Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 17.

Viktor Krum y Luna Lovegood seguían siendo el mejor tema de conversación dentro de las paredes de Hogwarts, aunque esto poco a poco había dejado de importarle a la rubia, quien ahora estaba acostumbrada a los buenos tratos de la gente, en especial de las chicas; las cuales la buscaban con avidez para lograr conseguir algún beneficio para con Viktor.

Naturalmente y para tranquilidad de Luna, Astoria Greengras se había convertido en una especie de guarura personal, pues aquellos que osaban acercarse a su amiga con propósito de molestarla con el tema se llevaba una de las miradas más envenenadas y mordaces de la castaña Astoria.Estas lograban ponerle la piel de gallina a quien fuese, inclusive al Slytherin Theodore Nott.

—Deja de mirarme como un Dragón a punto de atacar, Greengrass —se quejó el castaño mientras se acercaba al lugar donde el par de amigas desayunaban tranquilamente— Sabes perfectamente que a mi no me interesa un autógrafo del bulgaro. Sin ofender, Luna.

La rubia esbozó una sonrisa amistosa mientras terminaba de comer su pudin.

—Amigo mio, en tu caso es por tu propia protección —masculló Astoria apuntandolo directamente con la cuchara— Un golpe más a ese bello rostro y quedaras con el aspecto de un escreguto de cola explosiva —le advirtió con una sonrisa burlesca y volvió a atacar su cereal.

Theo rodó los ojos y sacó de su mochila un pergamino enrollado.

—Luna...—musitó mientras estiraba el brazo para entregárselo a la susodicha.

—Uh, cartitas de amor, ella no caerá con eso, Nott. No seas ridículo.

—¿Quieres por favor ahogarte con el cereal? —le contestó mordazmente el Slytherin mientras ella reía socarronamente.

Luna no pudo evitar mirar mal a su amiga mientras sus mejillas se encendían. Había pasado un largo tiempo después de aquella escena que habían protagonizado Viktor y Theo en los limites del castillo, sin embargo Astoria se empeñaba en que aquella historia no fuera olvidada, y constantemente jugaba con el tema en contra de Theo.

Observó la expresión de tedio del muchacho y se apresuró a intervenir antes de que ambas serpientes se comieran vivas: —¿Terminaste con el resumen de las criaturas acuáticas? —inquirió sorprendida tomando el pergamino y Theo finalmente le regresó la mirada a ella mientras asentía.

—Tuve tiempo ayer por la tarde, así que lo adelante —se encogió de hombros—. Ya solo quedarían las criaturas terrestres.

—Perfecto, de eso me encargo yo —musitó gustosa—. Gracias, Theo.

El chico le sonrió abiertamente, observando como la rubia desenrollaba el pergamino y apreciaba con una gran sonrisa los perfectos dibujos que él había realizado.

—Merlin, Theo. Nunca dejará de sorprenderme tu talento.

—Ya, Luna. No le des alas —volvió a molestar la castaña ganándose la mirada irritada de Nott.

Este se inclinó hasta llegar a la altura del oído de Astoria y  enseguida dibujó una sonrisa lobuna en su rostro.

—Cuida todo lo que ingieras en estos días, Tori. Mira que empiezan a gustarme los productos Weasley.

Astoria arrugó el entrecejo con un matiz de repugnancia mientras el Slytherin se incorporó y sin decir nada más se encaminó hacia su primera clase, no sin antes despedirse de Luna con una apenas visible sonrisa.

La rubia resopló un tanto frustrada.

Si bien ella y Theo seguían manteniendo su amistad intacta era absolutamente notoria la incomodidad que los embargaba cada vez que Astoria estaba presente.

—¡¿Puedes creerlo?! —farfulló la ojiverde mirando con extrañeza la silueta de su amigo alejándose—. ¡Ya hasta visita la tienda de los traidores! —manoteó— ¿Qué hiciste con Theodore, Luna?

La susodicha negó con desaprobación ante la palabra referencia que su amiga usaba para  los Weasley mientras guardaba el pergamino que le había entregado Nott.

