CAPÍTULO 5.
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La habitación de Luna estaba completamente vacía, a excepción claro de ella y su mejor amiga pronto haría aparición. Por fin había llegado el día de la presentación de la rubia, y no podía estar más nerviosa.
Se había levantado muy temprano y esperó hasta que sus compañeras de habitación se marcharan para comenzar a vocalizar a solas. Le pareció ridículo aquello, puesto que en unas cuantas horas no podría esperar a que todo el pueblo se marchara de la ceremonia para comenzar a cantar. Sin embargo sus compañeras de habitación la ponían nerviosa cuando le reiteraban una y otra vez que ya quedaba poco para el festival.
Ella no había bajado siquiera a desayunar ese día, el estómago se le hacía un nudo sólo de pensar en comida, por lo que prefirió dejarlo de lado, al menos por ese día. Se duchó y pronto comenzó con la tarea de arreglarse el cabello; no era una experta en esa labor ya que usualmente dejaba su cabello suelto y evitaba usar demasiadas pociones en él por lo que la tarea no era muy fácil, optó por imitar la imagen de la artista que admiraba – Renata Tebaldi–; una soprano italiana que le parecía sumamente formal y hermosa.
Los minutos pasaban con agilidad en el parecer de la bruja y cuando por fin quedó satisfecha con su aspecto el sonido de la perilla de la puerta en su habitación la alarmó.
—Hola, hola señorita cantarina. —Astoria Greengrass había hecho presencia en la habitación. A Luna ya no le impresionaba eso, ya que desde muy jóvenes ellas acostumbraban a colarse en las respectivas salas comunes una de la otra.
Astoria era muy inteligente, por lo que le era sencillo responder a los acertijos de la entrada y siempre conseguía entrar sin ser percibida. Luna siempre era informada de la contraseña de los Slytherin, aunque sólo entraba ahí cuando de verdad era de urgencia, osea muy rara vez.
—Vaya, veo que aún no te alistas Lovegood. —la castaña hizo un gesto de desaprobación mirando a su amiga. —¿Tan nerviosa estás que dejas de lado tu puntualidad impecable?
—Sólo hace falta ponerme el vestido, Tori. —reclamó la ojiceleste. —Y eso lo haré estando allá, pues no quiero ensuciarlo, es completamente blanco — aclaró.
Astoria abrió los ojos completamente.
—¿Me estás diciendo que ya estás arreglada? —enarcó una ceja.
La rubia asintió confundida.
—No, para nada Lovegood. —refutó y caminó con rapidez hasta su amiga, dejando su bolso de lado. —Ahora mismo yo voy a componer esto.
—No lo sé Tori. —exclamó la chica rubia mirándose detenidamente al espejo.
Llevaba el cabello en un moño algo apretado, y su rostro estaba completamente pulcro. A ella no le parecía mal aquel aspecto, le parecía formal y de acuerdo al evento.
Miró a través del espejo a su amiga quien negaba con la cabeza con gracia.
—Creo que es adecuado. —dijo por fin y se encogió de hombros.
—Bromeas ¿cierto? —reclamó su amiga y enseguida se puso a la tarea de desatarle el cabello. —¡Con ese aspecto parece que vas a un funeral! —acusó provocando un gran suspiro por parte de Luna.
La Ravenclaw estaba sumamente nerviosa por la semejante situación en donde la había metido Astoria. Apenas y cantaba ella sola, y ni siquiera lo hacía en el castillo. Ella sentía la necesidad de esconder su voz en las cuatro paredes de la habitación vacía en la Casa de los gritos; ahora se encontraba ahí, alistándose para interpretar una canción ante todo el pueblo de Hogsmade y sus visitantes. Maldecía internamente la hora en que a Greengrass se le ocurrió mencionarle al profesor Flitwick que ella cantaba, internamente sabía que la culpa era suya, por haber asistido a la audición, no tenía la menor idea del por qué lo había hecho.
La castaña notó el aspecto afligido de su amiga y le apretó ligeramente el hombro.
—Tranquila Luna, ¿Debo decirte una vez más que cantas de maravilla? —le comentó con una tenue sonrisa.
Con su varita pronuncio un «accio» y de su bolsa salió un pequeño recipiente con pocion rizadora. Vertió un poco de la mezcla espesa y lo aplicó con cuidado en el cabello largo de la rubia.
—Si no mal recuerdo a cierto Búlgaro también le fascinó tu voz. —miró de reojo la reacción de Luna y sonrió al ver que ella se había sonrojado.
