Dafne.
Eres como un juego de planos
de mármol y contraste de luces y piedra
de contraluces y oscuridad
una lluvia de sombras
que cae como delirio,
a las curvas de tu cuerpo
el despliegue de tus caderas,
y a la curvatura
de los arcos in situ de tu mirada
y esos grandes ventanales
que enseñan el mar
y se superponen orilla y arena
vegetal y tierra.
Me imagino a Dafne
y su vestido de raíces
que se iban pegando
al marrón del otoño
y se iba impregnando
como el desgarre del pegamento
del rubor de la primavera.
Como un Coliseo de piedra
que destruya
mis partes ínfimas,
con tal de ser contigo
un color sempiterno.
Una escala que trepe
óvalo a óvalo
curva a curva,
tu corazón,
y que las aristas
sean contraluces
en cada blanco y negro
que me sobre,
y en cada espacio de luz
que me falte.
A veces la flor de la noche
nos mete de lleno en un cubo
nos moldea, nos desliza
nos construye a su modo.
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