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Luna salió por una de las chimeneas que estaban habilitadas en el Caldero Chorreante – el hostal ubicado en el Callejón Diagon–. Ese había sido el punto de encuentro que había acordado con su amiga para reunirse y comprar los libros que les harían falta para ese año escolar.
Apenas llegó al lugar, Tom se acercó a ella amablemente. El mago era el dueño del lugar y generalmente era quien recibía a los recién llegados a su bar. Luna no le había visto por estar sacudiendo su ropa de la suciedad que había en la chimenea, esa era una de las cosas que no le agradaba de transportarse por la red flu.
— Señorita ¿Quiere algo para servirse? ¿O va de paso? — le consultó haciéndole unas reverencias.
Luna miró su reloj de pulsera, había llegado con unos veinte minutos de antelación. Por lo que decidió que beber un café sería una buena opción.
— Beberé un café con leche, muchas gracias. — asintió y le sonrió al hombre de manera muy educada, él la guió a una mesa y no se tranquilizó hasta que ella se hubo sentado cómodamente.
La rubia se dedicó a observar el sitio por todos lados, lo encontró pintoresco y muy peculiar. Ella era demasiado amable como para admitir que el lugar estaba algo descuidado y que le hacía falta un toque femenino o más delicado. Pero también pensó que si era Tom el que se encargaba de todo, entendía el porqué de esta situación, después de todo el hombre debía de ser un poco más joven que Albus Dumbledore.
No pasaron ni tres minutos cuando su café estuvo frente a ella. Había llegado flotando de manera delicada y Luna observó en dirección al mago para agradecerle. Comenzó a servirse aquel líquido que le gustaba en demasía, antes sus padres no le permitían consumirlo pero ahora ya era bastante mayor como para decidir; además estaba delicioso y nada cargado.
Estaba totalmente sumida en sus pensamientos cuando escuchó una voz particular que gritó su nombre.
— ¡Luna! — Astoria acababa de traspasar la misma chimenea por la que la rubia lo había hecho momentos antes.
La nombrada levantó la vista y sonrió de inmediato al ver a su amiga aproximarse a ella. Se levantó de la silla y fue a su encuentro con el mismo entusiasmo que la castaña venía.
— ¡Astoria! Siempre tan puntual — señaló y se entrelazó con ella, fundiéndose en un abrazo amistoso lleno de afecto.
— Pues no quería que esperaras sola en este lugar — la chica observó a su alrededor y no encontró nada que le agradase — pero veo que no estás para nada incómoda — dijo haciendo mención al café que Luna tenía servido a la mitad.
— Siéntate un momento para poder terminar mi bebida, Tom hace un café muy bueno — comentó la rubia con su voz cantarina.
Astoria arrugó la nariz ya que dudaba que ese café fuera mejor que el que preparaban en su casa; pero no diría nada para que su amiga no se enfadara con ella. Sin que se percataran, Tom ya llevaba un tazón de galletas como cortesía de la casa para ambas brujas, le preguntó a la recién llegada si quería algo pero ella denegó de inmediato sin ser maleducada.
— ¿Trajiste la lista de materiales y libros? — cuestionó la rubia, de inmediato pudo percibir la cara de nerviosismo de Astoria — Pues yo he traído la mía, te conozco demasiado como para creer que traerías la tuya — le molestó.
— ¡No seas así Luna! ¡Sabes que mi memoria es frágil!
— Veo que ni los pendientes y el maquillaje se te han olvidado — volvió a decirle entre una risa suave.
Astoria se rindió y no rebatió nada más. Comenzó a mover de manera inquietante su pierna y Luna entendió de inmediato que quería irse de allí.
— Ya, ya ; vamos — declaró dando el último sorbo de su café, dejó un galeón encima de la mesa y no esperaron el cambio. Ambas se despidieron del mago que les hizo un asentimiento con la cabeza.
Rápidamente pasaron entre las mesas hasta llegar al pasadizo que separaba el mundo de los magos con el de los muggles. En el Caldero Chorreante había un muro que daba la entrada al Callejón Diagon, lugar donde toda bruja o mago debía de pasar más que sea una vez en su vida.
Luna sacó de su bolso rosa un pergamino amarillento donde estaban todas las indicaciones y requerimientos que se necesitaban en Hogwarts ese año. Ambas iban a quinto año por lo que tenían que comprar las mismas cosas.
— ¿A dónde vamos primero? — preguntó Astoria con intenciones de arrebatarle el pergamino a su rubia amiga, pero se aguantó debido a que ella había olvidado el de ella.
— ¿Te molesta que vayamos primero a Madame Marklin? Debo comprar más túnicas y pasar a buscar las insignias que mandé a hacer hace unos días atrás — murmuró la chica.
— Pues vamos — sonrió la castaña, tomándose del brazo de su amiga — En eso que te pruebas las túnicas me cuentas todo lo que me dijiste en la carta — enarcó una ceja provocando que Luna se riera a carcajadas.
— Pues no tengo más que contar, te lo conté todo en la carta — respondió tranquilamente.