—No adicioné sólo por él. —señaló la rubia.
—Yo nunca dije eso, pero me temo que te acabas de delatar. —bromeó Astoria— No sabía que uno de tus motivos iba a ser él.
—Eres muy molesta a veces, serpiente. —se quejó la joven con un gesto.
No se dijo nada más durante los siguientes minutos, la Slytherin estaba totalmente concentrada en peinar el cabello de Luna, quien se miraba al espejo; sin embargo estaba absorta en sus pensamientos, por lo que no prestaba mucha atención a lo que su amiga le hacía.
—¡Tienes un cabello hermoso Luna! —musitó emocionada Astoria al ver el hermoso resultado. Ella le había dejado el cabello en suaves ondas que caían perfectamente a cada lado de su rostro, además había añadido una semi trenza que se alargaba a cada extremo de su cabeza.
Emocionada por el resultado Astoria dió un par de saltitos, tal niña pequeña recibiendo sus regalos de navidad.
Luna, despertando de su trance por fin se observó al espejo y sonrió ante su reflejo.
—¡Haces magia Tori! —la miró agradecida y entonces una idea le atravesó.
Sin decir nada Luna se levantó de la silla y se dirigió al enorme ventanal de su habitación; más específicamente a su pequeña planta de Iberis amara –sus flores favoritas–,con delicadeza cortó unas cuantas de estas y se las entregó a Astoria.
—Colócalas a lo largo de la trenza. —pidió y dió media vuelta.
—Es una gran idea Lovegood, a esto me refería. —añadió la joven castaña colocando las pequeñas florecillas blancas. Tomó por los hombros a la rubia cuando hubo colocado la última y entonces la observó —Ahora, indícame dónde tienes el maquillaje, hay que hacer algo con ese pálido rostro.
Luna frunció el ceño y Astoria río ante aquello.
Le gustaba fastidiar un poco a su amiga.
— Hoy serás el centro de atención Luna, estoy segura de que brillarás — murmuró antes de abrazarla.
Horas más tarde el pueblo de Hogsmade se encontraba inundado de miles de personas.
Era una gran fiesta.
Por donde quiera había puestos ambulantes muy coloridos y alegres, a pesar de ser tiempo de lluvias el sol brillaba y las nubes parecían haber permitido que aquel pueblo enteramente mágico celebrara a su fundador Hengist de Woodcroft. Los estudiantes de Hogwarts disfrutaban de aquel ambiente paseando por todo el lugar y adquiriendo productos exclusivos por la fecha importante.
Astoria caminaba entre la gente, ella había acompañado a Luna tras bambalinas del escenario enorme que múltiples magos habían montado un día antes para estar listos, sin embargo el profesor Flitwick no le había permitido quedarse, ya que la acusó de distraer y poner nerviosa a su pequeña estrella, como había nombrado a Luna. Por lo que luego de despedirse y desearle toda la suerte del mundo salió del lugar y ahora se encontraba buscando un buen sitio para no perderse ningún detalle del espectáculo.
Su mirada vagaba por los alrededores; sonreía cada que miraba un rostro conocido y saludaba a algunos haciendo un gesto con la mano. Al estar en aquello no pudo evitar ver a un Draco Malfoy sumido en sus pensamientos vagando por los alrededores, la chica lo miró por unos largos segundos.
Draco parecía no estar ahí, se le notaba cansado y tenso.
—Si no te conociera lo suficiente pensaría que estás irritado… pero no es así. ¿Qué ocultas Draco? —pensaba la castaña mientras seguía observándolo.
De pronto un enorme peso sobre sus hombros logró sobresaltarla y sacarla de sus pensamientos.
—¿Qué se supone que hacemos? —habló Theo en tono divertido y agudizó su mirada hacia donde antes miraba su mejor amiga. —¡Oh! ¿Espiamos al platinado?
Ante aquel gesto Draco percibió a la castaña y levantó su mirada a ella, encontrando sólo a Theodore pasándole el brazo por encima a Astoria. Por una fracción de segundo las miradas de Greengrass y Malfoy se mezclaron completamente, pero entonces el platinado desvió la mirada y le hizo un ligero ademán de saludo a Theodore quien le respondió con un movimiento de su cabeza.
El rubio caminó , perdiéndose entre la gente y de la vista de la castaña. Astoria se sentía sumamente impotente ante la situación, dejó salir un suspiro de resignación y miró a su amigo.
