Fibras.
He sentido el poema
vibrando en mí
altercando mis cuerdas
con clavos y uñas,
con dedos y el viento
coronando tus manos
desdoblando papeles
quitando de sus cadenas
a los anillos que enchufan
cada parte de mi cuerpo
con la nada.
He sentido mi vestido
siendo el pliegue de la brisa
el cabello del sol,
que se superpone a los ojos azules
de la ventisca.
Las fibras de mi piel
no se desatan de las tuyas,
elásticas y humeantes
eléctricas y sangrantes,
que alteran cada materia,
cada átomo que se multiplica,
en tráfico de carreteras,
tu corazón palpitando en el mío.
Ahora soy un bosque de copas perdido,
un velero sin mar ni destino.
Soy una tinta empolvada,
cansada de escalas desconcertantes,
de caladas y cigarros malditos
que me levantan las heridas
y me abren los corchetes
que intento cerrar.
Intento guardar los acentos
que antes ponía en mis emociones,
en los paréntesis que me sobran
de cuando antes te miraba.
Lo sigo haciendo, pero el carboncillo
me miente, y el desgarro se hace puente,
y mis pensamientos se desbordan como un río.
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