—Por cierto, dime que esta vez si pasaras navidad conmigo y no en la choza de los pelirrojos —dijo casi en tono de súplica la castaña, colocando su mejor expresión de añoranza—. Dime que tu padre sí te permitío meterte en el nido de serpientes esta vez.

Ante la mención de la celebración Luna carraspeó ligeramente, se acomodó mejor en su lugar y con las mejillas teñidas de rosa le correspondió la mirada a Astoria.

—Tengo algunos planes para ese día, siento no haberlo mencionado antes —murmuró esbozando una sonrisa nerviosa.

Astoria ladeó la cabeza totalmente intrigada, y se acercó más a su amiga.

—¿Qué es lo que estás tramando, Lovegood?

—Lo que pasa es que invité a Viktor a la cena navideña —mencionó casi en un susurro, con la intención de que solo su amiga la escuchara, sin embargo cualquier intento de discreción pasó a segundo plano.

—¡Oh, por Salazar! —chilló Greengrass tan alto que enseguida más de una mirada de curiosidad había ido a parar en ellas. Luna rió negando con la cabeza mientras Astoria se llevaba las manos a la boca—. Lo siento.

—¿Qué haré contigo Tori?

—Bueno pero dime ¿Él aceptó? —inquirió la ojiverde destapando su rostro, muerta de la curiosidad— ¿Cómo fue que se lo pediste?

Un suspiro involuntario emergió de los labios de la rubia al recordar aquello.

Viktor era un hombre excepcional, y eso ya le había quedado muy claro desde mucho tiempo atrás, sin embargo aquel día había sido uno de los más memorables para Luna.

Si bien la Ravenclaw jamás había estado en una relación estaba segura que lo que sentía era completamente real. Hacía tiempo también que las mariposas en su estómago flotaban libres con tan solo pensar en el nombre de su novio y visualizar su rostro en su mente.
Era completamente mágico lo que Viktor provocaba en ella.

Luna estaba plenamente enamorada de aquella estrella de Quidditch de sonrisa sincera y ojos expresivos, sin embargo, todos esos sentimientos que se arremolinaban en su corazón no habían explotado con tanto fervor de un día a otro, no. El tiempo había hecho lo suyo, y
Viktor le había dado la confianza que necesitaba, el cariño incondicional del que carecía en ocasiones.
Le estaba mostrando con detalle lo que era el amor incondicional, y ella estaba encantada.

Recordó lo que había hablado con él ese día para narrarselo a su amiga.

Eres tan hermosa, cariño —le había dicho el bulgaro mientras jugaba con un mechón de su rebelde cabello y lo colocaba detrás de su oreja.

—Si sigues mintiendome de esa manera lo más probable es que termine creyendote.

Al bulgaro le ofendía que Luna siempre tratara de menospreciarse.

—Ven aquí ¿si? —musitó el joven poniéndose de pie y ofreciéndole una mano para que ella hiciera lo mismo.

—¿Qué es lo que pretendes, Viktor Krum? —dijo la rubia mientras se levantaba y caminaba con él hasta la orilla del lago negro.

—Quiero que mires lo que veo yo… —explicó blandiendo su varita, ocasionando que un gran espejo de agua se formará frente a ellos— Y lo que veo son este par de ojos soñadores, los cuales pareciese que los hubiera pintado el mismo picasso —Luna se sonrojo, y Viktor comenzó a delinear su rostro— Esa sonrisa tímida y completamente cálida, tu cabello de oro y tu piel de porcelana…Diría que eres un mismo ángel… Mi Luna.
La Ravenclaw estaba embelesada con las caricias que el muchacho proporcionaba en su rostro.

—Pero eso no es todo… Además veo a  una mujer completamente increíble, soñadora, inteligente y capaz… —recitó y para aquel entonces Luna sentía que su corazón no podía latir más rápido. Era la primera vez que la llamaban “mujer”, pues de cierta forma todos a su alrededor la trataban como si de una niña se tratase. Eso sin lugar a dudas había hecho que cayera completamente a los pies de tan caballeroso bulgaro.

—Viktor…

—Y me tienes completamente enamorado…

Los ojos de Astoria brillaban al escuchar el relato de su amiga.