—No molestes Nott. —exclamó zafándose de su abrazo y comenzó a andar hacia los asientos principales.
—¿No molestes Nott? ¿Enserio? —se burló su amigo y caminó tras ella. —Él es quien se merece toda esa ira, Draco no ha hecho más que comportarse como un idiota desde que regresamos al colegio — le habló mientras le seguía —Digo, es mi mejor amigo, pero eso no justifica que te esté tratando como lo hace.
Astoria lo fulminó con la mirada.
—No tengo ánimo para discutir mis asuntos personales contigo. —refutó la ojiverde. —Además, ¿Qué no deberías estar con el par de soquetes? A falta de Draco sólo tu podrías controlarlos y hacerlos que se porten decentemente.
Theo rió ante la referencia que su amiga hizo de Crabbe y Goyle.
—Sí, bueno…—alzó los hombros. —Ellos no tenían interés de venir a ver el espectáculo.
—¿Y tú porque lo tienes? —la castaña alzó una ceja interrogante.
El joven frunció el ceño.
—¿Qué no puedo disfrutar de una buena melodía acaso? —reprochó el chico de cabello rizado mientras disimulaba ligeramente su sonrojo pasando su mano por el cabello.
—Si claro, la melodía.
Cuando llegaron por fin a los lugares del frente notaron que el trío de oro estaba ahí mismo, junto con la más pequeña de los Weasley.
A Astoria no le importaba aquello, sin embargo, notó la incomodidad de Theo al ser observado por Harry y Ron de una manera muy descortés.
Él hizo ademán de cambiar de lugar, pero fue detenido por Astoria.
—¿Qué haces? —le preguntó al notar la actitud de su amigo.
—No me apetece estar junto a Potter en este momento, Tori. —le aseguró pero fue completamente ignorado. Astoria lo tomó del brazo y prácticamente lo obligó a sentarse en la misma fila.
—Deja de culparte por algo que tú no hiciste Nott. —le susurró.
Automáticamente las palabras de Astoria lo transportaron a la rubia Luna Lovegood, recordó que ella le había exhortado a lo mismo “No puedes ni debes cargar con las cosas que hacen las demás personas…” recordó y de inmediato una tenue sonrisa se dibujó en su rostro.
En cuestión de minutos el atardecer había desaparecido por completo, dando paso a los hermosos colores del crepúsculo en el cielo.
La gente ya se encontraba aglomerada alrededor del escenario, pues los asientos se encontraban llenos.
Luna jugaba con sus manos mientras caminaba de un lado a otro tras bambalinas.
—¡Lovegood! —escuchó a su profesor e inmediatamente se giró a mirarlo. —Es hora de que tomes posición, por favor colócate en medio del escenario. —dijo Flitwick y notó como el profesor Slughorn llegaba alzando los pulgares en dirección a ella.
—Se ve hermosa señorita Lovegood. Deléitelos con su maravillosa voz. —animó el pocionista y tomó asiento tras el piano.
La rubia sonrió, sin embargo los nervios habían causado que aquella sonrisa estuviera sumamente rígida. Sin más opciones se dirigió al centro del escenario como se lo habían pedido mientras con su varita conjuraba en su garganta el hechizo parcial del sonorus. Esto para escucharse fuerte y claro.
—Buenas noches damas y caballeros. Permítanme darle la bienvenida al concierto anual a memoria de Hengist de Woodcroft. El gran fundador del pueblo enteramente mágico que nos ha recibido siempre con amor. —Luna escuchó al jefe de su casa hablar al otro lado del telón.
—Ahora, sin más preámbulos me complace presentarles a la señorita Luna Lovegood, quien nos deleitará con su magnífica voz.
La rubia observó como el telón se corría lentamente y entonces se topó de frente con un gentío de personas.
Sintió las piernas ligeramente frágiles, pero entonces observó a Astoria con los ojos llenos de emoción y a su lado Theodore Nott, quien a Luna le pareció que se veía realmente bien con sus vestiduras oscuras. El Slytherin le sonrió ampliamente y entonces la rubia tomó valor.
La melodía surgió de la voz de la muchacha, mientras Horace la acompañaba con el piano, en conjunto habían logrado una armonía totalmente hermosa. El público la miraba totalmente absorto, y un poco más alejado de la primera fila –muy escondido para no causar revuelo– Viktor Krum observaba a la rubia totalmente fascinado.
