EPÍLOGO.
A los meses de terminada la guerra todos sufrieron pérdidas.
No era necesario decirlo a viva voz para que las personas se dieran cuenta.
Lo importante fue que Harry Potter triunfó y el mundo mágico ya no yacía en tinieblas como era el miedo que todos padecían.
Lejos del jolgorio de los héroes de guerra habían cientos de brujas y magos que habían llevado sus propias batallas personales hasta puntos inimaginables.
Una de ellos fue Luna Lovegood.
Luego de recibir todo el apoyo psicológico correspondiente tras haber estado secuestrada, vinieron los procesos judiciales a los que quiso someterse para ir en contra de su padre. Llevó el caso de su madre hasta las últimas consecuencias, teniendo que ser ella de la mano de sus cercanos quienes le brindaron el apoyo en esos momentos difíciles.
El día del juicio de Xenophilius Lovegood, fue el día donde se vieron las caras. Así lo había decidido la bruja, tras la guerra se había mudado a la casa de los Greengrass, quienes amablemente le tendieron una mano y abrieron las puertas de su casa.
Astoria había sufrido una recaída en su condición de salud que traía la maldición de sangre que padecía, por lo que ambas habían decidido hacerse compañía.
El encuentro había estado cargado de traumas y horror para la bruja.
—¿Así es como pagas el haberte dado todo? ¿El haberte criado solo? Eres una mal agradecida.
—Me quitaste a mi madre cuando era apenas una niña, me viste llorar por ella durante años todas las noches y aún así jamás sentiste remordimiento— declaró cuando este la increpó —, deberías estar agradecido de los años que viviste a costa de su memoria, usándola después de haberla arrebatado de mi vida, mereces lo que tienes ahora.
Uno de los pilares más importantes de la vida de Luna se había ido de una manera trágica y abrupta; no podía ignorar el hecho de que su padre fuera el asesino de su madre la carcomía por dentro, pues siempre sentiría amor por él, aquello la perturbaba y la hacía sentir ansiedad en todo momento.
Necesitaba una vía de escape, un respiro.
Tras eso comenzó a escribir.
Luna inició escribiendo sobre las criaturas mágicas que tanto le apasionaban, comenzó a detallarlas para las revistas y no tardaron en interesarse en ella, en su talento. Al poco tiempo de graduarse de Hogwarts una editorial nueva en el mundo mágico ofreció publicar los bocetos de sus dibujos y esto ayudó mucho en que ella pudiera mejorar su autoestima.
Poco a poco las historias comenzaron a fluir en su cabeza y no tardó en iniciar a crear cuentos infantiles. Sus libros fueron muy exitosos, a pesar de querer mantener un bajo perfil, no era raro que más de algún periodista quisiera abordarla entrando o saliendo de casa o al ir al trabajo.
Se trató de acostumbrar a eso, dado que ahora siempre sería un atractivo en vista y considerando lo sucedido con su padre y la aclamada tragedia familiar en la que se habían convertido los Lovegood, pues como todo juicio que se vivía en el mundo de la magia, todos conocían los detalles de los años que tendría que pasar el dueño del Quisquilloso en la cárcel.
Por eso decidió que necesitaba un cambio, un cambio radical en su vida y eso sólo lo obtendría yéndose del mundo mágico.
—¿Estás completamente segura de lo que haces? Vivir entre muggles, debes estar bromeando o estás mal de la cabeza —dijo Astoria cuando se lo comentó, era una decisión que Luna ya tenía más que tomada y nadie ni nada la haría modificar.
—Toda mi vida está patas arriba, Tori. Deja que vuelva a ser la misma de antes, ya he molestado mucho aquí en tu casa, pronto te casarás y seré un mal tercio —farfulló.
Astoria y Draco se casarían y no quería interferir en la privacidad de la futura pareja.
—No digas tonterías. . .
—Está decidido, Astoria. Espero que puedas comprenderlo —declaró sin lugar a dudas por parte de la ex Slytherin.
—Sabes que cuando te aburras de todo eso tienes las puertas abiertas aquí o puedes decirme lo que necesites.
