Primavera.
El apogeo de la primavera me sopla en la cara
y el azul vuela etéreo
en cada calada,
y tus caderas son el salto de la primavera
y los vacíos de una moneda
se vuelven curvas en tu cintura,
y en tus afluentes
soy un avión de papel
o cualquier barco sin rumbo
o conocimiento de duda
para vararse en cualquier
parte del alta mar de tus labios.
Y entonces el verano se vuelve nocturno
y tú te conviertes en el aire
que envuelve a Daphne
con sus raíces a la tierra,
y el laurel la corona
con las manos trepando hacia el cielo
con la curva de la piel
llegando a abril,
con los soplos del viento
caos es tu rostro convertido en la planta
de mi vientre
y tus pies las fibras azules de mis caderas,
las ramas, un contrafuerte
en la señal del semáforo en rojo
que dicta tu torso,
con un cincelado perfecto
eso desearía yo poder darle a mis versos
ese acabado de remate,
que vacíe tu piel de miedo
se lleve los párpados las dudas,
y que el miedo a desaparecer
nuestras manos de cualquier parte del cuerpo
sea el horror vacui,
que mantenga la tensión de este deseo
porque es desearte despierta,
pensando si me acordaré dormida
de aquellos días dónde tus pies estaban en mi pecho,
y me tocaste a lo grande
me llenaste sin miedo.
La primavera se lleva la cinta
que cubre el pecho
y Céfiro se lleva los mechones de Cloris,
y el mirlo mientras tanto
se te posa en el hombro,
agujereando cada parte de cristal
que cubre tu cuerpo,
cada gorrión que te venere
como arte.
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