Ella llevaba un vestido largo y pulcramente blanco, sus manos se movían suavemente y sus ojos permanecían cerrados, no obstante los abría en ocasiones y ahí Viktor podía notar el azul celeste más bonito que había visto en toda su vida.
Era como ver y escuchar a un ángel, pues la melodía le producía una sensación de paz. Una sensación que hacía tiempo no sentía, la tranquilidad que le daba era agradable para él y no podía dejar de mirarla.
La interpretación terminó más rápido de lo que el Búlgaro hubiera querido y la gente explotó en aplausos y vitoreos.
Theodore Nott conjuró un par de rosas y las lanzó al escenario, donde la rubia yacía muy sonrojada pero con una gran sonrisa. Inmediatamente todos los magos imitaron el gesto del Slytherin y pronto el escenario estuvo repleto de rosas para darle un reconocimiento.
Unos minutos más tarde Astoria se encontraba tras bambalinas con su amiga, en un camerino improvisado.
— Estuviste hermosa, maravillosa, tenías todo, brillaste — Astoria la abrazaba fuerte, estaba muy contenta por su amiga —Eres una estrella.
Luna no dejaba de agradecerle por su ayuda en todo el proceso. Astoria le había llevado un cambio de ropa a su para que pudiera disfrutar mejor de la noche en el pueblo, pues los profesores les concedieron permiso aquel día de disfrutar la celebración y llegar un poco más tarde de lo acordado.
Luna estaba a punto de desvestirse cuando escucharon pasos acercarse.
De la puerta del camerino surgió el joven Theodore, quien entró con un par de rosas en la mano.
—Luna. —la llamó casi sin aliento y al ver que Astoria estaba ahí también se puso rojo de la incomodidad.
—¡Antes de entrar deberías llamar a la puerta! Por poco te topas con Luna desnuda. —exclamó Astoria y entonces el color se intensificó en las mejillas de Theo.
Luna abrió los ojos y miró negativa a su amiga.
—¡Lo siento! —se excusó el joven y dejó las rosas en una mesita cercana. —Yo sólo venía a felicitarte. Tienes una maravillosa voz Lovegood, deberías explotar ese talento. —se llevó las manos a los bolsillos y la miró .
—Gracias Theo. —farfulló la rubia. —Me alegra que les haya gustado, en un minuto estaré lista. Deberías venir con nosotras a las tres escobas. —dijo invitándolo y Astoria la miró con asombro.
—Eso suena bien. —sonrió el Slytherin asintiendo y entonces miró a Astoria, quien entrecerraba sus ojos hacia él. —Yo… las espero afuera entonces. —dijo y salió de ahí rápidamente.
Ahora la castaña miraba inquisitiva a su amiga.
—¿Pasa algo? —preguntó la rubia.
—No, para nada. —señaló Astoria divertida y empezó caminar por la habitación mientras Luna se quitaba el vestido.
—Sé que tramas algo Tori, dímelo ahora.
La castaña soltó una risita socarrona.
—Creo que empiezas a interesarle mucho a Theo. —declaró y entonces la rubia la observó.
—Alucinas.
—No tengo muchas pruebas, pero tampoco tengo dudas Lovegood. —añadió la Slytherin pensativa.
Theo no era un chico malo, la verdad es que él tanto como Draco eran jóvenes que llevaban a cuestas los errores de sus padres. No le parecía mal chico para su amiga Luna, pero tenía sus dudas aún. La rubia era un alma pura, por lo que a ojos de Astoria su amiga merecía a alguien tan puro como ella.
Más tarde en las tres escobas un tumulto de estudiantes de Hogwarts se encontraba abarrotando el lugar. Luna, junto con Astoria y Theo habían llegado y causado sensación, desde el camino todos querían saludar y felicitar a Luna. En el bar no fue la excepción, el trío de oro se había acercado a felicitar a la rubia y Ginny no dejaba de elogiar su magnífico maquillaje.
Fue entonces que los ojos desmesuradamente abiertos de Ronald Weasley y el alboroto de la gente lograron que las miradas se fueran de Luna y cambiaran hacia la persona que entró en el sitio.
Viktor Krum se había echo presente en el bar, y caminaba hacia ellos.
Hermione Granger acomodó su cabello con ansiedad, mientras Ron no dejaba de mirarlo con admiración y un atisbo de celos. Pero entonces Granger y todos se dieron cuenta que el Búlgaro no se dirigía ella. Si no a la mismísima Luna Lovegood.
—Luna. —saludó en su típico acento rígido mientras una ligera sonrisa le pintaba el rostro. —Ha sido todo un placer escucharte, me alegra mucho que decidieras hacerlo y que hayas salido de la casa embrujada — bromeó.
Absolutamente todos en el grupo quedaron asombrados por las palabras del búlgaro, pero Hermione más que eso se hallaba un poco escéptica.
—Gracias Viktor. —sonrió tímida.
—¿Podemos hablar en privado? —preguntó el joven de y a Luna le dió un vuelco el corazón.
—¿En privado? —se preguntó confundida y algo aturdida por el ruido.
—Si, claro. —contestó con apenas un hilo de voz.— Si no es molestia.
Theo miró ligeramente ceñudo la escena.
La rubia se disculpó con sus compañeros y camino junto al búlgaro hacia afuera del bar.
Hermione se atrevió a hablar luego de ver aquella sorprendente escena.
—¿Y ellos dos desde cuando son amigos? —preguntó con un muy escondido tono de reproche. —¿Desde cuándo son tan cercanos? —inquirió dirigiéndose a Astoria.
La aludida rodó los ojos.
Una cosa era que ella soportara a la Sabelotodo cuando se encontraba con Luna, pues sabía que ella era muy amiga del trío . Otra cosa era que estuviera dispuesta a soportarla cuando no se encontraba Luna.
—¿Siempre eres tan envidiosa Granger? —soltó la Slytherin sin atisbo de remordimiento. Ron quiso reír, pero se contuvo. —Digo, siempre quieres tener toda la atención sobre ti ¡No toleras estar fuera de los escándalos del momento! Estas comenzando a parecerte a tu amiguito Potter.
Hermione fulminó con la mirada a la ojiverde y entonces ella junto a sus amigos optaron por alejarse de ahí.
—¿No les parece extraño? —continuó diciendo a sus amigos. Ron bufó y puso los ojos en blanco. —Yo me había estado escribiendo con Viktor y jamás mencionó a Luna. —añadió y entonces Ron no lo soportó más.
—Lo único extraño es tu actitud con esto Hermione ¿A caso estás celosa de Luna? —la interrogó y Harry decidió pasar a segundo plano.
—¡¿Qué?! —vociferó la Gryffindor totalmente sonrojada. —No digas tonterías Ronald. Es sólo que es muy extraña la actitud…
—Hermione, enserio debes dejar de comportarte así. —la cortó Ron y siguieron caminando hacia la salida del bar.
Estando afuera miraron a Luna y Viktor charlar animadamente. Los chicos ignoraron aquello y siguieron su camino hacia los carruajes, sin embargo, Hermione no dejo de sentir intriga.
—Has dado una actuación maravillosa, Luna. —comentó Viktor sonriéndole a la rubia. —Muchas felicidades.
—Te la agradezco mucho, la verdad es que estaba realmente nerviosa por hacerlo. —habló la joven con suma naturalidad. Para su sorpresa encontraba que hablar con Viktor le comenzaba a agradar, ya no sentía esos nervios punzantes de antes al encontrarse frente a la estrella de Quidditch.
—No tendrías por qué, debes empezar a confiar en tu talento, eres muy buena. —le aseguró y entonces de alguna parte el chico sacó una hermosa rosa blanca y se la tendió. —Esta me recordó más a tí que las rojas. —confesó.
Luna, con ternura tomó la rosa entre sus manos.
—Es bastante bella. —musitó alegre.
—Tanto como tú. —añadió el joven.
Por unos segundos el Durmtrang se perdió en los ojos celestes de la joven, y entonces las palabras brotaron con naturalidad.
—Luna ¿Te gustaría acompañarme en tu siguiente salida a tomar algo? —inquirió.
A la rubia parecían haberle robado la voz de repente. Viktor tomó aquel silencio como duda.
—No te espantes, es sólo que gustaría conocerte mejor. —aclaró ligeramente acalorado.
—Me encantaría Viktor Krum. —respondió por fin dejando ver una blanca sonrisa.
—Perfecto. —exclamó el joven. —Escríbeme para acordar el día entonces, sabes en que hotel me hospedo. No será difícil para tu lechuza encontrarme.
—Lo haré —le aseguró la rubia.
Viktor asintió y sonrió.
—Bien, entonces te dejo para que sigas disfrutando tu triunfo con tus amigos. —le miró y a Luna le fascinó el hermoso tono ámbar de sus ojos.
Luna alzó su mano para estrecharla con la de él, sin embargo este atrapó su palma y la llevo directo a sus labios, besando su dorso.
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