo quiero aquí con nosotros, a pesar de que no nos sigamos dando los lujos que nos podemos dar cuando él trabaja allá en Estados Unidos.

Bonito apartamento en un buen barrio, celulares, ropa, salidas, buenas escuelas, idas a salones de belleza... no puedo negar que es muy tentador, todos queremos eso. Pero he llegado al punto donde no quiero eso.

Antes si. Era muy infante para darme cuenta de que todo eso que tenia un costo, aparte del dinero. Solo podía ver las cosas que tenía y las que quería, pero no lo que aquello me quitaba. Todos esos bienes, regalos caros, alejaban cada vez más a mi padre de nosotros.

Quisiera que mi padre me fuera a recoger a la escuela, así como a las demás niñas. A veces me enoja al ver cómo hay niñas que no aprecian eso, de tener a sus padres llevándolas y recogiéndolas en la escuela.

Cuando iba a reuniones del colegio, la mayoria iban de la mano con sus padres, yo no. Cuando era el dia del padre, todas mis compañeras lo celebraban, yo no.

Nunca tuve quien me ayudara con mis tareas. No me gustó pedirle ayuda a mi madre, ella no tenia la paciencia para eso. Asi que aprendí a hacer mis cosas a mi manera, como yo pudiera realizarlas. No tenia problemas, podía sostener el peso yo sola.

Pero debo admitir que si, si quería tener la ayuda y la guía de mi padre. La mayoría de mis compañeras llegaban y decían que habían realizado tal tarea, de tal materia, con la ayuda de sus padres. Yo, gracias a la ayuda de míster Google.

No quería hacerlo sola. Deseaba que él me dictara, que sea él quien me ayude con mis tareas de dibujo. Es muy bueno en eso. Es muy inteligente, perfeccionista, odia la mediocridad. Siempre dice " Si vas a hacer algo, hazlo bien; sino, mejor no lo hagas."

Si hubiera terminado la secundaria, quizá sería uno de los mejores en cualquier área que deseara desempeñarse. Lamentablemente, las cosas no fueron así para él. Empezó a trabajar y a ganar dinero muy joven, despreció la escuela a tal punto que la abandonó.

Tampoco para mi madre. Ella no alcanzó terminó la secundaria. Se vió obligada a dejar sus estudios a la edad de 17, cuando quedó embarazada de mi hermano Cristian. No es hijo de mi padre, pero aun así creció junto a él. Mi madre poco comenta de cómo fue su relación con el padre de Cristian. Lo único que me permitió saber es que no sabía que era un hombre casado y que ya tenía otros dos hijos. No me atrevo a preguntarle más. Seguro que no quiere que sepamos a fondo lo que sufrió realmente con ese pequeño gran detalle.

Mis padres se conocieron en una fiesta, gracias a un primo de mi padre. Dos años despues de que mi madre hubiera concebido a Cristian. Mi padre se deslumbró al ver a mi madre. Una mujer alta, con su cabello mono y crespo, un cuerpo trabajado, notables curvas. Fue como una especie de amor a primera vista.

Mi madre tuvo que irse unos meses después a trabajar a Italia, dejando a mi hermano, a mi padre, a su familia. No tenia oportunidades de trabajo en Colombia. Apareció la oferta y se fue. Mi familia me cuenta que fue algo muy duro para mi hermano. Él se tuvo que quedar a vivir con mi abuela. Mi madre nunca lo desamparó. Lo mejor siempre era para él.

Mis padres se separaron. Tuvieron sus relaciones sentimentales con otras personas. Creían que todo había terminado entre ellos. Pero no fue así. Sólo se me permitió saber que mi padre se puso en contacto con mi madre, quien todavía estaba en Italia. Poco tiempo después mi madre volvió a Colombia. Todos me cuentan de cómo mi padre salió a toda velocidad en su motocicleta cuándo ella ya estaba a punto de llegar al aeropuerto. Volvemos a ese aeropuerto.

Decidieron ser pareja. Estar juntos, tener una familia. No pasó mucho cuando mi madre quedo de nuevo embarazada. Esta vez era de mi.

Los problemas surgieron de nuevo. Las cosas no resultaban en Colombia. Era una época donde el sueño americano estaba en su máximo esplendor. Los años 90. Mis padres decidieron probar, a ver cómo les iba, trabajar y conseguir dinero. La mayoría de personas lo estaban haciendo. Pero como todos sabemos, no cualquiera entra a los Estados Unidos.

La única forma legal era con visa. Pero no lo hicieron. La forma mas fácil, pero peligrosa, era falsificando papeles. Ellos lo hicieron así.

Mi padre se fue primero. El plan era que él llegara, pudiera trabajar para tener un lugar donde recibir a mi madre y a mi. No tuvo inconveniente con los papeles.

Lo contrario sucedió con mi madre. Según los papeles, ella era venezolana. El dia de su viaje, iban otras personas en la misma condición. Sus metas eran cumplir el tan sonado sueño americano y ayudar económicamente a sus familias, enviándoles giros cada vez que pudieran.

De Colombia viajó a Venezuela, donde les volvían a revisar cada documento. Ella no podía decir, mucho menos hacer notar a todo el mundo que estaba embarazada. Todo el vuelo estuvo yendo al baño a vomitar, diciendo que era un café que le habían ofrecido a bordo que le cayó mal.