—Lo sé, eres una gran persona, mereces ser feliz junto a Draco.
Astoria le sonrió mientras acariciaba su cabello.
—Eres tú quien merece ser feliz más que cualquier persona en este mundo, me quedo tranquila ¿sabes por qué?
Ella negó con la cabeza.
—Porque eres fuerte, tienes todo lo que podrías haber heredado de tu madre, eres una mujer empoderada y con una fortaleza contra la adversidad que nadie podría jactarse de tener, eres increíble Luna, nadie puede decir lo contrario, ni siquiera tu padre.
Y así tras esa conversación, Luna se fue al mundo muggle. Vendió la vieja casa de sus padres y con el dinero compró una granja a las afueras de Dunkeld. Era un pueblo pequeño de no más de quinientos habitantes, allí la vida era tranquila, sus pasatiempos se habían definido en ayudar animales abandonados, ir a leer para los niños en los hospitales y jardinear alguna nueva hortaliza que su vecina le recomendaba.
Siguió escribiendo y aquello le hizo ganarse la vida.
No quería necesitar de la magia para sobrevivir.
No cuando la magia le había exiliado hasta allí.
Ella sentía que la magia le había quitado muchas cosas, entre ellas a su madre, por lo que su corazón le decía, debía sanar primero antes de poder ser feliz nuevamente.
Seguía conectada a las noticias, por lo que no fue difícil conocer sobre el juicio que tuvo Viktor Krum cuando tuvo lugar en el Wizengamot; este fue deportado y no podría salir de Bulgaria, no podría postular a ningún cargo ni podría volver a jugar Quidditch a pesar de su condición física. Si no había ido a prisión había sido por su causa, ya que cuando un auror se presentó a tomar su testimonio, Luna fue enfática al decir que este estaba haciendo todo bajo la amenaza de Lord Voldemort y que jamás la había dañado físicamente.
Uno de sus motivos para dejar el mundo mágico fue aquel.
Se sentía culpable al no haber podido hacer nada para ayudar a Theodore Nott. Por más que intentó averiguar, jamás se presentaron las instancias con las que testificar a su favor, nunca tuvo información sobre su paradero y acerca de lo que la justicia tenía para él.
Ella quería saber sobre él nuevamente. Sintió que le había abandonado en el peor momento y no hacer nada para ayudarle le provocaba dolor y culpa, sobretodo después de todo lo que este había hecho por ella.
Sabía que sin esperar nada a cambio.
Era ella la que no podría superarlo.
Se resignó a vivir a la espera de tener noticias sobre Theo, constantemente se enviaba cartas con Astoria para poder tener noticias, escribía haciendo leves insinuaciones, siempre las respuestas de su amiga fueron las mismas, nadie sabía sobre Theo Nott.
Una mañana después de llegar de la Editorial con la que había firmado, notó que había un joven en su puerta. Este tenía a dos caballos que reposaban bajo un manzano que había fuera de su terreno.
Ella le reconoció de inmediato, aquel porte, el cabello, el talle de su espalda.
—¿Theo?
Los ojos del joven ya mucho más maduro y con estragos visibles en su facciones por todo lo que había vivido se notaban en si rostro.
Tragó saliva y desvió por un momento sus ojos melancólicos de los orbes llenos de vida que le ofrecía Luna.
—Supe que te habías mudado. Supe también que escribías y que cuidabas animales.
—Sí. . .
—Lamento no haberme presentado antes, pero fui enviado a Suiza, nací allí y pues el ministerio de mi país natal me ofrecía mayor protección que el Reino Unido. Tuve que mantenerme allí por bastante tiempo para asegurarles que no volvería a cometer delitos aquí.
—¿Estás libre?
—Pues no tanto, no puedo volver al mundo mágico de Inglaterra, no por unos meses. Vine aquí porque estos caballos estaban heridos, los hallé en un paraje agreste y no sabría que hacer con ellos de no ser que recordé que siempre tenías respuesta para todo lo que tuviera que ver con animales.
—Theo.