—Fue en ese instante que me atreví a invitarlo —añadió Luna saliendo de aquella burbuja rosa en la que se encontraba—. Me arrepentí apenas termine de decírselo —confesó riendo— Pero al escuchar su aprobación casi de inmediato me sentí aún más … no lo sé….

—Ay Luna —suspiró la Slyhterin con los ojos refulgentes. Estaba realmente conmovida con la historia de amor que estaba viviendo su amiga— ¿Te das cuenta de lo formal que se está volviendo esto? ¡Mírate! Estás a punto de presentarle un chico a tu padre.

—Ni me lo digas, la verdad es que estoy muy nerviosa con el asunto… —declaró—. Se enteró antes de que yo pudiera decírselo...

—Ah, Xenophilius lo va a adorar Luna —acotó la ojiverde manoteando, como si eso fuera el asunto más sencillo—. En realidad cualquier padre lo adoraría. Es decir, Viktor es mayor, sí, pero eso claramente es un punto a su favor. Es alguien que sabe lo que quiere en la vida…

Luna lo meditó un poco.

—No lo se. Tu misma tenias la suposición de que él podría aprovecharse de mi al principio...—en aquel preciso momento en la mesa de Gryffindor se escuchó un estallido y ambas muchachas se giraron asustadas. Seamus Finnigan había hecho estallar una bomba fétida por accidente y todo el alumnado comenzaba a salir despavorido.

—Ewh… ¡Eres un idota Finnigan! —vociferó Astoria con asco llevando rápidamente su túnica a la nariz mientras Luna hacía lo mismo— ¿Ahora ves lo que te digo, Luna?—se dirigió a esta levantándose de la mesa tomando la mano de su amiga— ¡Esta bola de ineptos de sexto son unos inmaduros! Mucho mejor que estés con alguien mayor.

Luna empezó a reír mientras salían del comedor a toda prisa. Después de todo tal vez su amiga tenía razón.

Durante las semanas siguientes Luna, en fiel compañía de Astoria estuvieron planificando la cena perfecta, ideando miles de detalles que sin duda harían sentir a Viktor muy bienvenido.

De igual manera pasaron horas en Tiros largos Moda en la última salida que habían tenido a Hogsmeade, buscando el vestuario perfecto para la ocasión. A Luna no le emocionaba mucho el hecho de perder el tiempo probándose prendas de vestir, sin embargo Astoria había insistido. Tal parecía que la ojiverde estaba totalmente empeñada en que aquella fuera la cena más especial para su amiga.

Llegado aquellas fechas, las amigas se habían despedido en la estación de Kings Cross entre regalos y abrazos, con la promesa de que Luna le escribiría con todo detalle el resultado de tan esperada cena.

El veinticuatro de diciembre por la noche, habiendo afinado ya cada detalle en su hogar,
Luna se encontraba en su habitación, colocandose las prendas que había creído perfectas para la ocasión.

Había notado que Astoria no lo aprobaba del todo, sin embargo Luna las había adorado, y sabía que Viktor amaba su estilo único, por lo que sabía que a él le parecerían perfectas.

Vistió la camiseta negra entallada y la falda amplia al tono, que era adornada por estrellas, planetas y un sinfín de figuras cósmicas más. Se colocó las medias y el par de botines para finalmente quedar satisfecha con su reflejo.

Onduló su cabello un poco, y cuando estuvo a punto de colocarse su esencia favorita escucho un par de golpes en la puerta de su habitación.

—Ha llegado algo para ti, mi cielo —anunció su padre aun detrás de la puerta.

Enseguida, Luna observó la perilla girar y la figura de su padre atravesó el umbral.

—¡Por las barbas de Merlín! —murmuró Xenophilius observando a su hija— Te ves preciosa, mi niña.

—¿Eso crees, papá?

—En absoluto.

El hombre se acercó y depositó un beso en la coronilla de su hija para después mirarla.

—Eres idéntica a tu madre ¿Te lo había dicho ya? —le dijo orgulloso.

Luna asintió contenta.

—Me lo habías mencionado, si —declaró y enseguida titubeó un poco—. Papá, yo quisiera pedirte algo…

Xenophilius arrugó la frente y la miró curioso.