Sé que no estaba enferma sólo por mi. Yo a veces me indispongo cuando tengo que exponer o hablar en público. Era culpa también de los nervios. Nadie quería que los pillaran y que los encarcelaran por eso. La vida se les hubiera frustrado.

De alguna manera u otra, no se, aun no me explico, cómo fue que justo ese dia, con tantos indocumentados, sólo mi madre pudo pasar. El resto se quedó en Venezuela. Mentiría si dijera que tengo idea de lo que hicieron con ellos.

Mi hermano se quedó en Colombia. El no se podía ir todavía. Recuerdo que mi madre me contó una vez cómo fue que se intentó despedir de él. Se le partió el corazón, cuando aquel niño de tan solo 6 años le decía "¿No me vas a llevar contigo?"

No me imagino el dolor de mi hermano. No logro recrear ese sentimiento de abandono que pudo tener al ver que esa vez, su madre se iba con otro hombre a formar un hogar, en un país que desconocían, incluyendo el idioma.

Cuando mis padres ya estaban juntos en el estado New Jersey, no tenían nada. Todo el dinero, que era muy poco, estaba destinado a mi madre y a un lugar cómodo. Así fuera que pasara hambre mi padre y que mi madre fuera la única que comiera, por mi.

Las cosas empezaron a surgir. Las oportunidades crecieron para mi padre. Meses después, llegué yo, Amelia Novoa. Un 16 de octubre de 1996, trayendo esperanzas a mis padres, de que sería una persona diferente. Que no sería como el resto de la familia. Que yo si iba a salir adelante.

Cuando nací, nacieron conmigo las expectativas de mi familia. La ilusión de que no cometería los mismos errores de mis padres, de mis tíos, de toda mi familia, era palpable. Solo faltaba que se arrodillaran ante mi.

Soy la primera norteamericana de mi familia. La única con la gran oportunidad de viajar por donde deseare. La primera con ese privilegio que muchos todavía quisieran poseer.

No había crecido mucho, cuando mis padres pudieron llevar a mi hermano a New Jersey, a vivir con nosotros.

Mi vida giraba en torno a la escuela, a McDonald's, mis barbies, mis mascotas y a mi padre. Lo amaba como si no hubiera un mañana. Incluso cuando se me permitía ir a trabajar con él, lo hacia. Mi padre logró establecerse en una empresa que ofrecía todo tipo de servicios que estuvieran relacionados con el vidrio, aluminio, acero y metal.

Cada vez que iba, le llevaba la maleta de herramientas a mi padre, era realmente pesada, aun así lo hacía. Creo que por eso, ya estando en Colombia, me operaron por hernia umbilical.

Todo transcurría normal. Era una niña feliz. Lo tenía todo. Juiciosa, amorosa, amable y tierna. Obsesionada con los animales y con todo lo que tuviera azúcar. Una pequeña de ojos grandes y marrones, piel clara, cabello ondulado y castaño.

Soñaba con viajar a Colombia, el país de mi familia. Se volvió en uno de mis más grandes anhelos.

Tenía 6 años cuando nació mi hermana, Sara. Todos esperábamos un niño, la panza era gigante, y mi padre soñaba con un hijo varón para que el apellido no acabara con nosotros. Y así fue. El apellido Novoa murió cuando se dieron cuenta de que era una niña. Cuando fui a verla al hospital, me pareció de lo más raro. Tenía una cosa de color rojo en los labios, no me imaginaba que podía ser.

La amaba, pero la odiaba a la vez. Dormíamos Cristian, Sara y yo en el mismo cuarto. Ella no nos dejaba dormir en las noches. Lloraba demasiado, por no decir que gritaba como si eso la complaciera. Desde ahí empecé a sentir rechazo por los bebés. Que horror.

Lo he soltado. No creo estar lista. Jamás lo estaré. Se despide finalmente de mi madre. Vemos como se desaparece mientras pasa por la puerta, dirigiéndose al avión.

No. Otra vez no. Este vacío vuelve. Esto que siento en mi pecho me esta asfixiando. Solos de nuevo. No quiero. Ya sé lo que va a pasar en este tiempo mientras él no esté. No quiero llegar a casa.

Vienen recuerdos a mi cabeza. No quiero ver a mi madre bebiendo de nuevo. Se reúne con sus amigas y mis tíos a eso exclusivamente. Me mandan a dormir temprano. No logro dormir, sabiendo que ella sigue por allá bailando, bebiendo, fumando y que algún sujeto la esté mirando.

Es demasiado. Con mi padre ella no hace eso, por lo menos es seguro. Cuando él no está soy yo quien la tiene que proteger. Mi hermano no lo hace. Parece que también le gusta todo ese ambiente.

Todo parece diversión hasta que el efecto del alcohol surge. Ya sé quien le pondrá su ropa para dormir, sé quién la acostara en la cama y le pondrá su cobija encima. Seré yo quien la ayude a ir al baño para que vomite todo ese maldito líquido que ingirió.

Una noche más, en la que no encontraré la forma de no escuchar como su cuerpo se retuerce, tirado en el piso. Mientras ella se introduce de manera salvaje el dedo a la boca, buscando alivio en su inconsciencia.

Amelia Novoa
2008

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