—Siento haber venido sin avisar, siento no haber hablado contigo antes. Pero tenía tanta vergüenza, tanta impotencia y tanto temor de que me cerraras la puerta en la cara— declaró —, de que me dijeras que me fuera sin más, ya que puedo entender completamente que no quieres tener que ver nada con el mundo mágico 7 sobretodo con lo que sucedió en los últimos años. . .
La rubia se acercó a él, dejando su bolso y los manuscritos que cargaba sobre un tronco que estaba cortado. Se paró frente a él para hacerle frente.
—Eres lo único que he extrañado durante todo este tiempo.
Una calidez inexplicable recorrió cada célula del cuerpo del ex mortífago. Las palabras de Luna eran un regalo que sentía no merecer, pero allí estaba ella, siendo gentil y asombrosa como siempre lo fue.
—Eres más que bienvenido, ahora y siempre. Me pediste hace un tiempo que no te olvidara y no lo he hecho —declaró.
Theo estaba anonadado por aquel recibimiento. Lo había soñado mil veces, jamás pensó que llegaría a materializarse para él.
—Siempre fui tímida, nunca he tomado la iniciativa en lo que me importa y creo que es tiempo de cambiar eso. El algo que he trabajado en mí y que pretendo seguir haciendo, en mi vida lo he aplicado y me funciona bastante bien.
—Eso me alegra mucho—susurró.
—Por eso quisiera preguntarte, ¿es muy atrevido si te beso en este momento? Verás es algo que vengo queriendo hace mucho tiempo y nada más me haría más feliz en este preciso instante.
—¿Tomar la iniciativa es algo que está siendo muy importante para tí?
—Sí—afirmó de manera sentida y tierna.
—Créeme que si no fuera tan importante para tí, yo ya te hubiera besado.
En ese instante Theo y Luna se besaron de una manera que nunca habían besado a nadie más. Se besaron de manera apasionada, enredando sus lenguas, consiguiendo que estas danzaran al compás de lo que sentían. Fue un beso real y perfecto, pues lo deseaban desde hace tiempo.
Ambos se extrañaban.
Ambos habían despertado algo en el otro.
Luna a los ojos de Theo era pura inspiración.
Theo a los ojos de Luna era como un universo sin explorar.
—Me has hecho esperar mucho por tí.
—Eso no volverá a ocurrir. Si quieres disponer de mí, estoy completo para lo que requieras de aquí a milenios más.
Luna sonrió ante esa respuesta.
Theo era lo único que había rogado al universo y se lo concedió.
Unió sus brazos a los de él y este rápidamente correspondió a su abrazo.
Necesitaba a Theo en su vida, ella quería entregar su amor a una persona que la hacía sentir admirada, que se daba cuenta de su valor, de quien era ella, de sus capacidades y que no se sentía intimidado por su historia ni por su poder. Por ende lo necesitaba para ir de la mano, queriéndose y acompañando sus pasos, no sintiendo que eran del otro, pues ella no lo veía como una cosa a la cual poseer, y él tampoco.
Luna cerró sus ojos y en su mente vislumbró a una mujer hermosa, de rubios cabellos y de ojos azules como los de ella. Estaba viendo a su madre nuevamente.
Sonrió, sonrió ante eso.
«Te dije que estarías a salvo mi niña, no me queda más que agradecer lo valiente que haz sido»
—Gracias—susurró en voz baja, con los ojos mojados por las lágrimas de la emoción.
Su madre le había dicho que estaría a salvo.
Ella había tenido razón, ahora estaba a salvo.
Pandora le había ayudado, sin embargo fue ella sola quien consiguió sacar ese poder a flote.
Luna era poderosa y se había convertido en su mejor versión.
En lo que siempre había querido ser.
En una mujer digna de admirar, en una mujer como su madre.
Por eso a partir de ahora contaría historias que ayudarían a otras personas, contaría historias que hablarían de los hombres encantadores que usaban aquello en contra de las mujeres. Decidió que iría más allá y que su experiencia serviría de ejemplo para otras chicas.
Ayudaría a que ningún espía se infiltrara en sus vidas.
Le entregaría su poder a otras personas.
Usaría su magia para el bien común.
Tal como su madre hace unos años.
Luna era luz y nadie podría pararla a partir de ahora.
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