—Por favor… solo… —balbuceaba sin encontrar manera correcta de anunciarle que no quería que hostigara a su novio con preguntas en sentido periodista, pues ella conocía bastante bien a su padre, sabía que Xenophilius buscaba siempre la oportunidad de obtener algo exclusivo para el Quisquilloso—. Yo quisiera que hoy pasarás de largo tu lado periodista papá. Es decir, claro que vas a hacerle preguntas pero…

—Pero no voy a acosarlo —río el mago ante la cara de preocupación de su niña—. Puedes contar con eso, cielo —le aseguró—. Como todo padre naturalmente tengo algunas cuestiones para Krum, pero creeme que hoy me reservaré las cuestiones profesionales. Ahora, baja que seguramente está a punto de llegar…

La Revenclaw asintió sintiendo cómo poco a poco su corazón tomaba un ritmo más veloz. Estaba completamente nerviosa, sin embargo tenía el presentimiento de que aquel día sería inolvidable.

—¡Oh! Por cierto…—de su túnica azul grisácea extrajo un sobre color azabache con un lazo plateado—. Llegó esto para ti, seguramente de Astoria —le dijo entregándoselo.

Luna tomó el sobre algo extrañada, pues las cartas de Astoria usualmente venían en sobres de tonalidades verdes.

—Gracias, papá —alcanzó a musitar antes de que el hombre saliera y entonces se sentó en su cama.

No había nombre en el sobre, y eso solo lo hacía más extraño.

Con cuidado deshizo el moño de enfrente y lo abrió por completo.

Lo primero que vislumbró dentro fue una preciosa pulsera de plata adornada con pequeñas perlas que simulaban perfectamente los cuerpos celestes del universo. Y sonrió de inmediato, pues también al tener el sobre abierto había percibido claramente la esencia de quien se trataba.

Sacó la pequeña nota que venía dentro y lo confirmó.

«Feliz navidad, Luna

Atte: Theo.»

***

Cerca de un cuarto de hora más tarde el sonido inequívoco de la aparición se hizo presente en las puertas de la casa Lovegood, y pronto los ligeros golpes en la puerta causaron un sonrojo en la rubia.

—Ya está aquí —anunció encaminadose hasta la puerta, abriéndola enseguida.

Tras un bonito ramo de Gardenias blancas un muy guapo Viktor Krum se presentaba con una sonrisa galante y sincera.

—Buenas noches señorita, Lovegood —murmuró el pelinegro y la sonrisa en Luna se ensanchó aún más.

—Viktor… —murmuró sonrojada— Pasa, por favor.

En cuanto el bulgaró atravesó el umbral, observó todo a su alrededor.

La casa de Luna era bastante engañosa, ya que por fuera era totalmente oscura ya hasta un tanto tenebrosa, sin embargo por dentro los colores primarios vibraban adheridos la estufa, fregaderos y armarios, siendo estos mismos adornados también por pinturas de insectos, pájaros y diversas flores. Todas ellas pintadas por Luna misma.

—¿Quieres darme tu abrigo? —preguntó la muchacha y Viktor asintió.

—Estas son para ti, mi bella —musitó extendiendole el bonito ramo— Y, me pareció apropiado traer un poco de mis costumbres, si no es molestia —dijo el bulgaró que cargaba una pequeña canasta también con un panecillo enorme dentro.

Luna alzó las cejas.

—Se ve delicioso.

—¡Viktor Krum! —la voz de Xenophilius resonó desde el piso de arriba, y por el umbral de las escaleras de caracol la platinada cabellera del hombre se asomaba.

El mago bajó y enseguida estrechó la mano del joven.

—Es un gusto por fin conocerte en persona —farfulló con un brillo de interés en los ojos y un tono ansioso —Eres un joven muy interesante...

Los ojos de Luna se fueron a su padre y lo miró un tanto suplicante.

—Lo mismo digo, señor —respondió el bulgaró sin inmutarse, saludándolo con firmeza—. Es un placer por fin conocer al padre de tan maravillosa mujer, ella es realmente la interesante aquí —musitó sincero pasando su ojos chocolate a Luna.

Una vez más las mariposas jugaron en el estómago de la rubia provocandole una sensación cálida.

—Bueno, bueno, pues creo que es tiempo de cenar —acotó el padre de Luna— Siéntete como en casa, Viktor.