— ¡Pues quiero que me lo cuentes en vivo y en directo! ¡Necesito detalles, ya sabes; estamos hablando de Viktor Krum!
Astoria había quedado alucinada con la carta de Luna apenas la recibió, si bien no era una seguidora cercana al Quidditch ni se consideraba fans del búlgaro, se sorprendió demasiado al enterarse de que él se hubiera acercado a Luna, pues ellos no se conocían ni habían intercambiado palabras durante la estancia del joven en la escuela hace dos años atrás.
Una vez que llegaron a la tienda de vestuario, se percataron de que prácticamente estaba vacía a pesar de la época del año que estaba cursándose. También había que aclarar que ellas habían ido con anticipación a comprar los artículos, faltaba aún una semana para la entrada a clases.
Luna se dirigió de inmediato al mostrador para pedir el encargo que había realizado.
— Un momento linda ¿Cuál es tu nombre? — consultó la dueña.
— Lovegood, Luna — señaló — la cancelación la realizó mi padre Xenophilus Lovegood.
La mujer asintió y se dirigió a la bodega que se hallaba tras el mostrador.
De pronto ambas escucharon voces que venían desde los probadores.
— Tienes razón, estas túnicas no son como las que me mandas a hacer con la modista privada — la voz provocó que Astoria de inmediato se volviera para ver hacia el lugar — estas son demasiado comunes.
Una mujer y un joven salieron del espacio de pruebas – Draco Malfoy y su madre Narcissa – al parecer habían ido a probarse túnicas, pero estas no fueron del agrado del joven que las desechó con desdén.
Luna observó a su amiga y percibió un brillo especial en sus ojos, su atención voló en totalidad hacia el rubio que venía caminando hacia la puerta con vestiduras completamente negras. La rubia también notó que cuando Draco observó a Astoria, aquel mismo brillo estaba allí. Era como su hubieran chispas saltando entre ellos.
— Draco ¿Cómo estás? — saludó su amiga a su lado.
—Astoria —saludó el muchacho, haciendo que la castaña se sonrojara de una manera particular — Lovegood — volvió a mencionar la voz fría del chico.
— Malfoy— saludó Luna, más por educación que por otra cosa, él no era su amigo y sabía que no era del agrado de Draco, ya que ella era mucho más cercana a Harry. La señora que la atendía volvió, por lo que ella le concedió intimidad a su amiga.
Pudo percibir una simple conversación entre ellos y la señora Malfoy, Astoria trató de alargar la conversación lo máximo posible pero el rubio abandonó la tienda a los pocos minutos. Luna se dió cuenta que él trató de cambiar su postura al notar que ella estaba o eso fue lo que creyó, al ver a Astoria sus ojos brillaron pero intentó disimularlo lo máximo que pudo.
Ella sabía que su amiga estaba enamorada de Draco desde hace mucho tiempo y por lo que tenía entendido y por lo que había observado, Draco Malfoy no le era indiferente.
Se fue directo a los probadores para ver cómo le quedaba el uniforme. Astoria se sentó en un sofá mientras su amiga se cambiaba.
— ¿Y qué tal está tu príncipe azul? —preguntó Luna al notar que Astoria no estaba tan animada como había llegado hace una hora.
— Pues por lo que dijo está bien, pero pude notar que eso no es cierto — murmuró — No quiero pensar de más, aunque me gustaría asegurarme de que sea así; lo noté algo distante y frío.
Luna asintió sin que Astoria la viera claramente, pero sus apreciaciones no fueron erróneas, ella también notó la incomodidad del muchacho en el momento de encontrarse con ellas. Es más, también notó incomodidad en la madre de Draco, ella se apresuró en salir de la tienda, como si algo ocultase.
— ¿Cómo te llevas con Narcissa Malfoy? — interrogó Luna acomodando los botones de la blusa — ¿Has tenido la oportunidad de hablar con ella? ¿Le agradas?
Astoria tardó unos segundos en contestar a las preguntas de su amiga.
— Creo que le agrado, pero no sé si lo hago realmente o preferiría que mi hermana hubiese puesto sus ojos en su hijo.
Luna terminó de colocarse la capa y salió del probador, luciendo las prendas para que su amiga le diese la aprobación, antes de que cambiaran de tema, agregó.
— Pues creo que Draco es lo suficientemente mayor como para decidir sobre lo que quiere para su vida Astoria — señaló la rubia — no me digas todas esas cosas que hacen las familias de sangre pura; no es normal que en estos tiempos sigan uniéndose por renombre o dinero, tienes todo lo que los Malfoy soñaron para Draco, pero si piensas sólo en esas cosas no disfrutarán nada.
Astoria no quiso seguir dándole tribuna al tema, por lo que sonrió y observó a Luna.
— Basta de hablar de mí, que no es para eso para lo que nos reunimos el día de hoy — murmuró — por cierto, creo que la calidad de estas túnicas ha mejorado muchísimo, te quedan muy bien, sin mencionar la insignia — bromeó.
— Ravenclaw no tiene nada de malo, somos inteligentes y muy sabios.
— Eso ni que lo digas amiga, no sé que haría sin tus consejos — le alabó de manera risueña —pero, no trates de huír de mis preguntas ¿Dime qué se sintió encontrarse a solas con la estrella de Quidditch? ¿Es verdad eso que dicen que es capaz de hechizarte con la mirada?
Luna comenzó a quitarse las prendas de encima y frunció el ceño, sonriendo ante las ocurrencias de su amiga.
— ¿Qué? ¿En serio dicen esas cosas sobre Viktor Krum? Ni que fuera un basilisco.
Astoria no pudo evitar reír, su amiga siempre mencionando en los temas de conversación a las criaturas mágicas que tanto le gustaban.
— ¡Responde Lovegood! ¿Qué hablaron? Y quiero detalles.
Luna trató de hacer memoria y remembrar todos los detalles que su amiga le estaba pidiendo. A medida que pagaron y tomaron sus cosas y fueron hacia las otras tiendas, la rubia le relató todos los hechos de ese día.
— ¿Realmente crees que estuviera viendo a Cedric? —cuestionó Astoria, sacando su vena astuta de Slytherin.
— Pues no me explico que más podría haber estado haciendo en el cementerio, él no tiene familia aquí.
— ¿Desde cuando que está aquí? Su carrera está en su punto más alto, no es posible que vaya a retirarse.
— Mencionó que tenía proyectos nuevos, lejos de las canchas y los estadios internacionales.
— Vaya no pensé que dejaría el deporte, después de todo él se dedica a eso.
Luna miró a su amiga con algo de aprehensión.
— ¿Qué? ¡Es verdad! ¿Pensaste que Viktor, aquel guapísimo hombre vaya a dejar el deporte? Pues créeme yo no.
— Pero no puedes juzgarle Tori, quizás eso es lo que realmente quiere para si vida.
Astoria la observó de manera divertida y obviamente le molestaría.
— Miren, Luna Lovegood está defendiendo a Viktor Krum — ironizó —veo que con sólo una platica consiguió envolverte en su red de fanáticas.
La rubia se carcajeó por las ideas de la castaña y negó con la cabeza.
— Tú nunca cambias, será mejor que vayamos a Flourish y Blotts para comprar los libros, no quiero quedarme sin ejemplares porque tu no dejas de parlotear.
Ambas niñas se dedicaron a buscar sus materiales y artilugios sin dejar de lado la conversación que llevaban a cabo.
— ¿Y dónde se está hospedando? Si no tiene casa gastará una fortuna en arrendar un cuarto en donde sea.
— Pues creo que está en Hogsmeade, pero no sé en qué lugar en específico ¿Estás segura que no eres una de sus fans? Realmente con tantas preguntas pareces una acosadora — esta vez fue Luna quien la molestó a ella.
— Sabes que mi corazón sólo le pertenece a Draco y eso no cambiará —dijo con algo de dolor — pero no quiero hablar de él ¿Vamos por un caldero? Necesito tener más de unos cuántos para pociones.
La tienda de articulos de metalurgia y pociones estaba frente a Ollivanders, antes de que las chicas pudieran entrar, una explosión estalló prácticamente al lado de ellas, rompiendo todos los cristales de la tienda del Garrick Ollivander.
Ambas se sobresaltaron y se apresuraron a meterse a la tienda de los artículos de pociones, asustadas y alarmadas por aquello. No les importó que el vendedor les señalara que saliera porque se encerraría, ambas se escondieron en un armario.
— ¡Cállate! ¿No ves que hay una situación peligrosa afuera? Si quieres mantenerte con vida será mejor que nos dejes escondernos aquí — le gritó Astoria apuntandole con la varita.
Aquel armario tenía un agujero que daba justo a las ventanas de la tienda, por lo que ambas niñas pudieron ver claramente cuando tres hombres enmascarados se llevaron al creador de varitas con una bolsa en la cabeza.
— ¡Son mortífagos! — susurró Luna de manera inquieta. Ella no era miedosa, pero después de la batalla en el departamento de misterios, solía tener pesadillas con ellos, pensó de inmediato que quizás uno de ellos era quien la había golpeado.
— ¡Shh! — murmuró Astoria, que no quería hacer ni un sólo ruido en caso de que los magos quisieran ayanar más tiendas.
No se relajaron hasta que tres estelas de bruma negra desaparecieron en el aire.
Salieron a toda prisa del armario para dirigirse raudas hacia el Caldero Chorreante y coger una de las chimeneas antes de que colapsaran por el pánico.
— ¿Qué demonios ha sido eso? ¿Por qué se habrán llevado a Ollivander? — cuestionó Astoria con una nota histérica en su voz.
Ambas iban cogidas de la mano y Luna apretó su agarre, también asustada.
— No sé porqué se lo habrán llevado, pero este ataque significa que tenemos que olvidarnos de la calma, eso significa que Voldemort está presente y no estamos a salvo. — declaró Luna.
Y tenía toda la razón.
Nadie estaba a salvo.
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