CAPÍTULO 3.
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El ambiente en el castillo de Hogwarts se sentía bastante tenso.
Todos estaban al tanto de lo ocurrido con Ollivanders en el callejón Diagón, y ese se había vuelto uno de los temas principales en cada conversación. Así como el tema del incidente en el Departamento de misterios, que aún era muy polémico.
A Luna le incomodaba hablar de eso, a pesar de no demostrarlo todavía tenía pesadillas sobre la batalla. Ella lograba notar las miradas inquisitivas de sus compañeros de Ravenclaw, sin embargo, ahora sólo se limitaban a eso.
A mirarla.
Todo esto debido a que luego de que Astoria los amenazara con su varita por acosar a su amiga, dejaron de cuestionarla y preguntarle sobre el episodio.
El hecho de que la rubia estuviera absolutamente en contra de la intimidación que los Slytherin acostumbraban a imponer en todos aquellos que se cruzaban en su camino no quería decir que discretamente no agradeciera a su amiga por haberlo hecho.
Y Astoria lo sabía, conocía muy bien a su mejor amiga.
Tras unas largas semanas de clases los permisos para visitar el pueblo de Hogsmeade habían llegado por fin, no podía negarse que ese era el momento más esperado de la mayoría de los estudiantes, sobre todo de los que cursaban el tercer grado. Luna y Astoria se encontraban ya en los jardines de Hogwarts, esperando a entregar su permiso firmado.
—¡Los quiero a todos ordenados! —exigió con voz enérgica la profesora McGonagall mientras el celador del castillo alineaba a los alumnos en una fila. —¡Todos con su permiso en mano!
Lentamente la fila fue avanzando hasta que ambas jóvenes entregaron su permiso que fue supervisado por Minerva y sus gafas que la hacían parecer más seria.
— Sean prudentes, porfavor y recuerden el horario de llegada— comentó la profesora , y sin más, tomaron el primer carruaje ante ellas para dirigirse al pueblo.
—Ya necesitaba esta salida. —confesó Astoria soltando un suspiro de alivio. —Los profesores no dejan de mencionar los TIMO’s. Me estoy volviendo loca.
—No deberías preocuparte tanto. —musitó Luna mirando el camino —Llevas un promedio muy bueno.
Se hizo un silencio corto y la rubia miró con detenimiento a su amiga. Tenía los labios fruncidos y la mirada perdida.
—Me atrevería a confesar que quien te tiene así es Malfoy. —se aventuró a decir y se percató que la expresión de Astoria cambió al momento. —¿Has podido conversar con él?
—No en realidad. —bufó la castaña. —Últimamente se le ve muy poco por la sala común. Ni siquiera lo ví en la fila de los permisos hoy.
—¿Se quedó en el castillo? —inquirió la rubia sorprendida y Astoria asintió sin ganas.
El carruaje, que ya llevaba unos minutos de recorrido se detuvo de inmediato a las orillas del pueblo, culminando el trayecto.
Las jóvenes bajaron de inmediato y Luna no pudo evitar abrazar su cuerpo al sentir el viento fresco.
—¿Vamos por un café? —animó la rubia provocando que Astoria a su lado rodara los ojos.
—Te estas volviendo una adicta, Luna. —la reprendió, pues le preocupaba la salud de su amiga, sabía perfectamente que la rubia había empezado a tener constantes migrañas y se lo adjudicaba totalmente a su adicción por aquella bebida.
—Vamos, es por el frío . —imploró la Revenclaw pero Astoria negó con firmeza. —De acuerdo, entonces ¿A dónde quieres ir? — preguntó admitiendo su derrota.
La castaña llevó una mano a su barbilla e inspeccionó los alrededores.
Chasqueó la lengua y de pronto recordó que las pociones que utilizaba para su cabello estaban a punto de agotarse.
—Necesito ir a con Madame Faith. —mencionó la castaña refiriéndose a la tienda de pociones más grande de Hogsmeade.
La rubia arrugó la nariz, pues recordaba los miles de olores que provenían siempre de esta tienda. Y Astoria, quien parecía no tener ni un rastro de sensibilidad en su olfato podía pasar horas ahí escogiendo las pociones adecuadas para su rutina de belleza.
—No me apetece mucho respirar ese aire. —confesó Luna divertida y miró el ceño fruncido de su amiga. —Ve tú, y escoge algo para mí.
—¿Segura?
—Sí, la verdad es que tengo muchas ganas de ir a mi lugar. —mencionó la rubia con una ligera sonrisa. Astoria alzó la ceja.
—No sé qué fascinación le encuentras a esa casa. —suspiró mirándola con inquietud. —Sólo cuídate mucho. Nos vemos en una hora en las tres escobas.
Luna asintió y con un ligero abrazo se despidieron, perdiéndose entre las brujas y magos que ya abundaban en el pueblo.
La Ravenclaw caminó a lo largo del pueblo, una que otra vez deteniéndose para saludar o para observar con más detenimiento alguna cosa que llamara su atención. No tardó mucho en llegar a los límites de la villa donde a lo lejos se alzaba una enorme edificación que Luna conocía a la perfección.
«La casa de los gritos» como la llamaban, era el edificio más embrujado de toda Gran Bretaña; esto según los aldeanos, pues ellos habían sido testigos de los fuertes gritos y lamentos que provenían de ella años atrás.
Sin embargo, eso provoco aún más curiosidad en la rubia, quien hacía unos años que había decidido investigar por su cuenta la veracidad de esta leyenda, entrando junto con Astoria cuando estaban en su tercer año. La castaña había salido corriendo a los pocos minutos de entrar, sin embargo, Luna, guiada por su habitual curiosidad merodeó por toda la edificación, encontrándose sólo con una cosa; una sala perfectamente vacía y confortable para sus prácticas de canto.
La rubia amaba de sobre manera aquel pasatiempo, lo encontraba sumamente reconfortante y placentero. Le encantaba entonar las melodías que escuchaba por las noches en su vieja radio, e imaginar las historias detrás de tan bellas letras. Sin embargo, dentro del castillo aquello no era posible, pues no había sala o lugar cómodo para practicar, siempre había algo que se lo obstaculizaba. Lo principal, la privacidad, pues a ella le gustaba cantar cuando estaba totalmente sola, por lo que en la casa de los gritos encontró un pequeño tesoro con esa sala con perfecta acústica.
Luna caminó con decisión a la casa, verificando siempre que nadie estuviera cerca.
Con cuidado pasó por sobre la valla cubierta de púas y evadió con destreza las ramas que quisieron enredarse en su chaqueta. Ya estando dentro del terreno sacudió sus manos y emprendió el camino hasta la enorme puerta de roble de la vieja casa.
Abrió con un sencillo hechizo que ella misma había puesto tiempo atrás y se adentró en las penumbras del edificio; caminando sin vacilar, la rubia se encontró muy pronto con la sala perfecta y con una sonrisa empezó a caminar detenidamente por ella, inspeccionando como siempre cada detalle. Se quitó el bolso que tenía colgado atravesado en su cuerpo y sin más rodeos comenzó a vocalizar sus melodías favoritas.
La hora estipulada para reunirse con Astoria había pasado ya, pero la rubia sin tener en ese momento conocimiento del tiempo seguía cantando a todo pulmón. Hasta que un crujido fuerte la alertó, provocándole enmudecer al momento.
Luna sintió un escalofrió recorrer su espina dorsal y el miedo lentamente se iba apoderando de ella.
¿Qué acaso era verdad lo de los espíritus y la actividad paranormal?
Un crujido aún más cercano que el anterior logró que la rubia soltara un gemido y con fuerza tomó su varita, apuntándola directamente a la puerta de la sala.
Con el pánico apoderándose de su cuerpo no pudo evitar lanzar un hechizo aturdidor cuando una sombra enorme se plasmó en la puerta. Y entonces ella corrió a hacerle frente a lo que se ocultaba tras las sombras, siempre con la varita en alto.
—¡Hey! —exclamó una voz profunda y masculina. —Tranquila, tranquila.
Luna, aún con las manos ligeramente temblorosas miró con dificultad al joven que se encontraba frente a ella, pues la escasa luz de la habitación no se lo permitía.
—Vik… ¿Viktor? —la Ravenclaw tartamudeó ligeramente y entonces bajó su varita, dejando que el joven de cejas pobladas se moviera más hacia la luz —¡Me has dado un susto enorme!
—Imagina el mío al comprobar que la casa de los gritos estaba efectivamente hechizada. —murmuró con una ligera risa. Pero de inmediato se aclaró la garganta. —¿Qué haces aquí, Luna Lovegood?
—Bueno, yo podría preguntarte lo mismo Viktor Krum. —la rubia alzó una ceja y le llamó al igual por su nombre y apellido, estaba sumamente molesta por haber sido interrumpida y asustada. Además, que ahora alguien más sabía de su pequeño tesoro, de su lugar secreto.
—Andaba por el pueblo, y quise comprobar la leyenda de« La casa de los gritos» pues es bastante popular. —el búlgaro alzó los hombros y su mirada vagó por alrededor de la edificación. —Pero al parecer es sólo eso ¿no? Una leyenda, aunque debo admitir que cuando escuché tu voz sentí algo de miedo.
Luna asintió de mala gana.
—Lamento haber interrumpido, creo que ya te he molestado dos veces en las pocas ocasiones que te he visto. —continuó mirándola ligeramente apenado.
—Descuida, yo…—la rubia miró su reloj y abrió los ojos. —Ya me iba, creo que ya voy tarde a con una amiga y debe de estarme esperando—le regaló una de sus sonrisas.
Un crujido más, alertó a ambos, quienes se limitaron a mirar en silencio el lugar del que había provenido el sonido.
—Supongo que hay un poco de verdad en la leyenda. —insinuó Viktor mirando a la rubia quien con un ligero suspiro nervioso miró divertida al búlgaro.
—¿Te acompaño a la salida? —sugirió el mago, logrando sólo que la rubia se colocara algo sonrojada.
—Si no te importa, está bien. —murmuró Luna.
Ambos jóvenes salieron de la casa, notando que el cielo ya se estaba tornando más oscuro.
—Es ahí donde me hospedo. —indicó Viktor señalando un hermoso edificio que dejó a Luna impresionada.
—Es muy bonito. —aseguró la rubia con tono amable. —¿Y entonces, a qué te dedicas ahora?
—Trabajaré para la sección de deportes de «El Profeta» —respondió con un ligero matiz de orgullo. —Mi primera nota saldrá en la edición de mañana.
Luna asintióy una sonrisa asomó a sus labios finos mientras se imaginaba al búlgaro tras un escritorio redactando notas periodísticas después de haber sido él un protagonista de todas ellas. Le parecía un poco exagerado el giro que había tomado, sin embargo, él se notaba muy feliz por ello.
—Me alegro mucho por tí, Viktor. —dijo sinceramente —Mucha suerte en los que ahora sé que son tus proyectos.
—Te agradezco mucho — le sonrió el muchacho que debía de observarla hacia abajo, ya que él le sacaba varios centímetros de altura — ¿Puedo preguntarte algo ahora yo a tí?
El tono divertido y juguetón del chico hizo que Luna se sintiera encantada.
— ¿Qué es lo que quieres saber?
— ¿Qué es lo que hacías aquí sola? No es por nada, pero comentaste que te juntarías con una amiga y me parece que ya es bastante tarde.
— Me gusta mucho este lugar para... — hizo una pausa ya que pensó que eso le parecería algo ridículo al muchacho.
— ¿Vienes aquí para cantar, Luna? — le preguntó Viktor con un peculiar interés.
Ella estaba algo avergonzada, no le gustaba que la escucharan hacerlo y el que un joven tan famoso y que no conocía demasiado la hubiera escuchado era algo que le generaba un sentimiento de cohibimiento.
— No puedo hacerlo en Hogwarts y me gusta mucho, aquí descubrí un lugar perfecto — acotó — aunque creo que ya no es solamente mío, alguien más lo ha descubierto — dijo sosteniéndole la mirada.
— Cantas muy hermoso — comentó Viktor — pero si te hace sentir mejor, no volveré a invadir tu lugar preferido, a menos que me invites.
Luna le observó con algo de confusión.
¿Viktor insinuó que quería oírle cantar nuevamente?
— Creo que... — la rubia no pudo termimar de formular su respuesta cuando un grito los sacó de la conversación a ambos.
— ¡Luna Lovegood! ¡Aquí estás todavía! ¿Acaso te recuerdas que has dejado plantada a tu mejor amiga? ¡Llevo demasiado esperando por tí, creí que te había pasado algo en esta casa del demonio!
Era Astoria que venía caminando por el sendero y apenas divisó a su amiga había comenzado a gritar, lo que la Slytherin no había notado era su compañía y quiso enterrarse viva al notar quien era.
— Tori perdona, perdí la noción del tiempo y luego me encontré con Viktor...
— Viktor Krum, un placer — saludó el búlgaro estirando la mano.
— Astoria Greengrass, el gusto es mío. — correspondió la chica muerta de vergüenza por haber gritado a Luna de esa manera delante del ex jugador.
— ¿Quieren que las acompañe al sendero principal? Creo que ya es bastante tarde y está haciendo frío.
Ambas niñas asintieron y caminaron, Astoria que era mucho más sociable le sacó conversación al joven sobre sus planes en Inglaterra. Pero no hubo más tiempo de charla, pues al notar la presencia de la famosa ex estrella del quidditch un enorme grupo de brujas jóvenes de Hogwarts corrieron hasta el mago, rodeándolo por completo, ofreciéndole prendas, pergaminos y de todo para que este se los autografiara. Luna, sumamente incómoda se fue escabullendo poco a poco entre el grupo, hasta quedar completamente fuera de aquel tumulto de fans. Astoria dejó también el grupo que coreaba hormonalmente el nombre del búlgaro. Viktor sólo pudo hacerles una seña con la mano para despedirse.
La castaña miró expectante a la rubia.
—¿Cómo es eso de que estabas con Viktor?
Luna rápidamente tomó de la mano a su amiga, arrastrándola consigo hasta las Tres Escobas y sólo ahí pudo contarle todo sobre su nuevo casual encuentro con el búlgaro.
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