Por la siguiente hora, los tres se dispusieron a disfrutar los manjares que con tanto esmero había preparado la rubia. Si bien el señor Lovegood había asegurado no inmiscuirse demasiado en la vida profesional de Viktor no podía evitar lanzar una que otra pregunta indiscreta, ocasionando que Luna se pusiera un tanto abochornada. Sin embargo Viktor era demasiado magnánimo e inteligente, sabía cómo manejar aquella situación y poco a poco lograba que el ambiente volviera a tranquilizarse.

Después de algunos minutos, un destello de luz golpeó los ojos de Viktor y con curiosidad miró de donde provenía.

En el cuello del señor Lovegood colgaba aquel símbolo que tanto había visto antes. Aquel símbolo con el que estaba tan familiarizado.

Respirando hondo levantó la vista y con su mejor rostro ecuánime se dirigió a Xenophilius.

—¿Tengo entendido que su difunta esposa trabajaba con usted? —exclamó con aire curioso.

El señor Lovegood respingó y lo miró. Luna también lo había mirado.

—Así es —contestó medianamente neutral el hombre—. Por muchos años Pandora y yo nos dedicamos al periodismo juntos. Ella ya era conocida en el ámbito.

—Creo haber oído de ella —asintió Viktor y Luna lo miró con sorpresa.

—No sabia que conocias a mi madre.

El bulgaro se encogió de hombros apenado.
—La verdad es que después de presentarme contigo en el cementerio al ver el nombre de tu madre me resultó algo conocido —confesó y de nuevo miró al señor Lovegood—. Su especialidad era la investigación de historias profundas, ¿no es así?

Luna miró a su padre, pues este actuaba de pronto como si Viktor no le hubiera preguntado algo.

—Este panecillo está delicioso, Krum —le alagó Xenophilius efectivamente ignorándolo olímpicamente— ¿Cómo dices que se llama?

Viktor se quedó en silencio por unos segundos, mirando directamente al hombre.

—Pikta, señor —aclaró finalmente—. Es una tradición en Bulgaria y quería compartirla con ustedes. En el relleno pueden encontrar el Kasmeti, una suerte que aventura el cómo nos recibirá el año.

Luna percibió de pronto un ambiente lleno de tensión, pues a su parecer tanto su padre como Viktor estaban incómodos.

—Veamos… —murmuró enseguida pretendiendo suavizar el ambiente. Sacó el pequeño papel plata del interior de su panecillo y leyó:— «La desconfianza destruye la magia»

Luna arrugó el ceño extrañada y a Viktor se le tensó la mandíbula. Ahora sabía el porqué Ilarion tenía aquella cara guasona al salir de la cocina aquella tarde.

Hijo de puta… maldijo para sus adentros y observó a su novia avergonzado.

El señor Lovegood sacó su papelillo y lo extendió.

—«La verdad siempre saldrá a la luz» … —murmuró entre dientes frunciendo el ceño algo tenso.

Viktor respiró lentamente y enseguida Luna rio.

—¿Ilarion? —cuestionó al ver el rostro semi colorado de su novio.

—Ilarion —confirmó tragando con dificultad— Lo siento muchísimo, señor Lovegood, verá, mi amigo está hospedandose en mi apartamento y …

—Oh  Viktor, ¿Te han jugado una broma, no? —se apresuró a hablar Xenophilius recomponiendo totalmente su semblante tranquilo para desconcierto del bulgaro.

—Eso parece.

—No hay cuidado… —añadió el hombre y enseguida se levantó de la mesa—. Recordé de pronto que debía entregarle un encargo a Molly Weasley, seguramente lo debe estar esperando ya —farfulló— Luna, ¿por qué no le muestras a Viktor las ciruelas dirigibles? Yo vuelvo enseguida.

No hubo tiempo de respuesta por parte de la rubia, pues en ese mismo momento su padre se dirigió con prisa al piso inferior y seguidamente escucharon el ruido sordo de la desaparición.

Viktor soltó un suspiro.

—¿Lo incomodé cierto? Lo siento muchísimo Luna…

—Tus preguntas no fueron malintencionadas, Viktor. Es solo que papá en ocasiones se pone sensible con el tema de mi madre.

—Entiendo…

El silencio reinó por unos segundo y entonces Luna colocó sus cubiertos en la mesa.

—¿Quieres ir al jardín? Hay muy poca luz en realidad pero te gustará.

Viktor sonrió finalmente.

—Claro que sí.

Ambos se levantaron y bajaron la escalera de caracol. Se colocaron los abrigos y salieron
a caminar por el sendero del jardín de los Lovegood. Luna sintió el roce de la mano de Viktor y enseguida se tomaron de la mano.

—Estas muy fría, cariño —dijo Viktor al palpar la gélida mano de la rubia— Ven aquí.

Se quitó el abrigo que llevaba puesto y con ternura la envolvió, colocándolo en sus hombros y atrayéndola a su cuerpo.

Luna se dejó llevar por él y enseguida quedó envuelta en sus brazos. El perfume varonil bailo suave en sus fosas nasales y observando sus orbes chocolate suspiró.

—Gracias por haber venido, Viktor —musitó con su dulce voz y Viktor la besó con suavidad, deleitándose con sus finos labios con sabor a fresas. La tomó de las mejillas y se separó apenas unos centímetros de ella.

—Estar en compañía tuya ha hecho que sea la mejor navidad, cariño —murmuró dándole otro pequeño beso en la nariz—. Gracias por invitarme.

Luna sonrió y entonces se giró quedando de frente al bonito paisaje que dibuja el cielo nocturno coronado con una luna invernal brillante.

Viktor acomodo sus brazos alrededor de su cintura y colocó su barbilla en el hombro de la chica.

Inhalo profundo.

Aquella tranquilidad que ella le daba lograba embargar cada centímetro de su cuerpo, lograba despejarle la mente y sentirse libre y feliz.

El cabello de luna le hacía cosquillas en la nariz, pero no le importaba, porque este mismo desprendía la esencia que tanto le gustaba.

Aquella esencia que anhelaba siempre al estar lejos de ella.

Sintió de pronto el pequeño cuerpo de su novia removerse en sus brazos y frunció el ceño. La observó y notó que Luna tenía entre sus manos un pedazo de pergamino arrugado y comenzaba a desdoblarlo.

Ante aquel texto la menor ladeó la cabeza.

—«No puedes dejarme con esto, te necesito» —murmuró Luna y Viktor se tensó— ¿Acaso esto es un presagio de Ilarion también? —le preguntó curiosa y le entregó la nota que había sacado del saco Viktor.

—Ah, eso… —Viktor se rascó la nuca y Luna giró de nuevo para quedar de frente a él —. Mi madre lo envió —dijo un tanto intranquilo y ella lo miró preocupada—. Veras Luna, mi madre tiene una obsesión por las apuestas, y hasta hace poco era de mi de quien se aprovechaba para financiar ese vicio. Ahora que dejé el Quidditch no deja de hostigarme con el tema, como veras.

—¿De verdad?

Viktor asintió apenado.

—No te negaré que fue una de las razones por las cuales me replantee la idea de ser jugador para toda la vida, honestamente comenzaba a cansarme de todo eso y la presión de mi madre. No quería convertirme en un jugador antipático más, que solo lo hace por dinero. Amo el Quidditch, pero no podía pertenecer más a ese mundo, no de esa manera….

Luna lo miró con admiración.

—Bueno, tú brillas por ti mismo, Viktor, aunque no seas mas parte de Quidditch sigues brillando como una estrella. Eres simplemente brillante, no importa en donde estés, o a que te dediques.... Tu siempre brillas, cariño… —murmuró la rubia y enseguida se acercó sin titubear y lo besó.

Cariño…

El bulgaro no pudo ocultar para nada lo feliz que le había hecho que Luna lo llamara así por primera vez, además de tomar la iniciativa al besarlo. ¡Por Merlín! Se sentia tan bien aquello para él, sin embargo su felicidad en ese preciso momento estaba completamente opacada por otro asunto.

El estómago se le había contraído al ver aquella nota, y de pronto había salido totalmente de la burbuja en la que se encontraba.

No podía seguir posponiéndolo, debía hacerse cargo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro